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Revista de El Colegio de San Luis

On-line version ISSN 2007-8846Print version ISSN 1665-899X

Revista Col. San Luis vol.5 n.10 San Luis Potosí Jul./Dec. 2015

 

Reseñas

María Dolores Lorenzo Río (2011). El Estado como benefactor. Asistencia pública en la ciudad de México, 1877-1905

Hubonor Ayala Flores* 

* Universidad Veracruzana, Facultad de Historia. Correo electrónico: hayala@uv.mx

Lorenzo Río, María Dolores. 2011. El Estado como benefactor. Asistencia pública en la ciudad de México, 1877-1905. México: El Colegio de México, El Colegio Mexiquense,


Los pobres, la pobreza, así como las instituciones y las acciones para paliar estos problemas, han sido escasamente abordados por la historiografía mexicana, si tomamos en cuenta el reducido número de publicaciones e investigaciones dedicadas a su estudio. Lo anterior es preocupante porque estos problemas se cuentan entre los principales rezagos sociales a vencer tanto en México como en Latinoamérica y otras partes del mundo. Tomo como marco lo anterior para señalar que el libro de María Dolores Lorenzo Río, El Estado como benefactor. Los pobres y la asistencia pública en la ciudad de México, 1877-1905, tiene entre sus méritos destacables, primero, que es uno de los pocos estudios que se han realizado desde la investigación histórica rigurosa sobre los problemas de los pobres y la asistencia en México; segundo, que es el resultado de una tesis doctoral que ganó el premio en humanidades en esta categoría, otorgado por la Academia Mexicana de Ciencias en 2009, que dio como resultado la publicación de la obra.

Este libro refresca los estudios de la historia social y cultural y hace nuevos aportes a éstos, en particular de la historia del asistencialismo que han desarrollado en los últimos años autoras como Silvia Arrom y Gloria Guadarrama, así como otros esfuerzos editoriales grupales de esta índole como los del Centro Mexicano para la Filantropía (CEMEFI).

Más allá de una historia institucional de las casas de caridad o beneficencia, en el caso del Tecpan de Santiago y el Hospicio de Pobres, Lorenzo Río enfoca su atención en los actores sociales y los grupos, en las relaciones que estos entretejieron con las instituciones, así como el desarrollo de sus estrategias de negociación y sobrevivencia, lo que ubica su trabajo en un plano de reflexión historiográfica mucho más rico e integral.

La hipótesis central del estudio gira en torno a la interpretación y reconstrucción de la beneficencia desde las relaciones que se desarrollaron entre diferentes actores sociales. Por un lado, benefactores y funcionarios públicos a cargo de ésta y, por otro lado, la gran masa de beneficiarios -no necesariamente pobres o indigentes- que acudieron a las instituciones en busca de asilo y sustento, pero también de ascenso social y como una estrategia de sobrevivencia, lo cual ya había sido abordado por Silvia Arrom en su estudio sobre el Hospicio de Pobres de la ciudad de México, y Lorenzo Río viene a contribuir desde otros enfoques y con el análisis de nuevas fuentes.

La autora aborda varios procesos a lo largo de los seis capítulos en los que dividió su trabajo. En el primero introduce al lector en la polémica que se generó entre los círculos políticos e intelectuales del país desde el siglo XIX sobre la participación del Estado y la sociedad en la atención a las clases pobres. En este debate, políticos, literatos y artistas plásticos elaboraron discursos y representaciones sobre la pobreza y los pobres. El tema era complicado, porque aún coexistían conceptos como caridad y beneficencia, que muchas veces fueron usados de manera indistinta. Dicho debate continuó hasta el porfiriato mostrando diversas posturas: hubo quienes propusieron que el Estado debía prestar ayuda a las clases pobres, junto con la sociedad; otros, en cambio, propusieron que ésta debía garantizar los medios de subsistencia para los que menos tenían, y hubo quienes pensaron que las instituciones de beneficencia alentaban la holgazanería de la población y debían sustituirse por otros medios para paliar la pobreza. Con base en esta discrepancia de ideas, que retomó la relación de las clases pobres con las trabajadoras, la separación de la Iglesia y el Estado, así como la participación de las finanzas públicas en rubros sociales, en la ciudad de México se fueron perfilando las estructuras de la beneficencia y sus instituciones, con lo que la autora enmarca de modo correcto el desarrollo de su obra.

María Dolores Lorenzo reflexiona en particular sobre la concreción de la estructura benéfica en la ciudad de México, sobre sus límites y resistencias, así como de la imagen que se pretendía proyectar de las instituciones, que muchas veces se contrapuso con su realidad precaria. Estadísticas, discursos, noticias periodísticas, políticas para fomentar el trabajo o las artes útiles entre la niñez y la juventud, la implantación de modelos higiénicos o de beneficencia, entre otras acciones, fueron modelando los espacios que analiza la autora: el Tecpan de Santiago y El Hospicio de Pobres.

En el siguiente capítulo, el cual considero que constituye uno de los principales aportes del libro, la autora enfoca su atención en un grupo poco estudiado por la historia de la pobreza y el asistencialismo: los funcionarios de mayor y menor importancia en la beneficencia. La atención se pone en las relaciones que estos mantuvieron con el sistema de beneficencia y cómo terminaron contribuyendo a su desarrollo, lo que hasta ahora poco se había tomado en cuenta en el caso mexicano.

Otros tópicos de investigación, como la corrupción, los beneficios personales y el uso del prestigio como forma de ascenso social de esa gama de funcionarios municipales, federales o de particulares también enriquecen el análisis histórico y llevan al lector a una comprensión más amplia sobre cómo estas prácticas asimismo modelaron la estructura de ayuda a los pobres.

También estudia a los grupos e individuos que conformaron lo que en general se concibió como una gran masa de pobres, la cual estaba y está compuesta, sin embargo, por personas que tienen rostros, nombres, familiares, amigos, aspiraciones e individualidades. Entre estas se perfilan mujeres y hombres; niños, jóvenes, adultos y ancianos; trabajadores empobrecidos y desvalidos; que solicitaban asilo, alimentos, educación o instrucción para desempeñar un oficio. Como apunta la autora, si bien la normatividad trazó un fuerte perfil para la estructura de la beneficencia y fue importante a la hora de definir a quién y cómo ayudar, las negociaciones, las concesiones al margen de la norma, los criterios morales, los presupuestos de las instituciones, así como las transformaciones del contexto histórico-social del porfiriato, también marcaron estas pautas; de tal manera que hacia los últimos años del mismo periodo, los niños y los jóvenes se fueron dibujando como los grupos predilectos de ayuda por parte de las instituciones, en tanto que mujeres y ancianos, así como miembros de un mismo núcleo familiar fueron dejados al margen por las políticas oficiales.

Los discursos acerca de la utilidad de las instituciones de beneficencia y el impacto en su clientela también son aspectos que aborda el libro El Estado como benefactor. La autora hace un fino análisis de los discursos y las prácticas institucionales, entre la argumentación de la utilidad de los espacios, los presupuestos y los programas, así como la realidad cotidiana de las instituciones y los internos. Las respuestas a la pregunta ¿quién se beneficiaba con las instituciones de ayuda a los pobres? quedan resueltas por la autora, pues demuestra un lado interesante de la estructura benéfica institucionalizada: los negocios que aprovecharon los particulares, el uso de los asistidos como mano de obra barata, así como el clientelismo económico y social del que se beneficiaron los funcionarios y empleados de estas instituciones, así como algunos empresarios locales.

En este sentido, la documentación revisada para esta investigación demuestra que tanto en el Tecpan de Santiago como en el Hospicio de Pobres la instrucción escolar y la enseñanza de saberes útiles y técnicos para los asistidos registró un corto alcance, lo que se contrapone con los discursos sobre el supuesto beneficio que esta población recibía de tales instituciones. En general, no hubo ninguna formación de avanzada, sino la continuación de prácticas de tipo artesanal, pero con otras reglas, otros costos y otros beneficios.

Finalmente, Lorenzo Río nos adentra en una parte aún poco explorada de la historia de las instituciones de asistencia y su clientela: el universo de la petición, la negociación, las representaciones, las exposiciones de motivos y el uso de diferentes discursos para ingresar, permanecer o beneficiarse de tales establecimientos. Por otra parte, como lo demuestra la obra reseñada, lo anterior fue el inicio de una serie de estrategias de supervivencia y adaptación a un entorno económico y social hostil para ciertos grupos urbanos, que buscaron incluso su ascenso social. La autora establece el vínculo entre dos direcciones: por un lado, en el interior de las estructuras y, por otro, en el contexto de la clientela de la beneficencia. Con dicho análisis se sigue abonando a la idea que han demostrado otros estudios de que los actores y grupos sociales asistidos por la beneficencia durante este periodo no fueron sujetos pasivos de un sistema de control, reglas y orden institucional, sino, más bien, hábiles negociadores que lo mismo utilizaron a su favor los discursos del Estado sobre la protección del pobre que la laxitud con la que se manejaban las instituciones benéficas.

Como corolario, quisiera agregar que esta obra enriquece los estudios de la historia social y cultural al poner en el tablero de la discusión problemáticas históricas poco tomadas en cuenta por la historiografía nacional; al mismo tiempo, invita a reflexionar sobre los procesos regionales en torno a las instituciones benéficas, los pobres y la pobreza, trabajo que aún está por realizarse en México.

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