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Polis

On-line version ISSN 2594-0686Print version ISSN 1870-2333

Polis vol.3 n.2 México Jul./Dec. 2007

 

Artículos

 

Trantor: la ciudad-mundo

 

Trantor: the city-World

 

Mario González Abrajan*

 

* Licenciado en Sociología por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Correo electrónico: <ze_mikiztli@yahoo.com.mx>.

 

Artículo recibido el 13 de junio de 2007
Aceptado el 26 de octubre de 2007

 

Resumen

Pese a que con frecuencia se le subestima, la ciencia ficción bien podría considerarse como el producto literario más genuino que produjo del siglo XX. En este sentido, existe una relación estrecha entre las metrópolis y la ciencia ficción, que se manifiesta en el papel central que han desempeñado aquéllas en muchas de las mejores tramas de ésta. Para demostrar esta aseveración se toma como muestra la producción literaria de Isaac Asimov en el género, particularmente su serie de La Fundación, misma que le da fama a la futurística y supertecnificada ciudad-mundo de Trantor.

Palabras clave: ciencia ficción, metrópoli, tecnología, Isaac Asimov, Fundación.

 

Abstract

Even though overestimated, science fiction could perhaps be the most genuine product of 20th Century literature. In this perspective, there has been a close relationship between the metropolis and science fiction. To prove this, the article takes as a sample, the literary production of Isaac Asimov, mainly his The Foundation series, which gave fame to the futuristic and high technology city-World of Trantor.

Key words: science fiction, metropolis, technology, Isaac Asimov, Foundation.

 

Introducción

La ciencia ficción es un género literario que por lo general ha sido infravalorado por considerársele "menor". Para muchos de sus partidarios, sin embargo, es precisamente en dicha subestimación donde reside su principal virtud y atractivo, en tanto le permite gozar de una mayor libertad de acción y, con ello, de un margen más amplio de maniobra para proponer y analizar diferentes realidades, sociedades y formas de pensamiento y de vida, sean o no humanas (es decir, alienígenas, lo que le confiere otro aspecto interesantísimo al género). En otras palabras, se carece de las restricciones propias de algunas disciplinas relacionadas directamente con el análisis del futuro, como es el caso de la prospectiva o la futurología, por poner un ejemplo.

De tal forma que la ciencia ficción vendría siendo una especie de puente entre un presente que se le muestra al individuo de manera siempre cambiante e inasible, y los múltiples futuros posibles no sólo para él, sino para la humanidad entera, con énfasis la mayor parte de las veces en los aspectos científicos y tecnológicos de estos hipotéticos mañanas y de sus repercusiones culturales y éticas para el hombre y la sociedad de ese tiempo.

En este sentido, como bien señala Francisco Tirado en su ensayo Ciencia ficción y pensamiento social (2004: 2):

Ciencia ficción es una palabra que designa un cruce de caminos. En ella se encuentran y conjugan dos dimensiones bien diferenciadas en nuestra cultura: la ciencia, obviamente por un lado, y la ficción, es decir el arte, por otro. [...] La ciencia es una actividad que consiste en producir o construir funciones, algoritmos que establecen relaciones entre variables; y el arte es una actividad que consiste en producir y construir afectos, maneras de sentir, de padecer. Pues bien, la ciencia ficción es capaz de articular la función, la relación teoremática y el afecto, la cualidad vivida. La novela de ciencia ficción, al menos las que son más útiles al pensamiento social, tiene un arranque teoremático, por supuesto, pero se desarrolla de manera afectiva.

Cabe mencionar que la ciencia ficción cuenta con múltiples antecedentes, desde La República de Platón (alrededor del año 395 a. C.) hasta Noticias de ninguna parte, de William Morris (1890), pasando por Ciudad de Dios, de San Agustín (426); Utopía, de Tomás Moro (1516); Gargantúa, de Francisco Rabelais (1534); La ciudad del Sol, de Tomaso Campanella (1623); La nueva Atlántida, de Francis Bacon (1627); Frankenstein, de Mary Shelley (1818), entre otras que conviene considerar (García, 1977). Este género nace y se desarrolla prácticamente con el siglo XX, es decir, la época de los avances científicos y tecnológicos más prodigiosos y acelerados que se hayan visto nunca en la historia humana. De ahí que la ciencia ficción pueda considerarse quizá, desde esta perspectiva, como la expresión más auténtica y representativa de la literatura de este siglo. Sin embargo, al mismo tiempo, en dicho periodo se lleva a cabo una nueva revolución urbana, como diría Gordon Childe, también sin precedentes, en la que la mayoría de la población mundial al final del siglo ha terminado por vivir en las grandes metrópolis, las cuales históricamente se han asociado con las ideas de civilización y cultura.

En este orden de ideas, la ciencia ficción aporta mucha tela de donde cortar con respecto a las ciudades, que constituyen un tema recurrente dentro del género, lo cual se evidencia en el papel central que les ha tocado desempeñar a éstas en muchas de las mejores tramas de aquélla. Partiendo de este supuesto, se podría decir que hablar de la ciudad del futuro implica referirse de igual forma a la civilización y la cultura del mañana, pero también a la civilización y la cultura contemporáneas. Aunque esto pueda parecer evidente, lo cierto es que en muchas ocasiones se pasa por alto el hecho de que las diferentes visiones expresadas por los autores de ciencia ficción, si bien ocurren en un porvenir incierto, tienen la vista puesta en las tendencias del presente, pues su punto de referencia es siempre la sociedad actual, con todos sus problemas y contradicciones. De tal forma que estas visiones pueden -y de hecho lo hacen- reflejar en buena medida las preocupaciones y los miedos, las esperanzas y las expectativas de los urbanitas en el presente, sólo que extrapoladas a esos futuros heterogéneos.

Ahí están, por mencionar una muestra, las megaurbes imaginadas por Robert Silverberg en su novela El mundo interior (1971), donde la gente transcurre toda su vida dentro de gigantescos edificios de mil pisos llamados mónadas urbanas o monurbs, que pueden llegar a albergar a una población de hasta más de 800 mil personas cada uno, y en donde para compensar la opresión física y psicológica causada por semejante forma de vida, se permite que sus habitantes gocen de una libertad sexual absoluta (Silverberg, 1985). De igual forma se puede nombrar a la cosmopolita metrópoli de Nio Esseia en el planeta Urras, en Los desposeídos (1974), de Ursula K. Le Guin. A lo largo de toda la historia, éste le sirve al protagonista como punto de comparación con su lugar natal, la modesta y austera ciudad de Abbenay en el planeta Anarres; esto es, la comparación entre una ciudad regida por valores capitalistas y otra sustentada en los principios del anarquismo, lo que conduce al protagonista a una serie de profundos conflictos morales y éticos (Le Guin, 1999). O también el conocido Mundo anillo (1970) de Larry Niven -en donde al igual que en El mundo interior, se abordan de manera ingeniosa la explosión demográfica y la falta de espacio vital-, con sus espaciosas y colosales, aunque abandonadas, ciudades como las de Zignamuclikclik y Ciudad Bajo el Cielo, llenas de edificios flotantes y erigidas por los mismos ingenieros que han construido aquel misterioso mundo en forma de anillo que aparece rodeando a un enorme sol (Niven, 1987).1

 

El universo de Isaac Asimov

A pesar de los múltiples ejemplos posibles para demostrar la estrecha relación que existe entre ciudad y ciencia ficción, pareciera que ninguna otra metrópoli ha tenido un papel tan protagónico dentro de una obra de este género como la Trantor de Isaac Asimov. Esta mítica ciudad, una megalópolis que se supone ocupa un mundo completo, adquiere un papel primordial en su ya célebre saga de la Fundación, también llamada por algunos El ciclo de Trantor, la cual constaría primero de tres partes: Fundación (1951), Fundación e Imperio (1952) y Segunda Fundación (1953), a las que Asimov agregaría casi 30 años después Los límites de la Fundación (1982), Fundación y Tierra (1983) y, por último, Preludio a la Fundación (1988).

Curiosamente, ésta, que sería la última novela escrita por el autor sobre dicha saga (si no se toma en cuenta, claro, su obra póstuma Hacia la Fundación, publicada en 1993), es, a su vez, la primera en el orden secuencial de la misma. En esta parte de la serie se explica cómo es que el protagonista, el matemático Hari Seldon, logra por fin desarrollar la psicohistoria (una revolucionaria ciencia en la que se mezclan la matemática, la historia y la sociología con la psicología de masas) después de ser persuadido por Daneel Olivaw, el legendario robot con cerebro positrónico y dotado de poderes mentales, construido por el auroriano Han Fastolfe y que alguna vez fuera compañero de Elijah Baley en las igualmente conocidas historias de Asimov, Bóvedas de acero (1954) y El sol desnudo (1957), que justamente fueron las dos primeras novelas de robots escritas por este autor.

En este orden de ideas, si hay algún rasgo característico entre sus novelas de robots y su serie de la Fundación, es el hecho de que la mayoría de ellas forman parte de un todo, más o menos coherente entre sí, que abarca una historia de varios milenios. Así, tenemos que Daneel es creado por Fastolfe en el planeta Aurora alrededor del 3500 de nuestra era. Para ese momento ya ha sido fundada Espacioburgo (o Enclave Espacial, según la traducción), cerca de Nueva York, por los habitantes de los mundos exteriores (es decir, los planetas que para ese momento ya ha colonizado la Tierra), conocidos comúnmente como los espaciales (Asimov, 1981), de tal forma que cuando ocurren los hechos referidos en Preludio a la Fundación, es decir, en el 12020 E. G. (Era Galáctica), nuestro robot -mejor dicho, su cerebro positrónico- cuenta a la sazón con más de 20 mil años de edad (Asimov, 1989).

Durante todo este tiempo, Daneel influye decisivamente en los acontecimientos de la raza humana, ya sea estableciendo la Ley Cero de la robótica en Robots e Imperio (Asimov, 1986) o las Leyes de la humánica, en la misma obra,2 o bien, las Leyes codificadas (Benford, 1998),3 bien ejerciendo como jefe de Estado o como primer ministro durante el Imperio (Asimov, 1989) o mediante una serie de experimentos genéticos secretos que lo llevan a crear un ser humano con un gran genio matemático, que no es otro que Seldon. Más o menos al mismo tiempo crea a los llamados mentálicos (seres humanos telépatas) (Brin, 2000), que serían posteriormente los habitantes de la Segunda Fundación, cuya misión es ajustar y corregir las posibles desviaciones del llamado Plan Seldon (Asimov, 1975, 1995).

Como ya se mencionó, Seldon busca en esta parte encontrar las leyes básicas de la psicohistoria y hacer de ella una teoría efectiva, lo que supone que haría factible -como de hecho sucede más tarde en la serie-, a partir del adecuado manejo de ciertas variables históricas y poblacionales, establecer tendencias suficientemente confiables sobre el destino de la humanidad, lo cual sería en cierto grado equivalente a tener una especie de oráculo que le permite al matemático vaticinar posteriormente con cierta exactitud la futura caída del Imperio Galáctico (cinco siglos aproximadamente a partir de su predicción) y el consiguiente periodo de disgregación y barbarie que le sucedería, que según Seldon, sería de 30 mil años (Asimov, 1985). Esta certeza sobre el derrumbe del Imperio, que ya en ese entonces comenzaba a mostrar variados indicios de esa inevitable decadencia, es lo que lo impulsará en las subsiguientes partes de la serie a la realización del proyecto de las dos fundaciones, con el fin de atenuar el impacto causado por la disgregación del Imperio y reducir el periodo de barbarie de 30 mil años a sólo un milenio.

Pero no sólo eso; también es en dicha obra donde Asimov habla con mayor detalle de la ciudad-mundo de Trantor y de su organización social y política. No está de más recordar que el mismo Asimov llegó a revelar en varias ocasiones cuál era el plectro de sus futurísticas ciudades. De esta forma, la ya mencionada Bóvedas de acero encuentra su inspiración en las líneas subterráneas del metro neoyorkino, en tanto que la ciudad de Roma es la referencia directa utilizada por el escritor para otra de sus novelas, la tercera sobre el Imperio, Guijarro en el cielo (1950). De igual manera, la serie de la Fundación tiene como antecedente inmediato la historia universal del hombre. Por tanto, no hay gran dificultad en identificar al Imperio Galáctico con el Imperio Romano; en tanto, el periodo de retroceso e incultura que se supone seguirá a la destrucción del Imperio Galáctico no sería otro que la oscura Edad Media terrícola, en tanto que la llegada de un Segundo Imperio y una nueva civilización sólo es comparable con el ascenso de Estados Unidos como el poder hegemónico mundial. Como sea, Trantor tiene mucho más parecido con la Nueva York contemporánea que con la Roma imperial. Incluso sus críticos no han dejado de verla como una especie de pesadilla desarrollista de los años sesenta del siglo XX.

No hay que olvidar que Asimov formaba parte de aquella primera gran generación de escritores de la llamada ciencia ficción "dura", entre los que destacan con luz propia: Arthur C. Clark -El fin de la infancia (1953), 2001, odisea espacial (1968)-; Robert A. Heinlein -Estrella doble (1956), Tropas del espacio (1959)-; Theodore Sturgeon -Los cristales soñadores (1950), Más que humano (1953)- y Clifford D. Simak -Ciudad (1952), Estación de tránsito (1963)-, por mencionar a los más conocidos. Esta generación surgió a finales de los años treinta y se consolidó durante las siguientes dos décadas; es decir, a lo largo del periodo de la posguerra que, como es sabido, le permitió a Estados Unidos afirmarse y consolidarse como la indiscutible primera potencia mundial frente a una Europa devastada y hambrienta. La bonanza económica de la posguerra permitió a su vez el acelerado y asombroso crecimiento de las ciudades estadounidenses, en particular de Nueva York, la más cosmopolita de todas, y con la cual Asimov quedaría profundamente impresionado cuando llegara a ella en 1923, procedente de la ahora extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Por eso no extraña que nuestro autor tomara a la ciudad de los rascacielos como el modelo de la ciudad del futuro. Pero dejemos por el momento estas comparaciones y veamos ahora un poco más de cerca a la fascinante e intrigante ciudad-mundo de Trantor.

 

Trantor

Para empezar, hay que decir que Trantor es la capital de este enorme Imperio Galáctico en decadencia del que ya hemos hablado antes, el cual a su vez está compuesto por 25 millones de mundos. Los orígenes imperiales de Trantor se encuentran, al igual que en la Roma antigua, en una república. Aproximadamente en el 500 A. E. G. (antes de la Era Galáctica), la República Trantoriana, formada por cinco mundos, se convierte en la Confederación Trantoriana y más tarde en el Imperio de Trantor (Asimov, 1980). La Era Galáctica empieza a correr cuando el Imperio de Trantor se transforma en el Imperio Galáctico, esto es, alrededor del año 12500 de nuestra era.4

A partir de ese momento, su desarrollo se vuelve imparable y al paso del tiempo su grado de urbanización llega a tal extremo que no existe área que no sea parte de la ciudad; es decir, la metrópoli termina por abarcar al planeta entero, el cual, dicho sea de paso, está cubierto prácticamente por completo (a excepción del área donde se ubica Palacio Imperial) por miles de enormes cúpulas hechas de algún tipo de vidrio muy resistente. La ciudad se divide política y geográficamente en poco más de 800 sectores; la mayor parte de su población vive bajo tierra y la civilización que han creado representa la cúspide de la evolución humana.

Por ejemplo, desde su Fundación, Asimov relata las impresiones que tiene Gaal Dornick, un joven de los mundos exteriores -que sería siendo lo que se conoce como un "provinciano" y que a la larga se volvería el biógrafo de Seldon- cuando arriba por primera vez a Trantor. Narra Asimov: "El edificio de desembarco era enorme. El techo se perdía en las alturas. Gaal pensó que las nubes casi podían formarse debajo de su inmensidad. No vio ninguna pared; sólo hombres y mostradores y el suelo convergente que desaparecía a lo lejos" (Asimov, 1985: 17).

Y más adelante, cuando Dornick tiene oportunidad de admirar Trantor desde un mirador:

No pudo ver el suelo. Estaba perdido en las complejidades cada vez mayores de las estructuras hechas por el hombre. No pudo ver otro horizonte más que el del metal contra el cielo, que se extendía en la lejanía con un color gris casi uniforme, y comprendió que así era en toda la superficie del planeta. Apenas se podía ver ningún movimiento [...] aparte del activo tráfico de los miles de millones de hombres que se movían bajo la piel metálica del mundo (Asimov, 1985: 22).

Estas primeras impresiones se confirman para Dornick a medida que va conociendo más la colosal ciudad, de tal manera que la sensación permanente que le queda de Trantor es la de que todo el mundo "parecía vivir bajo metal". Otro de los lugares que visita es la Universidad Galáctica, la misma que causara tanta curiosidad en Seldon años antes, y sobre la cual nos dice que era:

... un derroche de luz [...] Sus edificios estaban cubiertos por una monstruosa cúpula de una especie de vidrio. Estaba polarizado [...] Sin embargo, su luz no era amortiguada y lanzaba destellos de los edificios de metal hasta donde la vista podía alcanzar. [... ] Las estructuras de la Universidad no eran del duro acero gris del resto de Trantor. Eran más plateadas. El brillo metálico tenía un color casi marfileño

(Asimov, 1985: 45).

Si uno desea conocer más sobre Trantor, no tiene mas que recurrir a la Enciclopedia galáctica. Precisamente, fragmentos de esta enciclopedia son los que intercala Asimov a lo largo de la serie para irnos adentrando en las complejidades y dificultades del Imperio. La edición empleada por el autor en este caso es la número 116, que se supone fue publicada en el año 1020 E. F. (Era de la Fundación), que corresponde a cerca del 25500 de nuestra era. En lo que se refiere a la ciudad-mundo, la Enciclopedia galáctica señala:

TRANTOR. [...] Al comienzo del décimo tercer milenio, esta tendencia alcanzó su punto culminante. Como centro de gobierno imperial durante ininterrumpidos centenares de generaciones, y localizado, como estaba, en las regiones centrales de la Galaxia, entre los mundos más densamente poblados e industrialmente avanzados del sistema, no pudo dejar de ser el grupo humano más denso y rico que la raza haya visto jamás. Su urbanización, en progreso continuo, había alcanzado el punto máximo. Toda la superficie de Trantor, 1200 millones de kilómetros cuadrados de extensión, era una sola ciudad. La población, en su punto máximo, sobrepasaba los 40 mil millones. Esta enorme población se dedicaba enteramente a las necesidades administrativas del imperio, y eran pocos para las complicaciones de dicha tarea [...] Diariamente, flotas de decenas de miles de naves llevaban el producto de 20 mundos agrícolas a las mesas de Trantor...

Su dependencia de los mundos exteriores en cuanto a alimentos y, en realidad, todas las necesidades de la vida, hicieron a Trantor cada vez más vulnerable a la conquista por el bloqueo. Durante el último milenio del imperio, las numerosas y hasta monótonas revueltas hicieron conscientes a un emperador tras otro, y la política imperial se convirtió en poco más que la protección de la delicada yugular de Trantor (Asimov, 1985: 19-20).

Pero Trantor no solamente conserva un equilibrio precario en relación con los mundos exteriores, de los cuales depende totalmente, sino que de igual forma, al interior de la ciudad-mundo se mantiene una estabilidad que, se puede decir, está "sostenida con alfileres". Por ello, cuando Daneel busca convencer a Seldon de desarrollar la psicohistoria y hacer de ella una ciencia práctica, se ve obligado a mencionarle la tremenda fragilidad de la organización interna de la metrópoli. Así, le dice que Trantor:

Se trata de un complejo tecnológico y cultural inimaginable. Donde nos encontramos ahora es el Sector Imperial [...] con el más alto nivel de vida de la galaxia y enteramente poblado de funcionarios imperiales. Pero en cualquier otra parte del planeta hay más de 800 sectores, algunos de ellos con subculturas diferentes de la que tenemos aquí e intocables la mayoría de ellos por parte de las fuerzas imperiales (Asimov, 1988: 40).

Esto se debe a que la ciudad está tan tecnologizada e interrelacionada en todas sus partes que el mal funcionamiento de cualquiera de éstas necesariamente repercutiría negativamente en el resto, provocando una crisis de enormes dimensiones a partir de una especie de "efecto dominó".

 

El Sector Imperial

Seldon llega a Trantor por primera vez procedente de su planeta natal Helicon, con motivo de la Convención Decenal de Matemáticas en la que presentaría una disertación consistente en un bosquejo que abarcara las posibilidades que podía ofrecer la psicohistoria. A partir de entonces, la vida de Seldon da un giro de 180 grados cuando se vuelve el hombre más buscado de la ciudad por parte del emperador y de los enemigos de éste, quienes ven en la psicohistoria el instrumento idóneo para conseguir sus fines particulares.

De esta manera, al inicio del relato nos encontramos en el Sector Imperial, el primero de la urbe que visita Seldon. Dicho sector es, al mismo tiempo, la parte más rica de Trantor, y por ende, del Imperio. Ahí residen, como ya se mencionó en el párrafo transcrito, los funcionarios imperiales, pero este sector también alberga al Palacio Imperial, que se ubica, junto con la Universidad y la Biblioteca Galáctica, en el único terreno a cielo abierto en todo el planeta, el cual mide 250 kilómetros cuadrados. Esta área está cubierta por un cielo casi permanentemente nublado y se ve cruzado por vientos helados, como el resto del planeta.

Algo interesante de la psicología de los trantorianos es que pesar de vivir bajo cúpulas y debajo de la tierra, no prescinden del "día" y de la "noche": un avanzado sistema de iluminación que funciona en todo el planeta permite crear esa ilusión. Así, Seldon menciona, después de estar un "día" completo en Trantor, que "... el cambio de calidad de luz en los caminos, corredores mecánicos, plazas y parques del Sector Imperial de Trantor, hacían que se creyera que habían transcurrido un atardecer, una noche y una mañana" (Asimov, 1988: 26).

El protagonista no puede más que estar profundamente impresionado por la majestuosidad de la imponente metrópoli que se alza frente a él. Como tiene que regresar a su planeta dentro de unas cuantas horas, Seldon (que desconoce aún que es perseguido) quiere aprovechar la oportunidad para dar un paseo por el sector, de modo que lo encontramos sentado en la banca de un parque admirando el paisaje, que le causa un sentimiento contradictorio debido a que su aspecto es más bien "rústico", según sus propias palabras, lo que no concuerda del todo con la idea que se había hecho sobre el lugar pues, como él mismo asevera: "... se hablaba de Trantor en toda la Galaxia como un mundo artificial de metal y cerámica" (Asimov, 1988: 27).

Como sucede en los demás sectores, los atuendos en éste tienen sus propias peculiaridades. Los hombres visten con ropas color pastel, que complementan con anchos cinturones con flecos, en tanto que las mujeres al parecer prefieren el blanco, además de que todos parecen portar "sombreros redondos de ala ancha".

Debido al ya mencionado interés que ha causado en el emperador la psicohistoria de Seldon (a quien previamente ya ha entrevistado), éste queda bajo la vigilancia permanente de Eto Demerzel, el consejero del emperador y que no es sino un alter ego de Daneel. El mismo robot urde todo un plan para ganarse la confianza de Seldon, que incluye la agresión de dos sujetos contra el matemático en el parque donde se encuentra descansando, pero ahora en compañía de Chetter Hummin (otro alter ego de Daneel), quien le ayuda a deshacerse de ellos y le convence de que tienen que huir del Sector Imperial, ya que está siendo perseguido por las fuerzas del emperador.

Así, los dos personajes huyen a través del Sector Imperial, mismo que, como tendrá oportunidad de comprobar Seldon durante su escape, es muy populoso: la gente va y viene a través de corredores mecánicos separados por un gran vacío, pues el sector cuenta con más de 40 niveles, lo que habla de su importancia, ya que en la mayoría de los demás sectores la gente suele caminar "al nivel del piso".

Seldon se siente un tanto abrumado ante el reto de hacer de la psicohistoria algo útil, tal y como se lo ha prometido a Daneel, pero le cuesta creer que, según el mismo robot, Trantor (y en consecuencia el Imperio Galáctico) transite por una etapa de declive, ya que debido al largo periodo durante el cual había perdurado daba la impresión de ser indestructible, sin principio ni fin. Sin embargo, reconocía que tenía que ahondar más en la historia de Trantor para llevar su proyecto a buen puerto, pues sólo sabía de él que:

Llevaba existiendo diez mil años como Imperio aceptado. Incluso antes, Trantor, como capital del reino dominante, había mantenido durante dos mil años lo que conformaba, virtualmente, un Imperio. El Imperio había sobrevivido a los primeros siglos cuando secciones enteras de la Galaxia aceptaban, a veces, y otras rechazaban, el final de su independencia local. Había sobrevivido a las vicisitudes de las rebeliones ocasionales, las guerras dinásticas y algunos breves periodos de miseria que conllevaron consigo. La mayor parte de los mundos apenas había sido turbada por problemas semejantes y Trantor había ido creciendo, imparable, hasta llegar a transformarse en la morada universal que ahora se autodenominaba Mundo Eterno (Asimov, 1988: 53).

 

El Sector Streeling

Después del incidente en el parque del Sector Imperial, Seldon es llevado por Daneel al Sector Streeling, conocido por ser la sede de una de las universidades más afamadas de Trantor. Luego de descender varios niveles del Sector Imperial a bordo de un ascensorgravítico, nuestros personajes llegan a un servicio de aerotaxis. El viaje al Sector Streeling lo realizan en uno de estos aerotaxis de propulsión magnética, que se desplazan a través de una red de túneles que conectan a toda la ciudad. Al llegar a este sector, Seldon se percata de inmediato del mal olor que impera en todo el lugar, signo irrefutable de la decadencia de Trantor, según Daneel. Pese a este pequeño inconveniente, Seldon se encuentra un poco más a gusto en este sector, alejado de la faramalla del Sector Imperial pues, como narra Asimov:

Había bastante gente andando en ambas direcciones y una considerable cantidad de jóvenes y también algunos niños en compañía de adultos [...] Todos parecían razonablemente prósperos y honrados. Ambos sexos estaban representados por igual y sus ropas claramente más discretas de lo que había visto en el Sector Imperial.

[...] No había abismos profundos separando los dos lados del camino y caminaban al ras del suelo (Asimov, 1988: 63-64).

También le llama la atención la exigua cantidad de vehículos que circulan por el lugar, a diferencia de lo que ocurre en el Sector Imperial, donde son abundantes. Así se lo hace notar a Daneel, quien responde: "En otras partes -al igual que aquí- los vehículos particulares son escasos y los que hay utilizan túneles reservados para ellos. En realidad, su uso no es necesario porque disponemos de expresos y, para distancias cortas, de corredores mecánicos. Para distancias más cercanas tenemos calles y podemos utilizar las piernas" (Asimov, 1988: 63-64).

Daneel convence a Seldon de que estará completamente a salvo en la Universidad de Streeling, pues ahí se volverá intocable para el emperador o para cualquiera que lo busque, debido a que los "campus universitarios son santuarios inviolables" (Asimov, 1988: 65). Más tarde, mientras se dirigen al mencionado lugar en un expreso -que no es sino un monorriel impulsado por un campo electromagnético-, aprovecha para relajarse un poco. De esta forma, Asimov nos describe el paisaje de dicho sector a través de los ojos de Seldon, el cual:

... se entretuvo mirando los edificios del Sector Streeling mientras pasaban ante ellos. Algunos eran muy bajos, mientras otros parecían rozar el "cielo". Amplios cruces rompían la progresión y también se veían callejas a menudo.

En un momento dado, le sorprendió el hecho de que aunque los edificios parecían subir, también parecían bajar y que quizás algunos eran más profundos que altos. Tan pronto como se le ocurrió esa idea, se dio cuenta de que así era en realidad.

En ocasiones vio manchones verdes al fondo, muy alejados del expreso, e incluso arbolitos (Asimov, 1988: 66).

Al parecer, nada fuera de lo "normal", tomando en cuenta sus anteriores impresiones en el Sector Imperial.

En la Universidad de Streeling, Seldon conoce a la robot Dors Venabili (un hecho que Seldon ignora y que por lo tanto no le impedirá enamorarse de ella más tarde y, a la larga, convertirla en su pareja), que desde ese momento se volvería su protectora por encargo de Daneel.

En este lugar Seldon también conoce personalmente lo que los trantorianos llaman Arriba, es decir, la superficie exterior de las cúpulas, misma que está cubierta en su mayor parte por pasto, aunque también existen pequeños bosques y algunos animales en estado silvestre esparcidos a lo largo y ancho de los domos. Debido a estas características, si fuera posible ver a Trantor desde el espacio, se observaría un planeta de color verde, como "una extensión de césped".

Como toda ciudad que se precie de tener cierta aureola mística, Trantor había creado una leyenda a su alrededor, tratando de mostrarse como un mundo oculto y lleno de vida bajo esa aparente impresión de un planeta salvaje e inhóspito. La Enciclopedia galáctica menciona al respecto:

TRANTOR. [...] Casi nunca ha sido descrito como un mundo visto desde el espacio. Desde hace tiempo ha convencido a la mente humana de que es un mundo interior, y su imagen la de una colmena humana existente bajo cúpulas. Aunque también había un exterior, y existen holografías tomadas desde el espacio que muestran diversos grados de detalles [...] Fíjense que las cúpulas, la cara interior de la enorme ciudad, y la atmósfera que la envuelve, una superficie llamada Arriba en su tiempo, son... (Asimov, 1988: 90).

Una vez en Arriba, Seldon puede observar la acusada irregularidad que presentan las cúpulas en su conjunto y pregunta si acaso aquello tendrá algún motivo práctico. Su interrogante es contestada por la ayudante del doctor Leggen, el meteorólogo que ha invitado a Seldon al exterior.

En realidad, no —contesta la ayudante— [...] en un principio, la gente de Trantor cubría ciertos lugares, avenidas comerciales, pistas deportivas, cosas así..., luego fueron ciudades enteras, de forma que había una gran cantidad de cúpulas aquí y allá, de diferentes alturas y anchuras. Cuando acabaron uniéndose todo era irregular; para entonces, la gente había decidido ya que era así como debía hacerse (Asimov, 1988: 102).

La estancia de Seldon en la Universidad de Streeling termina abruptamente luego de que estuvo a punto de morir de hipotermia en Arriba debido a un descuido del doctor Leggen. Entonces, Daneel lo lleva, junto con Venabili, al Sector Mycogen.

 

El Sector Mycogen

Es un lugar bastante singular, que se describe de modo muy escueto en la Enciclopedia galáctica: "Mycogen. [...] Un sector del antiguo Trantor [... ] Sepultado en el pasado de sus propias leyendas. Mycogen causó poco impacto en el planeta. Autosatisfecho y autoseparado hasta cierto punto..." (Asimov, 1988: 109).

En este sector son recibidos por Amo del Sol Catorce, un mycogenio de alto rango. Para viajar hacia su nueva residencia utilizan el vehículo de Amo del Sol, que Seldon describe como "cuadrado y arcaico, con aspecto de furgoneta de reparto". Conforme avanzan y observan sus alrededores, el matemático trata de transmitir la sensación de monotonía que le produce dicho lugar. "A cada lado había estructuras de tres pisos, sin adornos, todas ellas rectilíneas, y todo de color gris" (Asimov, 1988: 161).

En Mycogen todos los habitantes visten con una especie de túnica llamada kirtle, de color gris para los hombres y blanca para las mujeres. Un aspecto de la sociedad mycogenia que a Seldon le parece de lo más excéntrico, es la costumbre de depilarse totalmente el cuerpo, tanto en hombres como en mujeres (pues el pelo constituye un tabú entre ellos), lo que les da una apariencia andrógina y un tanto perturbadora.

Mycogen es un sector inmerso en una sociedad patriarcal sumamente autoritaria, donde, por ejemplo, no se permite que la mujer le dirija la palabra a un hombre si antes éste no se dirigió a ella, y sólo puede salir a la calle si va acompañada de un varón o de otra mujer. Todo en Mycogen esta racionado, particularmente el espacio. El equilibrio demográfico es frágil y hay que mantener un control estricto. Por eso no sorprende que Seldon nos diga que la habitación que le asignaron a él y a Venabili solamente cuente con "una pequeña cocina individual y un cuarto de baño pequeño, también individual. Había dos camas estrechas, dos roperos, una mesa y dos sillas" (Asimov, 1988: 163).

Los mycogenios son conocidos en todo Trantor por la calidad de sus microalimentos, que, se dice, eran los únicos que consumía el emperador. Por ello, sus microgranjas tienen un particular prestigio, pues Mycogen es un sector agropecuario. Dichas microgranjas se encuentran varios niveles debajo del suelo y, de manera insólita, al menos para Seldon, no se llega a ellas a través de ascensores sino de escaleras. El protagonista visita una de ellas con una acompañante, una mycogenia de nombre Gota de Lluvia Cuarenta y Tres. A diferencia de otras microgranjas que había visitado antes, las de Mycogen no despiden un olor nauseabundo debido a las levaduras, bacterias, saprofitos y hongos que se suelen utilizar en estos lugares. Durante su camino hacia los niveles más bajos, Seldon va observando las diferentes secciones de la microgranja. De esta manera, Asimov nos va describiendo, por ejemplo, cuando pasan por los contenedores de algas: "Salieron a un estrecho corredor, a ambos lados del cual había grandes depósitos de grueso cristal en los que se agitaba un agua verdosa llena de algas serpenteantes, movidas por la fuerza de las burbujas de gas que penetraban a chorros entre ellas. [...] Una luz cálida y rosada iluminaba los depósitos, una luz que era mucho más brillante que la de los corredores" (Asimov, 1988: 184-185).

El centro de Mycogen lo constituye el Sacratorium, un edificio de carácter religioso idéntico al Palacio Imperial, pero en miniatura. Seldon y Venabili llegan al mencionado lugar a bordo de un gravi-bus. En el Sacratorium se reúnen los mycogenios a emitir sus plegarias y a lamentarse por la ausencia del Mundo Perdido (que no es otro sino el mundo de Aurora). Una de las particularidades de este santuario es que carece totalmente de muebles y las personas que se encuentran en el interior no deben verse ni hablar entre ellos, sino exclusivamente rezar.

Una vez que Seldon y Venabili entran de manera ilegal en este lugar en busca de un supuesto robot, se nos ofrece una idea general sobre el interior:

Una estancia enorme, tanto más grande porque estaba vacía de todo lo que pudiera parecer mobiliario. Ni silla, ni bancos, ni asientos de ningún tipo. Ni escenario, ni cortinajes, ni decoraciones.

Ni lámparas, sólo una tenue iluminación uniforme, sin fuente de luz aparente. Las paredes no estaban vacías. A trechos, en un arreglo espaciado a distintas alturas y en un orden no repetitivo, había unas pequeñas, primitivas pantallas de televisión bidimensionales, todas ellas funcionando (Asimov, 1988: 239).

Después de ser descubiertos por los mycogenios y luego salvados de nueva cuenta por Daneel, los personajes se ven en la necesidad de huir una vez más.

 

El Sector Dahl

Cuando tienen que marcharse del Sector Mycogen tras haber violado la santidad del Sacratorium, se trasladan al Sector Dahl, ubicado en la zona tropical del planeta y que es famoso por sus llamados "hoyos de calor", que proporcionan la mitad de la energía que se consume en Trantor. Seldon y Venabili son alojados, de nueva cuenta por intermediación de Daneel, por una familia dahalita de clase media, aunque hay que mencionar que Dahl es un sector más bien pobre.

En Dahl, a diferencia de Mycogen, el problema del espacio no parece ser apremiante, o al menos eso se desprende de la descripción que Seldon hace del domicilio de sus anfitriones, la familia Tisalver, compuesta solamente por los dos esposos y su pequeña hija: "... un apartamento de siete pequeñas habitaciones, escrupulosamente limpias, pero vacías de mobiliario" (Asimov, 1988: 264). Más tarde nuestro matemático comprobará que la ausencia de muebles no obedece a la falta de medios económicos, sino que es una costumbre dahalita muy extendida entre la clase media.

Los habitantes de Dahl se distinguen, a diferencia de los de Mycogen, no por depilarse el cuerpo, sino más bien por los enormes y frondosos bigotes que porta todo dahalita que se precie de serlo. Asimov va describiendo las impresiones que le produce a Seldon el paisaje de Dahl mientras camina con Venabili, en tanto, ambos son guiados por el señor Tisalver para conocer los mentados hoyos de calor: "la temperatura —dice— [era] tibia y casi no se veían vehículos: todo el mundo iba a pie. En la distancia se oía el sempiterno zumbido de un expreso y podía distinguirse el brillo intermitente de sus luces" (Asimov, 1988: 271).

Al parecer, no importa a que parte de la metrópoli se dirijan; el expreso se hace omnipresente, lo cual no deja de recordar al metro de Nueva York, cuya red abarca hasta las zonas más alejadas de la ciudad y se mantiene en funcionamiento las 24 horas del día.

Para llegar a este lugar también hay que descender varios niveles y, como su nombre lo indica, la temperatura ahí es elevada. En un primer momento, Seldon "vio sólo computadoras y maquinaria, grandes tuberías, luces parpadeantes y pantallas deslumbrantes" (Asimov, 1988: 273), pero más adelante conocerá a las personas que trabajan en este lugar: los "caloreros", una clase discriminada socialmente en Dahl, a pesar de que los dahlitas mismos sufren a su vez la discriminación por parte del resto de los trantorianos, quienes los consideran de manera general como unos delincuentes.

Una vez en los hoyos de calor, el señor Tisalver le explica al matemático la importancia estratégica de Dahl, que consiste justamente en su producción energética. "Esto es lo que hace a Dahl tan valioso como fuente de energía —le dice uno de ellos—. La capa de magma se halla muy cerca de la superficie, mucho más aquí que en cualquier parte del mundo. Por eso hay que trabajar en medio del calor" (Asimov, 1988: 272).

Billibotton es la parte más miserable de Dahal. No es gratuito que la señora Tisalver afirme sobre tal lugar que "es un barrio miserable [...]. La hez vive allí. Nadie va, excepto la basura que tiene allí su vivienda" (Asimov, 1988: 288). No obstante el peligro que corren al entrar, Seldon y Venabili se internan en Billibotton en busca de mamá Rita, una anciana que al parecer puede tener información valiosa para la formulación exitosa de la psicohistoria. "Era por la tarde —nos dice Asimov—, temprano, y, a primera vista, Billibotton se parecía a la parte de Dahl que habían dejado. No obstante, el aire tenía un olor desagradable y el suelo aparecía lleno de basura. Uno podía asegurar que los barrenderos mecánicos no andaban por los alrededores" (Asimov, 1988: 294).

Conforme avanzan, también se van dando cuenta de que "la ropa de los billibottonianos tendía a ser sucia, vieja, y a veces rota", y de que existía "una pátina de mal lavada pobreza sobre todos ellos..." (Asimov, 1988: 294).

Finalmente, tienen que ser conducidos por un niño billibottoniano de nombre Raych (que con el tiempo se volvería el hijo adoptivo de Seldon y Venabili) para no perderse en el laberinto formado por las calles, los pasajes y los atajos que existían en el lugar. Si bien el encuentro con mamá Rita no es del todo satisfactorio, Seldon obtiene de ella información que posteriormente le será útil.

El regreso de Billibotton se complica cuando son atacados por una pandilla de rufianes en las inmediaciones del lugar. No obstante, la habilidad de Venabili con las navajas, arma de uso común en Billibotton, los saca del apuro.

 

El Sector Wye

Después del alboroto que han causado en Dahl por la reyerta sostenida en Billibotton, los personajes tienen que huir nuevamente y son llevados al Sector Wye, ubicado cerca del polo sur de Trantor, único comparable en riqueza e importancia con el Sector Imperial. Pero en esta ocasión el salvador no es Daneel, sino el alcalde de Wye, enemigo declarado del emperador y que, al igual que él, quiere utilizar la psicohistoria para sus propios fines. Mientras son trasladados a dicho sector (cosa que ellos ignoran) en un jet impulsado por un motor de microfusión, Venabili le explica a Seldon que "el Arriba de Wye es nieve y hielo, pero no tan espeso como podrías imaginar. Si fuese así aplastaría las cúpulas, pero eso no ocurre y ahí radica la razón básica del poder de Wye" (Asimov, 1988: 327).

También se puede encontrar esta definición en la Enciclopedia galáctica:

WYE [...] Un sector de la ciudad-mundo de Trantor [...] En los últimos siglos del Imperio Galáctico Wye era la parte más fuerte y más estable de la ciudad-mundo. Sus gobernantes llevaban tiempo aspirando al trono Imperial, justificándose por el hecho de ser descendientes de los primeros emperadores. Bajo Mannix IV, Wye fue militarizado y (clamaron las autoridades imperiales) estuvo planeando un golpe de alcance planetario (Asimov, 1988: 345).

Luego de arribar a su destino, nuestros personajes son conducidos ante el alcalde de Wye. Durante el trayecto, Asimov señala que nuestros personajes: "Pasaron por anchas carreteras, flanqueados por altos y bien proyectados edificios, todos ellos resplandecientes a la luz del día. Igual que en todas partes de Trantor, les llegó el zumbido distante de los expresos. Las calles estaban llenas de gente bien vestida en su mayor parte. Todo el entorno era sorprendente, casi excesivamente limpio" (Asimov, 1988: 352).

Como todavía desconocen en qué sector de Trantor están, Seldon y Venabili conjeturan al respecto. El Sector Imperial queda descartado rápidamente, pues según Venabili: "Los edificios son más rococó en el Sector Imperial, y hay menos jardinería Imperial en este Sector... " (Asimov, 1988: 353).

Dado que no les queda más que esperar lo que les depara el destino, la pareja se dedica a observar su entorno, sin lograr adivinar en dónde se encuentran, lo que provoca que se sientan cada vez más intrigados. Por fortuna el camino no es largo y rápidamente "se metieron a un garage que flanqueaba una imponente estructura de cuatro pisos. Un friso de animales imaginarios recorría la parte superior, decoradas con tiras de piedra rosada. Era una impresionante fachada de diseño encantador" (Asimov, 1988: 353).

Lo mismo que en el Sector Imperial, en Wye existen muchas cosas de las cuales asombrarse, lo que comprobarán una vez más cuando lleguen al palacio del alcalde de Wye (mejor dicho, alcaldesa), donde después de ser recibidos por ella y de haber descansado un poco, son conducidos al comedor para la cena. En este punto, Asimov nos brinda una breve descripción del lugar: "La mesa era enorme, demasiado grande [...] Las paredes y el techo aparecían con una suave iluminación y los colores cambiaban a un ritmo que, aunque el ojo lo percibía, no perturbaban la mente. El propio mantel, que no era de tela (Seldon todavía no había podido adivinar de que material podía ser), parecía centellear" (Asimov, 1988: 356).

La alcaldesa hace del conocimiento de Seldon sus planes para derrocar al emperador y el papel que el matemático desempeña con su psicohistoria en esa caída. La conjura está hecha, pero Daneel logra desarticularla a tiempo y la alcaldesa de Wye ve frustrados sus propósitos.

Finalmente, Seldon le explica a Daneel cómo ha llegado finalmente a resolver el problema de la psicohistoria, a partir de su huida del emperador y del alcalde de Wye por todo Trantor. Hay que recordar que, según él, una de las mayores dificultades para formular correctamente la nueva ciencia se derivaba de los millones de variables que se tenían que considerar. Sin embargo, "al viajar del Sector Imperial a Streeling, de éste a Mycogen, a Dahl y a Wye —apunta Seldon—, observé por mí mismo lo diferente que eran cada uno de ellos entre sí. La idea de Trantor, no como un mundo, sino como un complejo de mundos, fue creciendo en mi mente..." (Asimov, 1988: 383).

Esta nueva percepción de los hechos lo conduce a simplificar la cantidad de variables a manejar por la psicohistoria, ya que si antes eran millones, debido a la cantidad de mundos que componían el Imperio, ahora se reducían a poco más de 800, que es el número aproximado de sectores que existían en Trantor, lo que posteriormente permitiría por fin darle un uso práctico a la psicohistoria y dar paso a las dos fundaciones.

 

Comentarios

A partir de este breve paseo por Trantor uno puede percatarse de que, a pesar de las enormes complejidades que encierra esta sugestiva y ultrasofisticada ciudad-mundo, sus problemas básicos no dejan de ser prácticamente los mismos que asolan a muchas de nuestras ciudades actuales. Es decir, una metrópoli sobrepoblada, con una sociedad clasista y jerarquizada, con una fuerte centralización política y administrativa —en la que también se registran las respectivas pugnas por el poder— y que a su vez está dividida en una especie de ghettos sociales, culturales y raciales que inhiben la cooperación y la solidaridad entre sus propios habitantes, los cuales se han visto orillados prácticamente a un aislamiento voluntario.

Por ello, no resulta extraño que Asimov nos hable de una época en decadencia, esto es, que dichos rasgos comienzan a volverse más visibles y determinantes en la vida cotidiana de la metrópoli. Trantor representa, a su vez, la cúspide de la tecnocracia, donde la política y la tecnología se funden en un solo ente y se dificulta percibir la separación entre lo natural y lo artificial. Es importante recordar que la caída de Trantor ocurre cuando —además de su dependencia crónica de los mundos exteriores—, en aras de la existencia misma de la ciudad-mundo.

Sin duda, también resulta interesante la manera como Seldon logra articular la ciencia de la psicohistoria, es decir, por medio de una nueva visión de lo que Trantor significa como ciudad y como centro del Imperio. Dicho de otro modo, al dejar de concebir la ciudad-mundo como un todo homogéneo para dar paso a una visión relativista en la que cada sector dispone de sus propios códigos sociales y patrones de conducta, Seldon descubre que Trantor es en sí mismo un universo con su propia dinámica y complejidad interna, como de hecho ocurre con cualquier ciudad del mundo.

Es justamente esta enorme diversidad distintiva de Trantor la que en su momento le permitió acceder a una posición tan privilegiada. Sin embargo, paradójicamente, la transformación de república en imperio, marca, lo mismo que en la Roma antigua (y, me atrevería decir, lo mismo que en el moderno Estados Unidos), su punto de mayor inflexión, y a partir de ese momento, un continuo declive, producto del crecimiento desmesurado de la urbe a costa de la civitas —-según el sentido que le da el ecólogo social Murray Bookchin a estos conceptos—,5 y de la "sobreextensión" del imperio. Por ello, se podría afirmar que la producción de Asimov en el género de la ciencia ficción nos deja la grata lección de que no solamente podemos aprender del pasado, sino también del futuro. En este sentido, resulta apropiado terminar el presente artículo con una cita que, a mi parecer, se puede aplicar a la perfección a la obra asimoviana:

En sus mejores expresiones, la ciencia ficción proporciona a la sociedad urbanizada y tecnológica sus mitos más eficaces, mitos literarios que no necesariamente fuerzan la fe, pero que ayudan a comprender los devastadores cambios que asuelan al mundo. Este es el periodo de progreso y cambio más increíble, más abrumador que haya atravesado la raza humana: y la ciencia ficción, a pesar de sus falencias, es la literatura característica de esta época. Es un conjunto de historias que el hombre se cuenta a sí mismo con el fin de superar el miedo y la perplejidad. En el fondo, la ciencia ficción es un intento de comprender todo lo que esta sucediendo (Araya et al., 1998).

 

Bibliografía

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---------- 1988 Preludio a la Fundación, Barcelona, Plaza & Janés Editores.         [ Links ]

---------- 1990 Los límites de la Fundación, Barcelona, Plaza & Janés Editores.         [ Links ]

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---------- 2003 Fundación y Tierra, Barcelona, Círculo de Lectores.         [ Links ]

Bear, Greg 1999 Fundación y caos, Barcelona, Ediciones B.         [ Links ]

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García, Víctor 1977 Utopías y anarquismo, México, Editores Mexicanos Unidos.         [ Links ]

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Silverberg, Robert 1985 El mundo interior, Barcelona, Ediciones Orbis.         [ Links ]

Tirado, Francisco Javier 2004 "Ciencia ficción y pensamiento social", en Athenea Digital, núm. 6, otoño, en <http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/537/53700611.pdf> [acceso: noviembre de 2007]         [ Links ].

 

Notas

1 Tal fue la sensación y la polémica que causó esta obra de Niven entre sus lectores, que en 1979 vio la luz la segunda parte de la misma, Los ingenieros del mundo anillo, en donde por fin se conoce la identidad de estos enigmáticos constructores y la manera como lograron llevar a cabo tal proeza técnica.

2 La aplicación práctica de las Leyes de la humánica se aborda ampliamente en las series conocidas como Ciudad Robot y Robots y aliens, compuesta por seis novelas cada una, las cuales agrupan a diferentes autores que, con el consentimiento de Asimov -quien dirigió y prologó dichas series-, participaron de su universo.

3 Las leyes codificadas no son invención de Asimov, sino de Gregory Benford, quien junto con Greg Bear y David Brin continuaron la saga de la Fundación luego de muerte de Asimov. Los títulos de estas partes son: El temor de la Fundación (1997), Fundación y caos (1998) y El triunfo de la Fundación (1999).

4 Las fechas están basadas en la cronología que establece Bear en El triunfo de la Fundación.

5 Según Bookchin, la urbe hace referencia a los aspectos físicos de la ciudad (sus edificios, su mobiliario, etcétera), en tanto que la civitas tiene que ver con la asociación de los ciudadanos en un cuerpo político constituido precisamente para la gestión de esa ciudad.

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