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Tópicos del Seminario

On-line version ISSN 2594-0619Print version ISSN 1665-1200

Tóp. Sem  n.37 Puebla Jan./Jun. 2017

 

Artículos

La narratividad en semiótica*

Narrativity in Semiotics

La narrativité en sémiotique

Diana Luz Pessoa de Barros1  2 

1Universidad Presbiteriana Mackenzie, São Paulo, Brasil

2Universidad de São Paulo, São Paulo, Brasil. Correo electrónico: dianaluz@usp.br


Resumen

En este artículo se retoman, en la primera parte, los pasos y, sobre todo, los tres principales saltos o rupturas creadores de los estudios semióticos de la narratividad —de la función proppiana al enunciado narrativo; de la performance del sujeto a su competencia y existencia modales; de la modalización a las pasiones— y se apuntan, en la segunda parte, los nuevos caminos y perspectivas, que se desarrollan a partir de allí. Se consideran dos de esas nuevas propuestas: la de los estudios semióticos de las pasiones, que, con las precondiciones de la significación, resolverán muchas de las dificultades encontradas en los primeros tratamientos que dio la semiótica a las pasiones y a la estesia; la de los regímenes de interacción y sentido de Landowski, que reformuló la sintaxis narrativa, al proponer no sólo la relación de junción entre sujeto y objeto en el enunciado, sino también la de unión.

Palabras clave: semiótica de la narratividad; semiótica de las pasiones; regímenes de interacción y de sentido

Abstract:

In the first part of this paper, we reassess the steps and the three main jumps, or ruptures, responsible for the coming about of semiotic studies of narrativity: From the Proppian functions to narrative utterances; from the subject’s performance to their competence and their competence and modal existence; from modality to passions. In the second part, we point out the new paths and perspectives in development. Two main new proposals are considered here: the semiotic study of passions, which, having preconditions of meaning, resolve many of the difficulties faced in earlier semiotic treatments of passions and esthesis; Landowski’s regimes of interaction and meaning, who reformulated narrative syntax and proposed not just a relation of conjunction between the subject and the object in the utterance, but also of union.

Keywords: narrative semiotics; semiotic of passions; regimes of interaction and meaning

Résumé :

Dans la première partie de cet article, on reprend les pas, surtout les trois principaux sauts ou ruptures créatrices des études sémiotiques de la narrativité —de la fonction proppienne à l’énoncé narratif ; de la performance du sujet à sa compétence et son existences modales ; de la modélisation aux passions— et, dans la deuxième partie, on tracera les nouvelles voies et perspectives qui en découlent. On retiendra deux de ces nouvelles propositions : celle des études sémiotiques des passions qui résoudront, grâce aux pré-conditions de la signification, nombre des difficultés rencontrées lors des premiers traitements donnés par la sémiotique aux passions et à l’esthésie ; et la voie des régimes d’interaction et de sens selon Landowski qui a reformulé la syntaxe narrative en proposant non seulement la relation de jonction entre le sujet et l’objet dans l’énoncé, mais aussi celle de l’union.

Mots-clés : sémiotique de la narrativité; sémiotique des passions; régimes d’interaction et de sens

En 1995, tres años después de la muerte de Greimas, escribimos un texto sobre sintaxis narrativa, en un libro en su homenaje, organizado por Ana Cláudia de Oliveira y Eric Landowski (1995). Al releer el artículo, decidimos tomarlo como punto de partida de este nuevo estudio sobre la narratividad en la semiótica greimasiana. No conseguiríamos hacerlo de otra forma.

Comenzaremos, por tanto, con la misma emoción que sentimos siempre que nos ponemos a hablar del maestro y en especial de su cuestión primera en los desarrollos de la semiótica, la de la organización narrativa de los textos de cualquier tipo: sociales, psicológicos, políticos, de la vida, en fin.

Todos sabemos que la teoría semiótica debe ser concebida como un proyecto o un recorrido colectivo de construcción teórica. Iniciaremos por tratar la conservación o la pérdida de rumbo de esos estudios (Barros, 2007; 2009; 2012). En el Diccionario Houaiss, uno de los sentidos encontrados para rumbo es el de “recorrido, orientación para ir de un lugar a otro, camino, vereda, itinerario, ruta”. A partir de esa definición, rumbo puede ser entendido, semióticamente, como movimiento, construcción, transformación, intencionalidad y direccionalidad. Según nuestro modo de ver, los estudios semióticos procuran mantener el rumbo, o sea, no crean, a cada cambio, otra teoría, otro paradigma, con otros objetos y métodos. Para que el rumbo se mantenga, para que se pueda conservar la dirección asumida, esos estudios deben sufrir alteraciones y desarrollos. En la introducción de Sobre el sentido II. Ensayos semióticos, Greimas (1989: 7 [1983]) explica su libro con los términos fidelidad y cambio, y dice que

quizá haya algo de paradoja, por parte de un investigador, en afirmar querer permanecer fiel a sí mismo, cuando el proyecto científico, hoy en día, es el único espacio en que la noción de progreso aún tiene sentido, y donde la renovación se inscribe como lo propio de todo esfuerzo teórico.

Por eso mismo, una de las contribuciones de Sobre el sentido II, y no de menor importancia, es, sin duda, la discusión de cómo debe ser desarrollado un proyecto de ciencia en el campo del lenguaje, más aún en el de la significación y de los sentidos.

La propuesta metodológica fundamental de la semiótica discursiva es la del recorrido generativo de la significación, heredera, así como la semántica estructural, de la concepción hjelmsleviana de figura (Hjelmslev, 1975 [1968]). A partir de las nociones de figura, lengua y teoría del lenguaje, formuladas por Hjelmslev, Greimas establece que sólo se puede construir una teoría semántica y semiótica cuando los dos planos, el de la expresión y el del contenido, son separados metodológicamente. Para los dos estudiosos del lenguaje, la expresión y el contenido se implican mutuamente y su separación debe ser entendida como una necesidad de la construcción metalingüística. Además de eso, Greimas asume también la propuesta de Hjelmslev de un paralelismo en la descripción y explicación de los planos de la expresión y del contenido.

Fundamentado en esos principios de separación metodológica de los planos de la expresión y del contenido y de paralelismo de estructuración entre los dos planos, Greimas (1975 [1970]; y Greimas y Courtés, 2008 [1979]) propone, para describir y explicar cada uno de los planos, un recorrido generativo, independiente de la manifestación y anterior a ella, que va de lo más simple a lo más complejo y de lo más abstracto a lo más concreto, y en el que cada nivel es pasible de descripciones autónomas. Así, en el recorrido generativo de la significación son determinantes tres etapas: la fundamental, la narrativa y la discursiva, pudiendo, cada una de ellas, ser discutida y explicada por una gramática autónoma, aunque el sentido del texto dependa de la relación y de la conversión entre los niveles.

Desde antes de la proposición clara del recorrido y de la localización de la narrativa en la etapa intermedia de esa generación de sentido, los estudios narrativos “fundaron”, si así se puede decir, la perspectiva teórica y metodológica de los estudios semióticos.

De esa forma, por razones históricas del propio desarrollo de la teoría, y hasta incluso por razones epistemológicas, la etapa narrativa es la que se ha explorado mejor, aquella sobre la cual se puede decir que “sabemos más”. De allí también que muchos consideren que los estudios semióticos de la narratividad estén concluidos, elaborados de una vez por todas y, quién sabe, incluso hasta “envejecidos y sobrepasados”.

En este artículo retomamos, en la primera parte, los pasos, primordialmente las rupturas innovadoras y creadoras que ocurrieron en la construcción de los estudios semióticos de la narratividad y de lo que tratamos, de manera parcial, en el texto mencionado; asimismo, apunto, en la segunda parte, los nuevos caminos y perspectivas, a partir de allí, en desarrollo.

1. La narratividad en la semiótica: la construcción de la sintaxis narrativa

Las reflexiones sobre el análisis narrativo se encuentran en los primeros momentos de la teoría semiótica greimasiana, y fueron concebidas, desarrolladas y consolidadas poco a poco, de forma continuada, pero también con saltos o rupturas.

Mostramos, en el artículo citado (Barros, 1995), tres saltos o rupturas que los estudios sobre el principio de la narratividad, desarrollados en la segunda mitad del siglo XX, sufrieron con la propuesta de Greimas:

  • - de la función proppiana al enunciado narrativo;

  • - de la performance del sujeto a su competencia y existencia modales;

  • - de la modalización a las pasiones.

Retomemos cada una de esas rupturas, con sus pasos y momentos intermedios.

1.1. La acción narrativa

El modelo “clásico” de sintaxis narrativa es el de la sintaxis de la acción, ya delineado, en la perspectiva semiótica, en Semántica estructural (Greimas, 1973 [1966]), deudor de Propp, Lévi-Strauss, Barthes y de otros precursores del análisis estructural del relato. Esos estudios precursores del relato fueron publicados, sobre todo, en la revista Communications, y en especial en su número 8, de 1966, intitulado « L’analyse structurale du récit », que reunió ensayos de R. Barthes, A. J. Greimas, Cl. Bremond, T. Todorov, E. Morin, Ch. Metz, G. Genette, J. Gritti y V. Morin.

En la época que comprende la década de 1960 e inicios de 1970, el modelo propuesto por Greimas se aproximaba, en el nivel de la frase, a la gramática de casos de Fillmore (1968; 1969) y a la propuesta de Halliday (1970) de una función ideacional. Se trataba de una semántica o sintaxis-semántica de carácter antropológico, capaz de explicar los recortes semánticos culturales, para muchos, más ingenua que las semánticas lógicas y formales. Se aproximaba al análisis de los mitos, de los cuentos populares y de los textos en general.

Otra influencia significativa en ese salto teórico y metodológico de Greimas hacia la construcción de su sintaxis narrativa fue la del estudioso de la sintaxis Lucien Tesnière (1959), de quien aquél tomó el término actante. Para Tesnière, un nódulo verbal corresponde a un pequeño drama que comporta, obligatoriamente, un proceso y, muy frecuentemente, actores y circunstancias. El proceso, los actores y las circunstancias, transpuestos del plano de la realidad dramática al de la sintaxis estructural se vuelven, a decir del autor, el verbo, los actantes y los circunstantes. Los actantes se definen como « les êtres ou les choses qui, à un titre quelconque et de quelque façon que se soit, même au titre de simples figurants et de la façon la plus passive, participent au procès » (Tesnière, 1959: 102).

Los ensayos de Greimas reunidos en Sobre el sentido (1975 [1970]) y Sobre el sentido II (2014 [1983]) apuntan hacia los caminos tranquilos y, al mismo tiempo, tumultuosos de los desarrollos de los estudios narrativos, que todavía hoy ocurren.

Los artículos de Sobre el sentido (principalmente “Elementos de una gramática narrativa”, “La estructura de los actantes del relato” y “Hacia una teoría de la interpretación del relato mítico”) dan cuenta de la primera ruptura, la del paso de las funciones de Propp al enunciado semántico de la semiótica; en cuanto a los textos de Sobre el sentido II (en especial “Un problema de semiótica narrativa: los objetos de valor”, “Los actantes, los actores y las figuras”, “Descripción y narratividad a propósito de ‘La cuerda’ de Guy de Maupassant”; “La sopa al ‘pistou’ o la construcción de un objeto de valor” y “Sobre los accidentes en las ciencias llamadas humanas”) consolidan el análisis narrativo esbozado desde Semántica estructural y muestran la metodología de análisis de textos efectivos (un cuento, una receta de cocina, un prefacio de discurso científico). Dan con ello nuevos pasos, tales como el desarrollo, por ejemplo, de teoría y método para el análisis de discursos procedimentales, como el de la receta, y para el de discursos científicos, en que anticipan, en el examen del texto de Dumézil, con la noción de accidente, las propuestas actuales de Zilberberg (2004; 2007) sobre el discurso del ejercicio y del acontecimiento, o las de Landowski (2005) sobre las interacciones de riesgo. Esas recuperaciones y desarrollos teóricos y metodológicos mencionados acarrearán así cambios de objeto y de extensión de aplicación de la teoría: del análisis inicial de cierto tipo de texto —verbal, de “acción”, figurativo y de la “pequeña literatura” (folklore, etc.)— se pasó a textos verbales diversos, figurativos o temáticos, poéticos, científicos.

Si la semiótica “aprovechó” muchas de las reflexiones de la época —las unidades sintagmáticas constantes o las invariantes narrativas de Propp (1970), las regularidades paradigmáticas subyacentes de la antropología estructural, la “escena dramática” de Tesnière, las relaciones distribucionales e integrativas y la cuestión de los niveles de descripción, de Barthes (1971), entre otras— necesitó dar un salto para desarrollar un modelo de sintaxis narrativa. Ese salto fue la reformulación de la noción de función en el enunciado.

Dicha noción de Propp cubre unidades sintagmáticas que se mantienen constantes, a pesar de la diversidad de los relatos, y cuya sucesión constituye el cuento. Esa noción, un tanto débil, fue precisada en términos de enunciado narrativo. La base de esa reformulación es la definición lógico-matemática de función, en Hjelmslev (1975 [1968]), como una relación entre dos variables. A partir de allí, se define el enunciado elemental de la sintaxis narrativa como la relación-función constitutiva de los actantes, sus términos resultantes. Si tomamos la transitividad como vertimiento semántico mínimo de la relación-función, los actantes definidos por tal relación serían el sujeto y el objeto. Vertimientos semánticos complementarios (estaticidad vs. dinamicidad) permiten diferenciar dos funciones: la unión y la transformación, y dos formas canónicas de enunciados elementales: el enunciado de estado y el enunciado de hacer.

Deben señalarse dos derivaciones de esa reformulación. La primera es la posibilidad de preverse organizaciones o expansiones jerarquizadas de enunciados, que dan forma a la sintaxis narrativa: programa narrativo (unidad operatoria de la sintaxis narrativa, en la que un enunciado de hacer rige un enunciado de estado), recorrido narrativo (en el que un programa narrativo de competencia rige un programa narrativo de performance), esquema narrativo canónico (en el que se organizan, por presuposición, tres tipos de recorridos narrativos). En otras palabras, la primera derivación es la construcción de una sintaxis narrativa jerárquicamente organizada. Esa organización compleja conduce, al mismo tiempo, a descripciones minuciosas en cada etapa y a explicaciones de conjunto del sentido del relato o de su organización sintáctica general.

Es necesario mencionar que la sintaxis narrativa no se construye sólo por medio de la jerarquía vertical mencionada, sino que se organiza horizontalmente y en dos aspectos: el del empleo recursivo de los programas y recorridos, y el del desdoblamiento polémico de la organización sintáctica jerárquica. Por empleo recursivo se entiende que un programa (o un recorrido o un esquema) puede ser utilizado en el interior de otro (por ejemplo, un recorrido de manipulación en el interior del recorrido de la sanción). Ya el reconocimiento de la estructura polémica de la narratividad nos obliga a desarrollar, en todas las etapas jerarquizadas, la organización sintáctica del relato: un programa narrativo de adquisición por apropiación es concomitante con un programa de privación por despojo; el recorrido de la acción se bifurca en recorrido del sujeto y del antisujeto; el de la manipulación, en recorrido del destinador-manipulador y del antidestinador-manipulador, y así en adelante. Esa “nueva” sintaxis narrativa se organiza, así, por medio de la jerarquía vertical —se va de la unidad narrativa más simple a la más compleja— y de la organización horizontal —se emplean recursivamente programas, recorridos y esquemas, y el relato se desdobla polémicamente.

La segunda consecuencia, ya prevista en el hecho de no haber en la semiótica una única forma de enunciado elemental es, sin duda, que con ese modelo se procura describir y explicar no sólo la organización narrativa invariante de los textos, sino principalmente la especificidad de cada uno de ellos. Los dos tipos de enunciados mencionados, de los que derivan diferentes tipos de programas y recorridos, la jerarquía sintáctica del relato, la recursividad de programas, recorridos y esquemas, y el desarrollo polémico vuelven muy compleja la organización sintáctica del relato, con un sinnúmero de combinaciones y de variaciones posibles. No se trata de construir una camisa de fuerza, un molde ya hecho, sino de entender tales modelos como instrumentos de análisis y de previsión, modelos de posibilidad, de previsibilidad y de inteligibilidad que permiten, por ejemplo, la comparación de relatos.

En síntesis, en esa fase de los estudios semióticos, la narratividad se concibe como una sucesión de estados y de transformaciones de estados, y simula la historia de la acción del hombre en el mundo que transforma, en busca de valores.

1.2. La modalización y la manipulación

La segunda ruptura es la de la modalización narrativa, en dos momentos diferentes: el de la modalización del hacer y el de la modalización del ser.

Si con los textos anteriormente mencionados, y gracias a la reformulación de la noción de función de Propp por la de enunciado, se dio inicio a la sintaxis narrativa propiamente dicha, con “Hacia una teoría de las modalidades” y “El desafío” (Greimas, 2014 [1983]), se abrió el camino de la modalización de la sintaxis narrativa, con el examen de las modalidades que se aplican al hacer del sujeto. En ese primer momento de la modalización de la sintaxis se completaron por lo menos dos etapas: la del examen de la competencia modal del sujeto y la del estudio de la manipulación, no sólo de la acción narrativa.

El hacer del sujeto que opera la transformación narrativa exige condiciones previas para su realización. Esas condiciones fueron examinadas, en el relato, bajo la forma de la competencia modal, o sea, de programas narrativos que transforman la relación del sujeto con el querer hacer, el deber hacer, el poder hacer y el saber hacer. Modalmente calificado, el sujeto está listo, es competente para la acción. La semiótica incorporó también los modos de existencia del sujeto de hacer, definidos conforme a su calificación modal para la acción y en la estela de la distinción saussureana entre virtualidad y actividad de la competencia (en la langue y la parole). Para definir el estatuto del sujeto de hacer distingue tres y no únicamente dos modos de existencia: el virtual (caracterizado por la modalización según el querer y/o según el deber hacer), el actual (según el poder y saber hacer) y el realizado (según el hacer o la transformación de estado).

Sin embargo, al adoptar en ese marco la perspectiva no ya del sujeto que tiene su competencia modal alterada, sino la de aquel que opera ese cambio, la semiótica amplía la ruptura y parte hacia el examen de la manipulación. El avance es grande y con muchas consecuencias tanto para la economía interna de la teoría y para la extensión de su ámbito de aplicación —en lugar de explicar solamente las relaciones entre sujeto y objeto o entre sujetos por vía del objeto, el foco de la sintaxis narrativa se desplaza hacia las relaciones entre sujetos que establecen y rompen contratos, los destinadores y los destinatarios— como para la ampliación de los diálogos con otros campos teóricos, tales como los de la comunicación, de la interacción entre sujetos, de las relaciones intersubjetivas (contractuales o polémicas), de la argumentación.

A la primera definición de relato como sucesión de estados y de transformaciones se debe, entonces, añadir la concepción de narratividad como sucesión de establecimientos y de rupturas de contratos entre un destinador y un destinatario, de los que derivan la comunicación y el conflicto entre sujetos, y la circulación de objetos de valor.

A partir de ese salto, el modelo hipotético de una organización general de la narratividad, el esquema narrativo canónico, pasa a comprender tres recorridos, relacionados por presuposición, y no sólo el de la acción; se trata de la manipulación, de la acción y de la sanción. En el recorrido de la manipulación hay el establecimiento de un acuerdo entre destinador y destinatario, en general después de la ruptura del orden establecido, o sea, después de la transgresión de contratos sociales implícitos o explícitos; en el recorrido de la sanción el destinador ejecuta su parte del contrato por la atribución de recompensa o por el castigo del sujeto fiel o no a sus obligaciones. Los recorridos de la manipulación y de la sanción, que tratan de modalización, se sitúan en la dimensión cognoscitiva y enmarcan el de la acción, localizado tanto en la dimensión pragmática como en la cognoscitiva.

El segundo momento de la modalización del relato en los estudios semióticos fue, incluso hasta por coherencia teórica, el de la modalización del ser, del que deriva la existencia modal del sujeto de estado.

Como sabemos hoy (véase Greimas y Fontanille, 1993 [1991]), las modalidades resultan, en el nivel narrativo, de la conversión de la categoría tensivo-fórica fundamental, o sea, de la tensión y de la foria, en rasgos modales (y en valores modales) que modifican la relación entre el sujeto y el objeto de valor en el enunciado. Por eso, se debe repensar la relación del sujeto con su hacer, pero también la del sujeto con los objetos y los valores como una relación modalizada o “modificada”. La lógica de la conversión de los niveles impone el examen de la modalización del ser y de la existencia modal del sujeto y no sólo de su competencia modal. Así, en los años ochenta y, principalmente con el artículo “Sobre la modalización del ser”, en Sobre el sentido II, la construcción de una sintaxis narrativa modal se llevó más lejos.

En la modalización tanto del hacer como del ser, cada término modal se trata como una estructura modal definida sintácticamente por la relación entre enunciados (un enunciado modal que rige otro enunciado, del ser o del hacer), y también como un valor modal, inscrito en los objetos y que circula entre sujetos. Esas modalidades se combinan conforme a sus compatibilidades e incompatibilidades y, a partir de allí, se determinan tipos diferentes de relatos y de textos.

Específicamente en la modalización del ser se diferencian dos tipos de modalización, en cuanto al lugar de incidencia en el enunciado de estado: las que recaen sobre la relación juntiva, que son modalizaciones veridictorias y epistémicas; las que determinan el objeto, o más específicamente el valor asignado a él, y repercuten en el sujeto de estado.

Las modalidades veridictorias (ver, sobre todo “El contrato de veridicción” y “El saber y el creer: un único universo cognoscitivo”, en Sobre el sentido II) se articulan como categoría modal en ser vs. parecer, y se aplican a la función-junción, determinando la validez de ésta. En otros términos, de esa modalización resultan la verdad, la falsedad, la mentira o el secreto de las relaciones juntivas que ligan sujeto y objeto. Se sustituye el problema de la verdad por el de la veridicción o del decir verdadero: un estado es considerado verdadero cuando otro sujeto, que no es el modalizado, dice que es verdadero. A partir de allí, se puede examinar más detenidamente el hacer interpretativo del sujeto, la otra cara de las relaciones intersubjetivas y de la comunicación. El hacer interpretativo se caracteriza como un hacer cognoscitivo que consiste en modalizar un enunciado por el parecer y por el ser y en establecer la correlación entre los planos de la manifestación y de la inmanencia. Los enunciados modalizados veridictoriamente son todavía sobredeterminados por la modalidad epistémica del creer, o sea, sufren el juicio epistémico. De esa forma, la verdad y la falsedad constituyen efectos de sentido del juicio epistémico, en que el creer precede al saber y pertenecen, ambos, a un único y mismo universo cognoscitivo. Distinguir la adhesión fiduciaria, que involucra el creer, de la adhesión lógica, que recurre al saber, es, para Greimas (2014 [1983]), separar tipos de racionalidad que, en el acto de interpretar, se mezclan y se confunden. Greimas muestra, todavía, que la dimensión cognoscitiva de los discursos y su estructura contractual dominan el conjunto del esquema narrativo, al contrario de lo que apuntaban los estudios anteriores de la acción, más volcados hacia las transformaciones narrativas.

En el segundo tipo de modalización del ser, la modalización por el querer, por el deber, por el saber o por el poder incide en el objeto, o más claramente en el valor en él vertido y recae en el sujeto de estado. Mientras que la modalización veridictoria asegura la existencia veridictoria de los sujetos, dichos verdaderos, falsos, mentirosos o secretos, la modalización del ser por el deber, querer, poder y saber atribuye existencia modal a los sujetos de estado, al determinar la existencia modal de los objetos. Si, por ejemplo, los objetos de valor son deseables, imposibles y prohibidos, el sujeto está modalizado y tiene su existencia modal definida por el querer ser, por el no poder ser y por el deber no ser.

La modalización del enunciado de estado fue el primer paso para el examen de las pasiones, de lo que nos ocuparemos enseguida.

1.3. Las pasiones y emociones de los textos

Los estudios semióticos de las emociones y pasiones del texto fueron la tercera gran ruptura de los estudios de la narratividad.

A partir, sobre todo, del estudio “Sobre la cólera”, en Sobre el sentido II, Greimas llevó mucho más lejos la construcción de una sintaxis narrativa modal e introdujo una semiótica de las pasiones, o sea, mostró el camino para el examen de la sensibilización pasional, de las estructuras sensoriales y de la estesia de los discursos, de sus modulaciones y aspectualizaciones, y puso a la semiótica a dialogar con los estudios de la percepción y con los de la preocupación estética y corporal.

El abordaje de las pasiones, iniciada con el examen de la cólera, situó a la semiótica en una dirección que, hasta entonces, parecía no ser la suya, pues el riesgo del “psicologismo” y de retomar estudios de caracteres y temperamentos apartó siempre a la lingüística y la semiótica de ese ángulo de los estudios del discurso. En Sobre el sentido II, Greimas muestra que la madurez y la seguridad alcanzados en la sintaxis narrativa, sobre todo con su modalización, permitieron a la semiótica abrir sendas por los meandros de las pasiones sin miedo a retroceder en su camino.

Se pueden separar dos momentos en la semiótica de las pasiones. En una primera etapa, los estudios sobre las pasiones se mostraron estrechamente vinculados a la organización narrativa y a los dispositivos modales que unen sujeto y objeto. La semiótica interpretó las pasiones, o mejor, los efectos de sentido pasionales producidos en el discurso, como emanados de la organización narrativa de las estructuras modales, esto es, de cierto arreglo de modalidades del ser. Las pasiones fueron entendidas como efectos de sentido de calificaciones modales que modifican el sujeto de estado. Su descripción se hizo, en esa etapa, casi exclusivamente, en términos de sintaxis modal. Así, si los valores son deseables e imposibles, y los sujetos quieren ser y no pueden ser, los efectos de sentido de esos dispositivos modales son los de la frustración, ya en los dominios de la pasión.

Los principales resultados fueron la descripción de varias pasiones lexicalizadas, o “de papel”, y de diversos recorridos y estados pasionales (cólera, desesperación, indiferencia, etc.). Desde el punto de vista teórico, la semiótica confirmó y reafirmó la vinculación de los efectos pasionales con la organización narrativa y con los dispositivos modales del enunciado de estado, rehabilitó al sujeto de estado en el seno de los estudios semióticos e inició el examen de los “estados del alma” y de los efectos de pasión. La sintaxis modal no se comporta de modo diferente de la sintaxis pragmática o cognoscitiva; toma la forma de programas y recorridos narrativos en que se transforman estados pasionales.

Por otro lado, los estudios de las pasiones encontraron y enfrentaron dificultades y obstáculos. En primer lugar, el examen de las pasiones semióticas mostró que éstas varían de una cultura a otra, de un lugar a otro, de una época a otra, de un texto a otro. O sea, mismos arreglos y dispositivos modales del relato pueden producir o no efectos pasionales. La conclusión sólo puede ser la de que la modalización narrativa, aunque necesaria, no es suficiente para explicar los efectos de sentido pasionales, el “perfume de la pasión”, en el decir de Greimas. La búsqueda de soluciones para ese impasse, en el segundo momento de examen semiótico de las pasiones, fue rica en consecuencias y de ellas o de algunas de ellas trataremos en la parte sobre los nuevos caminos de los estudios narrativos.

2. Nuevos caminos y otras rupturas

Comenzamos diciendo que la semiótica es un proyecto colectivo en construcción, un proyecto que se rehace constantemente, pero sin perder el rumbo, sin crear un nuevo paradigma, en relación con las etapas anteriores de su propuesta. La ruptura que crea un nuevo paradigma ocurre, pero en relación con otras perspectivas teóricas, en el caso, como se ha ido mostrando, en relación con las diferentes propuestas sobre la narratividad y, sobre todo, con los diversos estudios estructurales del relato. En el ámbito de la propia semiótica hay un constante rehacer, pero sin pérdida de dirección.

Si las reflexiones sobre el análisis narrativo se encuentran en los primeros momentos de la teoría semiótica greimasiana, fueron desarrolladas y se consolidaron poco a poco, como procuramos apuntar. En los últimos años, los cambios ocurrieron, sobre todo, en los puntos extremos del recorrido de generación de la significación, esto es, en las estructuras fundamentales y en las discursivas, o incluso fuera de él, en su más allá y en su más acá. Es importante, sin embargo, señalar que hubo cambios también en el nivel narrativo. Los estudios de la narratividad tan bien acabados, tanto en el sentido de belleza y armonía teórica cuanto de eficacia descriptiva y explicativa, continúan siguiendo su rumbo, en constante ebullición. No están concluidos y completos, sino en continua y discontinua elaboración. Vamos a apuntar dos de esas nuevas construcciones: la primera es con respecto a los estudios semióticos de las pasiones discursivas, que acabamos de mencionar, desarrollados por Greimas y Fontanille (1993 [1991]) y que hicieron avanzar y resolvieron, al menos en buena parte, las dificultades encontradas en los tratamientos iniciales que la semiótica dio a las pasiones; la segunda trata de los regímenes de interacción y sentido de Landowski (2004, 2005a, 2005b), que reformuló la sintaxis narrativa en su núcleo, al proponer no sólo la relación de junción entre sujeto y objeto en el enunciado, sino también la de unión.

2.1. Las precondiciones de la significación

Para tratar de las dificultades relativas a los estudios de las pasiones, Greimas y Fontanille (1993 [1991]) procuran dar los pasos necesarios para el pasaje de la modalización narrativa a los efectos de sentido pasionales que de ella resultan. Para ello examinan la sensibilización pasional del discurso, producto de la mediatización del cuerpo, y proponen un más acá del recorrido generativo de la significación, o sea, sus precondiciones. Esas precondiciones son simulacros explicativos de la cuestión de la sensibilización discursiva.

La reconstitución imaginaria del más acá del recorrido, nivel anterior a la discretización y a la categorización de los sentidos, se sirve de dos conceptos de base: el de tensividad y el de foria. Con las precondiciones, definidas como una especie de término complejo tensivo-fórico, se procuró aproximar la tensividad del sujeto que percibe (proyección del mundo natural sobre el sujeto, relación entre lo exteroceptivo y lo interoceptivo) y la foria del sujeto que siente (en la dimensión propioceptiva). Las precondiciones tensivo-fóricas se caracterizan, así, como un continuo potencial e inestable, en el que “casi sujetos” están indisolublemente ligados a una “sombra de valor”, a un presentimiento del valor. La inestabilidad de ese nivel se debe entender como una tensión continua entre la unidad y la escisión, como una oscilación entre la atracción y la repulsión. Sólo con la escisión, resultante de un desequilibrio o de una orientación en la inestabilidad —la que se denominó devenir— surgirá la significación. El devenir es la precondición de la sintaxis narrativa.

En las etapas del recorrido generativo de la significación, el continuo tensivo-fórico está ya discretizado, categorizado, descontinuado. La modalización resulta de esa discretización. Tanto la dimensión pasional como la dimensión estética de los discursos apuntaron, sin embargo, hacia una especie de recuperación directa, en esas mismas etapas del recorrido, de la tensividad fórica indiferenciada, como si hubiera una suerte de añoranza o de nostalgia de lo continuo, de la fusión anterior a la escisión.

Para explicar en las instancias narrativas y discursivas esa “recuperación nostálgica”, se diferencian dos procedimientos, a través de los cuales la tensividad fórica participa de la construcción de la significación: la conversión de los niveles, que sigue los niveles del recorrido generativo y del que resulta la modalización narrativa; la convocación enunciativa, que retoma directamente, sin pasar por las varias etapas de la generación, esa especie de continuo, esa ondulación inestable tensivo-fórica. La aspectualización discursiva es un ejemplo de convocación.

La estesia o experiencia estética sería, de esa forma, la entrevisión del continuo, de la fusión “perdida”. Las pasiones, a su vez, caracterizadas por la modalización narrativa, serían sobredeterminadas por la ondulación o “modulación” tensivo-fórica, que produce la sensibilización discursiva, de la que se hablaba. En otras palabras, se recupera, con lo estético y con lo pasional, el percibir, del que resultan las modalidades, y el sentir, que modula y sensibiliza la narrativa y el discurso.

La cuestión que, según nuestro modo de ver, está en juego es la de la aspectualización que, por convocación de la categoría tensivo-fórica, sobredetermina, en el nivel discursivo, el tiempo, el espacio y los actores. Creemos que es posible pensar la aspectualización no solamente en el nivel discursivo, sino también como la recuperación directa o por convocación de la categoría tensivo-fórica en el nivel narrativo. En ese caso, la aspectualización sería concebida como una modulación que sobredeterminaría la modalización narrativa y organizaría la narrativa como una oscilación o una inestabilidad continua entre tensiones y relajamientos estéticos y pasionales. La narratividad pasaría entonces a tener tres definiciones complementarias: la de sucesión de estados y transformaciones de estados; la de sucesión de establecimientos y rupturas de contratos; la de búsqueda de sentido, en la discontinuidad extensa de lo inteligible y en la continuidad intensa de lo sensible.

Mencionemos, como un rápido ejemplo, uno de los productos de esos estudios de las pasiones que toman en cuenta las precondiciones de la significación bajo la forma de aspectualización o modulación narrativa. Es el caso de los modos de existencia del sujeto de la acción narrativa, de lo cual ya se habló en el apartado anterior. Hoy, con la modulación narrativa, se piensa en cuatro modos de existencia, y no en tres: virtual, actual, real o realizado y potencial. El modo potencial no parecía ser, en los primeros estudios de la modalización del hacer, una condición previa necesaria para el hacer. Con los estudios de las pasiones, Greimas y Fontanille (1993 [1991]) mostraron la necesidad del modo potencial como una especie de puerta abierta, en el recorrido narrativo, para lo imaginario y lo pasional. El modo de existencia potencial es, así, la disposición pasional para la acción, que tiene su lugar entre la competencia y la performance. El sujeto virtualizado y actualizado, competente, por tanto, en el sentido semiótico tradicional de competencia, se vuelve susceptible de ser sensibilizado para la realización de la acción. El recorrido de los modos de existencia es, de esa forma: virtualización del sujeto (por el querer y/o deber hacer); actualización del sujeto (por el saber y poder hacer); potencialización del sujeto (por la sensibilización del sujeto para el hacer); realización del sujeto (por el hacer). Con la potencialización se recupera, en el relato, un sujeto que siente y que podríamos llamar aspectualizado, diferente, por tanto, de los sujetos virtuales y actualizados, que son sujetos definidos por la modalización.

2.2. La junción y la unión

Los estudios de Landowski, en el ámbito de lo que él denomina sociosemiótica, trajeron nuevas cuestiones y caminos para el examen semiótico de la organización narrativa, que han sido explorados en trabajos diversos (Barros, 2013a; 2013b; Bueno, Fernandez y Silva, 2010). En este artículo se examinan, de forma muy resumida, algunas de sus propuestas (Landowski, 2002; 2004; 2005a; 2005b), con la intención de mostrar la pertinencia y el alcance de las contribuciones para los estudios semióticos de la narratividad.

Landowski presenta su sociosemiótica como una de las formas actuales de la semiótica general, cuya especificidad sería “la idea de una relación necesaria, constitutiva, que une sentido e interacción” (Landowski, 2014: 11). Afirma, además, que la sociosemiótica se inscribe “en la prolongación de la semiótica estándar”, aunque resulte “de una crítica metódica” de ese modelo (Landowski, 2014: 12-13). La principal revisión e incremento fue postular, al lado de la lógica de la junción, que caracteriza la semiótica narrativa de Greimas, otros tipos de interacción que no dependen de la transferencia de objetos y que tienen relación con la lógica de la unión, “fundada sobre la copresencia sensible de los actantes” (p. 13).

Eric Landowski revisa, por tanto, en trabajos diversos (2002; 2004; 2005a; 2905b), el punto central de la semiótica narrativa, especificando mejor la formación del enunciado narrativo. Si el enunciado fue, en principio, concebido como la relación-función entre los actantes sujeto y objeto, entendida como hacer transformador y como junción, en la propuesta de Landowski aparece un tercer tipo de relación, la de unión, concebida como una dinámica interaccional.

Los sujetos adquieren, en esa propuesta, dos competencias diferentes: la competencia modal, que está relacionada con la lógica de la junción, y la competencia estésica, que remite a la lógica de la unión y que se constituye al mismo tiempo en que es ejercida, independientemente de cualesquiera intencionalidades o de cualquier dirección. El contagio, por ejemplo, en la risa o en el bostezo contagiante, depende de la lógica de la unión, del sentir el sentir del otro, de la relación entre sensibilidades.

Es necesario señalar que esa lógica de la unión, sin el nombre y el desarrollo dados por Landowski, ya está tratada en el libro de Greimas De la imperfección (2002 [1996]), cuando reflexiona sobre las nociones de accidente estético y de estesia.

A partir de la lógica de la junción y de la lógica de la unión, Landowski propone, por tanto, dos tipos de procesos de significancia, el de la lectura o del desciframiento de la significación y el de la captura o de la aprehensión del sentido que “emana de las cualidades sensibles —plásticas, rítmicas, estésicas— inmanentes a los objetos” (Landowski, 2014: 13). De allí se derivan, narrativamente, diferentes regímenes de interacción.

El autor presenta cuatro regímenes de interacción: la programación y la manipulación, que remiten a la lógica de la junción, el ajuste y el asentimiento o accidente, que están relacionados con la lógica de la unión. La programación se caracteriza por la regularidad que, acentuada, lleva a la repetición pura y a la pérdida de sentido. Es el régimen del hacer ser, de los papeles temáticos programados y repetitivos. La manipulación se define por la intencionalidad y por el hacer creer, bastante bien desarrollados en los estudios semióticos de la narratividad. El régimen del ajuste está fundamentado en el principio de sensibilidad y se explica por el hacer sentir, en las interacciones emocionales y estésicas. Lo aleatorio o el azar caracterizan el régimen del accidente o del asentimiento.

La interacción, propiamente dicha, ocurre en los regímenes de manipulación y de ajuste, en que se relacionan, respectivamente, intencionalidades y sensibilidades. En los regímenes de la programación y del accidente, se tiene, en lugar de la interacción propiamente dicha, la coincidencia, predeterminada por los papeles temáticos de los actores, en el primer caso, u operada por la aleatoriedad o el azar, en el segundo (Landowski, 2014: 17).

Según Landowski, los sujetos involucrados en las interacciones corren riesgos, que son diferentes conforme varían los regímenes. De allí que la construcción del sentido y de la interacción ocurra, sobre todo, en los regímenes de manipulación y de ajuste, que presentan riesgos socialmente tolerables. En otras palabras, los seres humanos están condenados a construir el sentido en el intervalo y en el espacio entre la repetición pura y sin sentido de la programación exacerbada, y la falta de sentido del caos o de la ruptura del accidente. Los regímenes de manipulación y de ajuste son aquellos que, sin duda, “humanizan” a los sujetos involucrados en la interacción, pero lo hacen de formas diferentes. El hacer creer y el hacer sentir diferencian la manipulación del ajuste (Landowski, 2005: 42), por la manera como un sujeto interactúa con el otro: en el ajuste no se trata ya del hacer persuasivo de la manipulación, sino del contacto sensorial y emocional, o sea, de una interacción entre iguales que se ajustan uno al otro, que sienten uno y otro, gracias a la competencia estésica.

Buena parte de las cuestiones que hemos examinado ya fueron tratadas en otras perspectivas teóricas, o incluso en la de la semiótica narrativa y discursiva, pero de forma fragmentada. La propuesta de Eric Landowski de las lógicas de junción y de unión y, a partir de ellas, de regímenes de interacción diferentes, retoma, revisa y da continuidad a los estudios parciales sobre esas cuestiones, en un marco teórico general y coherente, en el ámbito de los estudios semióticos.

Consideraciones finales

Para concluir, se necesita hacer dos observaciones. La primera es que pretendíamos incluir en los nuevos caminos de los estudios semióticos de la narratividad las contribuciones de la semiótica tensiva (Fontanille; Zilberberg, 2001 [1988]; 2004; 2006a; 2006b; 2007), pues muchos de los desarrollos actuales de la semiótica ocurren, hoy, en su ámbito, pero no había más espacio para eso. La semiótica tensiva trajo grandes cambios en la teoría semiótica y, aunque el nivel narrativo haya sido el menos modificado, también sufrió alteraciones.

La segunda consideración es que, coherentemente con los conceptos de fidelidad y de cambio, que definen la semiótica y sus estudios de la narratividad, no podemos concluir con “y fueron felices para siempre”. Tal vez podamos decir que la búsqueda de valores, de sentido y de “felicidad” continúa. El camino actualmente emprendido parece ser el del estrechamiento de la relación entre lo sensible y lo inteligible, entre lo racional y lo pasional, en todas las nuevas direcciones asumidas, con los estudios de las precondiciones de la significación, de los regímenes de interacción y de sentido, de la tensividad y de la foria. Es importante, sin embargo, decir sobre los estudios semióticos de la narratividad que “fueron felices”.

Agradecimientos

Agradecemos a Dominique Bertolotti la traducción del resumen al francés.

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*Traducción de Marilene Marques de Oliveira y revisión de César González Ochoa.

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