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La ventana. Revista de estudios de género

Print version ISSN 1405-9436

La ventana vol.3 n.25 Guadalajara May. 2007

 

En la mira

Ellas fueron diferentes

Carmen Ramos Escandón

Fragoso Centeno, Anayanci. Siete historias de vida. Mujeres jaliscienses del siglo XX. Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad de Guadalajara, Guadalajara: 2006.


El libro Siete historias de vida. Mujeres jaliscienses del siglo XX constituye un esfuerzo encomiable por rescatar la memoria histórica sobre algunos de los personajes más olvidados de la historiografía local: las mujeres. Son siete ejemplos de autorías e interpretaciones diversas, de desigual calidad, como diferentes son también las vidas y acciones de las biografiadas. A pesar del uso común de la biografía, los artículos tienen tanto en su enfoque como en sus temáticas diversos tonos que logran pintar un cuadro de variados matices en los que cada una de las biografiadas se individualiza y cobra identidad única. Son mujeres de vidas múltiples, de actividades variadas que nos hablan de la diversidad de formas de ser mujer en el Jalisco del siglo XX; emerge, sin embargo, el perfil distintivo de una dirigente sindical, María Arcelia Díaz, mujer de armas tomar que optó por ir armada (p. 21) para defender los derechos de los trabajadores agremiados en la industria textil, a quienes representaba y defendía. Lejos de la sumisión doméstica de las mujeres de su clase, Arcelia se enfrentó con el destino femenino que le representó el trabajo fabril, y se dio tiempo para dedicarse además a la instrucción de niñas y jóvenes, incluso los domingos. Basada en una revisión cuidadosa del material de archivo, cartas privadas e historias locales, este artículo de Fernández Aceves nos rescata un esquema de liderazgo sindical femenino que llega a sus posiciones de vanguardia basado en la autoconciencia y la legitimidad de sus demandas y que se escuda en la modestia como estrategia de apariencia externa, acaso para cubrir la dureza de sus convicciones. Aunque el artículo no proporciona datos sobre las actividades fabriles de la biografiada, sobre la diferencia entre sus tácticas de liderazgo sindical y las de los varones de su entorno ni nos explica el accionar de los complejos discursivos que forman a un actor histórico, tampoco critica el contenido discursivo de las pocas biografías que sobre ella existen, logra rescatar la figura de una dirigente sindical comprometida con las causas de las mujeres.

En la figura de otra de las siete jaliscienses ilustres objeto de este libro, se peca en sentido contrario, aquí las largas citas de las entrevistas sobre Dolores Palomar nos hablan de cómo se vio a sí misma, de cómo la vieron sus contemporáneos, pero el juicio crítico interpretativo de la autora Anayanci Fragoso no existe, se pierde en la trascripción de entrevistas sin que medie una reflexión que ubique al personaje más allá de como se le recuerda por sus allegados y señale, en cambio, la importancia histórica de su contribución a las instituciones que sirvió. Sin embargo, Dolores Palomar constituye un ejemplo de cómo las mujeres de clase alta pueden ser socialmente útiles mediante la caridad y el servicio. Ambas ejemplifican maneras alternativas de ser mujer, rompiendo los constreñimientos de clase que amenazaban apresarlas.

El recuerdo de la memoria del esposo constituye una extensa transcripción en el artículo de Helia García Pérez, que prácticamente no hace sino presentar brevemente al personaje que el marido reconstruye. Si bien el rescate del testimonio es una técnica válida de historia oral, hubiese valido la pena que más allá de la nostalgia añorante del viudo, la autora hubiese contribuido más al conocimiento de su biografiada, presentándola también en la perspectiva de su propia memoria, y no sólo de la del compañero de vida de Jacinta de la Luz Curiel Ávalos. La desafortunada muerte de la biografiada apunta a otro problema de urgente resolución que el libro intenta subsanar, el rescate de estas mujeres mayores cuyas largas vidas pueden cortarse en cualquier momento, como fue el caso de Jacinta, médica precursora y mujer enigmática, que falleció poco después de que se iniciasen las entrevistas que intentaron rescatar su larga presencia en el mundo médico y social de su Guadalajara. Sin embargo, deja cartas cuya transcripción constituye el apoyo documental del mundo personal de esta mujer.

También centrado en el mundo personal, pero esta vez con un énfasis particular en la vida religiosa de la biografiada, el artículo de Agustín Vaca, cuya perspectiva historiográfica es la más madura del libro, ubica a su personaje y señala la relación entre contexto social y vida personal; Vaca apunta que se trata de una visión individual que, sin embrago, “tiene fundamentos sociales y que por lo mismo resulta representativa” (p. 93). Margarita Gómez González era una mujer humilde, a quien Agustín Vaca ubica en el contexto de la fragilidad a la que estaba sometida como mujer sola, pobre y dependiente. No obstante, impulsada por el celo religioso y al calor de las luchas cristeras, logró convertirse en organizadora, enlace y distribuidora de armas entre los diferentes grupos rebeldes y colaboradora del sinarquismo, movimiento del que finalmente se desilusionó. Los testimonios de sus actividades, Vaca los confronta en un juego a dos voces, la suya del historiador analítico, y la de Margarita, su biografiada. Esto le permite evaluarla en un esfuerzo interpretativo que la ubica más cabalmente en su clase, en su espacio socioeconómico, en su contexto histórico, y muestra, de paso, su madurez autoral, su juicio crítico y confirma también que la labor histórica es sobre todo de interpretación y reflexión.

El trabajo social, la importancia en la organización de conocimientos, le sirve a Luciano Oropeza Sandoval como pretexto perfecto para incursionar en el proceso paralelo de la profesionalización del trabajo social y la biografía de una de sus promotoras en Guadalajara, Irene Robledo García, a quien Oropeza ubica como una profesora normalista que supera las limitaciones de su clase y lineamientos de género al insertarse en grupos con intereses intelectuales, en donde no sufre un rechazo social tajante (p. 133). Su carrera profesional en ascenso incesante la lleva de simple profesora a directora de la Escuela Normal en dos ocasiones, y colaboradora en la instrucción de grupos obreros con otra de las biografiadas de este libro, María Arcelia Díaz; más adelante su interés en los asuntos sociales la lleva a estudiar a Denver, Colorado, y a su regreso propone el establecimiento de una escuela de trabajo social auspiciada por la Universidad de Guadalajara. El artículo de Oropeza tiene el mérito de entretejer la biografía profesional de Robledo con el proceso más amplio del establecimiento de políticas públicas que permiten la profesionalización del trabajo social. Muestra cómo las escuelas de enseñaza doméstica derivan, mediante cambios en el currículo y la organización, en verdaderas escuelas de trabajo social, con una visión menos caritativa, pero más profesional y social de lo que es, en suma, el trabajo social como método de ayuda estatal en los problemas sociales del país. Proceso sobre el que este artículo nos da una información inicial que puede ampliarse para otras regiones del país, pues se trata de uno de los pocos casos en que la tarea femenina de la domesticidad y la caridad se profesionaliza en una verdadera función de carácter social, rompiendo así el supuesto divorcio entre espacios públicos y privados en la primera mitad del siglo XX.

Se prueba así que el contexto no es determinante, porque igual esfuerzo de servicio y entrega a su tarea docente se encuentra en Lola Estrada y Silvia Cobián, dos modestas profesoras de primaria y secundaria de Etzatlán, Jalisco, pequeño espacio donde el parentesco entre ellas (tía y sobrina) les sirvió para formar un equipo docente que compartió la tarea de la enseñanza. El tono agradecido y laudatorio desde el cual está escrito este artículo empobrece el legítimo econocimiento de una encomiable area social que, sin embargo, debe ser explicada en el contexto de su clase, de su región y de su género.

Rescatar la efímera vida de estas siete mujeres en una lectura amena y placentera que arroja luz sobre las formas mujeriles en el pasado es, sin duda, el mayor mérito del libro, al explorar en el ámbito de lo cotidiano, en el entorno de la matria jalisciense, los temas universales de la feminidad, de la otredad femenina, de la memoria y del sentido del pasado.

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