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Espiral (Guadalajara)

Print version ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.11 n.32 Guadalajara Jan./Apr. 2005

 

Sociedad

 

Cultura, identidad política y multiculturalidad en Todos Santos, BCS1

 

Rossana Almada*

 

* Profesora e investigadora del AICSYH de la Universidad Autónoma de Baja California Sur. ralmada@uabcs.mx

 

Fecha de recepción: 26 de enero de 2004.
Fecha de aceptación: 13 de febrero de 2004.

 

Resumen

Este ensayo tiene como objetivo hablar del desbordamiento institucional de la política y su desplazamiento hacia la sociedad civil. Desde luego, no es la intención negar la importancia de instituciones políticas tales como los partidos, sino señalar cómo la morfología de la complejidad social desdibuja las fronteras de la representación y traslada las demandas a las calles, a las cantinas, a las casas de los interesados. El trabajo forma parte de una investigación mayor a la que he llamado Juntos, pero no revueltos. Multiculturalidad e identidad local en Todos Santos, BCS, es por eso que presento como ejemplo de este fenómeno el caso del conflicto latente en Todos Santos, Baja California Sur (BCS) tanto por el uso de los espacios como por las formas que tendrá que adquirir la identidad local que construyen, a partir de sus convergencias y negociaciones, los tres grupos en lucha por la hegemonía social todosanteña: extranjeros, principalmente estadounidenses y canadienses, mexicanos no sudcalifornianos y todosanteños.

Palabras clave: Cultura política, identidad política, multiculturalidad, poder y negociación.

 

Presentación

El mundo actual enfrenta diferencias y desigualdades que van mucho más allá de la lucha de clases; las posturas políticas y las ideologías de hoy en día trascienden el monto de los ingresos y el tipo de consumo, para arraigarse en problemas étnicos, de género, religiosos, raciales y territoriales. Vivimos nuestras sociedades y nuestros territorios a partir de una identidad ampliada, expandida, que se encuentra cotidianamente con otras identidades y formas de ver el mundo que la obligan a mantenerse en construcción constante y acelerada. Las propuestas políticas que surgen de los partidos resultan insuficientes para organizar esta diversidad; es por ello que los diferentes grupos que forman parte de esta complejidad social tienen que actuar políticamente en dos planos: a través del establecimiento de relaciones con instituciones políticas e instancias de poder, por un lado, y por otro, en eterna negociación con el resto de los grupos con los que comparte el territorio; ambas luchas tienen un mismo objetivo: el reconocimiento y la aceptación de quiénes somos y cómo somos frente a los "otros" que no son como nosotros, pero que forman parte del mismo juego. En la medida que esos otros y nosotros logramos asemejarnos más, aparecen extraños nuevos, nuevas luchas e innovadoras formas de hacer política.

Este ensayo tiene como objetivo hablar del desbordamiento institucional de la política y su desplazamiento hacia la sociedad civil. Desde luego, no es la intención negar la importancia de instituciones políticas tales como los partidos, sino señalar cómo la morfología de la complejidad social desdibuja las fronteras de la representación y traslada las demandas a las calles, a las cantinas, a las casas de los interesados.

El presente artículo forma parte de una investigación mayor a la que he llamado Juntos, pero no revueltos. Multiculturalidad e identidad local en Todos Santos, BCS,1 es por eso que presento como ejemplo de este fenómeno el caso del conflicto latente en Todos Santos: tanto por el uso de los espacios como por las formas que tendrá que adquirir la identidad local que construyen, a partir de sus convergencias y negociaciones, los tres grupos en lucha por la hegemonía social todosanteña: extranjeros, principalmente estadounidenses y canadienses, mexicanos no sudcalifornianos y todosanteños.

Todos Santos es un pueblo bañado por las aguas del Océano Pacífico, ubicado a 89 kilómetros al sur de la ciudad de La Paz, aproximadamente a la mitad de uno de los dos caminos que unen la capital del estado con la zona de Los Cabos; se trata de un oasis cuyo microclima nunca llega a las altas temperaturas de los veranos cabeños y paceños. Este pueblo se ha convertido en el hogar de un tipo específico de migrante internacional; en su mayoría son personas de edad madura que no buscan diversión, ruido, drogas y alcohol todos los días, ni tampoco quieren viajar mucho (en caso de una emergencia médica);2 por tanto, Todos Santos les representa una posibilidad ideal para instalarse a hacer vida cotidiana, a trabajar, a pensar, a encontrar en el paisaje una fuente de inspiración para la creación artística;3 lograrlo ha requerido la construcción de un sentido de pertenencia al pueblo por parte de los migrantes que, al mismo tiempo, se apropian subjetivamente de los símbolos y de algunas manifestaciones culturales de la localidad a través de una lucha constante con la población todosanteña y con los migrantes nacionales que han llegado con el objetivo de ofrecer servicios y mercancías a los extranjeros asentados en Todos Santos y al constante flujo de turistas que visita el pueblo.

Pese a que en este caso el ejemplo se ubica en Todos Santos, considero que el modelo de análisis que sugiero puede servir para estudiar cualquier sociedad en la que grupos diversos se vean en la necesidad de tomar decisiones que les afecten a todos; en tales casos, podrá observarse cómo la pérdida de credibilidad en los partidos y en las instancias de representación ha llevado a los grupos sociales a dirimir sus demandas desde sus casas, sus negocios, sus lugares de reunión, para después gestionarlas con las autoridades correspondientes. Desde luego, esto no es posible siempre, hay eventos, situaciones que requieren de la intervención gubernamental directa para resolverse o del arbitrio de los partidos, pero, en la medida de lo posible, algunos grupos sociales se van haciendo cargo cada vez más de la gestión de sus propias necesidades.

Para exponer las formas en que la política ha desbordado los espacios institucionales en Todos Santos, primero presentaré brevemente los conceptos de cultura política e identidad política, con el fin de subrayar sus encuentros y diferencias; en segunda instancia, hablaré de los dos planos de la actividad política, es decir, de las relaciones de la sociedad con las instituciones y organismos de poder y de representación y las que se establecen entre los diversos grupos que la forman; en tercer lugar, retomo el concepto de multiculturalidad introduciéndome un poco en el caso de Todos Santos; en el cuarto apartado pongo a prueba la presentación teórica previa con el ejemplo empírico del mencionado pueblo, primero a través de las relaciones de la sociedad local con las instituciones políticas —particularmente con el PRI y el PRD— y después, haciendo referencia al conflicto que viven los diferentes grupos por el uso de los espacios físicos y sociales; para lograrlo, describo el conflicto por el Festival del Arte, una actividad anual que ha encendido y entibiado los ánimos de los diferentes grupos durante los últimos cinco años. Finalmente, en las consideraciones finales puntualizo cómo la política ha desbordado el ámbito institucional en Todos Santos a partir de las transformaciones de la morfología social basadas en el encuentro de grupos con identidades políticas diferentes.

 

Cultura e identidad política

Entiendo por cultura política el conjunto de orientaciones y referentes que ordenan y dan significado a la acción política tanto de los ciudadanos como de aquellos que participan o pretenden participar en la toma de decisiones al interior de una sociedad determinada. La cultura política es el resultado de un proceso histórico a través del cual los miembros de una colectividad, o quienes pretenden ser reconocidos como parte de ella, van procesando sus experiencias con el sistema político (Peschard, 1996: 7). En coincidencia con Benjamín Arditi (1995), considero que tanto la cultura política como la identidad política se construyen a partir de dos tipos de relación: la que se establece desde y con las instituciones políticas y gubernamentales, y la que se da entre los diferentes grupos que conviven en una sociedad.

La cultura política está basada en el contexto en el que hemos nacido y en el que nos desarrollamos como ciudadanos o residentes4 a partir del lugar que ocupamos en la jerarquía social y, por ende, en relación con las instancias de poder; es la que da sustento a la construcción de la identidad política que, a su vez, nos permite distinguirnos de los "otros"; una vez lograda dicha distinción, entablamos relaciones del tipo "ellos" versus "nosotros" y, consecuentemente, el conflicto y la posibilidad de negociación según sea el caso. La complejidad de las sociedades actuales requiere de la manifestación externa de nuestra postura en estos ámbitos, pues los conflictos que se establecen entre los diferentes grupos que comparten los espacios físicos y sociales en un lugar determinado pueden requerir soluciones en ambos planos: por un lado, hay conflictos y necesidades sociales que atañen a los distintos grupos de una sociedad; en tal caso, los involucrados requieren llegar a acuerdos para presentar una propuesta común a las autoridades correspondientes; por otro lado, existen problemas intergrupales susceptibles de resolverse a través del diálogo, los grupos pueden llegar a acuerdos e incluso a tomar decisiones sin intermediarios que funjan como árbitros en la solución del conflicto; los colectivos involucrados tienen capacidad de trascender dichas instancias y ponerse de acuerdo por sí mismos; una vez resuelto el conflicto, realizan los trámites necesarios ante las autoridades y dejan la representación oficial al margen de las soluciones. Es por esto que se considera pertinente distinguir entre cultura política e identidad política, pues dicha diferenciación permite analizar los diversos planos de la actividad política en una sociedad determinada. Para efectos de su análisis, los grupos en cuestión pueden ser clasificados de diferentes formas: por clase social, por actividad económica, por género o por edad; en el estudio que aquí se presenta la clasificación es por lugar de procedencia.

Jacqueline Peschard (íbid: 8) afirma que el terreno en el que más se ha desarrollado el análisis de la cultura política es en el comportamiento electoral, pues este tipo de estudio permite identificar las bases sociales de los partidos políticos y adentrarse en las motivaciones de los electores para participar y manifestar sus preferencias políticas, mismas que dan cimiento a la construcción de la identidad política; en ese sentido también se hace necesario diferenciar claramente cultura política e identidad política, pese a lo cercanos que puedan parecer ambos conceptos. Cuando hablamos de identidad hacemos referencia a la forma en que los miembros de un grupo se definen y son definidos por aquellos con quienes interactúan. La cultura hace referencia a la dimensión simbólica de lo social, nos pone frente a los códigos que sirven de base a las prácticas y a las relaciones sociales, así como a todo aquello que adquiere significado para una comunidad. Es el juego del reconocimiento de sí mismo y de los otros lo que permite la construcción de las identidades enmarcadas en un sistema de valores que tiene como base a la cultura de donde surgen las formas de percepción que dan sustento a los juicios de lo propio, distinguiéndolo de lo ajeno. Cuando se trata de percepciones políticas adquiridas desde nuestra postura de ciudadanos, los "otros" son: el Estado visto como autoridad y las actividades que realiza, es decir, la política y quienes se dedican a ella. En términos generales, la palabra política se asocia con organización, mejoras e intereses públicos, pero también con problemas, mentiras y corrupción (Flores Dávila, en Peschard, 1996: 19).

Siguiendo a Manuel Castells (1999, II: 28), considero que la identidad es el proceso de construcción de sentido basado en un conjunto de atributos culturales, es decir, si la cultura nos dota de los valores a partir de los cuales actuamos en sociedad, son esos valores los que nos llevan a identificarnos con una postura política y a actuar en consecuencia al relacionarnos con los grupos con los que compartimos un territorio y con las instituciones que norman la vida en sociedad dentro de la comunidad a la cual pertenecemos. En otras palabras, los contextos en que nacemos, crecemos y estamos,5 nos van dotando de las percepciones que nos capacitan para interpretar el mundo y para distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto;6 a partir de estas interpretaciones, tomamos decisiones a propósito de nuestras preferencias en todos sentidos, incluidas, desde luego, las políticas (Safa, 1998: 62-65). Es, entonces, con base en la cultura que construimos una identidad a partir de la cual reconocemos a nuestros iguales; a aquellos a cuyo lado lucharemos por mejorar las condiciones de nuestro entorno, o al menos a quienes daremos nuestro apoyo moral. El problema surge de las diferencias de percepción, pues aunque se habite el mismo lugar, no es lo mismo habitarlo desde el cuerpo de un obrero que desde el de un empresario, o verlo con los ojos de un hombre que con los de una mujer, ni vivirlo desde la cuna y llevarlo grabado en el árbol genealógico, que aprehenderlo desde la base de una cultura ajena.

Ahora bien, cuando grupos diversos actúan políticamente en un mismo territorio se mantienen a la defensiva contra el racismo, el sexismo, la homofobia y la xenofobia; esto fue conformando una propuesta de acción reivindicativa que se conoce como política de la identidad (Arditi, 2000: 9). En efecto, ante la importancia social que fueron cobrando las diferencias y el surgimiento de la acción política con base en la identidad se fue modificando el rumbo del pensamiento progresista, pero también se puso luz sobre lo que Arditi llama el reverso de la diferencia, es decir, la rigidización de los grupos afectados por los problemas de la desigualdad. En efecto, si la reivindicación de las diferencias es llevada al límite, puede caer en el exceso y transformarse en un esquema de pensamiento cerrado y en un esencialismo tan ilegítimo como el de la totalidad (Arditi, ibídem: 9). Quienes coinciden con la política de la identidad luchan por el reconocimiento de la igualdad de derechos de mujeres, indígenas, inmigrantes u otros dentro de una sociedad cualquiera, pero respetando las diferencias, tal es el caso del multiculturalismo; mientras que aquellos que están en contra, pelean por la conservación de un orden establecido con anterioridad y por el mantenimiento de la jerarquía social en todos los sentidos. Pero ¿cómo actúan los grupos directamente involucrados en una situación de diversidad cotidiana? Para lograr el reconocimiento y, eventualmente, la hegemonía dentro de la sociedad de la que forman parte, deben actuar en los dos planos mencionados anteriormente.

 

Dos planos para la acción política

Siguiendo con Benjamín Arditi (1995: 39), existe una esfera política formada por instituciones, relaciones y actividades determinadas; en tal caso, hacemos referencia a los partidos políticos, los candidatos y las elecciones; hablamos también de autoridades públicas, de negociaciones, acuerdos, conflictos y relaciones de poder entre facciones y grupos partidarios, entre partidos o entre gobierno y oposición; y, por supuesto, de personas que se ganan la vida como miembros electos en órganos de representación territorial. Hoy ya no es tan evidente que la esfera democrático-representativa del Estado liberal sea el único lugar de la política; es decir, actualmente se vuelve necesario hacer referencia también a las relaciones que se establecen entre cada uno de los grupos asentados en un espacio territorial determinado y las instancias antes mencionadas, pero sobre todo a las relaciones que construyen entre ellos y a través de las cuales se mantienen en lucha por la cúspide de la jerarquía social.

En efecto, la política dejó de ser una actividad privativa de una esfera o de un actor particular; las nuevas formas de hacer política, que trascienden los partidos, quizá han modificado las formas en que entendemos lo público y lo privado, lo político y lo no político. En ese sentido, cabe señalar que la pérdida de credibilidad en la esfera política no implica la cancelación de la representación territorial a través de los partidos políticos y de los procesos electorales. El circuito político-partidario sigue vigente, aunque en un escenario más vasto, en el que la dimensión transnacional rebasa cada vez más el espacio nacional y aparecen otros circuitos políticos como los de los grupos de interés, de los movimientos sociales o de las iniciativas ciudadanas. Con esto no se hace referencia al desdibujamiento total de las fronteras entre lo público y lo privado y que "todo es política"; lo que ocurre es que los márgenes se vuelven más permeables y permiten la aparición de actores tales como los grupos de interés y de espacios públicos móviles que rebasan la delimitación institucional del ámbito de la política (Arditi, ibídem: 40-45).

La perspectiva pluralista busca descubrir cómo se puede hacer política "desde abajo", esto es, dentro de la sociedad civil. Kristy McClure, citada por Arditi, se pregunta acerca de la identificación de la acción política con la ciudadanía, por una parte, y de la política con el ámbito territorial del Estado nacional, por otra. Ella considera que la lucha de grupos tales como las mujeres, las minorías raciales, los trabajadores, las asociaciones de vecinos y los indígenas, entre otros, ha puesto en entredicho esa identificación. En primer lugar, porque sus acciones cuestionan las actividades del Estado y de sus instituciones como lugares privilegiados de la lucha política y, segundo, porque no es necesario apelar a la categoría de ciudadano para acceder a la dimensión política de esas luchas, pues quienes participan en ellas no lo hacen sólo como ciudadanos, sino como mujeres, sindicalistas o indígenas; incluso como no ciudadanos,7 pero sí como habitantes de un lugar cuyos procesos les afectan. Por eso dice que la categoría de ciudadano es incapaz de dar cuenta de la compleja trama de grupos políticos en los que los individuos se insertan y, a través de esa inserción, van configurando su identidad (ibídem: 49).

Los movimientos sociales que se dan sobre todo a partir de las décadas de 1960 y 1970 ilustran esta idea acerca de una dimensión política latente en el espacio "privado" de la sociedad. Los movimientos sociales son una muestra del desencanto de la sociedad en relación con la política tradicional encabezada por los partidos políticos y su pléyade de políticos profesionales. Los movimientos construyeron colectivos basados en medios extrapartidarios y extraterritoriales de identificación, de agregación y de representación de intereses. Multiplicaron las formas, los medios y los lugares de enfrentamiento político y, por ende, los espacios de poder, decisión y resistencia (ídem).

La revolución democrática incluye ahora una gama más amplia de identidades y una proliferación de espacios políticos que modifican las fronteras entre lo público y lo privado. Por eso no se puede pensar más en un solo espacio de constitución de lo político. En otras palabras, no se puede hablar sólo de la esfera política en singular, sino más bien de distintos circuitos de intercambio político. Esto abre la posibilidad de una política de intercambios directos dentro de la sociedad, es decir, de una política que no parte de la construcción de similitudes para plantear reclamos ante el Estado, sino que nace con el objetivo de dirigir estos reclamos a otros grupos [...] quienesquiera que sean y dondequiera que estén (ibídem: 51).

La iniciativa popular y el despertar de la sociedad civil son, en términos de Arditi, las formas que adquiere la política después de la política. En efecto, la política en el escenario de la complejidad social actual adopta un carácter polifónico, tanto por la multiplicación de voces capaces de hablar políticamente como por la proliferación de espacios que amplían el campo político, desplazándolo de su centro tradicional. Si la política ha rebasado al sistema de partidos, las elecciones y la representación territorial, ¿cómo se puede distinguir lo que es político de lo que no lo es? Haciendo referencia a las relaciones que se establecen entre grupos antagónicos dentro o fuera del sistema político. Es decir, lo político surge cuando los distintos grupos se relacionan entre sí en términos de una oposición del tipo amigo-enemigo, o, alternativamente en términos de una oposición entre un "nosotros" y un "ellos". Tal es el caso de la relación existente entre los grupos asentados en Todos Santos, de los que dará cuenta este trabajo.

Lo que se necesita para que surja un espacio público es la acción conjunta y no un territorio. El espacio público no es necesariamente un espacio en el sentido topográfico o institucional: una oficina municipal o una plaza donde la gente puede o no actuar de manera concentrada, pero la sala privada de una casa donde se reúnen los grupos en disputa para negociar se convierte en un espacio público. El espacio público es un ámbito donde circulan discursos y se forman identidades. También es el escenario de debates, polémicas y conflictos entre grupos y, por ende, se torna sumamente complejo.

De acuerdo con Arditi, sectas místicas y organizaciones de beneficencia como los clubes de leones o de rotarios crean arenas discursivas paralelas subalternas, al menos por el hecho de que se mantienen al margen de las creencias religiosas y de las formas de asistencialismo dominantes, pero difícilmente pueden considerarse como organizaciones destinadas al entrenamiento para actividades políticas; sin embargo, en el caso de Todos Santos, como se verá más adelante, el Club Rotario actúa como enclave en términos de Dahl (1991: 62-66), es decir, ha cobrado gran importancia como espacio de acuerdos y negociaciones entre los grupos; el hecho de ser rotarios les obliga moralmente a un mínimo de solidaridad para con sus "hermanos", de tal suerte, muchos de los conflictos entre nacionales y extranjeros se han solucionado con base en los valores de este club de asistencia.

 

Identidad política y multiculturalidad

Cuando hablamos de las relaciones que se establecen entre grupos provenientes de diferentes lugares, con lenguas diferentes y preferencias distintas, que comparten un espacio territorial, podemos decir que estamos frente a una sociedad multicultural. Dichos grupos tienden a formar comunidades diversas dentro de un mismo espacio, pues conciben el lugar de manera diferente y cada uno espera construirlo acorde con su propia concepción de lo que es mejor para todos. Este hecho permite la externalización de la cultura política y de la identidad política de cada uno de los colectivos involucrados; resulta relativamente fácil observar tanto las relaciones que cada grupo establece con los partidos y las autoridades políticas, como la forma en que se manifiesta la actividad política que trasciende a los partidos, pues se establecen relaciones conflictivas susceptibles de resolverse en el ámbito social a través de acuerdos tomados por los grupos involucrados en espacios públicos construidos por ellos mismos aun de manera involuntaria; tal sería el caso de la sala de la casa de alguno de ellos, un café donde se reúnan para discutir sus asuntos e incluso alguna cantina. Para comprender este entramado de relaciones se hace necesario observar cómo se van presentando de manera simultánea una serie de transformaciones sociales basadas en los cambios grupales que se tejen con los hilos de los conflictos y las negociaciones entre los proyectos que los diferentes grupos tienen para su comunidad (Zárate, 1997: 15).

La multiculturalidad constituye un tema que ha sido analizado inicialmente por Charles Taylor con el fin de entender los procesos sociales propios de la globalización y de la era de la información. En efecto, entre las características de las nuevas sociedades se encuentra su inserción dentro de un mundo cada vez más globalizado (Borja y Castells, 1997: 13). En ese sentido, Borja y Castells afirman que es justamente el proceso migratorio mundial que surte de mano de obra barata a Japón, a algunos países de la Unión Europea y a Estados Unidos, el elemento fundamental en el proceso urbanizador del mundo, al crear zonas urbanas y suburbanas en las que se da cabida a las minorías étnicas marginadas. Pero ¿qué ocurre cuando se trata de una minoría que migra de un país que funge como centro hacia uno de la periferia? Más aún: cuando migra hacia un pueblo enclavado en la provincia menos poblada de la periferia receptora. Entonces dicha minoría intenta subyugar a la mayoría local, mientras esta última se esfuerza por resistir a los embates neocolonizadores de la minoría poderosa. Es justamente en ese sentido en el que se hace necesario comprender las relaciones políticas que se establecen entre los grupos que habitan actualmente el pueblo de Todos Santos.

El concepto de multiculturalidad tiene como premisa fundamental la necesidad del reconocimiento íntimamente ligado a la identidad; los elementos que dan forma y fondo a este concepto tienden a multiplicarse, de tal manera que en este caso las identidades políticas están construidas con los elementos que han servido de materia prima para la construcción de otras identidades: personales y grupales; nacionales, regionales, de género, de edad, de profesión, de actividades religiosas y lingüísticas. Para efectos del estudio que aquí se presenta, pondremos el acento en la forma en que a partir de las identidades de los grupos asentados en Todos Santos, se generan y resuelven conflictos a través de los cuales se va construyendo el espacio social en el que interactúan y surgen nuevas identidades y nuevas formas de ver el mundo.

En efecto, las identidades son construcciones sociales, apropiaciones subjetivas de quién se es y de los grupos a los que se pertenece, del comportamiento adecuado al ejercer cada uno los diversos roles que las sociedades actuales nos imponen, de los valores propios de nuestra posición dentro de la jerarquía social y, finalmente, la externalización de todo este capital cultural a través de acciones concretas que marcan la pauta para los cambios necesarios y para la conservación de los elementos útiles al grupo social al que se pertenece. El proceso no se detiene jamás; las relaciones existentes entre los habitantes de Todos Santos a principios del siglo XX poco o nada tienen que ver con las que se establecen entre quienes lo habitan en este inicio del XXI; consecuentemente, las actividades productivas, la propiedad y las preferencias políticas se modifican, mientras se debate acerca de lo que significa hoy ser todosanteño.

Así como la economía mundial no es algo nuevo, tampoco lo son las sociedades multiculturales basadas en la circulación de personas a través de las fronteras. En diferentes épocas han existido grandes migraciones y el comercio mundial existe desde que Colón pisó América; lo característico del momento actual es la vorágine de los cambios, la instantaneidad de las transacciones comerciales, de las comunicaciones. En pocas palabras: la compresión del tiempo y la distancia debido a las nuevas tecnologías de la información. En este marco, nos enfrentamos con sociedades formadas no sólo por grupos diversos, sino además por individuos cuyos mapas culturales se construyen día a día con elementos múltiples extraídos de las diversas culturas a partir de las cuales son capaces de dialogar y de llegar a acuerdos, rechazando incluso abiertamente la representación política de los partidos.

En efecto, cuando los miembros de grupos diferentes interactúan para la realización de una tarea conjunta o para la toma de decisiones que afectan a todos, llegan a ponerse de acuerdo flexibilizando un poco sus ideas con el fin de lograr que cada evento se realice a la hora y en el lugar previstos; pero si la acción afecta de alguna manera la identidad de alguno de los grupos, ése se comportará de manera congruente con los valores que sustenta. De esta manera, cuando de la afirmación de la identidad se trata, cada grupo intenta robustecer sus valores.

Es claro que en los hechos resulta sumamente difícil que la interacción conjunta orientada hacia la realización de una tarea no afecte la identidad de alguno de los grupos involucrados e incluso la de todos, pues la forma de llevar a cabo alguna actividad y los objetivos que con ella se persiguen están íntimamente relacionados con la concepción que cada grupo tiene de sí mismo y de los otros. Incluso en la interacción más sencilla, que puede ser etiquetada como casual, la interpretación que hace un individuo o un grupo del gesto de otro (o del suyo propio) se organiza de modo que permita el reconocimiento de la relación del gesto con el sistema de valores que sustenta.

En el caso de Todos Santos, a partir de la convivencia que impone la migración nacional y extranjera, se está formando una sociedad multicultural en la que cada individuo y cada grupo participa en la construcción de la realidad que viven, y cada uno mantiene una serie de acciones habitualizadas frente a los otros; en la medida en que conviven, cada grupo va internalizando algunas conductas de los otros durante un periodo determinado de tiempo; cuando los grupos que interactúan en la cotidianidad internalizan una conducta como generalmente aceptada, ésta pasa a formar parte de las acciones institucionalizadas; sin embargo, el proceso requerido para la aceptación de los cambios de una realidad vivida puede ser largo, tedioso y conflictivo.

Actualmente, algunas corrientes de la política contemporánea ponen el acento en la necesidad de reconocimiento. En Todos Santos, por ejemplo, cada uno de los grupos busca no sólo la aceptación de su cultura sino, en el caso de los extranjeros, incluso de su supuesta superioridad (Taylor, 1992: 43). La necesidad de respeto a la diferencia, en éste como en otros casos, se vuelve apremiante debido a los supuestos nexos entre el reconocimiento y la identidad, donde esta última se refiere a la interpretación que hace una persona de quién es y de las características que la definen como ser humano y como parte de un grupo. El reconocimiento, e incluso el falso reconocimiento, constituyen una parte de la materia prima con la que se construye nuestra identidad; de tal suerte, un sujeto, individual o colectivo, puede sufrir un verdadero daño si quienes le rodean le presentan una imagen degradante o despreciable de sí mismo (ibídem: 43-44). Podríamos pensar en las mujeres que durante muchísimos años asumieron una supuesta inferioridad frente a los hombres.

Para comprender la relación existente entre la identidad y el reconocimiento tenemos que tomar en cuenta el carácter dialógico de la vida humana. Nos convertimos en seres humanos completos, en sujetos capaces de actuar racionalmente, de acuerdo con nuestra aceptación e imitación de las acciones de aquellos a quienes consideramos nuestros iguales, pero también en la medida en que ellos nos reconocen como parte de su comunidad. A partir del reconocimiento interno y externo podemos definir quiénes somos y quiénes son los "otros" que no son como nosotros; esto lo logramos gracias a la adquisición de lenguajes humanos que nos permiten expresarnos. De la misma manera adquirimos una identidad política con base en las ideas políticas que reivindicamos; la identidad política es el trasfondo contra el cual nuestras opiniones y aspiraciones a propósito de lo que es mejor para la sociedad adquieren sentido (ibídem: 54).

En la actualidad cada vez más sociedades tienden a ser multiculturales, pues albergan diversas comunidades culturales que pretenden sobrevivir. Al hacerlo, presentan un panorama que se complejiza también día con día en la medida en que dichas sociedades se tornan más porosas. En la realidad ambos procesos van unidos, pues su porosidad significa que están más abiertas a la migración multicultural y que un número cada vez mayor de sus miembros lleva la vida de diáspora cuyo centro está en otra parte (ibídem: 93). Este hecho nos sitúa frente al problema del multiculturalismo, un hecho que tiene mucho que ver con la intención de algunas culturas de imponerse sobre otras y con la supuesta superioridad que posibilita este intento de dominación. La principal arma de los colonizadores es el argumento de la inferioridad de los colonizados, estos últimos necesitan para liberarse, en primera instancia, deshacerse de la autoimagen despectiva (ibídem: 95). Tal es el caso de los todosanteños y de los mexicanos no sudcalifornianos avecindados en Todos Santos.

 

Relaciones políticas en Todos Santos

En Todos Santos encontramos las dos formas de relación política que hemos comentado en este ensayo. En términos de las organizaciones políticas, resultaría resbaladizo pretender ver al priismo todosanteño como una copia del nacional, en realidad, se trata de un priismo con bases locales muy firmes que quizá tenga poco que ver con el PRI en el nivel nacional.8 Los priistas todosanteños, aunque algunos de ellos puedan haber compartido los viejos vicios de su partido, no eran el tipo de cacique de otras regiones, ni han sido empresarios de primera línea; en sus inicios el priismo sudcaliforniano en general y el todosanteño en particular, fue construido principalmente por profesores, profesionistas y comerciantes sudcalifornianos; con el tiempo, el partido se fue nutriendo con los hijos de la región que regresaban después de realizar estudios universitarios en el interior del país. Varios priistas todosanteños tuvieron puestos dentro de la administración pública estatal y destacaron en su pueblo por las obras de infraestructura realizada; cabe mencionar que no es poco lo que hicieron, quizá poniendo a Todos Santos en ventaja con el resto del sur de la media península cuando era un solo municipio. En la actualidad, Todos Santos, al igual que el resto del estado, ha volteado sus ojos hacia el PRD, pero sus hijos siguen participando con el mismo entusiasmo; actualmente, la alcaldía paceña, de la cual depende la Delegación de Todos Santos, está en manos de un perredista todosanteño.

En Todos Santos fueron los profesores miembros de la CENTE quienes empezaron a participar con la izquierda; en 1991 algunos de ellos fueron candidatos a diputados por el Partido Democrático Sudcaliforniano (PDS), el único intento de formar un partido político local, encabezado por Eleazar Gámez Rascón, un activista de la vieja izquierda sudcaliforniana. El PAN, ha tenido poca presencia en la entidad y menos aún en Todos Santos, por lo que no resulta significativo; pero el PRD sí ha logrado establecerse en las preferencias políticas tanto en el nivel estatal como en el local aunque, en el caso de Todos Santos, no en todos los tipos de elección; pues en las elecciones presidenciales de 2000 el PRI se mantuvo a la cabeza, no así en los comicios federales intermedios de 2003 en los que el PRD tomó la delantera.

Ahora bien, resulta verdaderamente difícil determinar cuántos de los votos emitidos son de los todosanteños y cuántos de los mexicanos no sudcalifornianos; los extranjeros no votan todavía, pero no tardarán en hacerlo, pues varios de ellos tienen hijos con edades que fluctúan entre los 14 y los 17 años, con actas de nacimiento expedidas en Todos Santos, estos jóvenes estarán en edad de votar en poco tiempo y, de acuerdo con las entrevistas realizadas, la mayoría de los estadounidenses avecindados en Todos Santos simpatiza con el Partido Republicano en su país, además de considerar que el fin del Estado de bienestar y la puesta en marcha del modelo neoliberal durante el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado, continuado por Carlos Salinas y Ernesto Zedillo y en proceso de consolidación con Vicente Fox, es la mejor opción para los objetivos que los han traído a nuestro país.

Cada uno de estos grupos mantiene relaciones diferentes con las instancias políticas y gubernamentales; la mayoría de los todosanteños, como muchos sudcalifornianos, conocen personalmente a los gobernantes y sus familias, de manera que mantienen con ellos una relación cara a cara que les permite comentarles personalmente sus inquietudes y necesidades; por ejemplo, el profesor Néstor Agúndez, director del Centro Cultural del mismo nombre y todosanteño de gran prestigio,9 ha sido criticado por algunos de los nuevos vecinos llegados del centro del país por sus relaciones con las instancias de poder en el nivel estatal, pero éstas se ligan con un pasado común en las Escuelas Normales del estado, en el SNTE y en la militancia partidista. Hay también algunas familias prestigiadas que mantienen relaciones estrechas con el poder estatal a través de los hijos y nietos que han tenido puestos importantes en la administración pública estatal, tal es el caso de los Salgado, los Santana, los Núñez y los Guluarte, por citar sólo algunos ejemplos. Estas familias tienen la facultad de influir de manera importante en la toma de decisiones en su pueblo; su opinión tiene un peso específico al momento de conceder permisos para la apertura de algunos negocios y tienen el control de algunos eventos del pueblo; pero no siempre actúan personalmente, a veces lo hacen a través de personas de su absoluta confianza; quienes a su vez se acercan a ellos con el fin de lograr un mejor estatus y, por ende, un mayor prestigio en la localidad, tal es el caso de algunos mexicanos no sudcalifornianos que a través de la posesión de recursos económicos de mediana cuantía han logrado establecer relaciones con dichas familias y, en consecuencia, han podido acercarse a las instancias de poder, conseguir permisos para sus negocios y colocarse sin tanta desventaja en la jerarquía social del pueblo; sin embargo, la mayoría de los migrantes nacionales no poseen las cualidades necesarias para establecer este tipo de relación y tienen que mantenerse al margen de las decisiones.

Los extranjeros, por su parte, son el grupo con mayor capacidad de respuesta en términos económicos, esto les da la oportunidad de ser ellos quienes deciden con quiénes y cuándo quieren relacionarse; los parientes cercanos del presidente municipal, por ejemplo, son sus amigos y son invitados a sus casas, las personas que tienen alguna relación con los funcionarios del Instituto Nacional de Migración son siempre bienvenidas a sus reuniones y desde que llegaron se afiliaron al Club Rotario, que es uno de los espacios de negociación para la toma de decisiones relacionadas con los asuntos públicos del pueblo. En esta relación, los todosanteños y los mexicanos no sudcalifornianos que hablan inglés tienen ventaja sobre sus paisanos monolingües y se sienten muy orgullosos de ser amigos de los extranjeros, de visitar sus casas y que éstos los visiten a ellos y, sobre todo, de ser capaces de comunicarse con ellos en inglés.

La forma en que estos vínculos se han establecido ha dado pie al surgimiento de una actividad política independiente de los partidos; en coincidencia con Arditi, considero que se establece una relación política en el momento en que surge un conflicto del tipo "amigo-enemigo", "nosotros y ellos". Desde luego, cuando las tensiones llegan al grado de no poder resolverse con la buena voluntad de los involucrados, se hace necesaria la intervención del poder gubernamental para dar una solución final, en tal caso llevará la delantera el grupo mejor relacionado, pero muchas veces se logran soluciones benéficas en el nivel de los grupos en disputa. Tal es el caso de los grupos avecindados en Todos Santos, entre quienes existe un conflicto permanente por el reconocimiento de sus derechos al uso de los espacios físicos y sociales en el que cada uno participa, con base en los elementos que, desde su perspectiva, dan validez a su estancia y permanencia en el pueblo.

Sin duda, la concepción que cada grupo tiene de sí mismo y por ende del lugar que ocupa o debe ocupar en la sociedad pueblerina es lo que va creando los conflictos que enfrentan por los espacios territoriales y sociales; en este caso las negociaciones y los acuerdos son más difíciles de tomar, hay un cuestionamiento constante acerca de los valores que deben regir en la comunidad. Para los todosanteños el prestigio logrado como forjadores de la comunidad por varias generaciones es un valor que debe estar por encima de los intereses de la gente que va llegando en busca de un espacio donde trabajar y vivir. Los extranjeros consideran merecer un espacio social privilegiado, pues son ellos los detentadores del poder económico que da trabajo a los lugareños y mexicanos llegados del centro del país, además de ser los dueños de un buen porcentaje de los predios del pueblo y considerarse a sí mismos como los transformadores de Todos Santos en un pueblo de artistas y como los benefactores de la comunidad, debido a la propaganda que le hacen al pueblo con sus paisanos turistas. La mayoría de los mexicanos no sudcalifornianos no tienen ni el poder económico de los extranjeros, ni el prestigio social de los lugareños; de manera que para ellos lo que debe contar es el trabajo que se realiza "en beneficio de la comunidad"; se incorporan a diversas agrupaciones políticas o de asistencia social, para desde allí mostrar su interés por Todos Santos, apelando a su condición de mexicanos para obtener los mismos derechos que los todosanteños y un mayor reconocimiento social que los extranjeros.

En este caso, se observa cómo cada grupo recibe las acciones y los gestos de los otros interpretándolos de una manera determinada y respondiendo con base en dicha interpretación: por ejemplo, una parte del grupo estadounidense considera que siendo ellos los dueños actuales de las construcciones ubicadas en el centro del pueblo, llamadas ahora "casas históricas", les corresponde la organización del recorrido por estas habitaciones durante la celebración anual del Festival del Arte, el cobro de las entradas y la administración de los fondos recabados, mismos que ellos "regalan" para beneficio de la comunidad (Linda Sydney, 14/02/02). Para los todosanteños, las casas son "históricas" porque sus ancestros las construyeron, la historia que guardan es la de las familias todosanteñas de otros tiempos, de tal manera que no hay "regalo" alguno, pues si no fuera por quienes construyeron dichos edificios, éstos no existirían (doña Emilia, 15/02/02). Los mexicanos no todosanteños consideran que como miembros de la comunidad y como mexicanos tienen todo el derecho de participar en la organización del evento, en el cobro a los turistas, en la administración de los fondos y en la decisión del destino de éstos, pues los extranjeros no tienen por qué tomar parte en las decisiones que sólo a los "mexicanos" les corresponden (señora Francisca, 15/02/02).

Los estadounidenses interpretan la actitud de todosanteños y mexicanos en general como una falta de gratitud a su generosidad; mientras que los mexicanos no sudcalifornianos interpretan la actitud de los todosanteños como pasividad y la de los extranjeros como abuso; esto va configurando un conflicto importante por el uso y significado de los espacios físicos y sociales que, aunque por momentos parece resolverse, en realidad tiende a agudizarse. Los extranjeros encuentran en los todosanteños y en los migrantes nacionales tierra fértil para establecer su superioridad, es una condición psicológica a la que respondemos muchos mexicanos frente a los extranjeros; en ese sentido no es difícil entender por qué los mexicanos en Todos Santos y los todosanteños, al verse en el espejo representado por el grupo al que consideran poderoso, automáticamente se asumen como dependientes. Varias entrevistas muestran cómo algunos mexicanos residentes de Todos Santos consideran que viven de los extranjeros, en lugar de valorar su propio trabajo como medio de subsistencia; es decir, los norteamericanos asumen el papel de benefactores, mientras que los locales y los mexicanos en Todos Santos, el de beneficiados; se trata de un proceso circular que les permite complementarse en el conflicto y quizá resolverlo en gran parte a través de esta complementariedad.

Cuando los miembros de grupos diferentes interactúan con el fin de lograr un objetivo, —por ejemplo la organización de las actividades a realizar durante el Festival del Arte en Todos Santos—, llegan a ponerse de acuerdo flexibilizando un poco sus ideas con el fin de lograr que cada evento se realice a la hora y en el lugar previstos; pero si las acciones ponen en cuestión la identidad de alguno de los grupos, cada uno se comporta de manera congruente con los valores que sustenta. Por ejemplo, les resulta difícil llegar a acuerdos con respecto al objetivo fundamental del mismo Festival, los todosanteños pretenden ser ellos quienes administren los recursos que se obtengan a través de dicha actividad respetando únicamente la venta de cuadros por parte de los artistas; aspiran también a que los pintores extranjeros, a diferencia de los nacionales, paguen una cuota a la Delegación por la exhibición de sus obras en la plaza principal; pero también quieren dar a conocer su pueblo, su Centro Cultural Néstor Agúndez, el procesamiento de la caña de azúcar, en fin, lo que ellos hacen y han hecho a través de su historia; los mexicanos apoyan normalmente los objetivos de los locales, pero sin dejar de lado la posibilidad de ganancias extras para los negocios que han montado con el fin de proveer de bienes y servicios tanto a los migrantes extranjeros como al turismo; los extranjeros asentados en el pueblo ven en el Festival una posibilidad real de ganancias a través de sus galerías, hoteles, restaurantes y negocios de bienes raíces. Por esta razón, el Festival del Arte de Todos Santos, iniciado en 1998 con la participación de los tres grupos, se convirtió en dos eventos distintos durante el periodo 1999-2002, con la anuencia de las autoridades delegacionales y municipales, pues los organizadores no lograban ponerse de acuerdo ni en los objetivos ni en el destino de los recursos; finalmente, en este año volvieron a realizar un solo Festival que al parecer dejó conforme a la mayoría, sin que faltaran discusiones y exigencias de reconocimiento. Aunque Todos Santos, al igual que el resto de nuestra media península, nació multicultural, con el paso de los años y de las generaciones fue construyendo su propia identidad, una identidad que se enfrenta ahora con otras identidades, con otras historias, con otra lenguas, otras creencias y con otras preferencias políticas.

 

Consideraciones finales

El caso de Todos Santos representa una de las formas en que la actividad política de los grupos sociales asentados en un espacio territorial puede rebasar el ámbito de las organizaciones de representación. La llegada de grupos migrantes extranjeros y nacionales aumentó la complejidad social a medida que fueron surgiendo conflictos intergrupales por el uso de los espacios físicos y sociales, produciendo un desdibujamiento de las fronteras de la representación y trasladando las demandas a las calles, a las cantinas, a las casas de los interesados. Cada grupo intenta construir un Todos Santos acorde con sus preferencias y sueños y es con base en dichos elementos que aportan dinero, ideas y trabajo para mejorar la vida en el pueblo.

En efecto, los grupos que comparten el espacio territorial en Todos Santos han tenido que resolver entre ellos los conflictos, pues los migrantes consideran que al compartir la propiedad del suelo y la vida cotidiana, tienen derecho a tomar parte en las decisiones que atañen a la comunidad en su conjunto. Con base en dichos conflictos, extranjeros y nacionales avecindados en Todos Santos se han ido posicionando en distintos comités, asociaciones y clubes de servicio instituidos desde antes de su llegada a través de los cuales han logrado acuerdos para organizar eventos con el fin de atraer recursos, pero también para afirmar la identidad pueblerina; es justamente de allí de donde surgen los conflictos que requieren soluciones sin intermediación partidista. Desde luego, cada uno de los grupos en cuestión está relacionado de manera diferente con las instancias gubernamentales y son esas relaciones las que les dan capacidad de negociación en el momento de un conflicto; no es lo mismo para un extranjero diferir en opinión con un restaurantero nacional que tiene cinco años de vivir en Todos Santos, que enfrentar a la prima del presidente municipal. En ese sentido, el capital social para la negociación es diferente y los grupos actúan en consecuencia.

Cabe mencionar que no resulta raro en Todos Santos encontrar una reunión de los rotarios en el restaurante de una mexicana avecindada en el pueblo desde hace quince años; tampoco es difícil que se resuelva la organización del Festival del Arte en una comida en la casa de un extranjero, o que decidan quiénes serán los miembros del comité organizador de las fiestas de octubre tomando una copa en el bar del pueblo. De la misma forma deciden el destino de los recursos que obtienen con estos eventos, las autoridades sólo son enteradas de las decisiones y hacen los trámites oficiales correspondientes.

La sociedad multicultural asentada en Todos Santos nos pone ante la realidad del encuentro entre mundos y formas de vida diferentes, las "otras" posibilidades de existencia están a la vista, vienen representadas por distintas voces. La situación actual de Todos Santos mueve de lugar los espacios públicos, cualquier sitio es susceptible de convertirse en el espacio adecuado para la discusión, la negociación y la toma de decisiones. La sociedad todosanteña conforma hoy una multiculturalidad que intenta resolverse a partir de encuentros y desencuentros, de acomodos y reacomodos constantes a través de los cuales los distintos grupos luchan por entenderse.

Las identidades políticas, al igual que las identidades en general, no se fragmentan, por el contrario: crecen, se expanden, están en constante proceso de construcción; si estamos de acuerdo con esto, podemos sugerir que es a través de dicha construcción que mantenemos, de manera activa o pasiva, la participación en los asuntos públicos; en realidad no los esquivamos, normalmente mostramos interés en las causas más diversas y nos involucramos en distintos proyectos colectivos, al menos en el nivel de la crítica y la discusión, pues la separación entre grupos antagónicos de "nosotros" y "ellos" —rasgos fundamentales de lo político— no se diluye en el proceso de construcción de las identidades, cuando más, se matiza en algunos sentidos y se rigidiza en otros. Tal es el caso de los grupos avecindados en Todos Santos, hoy resuelven sus diferencias en relación con el Festival del Arte, pero mañana ya están en pugna por el uso de la Plaza durante la celebración de las fiestas de octubre; se ponen de acuerdo con respecto a la pertinencia de talar la mayoría de las palmeras datileras, pero discuten a propósito de la construcción de un condominio en tiempo compartido en el Cerro de la Poza, el proceso parece no tener fin. Los grupos viven una relación que oscila constantemente entre el acercamiento y la ruptura; los intervalos de rigidez traen como consecuencia la no integración; la multiculturalidad, es decir, el estar juntos, pero no revueltos.

 

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Notas

1. Las siglas BCS se refieren al estado de Baja California Sur.

2. Cuando quieran diversión pueden viajar a Los Cabos y estar ahí en hora y media; si se enferman, en una hora están en la ciudad de La Paz.

3. La mayoría de los extranjeros son pintores, otros son escritores y otros tantos se dedican a actividades comerciales.

4. Con el término "residentes" me refiero a las personas que viven en un lugar hayan nacido ahí o no, es decir, no estoy hablando de los migrantes que obtienen una residencia oficial.

5. Ya sea el mismo o sean diferentes.

6. Desde luego, entre lo bueno y malo, entre lo justo y lo injusto existe toda una gama de "regulares", las elecciones que hacemos con base en la escala de valores que manejamos pueden ser muy variadas.

7. Como es el caso de los migrantes extranjeros.

8. Lo que sucede en este caso, es que Baja California Sur se mantuvo en calidad de Territorio Federal hasta 1974, por lo que los partidos políticos que llegaron a surgir tuvieron una vida efímera. No es sino hasta 1963, a instancias del entonces secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, que inician los trabajos para la formación del PRI sudcaliforniano, por la necesidad de disolver un importante movimiento local cuyo objetivo era lograr la designación de un gobernador nativo o con arraigo para la media península; los miembros del Frente de Unificación Sudcaliforniana (FUS) aceptaron desintegrar su movimiento y darse a la tarea de organizar el partido, a cambio de la respuesta a su petición.

9. Casi me atrevería a decir que es el todosanteño más prestigiado dentro y fuera de su pueblo.

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