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Andamios

On-line version ISSN 2594-1917Print version ISSN 1870-0063

Andamios vol.13 n.30 Ciudad de México Jan./Apr. 2016

 

Artículos

Pensando el trabajo sexual desde una protagonista. Una visión a las intimidades de una cantina en el sur de Veracruz

Thinking about sex work from a protagonist. A view over intimacies of a bar in southern Veracruz

Ángel Christian Luna Alfaro* 

*Doctor en Historia y etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Profesor-Investigador en El Colegio de Tlaxcala. Correo electrónico: luna.alfaro@gmail.com.


Resumen

En el presente escrito aspiro a iniciar la disertación sobre los temas mencionados en el título de la misma, utilizando como punto de partida algunos fragmentos de la historia de vida de una sujeta de estudio, así como datos etnográficos obtenidos en el citado proceso. Observaremos en esta investigación un enfoque de género, atreviéndome a sugerir una mirada a lo “íntimo”, así como el análisis de la conversación, que me permitiera examinar las formas en que mi sujeta de estudio utiliza su cultura para construirse como mujer y trabajadora sexual.

Palabras clave: Trabajo sexual; género; intimidad; antropología

Abstract

In this article, I hope to begin the lecture on the topics mentioned in the title of it, using as a starting point, some fragments of the life history of a subject of study and ethnographic data from that process. In this research observe a gender approach, daring to suggest a look at what “intimate” and the conversation analysis, that would allow me to examine the ways in which my subject of study, using their culture to be built as a woman and sex worker.

Keywords: Sex work; gender; intimacy; anthropology

Preliminar

En el presente escrito aspiro a iniciar la disertación sobre los temas mencionados en el título de la misma, utilizando como punto de partida algunos fragmentos de la historia de vida de una sujeta de estudio, así como datos etnográficos obtenidos en el citado proceso. También nos apoyamos del enfoque de la antropología de género, misma que considera que tanto hombres como mujeres y las nociones que tiene cada sociedad acerca de ellos y ellas, son diferentes en cada tiempo, espacio y cultura determinada. He aquí la necesidad de no efectuar generalizaciones sino interpretaciones basadas en las características específicas a niveles microestructurales. Dicho sea de paso, me atreví a sugerir una mirada a lo “íntimo”, así como el análisis de la conversación que me permitiera examinar las formas en que mi sujeta de estudio utiliza su cultura para construirse como mujer y trabajadora sexual, resaltando las formas en que ha logrado refuncionalizar su historia personal con la pertinente a su labor.

Marco teórico y conceptual

De las posturas emanadas tanto de la antropología social como de la cultura1 (surgidas en Europa Occidental y Norteamérica), nace tanto la antropología de género como las observaciones a lo “íntimo”. Sin negar que esta última tiene una carga donde se proyectan reflexiones de índole filosófica, es la disciplina que se encarga de estudiar la cultura, es decir la antropología, el enfoque que me interesa resaltar aquí. Uno de sus objetivos primarios, arguye González (1993), es demostrar que las relaciones de género son una dimensión fundamental, junto con la clase y la adscripción étnica, de las relaciones sociales. Por otra parte, Cazés plantea que:

la perspectiva de género es uno de los pocos caminos de creación cultural que en la historia humana ha alcanzado el dinamismo y la adhesión democrática en la construcción teórica-política. Hoy la perspectiva de género es parte inseparable de uno de los procesos socioculturales más valiosos por su capacidad de movilizar mujeres y hombres, instituciones y organismos de diversas clases, y por los frutos que ha producido. Forma parte del bagaje de la cultura feminista que dio igualmente origen a las búsquedas masculinas para eliminar la opresión genérica y constituye sin lugar a dudas la mayor aportación de las mujeres a la cultura (2005: 45-46).

Vale la pena recordar en este recuento a Margared Mead (1950), quien para la primera mitad del siglo pasado nos mostró, desde la antropología cultural, que los roles e identidades genéricas, así como sexuales, que se creían “naturales”, no eran de tal manera. Ella subrayó que a partir de la interpretación histórica y cultural (antropológica), podemos indagar y comprobar que hombres y mujeres somos construidos y moldeados por la cultura y espacio en el cual nacemos.

Por todo lo descrito, es importante entender al género como el resultado de la producción de normas culturales sobre el comportamiento de los hombres y las mujeres, mediado por la compleja interacción de un amplio espectro de instituciones económicas, sociales, políticas y religiosas (Lamas, 2003).

Así pues y para fines del presente texto, pensaremos al género como una categoría de análisis, la perspectiva de género como una parte metodológica del trabajo y la antropología de género, si bien se podría considerar como una especie de subdisciplina, debemos reconocer que todavía no existe un consenso académico acerca de su pertinencia. Así que para fines operativos sólo la concebimos como un planteamiento empírico preliminar, una de las tantas brújulas de este artículo.

En lo referente a lo “íntimo”, no deja de ser un concepto en construcción, mismo que difiere en cada tiempo y lugar, existiendo la probabilidad de que al menos la noción de lo mismo no exista en espacios no occidentalizados. Un estudio o visión sobre la intimidad nos daría la posibilidad, por ejemplo, de observar las formas en que podemos diferir las apariencias y convencionalidades sociales, revelando incongruencias, ethos o disyuntivas y distanciamientos entre lo que se dice y lo que se hace. El concepto, como bien sabemos, ya ha sido abordado desde la sociología por Giddens (1992), sin embargo es Goffman (2009) desde la psicología, quien me sugiere que lo íntimo se constituye con la ayuda de “marcadores” que informan a los otros de una forma de reserva.

Los centros nocturnos, pero en específico las cantinas, han sido espacios históricamente diseñados para el entretenimiento masculino. Los mismos han trazado formas simbólicas y físicas para mantenerse en el ámbito de lo privado. Se han convertido en lugares donde los hombres pueden ser y darle rienda suelta a lo que dicen ser. En las cantinas se puede ser grosero, mal hablado, violento, macho, borracho, gritón y mujeriego.

Lo íntimo, también plantea Michael Foessel (2010: 81), no es pues “el símbolo de una libertad meramente negativa, sino el de una libertad de elección en la que los individuos experimentan su capacidad para establecer relaciones particulares. Es en ese espacio donde se aspira a ser como se es, con personas que comparten la misma postura e ideales, incluso educación, estatus, filiación política, raza, clase, etcétera”.

Por antonomasia, la mirada antropológica aspira a ver la intimidad de las culturas, es decir, el trabajo antropológico es similar al que efectúa el psicólogo con su paciente ante el diván. El antropólogo busca despejar dudas y sienta a su “paciente”, que es la cultura, en el diván de lo social, de las estructuras, de las redes, de los espacios y los tiempos, escarba, teje redes, arma el rompecabezas, interroga e intenta dar respuesta.

En el ámbito de las reflexiones e interpretaciones de género, Foessel asegura que:

el estatuto atribuido en la esfera privada, supuestamente libre e igualitaria es una muestra de cómo la reivindicación de lo íntimo puede convertirse en un instrumento al servicio de la dominación masculina. El estatuto atribuido en la esfera privada, supuestamente libre e igualitaria es una muestra de cómo la reivindicación de lo íntimo puede convertirse en un instrumento al servicio de la dominación masculina (2010: 84).

Como podemos notar, el concepto de intimidad es elástico, permeado del enfoque de género y se ha utilizado para analizar el ejercicio de la sexualidad, las relaciones humanas, así como la injerencia que puede tener el Estado con la ciudadanía. La elasticidad del mismo está directamente involucrada con los vericuetos de la cultura: dinámica con sus particularidades y similitudes en las diferentes latitudes y temporalidades de la historia humana.

El trabajo sexual es complejo, dado que se ha diversificado con el paso de los años, además de haber sufrido procesos de adaptación según las prohibiciones y permisiones de las localidades. Algunos ejemplos los podemos visualizar en lo que se refiere a la industria pornográfica, donde podemos considerar a los camarógrafos, fotógrafos, actores y actrices, así como las personas que venden los productos derivados de dicha actividad, como involucrados en una actividad donde se oferta el cuerpo humano, pero en especial los genitales, como un producto vendible, intercambiable e incluso de un valor efímero.

Para el caso de la presente investigación, no consideramos a la actividad descrita como prostitución o sexoservicio, debido a sus cargas despectivas, discriminantes y peyorativas. Sí lo concebimos como trabajo, ya que en palabras de Patricia Ponce:

la palabra trabajo nos hace pensar y aceptar circunstancias laborales lícitas en condiciones de equidad y pretende eliminar posibles corrupciones, abusos y violaciones. Es importante elevar esta actividad a rango laboral y dignificarla, así como que la persona que lo realice deje de ser objeto y pase a ser sujeto de derechos. Al utilizar este término, que consideramos políticamente correcto, se pretende eliminar el estigma que por tantos años ha existido en torno a este trabajo (2008: 25).

Mientras la intención de mi investigación no consiste en minimizar o negar la problemática referente a la trata de personas, entre otras dinámicas que tengan que ver con el sometimiento de las mujeres a los aspectos de la explotación sexual, es menester de mi reflexión observar y analizar a aquellas que han decidido asumir, desde su óptica (subjetividad), una aparente libertad de ejercer el trabajo sexual. Las inferencias se verán reflejadas al final del presente escrito.

Metodología y técnicas de estudio

Para el caso de la etnografía, no podemos negar la influencia de algunos clásicos como Malinowsky (2000), y Geertz (2006), quienes con sus detalladas descripciones en torno a las dinámicas sociales me han inspirado para madurar la información y percepciones empíricas en campo.

El trabajo etnográfico para el caso que estudio es de suma importancia y sirve para contradecir en más de una ocasión los datos duros arrojados de los resultados de investigaciones de carácter cuantitativo. En este sentido, el etnógrafo participa abiertamente o de manera encubierta en la vida diaria de las personas durante un período de tiempo, observando qué sucede, escuchando qué se dice, haciendo preguntas; de hecho haciendo acopio de cualquier dato disponible que sirva para arrojar un poco de luz sobre el tema en que se centra la investigación (Hammersley y Atkinson, 1994: 15). Esto último resulta lo rico de una investigación de esta naturaleza, brindar el plus, lo que un dato, como los números, nunca podrá indicar o explicar.

Así pues, la presente investigación se efectuó en varios momentos de visita a una cantina de Acayucan, Veracruz, entre los años 2012 y 2014. Mientras el trabajo tanto teórico y conceptual se inicia como parte de mi proyecto de investigación efectuado en El Colegio de Tlaxcala, lo que se presenta en este manuscrito es una compilación de observaciones efectuadas en los años y espacio descritos. Al mismo tiempo aproveché mis experiencias de vida empíricas y recuerdos, fusionando mi formación académica, así como unas tres entrevistas informales con la sujeta de estudio. Una de ellas en su domicilio y un par de ellas en la cantina en cuestión. Desde luego, me resultó más sencillo platicar con los clientes, que con ella.

Como puede inferirse, mi “muestra” no es representativa ni aleatoria, es un trabajo desempeñado según las aperturas y chances que la y los entrevistados me posibilitaron. Mientras las entrevistas a ella las hice durante el lapso de unos 15 días, las charlas y acercamientos a ellos fueron diferidos durante los años citados, yendo al poblado unas dos veces al año.

El espacio de estudio

Acayucan es un poblado ubicado al sur del estado de Veracruz (enclavado en el Golfo de México). Según el Censo del Instituto Nacional de Estadista y Geografía, para 2010 su población ascendió a 83 mil 817 personas, de las cuales 40 mil 242 son hombres y 43 mil 575 son mujeres.

El poblado ha sido un paso obligado que conecta con los estados de Oaxaca, Chiapas y Tabasco al sur, y para el norte, con Puebla, Distrito Federal y Tamaulipas. Por ende, una de sus actividades económicas, además de la ganadería, es el comercio. Todo esto ha potenciado procesos migratorios regionales, nacionales e internacionales por parte de muchas personas que se convierten en una especie de población flotante regular en todos los momentos del año. Es importante subrayar la vigilancia y filtros de migrantes que provienen principalmente de Centroamérica y el Caribe.

De unos años a la fecha, ha sido, al igual que muchos espacios del país, un lugar presa de la inseguridad, secuestros, asesinatos y un fuerte control de casi todas las actividades tanto legales como ilícitas por parte del cartel de los Zetas. Esta situación ha generado una especie de toque de queda no declarado, pero sí asumido por muchos habitantes, cuando antes era muy común ver a las personas fuera de sus hogares, en sus sillones o hamacas descansando o conviviendo con los vecinos, familias, etcétera, a muy altas horas de la noche.

Ella y el performance

Durante la década de los noventas del siglo pasado, el performance o también conocido como acción artística, tuvo su despunte en el mundo de las expresiones de corte artístico. Consiste a grandes rasgos en una muestra escénica generalmente improvisada, cuyo objetivo primordial es provocar el asombro, sorprender a quienes vean el espectáculo.

Aunque normalmente mis sujetas de estudio no tienen la menor idea de lo que es un performance, sí están conscientes que putear está insertado en las leyes de oferta y demanda, existiendo en la mayoría de los casos una oferta cada vez mayor.

Es una realidad que a la industria de la vagina entran cada vez más mujeres, jovencitas que desbancan a las veteranas, además de muchos hombres travestidos, quienes ofertan diversos servicios atractivos y al alcance de casi todos los bolsillos. Esto último dispara la necesidad de entrar en el ámbito del performance, sorprender y enganchar a los clientes es el principal objetivo; a veces, a como dé lugar.

Ella desde la observación de campo

Como casi todas las tardes, desde hace unos ocho años, Camila2 despierta de su descanso matutino. El día de hoy llegó a las 4:45 de la madrugada, borracha y con un gramo de coca encima, para hacerle frente a los excesos propios del trabajo. De alguna forma le facilita su estilo de vida el hecho de no tener hijos, por tal motivo puede hacer de su vida, como ella dice: “lo que le dé su regalada gana”.

La levantó el hambre y el clima caluroso propio de finales del mes de abril. El sur del estado de Veracruz es particularmente caluroso para esa temporada (de 35° a 45° a la sombra). Sedienta, se dirige al refrigerador, librando la ropa, medias y zapatillas que se encuentran a su paso, mismas que se despojó la madrugada de ese día. Una cerveza empezada, ya sin gas, resolvió parte de la resaca.

Se apresura hacia la única ventana de su cuarto, para gritar al niño que hace los “mandados” en la vecindad, para encargarle una caguama,3 cajetilla de cigarros, una coca cola, aspirinas y un red bull, su “desayuno”. En el tiempo que le traen el encargo, se da un baño, mientras piensa lo que se pondrá esta tarde para putear.4

Esa tarde irá a la cantina del “loco” ‘el lugar en realidad no tiene un nombre’ pero la persona que atiende es conocido de esa manera entre los clientes. “En esa cantina”, argumenta Camila, “casi no dejan entrar a las putas”, por tal motivo ella busca asumir un papel o identidad que aspire a distanciarse con el estigma de la trabajadora sexual.

Así que elige ropa más acorde con el lugar. Un pantalón de mezclilla y una blusa entallada, zapatillas... Poco maquillaje, perfume, cremas que aspiran a aminorar las arrugas, además de una identificación falsa, que presume ser cajera de un centro comercial reconocido. Todos los aditamentos son parte de las múltiples estrategias que pretende asumir en el lugar. De todo echa mano. “Cualquier cosa vale para llevarse una lana5 a casa”.

El escenario de trabajo desde la etnografía

La cantina del “loco” es una de los tantos centros botaneros,6 donde la mayor parte de los clientes son conocidos, incluso parientes. Son atendidos por su propietario y una mesera. El inmueble se encuentra ubicado en una de las calles del centro de la población, de fácil acceso, pero sin estacionamiento. La mayor parte de clientes que asisten son hombres de diversos niveles económicos. Este último aspecto es interesante, ya que mientras existen bares o espacios de “entretenimiento” donde se hacen diferencias por estatus socioeconómico, en este lugar podemos encontrar gente de todo tipo, aspecto atractivo para las mujeres que ejercen el trabajo sexual. En ocasiones aisladas, van mujeres acompañadas por hombres, a veces amistades, pareja o alguna especie de cliente (para el caso de trabajadoras sexuales). De las ocasiones que asistí, nunca observé la entrada de mujeres sin la compañía de un hombre, a menos de que fueran a convivir con varones con la finalidad de ejercer el oficio sexual.

El escenario de trabajo se divide tanto en una barra, donde los clientes se sientan en bancos o mesas equipadas con cuatro sillas (todo de plástico). También hay una rockola con música diversa. El espacio está techado, pero con apertura a los costados, para mantener ventilado el lugar debido a las altas temperaturas de la región. Hay baño, mingitorio para hombres y taza (de baño) para mujeres.

Hombres en la cantina del “Loco”

La cantina, en México, ha sido un espacio donde se expresan, aprenden y socializan diversos tipos de masculinidad, aunque el machismo es la expresión más evidente y predominante. El bar del “loco” convoca normalmente a personas mayores de 50 años, jubilados, solventes en términos económicos, que buscan un espacio para ver, convivir y platicar con personas similares en un lugar donde pueden hacer, decir y pensar sin que nadie los juzgue. La mayoría suele bromear e insinuarse con la mesera del lugar, una chica de aproximadamente 30 años, que sabe muy bien cómo evadir las propuestas sexuales, ya sea verbales o físicas por parte de los asistentes.

Mientras que la mayoría expresa sus antiguas glorias en el terreno de lo sexual (experiencias previas y durante su vida marital con diversas mujeres), la presencia femenina en la cantina, generalmente más joven que ellos, les genera diversas expectativas. Invariablemente surge una actitud de galantería, miradas lascivas y tratan de pasar cerca de ella, decirle algún piropo o insinuación sexual. Animarse a tener un encuentro privado con ellas es algo más planeado y complejo, varios buscan de alguna manera ocultar las intenciones o aspiraciones al respecto, debido a que la mayoría de los asistentes son conocidos de muchos años. Temen a la burla, pero sobre todo a que la misma chica diga que ellos “no rindieron como hombres”. La edad y la cultura falocéntrica de la cual provienen, son factores que les hacen titubear o de plano abstenerse de un encuentro sexual con ellas, el temor a que no tengan una erección al estar con ellas, provoca en la mayoría incertidumbre y estrés que se traduce y expresa en comentarios misóginos que compensan de alguna forma su carencia e incertidumbre.

Aunque algunos suelen invitarles bebidas a las muchachas durante su estancia en el bar, son pocos los que al final se llevan a alguna, para seguir “la fiesta”. Se sabe quiénes son los machos alfa, los ganones, los chingones,7 no sólo porque ellos lo suelen comentar en las charlas informales, sino porque ellas mismas se encargan de construir las leyendas e historias de aquellos que sí responden, que son buenos en la cama o simplemente pagan y buscan pasarla bien con ellas.

El ligue, estrategias, intentos y anexas

Camila llega a la cantina del “Loco” caminando, proyectando una aparente seguridad. Mientras es observada por el personal masculino presente, se sienta en la barra y pide una cerveza clara de medio litro. Ella sabe que le ven el trasero, por eso, a propósito, se descubre el mismo, mostrando de más, esa parte de su cuerpo. Al poco rato, inquieta, busca la rockola para poner algunas canciones, se tarda seleccionándolas, mientras que observa la configuración de los presentes, mandando miradas de “invitación”.

Las horas y las cervezas corren poco a poco, más de uno se anima a invitarle. Cabe aclarar que ella llega en calidad de una clienta más. Camila me dice que a diferencia de otros lugares donde ellas “fichan”, es decir, cobran por el servicio de acompañar al caballero que les invite a su mesa. En este lugar, su estrategia o ganancia recae desde emborracharse gratuitamente hasta irse con un acompañante para tener sexo. En esto último ella aspira a una ganancia monetaria. Las tarifas las ajusta y maneja según el cliente, incluso el grado de alcohol que ella tenga, así como él. Inclusive puede intervenir el factor del gusto.

Aunque no lo parezca, como en toda labor, hay cosas que en el ejercicio del trabajo sexual se pueden dar por gusto o ganas, llegando al grado de una especie de enamoramiento o fascinación fugaz. En esta dinámica, no sólo están de por medio los intereses de índole económico, intervienen muchas sensaciones derivadas del trato que el cliente le proporcione a ellas. Mi sujeta de estudio me comentó que hay ocasiones en que los clientes las intentan enamorar, las tratan muy bien. Eso le agrada, que sean galanes y respetuosos, además que les inviten las copas o cervezas que ellas quieran.

Las pláticas suben de tono, hay caricias, pero por motivos más morales8 que sociales, los clientes se van retirando conforme oscurece. Nadie quiere ser molestado por los amigos, por el motivo de haberse llevado una puta a tener sexo. Sin embargo, la idea y las ganas les acompañan.

Conforme se acerca el momento de cerrar el lugar, Camila tiene que recurrir a otras estrategias, el asunto de emborracharse ya está resuelto. Una de las siguientes estrategias es llorar, tratando de incitar la compasión o morbo de los presentes. Ella considera que eso los acerca, se convierte en una “presa herida”, lanza “ganchos” para que los machos se acerquen a brindar su protección, hombro, compañía, etc. Esto genera el efecto contrario. Ningún hombre de su casa quiere ser visto frente a una mujer que llora.

La siguiente estrategia es sacar una identificación que la acredite como trabajadora en un conocido centro comercial del poblado, argumentando que se emborracha porque está harta de problemas laborales. Al charlar con ella, me dice que “esa estrategia no falla”. Muchos hombres pueden pensar que es una mujer gustosa de tomarse unas copas, tal vez una “loca”, pero que el hecho de tener un “trabajo decente” la excluye de ser prostituta.

Sin embargo, en un lugar como la cantina del “Loco”, con el tipo de clientela que asiste, la estrategia falla. Son personas adultas, conocedoras de artimañas, o lo que en voz de ellos resulta ser “viejos lobos de mar”. Por tal motivo, aplica un último movimiento, más audaz y desesperado: abordar al cliente directamente. Con el pretexto de que le invites una cerveza, acomete a los últimos clientes, por lo general borrachos; algunos aceptan, la invitan a su mesa. Ella propone directamente irse a un motel a pasarla “bien”. Esa noche tuvo suerte. Logró su objetivo.

Conclusiones

Introducir el concepto de género al estudio de la historia, nos dice Joan W. Scott:

redefinirá los viejos problemas en términos nuevos (tomando en cuenta consideraciones sobre la familia y la sexualidad, por ejemplo, en el estudio de la economía o de la guerra), que hará visibles a las mujeres como participantes activos y creará una distancia analítica entre el lenguaje aparentemente estable del pasado y nuestra propia terminología. Además, esta nueva historia dejará abiertas posibilidades para pensar en las estrategias políticas feministas actuales y el (utópico) futuro, porque sugiere que el género debe redefinirse y reestructurarse en conjunción con una visión de igualdad política y social que comprende no sólo el sexo, sino también la clase y la raza (1996: 302).

Por otra parte, Gayle Rubin plantea:

Igual que el género, la sexualidad es política. Está organizada en sistemas de poder que alientan y recompensan a algunos individuos y actividades, mientras que castigan y suprimen a otros y otras. Al igual que la organización capitalista del trabajo y su distribución de recompensas y poderes, el moderno sistema sexual ha sido objeto de lucha política desde que apareció, y como tal se ha desarrollado. Pero si las disputas entre trabajo y capital están mistificadas, los conflictos sexuales están completamente camuflados (1989: 56).

Por ende, y coincidiendo con Ponce (2008), el trabajo sexual, como institución social, es un ejemplo ilustrativo de una sociedad basada en la desigualdad entre hombres y mujeres, cuya doble moral sexual, lo genera, promueve, usa y tolera, reconociéndolo como un mal necesario; y, por otro lado, lo condena, desprecia, discrimina, margina, estigmatiza y reprime.

Las disyuntivas y argumentos ya observados por las autoras aquí citadas, se visualizan en tierras acayuqueñas con otros nombres, pero en esencia, la misma raíz. Aunque exista una presunción de la sujeta de estudio que considere que se encuentra fuera de las redes de trata de personas, existe un tenue sistema que la obliga e inserta en una de las industrias más redituables del mundo: la industria de la vagina, término acuñado por Jeffreys (2011).

Las percepciones de su ejercicio laboral no son unánimes, pero tienen puntos de convergencia. Parece que entran a una especie de cápsula de aislamiento social en donde el tiempo se detiene, además de asumir múltiples reglas completamente diferentes a su vida fuera del bar o donde ejerzan su trabajo. En estos espacios deben crear estrategias de supervivencia, donde prácticamente toda persona que les rodea es una especie de enemigo, en nadie se puede confiar, incluyendo obviamente a la seguridad pública.

La oferta y explotación del cuerpo en diversas modalidades laborales existe, grandes industrias, simbólicas o palpables, consumen a diario muchas cantidades de personas a diario, donde manos, pies, intelecto o genitales son sometidos a jornadas de trabajo dramáticas. Sin embargo, las labores que vinculan los genitales tienen características morales y éticamente controvertidas, además de considerar lo citado de Rubin sobre el atributo político de la sexualidad, disyuntivas que nos llevan a la arena de los campos sociales, donde la disputa de ejercer y controlar, así como de consumir la sexualidad, entrelazan además las conveniencias negociadas, ocultas e impuestas de los diversos poderes sociales.

Observar las dinámicas del ejercicio del trabajo sexual en un poblado del estado de Veracruz nos da la posibilidad de visualizar los diversos actores que se presentan, los roles que asumen así como sus estrategias en el contexto de una sociedad contemporánea, cambiante y compleja.

Los nuevos contextos socioeconómicos han obligado a “Camila” a diversificar su empresa, enfrentar los dilemas morales de sus clientes y adaptarse a las competencias y situaciones de su localidad, así como el tiempo que le tocó vivir. También se ha visto en la necesidad de adaptarse y casi mimetizarse en los espacios privados, o al menos aquellos donde los varones asumen un tipo de masculinidad donde esté bien visto consumir trabajadoras sexuales. Estos procesos sólo pueden observarse in situ, aspecto que lo hace difícil además de interesante.

La faceta que aquí se proyecta es apenas una de los diversos acercamientos al oficio sexual, las inferencias están por tejerse en los delicados pasajes del mundo privado, labor que se antoja complicada debido a las diversas subjetividades que rodean dichos espacios, aunque bien vale la pena observarlos e interrogarse: ¿son acaso estos espacios privados un reflejo de lo que se hace en los públicos?, ¿qué nos puede explicar las dinámicas que suceden en un lugar como las cantinas al respecto del ejercicio del trabajo sexual y las masculinidades?, ¿qué tipo de poderes se ejercen y contienen en estos lugares? Interrogantes que me asaltan en un primer acercamiento, que desde luego hace falta afinar, hurgar y cocinar a fuego lento.

Bibliografía consultada

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1La antropología cultural o social es una de las tantas divisiones del quehacer antropológico, actividad consolidada principalmente para la segunda mitad del siglo pasado, sin negar su génesis en Inglaterra, a finales del siglo XIX. Se ocupa de la descripción y análisis de las culturas. Basa su estudio en el conocimiento sobre mujeres y hombres por medio de sus costumbres, relaciones parentales, estructuras políticas y económicas, urbanismo, medios de alimentación, salubridad, mitos, creencias, relaciones de los grupos humanos con el ecosistema, entre otras variantes más.

2Nombre por demás ficticio como su nombre “de trabajo”, que también mantengo en el anonimato. Ella incursionó al complejo mundo del trabajo sexual a los 19 años. Me comenta que cerca de su casa, en el municipio del Jáltipán, Veracruz (al sur del Estado), existía una cantina donde ella se inició como mesera.

3Cerveza en presentación de un litro o más. Referencia conocida en México.

4Ella misma se refiere de esa manera al trabajo sexual que ejerce.

5Forma coloquial utilizada en México para referirse al dinero.

6Lugares donde se obsequia algún guisado típico de México, cada vez que se consume cerveza.

7Expresión coloquial mexicana que distingue a un personaje superior al resto que le rodea. Ejemplo: Pedro es el más chingón del pueblo, porque ha tenido sexo con todas las mujeres del lugar. Octavio Paz, en su obra El laberinto de la soledad, propone reflexiones interesantes al respecto del concepto en el capítulo titulado “Los hijos de la Malinche”.

8Más de un cliente me comentó que “en casa lo esperan”. Que prefiere llegar a una hora “razonable”. Las diversiones son a horas “sensatas”, la noche es peligrosa, etcétera.

Recibido: 11 de Septiembre de 2013; Aprobado: 17 de Noviembre de 2015

Ángel Christian Luna Alfaro. Licenciado en Historia por la Universidad Veracruzana, México. Maestro y doctor en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, con especialidad en Historia y Antropología de las religiones. Miembro de la Asociación Latinoamericana para el Estudio de las Religiones (ALER).

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