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Culturales

On-line version ISSN 2448-539XPrint version ISSN 1870-1191

Culturales vol.5 n.1 Mexicali Jan./Jun. 2017

 

Reseñas

Bert Colima: Relámpago de Whittier

Susana Gutiérrez-Portillo* 

*Universidad Autónoma de Baja California

Ortoll, Servando. Bert Colima: Relámpago de Whittier. La Dulce Ciencia, Conaculta, Ciudad de México: 2013. 143p. ISBN: 978-607-516-473-1.


Reconstruir la historia de un ícono

Cuando leí el libro de Servando Ortoll, se anunciaba en los medios la pelea del siglo. La radio, la televisión y el Internet repetían a diario el anuncio del encuentro. “El estadounidense Floyd Mayweather Jr. y el filipino Manny Pacquiao en Las Vegas” retumbaba en mi cabeza una y otra vez. El boxeo es, en la actualidad, un deporte muy popular y altamente mediatizado; congrega a un gran número de aficionados, principalmente a través de la televisión por cable; genera cantidades descomunales de dólares y mantiene al público atento, en espera del gran momento. Pero no siempre fue así. Mientras era víctima de la insistente publicidad sobre el evento, leía el libro de Servando Ortoll: Bert Colima: Relámpago de Whittier. Era una casualidad que en la efervescencia por la pelea del siglo cayera en mis manos un libro histórico sobre el boxeo. Nunca había leído nada sobre el tema y el acoso mediático por la pelea de Mayweather y Pacquiao me incomodaba un poco. Sin embargo, decidí dar oportunidad a un texto que, a simple vista, parecía atractivo.

El libro era pequeño y ligero. Viajó en mi bolsa de mano durante una semana, mientras lo escudriñaba curiosa. La portada era en blanco y negro; la imagen y la tipografía me recordaron los pósteres antiguos de películas del cine clásico mexicano como Campeón sin corona (1945).1 Más adelante, me percaté que este era el estilo característico de la editorial del libro de Ortoll: La Dulce Ciencia, que publica libros históricos sobre el boxeo profesional. La fotografía de la portada era impresionante: mostraba una pelea de box entre los pugilistas Bert Colima y Jimmy Duffy en 1923;2 pero, además, exhibía a una audiencia multitudinaria, apelmazada para observar de cerca el evento. Las primeras páginas prometían que el libro era producto de un trabajo de archivo exhaustivo. Y aunque el asunto del boxeo apenas me interesaba, como aprendiz de historiadora me enfoqué en analizar el aporte metodológico del texto. He aquí algunas de mis observaciones sobre el libro de Servando Ortoll.

La obra es didáctica. Ejemplifica cómo reconstruir a un personaje que fue un símbolo cultural: Bert Colima lo fue para el boxeo y para las comunidades mexicanas y estadounidenses de los años veinte (en California y en la Ciudad de México). Ortoll parte explicando los orígenes del seudónimo del boxeador que lo enraíza en ambas naciones.3 Recorre su infancia; narra cuándo y cómo decide practicar el boxeo de forma profesional; sus primeras experiencias de novato; cómo fue ganando fama; cómo aprendió las minucias del oficio; describe el momento en que alcanzó la fama y cómo la representación de este símbolo cultural fue decayendo a la par de su carrera boxística.

La historia de Ortoll muestra a un personaje tan profundo como las fuentes se lo permiten; explota la opinión de la prensa, los testimonios familiares y el conjunto de artefactos personales: “álbumes de recortes, fotografías [antiguas,] un cinturón de campeón de peso medio en que se resumía una vida dedicada al cuadrilátero y que rememoraba a todos los aficionados de Bert Colima, tanto en Estados Unidos como de México” (p. 9). Las fotografías dentro del libro, además de ilustrar, muestran momentos importantes en la trayectoria de Colima y refuerzan la representación que Ortoll reconstruye.

La prensa mexicana y estadounidense representó con pasión a Bert Colima. Ortoll, en su análisis, muestra cómo los medios construyeron “a un virtual desconocido, representante de un deporte entonces poco apreciado, en un ídolo del momento” (p. 12). En las fuentes que presenta el historiador es posible observar el ingenio y pasión en la escritura periodística deportiva: “tomó a Bert Colima, el orgullo de Whittier, tan solo round y medio para cubrir el piso con el viejo Perry Lewis [...] ‘una bestial trompada en la nariz envió al veterano al tapete’” (p. 37). También es posible imaginar a la afición en la narrativa de Ortoll: “una multitud a capacidad de 10,000 fans se aglomeró en el estadio” (p. 59).

En su libro, Ortoll narra detalles inesperados del personaje, pero que son fundamentales para comprender a Bert y al deporte que practicaba. Para él, por ejemplo, las supersticiones eran parte de la vida cotidiana, pero también reflejaban aspectos poco mencionados o cuestionados sobre el boxeo: Colima no saltaba al ring sin persignarse, y atribuía batallas perdidas a dientes cariados o a que no evacuó correctamente antes de la pelea.

Bert Colima: Relámpago de Whittier evidencia el impacto de un personaje en la historia de mexicanos pertenecientes a dos culturas distintas, y muestra que, a través de este pugilista y del boxeo, se reforzaban lazos identitarios entre la comunidad mexicana en Estados Unidos y en México: “Colima dirigirá la palabra a sus hermanos de raza, para quienes trae un saludo de todos los boxeadores de California, de origen mexicano” (p. 86). Ortoll no pierde los detalles. Para completar su historia, toma en cuenta la cronología de Bert Colima, el papel de la familia del boxeador, y la influencia de su padre, quien le regaló sus primeros guantes de box. Narra, a la par, la trayectoria de otros boxeadores contemporáneos de Colima; explica la terminología de la práctica deportiva; proporciona imágenes de calidad narrativa que sitúan la mente del lector en el ring. Advierte cómo cambió la disciplina durante la trayectoria de Colima: el precio de la entrada, las expectativas sobre ciertas peleas que afectaban la opinión del público y los cambios en el reglamento de box. Comparte la impresión de las heridas de los boxeadores con descripciones que permiten imaginarlas: “la cortada sangró profusamente durante varios minutos y fue necesario anoche que un médico le pusiera varias puntadas en la capa suelta de la piel que se encuentra por encima del ojo” (p. 46). Detalla las cualidades y manías del boxeador y sus opositores; expone una cronología de las peleas más importantes. En momentos, da la impresión de que Ortoll sigue el estilo de aquellos comentaristas de antaño para crecer la expectativa del lector.

El autor no oculta sus pasos como historiador para encontrar o trazar la práctica o la ruta de los sujetos a partir de los documentos. Revela cómo y dónde rastrear los detalles, las finezas y particularidades del oficio para analizar la práctica del boxeo. Su trabajo en este libro es un buen ejemplo para los investigadores interesados en reconstruir la figura de un ícono cultural a través de las fuentes primarias; para los historiadores del deporte y para aquellos que no saben cómo utilizar los documentos en la escritura de la historia. Es especialmente didáctico para estudiantes de posgrado. En sus primeras páginas brinda los detalles de su pesquisa: cómo llegó a Bert Colima y qué caminos siguió para recopilar sus fuentes.

Para 1920, Bert Colima había alcanzado gran popularidad, y la afición al deporte había crecido en Estados Unidos y en México. Su figura fue importante para los medios y la afición, es cierto; también lo es que Plutarco Elías Calles promovió el boxeo y a Bert Colima en México con la esperanza de borrar en la memoria de la gente los avatares de la guerra cristera. La lectura de Bert Colima: Relámpago de Whitier me permitió echar un vistazo a la historia del boxeo como una práctica transnacional y vislumbrar uno de esos momentos en que cobró gran auge; me ayudó a entender cómo un símbolo cultural cobra vida en el imaginario de las masas y cómo es que esta disciplina -que hoy es todo un espectáculo- tiene trascendencia política, económica y mediática. Después de esta cátedra que recibí de Ortoll sobre el boxeo, sus peculiaridades y recovecos, me senté a ver la pelea del siglo: había caído rendida por un nocaut.

1La película narraba la vida del boxeador mexicano Rodolfo Casanova, y era protagonizada por el actor David Silva.

2La pelea se llevó a cabo en el Oaks Ball Park, en la ciudad de Emeryville, California.

3El nombre real del boxeador era Epifanio Romero; se agregó Bert por un sobrenombre de su juventud; le decían “bird” porque le gustaba silbar como pajarito. El “Colima” lo usaba en honor a su abuela, que era de esa entidad federativa.

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