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Política y gobierno

Print version ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.18 n.1 Ciudad de México Jan. 2011

 

Reseñas

 

Routine Politics and Violence in Argentina: The Gray Zone of State Power

 

Por Shin Toyoda

 

de Javier Auyero, Nueva York, Cambridge University Press, 2007, 190 pp.

 

Universidad de Waseda, Japón

 

En diciembre de 2001, Argentina experimentó un gran disturbio político. En medio de las protestas, intensas manifestaciones —incluidos los famosos cacerolazos— y saqueos en Cortés de Ruta, Marchas y otros distritos del país contra el presidente Fernando de la Rúa, éste fue forzado a dimitir del cargo el 20 de diciembre de 2001. Según los periódicos, el número de saqueos fue de 289, mismos que incluyeron ataques contra bodegas, supermercados y tiendas como zapaterías y otro tipo de establecimientos. Sin embargo, la distribución de los lugares en donde se realizaron los saqueos no fue uniforme, geográficamente hablando, ya que en los estados del noroeste y suroeste —los considerados más pobres— no se presentó este tipo de acontecimientos. Estos hechos requieren explicaciones y por ello en este libro el sociólogo y etnógrafo Javier Auyero investiga y trata de explicar qué sucedió en los lugares donde hubo saqueos.

Mientras un gran número de trabajos académicos se centra en investigar acerca de las revoluciones, guerras civiles o golpes de Estado, la violencia política de menor magnitud, como los saqueos, ha sido poco estudiada —en especial en el caso de los países de América Latina—. Algunos de los estudios sobre el tema simplemente suponen que "los saqueos tienen como actores principales a los pobres y desempleados, quienes respondiendo a sus condiciones de vida, las cuales empeoran cada día, un día se enfurecen y deciden saquear y robar" (pp. 79–80). En este sentido, los saqueos son considerados como las manifestaciones de la angustia acumulada de las personas, aislada de otros factores y actores, como un partido político o alguna fuerza represora.

Es en contra de estas suposiciones de lo que habla este libro. Al revisar los diversos trabajos sobre violencia comunal en el mundo, incluidos motines étnicos en la India y la violencia en Colombia, el autor aclara que los saqueos: 1) muchas veces poseen la organización interna (p. 11) y 2) tienen su causa en las acciones de los políticos, quienes posiblemente planearon y organizaron los saqueos en busca del poder político (pp. 17–18, 33–36). Además, agrega que la policía, la cual en teoría impide la violencia, a veces no reprime estos sucesos, sino que participa en ellos ya que está sujeta al interés del partido político autor de los saqueos (pp. 12,37–38). Estos tres puntos significan que la distinción analítica clásica como "agentes del gobierno, las fuerzas de represión, desafiantes y miembros de Estado" desarrollada por los investigadores de "acciones colectivas" ha colapsado. Si "la fuerza de represión no actúa como tal, sino que participa en los saqueos" (p. 19), no podemos hacer la distinción entre los que desafían al gobierno, la fuerza de represión (policía) y los agentes de gobierno involucrados.

En el primer capítulo, en vez de presentar la típica separación analítica entre los saqueadores, partidos políticos y la fuerza de la represión, destacando así la conexión ilícita entre ellos, el autor presenta, para el caso de Argentina, el concepto de la "Zona Gris", esto es, los partidos políticos y la población urbana que carece de recursos, o sea los llamados "pobres", quienes están relacionados por una red clandestina patrón–clientelismo. En el segundo capítulo se concentra en demostrar que los partidos políticos, especialmente el Partido Justicialista, ejercen una fuerte influencia sobre la población urbana, en particular la más pobre —como se ha mencionado—, ya que éstos, al necesitar las prestaciones del programa de bienestar social, siguen la línea impuesta por los corredores de los partidos, toda vez que estos últimos tienen la facultad de decidir, de manera arbitraria, quién recibe dichos beneficios.

En los capítulos 3 y 4 el autor discute que esta red de patrón–clientelismo entre pobres y políticos desempeñó un papel importante en el comienzo del saqueo, mediante la maravillosa investigación etnográfica, en los distritos de Moreno y La Matanza en Buenos Aires, la cual cuenta con más de cien entrevistas con los participantes, las víctimas de los saqueos y los políticos. Aunque las historias contadas por los entrevistados son a veces contradictorias, los descubrimientos generales pueden resumirse de la siguiente manera: 1) Antes del estallido de los saqueos, los corredores del Partido Justicialista, llamado "puntero", quienes normalmente se dedicaban a distribuir alimentos y prestaciones del Estado, informaron a manera de rumoren dónde iban a realizarse los saqueos (pp. 120–123). 2) Un gran número de personas llegó a los supermercados o tiendas según les habían informado. 3) La policía retrocedió del lugar o simplemente no se presentó, ya que por instrucciones del mando supremo se ordenó que las fuerzas policiales no se enfrentaran sin el equipo necesario, y por ello no tomaron parte en la prevención de los saqueos (pp. 83–84). 4) Guando la gente esperaba frente a las tiendas apareció un camión del cual salió un grupo de delincuentes que se dedicó a romper las puertas del establecimiento e invitó a los demás a participar. En respuesta a esta invitación —a unirse al motín— la gente comenzó a saquear (pp. 92–93,114–115). Según un entrevistado, el Partido Justicialista fue el que contrató y envió a estos delincuentes para iniciar los saqueos. 5) Los saqueos se calmaron después de que la policía dijo que los vecinos iban a contraatacar, saqueando a la gente que participó en los saqueos (pp. 129–130). De esta forma, al controlar la manera en la que se corría el rumor, el "puntero" y la policía se involucraron en el estallido de los saqueos. Aunque los políticos y policías entrevistados no admitieron la existencia de esta conspiración, la evidencia y el argumento presentados por el autor son tan fuertes que es difícil negar lo planteado anteriormente.

Sin embargo, como el autor admite, desde la evidencia "no es posible determinar si los políticos de la Zona Gris fueron los causantes de los saqueos" (p. 124). Por lo tanto, la comparación de los casos hubiera permitido al lector la evaluación y así determinar la importancia de la participación de los políticos de la Zona Gris. Por ejemplo, el análisis sobre el distrito de Florencia Várela, en donde no se realizaron saqueos, a pesar de ser el más pobre de Buenos Aires (p. 75), hubiera fortalecido el argumento. Al lector le habría interesado saber cuál fue el comportamiento de los "punteros" y si realmente se circuló el rumor de saqueos en esa zona.

Finalmente, considero que este trabajo es una importante fuente de información sobre el funcionamiento patrón–clientelismo, desde las perspectivas del patrón y el cliente, y las interpretaciones sobre las experiencias de los saqueos (capítulo 5). Uno de los puntos más interesantes es el planteamiento que desempeñó el rumor en los acontecimientos de 2001. El libro de Javier Auyero es un texto que debe formar parte de la bibliografía de los investigadores de temas políticos y Argentina, pero sobre todo entre los interesados en la relación entre política y violencia.

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