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Migraciones internacionales

On-line version ISSN 2594-0279Print version ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.5 n.2 Tijuana Jul./Dec. 2009

 

Reseñas bibliográficas

 

Uncertain Identity. International Migration since 1945

 

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

 

W. M. Spellman, Londres, Reaktion Books, 2008

 

* Universidad de Guadalajara, Departamento de Estudios de la Cultura Regional

 

El libro de Spellman ofrece una perspectiva de la migración internacional, en la que incluye las visiones que los grupos migrantes tienen de sí mismos y cómo, en muchos casos, ello les ha implicado conflictos y diferencias con otros grupos poblacionales. El autor explica, con informada claridad, los detalles de los flujos migratorios desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y ofrece elementos que ayudan a comprender los orígenes de esos traslados desde antes de la conflagración que culminara en 1945. Para algunos de los flujos, Spellman ofrece elementos acerca de cómo la guerra y luego el fin del conflicto armado contribuyeron a interrumpir, desviar o desatar importantes movimientos de personas en el mundo.

Uncertain Identity contribuye a entender las diferencias entre los traslados por razones políticas, económicas, culturales y religiosas, y por aquéllas ligadas a los desastres naturales, los conflictos dentro de las fronteras de los Estados–nación o las guerras entre éstos. El libro analiza, además, de qué manera la migración internacional –y, en buena parte, la migración interna– previa a la Segunda Guerra Mundial es muy distinta de la que se produjo después de la guerra, pues los puntos de origen son mucho más variados y el número absoluto de migrantes es mucho mayor, aun cuando antes del conflicto bélico los movimientos, en términos relativos, eran más considerables. Adicionalmente, la obra destaca un sentimiento de mayor vulnerabilidad en los Estados de origen y destino ante las fuerzas de la globalización, el nacionalismo étnico y el terrorismo internacional.

Spellman afirma que, en 2008, al menos 175 millones de personas, provenientes de todos los continentes, residían en países distintos del de su nacimiento. Esta cifra contrasta con los 75 millones fuera de su país de origen en 1965, y los 105 millones en 1985– Pero aunque la mayoría de estos expatriados se trasladan por razones económicas, es importante considerar que al menos unos 12 millones de personas han sido víctimas de regímenes brutales o de vecinos intolerantes que los han obligado a trasladarse para salvar sus vidas. En buena parte, esos 175 millones de emigrados representan una fuente de ansiedad para los países de acogida, la que, sumada a la incertidumbre de los grupos e individuos que se trasladan, nos ayuda a comprender cómo la migración internacional no es un simple movimiento en el espacio, sino que constituye un problema cultural, psicológico y social.

Un argumento central del libro es que las políticas migratorias continúan como la herramienta principal en la creación y clarificación de la identidad nacional y son, también, un factor que incide en la generación de envidias y resentimientos por parte de las personas en el mundo en desarrollo. Spellman señala un caso que, en la coyuntura reciente (inicios de 2009), resulta emblemático de las relaciones entre grupos étnicos, el Estado y los nacionalismos: el del Estado israelí. Los recientes conflictos armados (a finales de 2008 y principios de 2009) en la ya de por sí tensa relación entre palestinos y judíos en la franja de Gaza ilustran las consecuencias de esas políticas. Como apunta Spellman, mientras que el Estado de Israel reclama la política del derecho al retomo, los palestinos han renunciado a éste, saliendo voluntariamente, lo que ejemplifica "cómo la inmigración puede suscitar el sentimiento nacional de un pueblo y simultáneamente frustrar las ambiciones nacionalistas de otro" (p. 18). En el capítulo dedicado a los migrantes en el mundo musulmán, Spellman entra en detalle de cómo la creación del Estado de Israel representó la más grande de las catástrofes (p. 154) para los árabes que vivían en el territorio que justo antes era un protectorado del imperio británico (una autodesignada "fuerza civilizadora"). Buena parte del conflicto y de los movimientos poblacionales de la región están vinculados con el hecho de que, al menos entre 1948 y 1967, ni la administración egipcia de Gaza ni las autoridades jordanas del Banco Occidental estaban dispuestas a promover la idea de un Estado palestino. Ante esta falta de liderazgo de los Estados árabes, el movimiento nacional palestino avanzó muy poco en la época, en especial si se considera que los más de 200 000 refugiados en la región complicaban el asentamiento. En 1967, tras la victoria de Israel contra las fuerzas de Siria, Egipto y Jordania, la situación para los palestinos se agravó, por lo que el movimiento nacionalista cobró mayor peso y derivó en la Intifada de 1987– En esta región, al menos desde la década de los cincuenta, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha proporcionado servicios de alimentación, albergue, educación y salud a generaciones de refugiados. En 2006, el número de asilados palestinos en los territorios ocupados alcanzaba la cifra de 4.3 millones, de los cuales sólo una tercera parte habitaba en campos de refugiados oficialmente reconocidos. En Gaza, cerca de 70 por ciento de la población –poco menos de un millón de personas– depende del auxilio de la ONU para sobrevivir.

El libro de Spellman consta de cinco capítulos además de dos breves secciones dedicadas a la introducción y las conclusiones.

En el capítulo que aborda el cambiante rostro de Europa, Spellman expone la evolución del continente como expulsor de población antes de la Segunda Guerra Mundial, para convertirse en un espacio de alta movilidad durante la guerra, y ser luego un atractivo punto de llegada, en especial en el período de 1945 a 1973. Los distintos programas nacionales de contratos de mano de obra temporal –señaladamente los de Francia y Alemania– se establecieron bajo la lógica de que la fuerza de trabajo era como cualquier otra mercancía, por lo cual a los trabajadores extranjeros se les negó la posibilidad de residencia permanente, al igual que los derechos de ciudadanía. Lo sucedido con las generaciones siguientes muestra que los Estados receptores no estaban dispuestos a aceptar a estos trabajadores ni a sus familias de manera permanente. Los movimientos independentistas en las colonias más allá del territorio europeo y la llegada de miles o millones de personas desde los antiguos territorios de conquista vendrían a complicar las cosas no sólo en términos de las relaciones entre la fuerza de trabajo y el capital, sino también entre distintos grupos étnicos, mientras que los movimientos nativistas y nacionalistas proveerían buena parte del discurso de la descolonización, acompañada de la emigración desde las antiguas colonias hacia las metrópolis.

En el capítulo dedicado al continente americano, dividido en dos subcontinentes, Spellman señala que parecería que la antigua rivalidad entre las dinastías de los Habsburgo en España y de los Tudor en Inglaterra se hubiera perpetuado en la división entre la pobreza y la abundancia, el espíritu católico y el protestante, la agricultura y la industria (p. 61). Más adelante, estas diferencias se verían reflejadas en discursos de derrotismo y desprecio hacia los latinoamericanos que inmigran al norte. En este capítulo, Spellman trata –además de la migración de mexicanos, caribeños y centroamericanos hacia Estados Unidos– los procesos de migración desde Europa y de migración dentro del Cono Sur y resalta la importancia que han cobrado las remesas a los países de origen, desde mediados del siglo XX, para la supervivencia de las poblaciones latinoamericanas. Además subraya que, junto a las remesas, el endeudamiento de la región significó la transferencia de más de 148 000 millones de dólares desde América Latina hacia el norte. En parte, estos recursos se obtuvieron por préstamos de agencias "de desarrollo" que forjaron su capital tras el aumento de los precios del petróleo, lo que enriqueció a los países árabes pero también a los organismos internacionales y los países previamente acaudalados.

Al tratar el continente de los desplazamientos (África), el autor llama la atención hacia el hecho de que, aunque su población constituye apenas 13 por ciento de la población mundial, en contraste, comprende 30 por ciento de los refugiados en el mundo y 60 por ciento de los desplazados. La tendencia es además preocupante: mientras que en 1998 la cifra de refugiados se acercaba a los cinco millones, en el año 2001 había ya 13.5 millones de refugiados (migrantes involuntarios) en el continente. El panorama es aún más inquietante si a esto se le añade que más de 21 millones de personas habían sido obligadas a salir de sus lugares de origen, aunque dentro del país en que nacieron, y que tres millones de los refugiados internacionales han permanecido más de cinco años fuera de sus países de origen y no tienen expectativas de regresar a ellos (p. 89). Los movimientos nacionalistas, los intentos de acabar con la dependencia colonialista, las políticas para retener o expulsar población y las crisis económicas han contribuido a la gran densidad de movimientos poblacionales y a las condiciones paupérrimas de supervivencia de estas personas.

El capítulo de los migrantes en el mundo islámico discute de qué manera los Estados productores de petróleo han concentrado buena parte de los recursos financieros, sobre todo a partir de la crisis energética de los años setenta, con lo que han atraído grandes flujos de mano de obra. Ello ha derivado en tasas brutales de explotación de grandes grupos poblacionales, así como en importantes enfrentamientos entre nativos y extranjeros, conflictos de trascendencia mundial, agravados por la explosiva relación entre los poderes occidentales y los Estados musulmanes. Los contextos de Arabia Saudita, Irak, Irán, Kuwait, Israel y Egipto se entrelazan con las historias de los flujos de mano de obra y de desplazados por las guerras del golfo en los años noventa, y a principios del siglo XXI tras los ataques del 9/11. Las intrincadas relaciones de los países musulmanes con el "nuevo orden mundial" han significado cambios radicales en las políticas migratorias en todo el mundo, y en especial en Estados Unidos, dada la estigmatización de los árabes y los musulmanes como "amenazas potenciales a la seguridad" o llanamente como "terroristas".

Uncertain Identity ofrece un capítulo acerca de los trabajadores globales del sur y el este de Asia, en el que se analizan dos principales tendencias: la importancia del trabajo profesional y el papel de los Estados de origen en la promoción de las oportunidades laborales en la zona, incluyendo importantes programas de reubicaciónpor parte de gobiernos como los de China, Filipinas e Indonesia. Las relaciones con Canadá y la India resaltan en este contexto. El autor concluye que en la globalización, la relación entre los Estados y los migrantes contrasta con la relación existente en el traslado de mercancías, servicios, dinero e ideas, pues el movimiento de personas ha sido controlado y monitoreado con mayor rigor. Para el autor, mientras no existan esfuerzos coordinados entre las instituciones nacionales e internacionales encargadas de evitar, controlar o regular la migración de personas, tanto en los Estados de origen como en los de recepción, seguirán creciendo las desigualdades y, con éstas, el resentimiento. Cabe señalar que la lectura de esta obra, con su alcance global dentro de un período acotado, es recomendable para quien quiera entender las relaciones entre distintos grupos que han entrado en contacto a raíz de los movimientos migratorios. Así mismo contribuye a comprender los conflictos interétnicos y su articulación con los conflictos internacionales, tal como lo muestra con el vigente entre árabes palestinos y judíos israelíes, paradigmático para entender de qué manera las políticas migratorias y el poder del Estado pueden tener consecuencias catastróficas.

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