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Papeles de población

On-line version ISSN 2448-7147Print version ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.28 n.111 Toluca Jan./Mar. 2022  Epub Sep 19, 2022

https://doi.org/10.22185/24487147.2022.111.04 

Artículos

Trayectorias laborales y migración indígena internacional en Chiapas

Labor trajectories and international indigenous migration in Chiapas

Carlos López-Girón* 
http://orcid.org/0000-0001-6493-0109

Germán Martínez-Velasco**  
http://orcid.org/0000-0001-5871-3028

*Senda Sustentable A. C.

**El Colegio de la Frontera Sur, México


Resumen:

En este artículo se analizan las trayectorias laborales de un conjunto de retornados de regiones indígenas de Chiapas. El objetivo es conocer las secuencias ocupacionales, movilidades y continuidades que están presentes desde el lugar de origen en la fase previa a la migración, en su trayecto laboral en Estados Unidos y hasta el retorno. Para ello, se siguió el recorrido de cuatro subconjuntos de individuos que emigraron a Estados Unidos y retornaron a sus comunidades de origen, obteniendo información mediante entrevistas de tipo etnográfico. Como resultado, se aprecian distintas trayectorias en las que, si bien la agricultura todavía tiene un peso importante como generadora de empleo tanto en el lugar de origen como en el de destino, también se vislumbran nuevas generaciones de individuos cuyo destino laboral transita hacia otros sectores distintos de actividad en ambos contextos de trabajo.

Palabras clave: Trayectorias laborales; migración internacional; retorno; reinserción; movilidad laboral

Abstract:

This article analyzes the labor trajectories of a group of returnees from indigenous regions of Chiapas with the objective of knowing the occupational sequences, mobilities and continuities that are present from the place of origin in the pre-migration phase, in their labor trajectory in the United States and even in their return. To this end, the study followed the trajectory of four subsets of individuals who migrated to the United States and returned to their communities of origin, from whom information was obtained through ethnographic interviews. As a result, different trajectories can be seen in which, although agriculture still plays a major role as a generator of employment in both the place of origin and destination, new generations of individuals whose labor destiny transitions to other different sectors of activity in both work contexts can also be glimpsed.

Keywords: Labor trajectories; international migration; return; reintegration; labor mobility

Introducción

Chiapas es el estado de la República Mexicana con mayor población en condiciones de pobreza y marginación, 32.2 por ciento de ella vive en pobreza extrema y 42.5 por ciento en pobreza moderada (CONEVAL, 2012). En la esfera económica, el sector primario aportó siete por ciento del PIB estatal (año base 2013) y empleó 41 por ciento de la Población Económicamente Activa Ocupada (PEAO). Es decir, la actividad con menor aportación al PIB concentra buena parte de la población chiapaneca en edad de trabajar. El sector secundario participó con 23 por ciento y el terciario con un considerable 70 por ciento, mientras absorbieron 15 y 44 por ciento, respectivamente de la mano de obra disponible (INEGI, 2017). Esta disociación entre la estructura socioeconómica y ocupacional en Chiapas ha generado trayectorias laborales asociadas en gran medida al sector agrícola con alta inestabilidad ocupacional, bajos salarios y una migración interna e internacional (Cruz y Robledo, 2001; Robledo, 2012; Martínez, 2014).

Desde mediados del siglo XIX, la migración ha significado para la población campesina indígena de Chiapas una alternativa en la búsqueda de mejores condiciones de vida. Las trayectorias laborales se han adaptado a las dinámicas ocupacionales y salariales, así como a los ciclos productivos de las plantaciones agrícolas de exportación que hasta la década de 1970 contuvieron la mano de obra disponible en los límites estatales (Fábregas y Román, 1988). La colonización de la selva, las disputas político-religiosas y la lucha por la tierra que devino en el levantamiento armado de 1994 fueron factores que también jugaron un papel muy importante para retener a las poblaciones en su entidad de origen (Martínez, 2014), a la vez de implicar desplazamientos intermunicipales (e.g. Martínez, 1994; Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, 2002; Rus, 2012; Cruz y Robledo, 2001; Robledo, 2012).

Más tarde, la atracción de mano de obra de algunos estados del país en sectores como el manufacturero, construcción y servicios ocasionó la migración interestatal que, por su dimensión y diversidad de destinos, cobró relevancia en la Riviera Maya en la década de 1980, y el norte del país en años recientes (e.g. Villafuerte y García, 2006; Angulo, 2008; Rus, 2012; Martínez, 2013, 2014).

Esta contribución indaga las trayectorias laborales de una población con características específicas, tales como provenir de conjuntos sociales marginales, de carácter rural e indígena en una entidad de reciente incorporación en la migración de corte internacional que inicia en la década de 1990 y se intensifica a mediados de la de 2000. Resulta contrastante que en 2006 la entidad se colocó dentro de las principales expulsoras de migrantes internacionales a Estados Unidos con 118,510 personas, su máximo histórico (EMIF NORTE, 2017). No obstante, se observa una reducción en su volumen en los siguientes años que puede deberse a la crisis financiera de 2008 y al incremento del control fronterizo que limita el cruce a ese país (Massey, Pren y Durand, 2009).

Por otra parte, el Censo de Población y Vivienda de 2010 (INEGI, 2010) reporta 12,897 personas (mayores de cinco años) nacidas en Chiapas que ubicaron su residencia en Estados Unidos cinco años antes, de las cuales 7.8 por ciento hablaba alguna lengua indígena. De esa población, 86.3 por ciento fueron hombres que provenían de Las Margaritas, Chamula y San Cristóbal de Las Casas, municipios con considerable población indígena.

Algunas aportaciones empíricas ofrecen un panorama de la migración indígena de Chiapas a Estados Unidos (e.g., Angulo, 2008; Rus, 2012; Martínez, 2014); así como los cambios generacionales de juventudes indígenas tseltales y choles procedentes de la selva que emigraron a California (Cruz, 2016), y de las movilidades laborales y espaciales de jóvenes tojolabales también procedentes de la selva chiapaneca (Aquino, 2010).

El objetivo central del artículo es presentar un primer análisis de las trayectorias laborales de un conjunto de retornados chiapanecos de origen campesino e indígena con experiencia migratoria en Estados Unidos. El recorte del proceso de estudio inicia con experiencias de trabajo en el entorno de emisión, continúa con la estancia laboral en Estados Unidos y finaliza con la reinserción laboral en el lugar de nacimiento. Un resultado general de este estudio refiere que, si bien es cierto que los contextos socioeconómicos de los lugares de origen y destino son antagónicos, estos comparten una cualidad particular, pues ambos mercados de trabajo se caracterizan en ostentar una alta flexibilidad y precariedad laboral; al tiempo de ofrecer una diversificación de experiencias laborales, tanto en la fase de la migración como un incremento en la de retorno.

El documento se estructura de la siguiente manera: en la primera parte se expone la perspectiva teórica, donde se define el concepto de trayectorias laborales cuya aplicación metodológica es central en este estudio; la segunda, integra los resultados de la investigación sobre las trayectorias laborales de la población de estudio en sus tres fases i) previa a la emigración internacional, ii) las que se desarrollan en Estados Unidos y iii) las que se presentan en el retorno al terruño. De manera complementaria se detallan las vicisitudes experimentadas por los retornados en su salida de las comunidades, las de su estancia en Estados Unidos y las de su retorno.

Perspectiva teórica

El concepto de trayectoria tiene como marco teórico de referencia el proveniente del enfoque biográfico que, a su vez, tiene influencia tanto de la demografía francesa como también de la perspectiva de curso de vida en cuya base se encuentra la sociodemografía norteamericana (Courgeau y Lelièvre, 2001; Blanco, 2011). Los primeros estudios desde tal perspectiva fueron de corte cuantitativo, a través de información censal o encuestas que recogían información retrospectiva y transversal (Pressat, 1966 citado en Courgeau y Lelièvre, 2001). En tanto, cada miembro de la sociedad se encuentra interactuando en diversas situaciones, se hizo necesario estudiar las biografías individuales a modo de abarcar otros campos de vida. Con el análisis de cada biografía se pretende explicar el cambio social según el tiempo histórico y el espacio en los que tienen lugar el curso de vida de los sujetos (Courgeau y Lelièvre, 2001; Solís, 2011; Solís y Puga, 2011).

El sociólogo Glen Elder (1991: 63) 1 define trayectoria como “una línea de vida o carrera, un camino a lo largo de toda la vida, que puede variar y cambiar en dirección, grado y proporción”. Para ello, se recogen las “secuencias de eventos y cambios en el tiempo” de trayectorias vitales enmarcadas en ámbitos como el trabajo, escolaridad, vida reproductiva, migración, entre otros aspectos (Blanco, 2002; Solís, 2011).

En las últimas décadas, el estudio de las trayectorias laborales ha cobrado relevancia en América Latina (Roberti, 2012). En ese sentido, Pries (1993) estudió la movilidad en el empleo y realizó una comparación entre el trabajo asalariado y por cuenta propia en Puebla; Escobar (1995) en Guadalajara también analizó la movilidad, la restructuración y cambios en clases sociales; De la O (2001) hizo un recuento de las secuencias ocupacionales de obreros de los años de la década de 1990 que trabajaban en la industria maquiladora en la frontera norte de México. De manera particular, en el estudio de población femenina, Guzmán y Mauro (2001) examinan las trayectorias laborales de tres generaciones de mujeres cuyo recorrido está diferenciado por los contextos sociales, económicos y culturales de cada persona; De la O y Medina (2008) encontraron trayectorias laborales heterogéneas marcadas por la desigualdad social y de género en mujeres obreras que laboran en maquilas de Matamoros y Guadalajara. Por su parte, Jiménez (2009), a partir de una revisión bibliográfica, presenta algunas de las herramientas teórico metodológicas empleadas en el estudio de las trayectorias laborales. En lo que se refiere a su aplicación en migración, recientemente se elaboró un estudio sobre la migración chiapaneca por Martínez (2014) en el que describe el recorrido histórico de los conjuntos sociales asociados a los cambios en las estructuras sociales, económicas y políticas regionales.

Otro concepto central de esta perspectiva es el de transición y se refiere a “cambios de estado, posición o situación, no necesariamente predeterminados o absolutamente previsibles” (Blanco, 2011: 12). Dichos cambios de estado (por ejemplo, el matrimonio o divorcio) son relevantes en la vida de una persona, pues va más allá del ámbito personal, ya que considera acciones creadas, reconocidas y sancionadas colectivamente (Tuirán, 2002). La migración constituye una transición común de experiencia en el curso de vida de este conjunto de individuos sin importar la frontera, sea interna o internacional.

Los cursos de vida están inmersos en un contexto histórico y social específicos en el que los cambios ocurridos en tiempo y espacio repercutirán en lo individual y colectivo. Cabe aclarar que aun cuando los sujetos de estudio comparten socialmente un tiempo y espacio pueden definir un curso de vida y trayectorias laborales distintas, pues entran en juego características diferenciadas tales como nivel económico, estrato social, género, etnia, edad, entre otros (Tuirán, 2002).

El enfoque biográfico también considera diferentes aspectos de la vida de los sujetos ya que pueden experimentar ámbitos como la migración, escolaridad, vida reproductiva y laboral, entre otros; es decir, en la vida de una persona pueden existir diversas trayectorias que se conectan unas con otras (Roberti, 2012). De las contribuciones con este enfoque destacan las desarrolladas por Muñiz (2011), quien estudió las secuencias ocupacionales de ingenieros que laboraban para una empresa petrolera estatal privatizada entre 1991 y 1994; Dávolos (2001), quien interpretó las trayectorias laborales de trabajadores con experiencia de retiro voluntario después de la privatización de una empresa en 1991; y Frassa (2005) estudió las trayectorias laborales de ex empleados de una fábrica que cerró sus puertas en 1993.

En complemento, el enfoque biográfico considera las trayectorias laborales como:

El resultado de la relativa dureza de las estructuras de segmentación del mercado de trabajo junto con un proceso de interpretación y evaluación por parte de los individuos de su situación y aprovechamiento de sus posibilidades para delinear estrategias futuras más o menos deseables (Dávolos, 2001: 70).

Las interpretaciones como productos sociales se restringen por normas e instituciones que limitan las opciones de los individuos; las estrategias hacen alusión a la actuación de las personas con acciones o planes que determinan sus decisiones, de modo que están restringidas por las visiones objetivas y subjetivas de los individuos según sea el sector social en el que estén inmersos (Pries, 1996; Dávolos, 2001). Este proceso no puede entenderse sin tomar en consideración “la lectura de las estrategias de los individuos insertos en estructuras sociales o con una historia previa que va a favorecer acciones en una determinada direccionalidad” (Dávolos, 2001: 71).

Otras dimensiones analíticas también necesarias en esta contribución son las nociones de reinserción laboral y la de retorno. Entenderemos como reinserción laboral al:

proceso posterior al retorno durante el cual los emigrantes no solo retornan y se reincorporan a la comunidad de la que salieron, sino que buscan dar continuidad a su trayectoria laboral a través de actividades dirigidas a la búsqueda de empleo o bien a la instalación de pequeños negocios en el lugar de origen (Anguiano, Cruz y Garbey, 2013: 117).

Una versión actualizada de Cobo (2008) sobre el concepto de migración de retorno refiere al desplazamiento de una persona que, por su estancia en el extranjero, por decisión propia u otra condición regresa al terruño, sin importar el tiempo de permanencia en el lugar de destino ni motivo que lo llevó previamente a emigrar.

En términos metodológicos el concepto central de trayectorias laborales se puso en práctica a través de la construcción de las secuencias ocupacionales de los sujetos de estudio. Sus narrativas permitieron develar las condiciones contextuales en las que se han desenvuelto desde su iniciación laboral, en su transición a la migración internacional y en las de su posterior retorno. Con base en información de campo se organizó el análisis mediante cuatro subconjuntos de individuos con sus respectivas categorías anunciadas adelante. A dichos subconjuntos se les dio seguimiento en las tres fases de los itinerarios laborales: previo a la migración, en el lugar de destino y en el retorno.

Bajo esas consideraciones teóricas y metodológicas se procedió al levantamiento de información de campo, utilizando la técnica de bola de nieve. A inicios de 2014 se realizó la primera entrevista a una persona retornada, eso nos llevó a conocer un conjunto más amplio de personas procedentes de municipios de población indígena, gracias a lo cual se recuperaron 73 testimonios, de los cuales 68 corresponden a varones y el resto a mujeres a quienes se les realizaron entrevistas semiestructuradas y observación participante entre 2015 y 2017. Empero, en este artículo se hace referencia al conjunto de varones. Dicha selección se basó en dos criterios: i) la población masculina sí retorna, mientras que la femenina es muy poco probable de hacerlo, cosa que hubiese limitado su análisis y ii) haber tenido que adoptar una perspectiva de género, pues la migración y trayectorias laborales se viven de forma diferenciada entre hombres y mujeres en las fases referidas. Las edades de los entrevistados oscilan entre 20 y 50 años, la gran mayoría rondaba en los 30. Más de la mitad de los entrevistados son oriundos de la región Altos Tsotsil Tseltal (43) y en menor medida de la Selva Lacandona (10), Sierra Mariscal (9) y Valles Zoques (6), todos hablantes de algún idioma indígena, predominando mayoritariamente el tsotsil. El carácter indígena asociado a sus condiciones de vida afecta al presente estudio a ser un referente para evaluar el perfil social de las trayectorias vitales de pueblos marginales de la entidad chiapaneca.

Producto del análisis de la base de datos, se configuraron cuatro subconjuntos de individuos con base en sus ocupaciones imperantes previas a la migración: i) agricultura sin movilidad, son los que se dedicaban exclusivamente al trabajo agrícola; ii) agricultura con movilidad, incluye aquellos que al inicio de su itinerario laboral trabajaban en la agricultura, pero después se ocuparon en una o más actividades; iii) sin experiencia en la agricultura, es decir, iniciaron su trayectoria laboral en una ocupación distinta a la agricultura; y iv) sin experiencia laboral, referidos a aquellos que eran estudiantes antes de la migración internacional. Para identificar y construir las trayectorias laborales se contabilizó, de cada uno de los cuatro subconjuntos descritos, el número y tipo de experiencias ocupacionales ocurridas conforme a las tres fases del proceso: antes de la salida, durante la migración (desde su arribo a Estados Unidos y previo al retorno) y su reinserción en el lugar de origen (desde su arribo y hasta el momento de la entrevista).

Trayectorias laborales previas a la migración internacional

Esta fase inicial se enmarca en un contexto rural indígena cuyas normas comunitarias, de origen ancestral, determinan las cualidades de sus usos y costumbres en el ámbito de la sobrevivencia de sus habitantes. En la esfera laboral, este panorama social coincide con lo descrito por Camarero (2008: 12) : “(sus) mercados de trabajo (…) son, en general, poco dinámicos y con un nivel de diversificación y cualificación de los empleos relativamente bajo”. En ese sentido, es de esperarse que hombres y mujeres, en su mayoría, inicien su vida ocupacional participando junto a su familia en actividades agrícolas, dando comienzo a sus trayectorias laborales.

En la Tabla 1 podemos apreciar que, en esta primera fase, previa a la emigración, la actividad ocupacional de los sujetos tiene una distribución donde el subconjunto que se dedicaba completamente a la agricultura abarca el mayor porcentaje (60 por ciento), cuya continuidad es visible hasta el evento migratorio internacional. Enseguida están los que también se dedicaban a la agricultura en el inicio de su itinerario laboral, pero incursionan en otros trabajos producto de su movilidad laboral y migratoria (14 por ciento). Después están los que se ocupaban en otras actividades diferentes a la agricultura, como las del comercio y construcción (22 por ciento). En cuarto lugar se encuentra el grupo de personas que declaró ser estudiante como su actividad fundamental.

Tabla 1: Distribución porcentual según ocupación en la fase previa a la emigración internacional 

Subconjunto Porcentaje
Agricultura sin movilidad 60.0
Agricultura con movilidad 14.0
Sin experiencia en la agricultura* 22.0
Sin experiencia laboral 4.0
Total 100.0

* Incluye comercio, construcción y servicios.

Fuente: elaboración propia.

Una sumatoria de 74 por ciento de los entrevistados declaró haber comenzado su vida laboral en la agricultura comunitaria. Ese dato es significativo en tanto brinda una idea del papel de la estructura social en la que se desenvuelven los sujetos, donde la lógica de aprovisionamiento familiar de los recursos marca la iniciación de las trayectorias laborales de ellos. Ante la ausencia del jefe de familia sea por fallecimiento de este, migración o adicciones, las generaciones jóvenes asumen responsabilidades ajenas a su edad como lo demuestra el testimonio de Luis:2

A los 13 años (empecé a trabajar) en la agricultura, porque a esa edad mi papá murió; le ayudaba a mi mamá, (…) aparte de eso pues tenía que mantener a mis hermanitos más pequeños, porque yo soy el grande de la familia (Luis, 29 años, 2015).

De todos los entrevistados, solo un grupo reducido recibió pago por su trabajo, entre 300 a 480 pesos semanales3 por jornada mínima de ocho horas al día, recursos que constituyen un complemento al ingreso familiar. Mientras tanto la mayoría se encontraba trabajando en la parcela familiar sin remuneración alguna.

De los entrevistados del primer subconjunto agricultura sin movilidad que, en las décadas de 1960 y 1970 algunos eran muy jóvenes, habitualmente se trasladaban a las regiones chiapanecas del Soconusco y Valles Centrales para “chaporrear” y cortar café en las fincas agrícolas.4

El siguiente testimonio muestra una transición del curso de vida a través del cambio de estatus civil y su expresión en lo laboral: “cuando era muy chico fui a la finca; y ya después, cuando conseguí mi mujer, me fui a (Ciudad de) México. Me dijeron que había trabajo allá, y sí, había, y ganaba bien; ganaba más que en la finca” (Pascual, 44 años, 2015). Esta transición del estatus civil de soltero a casado también denota otras responsabilidades ante la comunidad. Se da comienzo a la vida pública participando en cargos comunitarios, en un principio como policías y, de acuerdo a sus capacidades, la comunidad los elige para formar parte de distintos comités: educación, salud, carretera, agua, entre otros; cuando alcanzan mayor reconocimiento comunitario se les asigna de agente municipal y comisariado ejidal.

El segundo subconjunto, agricultura con movilidad laboral cuya proporción en el total de entrevistados es de 14 por ciento, se empleó en actividades con mejores ingresos en el mercado de trabajo regional como la construcción y la carpintería. De este subconjunto, algunos experimentaron la migración intermunicipal en las décadas de 1980 y 1990 con empleos de peones de albañil o de comerciantes informales de artesanías en destinos interestatales como Cozumel, Cancún, Ciudad de México y Tuxtla Gutiérrez.5

El tercer subconjunto, sin experiencia en la agricultura, que concentra 22 por ciento del total de entrevistados, no tuvieron la agricultura como primera experiencia laboral, pues se iniciaron en actividades comerciales del mercado informal y en la rama de la construcción, ya sea en las comunidades de origen, en San Cristóbal de Las Casas o en destinos interestatales. Finalmente, el cuarto subconjunto, sin experiencia laboral, integrado por cuatro por ciento de los entrevistados, se constituye por los que se dedicaban exclusivamente a estudiar, en su mayoría el nivel de bachillerato.

Estas trayectorias laborales indican que gran parte de la población, previo a su salida, se incorporó a la agricultura familiar de subsistencia sin obtener ingresos económicos para satisfacer sus necesidades más apremiantes. Esta situación provoca que un buen número de jefes de familia se hayan endeudado a través de préstamos gravados con tasas altas de interés; los más afortunados recurren a familiares y amigos, quienes les cobran entre dos y cinco por ciento, mientras la gran mayoría recurre a algún vecino o usurero cuyo interés oscila entre 10 y 20 por ciento de la deuda. Estos préstamos con altas tasas de interés se convierten en impagables, situación que empuja a algún miembro de la familia a emigrar, siendo por lo regular el jefe de familia, de no hacerlo se compromete la tierra, medio valioso que da sustento alimenticio. Así lo revelan los siguientes testimonios “la deuda que tenía ya no podía pagarla, porque era bastante, bueno para mí era bastante, debía hasta 60 mil pesos” (Pascual, 44 años, 2017); y “cuando yo sentí que no podía pagar la deuda, incluso ya me querían quitar el terreno donde vivía. Entonces tomé una decisión así de rápido, como en una semana me fui, me lancé a (Estados Unidos)” (Manuel, 32 años, 2015).

Entre otros motivos que provocan la migración, se encuentran las aspiraciones de mejorar las condiciones de vida prevalecientes en las comunidades, la reunificación familiar; para los más jóvenes, vivir la experiencia de conocer y trabajar en Estados Unidos. Para decidir partir, la información fue determinante en la mayoría, los cuales accedieron a ella a través de centroamericanos que transitan por sus comunidades y, posteriormente, por tsotsiles alteños, también descrito por Cruz (2016) en otro estudio de chiapanecos. Se convierte en temas de conversación, la información sobre empleos en las plantaciones agrícolas de Florida y Georgia; construcciones de Alabama, Carolina del Norte; jardines de hoteles y residencias de Tennessee; los ingresos obtenidos y su conversión en pesos.

Estas características sociolaborales de los sujetos de estudio son la línea de base para apreciar rupturas y continuidades de los mismos a partir de un evento de migración internacional, sin tener un destino laboral preciso, sin saber de leyes, normas, instituciones, sindicatos, organizaciones patronales y un desconocimiento profundo de la movilidad de tránsito en aquel país.

La salida de la comunidad

La estructura económica de las comunidades campesinas de origen indígena de contextos del tipo de Chiapas, como bien se ha señalado, ha sido incapaz de generar empleos e ingresos suficientes para proveer de una vida digna a su población; se han convertido en espacios carentes de “interés para la economía globalizada en desarrollo” (Castells, 1999: 160). En este sentido, salir de la comunidad se convierte para los nuevos migrantes en una transición de sus cursos de vida al convertirse de trabajadores comunitarios a migrantes internacionales en un mercado laboral competitivo compuesto de mecanismos funcionales de inclusión/exclusión.

Todos los migrantes entrevistados financiaron su primera y subsecuentes salidas mediante préstamos, situación observada también por Rus (2012) y Cruz (2016), cuyas tasas de interés, como se dijo, oscilan entre dos y 20 por ciento; además de otras deudas contraídas previo a la salida, deben sumarse los costos totales que implicó la migración internacional. El costo del viaje desde la comunidad de origen a Estados Unidos se ha incrementado con el tiempo, a principios de los años 1990 costaba 10 mil pesos; del año 2000 a 2003 se incrementó entre 20 mil y 25 mil pesos; del periodo 2005 a 2007 entre 25 mil y 27 mil pesos, en años recientes (2018-2020) se habla de entre 150 mil y 200 mil pesos.

Aun cuando tienen información general para cruzar la frontera México-Estados Unidos, lo cierto es que resulta evidente la vulnerabilidad ante asaltos, violaciones, incidentes provocados por la fauna, las condiciones fisiográficas y climáticas del desierto, la escasez de agua y temor a perderse a causa de no seguir el ritmo del grupo en el cruce. La mayoría dijo atravesar la frontera desde Altar, Sonora; muy pocos por Nogales y Hermosillo en el mismo estado y por Nuevo Laredo, Tamaulipas. La mayoría se acompaña de un familiar, otros con amigos y paisanos.

En territorio estadunidense los migrantes tienen como primeros destinos Phoenix y Tucson en el estado de Arizona. No obstante, la información recabada sugiere que estos chiapanecos muestran una clara preferencia por asentarse en el estado de Florida, en ciudades como Tampa, West Palm Beach y Miami. También se establecieron en Georgia, Arizona, Alabama, Carolina del Norte y Sur, Virginia, Luisiana, Mississippi, New Jersey y Tennessee.

De acuerdo con Izcara (2012), para poder cruzar los migrantes chiapanecos se convierten en “mercancías”, a manos de quienes se dedican al cruce clandestino, pues durante el traslado son objetos de redes de traficantes de personas que condicionan su libertad por cierta cantidad de dólares, como lo reafirma el siguiente testimonio:

(El pollero) nos fue a entregar con otro señor y este me preguntó que si tenía dinero. (Ya) eran los que (nos) llevaban para los estados (al interior de Estados Unidos) que queríamos, y le dije que no tenía dinero, ‘¿tienes familiares allá?’, sí, le dije; ‘llámales’ (…) pero estaban bien bravos ‘si no me consigues dinero al rato te mando migración para que te lleve de regreso’. (…) Le hablé a mi hermana, le dije ‘necesito mil dólares ya estoy en Mesa (Condado de Maricopa, Arizona) (Domingo, 30 años, 2015).

Las redes sociales conformadas por la familia, amigos y paisanos, permitieron acceder a hospedaje y alimentación al momento del arribo a los lugares de destino. La interacción con otros inmigrantes procedentes de otras entidades del país, e incluso de otras nacionalidades, ha posibilitado su expansión haciéndola más accesible.

Llegué a medianoche, mi cuñado ya tenía carro, me fue a buscar en donde estaba (…) y me dijo ‘vente, vamos a comprarte ropa ¿necesitas algo? cómprate lo que necesites’ (…) fuimos a una tienda Walmart a comprar las cosas (Domingo, 30 años, 2015).

Se trata entonces de una migración de condiciones marginales, propia de estados de reciente incorporación, por lo mismo, carente de una estructura de redes de mayor consolidación, empero, el carácter indígena de sus agentes, más los lazos de paisanaje, les permite sobrellevar situaciones que en otras circunstancias les serían más difíciles.

Trayectorias laborales en Estados Unidos

La segunda fase de las trayectorias laborales se escenifica en Estados Unidos, un contexto socioeconómico diametralmente opuesto a las características comunitarias de los lugares de origen. Los indígenas chiapanecos en general se movilizan en casi toda la Unión Americana, aunque los entrevistados se circunscriben en estricto orden de importancia en Florida, Georgia, Arizona, Alabama, Carolina del Norte y Sur, Virginia, Luisiana, Mississippi, New Jersey y Tennessee.

Como puede apreciarse en la Tabla 2, del total de trabajadores que en su lugar de origen se caracterizaron por desarrollar trabajos en la agricultura sin movilidad, en su reciente arribo a Estados Unidos 56 por ciento se empleó en el sector agrícola, mientras 44 por ciento lo hizo en actividades distintas a esta. Del total de este subconjunto, 29 por ciento continuó en actividades agrícolas durante todo su itinerario laboral hasta antes del retorno; 12 por ciento se mantuvo exclusivamente en la construcción, otra proporción similar lo hizo en servicios y mantenimiento, mientras cinco por ciento lo hizo en la manufactura hasta antes del retorno; 22 por ciento se desempeñó en dos actividades distintas, 17 por ciento en tres y tres por ciento en cuatro actividades. De lo anterior, en primer lugar podemos advertir cómo el hecho de provenir de un oficio agrícola determina que una buena parte (56 por ciento) de este subconjunto encuentre trabajo en ese mismo sector en su reciente arribo a Estados Unidos, sin embargo, también es de destacarse la flexibilidad de este tipo de trabajador para alternar con otras actividades laborales sea por variaciones del mercado laboral del sector o bien por iniciativa propia, pues estos se mueven de la agricultura a los servicios, de la construcción a la agricultura o manufactura, resultando múltiples combinaciones de actividades a ocupar.

Tabla 2: Distribución porcentual según ocupaciones, subconjunto agricultura sin movilidad. Fase emigración internacional 

Primer empleo en Estados Unidos Empleos hasta antes del retorno
Agricultura 56.0 Agricultura 29.0
Construcción 12.0
Servicios y mantenimiento* 12.0
Manufactura** 5.0
Actividad distinta a la agricultura 44.0 Dos actividades distintas 22.0
Tres actividades distintas 17.0
Cuatro actividades distintas 3.0
Total 100.0 100.0

* Servicios de jardinería, mantenimiento a casas, meseros, fontanería.

** Obreros en fábricas de muebles y casas móviles, procesadoras de alimentos.

Fuente: elaboración propia.

Por otra parte, los trabajadores que en sus comunidades de origen se caracterizaron por ocuparse en la agricultura, pero la alternaban con movilidad laboral, según la Tabla 3, 44 por ciento se incorporó a la agricultura en su reciente arribo a Estados Unidos y 56 por ciento se inició fuera de ella. Esto sugiere que, a pesar de tener experiencia en otros trabajos distintos a la agricultura en los lugares de origen, buena parte de ellos se muestran prestos a continuar en la agricultura al llegar a Estados Unidos.

Tabla 3: Distribución porcentual según ocupaciones, subconjunto agricultura con movilidad. Fase emigración internacional 

Primer empleo en Estados Unidos Empleos hasta antes del retorno
Agricultura 44.0 Agricultura 11.0
Construcción 11.0
Servicios y mantenimiento* 11.0
Actividad distinta a la agricultura 56.0 Dos actividades distintas 56.0
Cuatro actividades distintas 11.0
Total 100.0 100.0

* Servicios de jardinería, mantenimiento a casas, meseros, fontanería.

Fuente: elaboración propia.

En la misma tabla se puede apreciar que los que trabajaron al inicio en la agricultura (44 por ciento), su porcentaje se redujo a 11 por ciento al final. De los que iniciaron en una actividad distinta a la agrícola y tuvieron una sola ocupación durante el periodo, lo hicieron en 11 por ciento respectivamente en la construcción, servicios y mantenimiento. En cuanto al resto de este subconjunto, unos tuvieron dos experiencias laborales (56 por ciento) y otros más (11 por ciento) con cuatro ocupaciones distintas. Aquí podemos apreciar cierta diferencia con los de la categoría anterior, pues mientras el porcentaje de los que tuvieron más de una experiencia en el subconjunto anterior fue de 44 por ciento, los de esta segunda categoría asciende a 67 por ciento. Es bastante probable que esto indique la disposición personal, producto de haber tenido movilidad previa, a insertarse en un mayor abanico de posibilidades laborales.

En la categoría integrada de quienes en su lugar de origen se insertaban en ocupaciones como el comercio y la construcción, cuya localización urbana implica salir de la comunidad, apreciamos en la Tabla 4 que hubo 26 por ciento que consiguió empleo en la construcción, 20 por ciento en la agricultura y 54 por ciento en otras actividades distintas. No obstante, al momento del retorno, el mismo porcentaje (26 por ciento) se mantuvo en la construcción, mientras bajaron a 14 por ciento los de la agricultura, 20 por ciento estaba en servicios y mantenimiento, mientras 40 por ciento restante ya había experimentado dos cambios laborales más respecto al de su arribo. Similar a las categorías anteriores, en esta puede inferirse que el hecho de haber trabajado en la construcción en la región de origen también motiva a buscarla en la de destino. Por otra parte, llama la atención que a pesar de tratarse de un subconjunto que no trabajaba en la agricultura en su lugar de origen, a su llegada a Estados Unidos se ubicó en ella y una mayoría se mantuvo ahí hasta su regreso. Por último, también destaca que este subconjunto de individuos tuvo menor rotación laboral que sus contrapartes de las dos categorías anteriores, lo cual podría indicar que gozaron de mayor estabilidad laboral o persistieron en buscar esta actividad.

Tabla 4: Distribución porcentual según ocupaciones, subconjunto sin experiencia en la agricultura. Fase emigración internacional 

Primer empleo en Estados Unidos Empleos hasta antes del retorno
Construcción 26.0 Construcción 26.0
Agricultura 20.0 Agricultura 14.0
Actividad distinta a las anteriores 54.0 Servicios y mantenimiento* 20.0
Dos actividades distintas 40.0
Total 100.0 100.0

* Servicios de jardinería, mantenimiento a casas, meseros, fontanería.

Fuente: elaboración propia.

La Tabla 5 es consistente en el subconjunto sin experiencia laboral, referido a los que se desempeñaban como estudiantes antes de la migración. Por ser un número muy reducido de casos encontrados, siendo este de tres, nos limitamos a informar que los tres se emplearon en el sector de servicios y mantenimiento. De las tres personas, una se mantuvo en la misma empresa desde su arribo a Estados Unidos hasta su retorno al terruño, mientras la segunda tuvo dos experiencias laborales y la tercera tres. Aun cuando su número es poco significativo, podemos señalar la ausencia de la agricultura como fuente de trabajo, así como en la de la construcción.

Tabla 5: Distribución porcentual según ocupaciones, subconjunto sin experiencia laboral. Fase emigración internacional 

Primer empleo en Estados Unidos Empleos hasta antes del retorno
Servicios 100.0 Servicios y mantenimiento 33.0
Dos actividades distintas a la agricultura 33.0
Tres actividades distintas a la agricultura 34.0
Total 100.0 100.0

* Servicios de jardinería, mantenimiento a casas, meseros, fontanería.

Fuente: elaboración propia.

Del conjunto expuesto, podemos afirmar que las trayectorias laborales en la fase de migración internacional muestran relativa movilidad si se compara con las de la fase previa a la migración, pues se incrementó el número de experiencias laborales distintas. Si bien varios casos muestran continuidad en la agricultura en su arribo a Estados Unidos, esta continuidad no les exenta de experimentar cambios drásticos, ya que mientras en las comunidades de origen el proceso de producción es pre-moderno, por rudimentario y artesanal; el de Estados Unidos es posindustrial, pues es programado, intensivo, mecanizado, flexible dado sus variaciones altas en la oferta de empleo, lo que presiona a los trabajadores a ajustar sus grados de destreza y someterse a una disciplina y rotación de mano de obra. Lo anterior puede tener implicaciones negativas en el monto de ingresos netos, además de que la relación productividad-ingresos es menor en los de reciente arribo frente a los que les antecedieron en la migración, debido al diferencial de habilidades dada la experiencia acumulada.

Si bien muchos se mantienen en el sector agrícola, la movilidad al interior de este está presente. Los jornaleros señalan tener movilidad entre un empleo y otro dentro del sector, por ejemplo, constantemente cambian de los campos de naranja a los de pepinos, y en distintas direcciones en lo que se refiere a la recolección de tomate, cebolla, espárragos, chiles, camote, uva, cerezas, arándanos, toronja, tabaco y fresa. Esto deriva en continuos cambios, tanto de compañías o huertos, como de espacios geográficos en distintos estados de la Unión Americana que Aquino (2010) reporta. Dicha movilidad responde a i) al mayor ingreso que represente cierto cultivo en determinado momento; ii) la etapa del ciclo productivo de cada cultivo; y iii) las variaciones de oferta y demanda en el mercado laboral. La movilidad espacio-temporal también es visible en otras ramas de actividad económica como los servicios y manufactura, así como en la construcción donde se emplean como obreros en Florida, Tennessee, Georgia, Carolina del Norte y Sur. En este último sector se reportan mejores ingresos para los inmigrantes chiapanecos.

Los inmigrantes desempeñaron sus trayectorias laborales en actividades de poca calificación, no obstante, requirieron desarrollar sus destrezas y, cuando fue necesario, de un ligero grado de especialización adquirido mediante la apropiación de aspectos técnicos indispensables. Lo anterior cobra relevancia si se toman en cuenta características personales de ellos como i) no hablar inglés, ii) hablar predominantemente tsotsil o tseltal, y iii) contar con un nivel muy básico de escolaridad.

Las redes sociales que tejen los migrantes son, en primera instancia, un recurso para aprender de las actividades laborales en las que los familiares, amigos, paisanos e incluso empleadores locales contribuyen. La práctica de la observación fue esencial para aprender de las actividades por no saber inglés ni uso pleno del español, ya que en su mayoría hablan exclusivamente su idioma indígena.

En las trayectorias laborales analizadas, llama la atención no identificar movilidades ascendentes, es decir, ascenso de puestos, a excepción de una persona, al pasar de ayudante de cocina a cocinero en un restaurante de comida china. Esta persona contaba con estudios de preparatoria previos a la migración, no hablaba ni comprendía inglés; su ingenio y observación le permitió aprender a preparar platillos, aun cuando los cocineros hablaran solo chino mandarín, por lo que siendo nula la comunicación verbal acudió al lenguaje de señas.

Yo cortaba verduras, pero al mismo tiempo estaba observando. Veía a los cocineros, y en una oportunidad que hubo ante la ausencia del cocinero (...) empecé a cocinar y al patrón le gustó como cociné (…). Me dijo: ‘si quieres aprender más, te voy a dar la oportunidad para que aprendas y te voy a pagar como cocinero (Alberto, 32 años, 2015).

No todos tuvieron capacidad e interés de aprender los oficios, algunos que laboraron como lavatrastes cuentan que fueron despedidos al no realizar de forma correcta su tarea. Otros, ante el temor de ascender de puesto por sentirse incapacitados para desempeñarlo bien se limitaron a realizar actividades básicas, como señala Javier “no le eché ganas (…) porque si empezamos otro trabajo como tipo maestro, somos los responsables; si quedó mal el trabajo, tienes que arreglarlo bien, y ahí baja el sueldo, por eso no quise entrarle” (Javier, 40 años, 2015).

El perfil del migrante constituido por su baja calificación, baja escolaridad, desconocimiento del idioma inglés, poca habilidad del castellano, es condicionante para ubicarlos en escalones bajos de la marginalidad laboral enfrentados a una flexibilidad del mercado de trabajo en competencia en la Unión Americana. Esto induce a la población inmigrante a moverse constantemente de empleo, aun cuando sea en la misma rama de actividad como se refleja en el número de experiencias laborales distintas a la agricultura.

La inserción en el mercado laboral norteamericano fue exclusivamente a través del capital social. En primera instancia se encuentra el de adscripción étnica, sean familiares o amigos quienes se encargan de buscar empleo para los recién llegados. No obstante, las amistades como expansión de las redes sociales, antes y durante la estancia en Estados Unidos, no se limitaron a personas de la propia comunidad, sino también de otras entidades del país o nacionalidades como la guatemalteca, hondureña y, en menor medida, de estadunidenses que apoyaron a insertarse en ocupaciones de mayor remuneración, como deja constancia el siguiente testimonio:

Mi hermana me presentó con los dueños de la empacadora de especies donde trabajaba; eran mexicanos de Durango. Empecé siendo ayudante de mi hermana. Después, entró un hondureño a trabajar al área donde hacía los pedidos, pero no podía. Doña Silvia (administradora) que es de Oaxaca me dijo ‘Miguel vente aquí, vamos a probar si puedes tú levantar las órdenes’ y sí, pude (Miguel, 30 años, 2017).

Un reducido número de entrevistados señaló que se ocupó mediante un examen o “aplicación” y entrevista con el supervisor de la empresa, cuya finalidad fue medir las capacidades de los aspirantes. Los que se aventuraron a realizar una migración sin capital social, sin socializar más allá de su grupo de pertenencia, se encontraron con más barreras para colocarse de inmediato en alguna ocupación y mantenerse en ella.

Los ingresos totales de los migrantes están en función de estos aspectos: i) la actividad ocupacional ii) tiempo de estancia en Estados Unidos, es decir, los de reciente arribo frente a los de mayor tiempo de llegada y iii) experiencia acumulada en la actividad desempeñada. El ingreso promedio semanal en la construcción es de 520 dólares, siendo el monto más alto que se pueda alcanzar. Enseguida está el de la manufactura con 400 dólares, servicios con 370 dólares y agricultura con 315 dólares semanales. El tiempo de permanencia en Estados Unidos es otro factor que determina los ingresos de los inmigrantes; así, los de arribo reciente reciben en promedio 15 por ciento menos de los que les antecedieron en la migración, además de que los nuevos se emplean en mayor medida en la agricultura.

El destino de los ingresos, buena parte se ocupa al pago de deudas, renta de vivienda, alimentación, vestido, remesas familiares, en algunos casos, a costear adicciones. Respecto a lo último, algunos testimonios revelan el estilo de vida propio, de amistades y familiares quienes dedican parte de sus ingresos en comprar bebidas alcohólicas y otros bienes propios de una sociedad de consumo, reduciendo así su capacidad de ahorro: “viví con un poco de desorden, como tomaban mis tíos ahí también aprendí a tomar. Ya llegando aquí (Chiapas), ya era un borracho” (Juan, 25 años, 2015). En ese mismo sentido:

Allá hay mucha droga, cerveza. O sea, gastas más, en eso se va el dinero en comprar cerveza. He visto a mis compañeros de renta, sacan 300 o 400 (dólares) a la semana, cobran un día viernes, ya en domingo regresan sin dinero (…); a veces me dicen ‘préstame unos 50 o 100 dólares’, ya se gastaron todo (Felipe, 35 años, 2015).

Otro factor que limita la capacidad de ahorro es el pago constante a los “rideteros”. En la agricultura estos individuos suelen ser contratistas que financian el traslado de una fuente de empleo a otra. Para garantizar su cobro permanecen vigilando a sus deudores en los campos de cultivo con un costo de mil a dos mil dólares según distancia. En ese sentido, Luis comenta: “Los ‘rideteros’ son los mismos contratistas del campo, nos dicen que vamos financiados, les debemos dinero porque nos trasladan desde Arizona hasta donde está el trabajo, y así poder pagar la deuda de mil dólares” (Luis, 29 años, 2015).

Dadas las condiciones de clandestinidad de los inmigrantes, la incapacidad de moverse de un lugar a otro por sí mismos obliga en unos casos a contratar a otro tipo de “rideteros”, que se encargan de trasladarlos en vehículo de sus domicilios a los lugares de trabajo, quienes por conocer el mercado laboral también juegan el papel de colocadores de empleo cobrando el traslado y colocación de una ciudad a otra o de un estado a otro. Algunos de los entrevistados llegan a pagar hasta 400 dólares por su traslado y colocación laboral; por ese constante movimiento de espacios y empleo, buena parte de sus ingresos se dirige a este servicio.

Otra parte del ingreso es enviado en remesa a sus familiares en las comunidades de origen. No se identifica un patrón claro si el monto y frecuencia de remesas guarda relación con las ocupaciones desempeñadas en Estados Unidos. La mayoría de los inmigrantes enviaba mil pesos semanales o quincenales en remesas, pocos llegaron a enviar de tres a cuatro mil pesos cada mes, y en menor medida entre ocho mil y diez mil pesos.

Es importante recordar que varios inmigrantes salieron con deudas, por lo cual buena parte de las remesas recibidas en sus familias se dedicaron al pago de estas. Los prestamistas son beneficiarios de este negocio, pues los migrantes estudiados pagaron entre 50 a 100 mil pesos por un préstamo de 15 mil pesos en promedio. De acuerdo con Rus (2012), los dividendos de las remesas llegan a las familias después de dos años, ya que los usureros las captan desde el inicio del primer empleo en la Unión Americana.

El retorno al terruño

La migración de retorno puede ser voluntaria o involuntaria.6 Dentro de la primera encontramos motivos familiares y personales. La migración separa a la familia y entonces los emigrados enfrentan sentimientos de ausencia hacia la familia y/o enfermedad de algún miembro del grupo en las comunidades de origen. Así lo relató Felipe “allá (en Estados Unidos) hay más dinero, nada más que pensamos en la familia, ¿cómo estarán?, a veces extrañamos (el terruño), pero por necesidad nos vamos allá” (Felipe, retornado, 2015).

Los motivos personales del retorno aluden a la fatiga del ritmo de trabajo en Estados Unidos, la ausencia de redes sociales, haber alcanzado los objetivos propuestos, nostalgia por la tierra; en el caso de los jóvenes, por proponerse continuar sus trayectorias escolares en Chiapas ante la imposibilidad de realizarlas en Estados Unidos por costoso y la condición migratoria. Así lo refiere Alberto “el mismo trabajo hace que nos estresemos, ya estaba aburrido un poco de lo mismo, entonces fue que decidí regresar” (Alberto, 32 años, 2015); también Milo “regresé para venir a estudiar otra vez. Sí, porque yo tenía pensado en regresar. Según iba a tardar un año nada más, pero pasaron seis meses más” (Milo, 25 años, 2015). En la interpretación de Cerase (1974) esto representa un retorno de fracaso, insuficiente capacidad de acoplarse al país de destino, por diferencias sociales y culturales entre dos sociedades.

Las razones de carácter involuntario se refieren a factores ajenos al deseo del migrante. Los cargos comunitarios constituyen la principal causa dentro de esta clasificación, observado específicamente para los retornados de la región Altos Tsotsil Tseltal, estos pueden ser civiles o religiosos. El proceso inicia cuando la esposa comunica al migrante que la asamblea comunitaria, máxima autoridad en comunidades rurales, le ha elegido para cumplir con un mandato, enseguida se inicia una negociación con las autoridades y buscar un sustituto que pueda cumplir el cargo en representación del migrante (Martínez et al., 2017). Un cargo implica servir a la comunidad durante un año sin recibir pago alguno más que el reconocimiento de la comunidad; transcurrido ese tiempo debe pasar cinco años para ser acreedor de recibir otro. Ahora bien, cuando el cargo es de vocal, puesto de baja jerarquía, se le permite pagar una multa de 30 mil pesos para liberarse de la responsabilidad; sin embargo, cuando la negociación no es exitosa, son obligados a cumplirla. Cuando ello ocurre, el retorno es inminente. De no acatar lo dispuesto por la comunidad implica ser sujeto de expulsión de la misma, por tanto, de perder la posesión de la tierra. Esto compromete la estancia del migrante, quien apenas pudo haberse acoplado al medio socioeconómico del país de destino, haber pagado deudas contraídas previo a la salida, en el peor de los casos, continuar con los pagos o bien posponerlas para tiempos mejores.

Otro factor de retorno involuntario se asocia a la disminución de empleo en el sector de la construcción en época invernal, cuyos trabajadores migrantes de repente se encuentran obligados a interrumpir su trayectoria ocupacional y al disminuir sus ingresos aumenta la probabilidad de retornar. También se produce el retorno involuntario por aprehensiones y deportaciones en automático (Durand, 2004) que realizan autoridades migratorias de Estados Unidos. Varios fueron retenidos por cierto tiempo y aun cuando tenían opción de contar con un abogado, repentinamente fueron informados de tener un vuelo con destino a México. Otros, al enterarse del tiempo que implica el proceso legal, decidieron reservarse el procedimiento y retornar de forma “voluntaria”.

Cuando me agarraron me dijeron que consiguiera un licenciado; de ahí, dentro de la cárcel, me dieron un número (telefónico) y al licenciado le pregunté: ‘¿cómo está mi caso?’ y me dijo ‘no te preocupes, tienes un vuelo para el sábado’. Un día sábado que era el día para regresar, nos despertaron como a las cuatro de la mañana, y ya me vine en un avión amarrado de pies y manos (Luis, 29 años, 2015).

Pese a las circunstancias del retorno, en las comunidades de origen ocurre un ambiente de festejo; la familia se reúne para recibir al migrante cuya experiencia estuvo marcada por añoranza al regreso, revirtiéndolo con el júbilo del reencuentro familiar.

Regresé feliz, ya me estaban esperando en la terminal (de autobuses), allá se fueron y me recibieron con abrazos, y en la casa ya tenían lista la comida, estuvo bien. Pero después de un tiempo me quedé triste porque ya no puedo ganar igual que allá, me acostumbré, no es igual estar acá (Felipe, 35 años, 2015).

La situación se torna en depresión al notar una difícil reinserción ante el entorno regional de capacidad económica limitada y precariedad laboral, comprueban la persistencia de las circunstancias que les obligaron a emigrar. Para quienes regresaron involuntariamente a cumplir cargos comunitarios o fueron deportados les resulta de gravedad mayor. En una evaluación intuitiva de costo-beneficio, los migrantes comparan los mercados laborales de origen con los de destino, concluyendo de lo imposible de acceder a bienes y servicios que tuvieron en Estados Unidos, aun cuando ellos son portadores de un perfil migratorio de mayor vulnerabilidad dentro de los inmigrantes en Estados Unidos.

El retorno por deportación significa interrumpir por completo el objetivo de la migración (Durand, 2004). Se vive en forma de duelo, previendo deudas crecientes que los llevó a emigrar. Se escuchan relatos como “me sentí triste al regresar, triste porque ya me quedé debiendo” (Javier, 40 años, 2015), y “me sentí triste porque no traíamos ni un peso (…), no tenía dinero ahorrado, también porque no había juntado” (Manuel, 25 años, 2015). La autopercepción de fracaso y rechazo de su comunidad de los deportados ocurre en carencia de recursos económicos “(estuve) muy triste y apenado, porque sentía que la comunidad me rechazaba” (Luis, 29 años, 2015). No obstante, mediante la participación en cargos comunitarios renuevan un reconocimiento gradual. Para cubrir un cargo la asamblea califica las competencias de las personas entre las que destacan el liderazgo y compromiso con la comunidad, “son elegidos por su actitud o su carácter, cómo se porta uno, porque el que no se porta bien le dan puro policía, no le suben el cargo” (Manuel, 25 años, 2015).

Algunos retornados emigraron a Estados Unidos siendo niños por lo que crecieron y socializaron en el contexto sociocultural de aquel país. Por ello, al retornar a un contexto comunitario lejanamente conocido, el regreso les significa un trauma puesto que llegan identificándose con el lugar donde crecieron. Su idioma es el inglés aun cuando dejan de hablarlo, no es el español ni el tsotsil; la comida y paisaje norteamericanos forman parte de sus recuerdos. Cuando evocan, les nace el deseo de regresar y continuar en el “sueño americano”.

En la experiencia de cada individuo se sintetizan factores que intervinieron como causas del retorno en los que actúan estados emocionales y retos a enfrentar en sus comunidades de origen. También incluyen situaciones laborales experimentadas en Estados Unidos que, como veremos, definen en cierta medida la acción a desplegar a su retorno, en este caso, la del ámbito laboral.

Trayectorias laborales en el retorno y reinserción en un contexto de bajas capacidades estructurales

Incluso cuando el entorno regional de origen mantiene sus formas estructurales de cuando ocurrió la partida, el paisaje de algunas comunidades tiende a proyectar ligeras modificaciones, principalmente de viviendas mediante las cuales expresan el signo de la migración, pues algunas sobresalen por su ostentosidad y muchas otras por su estilo emulando al californiano. En las cabeceras municipales se disemina el comercio de abarrotes, productos agropecuarios y artículos de construcción que dinamizan economías microlocales, generando así sus minúsculas cuotas de empleo. La región percibida de manera ambivalente: en su sentido de pertenencia y motivo de expulsión. Para muchos retornados, regresar significa estar con los suyos al tiempo de pender de las vicisitudes del acontecer laboral; estar al acecho de opciones limitadas de sobrevivencia para quedarse o reunir recursos para un posterior y nuevo intento de alcanzar el sueño americano.

De acuerdo a la Tabla 6 podemos destacar el papel de la agricultura nuevamente como receptáculo laboral, pues de forma inmediata esta absorbe una mayoría (56 por ciento) de los recién llegados del subconjunto agricultura sin movilidad; mientras otra proporción considerable (44 por ciento) encontró trabajo en otras actividades distintas a la agricultura. Sin embargo, tiempo después del arribo de este subconjunto de retornados, los valores se modifican puesto que, al momento de la entrevista, solo 22 por ciento seguía dedicándose exclusivamente a la agricultura. Destacan el comercio con 12 por ciento, la carpintería con diez por ciento; la construcción cinco por ciento y la ganadería, serrería y avicultura con 2.5 por ciento. Del 45.5 por ciento restante, 34 por ciento tuvo dos experiencias laborales distintas; nueve por ciento, tres; y 2.5 por ciento, cuatro. Esto sugiere pensar que, si bien la agricultura juega un papel importante al brindar un espacio laboral de llegada para aquellos que fueron catalogados previo a su salida como trabajadores agrícolas sin movilidad, conforme pasa el tiempo de arribo, tienden a abandonarla aumentando la inserción en otros ámbitos de trabajo que les permite diversificar sus fuentes de ingresos.

Tabla 6: Distribución porcentual según ocupaciones, subconjunto agricultura sin movilidad. Fase de retorno 

Primer empleo al retorno Empleos al momento de la entrevista
Agricultura 56.0 Agricultura 22.0
Actividad distinta a la agricultura 44.0 Comercio 12.0
Carpintería 10.0
Construcción 5.0
Ganadería 2.5
Serrería 2.5
Avicultura 2.5
Dos actividades distintas 34
Tres actividades distintas 9
Cuatro actividades distintas 2.5
Total 100.0 100.0

Fuente: elaboración propia.

En la Tabla 7 correspondiente al subconjunto agricultura con movilidad, podemos anotar que 66 por ciento se ubicó inmediatamente en la agricultura y 34 por ciento en otra actividad distinta. Al momento de la entrevista, poco más de la mitad de ellos (56 por ciento), ya había tenido dos experiencias laborales fuera de la labranza; 22 por ciento se mantuvo en la agricultura, 11 por ciento en la construcción y otra proporción similar en tres ocupaciones distintas. De nuevo podemos apreciar el papel que desempeña la agricultura como espacio de destino inmediato para muchos, pero no exclusivo, en la medida en que se alterna mientras tanto con otras actividades.

Tabla 7: Distribución porcentual según ocupaciones, subconjunto agricultura con movilidad. Fase de retorno 

Primer empleo al retorno Empleos al momento de la entrevista
Agricultura 66.0 Agricultura 22.0
Actividad distinta a la agricultura 34.0 Construcción 11.0
Dos actividades distintas 56.0
Tres actividades distintas 11.0
Total 100.0 100.0

Fuente: elaboración propia.

En lo concerniente al subconjunto de migrantes que al momento de la partida laboraban en actividades de comercio, construcción y otras actividades distantes a la agricultura (ver Tabla 8), llama la atención que una buena parte de ellos (40 por ciento) descendió laboralmente en la agricultura pese a no haberse ocupado en ella previo a su salida. El 60 por ciento llegó a una actividad distinta a la agricultura. Tiempo después, de ese 40 por ciento, solo 27 por ciento continuaban en la agricultura. El 73 por ciento restante se compone de los que laboraron exclusivamente en el comercio (13 por ciento) y en el oficio de carpintería (13 por ciento); 27 por ciento tuvo dos experiencias laborales diversas, siete por ciento, cuatro y 13 por ciento cinco experimentadas. Nuevamente apreciamos la importancia de la agricultura como espacio de llegada laboral, temporal, en espera de otras oportunidades de ocupaciones que preferentemente se han de insertar. Sin embargo, cabe destacar el valor medianamente importante de los retornados que encontró en la agricultura una opción laboral indefinida, pese a no haber estado en ella al momento de emigrar.

Tabla 8: Distribución porcentual según ocupaciones, subconjunto sin experiencia en la agricultura. Fase de retorno 

Primer empleo en el retorno Empleos al momento de la entrevista
Agricultura 40.0 Agricultura 27.0
Actividad distinta a la agricultura 60.0 Comercio 13.0
Carpintería 13.0
Dos actividades distintas 27.0
Cuatro actividades distintas 7.0
Cinco actividades distintas 13.0
Total 100.0 100.0

Fuente: elaboración propia.

Del subconjunto sin experiencia laboral, cuya actividad fundamental previa a la salida eran los estudios, a su retorno, tuvieron varias y distintas experiencias laborales sin definir un destino específico, más allá de reiterar su desconexión con la agricultura. Este segmento, siendo rural-indígena, podría constituir un perfil específico de migrante en tanto su desapego laboral asociado a la agricultura lo manifiesta desde su etapa previa a la salida, lo reitera en su condición de migración y lo refrenda a su retorno.

En una visión del conjunto de la población estudiada, esta muestra una mayor movilidad laboral en la fase del retorno, que se aprecia en el número de experiencias ocupacionales de reinserción laboral respecto de las dos fases previas. De todos los individuos entrevistados (ver Tabla 9), 51 por ciento de los recién retornados laboró en la agricultura que bien puede interpretarse conforme a Solís y Billari (2003) a la trayectoria y origen social de los sujetos, concretamente de las actividades y educación del padre. El restante 49 por ciento lo hizo en una actividad distinta al trabajo agrícola entre los que destacan la construcción, ganadería, carpintería, apicultura, comercio y servicios que interpretamos como uno de los grandes procesos de cambio acaecido en el mundo rural-indígena.

Tabla 9: Conjunto de estudio: Distribución porcentual según ocupaciones en la fase de retorno 

Ocupación Al retorno Al momento de la entrevista
Agricultura 51.0 22.0
Actividad distinta a la agricultura 49.0 78.0
Total 100.0 100.0

Fuente: elaboración propia.

Del total de la población de estudio que retomó la agricultura (51 por ciento), solo 22 por ciento mostró continuidad en esta actividad al momento de la entrevista, empleándose en sus parcelas o como jornaleros a sueldo en sus comunidades en la siembra de maíz, papa con fines comerciales y corte de leña para uso doméstico. Los que abandonaron la agricultura engrosaron la fila de otras actividades distintas, puesto que ascendió de 49 a 78 por ciento alternando en más de dos actividades laborales a través de la construcción, ganadería, carpintería, apicultura, comercio y servicios, actividades en las que buscan seguir con su itinerario laboral. Son actividades que no realizaban antes de la migración y ahora, con ellas, buscan incrementar o diversificar sus fuentes de ingreso con distintas combinaciones según el número de experiencias de trabajo. Si bien los entrevistados diversifican sus actividades en la fase de retorno, sus estrategias para buena parte de ellos son funcionales a la estructura social e histórica que representa la agricultura, pues con ella aseguran primariamente el sustento alimenticio de la unidad familiar.

Los que se han empleado en la carpintería, algunos tenían nociones previas de la actividad desde la fase inicial, mientras la mayoría lo aprendió en el retorno a través de su capital social. En esta ocupación invirtieron recursos económicos en la compra de herramientas y acondicionamiento de talleres dentro de sus propiedades. Para financiar la inversión algunos hicieran uso de su capital económico, mientras otros acudieron a préstamos como este caso

los patrones aquí quieren que tengas experiencia, porque dicen que sin experiencia nada más les estorbamos (…) trabajé seis meses aprendiendo carpintería. (…) Ya ahorita tengo taller, pero presté dinero para comprar herramientas, ahorita debo (Manuel, 25 años, 2015).

El oficio de fontanería es la única que puede aplicarse con relativo éxito en las comunidades, pues pocas personas tienen conocimientos y herramientas para desempeñarlas, pero es una actividad sin demanda constante debido a la escasa incorporación de tubería y drenaje en las comunidades. Por otra parte, algunos de los entrevistados se emplearon en la construcción como obreros en comunidades y ciudades cercanas, dando lugar a la histórica migración regional interna.

Uno de los objetivos de los retornados era emprender un negocio; entre las opciones consideradas están la de instalar una tienda de abarrotes, calzados, rosticería, tortillería, frutería o restaurante de comida china. No obstante, solo seis por ciento logró concretar la idea; para la mayoría, el capital económico insuficiente fue el factor que lo impidió:

Venía yo con esa ilusión de lo que aprendí allá; me dije ‘a lo mejor aquí funciona’, pero me lleve la sorpresa de que cuando llegue aquí ya había varios restaurantes chinos (…), desde ahí me quité esa ilusión. También no traje suficientes recursos como para un negocio bueno, donde la gente vea agradable el lugar (Alberto, 32 años, 2015).

Para materializar la idea de un negocio, estos retornados se emplearon en una ocupación distinta, de manera que pudieran ahorrar para luego invertirlo en una actividad de autoempleo. A pesar de contar con capital económico, debido a su monto limitado, tuvieron que recurrir a préstamos para poder iniciar o complementar la financiación de la actividad.

Cabe destacar que entre un pequeño grupo de jóvenes retornados hubo un cambio importante de sus potencialidades personales al insertarse como facilitadores en organizaciones civiles cuyas tareas son establecer una interacción entre comunidades rurales de origen y migrantes que se encuentran en Estados Unidos. Su contrato estuvo basado por su experiencia en la migración internacional, independientemente de las causas del retorno, tal como refiere el siguiente testimonio

sí, (la migración a Estados Unidos) fue una experiencia, y una puerta para encontrar trabajo. Ha sido como una llave para abrir otras experiencias, porque si no la tuviera ¿cómo (podría) platicar con la gente? (Ramiro, 29 años, 2015).

Ante escasas alternativas de empleo en comunidades y región, como parte de la memoria colectiva de movilidad territorial, algunos han vuelto a la migración interna: a la ciudad de San Cristóbal de Las Casas o a Cancún en Quintana Roo, permitiéndoles emplearse temporalmente en la rama de servicios, específicamente en restaurantes. Ahí desempeñan puestos de cajeros o meseros, teniendo preferencia por este último debido a las propinas que puedan obtener. También se dirigen a entidades ubicadas al norte del país para emplearse en las maquiladoras o plantaciones agrícolas.

Nuevamente, la familia constituye el principal medio para la reinserción laboral, tanto en el medio rural como el urbano. Empero, las redes sociales también les permitieron incorporarse en otras actividades. No obstante, dadas las condiciones de desempleo generalizado en las comunidades de origen, nos encontramos con expresiones como “aquí es bien costoso para sobrevivir” (Andrés, 32 años, 2015). Si bien, el costo de la vida en los lugares de origen es bastante bajo en relación con el de destino, acostumbrados a los bienes y servicios que tuvieron acceso en Estados Unidos, con un ingreso promedio diario de 100 pesos los retornados deberán cubrir aquí necesidades apremiantes como alimentación, vestido, salud y educación para sus hijos. Así, el panorama vivido por los retornados en el terruño no es nada halagüeño, pues por una parte se desaprovechan las capacidades adquiridas en la fase de la migración internacional y, por otra, se enfrentan a las mismas circunstancias que les obligaron a emigrar; no obstante, sus trayectorias laborales continúan con base en varias actividades ocupacionales posibles de realizar en sus comunidades, para la mayoría, y para otros, la opción de nueva cuenta es la migración interna e incluso internacional.

Consideraciones finales

Del conjunto antes expuesto, en términos empíricos, podemos señalar que el primer subconjunto, i) dedicado a la agricultura sin movilidad, su experiencia migratoria se basó en incorporarse a la agricultura al momento de llegar a Estados Unidos y, posteriormente a otras actividades. Finalmente, solo una parte de ellos mostró una continuidad laboral en la agricultura. A su retorno, nuevamente la agricultura los absorbe para después recorrer otras alternativas laborales, ii) por su parte los de agricultura con movilidad, acostumbrados a la diversificación laboral, tuvieron una experiencia ocupacional variada; llama la atención de que, a su retorno, ese comportamiento se mantuvo, pues buena parte de este subconjunto se dedicó a actividades diferentes a las de la agricultura, iii) los de sin experiencia en la agricultura, en la etapa migratoria, la mayoría se mantuvo en variadas actividades no agrícolas con amplia movilidad territorial y a su regreso acentuaron ese comportamiento al insertarse no solamente en todo tipo de ocupaciones propiamente urbanas, sino también incluyeron a las agrícolas rurales. Por último, del subconjunto iv) sin experiencia laboral, siendo estudiantes antes de la migración, en su estadía en la Unión Americana pudieron incorporarse al sector servicios o en el de la manufactura y de este subconjunto es de donde surgió la única persona del total de migrantes que experimentó una movilidad laboral ascendente. A su vuelta, todos se incorporaron en distintas ocupaciones con excepción de la agricultura.

Como se puede apreciar, abordar un tema de migración indígena, se asocia de manera inherente con la agricultura y a través de este escenario, como referente étnico-cultural, se perfilan las transiciones del curso de vida de los individuos. Entonces, en un contexto indígena, la cercanía o distancia laboral que ostentan los conjuntos sociales respecto a la agricultura revela el estado en que se encuentra su transición laboral. Las trayectorias laborales, como cursos de acción de los individuos, establecen el sentido y dirección que toman en función de los cambios y permanencias de las estructuras económicas de sus entornos, sea en sus lugares de origen, migración o retorno. En el caso de la región indígena chiapaneca, cuyos actores sociales se han desenvuelto bajo estructuras sociales rígidas, de bajas capacidades económicas, sujetos a un lento y particular proceso de modernización, la agricultura tiende a persistir con base en su importancia económica y cultural, que significa, junto a una serie nueva de ofertas laborales, producto de su adaptación regional a los marcos estructurales a nivel nacional y global.

De acuerdo a la posición respecto a la agricultura, podemos apreciar aquellos sujetos en los que todavía esta dimensión económica y sociocultural constituye el eje que da sentido a su trayectoria laboral, no solamente como actividad fundamental en el lugar de origen, sino también de acceso laboral en el de destino y después como acogida en el de retorno. Pese a la existencia de este segmento que se inserta en el sector primario, en la agricultura tradicional propia del lugar de origen, o moderna en la de destino, existe otro subconjunto social cuya movilidad laboral está revelando un cambio mayor compuesto por individuos cuya iniciación de su trayectoria laboral ocurre a partir de la migración internacional con su inserción directa en el sector servicios de Estados Unidos. Ellos interrumpieron su trayectoria educativa experimentando una transición al pasar de ser estudiantes locales a migrantes asalariados gracias a la migración internacional, sin haber tenido una experiencia laboral previa en su lugar de origen. Ubicados en medio de estos dos extremos, se localizan los otros dos subconjuntos cuyas trayectorias laborales se encuentran en posiciones intermedias: los de agricultura con movilidad y sin experiencia en la agricultura. Los primeros mantienen un vínculo con la agricultura, tanto en el lugar de origen, a veces en el de destino, como también en el de retorno; mientras los segundos, a pesar de optar por trabajar fuera de la agricultura en el lugar de origen, prefieren hacerlo dentro de la de destino. Mediante estos comportamientos laborales, podemos apreciar que, no obstante, este cuerpo social proviene de una región con determinantes estructurales homogéneas, la capacidad de agencia de sus individuos, a través de sus interpretaciones basadas en sus visiones sociales particulares y aspiración individual animan sus cursos de acción, con ello, la construcción de sus particulares biografías.7

En su paso por el mercado laboral estadunidense los retornados adquieren nuevas capacidades laborales en diferentes actividades, sin embargo, estas se vuelven inviables de aplicarse en Chiapas debido al escaso dinamismo económico regional, coincidiendo con lo reportado por otros autores para otras latitudes (e.g., D’Aubeterre, 2012; Anguiano, Cruz y Garbey, 2013).

De ahí que, en un marco de estructuras económicas deprimidas, aunado al muy bajo capital económico producto de la migración, las exiguas oportunidades de inversión sean los factores que limitan la reinserción laboral, tal como también lo señalan Mestries (2015), para el caso de Veracruz en México, Schramm (2011) para Ecuador y Arowolo (2000) para África Subsahariana.

De igual forma, en coincidencia con lo que establece Pries (1999), en el caso de nuestro conjunto social de estudio, por el hecho de estar compuesto por individuos indígenas socializados desde niños con participaciones productivas en sus unidades familiares les confiere una secuencia de posiciones laborales dentro de sus respectivas biografías, que en términos generales transcurre en i) ser auxiliares del ingreso familiar en edades infantes; seguido de ii) una inserción en ocupaciones de baja remuneración intra e inter regional mediante migraciones internas; con el fin de alcanzar una iii) transición de mayor diversificación ocupacional mediante la migración internacional; para concluir hasta hoy día, en un iv) retorno a ocupaciones, otra vez, de baja remuneración, aunque como hemos visto, de mayor diversificación respecto a las dos fases anteriores.

En este artículo se analizaron las trayectorias laborales de 68 retornados con experiencia migratoria internacional a Estados Unidos. El origen social, ocupacional, el bajo nivel educativo, el idioma, la condición migratoria irregular, un reducido capital social son aspectos que direccionan el itinerario laboral en Estados Unidos, en ocupaciones de menores calificaciones y salarios precarios.

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1 En términos metodológicos la perspectiva del curso de vida comprende conceptos tales como trayectoria, transiciones, turning point; y cinco principios básicos: desarrollo a lo largo del tiempo, tiempo y lugar, el de timing, el de “vidas interconectadas”, y el de libre albedrío (Blanco, 2011).

2 Los nombres de los entrevistados se han cambiado para guardar el anonimato.

3 En la fase previa a la migración los entrevistados recibieron un ingreso entre 50 y 80 pesos diarios en las décadas 1980 y 1990.

4De acuerdo al contexto histórico, en este periodo los campesinos indígenas se dirigían a las regiones agrícolas de exportación para trabajar como jornaleros (e.g., Rus, 2012; Martínez, 2014).

5 Cruz y Robledo (2001), Anguiano (2008), por citar algunos, registraban la expansión de nuevos destinos de la migración chiapaneca en territorio nacional.

6Algunas de las propuestas de tipologías de la migración de retorno son las siguientes: Cerase (1974) identifica el retorno por i) fracaso, ii) conservadurismo, iii) jubilación, y iv) de innovación. Por su parte Gmelch (1980) expone tres tipos de repatriados: i) los que tenían prevista una migración temporal, ii) los que tenían prevista una migración permanente, pero obligados a retornar, y finalmente c) los que tenían prevista una migración permanente, pero decidieron retornar. Durand (2004) distingue cinco tipos: i) el regreso definitivo y voluntario, ii) temporal, iii) transgeneracional, iv) deportación, v) Fracaso.

7Retomando a Frassa (2005), puede señalarse en efecto que los sujetos estudiados, previo a la salida de sus comunidades, realizan una interpretación sobre las opciones que tienen a su alcance.

Recibido: 19 de Julio de 2020; Aprobado: 13 de Julio de 2021

Carlos López Girón Maestro en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural por El Colegio de la Frontera Sur. Es Licenciado en Economía por la Universidad Autónoma de Chiapas. Actualmente colabora para Senda Sustentable A.C. Dirección electrónica: clopez.giron@gmail.com Registro ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6493-0109

Germán Martínez Velasco Doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de la Frontera Norte y maestro en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es investigador nacional nivel II (Conacyt). Actualmente es investigador titular del Departamento de Sociedad y Cultura de El Colegio de la Frontera Sur. Sus más recientes publicaciones son: Martínez, R.G., Monterrubio, C., Burstein, J. 2017, “Ambivalencias de la migración y el retorno en contextos rurales de Chiapas: entre las multas y el bien común”, en Migraciones Internacionales. 9 (2). http://dx.doi.org/10.17428/rmi.v9i33.250. Clot, J., & Martínez Velazco, G. 2018, “La «odisea» de los migrantes cubanos en América: modalidades, rutas y etapas migratorias”, en Pueblos y fronteras, 13(-), 30. https://doi.org/10.22201/cimsur.18704115e.2018.v13.34 Dirección electrónica: gmartine@ecosur.mx Registro ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5871-3028

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