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Economía, sociedad y territorio

On-line version ISSN 2448-6183Print version ISSN 1405-8421

Econ. soc. territ vol.10 n.33 Toluca May./Aug. 2010

 

Presentación

 

Foreword

 

Experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones.
Oscar Wilde (1956: 141)

 

Una despedida bien podría ofrecer un pormenorizado recuento de los diversos retos que debieron enfrentarse al recorrer un camino. Detallar los puntos de partida, y los aspectos que le otorgaron una razón de ser a un proyecto, eso que algunos llaman objetivo o leit motiv. Aunque también, una despedida podría consistir en una reflexión en torno a la significación de una experiencia personal y profesional. Precisamente en este último esquema se ubica el propósito de este breve texto con el cual me despido del trabajo que he venido desarrollando al frente de la revista Economía, Sociedad y Territorio.

Estas páginas contienen, al menos, dos planos de lectura: el explícito, reconocible en la estructura del propio texto, donde hago un esfuerzo por despedirme de quienes me acompañaron en esta empresa –gente querida y respetada, personas ciertas y de gran valía–, pero también contiene un plano tácito que, a modo de escritura paralela, se encuentra aparentemente ausente guiando las reflexiones… y también las emociones.

Después de once años de trabajo ininterrumpido como directora de la revista Economía, Sociedad y Territorio, editada por El Colegio Mexiquense, he tomado la decisión personal de separarme de este cargo, que he cumplido con enorme gusto y satisfacción.

No ha sido una decisión sencilla, lo hago con una mezcla de alegría y dolor. Alegría por haber tenido la gran fortuna de colaborar con esta institución académica que tanto ha significado en mi formación profesional, que me abrió sus puertas siendo una estudiante de sociología y me forjó poco a poco en el trabajo académico hasta que, pasados algunos años, me brindó la oportunidad de dirigir la revista Economía, Sociedad y Territorio. El profundo dolor que me causa esta separación es casi inaccesible a las palabras, dejo aquí, en este proyecto editorial, mis mayores anhelos y esperanzas, dejo también a los más queridos entre mis seres queridos, dejo a una institución que me recibió con los brazos abiertos y que creyó en mi capacidad para dirigir un proyecto editorial, cuando no era más que una aprendiz. Dejo, en pocas palabras, parte de mi vida, no sin dolor pero sí con la convicción de que los cambios son siempre deseables y necesarios.

La revista de la cual hoy me despido, surgió con el objetivo de constituir un espacio que permitiera el diálogo entre interesados en el análisis de los estudios urbanos y regionales. Tanto el proyecto editorial inicial, como el primer fascículo que vio la luz durante el primer semestre de 1997, se deben al empeño y esfuerzo de Carlos Garrocho, fundador y primer director editorial, posteriormente fueron Luis Jaime Sobrino y Alicia Lindón quienes –en distintos momentos– se desempeñaron como directores editoriales. En todo momento, la revista ha recibido el apoyo incondicional de quienes, en distintas épocas, han fungido como presidentes de El Colegio Mexiquense: María Teresa Jarquín, Alfonso Iracheta, Carlos Quintana y, más recientemente, Édgar Hernández.

No obstante, justo es reconocer que un proyecto editorial como éste se debe, sobre todo, a los autores, lectores y dictaminadores que han hecho posible el flujo de ideas que se plasman en las páginas contenidas, donde confluyen, se involucran y participan en este juego que es la investigación, la escritura y la lectura. Agradezco infinitamente haber tenido la oportunidad de participar en este espacio de expresión de ideas, de comunicación de resultados de investigación y de intercambio de información. Pero sobre todo, agradezco la fortuna de haber sido lo suficientemente ignorante de los procesos editoriales, como para poder involucrarme sin miedo al fracaso y con el ánimo que me fue contagiado por todos los involucrados.

El hecho de haber participado en un proyecto editorial que cuenta con cientos de colaboradores, significa que la lista de personas a quien se debe gratitud y aprecio puede ser excesivamente larga. La fortuna de encontrarme en este predicamento se la debo a Alfonso Iracheta, quien hace ya once años me convenció de que dirigir esta revista podría ser una experiencia interesante. Hoy sé que ha sido una experiencia de vida, gracias mil veces Alfonso por creer en mí y por brindarme tu amistad.

Agradezco a Luis Alberto Martínez el haberme contagiado su gusto por los procesos editoriales, sus comentarios inteligentes y sobre todo por su paciencia, pues ha hecho de este trabajo algo realmente divertido. A Xiomara Espinoza le debo un agradecimiento público por haber estado siempre dispuesta apoyando desde el inicio la formación y la composición tipográfica. A Héctor Chapa, Salvador Chávez, Sara Rivera y Laura Arzate mi más profundo agradecimiento por haber colaborado en distintos momentos a mi lado, en la ardua tarea de mantener una estrecha comunicación con los autores y dictaminadores. Hacia el final de mi paso por la revista, conté con el apoyo de María Eugenia Valdés quien, casualmente, fue la primera persona que conocí y me apoyó cuando llegué por primera vez a El Colegio Mexiquense, hoy soy afortunada pues sé que además de compartir juntas esta experiencia, cuento con su valiosa amistad.

En la corrección de estilo conté con la colaboración de Alma Mancilla, Daniel Díaz, Cynthia Godoy y, en los últimos años, de Lucy Bazaldúa, quien no sólo realiza un trabajo profesional, sino que además lo hace con cariño a pesar de lo arduo de la labor y de lo exigüa que es la paga. En la traducción agradezco infinitamente el apoyo incondicional de Jesús Rogel (inglés) y Flavia Galdi (portugués). A todos ellos les hago patente las muestras de mi gratitud, sin lugar a dudas, su profesionalismo fue para mí lo más cercano a un seguro de vida.

Todos los proyectos académicos tienen etapas de inicio y maduración y, personalmente, considero que de no reconocer el momento preciso para separarse, se podría correr el riesgo de asistir a su entierro prematuro. Es preciso que todo proyecto se favorezca de ideas nuevas, de propuestas alternas, de personas con ánimos renovados. Intento con ello suscribir las palabras de F. Nietzsche en Gaya Ciencia: "… sólo es capaz de inventar una mejora el que dice ‘esto no es bueno’".

Lo que hay detrás de esta decisión no es más que un esfuerzo por ser congruente con mi forma de pensar. Estoy convenida que estar al frente de un proyecto por más de diez años tendría que ser suficiente para concretar las metas planteadas, si al cabo de ese lapso se cumplieron los objetivos el balance es favorable y será preciso definir nuevos derroteros, de no ser así, con mayor razón es tiempo de hacer ajustes en los planes y en las expectativas. Más allá de ello, no habría –al menos para mí– ninguna razón lógica que justifique permanecer por más tiempo, finalmente estoy convencida que la democracia es un valor que debe ser practicado cotidianamente, y en las distintas esferas de la vida.

Once años al frente de un proyecto académico son suficientes para definir metas, trazar objetivos y hacer el mejor de los esfuerzos por alcanzarlos. Me despido de este proyecto editorial con la certeza de haber hecho el mejor de mis esfuerzos por consolidarlo como uno de los mejores en su ámbito, no sólo nacional, sino también Iberoamericano. Es ahora tiempo de darle espacio a las nuevas propuestas, a los proyectos renovados que podrán trazar nuevas alternativas para consolidar esta revista académica como una de las mejores en su disciplina.

Tengo la certeza de haber cumplido la parte de mi deber con responsabilidad, si el balance es o no positivo sólo se sabrá con el tiempo. Lo que es cierto es que en los nuevos horizontes que emprenda llevaré la experiencia acumulada a lo largo de estos años como uno de mis más grandes tesoros.

No me resta más que agradecer el apoyo incondicional que recibí en todo momento por parte de los integrantes del Comité Editorial de la institución, de los académicos y del personal en general. A todos ellos le expreso mi más sincero reconocimiento por hacer de esta institución un espacio laboral agradable y de gran valía. Agradezco sobre todo la oportunidad que esta institución me brindó para desarrollarme personal y profesionalmente, y quisiera también dejar patente mi absoluto compromiso por seguir apoyando la consolidación de este órgano editorial desde otros frentes académicos.

No es insólito tener sueños, lo que no es habitual es ser testigos de su concreción. Frente a ello, hay todavía un inmenso trabajo por delante, continuar haciéndole espacio a este órgano de difusión es responsabilidad de todos los que de alguna forma colaboramos en él, quizá ello nos permita hacerle perdurar.

 

Toluca, México, 8 de junio de 2010
Rosario Rogel Salazar

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