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Política y gobierno

Print version ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.19 n.1 Ciudad de México Jan. 2012

 

Reseñas

 

Paradigmas y paradojas de la política exterior de México: 2000-2006

 

Por David Mena Alemán

 

Humberto Garza Elizondo (ed.), Jorge A. Schiavon y Rafael Velázquez Flores (coords.), México, El Colegio de México-Centro de Investigación y Docencia Económicas, 2010,472 pp.

 

Universidad Iberoamericana, ciudad de México

 

Paradigmas y paradojas contiene una colección de contribuciones de calidad que en su mayoría sostienen que la política exterior de Fox fue, en el mejor de los casos, mediocre. El texto se divide en tres partes. La primera contiene capítulos que ofrecen evaluaciones generales de la política exterior del periodo. La segunda parte se aboca a temas centrales, como migración y seguridad nacional. La tercera, analiza las políticas específicas para las principales regiones.

El editor y los coordinadores de la obra presentan en la introducción un conjunto de rasgos generales de la política exterior del periodo que definen el tono de la mayoría de las contribuciones: "política exterior pobre" en su alcance y presupuesto; pérdida de relevancia internacional del país y ensimismamiento autárquico de sus élites y de la ciudadanía en general; emergencia de una percepción externa del país como dependiente y subsumido en los intereses y la cultura de Estados Unidos, y una falta de visión y ambición por parte del gobierno en turno para instrumentar una política exterior capaz de recuperar el liderazgo del país y redefinir su imagen ante la región latinoamericana y ante el mundo (pp. 14-15). Las conclusiones de los capítulos de la parte de evaluaciones generales varían poco entre sí. Con excepción del capítulo correspondiente al reporte de las encuestas México y Mundo 2004 y 2006, que realmente aborda autopercepciones y opiniones sobre política exterior de la población y de las élites mexicanas, todos estos capítulos evaluativos consideran que el saldo de la política exterior de ese periodo presidencial fue negativo.

Si uno no tiene un interés creado en echarle tierra al PAN o a Fox y no sufrió en carne propia ninguno de los desplantes de los cancilleres Castañeda y Derbez, realmente le puede resultar enigmático que los actores de la política exterior del periodo hayan hecho algunas cosas tan mal y otras les hayan resultado tan adversas. La mayoría de los capítulos de este libro ofrece evidencia variada para documentar nuestra perplejidad y magnificar dicho enigma, hasta que el lector se encuentra con el capítulo de Arturo C. Sotomayor, al final de la segunda parte del libro: "México y la ONU en tiempos de transición: entre activismo externo, parálisis interna y crisis internacional".

Sotomayor le atribuye un sentido a la política exterior de Fox que la hace calificar plausiblemente como política exterior de Estado. Nos dice Sotomayor que la intención explícita del activismo de Fox era "desplegar una diplomacia activa [...] que permitiera anclar en el exterior a la joven democracia mexicana, así como ampliar la base social de apoyo" del gobierno (p. 227). Pocos objetivos de política exterior pueden superar en la escala de intereses nacionales incontrovertibles e irreductiblemente colectivos el de dar incentivos a la comunidad internacional para defender el régimen democrático del país. Soto-mayor explica que en esta lógica se inscribió buscar la participación de México en el Consejo de Seguridad de la ONU, ratificar la jurisdicción de la Corte Penal Internacional y la participación del ejército mexicano en operaciones de mantenimiento de la paz. Ninguna de estas metas específicas me parece que refleje pobreza de alcance de la política exterior o escasez de ambición de los hacedores de dicha política. Si la participación de México en el Consejo creó reservas en el vecino del Norte, eso habla de la estrechez de sus intereses nacionales. Si el Senado introdujo una cláusula de salida para limitar la jurisdicción de la Corte Penal Internacional, eso habla del parroquianismo de los políticos mexicanos. Si el ejército mexicano resistió a pie juntillas participar en operaciones de mantenimiento de la paz, eso habla de su propia insularidad. Pero, aun si estas últimas dos instituciones hubieran cooperado con el gobierno de Fox, era de esperarse que un activismo internacional más decidido presentaría su propio menú de complicaciones y descalabros infligidos por actores o instituciones externas.

Las transiciones a la democracia son escenarios muy específicos, generalmente involucran nuevas fuerzas políticas con ideas que no tienen arraigo en el grueso de la sociedad y, desde luego, personal político poco experimentado, poco sensible a formalidades de conducta de la élite política e incluso ignorante de algunos de sus consensos básicos. Todo esto contribuye a formar un síndrome de político novato sitiado que con todos se enoja y a todos hace enojar. Nada de esto augura éxito en la implementación de las políticas de los nuevos líderes. Respecto a las reacciones frente a la política exterior mexicana de la transición, Sotomayor nos dice: "[y]a se trate de los militares, la izquierda o la vieja élite del PRI, la diplomacia mexicana en la ONU provocó pero difícilmente modificó las actitudes o disposiciones hacia el cambio, como de hecho se esperaba originalmente" (p. 254).

¿Es negativo el saldo de la política exterior foxista desde la perspectiva de la coyuntura de transición? El primer gobierno surgido de la oposición ciertamente no tenía muchas probabilidades de éxito en el frente de la política exterior, sobre todo porque buscaba cambiarla. Además, el camino escogido de vinculación con el mundo entrañaba realmente un interminable camino al Calvario. Al mismo tiempo que la comunidad internacional abrazaba nuestro lock-up democrático, iniciaba también un doloroso escrutinio de nuestras más perversas costumbres legales e ilegales. Y desde entonces andamos en boca de todo el mundo, literalmente.

Una paradoja puede añadirse a las que enlista el libro que reseño, y esa es que el primer y único año de entusiasta activismo multilateralista del gobierno de Fox bastó para anclar un proceso de escrutinio externo, que también creó incentivos para la movilización de comunidades de interés mexicanas locales y no se diga ONG e instituciones internacionales. Dicho proceso no va a dejar crear presiones para reformar nuestras prácticas e instituciones. Y esta contribución foxista muy probablemente enmarcará nuestra política exterior para siempre.

La tercera parte del libro destaca que la política exterior atendió de manera muy limitada a las regiones de América Latina, Asia y África. Esto sin duda prueba la estrechez de perspectiva del foxismo. Su enfoque en instituciones internacionales pudo haber consumido toda la energía y abarcado todo el interés de los pocos actores que decidían la política exterior del periodo. Algo que puede decirse en su defensa es que la participación de México en un mayor número de instituciones internacionales y el correspondiente interés y escrutinio de dichas instituciones en una variedad de asuntos que afectan a nuestro país seguramente constituyen un segmento nuevo de demanda de atención que afectará la cobertura regional de cualquier nuevo gobierno, sea del partido que sea.

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