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Desacatos

On-line version ISSN 2448-5144Print version ISSN 1607-050X

Desacatos  n.24 Ciudad de México May./Aug. 2007

 

Legados

 

Agradecimientos*

 

Carmen Castañeda

 

Aunque no me siento muy católica, como dice mi querida amiga Justina [Sarabia] en Sevilla, cuando está un poco enferma, hoy me siento muy feliz porque estoy con Marco, con mis hermanas y sobrinas y porque estoy con muchos amigos. Otra razón para estar contenta es que me encuentro en El Colegio de Jalisco, una institución con la que soñé junto con Carlos Alba en 1980, cuando nos conocimos en el Archivo Histórico de Jalisco. Ahí pensamos en tener un lugar para investigar, ahí decidimos hacer una especie de censo de las personas que se dedicaban a la investigación sobre Jalisco, tanto en el estado como en otras partes del país y en el extranjero.

En el Archivo Histórico de Jalisco pensamos en reunir a esos investigadores en un primer encuentro que estuvo apoyado por don Alfonso de Alba desde la Secretaría de Gobierno, y que tuvo lugar en el Museo Regional de Guadalajara del 11 al 14 de agosto de 1981, donde nos reunimos cuarenta investigadores, cuarenta comentaristas y un público numeroso.

Este encuentro pudo realizarse porque nuestra idea fue respaldada por Luis González, Paty Arias, Guillermo de la Peña, Fabián González, el arquitecto Daniel Vázquez y otros investigadores; tuvimos mucho apoyo del personal del Archivo Histórico, como lo ha mencionado Angélica Peregrina, y las estudiantes como Mari Luz Ayala y Elena Petersen, que prestaban su servicio social en la Biblioteca Pública, y de la UNED [Universidad Nacional de Educación a Distancia], dirigida por Juan Francisco González, logrando algo único en cualquier congreso. Al inicio del congreso teníamos nuestras cuarenta ponencias impresas (esto es algo que no he vuelto a ver en ningún otro congreso).

Al clausurar el encuentro, el gobernador don Flavio Romero de Velasco anunció la fundación de El Colegio. Carlos, Patyy yo trabajamos en su organización para que empezara a funcionar en 1982.

El Colegio llegó a tener una buena planta de investigadores con el apoyo no sólo del gobierno estatal, sino también de la SEP, de El Colegio de México y del CIESAS. En esta primera etapa tuvimos un ambiente de verdadero colegio —que ya lo ha señalado Guillermo de la Peña—; en todo lo que organizábamos nos involucrábamos absolutamente todos. En esta primera etapa, que llegó hasta 1988, la investigación que realizamos estuvo acorde con la difusión de nuestras actividades y con nuestras publicaciones, libros y la revista Encuentro. Aunque no establecimos ningún programa de posgrado, sí tuvimos conferencias y seminarios de primera —internos y para el público—, impartidos por nosotros mismos y por profesores visitantes. Recuerdo el seminario sobre "El barroco y sus juegos", que nos dio Antonio Alatorre.

Antonio Alatorre se hospedó en la casa durante esa semana. Todas las tardes preparaba sus temas para el día siguiente; George [Baudot] también. Recuerdo los seminarios de Brian Roberts sobre mercado de trabajo (ahora él está en la Universidad de Texas), o los de Mariane Bright, que ahora es la directora del Instituto de América Latina en la Universidad Libre de Berlín —ella fue la primera que nos habló sobre las condiciones de las mujeres en el sector público aquí en el estado de Jalisco—, por mencionarles a ustedes solamente tres seminarios de todos los que tuvimos y de las conferencias que se realizaron en El Colegio.

Hoy que El Colegio cumple veinticinco años de investigación, difusión y enseñanza, gracias a las gestiones de sus presidentes, de don Alfonso de Alba, del doctor José María Muriá, del licenciado y maestro de tantos años en la universidad José Luis Leal Sanabria, de su administración, de sus investigadores y profesores, recibo con gusto este reconocimiento porque veo que es una institución consolidada, pero que necesita que los gobiernos municipales, el estatal y el federal la sigan apoyando.

Agradezco la iniciativa de este reconocimiento al licenciado Leal Sanabria, quien es mi amigo desde 1965 cuando yo era —palabras de José Luis— la "golden chaperón" de mi querida amiga Graciela —"Miss Grace"—. Agradezco a Angélica Peregrina, que en un tiempo fue mi brazo derecho en el Archivo Histórico de Jalisco. Ella salió para incorporarse al proyecto de Historia de Jalisco, comisionada por el señor gobernador. Cuando se fue Angélica ha sido la única vez que he llorado. Pero dije: "Ya nunca voy a volver a llorar si alguno de mis colaboradores se va". Sentí mucho que Angélica dejara el Archivo, pero desde que nos conocimos ella me ha brindado siempre su amistad.

Desde que nos conocimos en 1969 —ya lo han recordado tanto Héctor [Aguilar Camín] como Primitivo [Rodríguez]—, he contado con su amistad; también con la de mis otros compañeros —que los ha recordado Héctor—, de los venezolanos, de Germán Cardoso, de Rutilo Ortega, de Fernando Díaz (el de Tunja, Colombia), de Fernando Pérez Medel; es más, los he seguido viendo a todos, hemos seguido en contacto. Nos hace mucha falta Álvaro López, que anda por tierras de Chilpancingo; bueno, a veces no sabemos si en Chilpancingo, en Saltillo, en Culiacán... Es errante, no sabemos dónde anda nuestro querido Álvaro López. Nuestra extrañada Estela, que se fue muy pronto. Enrique Krauze, también un compañero en El Colegio de México.

Con mis compañeros, sobre todo con Héctor y Primitivo, compartimos las clases en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Ahí aprendimos a querer, a respetar a nuestros maestros, pero —como también lo ha recordado Héctor— a nadie como a don Luis González. Si hubiéramos tenido un padrino, ese padrino de hecho fue don Luis González. Claro, por ejemplo, a mí me marcaron muchísimo las enseñanzas de Alejandra Moreno Toscano. A Primitivo le quiero recordar que le marcaron las enseñanzas del maestro Moisés; a Héctor, pues don Daniel Cosío Villegas, pero a todos nos puso un sello indeleble don Luis González.

Aquí quiero hacer un paréntesis. Teníamos una clase que se llamaba "Arte de la composición literaria". Con ese título rimbombante era una simple clase de redacción. Bueno, no tan simple... Imagínense, tener que presentar mis escritos delante de estos dos señores. Lo que yo tenía era atrevimiento, porque Héctor presentaba unos textos maravillosos, aunque creo que a él le costaba más trabajo que a Primitivo. Primitivo tenía una facilidad extraordinaria. Recuerdo que, en una clase, don Luis González nos dio desde el principio temas a desarrollar y todos los compañeros nos preparamos con mucho tiempo. Yo, por pura casualidad, le pregunté a Primitivo: "Primitivo, mañana te toca a ti exponer". Y me dice: "¿Quééé? ¿Cómo que mañana me toca exponer? No es posible". Pues no durmió en toda la noche, pero incluyó más fuentes literarias que históricas y nos presentó un trabajo excelente.

Quiero decir que yo conservo y guardo ese archivo de todos los trabajos que presentaron los compañeros. Pero voy a lo siguiente, con ellos compartía no sólo las clases en el Centro de Estudios Históricos en El Colegio de México, sino también las noches de los fines de semana en el Bar León para escuchar a Pepe Arévalo (y sus mulatas de fuego). Sí. Entonces un día, como quien me dirigía mi tesis era don Luis González, pues yo le platicaba mis "cuitas". Le decía a don Luis que nosotros íbamos al Bar León, y don Luis, como a él nunca le fue nada extraño, decía: "En nuestra época nosotros también íbamos al Bar León". Héctor ya lo ha mencionado.

Además de su amistad, don Luis me llevó a su casa donde sus hermanos y doña Emma fueron mi familia en la ciudad de México. José Luis, Angélica, Primitivo y Héctor simbolizan para mí la presencia y la constancia de la amistad, misma que hoy comparto con todos ustedes. Muchas gracias.

Zapopan, Jalisco, 14 de marzo de 2007.

 

Nota

* Palabras en la ceremonia de su nombramiento como Maestra Emérita de El Colegio de Jalisco, Jalisco, México, el 14 de marzo de 2007.

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