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Signos históricos

Print version ISSN 1665-4420

Sig. his vol.12 n.23 México Jan./Jun. 2010

 

Reseñas

 

Alberto Enríquez Perea, Alfonso Reyes en los albores del Estado Nuevo brasileño (1930-1936)

 

Tomás Rivas Gómez

 

México, El Colegio Nacional, 2009

 

Presidencia del Decanato-Instituto Politécnico Nacional, * trivas@yahoo.com

 

Se podría decir que ya se ha escrito mucho de Alfonso Reyes, su vida y su obra; que el autor mexicano es conocido por todos. Sin embargo, el trabajo de este gran escritor ha dado mucha tela de donde cortar. Los estudios y los estudiosos de la obra del gran polígrafo mexicano no han dejado de producirse desde hace mucho tiempo. Cada día surge una nueva aportación a la obra alfonsina, ya sea un recuento de su labor literaria, una compilación de sus poemas, de su correspondencia con otros personajes clave de la historia de México y del mundo, o sus escritos acerca de los diversos temas tratados por este personaje de las letras nacionales. A pesar de toda esta catarata de obras, falta mucho aún para conocer la dimensión real de Alfonso Reyes y sus aportes a las letras mexicanas y universales, sin importar el género o el tema que él desarrolló.

En esta ocasión, referiré un texto interesante relacionado con otra de las facetas de Reyes: su labor diplomática desempeñada a lo largo de varios años y en diversos países como España, Francia, Argentina y Brasil. Particularmente, se hablará de su misión como embajador en Brasil durante un periodo clave en la vida de esta nación sudamericana. El libro Alfonso Reyes en los albores del Estado Nuevo brasileño (1930-1936) permite acercarse y conocer esta importante labor alfonsina, sobre todo por tratarse de los años difíciles en la construcción del Nuevo Estado brasileño. Alberto Enríquez Perea, estudioso de la obra de Alfonso Reyes por más de quince años, presenta este texto en el que nos acerca al Reyes diplomático, una faceta quizá poco conocida del escritor mexicano.

Enríquez Perea comienza hablando de su encuentro con Alfonso Reyes, en especial con un Reyes desconocido por la mayoría y contrario al que la historiografía "mexicana y extranjera nos tenía acostumbrados". Ésta nos había hecho creer que don Alfonso era un hombre distante de la política y poco afecto a esta labor. En cambio, él encontró a un Reyes apasionado por la política; esto fue testimoniado a partir de los informes diplomáticos remitidos a sus superiores de la Secretaría de Relaciones Exteriores en México. Don Alfonso no fue sólo un interesado de y por la política era además un estudioso de esta disciplina social; leyó la obra de Nicolás Maquiavelo y de muchos otros pensadores políticos, lo cual le permitió tener una perspectiva crítica de la realidad brasileña en los albores de la década de 1930, tal y como lo refiere Alberto Enríquez.

La obra está dividida en dos partes: la primera titulada "Entre la dictadura y la constitución" y la segunda, "De la democracia a la dictadura". Con esta estructura nos lleva de la mano de don Alfonso Reyes para acercarnos a la realidad brasileña de estos años. La primera parte, a su vez, se divide en tres capítulos: "La revolución de octubre", "La revolución y la contrarrevolución" y "Luces y sombras de la Revolución de octubre". En cada uno de estos apartados el autor muestra no sólo lo que Reyes estaba viendo y viviendo, sino la forma en que lo hacía saber a sus superiores en México.

El autor comienza por la descripción que don Alfonso hace al aceptar su misión en Brasil: las dudas que le surgieron, sus cuestionamientos de por qué Brasil, por qué él, en fin, dudas interiores bien reflejadas por la mano de este estudioso de la obra alfonsina.

Una vez ubicado en su cargo, el embajador mexicano habla acerca de los personajes que protagonizaron estos cambios, en particular Getulio Vargas —líder de la Revolución de Octubre, y posteriormente presidente provisional— también comenta acerca de los hombres que lo rodearon, amigos y enemigos, colaboradores y opositores. Reyes da cuenta de cada uno de ellos, conocidos algunos desde el terreno político, otros a partir de la convivencia con los intelectuales brasileños, quienes lo ponen al tanto de individuos y acontecimientos, pero, sobre todo, son observados y analizados por el diplomático mexicano como parte de su trabajo.

Dentro de esa labor de Reyes encontramos a un observador del quehacer político, pues tiene una sensibilidad para analizar a los personajes, las situaciones y todo lo que gira en torno al movimiento revolucionario de octubre de 1930. Incluso, dicha sensibilidad le permite adelantar vísperas, es decir, señalar a sus superiores lo que puede ocurrir de seguir el rumbo y el ritmo que llevaban los acontecimientos en Brasil. De la misma manera, observa los problemas enfrentados por el gobierno provisional y las posibles respuestas dadas a éstos. Las intrigas y los movimientos contrarios a la revolución son vistos por el embajador mexicano, incluso desde su gestación, y las posibles consecuencias que pueden traer tanto para el gobierno de Vargas como para Brasil mismo. Con esas cualidades y con la finura de su pluma, Reyes lleva su narración por las calles de Río de Janeiro, por el palacio de gobierno, para introducirse en el ambiente político.

En otro de los capítulos, Alberto Enríquez, apoyado en los informes de Reyes, nos presenta la importancia de la política exterior que siguió el gobierno de Getulio Vargas, misma que de alguna manera le permitió ir consolidando su gobierno, al servir de fiel de la balanza en un conflicto fronterizo entre Perú y Colombia. También destaca en los informes la importancia que tenía Argentina y su relación con Brasil, lo cual contribuyó al fortalecimiento del gobierno provisional de Vargas. Un punto interesante es la descripción hecha por el diplomático mexicano respecto a la manera de actuar del jefe del gobierno provisional ante sus adversarios, la compara con la pesca del piraracú, pez típico del río Amazonas: primero los deja actuar, los lleva a donde los quiere tener y después da el golpe final. Esta descripción de Reyes nos permite conocer la personalidad de Vargas de una forma diferente a como se le pudiera imaginar, situación que Reyes maneja muy bien y a su vez Enríquez Perea refleja en su obra.

Un aspecto relevante que ofrece el autor en su estudio acerca de Alfonso Reyes es la descripción de personajes clave que elabora el diplomático. Llama la atención la manera de tratar a Oswaldo Aranha, quien fuera ministro de hacienda del gobierno provisional. Aranha aparece en los informes de los acontecimientos como si fuera la mano detrás de todo lo ocurrido en el Brasil de esos años. Resulta ser un personaje que está a la sombra de Vargas, considerado por Reyes como el verdadero cerebro de la Revolución de Octubre.

La segunda parte del texto, "De la democracia a la dictadura", está dividida en dos apartados: "Hacia un nuevo Estado constitucional" y "El naufragio". La primera parte comienza presentando los problemas derivados de la elección del constituyente y las disyuntivas a las que se tenía que enfrentar, como la de redactar primero la constitución o elegir al presidente. Éste es un punto importante, Reyes señala que debería de ser primero la constitución y después la elección, pero ésta era una maniobra bien manejada, calculada tanto por Vargas como por su personal, era una especie de sondeo para ver cómo se estaban moviendo los diversos grupos políticos y sus respectivos actores. Otro de los problemas fue que el constituyente navegaba sin rumbo; las sesiones en el congreso eran deprimentes, como lo indicaba don Alfonso. Pero la realidad era otra, según lo podía ver Reyes, las negociaciones se estaban llevando a cabo en otros lugares y no en el constituyente. De nueva cuenta, Enríquez Perea nos presenta al Reyes de mirada aguda para las cuestiones políticas, el embajador mexicano sabía muy bien qué detalles ver, hacia dónde mirar y escuchar para descubrir la verdad y darla a conocer a sus superiores en México.

Otro problema que analiza Reyes es el papel que jugó el ejército en la coyuntura brasileña. Durante buena parte del gobierno provisional de Getulio Vargas, la sombra de los golpes de estado, de los levantamientos por parte de miembros de las fuerzas armadas estuvieron presentes a lo largo y ancho del territorio brasileño. La presencia del ministro de guerra era importante porque pudo ser un fiel de la balanza; la cercanía del ministro con el presidente provisional era relevante y el respeto que éste tenía al presidente queda de manifiesto en los momentos que se promovió su posible candidatura a la presidencia, lo cual muestra la importancia de Getulio Vargas en esos años transitorios para Brasil.

En la parte final del estudio, Alberto Enríquez presenta una cronología que permite una mayor claridad de los acontecimientos. También, presenta algunos anexos; la mayoría son telegramas e informes enviados por Reyes a sus superiores en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Se encuentran también algunos escritos alfonsinos que, sin ser informes, dan cuenta de la situación brasileña. Estos textos complementan el estudio desarrollado por el autor.

Las fuentes utilizadas por Enríquez Perea son muy variadas y de diversa procedencia. Las principales son los informes políticos que dirigió Alfonso Reyes al Secretario de Relaciones Exteriores de México. Éstos son la guía principal del estudio realizado por Alberto Enríquez. Otras son las notas políticas y los telegramas que dirigió el diplomático a sus superiores. Entre estas fuentes se encuentran los diarios personales, tanto de Alfonso Reyes como de Getulio Vargas, mismos que resultaron valiosos para el análisis de Enríquez Perea. Complementan a éstas las cartas cruzadas del embajador mexicano con diversos destinatarios, la mayoría de ellos eran amigos intelectuales tanto de México como de otros países. Los materiales son revisados de forma exhaustiva por parte del autor que literalmente las exprime para extraer todo el jugo de ellas y hacer más comprensible la labor diplomática de Alfonso Reyes en Brasil. De esta manera Alberto Enríquez Perea nos muestra a un Reyes político y estudioso de la política, a un hombre que vivió con pasión cada uno de los pasos que dio en su fructífera vida.

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