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Espiral (Guadalajara)

Print version ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.14 n.40 Guadalajara Sep./Dec. 2007

 

Sociedad

 

La banca extranjera en América Latina: resultado de su desempeño

 

Mónica Ballescá Ramírez*

 

* Profesora del Departamento de Estudios Internacionales, Universidad de Guadalajara. México. mballesca@hotmail.com

 

Fecha de recepción: 27 de junio de 2006
Fecha de aceptación: 01 de marzo de 2007

 

Resumen

Los sistemas financieros de todo el mundo han sufrido cambios profundos en los últimos 10 años; la desregulación y apertura iniciada en los años setenta, ampliadas y profundizadas a finales de las décadas de los ochenta y noventa impulsaron la llegada de instituciones bancarias extranjeras en América Latina, destacando los españoles Banco Santander Central Hispano (BSCH) y Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA), así como el estadounidense Citibank, los cuales han acaparado el mercado y, con ello, generado concentración de activos, pasivos, cartera crediticia y utilidades bancarias, además de escasos niveles de crecimiento de ahorro, inversión y créditos, así como condiciones de vulnerabilidad y fragilidad para los sistemas bancarios de la región. Este documento responde a dos cuestiones fundamentales: 1. ¿Cuál y cómo ha sido la presencia de la banca extranjera en la región? y 2. ¿Cuál ha sido el desempeño de los bancos extranjeros en las naciones latinoamericanas?

Palabras clave: economía, liberalización financiera, banca extranjera, Latinoamérica, fragilidad económica.

 

Introducción

Durante la década de los noventa no sólo fue evidente, en el mundo, el fin de la guerra fría, la metamorfosis de la potencia socialista soviética y el derribo del Muro de Berlín en 1989; en América Latina esta década enterró las ideas basadas en la industrialización nacionalista, el modelo de desarrollo hacia adentro, las políticas económicas de fuerte participación gubernamental y, al mismo tiempo, eliminó la ingerencia del Estado en sectores que hasta entonces eran considerados estratégicos en la mayoría de los países de la región.

Desde la década de los setenta, el modelo seguido en la región, que había provocado expansión y crecimiento en las economías, comenzó a mostrar signos de agotamiento; pero fue en los años ochenta cuando prácticamente se abandonó, ante la crisis de deuda externa sufrida por la mayoría de los países de la zona. Si bien la crisis fue gestada por políticas gubernamentales ineficientes y erradas que pretendían compensar el agotamiento del modelo sustitutivo de importaciones, también tuvo causas externas: la crisis petrolera y, principalmente, el alza en las tasas de interés en los Estados Unidos, el cierre de fuentes de financiamiento internacional y la falta de corresponsabilidad de los organismos e instituciones crediticias que financiaron actividades improductivas en los países latinoamericanos (Stiglitz, 2003).

Tras la crisis de deuda externa y la primera ola de crisis bancarias en la región, la mayoría de los países de América Latina iniciaron la primera etapa de reformas estructurales que marcó el inicio de la aplicación de un modelo económico de liberalización y apertura, mismo que identificó la participación del Estado en la economía como la mayor limitante del modelo prevaleciente hasta entonces; lo anterior, fundamentado principalmente en la teoría de la represión financiera.1

Las reformas de primera generación fueron aplicadas a la par que diversos programas de estabilización macroeconómica, ambos negociados por los gobiernos nacionales y organismos multinacionales durante la década perdida de los años ochenta.2 En la década siguiente, en los años noventa, los desequilibrios económicos-financieros en Latinoamérica generaron una segunda ola de sucesivas crisis financieras y bancarias,3 que originaron a su vez la revisión de las reformas estructurales y se enfocaron, principalmente, en profundizar la autonomía de los bancos centrales nacionales, establecer políticas monetarias restrictivas con elevada acumulación de reservas internacionales, superávit en las finanzas públicas, privatizaciones, cambios fiscales y laborales, así como el fomento de libres flujos de cuentas de capital. Todas estas acciones fundamentadas en la mayor competencia e internacionalización.4

De la experiencia analizada para este trabajo sobre la heterogeneidad de aplicación y tonalidades que tomó la liberalización en los países de América Latina se puede señalar que, con matices nacionales, en los años noventa este modelo se aplicó de manera dominante y prácticamente generalizada en la región.5 En el área comercial y financiera se registraron las reformas más profundas y radicales (Lora y Panizza, 2002).

Antes de la crisis de deuda a inicios de los años ochenta, sólo Colombia, Argentina, Uruguay y Chile habían dado pasos importantes en la apertura de los mercados financieros; a finales de esa década, les siguieron otros como: Costa Rica, Guatemala, Brasil y México. Sobre la liberalización financiera local, para 1995 todo Latinoamérica, con excepción de Venezuela, había dejado de controlar las tasas de interés, abandonado la planeación del crédito y dejado atrás el encaje legal (Morley, Machado y Pettinato, 1999).6

La apertura y desregulación en Latinoamérica encuadró con la liberalización financiera en países desarrollados. La expansión internacional de los bancos de países desarrollados fue la estrategia para incrementar la rentabilidad y fortalecer su posición mundial ante la acelerada competencia generada en el marco de la globalización. En esta estrategia, los países en desarrollo de América Latina se convirtieron en los mercados ideales ante sus debilitados sistemas bancarios, las esperadas tasas de crecimiento económico y la ineficiencia de algunos de los bancos locales en un contexto de reformas estructurales de la región.

Si bien el cruce de fronteras por parte de los bancos no es un fenómeno nuevo, el proceso registrado por éstos durante la década de los años noventa los posicionó como líderes o entre los más importantes de los países latinoamericanos receptores.

A diferencia de otras etapas, en los años noventa y comienzos del siglo XXI, los bancos internacionales no se limitaron a financiar empresas de su mismo país de origen; ahora capitalizan a empresas de todos los tamaños y no sólo atienden clientes corporativos, hoy operan cuentas personales, y en cartera hipotecaria, industrial y de consumo, además se instituyeron como grupos financieros con participación en sectores no bancarios (De Paula, 2002).

En las siguientes páginas se presenta parte de la investigación realizada con datos estadísticos históricos hasta al primer trimestre del 2004, con algunas cifras actualizadas disponibles en 2006. Aunque la investigación refiere en términos generales a la realidad de Latinoamérica, este artículo da cuenta detallada de los dos mayores países latinoamericanos, Brasil y México, presentando de manera intermitente, para las principales variables, a Chile. La evidencia estadística del resto de las naciones de la región se muestra de manera intermitente e incluso se hace referencia, para algunos indicadores relevantes, a la realidad estadística en países en vías de desarrollo de Asia y Europa del este. Así, el segundo apartado analiza la estrategia que siguieron los bancos extranjeros para incursionar en América Latina y muestra cuál es su presencia en diversos países de la región. El tercer apartado examina el desempeño de la banca extranjera basado en indicadores financieros y macroeconómicos seleccionados, referidos a crédito, tasas de interés, concentración de activos y pasivos, inversión y ahorro; asimismo, analiza las condiciones de vulnerabilidad y fragilidad que arrojan los indicadores revisados. Finalmente, en el cuarto apartado se formulan las conclusiones.

 

Estrategia y presencia de la banca extranjera en América Latina

En los años noventa, los flujos de inversión extranjera directa (IED) hacia América Latina y el Caribe registraron un crecimiento sin precedentes tras las reformas económicas que incluyeron programas de ventas masivas de empresas públicas.

Durante la primera mitad de la década, la IED anual promedio en la región fue de 20,205.4 millones de dólares, pero en la segunda mitad —que registró la crisis económica de México en 1994 y las subsecuentes en Asia y Rusia que impactaron fuertemente en la región—, se elevó el promedio anual de inversión extranjera directa en América Latina a 70,638.9 millones. Para el año 2000, la IED se disparó a 78,143 millones de pesos pero en los años subsecuentes registró una baja, para colocarse el promedio anual entre 2001-2005 en 58,586.2 millones de dólares. Cabe señalar que si se observa sólo el año 2005, la IED vuelve a remontar a 68,046.3 millones dejando en evidencia la volatilidad de este indicador en la región (CEPAL, 2005). México y Brasil se consolidaron como los dos principales destinos de flujos internacionales de inversión directa (cuadro 1).

Los servicios financieros jugaron un importante rol como sectores receptores de IED, al concentrar 31% de los flujos durante 2000; año de más alto registro de este indicador en la región (CEPAL, 2003).

La IED en el sistema financiero de la región fue liderada por bancos internacionales. La estrategia de entrada de los bancos extranjeros, principalmente de los tres líderes: BBVA, BSCH y Citibank, fue sobre todo por medio de la adquisición de paquetes accionarios en asociaciones estratégicas con bancos locales. BSCH y BBVA expandieron sus redes a prácticamente todo el continente, a diferencia de Citibank, cuyo negocio principal se concentra en México. La estrategia de estos tres bancos globales fue hacer del tamaño su ventaja competitiva, con amplia difusión regional y presencia en el mayor número de segmentos posibles.

Otros dos bancos globales que se posicionaron en la región en unos cuantos meses son el inglés HSBC y el canadiense Scotiabank, basados principalmente en la especialización de manejo de instrumentos y de segmentos, aunque también con una amplia dispersión en los países de la región. En tanto el holandés ABM Amro combinó una estrategia con mejor tamaño y especialización, concentrándose en la banca corporativa y en pocos mercados (CEPAL, 2003).

La estrategia de entrada a América Latina de los bancos globales dejó una importante participación en los activos de las instituciones bancarias de la región, como se muestra en el cuadro 2.

En el caso concreto de la banca española, Calderón y Casilda (1999) apuntan como factores determinantes de la expansión en Latinoamérica los siguientes aspectos: 1. La escasa "distancia" o "barrera psicológica" existente por regla general entre estos países y España; 2. La estructura y características de los mercados latinoamericanos, dimensión actual y potencial de crecimiento, así como la poca competencia de otros inversores extranjeros; 3. La frágil estructura bancaria existente en la zona; 4. La mayor estabilidad económica; 5. La liberalización creciente del sector financiero en la mayoría de estos países; y, 6. La importancia estratégica de esta área geográfica para establecer alianzas o acuerdos con otros bancos europeos y americanos.

Hacia finales de 2001, la inversión ejercida en América Latina por BSCH sumaba 16,400 millones de dólares, 76% se concentraba en Brasil,7 Argentina y México. En tanto, BBVA había reportado un monto de 9,000 millones de dólares en compra de instituciones financieras latinoamericanas (CEPAL, 2002: 135).

El estadounidense Citigroup,8 después de estar presente en el subcontinente por más de un siglo, concentrado en el mercado corporativo y privado de altos ingresos, en 2001 giró hacia la banca de consumo al adquirir el Banco Nacional de México (Banamex) por 12,500 millones de dólares (Reforma, 2001). La compra de Banamex incrementó 59% los ingresos netos de Citigroup en un año, además expandió de 9 a 23 millones el número de cuentas de clientes en la región (Reforma, 2001).

Así, para 2003 los bancos globales prácticamente tenían filiales en todos los países de América Latina, en donde incrementaron su posicionamiento (cuadro 3).

Otro aspecto que consolidó a la banca extranjera en Latinoamérica es la diversificación de sus actividades, ya que además de la actividad tradicional bancaria operan fondos de inversión y de pensiones, donde mantienen un elevado poder de mercado (véase el cuadro 4).

Los activos de los tres bancos globales líderes en América Latina: BSCH, BBVA y Citigroup en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Panamá, Perú, Uruguay y Venezuela, sumaban 183,376 millones de dólares a septiembre del 2003 (CEPAL, 2003); en tanto, el Producto Interno Bruto (PIB) de estos nueve países equivalió a 1'820,036.3 millones de dólares al cierre del 2002, así los activos bancarios de los tres bancos globales líderes representaron 10% del PIB de estos países, con lo que se evidencia su poderosa participación en la vida económica de la región.

La presencia de los bancos globales extranjeros rediseñó el sistema bancario de las principales economías en América Latina. La participación gubernamental disminuyó en todos, con excepción de Venezuela. El caso más radical fue México, donde el Estado dejó su participación en propiedad y la operación en este sector, aunque mantiene las operaciones en la banca de desarrollo de segundo piso. Brasil, por su parte, mantiene casi la mitad de sus activos en propiedad del Estado, y Chile redujo en siete puntos porcentuales la participación gubernamental para cerrar 2002 con 12% de propiedad (véase el cuadro 5).

Como se muestra, la participación accionista de los bancos privados nacionales mostró una heterogénea tendencia a la baja en la mayoría de los países. México es la excepción al mostrar un incremento; sin embargo, cabe mencionar que el país tenía la banca nacionalizada a principios de los años noventa.

Al comparar América Latina con Europa central y del este se muestra una tendencia similar de reducción de la participación gubernamental y crecimiento exponencial en la participación de las instituciones bancarias extranjeras. Así, por su parte, muestra tendencias heterogéneas en la participación gubernamental; prácticamente es generalizada la menor participación de los bancos extranjeros, con excepción de Hong Kong y Singapur, que por su condición de centros financieros internacionales presentan un contexto distinto al resto de las naciones de la región.

Pese a la tendencia general en las tres regiones, de aumento en la participación de la banca extranjera (como lo muestra el cuadro 5), en América Latina así como en Europa del centro y del este, los bancos extranjeros provenientes de Europa occidental y Estados Unidos hicieron prácticamente su hogar en las naciones en vías de desarrollo y dieron un drástico salto en su posesión accionista.

En el caso de América Latina, con datos de participación y detalles de los bancos globales extranjeros del mapa 1, se muestra que en 2003 Colombia mantenía la menor participación de bancos extranjeros entre las mayores economías latinoamericanas, seguida de Brasil y Argentina; última nación donde la crisis registrada en 2001 provocó que los bancos extranjeros redujeran su participación.9

México, Perú y Chile tienen la mayor participación de bancos extranjeros. El gobierno mexicano abrió por completo su sistema bancario y de sólo tener una participación extranjera de 1% de los activos bancarios a inicios de la década, al cierre de 2003 el 82% de los activos bancarios pertenecían a los bancos internacionales. En el año 2003, en México existían 31 bancos múltiples y comerciales y el Estado sólo operaba instituciones crediticias de desarrollo con operaciones de segundo piso, en Brasil existían 110 bancos y 39% estaba controlado por los gobiernos federal y estatal.

El sistema bancario brasileño es el mayor en América Latina, con activos totales consolidados por 391,200 millones de dólares; en México por 165,235 millones de dólares, según datos obtenidos de los bancos centrales de cada nación a diciembre 2003.

El tercero mayor es Chile con 159,400 millones de dólares; lejanos están Argentina con 65,300 millones de dólares; Colombia con 31,900 millones de dólares; Venezuela con 20,300 millones de dólares y Perú con 17,100 millones de dólares, todos a diciembre de 2003 (Small, 2004).

Aunque BBVA y BSCH así como Citigroup son los principales grupos extranjeros en América Latina, las instituciones difieren en su control accionario dentro de cada país. La participación de los 10 principales bancos del sistema permite observar que los activos de los tres principales bancos comparados con el total del sistema en México concentran 61%, en Brasil 47% y en Chile 41%; al considerar los cinco mayores, las participaciones se elevan a 81%, 62% y 57%, respectivamente, con cifras a 2003 (véase el cuadro 6).

En Brasil, los dos mayores bancos son propiedad del Estado, los tres que le siguen son de empresarios locales, y el principal banco extranjero ocupa el sexto lugar en cuanto a activos: Santander Banespa, con 19,700 millones de dólares en activos. El también español BBVA salió del país en 2002-2003 tras vender a inversionistas locales su participación en Bradesco —el tercer mayor banco.

En el caso mexicano, de los 10 principales bancos sólo dos son de propiedad privada nacional: Banorte, con 18.203 millones de dólares en activos en el cuarto lugar, e Inbursa, con 5.373 millones de dólares en la séptima posición. Inbursa, opera como el brazo financiero del consorcio Grupo Carso aunque el banco mantiene una mínima participación entre el público en general. El Estado no participa en la banca comercial como controlador accionario.

Por su parte, Chile mantiene en propiedad gubernamental la tercera institución bancaria: Banco del Estado con 17.700 millones de dólares de activos. En tanto que el 2° y 4° —Banco Chile y Banco de Crédito e Inversiones— son de propiedad privada nacional.

Por activos en la región, los bancos españoles BSCH y BBVA están en las primeras posiciones con una diferencia reducida, en la tercera posición se sitúa el estadounidense Citigroup. El cuarto lugar en la lista de bancos extranjeros lo ocupa el holandés ABN Amro Bank, y en el décimo lugar está Lloyds, del Reino Unido, que reporta el equivalente a una dieciseisava parte de los activos de BSCH. Así, considerando que los 10 mayores bancos extranjeros en la región reportaron a junio de 2003 activos por 250.537 millones de dólares, BSCH, BBVA y Citigroup concentran 73.2% del poder de los grupos financieros extranjeros, medido por la propiedad de activos totales en los sistemas bancarios de la región (Small, 2004).

 

Desempeño de la banca extranjera en América Latina10

Concentración bancaria

Derivado del proceso de consolidación de los sistemas bancarios en el mundo, éstos han experimentado la elevación en los niveles de concentración.

En América Latina el proceso de consolidación registrado entre 2000 y 2004 ha provocado la elevación en el indicador de concentración11 que inhibe la competencia, como se muestra en la gráfica 1, con excepción de Colombia y Venezuela.

El cálculo realizado por el español BBVA con datos a marzo de 2004, establece que el país con mayor concentración es Perú, seguido por México, Chile, Brasil, Venezuela, Argentina y finalmente, Colombia.

Así, existe una tendencia con relación directa entre mayor concentración y aumento en participación de la banca extranjera, aunque no es directamente proporcional, donde Venezuela se muestra como excepción.

Al comparar la participación accionista de los bancos extranjeros (véase mapa 1) con los índices de concentración mostrados (véase la gráfica 1) constatamos que Perú, México y Chile tienen mayor participación de bancos extranjeros, y son éstos los de mayor concentración. Venezuela mantiene sin cambio el nivel de concentración; en Argentina, si bien se redujo la presencia de bancos extranjeros, la concentración aumentó dada la depresión económica que registró; y Brasil tiene la cuarta posición de mayor concentración de los sistemas bancarios en la región.

Los altos índices de concentración no sólo se dan en activos, también se registran en depósitos, cartera crediticia y utilidades.

México registra alta concentración en todos los componentes del sistema bancario, la mayor se da en utilidades netas al rebasar el límite considerado por el índice Herfindahl como recomendable para una óptima competencia (véase el cuadro 7).

Las utilidades netas del sistema bancario mexicano tuvieron un índice de concentración de 2,140 puntos, en tanto que en cartera crediticia se registra el menor nivel en 1,498 puntos, con cifras a diciembre de 2003 (véase la gráfica 2).

 

Créditos

Las mejoras en cuanto a profundidad financiera y reducción en los niveles del costo del dinero que se registran en los últimos años, que corresponden al periodo de mayor presencia de las instituciones extranjeras, contrastan con un indicador clave para el desarrollo económico de las naciones: el nivel crediticio.

México mantiene la razón más reducida de cartera de crédito doméstico respecto del PIB entre los mayores países de América Latina: Chile, Brasil y Argentina. En este apartado se tomó para comparar el comportamiento de diferentes indicadores en la República Checa y Corea, sólo como ejemplo de lo que ocurre con países en desarrollo de diferentes continentes.

De hecho, luego de la modificación constitucional que posibilitó la inversión extranjera directa en el sistema bancario mexicano a partir de 1998, la proporción de créditos/PIB muestra el nivel más bajo: 30% (véase la gráfica 3).

Brasil, con altas y bajas, mantiene una proporción de 57%. Chile con una ligera caída en los últimos años, está por arriba al llegar hasta 70% y Corea, por su parte, es el mayor entre los países seleccionados.

Diferenciando la cartera crediticia doméstica para el sector privado, México y Brasil junto con Argentina, que sale de su reciente crisis, registran los niveles más bajos entre los países seleccionados.

Al cierre de 2003, la cartera crediticia doméstica destinada al sector privado apenas representaba 16% en México; 28.8% en Brasil; 10.6% en Argentina; 32.3% en la República Checa; con un lejano 64% está Chile, y Corea con 93% respecto del PIB12 (véase la gráfica 4).

Con base en la información para México y Brasil se observa que tras ocho años de política clara de apertura para la instalación de instituciones bancarias foráneas en materia crediticia, no hay una tendencia clara de crecimiento en los niveles de crédito, y mucho menos en el destinado al sector privado, el cual constituye la planta productiva de un país (véanse las gráficas 5 y 6).

Si bien Brasil muestra un crecimiento en cartera de crédito total, ésta se ha destinado al financiamiento de deuda gubernamental o de las mismas instituciones bancarias, para el sector privado nacional, la cartera crediticia prácticamente se ha mantenido sin cambio.

Es importante señalar que en los resultados presentados anteriormente, relacionados con la cartera crediticia destinada al sector privado, no se diferencian ni área ni tipo de empresa a la que va dirigida, por lo que pese al aumento del crédito total éste no se refiere en exclusiva al financiamiento productivo; incluso dentro de este renglón, podría no reflejarse en cartera crediticia para las empresas mediana y pequeña nacionales, las que dependen del financiamiento bancario toda vez que las grandes empresas, si bien no obtienen financiamiento crediticio nacional, acceden al financiamiento bursátil o préstamos externos.

 

Ahorro e inversión nacional

Otro de los fundamentos que justificaron la liberalización financiera y posteriormente la mayor presencia de bancos extranjeros en las economías latinoamericanas, fueron los crecimientos en el ahorro nacional y la inversión productiva.

En el análisis macroeconómico y conforme a información disponible comparable internacionalmente, a continuación se presenta en la línea de cuentas nacionales correspondiente a inversión como razón del PIB para cada uno de los países analizados. Se observa que México registró una reducción entre 2001 y 2003, luego de un periodo de crecimiento tras la crisis de 1994. En el caso de Brasil, el menor coeficiente de inversión se registra entre 2002 y 2003 (véase la gráfica 7).

Para los casos de México y de Brasil, la relación entre inversión y ahorro financiero, el último medido como M4-M1, observamos que a partir de la segunda mitad de la década de los noventa, el ahorro financiero muestra una tendencia de crecimiento clara; para México destacan las crestas en la curva en los años de la crisis 1994 y 1995 (véase la gráfica 8).

El crecimiento del ahorro financiero contrasta con el nivel de inversión registrado en cada una de las economías locales, el cual se mantiene prácticamente sin cambio en los últimos 13 años para ambos casos. Así, el proceso de liberalización aumentó la distancia entre el ahorro financiero respecto de la inversión (véase la gráfica 9).

Pese al alza en los indicadores de profundidad financiera, que muestran un mayor fortalecimiento del sistema bancario en la economía, ésta no ha sido correspondida con una mayor inversión, que es la variable que permite y genera el desarrollo económico de las naciones.

 

Vulnerabilidad y fragilidad

Las crisis de liberalización financiera de mediados de los años noventa, que dejaron prácticamente en quiebra técnica a los bancos en los países de América Latina, han llevado a los defensores de este modelo a analizar la agenda de apertura y los esquemas de desregulación con los que se ejerció el proceso de apertura y liberalización.

Las reformas han sido profundas pero insuficientes, concluyen Livacic y Saez (2000), quienes aseguran que la supervisión es el tema pendiente en las reformas al sistema bancario latinoamericano.

Los autores señalan que los gobiernos y organismos financieros internacionales se centraron en completar las reformas de apertura comercial, tributarias, de desregulación financiera y privatizaciones, pero que no era lo que se pretendía porque los gobiernos debían haber garantizado la disciplina en el mercado.

Las crisis financieras de la década de 1990 pusieron de manifiesto que la liberalización bancaria debe ser precedida por una reforma de la regularización y de la supervisión que dote a las entidades responsables del conocimiento, las herramientas y las facultades para desempeñar una actividad de supervisión preventiva y oportuna. Esto debe ir acompañado de una estructura adecuada y una disciplina de mercado (Livacic y Saez, 2000: 126).

Sin embargo, pese a este reconocimiento y al racimo de recomendaciones que hacen sobre la autonomía, profesionalización y voluntad política para contar con supervisiones oportunas en cada uno de los países, advierten que poco se puede hacer frente a la poderosa participación de las bancas extranjeras.

Cabe puntualizar que el proceso de extranjerización de la propiedad bancaria en América Latina está concentrado en muy pocas entidades, las que suelen tener además una alta participación de mercado en varios países de la región. Si se produjera la quiebra o inestabilidad de alguno de estos grandes bancos, que tienen presencia a nivel global, se podría producir una crisis bancaria regional o mundial a una escala sin precedentes. En la actualidad, las legislaciones nacionales y la arquitectura de la red de seguridad internacional no estarían en condiciones de abordar una situación de estas características, lo que constituye una réplica del fenómeno que ocurrió a nivel interno, cuando la desregulación no fue precedida por un reforzamiento de los mecanismos para prevenir las crisis (Livacic y Saez, 2000: 133).

Ante la presencia generalizada de los bancos extranjeros, los gobiernos latinoamericanos reducen su capacidad de gobierno para manejar la economía. Para el caso mexicano vale la pena referir sobre esta vulnerabilidad y fragilidad de acción de los gobiernos locales, el pronunciamiento del gobernador del banco central en México, Guillermo Ortiz, cuando en febrero del 2004 el español BBVA anunció que saldría de la Bolsa Mexicana de Valores tras la compra del restante 40.6% de las acciones del grupo BBVA-Bancomer, que ya controlaba.

Me preocupa por dos razones, el deslistarse reduce el tamaño de la oferta de acciones que se operan en el mercado y también se reduce el flujo de información... cuando una empresa es pública, sobre todo un banco, tiene la obligación de publicar la información de manera sistemática. Ahora que se está reduciendo el seguro de depósito, es importante que las instituciones financieras proporcionen información al público (Reforma, febrero de 2004).13

La fragilidad financiera de los gobiernos para enfrentar posibles choques externos y sus consecuencias sobre el ritmo de la actividad económica se ponen de manifiesto ante las elevadas tasas de interés reales y las presiones presupuestarias públicas ante el crecimiento de las deudas públicas, el descenso de los ingresos fiscales que acompañan a la apertura económica y las elevadas metas de superávit fiscal, lo que impide a los gobiernos realizar políticas anticíclicas y prolonga, por ende, las condiciones de recesión (Correa, 2004).

 

Conclusiones

La presencia creciente de la banca extranjera durante los años noventa en América Latina está determinada por dos razones fundamentales: 1. La transformación regional por la aplicación de los programas de reformas estructurales y recomendaciones del modelo de liberalización financiera, y 2. La estrategia corporativa de mayor competencia entre los bancos de países desarrollados para fortalecer su presencia y tamaño, así como para incrementar sus fuentes de ingresos.

Los bancos de países desarrollados se expandieron en otros países como estrategia para acrecentar su rentabilidad y fortalecer su posición ante la acelerada competencia generada en un marco de globalización financiera; los países en desarrollo, como los de América Latina, fueron los mercados ideales por sus debilitados sistemas bancarios, la ineficiencia de algunos de los bancos locales y el contexto de reformas estructurales que experimentaba la región.

Los esfuerzos de una reforma financiera para la región fueron sencillamente el cambio en la propiedad de las instituciones, ya que la mayor parte de la participación de mercado de los bancos extranjeros se obtuvo a través de adquisiciones de infraestructura y cartera preexistente, dándoles flujos inmediatos de efectivo, tamaño de activo y mercado.

Fueron seis bancos globales los que se posicionaron en unos meses en la región: Citigroup, BBVA, BSCH, y en menor medida HSBC, ABM Amro y Scotiabank; los tres primeros son los mayores en Latinoamérica.

La entrada de bancos extranjeros fue promovida por organismos internacionales y favorecida por los gobiernos locales, aunque en algunos casos, como el mexicano Banorte y los brasileños Bradesco y Unibanco, adoptaron estrategias agresivas para fortalecer su posición local adquiriendo redes de sus competidores tanto nacionales como extranjeros; algunas otras instituciones extranjeras se reposicionaron aumentando o disminuyendo su participación y otros más salieron completamente, como BBVA del sistema bancario brasileño.

El ahorro financiero se ha incrementado con la liberalización financiera y con la mayor participación extranjera en el sistema bancario; sin embargo, éste no se ha reflejado en un incremento en la inversión productiva nacional, la cual se mantiene prácticamente sin cambio, aunque en los primeros años del siglo XXI registraron una ligera baja.

Los niveles crediticios no muestran ninguna tendencia clara y sostenida de crecimiento, por el contrario, los créditos otorgados al sector privado como proporción del PIB en todos los casos observados de América Latina mostraron un moderado aumento que no logró superar de manera sostenida los niveles de la década de los ochenta, lo que mostró la fuerte volatilidad de la región en este indicador.

El sistema bancario ya con participación de bancos extranjeros no ha cambiado la estructura de cartera crediticia, donde la deuda del gobierno se mantiene como el cliente fuerte y una de las principales fuentes de ingreso para los bancos. Por lo que los bancos extranjeros, en lugar de aportar un esquema nuevo de financiamiento, imitan la práctica de los bancos locales existentes de préstamos gubernamentales. En México, a partir de 1995 creció la proporción de la cartera crediticia gubernamental. Los bancos extranjeros siguieron la estrategia de los bancos privados nacionales de financiamiento seguro para el Estado, desperdiciando la experiencia y habilidad en la operación crediticia que argumentaron los defensores de su ingreso a América Latina.

La concentración bancaria se incrementó desde 2000. La entrada de bancos extranjeros y su concentración genera condiciones de vulnerabilidad y fragilidad ante el poder que concentran estas instituciones que han logrado una presencia mundial. Tal como sucedió en Argentina, el respaldo de una matriz no es garantía para que intervenga en condiciones de crisis, por el contrario actúan como bancos locales y reclaman la ayuda gubernamental o tienen la posibilidad de salir del mercado.

Si bien este trabajo fue realizado con cifras históricas hasta el primer trimestre de 2004, con algunas revisiones estadísticas a diciembre de 2006, se puede afirmar que la mayor presencia de bancos extranjeros no garantiza una mejor asignación crediticia y, por tanto, un eficiente sistema de financiamiento para el desarrollo económico de los países latinoamericanos. La eficiencia, competitividad y el óptimo desarrollo del sistema bancario como detonante financiero del desarrollo no depende de la participación extranjera.

En un análisis prospectivo, bajo las condiciones existentes hasta esta investigación, no habría que esperar un cambio en la estructura de financiamiento bancario, ni un impacto positivo en la economía nacional en el corto o en el mediano plazos, toda vez que la región no ha podido constatar la afirmación de que las subsidiarias bancarias internacionales provocarían un mayor volumen de financiamiento productivo a costos más competitivos, y menos aún que los depositantes vean crecer sus ahorros con tasas reales atractivas.

 

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Notas

1. La teoría de la represión financiera se sustenta en los desarrollos empíricos de Ronald McKinnon y Edward Shaw, quienes en la década de los setenta argumentaron que los países con gran intervención estatal bajo el modelo de sustitución de importaciones experimentan condiciones de fragmentación o retraso, dadas las manipulaciones de los precios del ahorro, las divisas, las materias primas, el trabajo y los servicios públicos. Bajo este enfoque, la alteración de precios provoca excesos de demanda en algunos sectores, lo que constituye una estrategia inferior o autodestructiva, toda vez que genera un nivel deseado de ingreso y consumo que hace imposible eliminar los excesos de demanda generados en los mercados de trabajo y de bienes manufacturados intensivos en capital, lo que irremediablemente conduce a reprimir el desarrollo de una economía. En la esfera financiera, la racionalización gubernamental a través de la canalización forzada de los recursos crediticios hacia actividades seleccionadas por el Estado, junto al uso de parte de las reservas legales del sistema bancario como una fuente de financiamiento barato, conducen a la represión financiera y evidencia el funcionamiento inadecuado de las tasas de interés que no equilibran la oferta y la demanda de los recursos disponibles. La teoría de la represión financiera tiene como eje fundamental el no control de las tasas de interés del mercado, ya que la intervención estatal en ellas acentúa la fragmentación financiera, fomenta un dualismo tecnológico y agudiza la desigualdad en el ingreso y el empleo. La estrategia para superar la fragmentación y represión bajo este enfoque es eliminar los controles gubernamentales sobre tasas de interés, el destino del crédito y los encajes legales; además de propiciar la apertura y liberalización del sistema para aumentar la oferta de dinero, principalmente el proveniente del exterior, lo que permitiría expandir los saldos monetarios existentes y, con ello, generar condiciones de profundización monetaria, lo que permitiría que la competencia propicie tasas de interés bajas y estables con mejores rendimientos reales y fomente las tasas de ahorro, inversión y crecimiento.

2. Para abundar sobre la cronología de las reformas estructurales en América Latina, véase Morley, Machado y Pettinato (1999), Lora (2001) y Lora y Panizza (2002).

3. La crisis mexicana iniciada en diciembre de 1994 fue calificada como la primera crisis financiera del siglo XXI originada en una economía emergente con efectos en el mundo de los mercados financieros globales (Camdesus, 1997: 238).

4. Para abundar sobre las características de las reformas estructurales del sistema financiero, así como en la reedición y adaptación del Modelo de la Teoría de la Represión Financiera véase Hermann, (2002) y Morley, Machado y Pettinato, (1999).

5. Chile fue el país pionero en la adopción de un modelo liberalizador, en los años setenta. Las medidas aplicadas experimentaron un retroceso durante la década siguiente —los años ochenta— tras la crisis bancaria, véase Lora (2001) así como Lora y Panizza (2002).

6. Morley, Machado y Pettinato elaboraron en 1999 un estudio sobre las reformas aplicadas en Latinoamérica con base en los índices de Lora. Este análisis, a diferencia del de Lora, considera la liberalización de cuentas de capital como una categoría independiente en las reformas y deja de lado el ámbito laboral analizado por Lora; así, agrupa las reformas en los siguientes temas: comercio, fiscal, sector financiero local, liberalización de cuentas de capital y privatizaciones.

7. En Brasil, BSCH es la institución extranjera líder, toda vez que BBVA salió del mercado al vender entre 2002 y 2003 su participación en Bradesco a accionistas nacionales.

8. En una estrategia global, Citigroup se ha reestructurado haciendo especial énfasis en el área de consumo en sus oficinas en los países en vías de desarrollo (CEPAL, 2002:136).

9. Pese a que este trabajo analiza las tendencias generales de la región latinoamericana, no son menester los contextos nacionales de cada país.

10. En este apartado se refieren algunos resultados preliminares sobre el impacto que ha tenido la presencia mayoritaria de bancos extranjeros en América Latina, para ello se seleccionan algunos países en particular para cada indicador.

11. El nivel de concentración comúnmente se mide a través del cálculo simple de participación de cada institución respecto de los activos totales del sistema, sin embargo, se ha extendido el uso del índice Herfindahl para una medición más completa. El índice Herfindahl-Hirschman (HHI) es una medida estadística de concentración que ha sido adoptada por el Departamento de Justicia y por la Reserva Federal de Estados Unidos en el análisis de los efectos de las fusiones sobre la competencia. Las pautas que usan estos organismos en una primera etapa en el análisis del efecto de las fusiones sobre la competencia, especifican que si de una fusión bancaria resultara: 1. Un HHI posterior a la fusión (HHIpf) de menos de 1,800, o 2. Un aumento en el HHIpf de menos de 200, implicaría que la estructura del mercado no alcanza un nivel de concentración tal que permita a las entidades integrantes ejercer un poder de mercado monopólico.

El HHI es sólo uno de los elementos considerados por la Reserva Federal en el análisis de los efectos de las fusiones sobre la competencia. Por otro lado, si el HHIpf excede las pautas mencionadas se prosigue con un análisis de competencia más detallado para confirmar la conclusión que sugiere el HHIpf. El HHI se basa en las participaciones de mercado de las empresas existentes en un mercado y se calcula de la siguiente forma: HHI = Suma (PMi)Λ2; donde la sumatoria se extiende de 1 a N; N es el número de entidades y PMi es la participación de mercado de la entidad i expresada en porcentaje.

De la fórmula del HHI se desprende que, como resultado de elevar al cuadrado las participaciones de mercado, este indicador da mayor ponderación a las empresas con participación más grandes. Por consiguiente: 1. Dado un número fijo de empresas, el HHI será mayor cuanto más desigual sea la distribución de mercado entre ellas, y 2. Dada una distribución igualitaria del mercado, el HHI será mayor cuantas menos empresas existan.

El HHI alcanza un valor máximo de 10,000 cuando existe un monopolio (la entidad tiene 100% del mercado). En el otro extremo, el HHI toma un valor muy pequeño, acercándose a cero, en un mercado muy competitivo en el que hay muchas entidades, todas ellas con participaciones muy pequeñas. Sin embargo, en el tope de 1,800 se observa una concentración que afecta los niveles de competencia.

12. El sistema de información financiera del FMI divide la cartera crediticia doméstica total en sector privado, asimismo separa en líneas de préstamos al gobierno, a otras instituciones bancarias y a las no bancarias. Sin embargo, no considera la división de cartera vigente y cartera vencida. Además, tampoco subdivide el renglón de préstamos al sector privado por áreas.

13. En febrero de 2004, BBVA —que controla desde 1999 al banco con mayores activos y depósitos en México: Bancomer— adquirió el total de las acciones del banco mexicano y anunció que una vez concluida la operación "despistaría" las acciones. Esta medida, sin duda, se debe a que el grupo español no requiere de nuevos recursos financieros en el corto plazo, además evita costos administrativos y limita la difusión de información estratégica.

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