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Boletín médico del Hospital Infantil de México

Print version ISSN 1665-1146

Bol. Med. Hosp. Infant. Mex. vol.67 n.3 México May./Jun. 2010

 

Presentación

 

Bioética: pilar fundamental de la práctica médica pediátrica

 

Bioethics: a mainstay of pediatric medical practice

 

Juan Garduño Espinosa,1 Myriam M. Altamirano Bustamante2

 

1 Subdirector de Investigación, Hospital Infantil de México Federico Gómez

2 Unidad de Investigación en Economía de la Salud, Centro Médico Nacional Siglo XXI, IMSS, México, D.F., México

 

Autor de correspondencia:
Dr. Juan Garduño Espinosa

Correo electrónico: jgarduno@himfg.edu.mx

 

Fecha de recepción: 1 1-05-10.
Fecha de aceptación: 1 1-05-10.

 

En la actualidad, la medicina se encuentra ante una encrucijada. En el último siglo, la evolución social y científica plantea un desafío de gran alcance; la demanda social para una mayor autonomía, el viraje de la práctica hacia las organizaciones, la introducción de los conceptos económico y de calidad, con el consecuente requerimiento de rendición de cuentas, así como el explosivo crecimiento de la tecnología plantean un escenario excesivamente tecnificado y administrativo de la profesión, mientras se produce un distanciamiento de los elementos éticos y humanísticos que solían caracterizarla.

El avance acelerado de la tecnología biomédica en pediatría no es la excepción, por lo que un reto fundamental para la práctica clínica pediátrica es el de mantener, rescatar o redescubrir los valores esenciales de la medicina en función de su fin último, que es el de cuidar y servir al niño y al adolescente.

A pesar de los avances tecnológicos, la naturaleza de la medicina está conformada por un encuentro entre dos personas; un encuentro en el que la solicitud de ayuda y la actitud de servir desinteresadamente fundamentan el intercambio. Esto impone la imperiosa necesidad de adherirse a un conjunto de valores, a una moralidad, a una ética. El respeto irrestricto a la vida y a la dignidad, la comprensión, la empatia y la solidaridad, constituyen sólo algunos de estos valores mantenidos a lo largo de los siglos y que, ante la vorágine y las inercias de la dinámica social, suenan como pasados de moda en un contexto en el que el cinismo y el más crudo escepticismo amoral conforman con frecuencia la atmósfera en la que se desenvuelve la profesión.

El paciente más sensible a la percepción de las virtudes del médico es el niño, quien espera no sólo ser curado, sino ser tratado con amor y respeto. En la población infantil tenemos todas las potencialidades de la naturaleza humana y, por ende, la responsabilidad del personal de salud en contacto con los niños es inmensa, ya que hay que buscar asegurarse de que estos pacientes, vulnerables por definición, alcancen la plenitud de la vida con la mayor calidad posible.

Ante los retos que nos impone la acelerada evolución social, debemos mantener un espíritu de cambio en un marco reflexivo y sin perder los elementos fundamentales en los que surgió esta profesión; por ello, aún los contenidos tradicionales de la bioética principalista: el respeto a la autonomía, la beneficencia y la justicia tendrán que actualizarse, dado que, en algunos casos, no responden a los nuevos dilemas éticos que se plantean en la medicina del siglo XXI.

Ante este panorama, la exploración de nuevas vías de pensamiento ético, como los derivados de la ética de la virtud o ética personalista, cobran relevancia. La reflexión, seguida de la discusión y el debate, en torno a aspectos como el principio del bien común, la regla del rescate, la solidaridad, la subsidiaridad y los elementos constitutivos del valor de la persona humana, son aspectos que cobrarán cada vez mayor importancia.

La medicina fundamenta su quehacer en las decisiones deontológicas, basadas en la legitimidad y validez del acto en sí mismo. Esta tradición se sustenta en la capacidad de aplicar un método racional, independiente de las circunstancias y en relación a una persona específica; invoca al bien intrínseco, implica crecer en la virtud, desarrollar al máximo el potencial como persona, cumplir con la misión y la vocación a la que fuimos llamados y, por lo tanto, conlleva la realización como persona.

Uno de los graves peligros de la medicina moderna se deriva de movernos de una postura deontológica a una posición utilitarista extrema, que centra el bien del paciente, entendido en forma general, sin un rostro y sin identidad propia. Otro peligro evidente es el pragmatismo clínico, en que los diagnósticos y las decisiones se dan por consenso y en el que se reflejan elementos de un instrumentalismo que, llevado a los extremos, demerita y provee de superficialidad a los elementos sustanciales de la vida.

Definir a una persona ha sido un desafío en los últimos tres milenios. Escapar del concepto Cartesiano del organismo como máquina es una tarea para nuestros tiempos. Las filosofías de la libertad pueden darnos una base para la búsqueda de la naturaleza humana; es por ello que la grandeza de la libertad humana es preferir aquello que tiene sentido. Lo fáctico pertenece al mundo de la necesidad, mientras que el valor aflora en el reino de la libertad. El valor no puede ser descrito desde afuera, exige la presencia y la participación de las personas, exige la primacía de su desear y de su sentir, su capacidad de cumplir o de traicionar, de admirar o de negar. La libertad es condición sine qua non del valor.

El contenido del presente número del Boletín Médico del Hospital Infantil de México pretende contribuir a esta búsqueda del mejor balance entre biología y filosofía, para el mejor entendimiento de la persona. Este número nos brinda una serie de herramientas metodológicas para el análisis y discernimiento ético de los dilemas de la práctica clínica en pediatría. La discusión y perspectiva de una medicina transfuncional personalizada aparecen como una realidad que se pone de manifiesto y se percibe en diferentes ramas del conocimiento, como la búsqueda de una medicina personalizada basada en el conocimiento genético individualizado.

Un aspecto emergente y fundamental en la práctica pediátrica es la discusión sobre el nivel de autonomía de los niños y adolescentes. Derivado del enfoque que se acepte, el consentimiento informado y el asentimiento serán fundamentales para el trato que se le dé como persona al paciente. Por otra parte, los derechos del niño se revitalizan, sobre todo en una sociedad en la que se observan excesos, desinterés y abuso para con ellos. Su orientación es hacia la búsqueda de la protección del bien mayor desde una perspectiva médica, que es la protección de su salud desde la etapa neonatal hasta la juventud.

Las virtudes éticas y epistémicas que deben privilegiarse en la medicina del siglo XXI son: el servicio desinteresado a los pacientes, la búsqueda apasionada del conocimiento, la humildad intelectual y una sabiduría práctica que nos permita tomar las mejores decisiones. Todo esto, en la práctica pediátrica, con un solo objetivo: contribuir a que los niños alcancen su máximo potencial como personas.

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