SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.18 issue71Pauperization of labor market: an analysis from Europe and Latin America and the Caribbean author indexsubject indexsearch form
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Papeles de población

On-line version ISSN 2448-7147Print version ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.18 n.71 Toluca Jan./Mar. 2012

 

Decisiones sobre la descendencia. Buenos Aires 1930-1960

 

Decisions about descendency. Buenos Aires 1930-1960

 

María Paula Lehner

 

Universidad de Buenos Aires.

 

Este artículo fue
recibido el 24 de mayo de 2011
aprobado el 5 de marzo de 2012.

 

Resumen

Hacia 1930, Argentina completó su proceso de transición demográfica. Desde entonces, los sectores medios urbanos muestran una preferencia por las familias pequeñas. En el Área Metropolitana de Buenos Aires, entre los años 1930 y 1960 las parejas que lograron limitar el tamaño de la descendencia lo hicieron en un contexto caracterizado por una fuerte retórica pronatalista y por el predominio de métodos anticonceptivos tradicionales. El objetivo de este trabajo es analizar las decisiones reproductivas de las mujeres de sectores medios urbanos, haciendo foco en las posibilidades de establecer un diálogo al interior de la pareja sobre la llegada de los hijos, para conocer las preferencias sobre la descendencia y las motivaciones para limitarla.

Palabras clave: decisiones reproductivas, familias, mujeres, sectores medios urbanos, Argentina.

 

Abstract

In the 1930s, Argentina completed its process of demographic transition. Thereafter, the urban middle classes showed a preference for small families. In the Metropolitan Area of Buenos Aires, between 1930 and 1960 the couples who managed to control descendency did so in a context characterised by a strong rethoric favouring birth and by the predominance of traditional contraceptive methods. The aim of this work is to analize the reproductive decisions of urban middle classes, focusing on the possibilities of establishing an internal dialogue in the couple about the arrival of children, with a view to know the preferences about descendency and the motivations to control it.

Keys words: reproductive decisions, families, women, urban middle class, Argentina.

 

Introducción

lrededor de 1930, la población de Argentina completó su proceso de transición demográfica, como consecuencia del descenso de las tasas de mortalidad y natalidad (Pantelides, 1990). Desde entonces, la reducción de los niveles de fecundidad provocó, entre los sectores medios urbanos, una preferencia por las familias pequeñas. En Argentina, entre los años 1930 a 1960 las parejas que lograron limitar el tamaño de la descendencia lo hicieron en un contexto caracterizado por una fuerte retórica pronatalista, el predominio de métodos anticonceptivos tradicionales1 y el recurso al aborto inducido (Torrado, 2003; Barrancos, 1991).

Trabajos pioneros sobre la transición demográfica en Argentina afirman que el proceso fue resultado de la extensión de un control voluntario de los nacimientos dentro del matrimonio previo a la difusión de los métodos anticonceptivos modernos (Elizaga, 1973; Torrado, 2003). En el mismo sentido, Pantelides (1979: 20) sostiene que se puede hablar de regulación de los nacimientos porque

...el número de hijos depende menos de factores involuntarios o poco controlables y más de una decisión planeada de la pareja. Y la mayoría de las parejas se inclinan por una familia poco numerosa, impuesta por la vida urbana, el trabajo de la mujer fuera del hogar y el cambio en la relación padre-hijos (...), entre otros factores.

Diversas investigaciones concluyen que el segmento de mujeres que, al inicio de la transición, se diferenció por una fecundidad menor fue el de las residentes en áreas urbanas, no nativas, de estratos medios y que habían tenido acceso a mayores niveles de educación (Lattes y Recchini de Lattes, 1974; Pantelides, 1990; López, 1997; Torrado, 1993). Asimismo, Germani (1961) a través del promedio de personas que componen cada unidad familiar, constató un paulatino descenso del tamaño medio de las familias en la zona metropolitana de Buenos Aires que pasa de 6.1 personas en 1869 a 5.2 en 1914 y se reduce a 4.3 en 1947. El autor hace referencia a un modelo de familia en transición que surge en el proceso de transformación de una sociedad tradicional y su reemplazo por una estructura de tipo industrial-urbano.

El descenso de la fecundidad es un fenómeno que ha sido ampliamente abordado por la demografía. En los años 1950 Davis y Blake identificaron once variables intermedias de la fecundidad, casi todas de orden biológico y demográfico, aunque también vinculadas a lo económico, sociológico y político (Tapinos, 1988). Años más tarde, Bongaarts concluyó que la nupcialidad, la anticoncepción, el aborto inducido y la infertilidad posparto debido a la lactancia son los determinantes próximos de la fecundidad (Tapinos, 1988). En consecuencia se establecieron diferentes modelos para estudiar las cuestiones relativas a la toma de decisiones sobre la llegada de los hijos. Entre los precursores, se encuentran los trabajos que, desde la perspectiva de la teoría de la modernización, hicieron referencia al modo de elección racional. En 1973, Coale, a cargo del Proyecto Europeo de Fecundidad, estableció tres condiciones necesarias para que el descenso de la fecundidad se produjera. Ellas son: i) la fecundidad debe estar en el cálculo de las elecciones conscientes, ii) la baja fecundidad debe percibirse como ventajosa para las parejas y iii) las parejas deben conocer y determinar el uso de los métodos de regulación de los nacimientos y establecer una comunicación suficiente para usarlos de manera eficiente (Coale, 1973).

Posteriormente otros enfoques sugirieron que las decisiones sobre la reproducción son más bien secuenciales (Hollerbach, 1983). Kellerhals et al. (1984) aconsejaron interpretar esas decisiones como un proceso y propusieron la noción de suite de decisions (Kellerhals et al., 1984). En definitiva, son premisas que apuntan a utilizar un modelo más flexible que permita considerar los comportamientos reproductivos como una continua sucesión de decisiones que se realiza a lo largo del tiempo y no de una vez y para siempre. A cada momento, las personas, evalúan diferentes aspectos que los pueden hacer variar respecto de sus elecciones anteriores.

En este mismo sentido, pero para la época contemporánea, Solsona (1996:19) afirma que:

...las parejas no actúan de acuerdo con un proyecto reproductivo previo, sino que detrás de cada decisión de tener o no tener hijos existe un proceso de negociación sujeta a la propia relación y a las experiencias personales y profesionales de cada miembro, en el que la capacidad negociadora de los participantes es fundamental.

Esta autora sostiene que los estudios que abordan las decisiones reproductivas consideran a las parejas como una pieza monolítica, sin conflictos y no contemplan las relaciones de poder que condicionan esas decisiones. La autora se refiere a un momento en el que la idea de planificación es un elemento central del proceso de individualización. En la actualidad, la vida de las personas se ha convertido en un proyecto de planificación y quienes no planifican son vistos, ante la conciencia moderna, como sospechosos, incluso como ingenuos, irracionales o irresponsables (Beck-Gernsheim, 2003). También en Argentina, en los años que abarca este trabajo la posibilidad de limitar el tamaño de las familias se convirtió en una marca de modernidad de los sectores medios en formación (Adamovsky, 2010).

¿Qué ideas tenían las mujeres que formaron sus familias entre 1930 y 1960 sobre el tamaño deseado de la familia? ¿Lo hablaron con sus parejas? ¿Cómo tomaron las decisiones sobre la descendencia? ¿Tenían algún tipo de preferencias? ¿Cuáles fueron las motivaciones que incidieron sobre la cantidad de hijos que tuvieron?, en definitiva: ¿Cómo fue el proceso por el cual decidieron tener un número limitado de hijos?

 

Objetivo y metodología

El objetivo de este trabajo es analizar las decisiones reproductivas de las mujeres de sectores medios urbanos del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA),2 haciendo foco en las posibilidades que tenían de dialogar con sus parejas sobre la llegada de los hijos, para conocer las preferencias sobre la descendencia y las motivaciones para limitarla.

Para cumplir con el objetivo se examinará un corpus de entrevistas en profundidad (35 casos) que forman parte de una Tesis Doctoral. A partir de un enfoque cualitativo, se realizaron entrevistas en profundidad a mujeres adultas mayores, con el fin de explorar sus vivencias en tanto protagonistas de la época mencionada. Se utilizó una muestra no probabilística intencional y se contactaron 35 mujeres. Para conformar la muestra se consideraron los siguientes criterios de inclusión: ser mujer residente en el AMBA, haber formado sus familias entre los años que van de 1930 a 1960, pertenecer a estratos socioeconómicos medios (medidos a través del lugar de residencia al momento de la entrevista, la condición de propietaria de la vivienda y la ocupación del cónyuge o la propia) y haber tenido al menos una unión y un hijo nacido vivo.

Dado el carácter descriptivo y cualitativo de este trabajo, no tiene la intención de hacer generalizaciones para el total de la población de la Argentina. Sin embargo, ante la falta de trabajos previos en la materia y dada la riqueza del material obtenido, la exploración realizada permite aproximarse a aspectos poco conocidos de las experiencias de las personas.

El análisis se realizó a partir de una descripción densa de los principales temas que las mujeres mencionan como condicionantes para la reducción del tamaño de sus familias: los problemas de salud, el afianzamiento de la economía familiar, las actitudes egoístas o altruistas y la provisión de bienestar para la generación siguiente. Para la interpretación de los hallazgos se recurrió a marcos teóricos diversos y se los relacionó con los aportes de otras fuentes secundarias estadísticas, publicaciones de la época e investigaciones históricas que contribuyen a la comprensión de los fenómenos estudiados (Marshall y Rossman, 1989).

Una herramienta metodológica que resultó de gran utilidad para el análisis y la interpretación de los testimonios de las mujeres fue lo que Kaufmann (1996) denomina "frases recurrentes". Según este autor, las personas moldeadas por la sociedad de su época incorporan, sin digerirlos, fragmentos de lo social (ideas, imágenes, modelos, expresiones) y luego los expresan en estado bruto, tal como fueron asimilados. Estos fragmentos, poco o nada personalizados, no aparecen en los discursos por azar. Circulan y permanecen sin cambios de un individuo a otro, corresponden a procesos subyacentes esenciales que deben necesariamente expresarse de esa manera. Muchas veces no pueden ser personalizados ni explicitados: son recibidos y transmitidos como una evidencia dada, fundan el sentido común alrededor de un tema y tienen poder de estructuración social. Son frases que se repiten de manera precisa, con los mínimos detalles, con las mismas palabras. El trabajo del investigador entonces, consiste en hacer hablar esas frases. Las expresiones recurrentes tienen siempre un interés en el marco de un trabajo descriptivo: ellas indican una marcación social, incluso si se limitan al nivel de la opinión.

Asimismo, es preciso señalar que, en este trabajo, se analizan desde el presente las decisiones tomadas en el pasado, con el grado de distorsión que ello puede implicar. Cabe señalar, siguiendo a Torrado (1993) que las decisiones reproductivas serían una lógica reconstituida a posteriori por el investigador a partir del conocimiento del proceso de formación de las familias y de las trayectorias reproductivas de las mujeres.

Por último, cabe recordar que uno de los criterios para la selección de los casos de la muestra fue haber tenido descendencia. En los años que abarca este estudio, la formación de una familia era un proyecto compartido y generalizado por los diferentes sectores sociales del país. Entre los estratos medios si bien se percibe una actitud positiva hacia la prole, también se observa una marcada preferencia por las familias de tamaño reducido.

 

Hallazgos

Las trayectorias vitales de las mujeres entrevistadas presentan fuertes similitudes en la secuencia de los acontecimientos que vivieron, con pocas alteraciones en el calendario y leves diferencias cualitativas. Ellas nacieron en familias relativamente humildes pero en franco proceso de ascenso social. Es común que los padres de estas mujeres fueran inmigrantes provenientes de países europeos, al menos uno de ellos o, cuando menos, sus abuelos. Estas familias, con padres inmigrantes, fueron casi siempre numerosas, mientras que sus familias de procreación tuvieron un tamaño reducido, lo que evidencia el proceso de transición de la fecundidad que tuvo lugar en nuestro país en las primeras décadas del siglo XX. La casi totalidad de las mujeres de la muestra inició su escolarización primaria, un número menor accedió a la escuela secundaria y pocas pudieron hacer estudios universitarios o terciarios. Al llegar a lo que hoy llamaríamos adolescencia, alrededor de los 14 años, la mayoría de ellas tuvo alguna experiencia laboral, desempeñándose en trabajos muy feminizados como empleadas domésticas, empleadas de talleres de costura, de bordados, en la confección de zapatos, sombreros, paraguas o como maestras particulares de piano, castellano o matemáticas. La actividad laboral aparece como algo importante en esas edades, en los que se han terminado los estudios primarios (socialmente esperados para las mujeres) y aún no hay planes de matrimonio.

En los sectores medios urbanos, la formación de la pareja era un largo proceso en el que los padres de los novios se involucraban activamente. Pedir la mano de la novia y comprometerse fueron pasos con los que casi todas las parejas debieron cumplir. El noviazgo era una institución muy pautada, con normas que establecían la frecuencia y el tipo de encuentros de los novios, casi siempre bajo la presencia de algún adulto de la familia (Lehner, 2011). Si la pareja se casaba legalmente, estaba naturalizada la idea de que la familia se completaba con la llegada de los hijos. La mayoría de las mujeres entrevistadas llegaron vírgenes al matrimonio y muy pocas se casaron embarazadas o cuando ya tenían hijos. Por lo general sus noviazgos fueron largos, duraron en promedio tres años y la edad media a la unión fue de 22 años para las mujeres y 27 para sus cónyuges.

Las mujeres entrevistadas criaron a sus hijos en un contexto de ascenso social, que garantizó el acceso a niveles educativos más elevados que los logrados por ellas y sus maridos. Estas familias alcanzaron un bienestar impulsado por las políticas sociales que facilitaron el disfrute de algunas ventajas hasta entonces inexistentes: estabilidad laboral, vacaciones pagadas, mayor acceso a la salud pública y a la vivienda propia, consumos culturales y de bienes durables, por nombrar algunas (Adamovsky, 2010; Torre y Pastoriza, 2002).

Las respuestas que dan las mujeres entrevistadas sobre el proceso de toma de decisiones sobre la llegada de los hijos son muy diversas y abarcan un amplio arco que va, desde aquellas que parecen haber planificado minuciosamente la llegada de cada hijo, hasta las que nunca se lo plantearon. En medio, encontramos a quienes lo fueron planeando sobre la marcha, a medida que iban naciendo los hijos. Este grupo es mayoritario aunque los motivos remitan a cuestiones muy diferentes.

¿Cuántos hijos nacidos vivos tuvieron las mujeres entrevistadas? Ellas tuvieron en promedio 2.3 hijos al final de su vida reproductiva. Esta cifra marca un franco descenso de la fecundidad en relación con la generación de sus madres, que habían tenido en promedio cinco hijos. Así, si casi todas ellas crecieron en familias numerosas, al momento de formar sus familias, redujeron a la mitad el número de hijos que tuvieron sus madres y optaron por modelos de familias más pequeñas.

 

Hablar o no hablar ¿esa es la cuestión?

Uno de los condicionantes que menciona Coale (1973) para que las parejas logren regular el tamaño de la descendencia, se refiere a la comunicación entre los miembros de la pareja respecto de los temas relacionados con la reproducción y los hijos. Algunos autores cuestionaron este postulado, incluso llegaron a afirmar que en ciertos casos la comunicación podría ser contraproducente, por ejemplo cuando al interior de las parejas no existen relaciones del todo democráticas. En esos casos, hablar sobre las preferencias de cada cónyuge con respecto de la descendencia podía desatar una discusión o revelar que no se estaba de acuerdo respecto de un tema sensible (Hollerbach, 1983; Fisher, 2000).

¿Cuál fue la experiencia de las mujeres entrevistadas? Un grupo mayoritario de mujeres respondió que sí hablaron con sus parejas sobre la cantidad de hijos que querían tener, mientras que en menor proporción dijeron que no y sólo tres mujeres expresaron posturas más ambiguas.

En numerosas oportunidades, la decisión de limitar el número de hijos estuvo asociada a cuestiones de salud de la mujer, del marido o del propio hijo y podría interpretarse que, en esos casos, existió una mayor necesidad de hablar respecto de futuros embarazos, partos e hijos. En ocasiones, aunque coincidieron los deseos de los dos miembros de la pareja, los proyectos quedaron truncos como en el caso de Delia (1916, un hijo) "siempre habíamos hablado, lo menos de tener una pareja. Esa era la idea nuestra." Una muy mala experiencia durante el parto les impidió concretar sus planes. Y recuerda las recomendaciones del médico: "Porque el médico dijo: ‘Si quieren tener un hijo, otro hijo, dice, por lo menos esperen siete años'. Y mi marido le dijo: ‘No doctor, yo no espero siete años, ni diez, ni 15, yo no tengo otro hijo'".

Sin embargo, Marcela (1911, un hijo) reconoce "No, no, en realidad, no [habíamos hablado] (...) No, porque nació mi hijo y después ya él [marido] andaba un poco delicado del corazón. Y se cuidaba poco". Este último caso es un ejemplo del tipo de decisiones implícitas ante un problema de salud de la pareja (Fisher, 2000). Más adelante agrega: "yo estaba conforme. Pero si hubiera venido más... hubieran venido. Pero tratábamos de no tenerlos ya".

En otros casos, las mujeres matizan sus respuestas con comentarios que hacen referencia a la época, como Eva (1918, dos hijos) quien recuerda: "En aquel tiempo no habíamos hablado mucho del tema". Y en el mismo sentido, Carla (1917, dos hijos) dice: "No, eso nunca fue conversado. Todas esas cosas fueron espontáneas". Esta idea de lo espontáneo, lo natural, también es congruente con los planes de estas parejas de formar una familia que por definición incluía la descendencia, porque entonces ¿qué sentido tenía hablar del tema? Con mucha simpleza lo expresa Negra (1926, cuatro hijos) "A los seis meses, en ese entonces, la gente se casaba y se quedaba embarazada enseguida". Los comentarios de Talía (1926, dos hijos) también expresan esta idea: "Si, si que pensábamos tener hijos, si, si..." En cambio a la pregunta si lo habían hablado, responde: "No, no, no. Que pensábamos tener hijos, como una se casa y queda embarazada de una persona". Algo similar expresa Irma (1920, un hijo) que si bien reconoce que no habían hablado, con su pareja pensaban "Y tener por lo menos un hijo".

Otros testimonios dejan ver aspectos que reflejan el tipo de relación como Laura (1915, dos hijos) que sostiene: "No, nada, de hablar nada. (...) No él, no, para eso, no, hablar no. (risas) Pero yo dije ‘Ya no tenemos más porque no está la situación para tener tantos chicos'".

En ocasiones, las parejas hablan sobre el número de hijos que quieren tener una vez que lo han alcanzado o superado. Las posibilidades de planificar aparecen más difusas entre estas mujeres y sus comportamientos podrían interpretarse como una estrategia de parar. Seccombe (1990) sostiene que el descenso de la fecundidad marital en Inglaterra se logró gracias a lo que denomina stopping, es decir el deliberado cese de los nacimientos dentro del matrimonio, una vez alcanzado el número de hijos deseados. De este modo, cuando se llega al número de hijos deseado, se habilitan las posibilidades de comunicación en la pareja para definir una estrategia con el propósito de evitar más nacimientos. Como en el caso de Lidia (1916, dos hijos) quien de modo enérgico afirma: "Bueno nosotros lo planeamos, ¡los demás yo no puedo decir, querida! (y parece que se enojara)". La idea de que lo planearon entre los dos es expresada como una decisión del marido, porque agrega: "Cuando tuvimos la perejita, mi esposo... bueno ya tenemos la parejita, bueno, ahora a parar". Lo que pone en evidencia que los acuerdos reproductivos no siempre eran producto de un diálogo democrático al interior de estas parejas.

También se observa esta estrategia en aquellas mujeres con familias numerosas, como Marina (1916, cinco hijos) que reconoce: "No, no, no eso no. Yo, yo... vinieron esos y bah, cuando vino la cuarta niña, la quinta; dije, basta, no quiero más chicos." Insiste con que no hablaban y "Como venían estábamos conformes". Ella deja ver que si en un principio con su pareja no hablaron del tema, la llegada del quinto hijo la llevó a decidirse por no tener más y agrega: "después que se me murió el varoncito y compré dos nenas más le dije a mi marido: ‘¡Basta!, ¿eh?' (...) ¡Menos mal! porque si hubiera tenido dos o tres más y con el enfermo... ¿cómo hacía, hija?"

En otros casos, fueron unas mejores condiciones de vida, lo que propició el diálogo en la pareja. Es el caso de Emilia (1920, dos hijos) "No, no, no, los chicos no quise tener muchos chicos. Tuvimos dos. (...) Después de un mes de que me junté con él, estuve embarazada." Pero con el paso de los años y con la nueva vida que inician tras migrar a la Argentina, Emilia se planteó la posibilidad de tener más hijos: "Pero cuando yo vine acá, le digo ‘Mirá, éstos ahora son grandes, ¿compramos un chico? Me dijo: ‘¿Vos estás loca? Si no podemos comprar estos que tenemos.' Si, no, yo siempre decía que quería tener otro, pero no... (...) (él) No, no, no quería".

Lejos de la imagen de padre calculadores que propone Coale (1973) lo que se observa es la imprevisibilidad del tamaño de la familia y de los embarazos (Fisher, 2000). En esos testimonios se pone de manifiesto que las decisiones se tomaban más bien de un modo impreciso, como el de Aurora (1918, dos hijos) que primero niega que hubiera hablado con su marido sobre cuántos hijos querían tener y reconoce: "No, sin esperarlo vino mi hija. A los dos años, en 1946 nació ella. Y después sin esperarlo vino mi hijo, en 1948. Y después me quedé embarazada otra vez pero lo perdí. Entonces no tuve más." Luego agrega: "Si a veces hablábamos, él decía que no, que dos solos estaba bien". Y en otro momento menciona: "Y bueno, pero como venían de casualidad (risas) porque los... nos cuidábamos... no los esperábamos". El tipo de expresiones que utiliza "sin esperarlo vino", "venían de casualidad" y "nos cuidábamos" ponen de manifiesto cierta noción de la reproducción como fatalidad, reforzada por el predominio de métodos tradicionales, que no siempre eran cien por ciento fiables. Al respecto, estudios similares han señalado que para algunas parejas la noción de planificación de la familia era casi un sinsentido cuando los medios para limitar los embarazos eran menos confiables (Fisher, 2006).

Como se observa en algunos testimonios, entre las mujeres que admiten que sí hablaron con sus parejas, lo que se percibe es más un monólogo que un diálogo. Como el caso de Elvira (1915, cinco hijos) que recuerda la promesa de su marido "...le había dicho a mi mamá: -‘Hasta cinco no paro'" y como ella no tenía preferencias estaba dispuesta tener "¡Los que él quería!" En este caso, la planificación de la familia no es producto de la conversación entre marido y mujer, sino más bien de la decisión unilateral del marido y de la aceptación de la mujer.

El relato de Matilde (1917, cuatro hijos) también permite ver cierta planificación de la descendencia, aunque no refiere expresamente al diálogo, cuando ella explica: "Que no queríamos tener, por lo primero, porque era, este uno muy joven y tenía uno que trabajar. Así que tardamos dos años en tener hijos". Ella da cuenta de un tiempo que se toma la pareja para asentar su situación económica antes de la maternidad. Se trata sin dudas de comportamientos novedosos que deciden suspender la llegada de los hijos hasta que cumplen con ciertas condiciones para su bienestar: trabajo e ingresos estables. Ante la pregunta sobre cuántos hijos querían tener, responde: "Y si pocos, no muchos, porque ¿para qué?" y remata: "Porque si hubiera sido por tener hubiéramos tenido uno por año, (risas) lo menos".

También Susana (1930, dos hijos) y su marido esperaron dos años para tener el primer hijo porque dijeron:

Primero vamos a disfrutar nosotros. Salíamos una vez por semana. Al cine, a pasear, a cualquier parte. A disfrutar nosotros, de nuestra intimidad. (...) Y después dijimos bueno ya es tiempo, vamos a tener. Así que fue planificado y bien planificado. Aunque renglón seguido reconozca que fueron decidiendo sobre la marcha.

En otros casos, la pregunta si habían hablado sobre la llegada de los hijos, revela la existencia de posturas encontradas entre los miembros de la pareja, como Marta (1922, tres hijos) que reconoce: "Sí, mi ex marido quería tener varios hijos. A mi no me seducía mucho la idea de parir a cada rato porque me costaba mucho, quedar embarazada no, pero me costaba el trance del alumbramiento". Del testimonio, se desprende un desacuerdo entre Marta y su cónyuge, pero además se observa cómo las expectativas respecto de la cantidad de hijos pueden ser influenciadas por las experiencias de embarazo y el parto. El modo en que las mujeres —y sus parejas— transitan estas experiencias pude modificar las ideas que tenían a priori sobre el tamaño de la familia.

En los testimonios que dan cuenta del diálogo entre los miembros de la pareja, aparecen las posturas diferentes que pueden tener las mujeres y los varones sobre los hijos y los argumentos de cada uno para defender sus preferencias. En el caso de Sofía (1929, tres hijos) ella reconoce que "Ah sí, eso lo hablamos, ya lo habíamos hablado de novios, él quería dos porque ellos eran dos. Yo era sola dije: ‘No yo quiero tres porque yo me quedé sola'..."

Las posturas divergentes, cuando no opuestas, aparecen en otros testimonios y en ocasiones se hace necesaria la insistencia para convencer al otro, la negociación y a veces la imposición. Es el caso de Catalina (1921, dos hijos) cuando reconoce que "Él no quería. Te voy a decir que la que insistí en tener hijos fui yo." Y luego agrega: "los dos que tuvimos los programamos. No vinieron así de sopetón". También Esther (1924, dos hijos) recuerda: "Yo era la que quería tener hijos. Él no. (...) No, él no quería tener más que uno. Con el segundo ya ahí, empezamos, ¿para qué otro hijo?, estamos bien con Carlitos..." A la pregunta sobre si las decisiones sobre los hijos las tomaban entre los dos, ella responde "No. La tomaba yo".

Las mujeres que pudieron hablar con sus parejas sobre el tamaño de la descendencia simplemente mencionan que "si", otras como Blanca (1917, dos hijos) agregan "Nosotros siempre pensamos en tener dos hijos". En cambio, aquellas que reconocen que no hablaron, responden con varios "no", algunas agregan "nunca" o "nada" y otras explican "No. No, no. Los que venían. (...) Nunca lo hablamos eso".

Para terminar este apartado se presentan dos testimonios que podrían interpretarse como un cambio en la concepción de los procesos de formación de las familias. El primero corresponde a Cristina (1914, un hijo) que enmarca la respuesta en su fe religiosa y explica: "no te olvides de una cosa, que yo vengo de una familia católica, mi marido también (...) ahí no existe la planificación, te la da Dios. (...)...los hijos son muy deseados..." El segundo es el de Susana (1930, dos hijos) que realiza una reflexión que trasciende el ámbito de la reproducción cuando dice: "...planes siempre se hacen, yo creo que una pareja que no tenga planes mmm... le falta algo, ¿no? Es como un objetivo. ¿Qué vamos a hacer?"

En estos dos últimos relatos, se observa un cambio radical en la condición de los individuos. En primer lugar, la pérdida de centralidad de los valores religiosos; segundo una familia en la que la pareja tiene un mayor peso y por último la posibilidad de comunicación entre los esposos para adelantarse a los riesgos del futuro (Beck-Gernsheim, 2003). Una vez habilitada la posibilidad de hablar sobre los hijos que se quieren tener surgen algunas preferencias sobre el número, el sexo y las motivaciones.

 

Las preferencias: ¿cuántos?, ¿de qué sexo?

Cuando las posibilidades de hablar se habilitan los testimonios reflejan las preferencias por la cantidad y el sexo de los hijos. En relación a la cantidad se observa una fuerte inclinación por pocos hijos y el modelo ideal es el de la parejita: un hijo y una hija. Sin embargo, las decisiones sobre la cantidad de hijos tampoco eran terminantes, al respecto Matilde (1917, cuatro hijos) y su marido estaban "más o menos" decididos sobre cuántos hijos tener. Agrega "Más de tres o cuatro no queríamos tener". Existen mujeres a las que les hubiera gustado tener más hijos y otras que prácticamente se arrepienten de haber tenido tantos, o al menos lo dicen respecto del último. Así, Dora (1916, tres hijos) sostiene "Ahora que soy vieja sí, me hubiera encantado. Pero lamentablemente eso no se puede volver atrás..." En cambio Alicia (1923, tres hijos) dice "No, dos sí quería tener porque ¿viste? dos sí. Pero ya tres no... (...)...siempre quise tener dos, pero tuve ésta..."

En otros testimonios las mujeres cuestionan el rol materno. Por ejemplo Raquel (1923, tres hijos) si bien no tenían preferencias sobre la cantidad y el sexo de los hijos y aceptaba "Los que venían". Ella reconoce que no le hubiera gustado tener más porque "yo me sentía muy atada con los chicos, y a mi me gustaba salir con él [marido]". Por su parte Marta (1922, tres hijos) cuenta que ella pensaba que iba a tener un solo hijo y de hecho "Cuando tuve el primero dije: ‘El único'. Regalé la cuna, regalé todo. Después vino la nena, bueno ahora se acabó, regalé otra vez todo. Hasta el tercero, bueno el tercero se acabó..." Pero fue debido a problemas de salud que finalmente reconoce "ya ahí se cerró la fábrica3".

Los testimonios que presentan más matices son aquellos en los que las mujeres dejan ver que tuvieron más hijos de los que hubieran deseado. Es habitual que las personas elaboren justificaciones a posteriori del número de hijos que han tenido (Torrado, 1993) y aunque esbozan explicaciones, se filtran en los discursos expresiones que ponen de manifiesto cierto desacuerdo entre lo deseado y lo logrado, como: "...siempre quise tener dos pero tuve ésta...", "yo tuve la nena por una equivocación del médico", "vino de regalo, viste, al final", "vino de rebote", "vino sin pensarlo" y "después vino el tercero así, como quien dice, sin buscarlo". Este tipo de expresiones, permiten pensar en las dificultades que estas mujeres y sus parejas tuvieron para fijar y alcanzar el número de hijos deseados. Lo que podría señalar el carácter escurridizo de la planificación familiar en un momento en que los métodos no eran lo suficientemente fiables y los embarazos vividos como una fatalidad (Fisher, 2000).

En el grupo de las mujeres que tuvieron un solo hijo es donde se hacen más evidentes las justificaciones. En algunos casos se trató de episodios dolorosos como la entrada en la viudez de modo precoz, que truncaron los proyectos familiares de algunas mujeres. Por ejemplo Cristina (1914, un hijo) que perdió varios embarazos y por fin tuvo un hijo, pero al poco tiempo, falleció su marido. Ana (1921, un hijo) en cambio quiso tener más hijos y agrega que "con los años me he arrepentido". Porque cree que en la actualidad estaría "más acompañada". La idea de estar más acompañada aparece en estos testimonios, como una evocación de una red familiar más amplia que hoy podrían disfrutar. En el próximo punto analizaremos las preferencias por sexo de la descendencia.

Respecto del sexo de los hijos las preferencias aparecen, por ejemplo, cuando ya se ha tenido uno y se busca la parejita, o cuando los primeros hijos son del mismo sexo y se busca el opuesto. En aquellos años, el sexo era una incógnita que se develaba en el momento del parto, algo que en la actualidad ha sido modificado por la tecnología del diagnóstico prenatal por imágenes (Beck-Gernsheim, 2003). Cierto conformismo se resume en la expresión de Negra (1926, cuatro hijos) "...en ese entonces lo que venía era bien recibido".

A la pregunta por la preferencia por el sexo, en ocasiones se responde haciendo énfasis en la salud del bebé. Este argumento aparece de modo reiterado en algunos testimonios con la frase "que venga sano", restándole importancia al sexo. Sin embargo en algunos relatos, aparecen mezclados los argumentos antes señalados, como Aurora (1918, dos hijos) "Él [su marido] no decía nunca nada. Todos son hijos, basta que sean sanitos... ¡No! pero cuando vio que era el nene, si... la nena también. Uh, se puso chocho con la nena." En otros casos también se insiste sobre la preferencia de los maridos por los hijos varones, como Elvira (1915, cinco hijos) "El quería un varón. No vaya a ser que él no tenía un varón. (...) Y primero vinieron tres mujeres (risas) (...)...lo que protestaba cuando eran mujeres..."

Un pequeño grupo de mujeres que tuvieron sólo hijos varones añora no haber tenido hijas mujeres. Y en algunos casos la cantidad se conjuga con el sexo, como el caso de Esther (1924, dos hijos) que asegura que le hubiera gustado tener cuatro hijos y agrega "Y más si tuviera... una nena". En ocasiones los deseos incumplidos se traducen en términos de arrepentimiento, como por ejemplo Ana (1921, un hijo) que dice: "Hoy me arrepentí... (...) Te digo que con los años me he arrepentido. (...)...que tonta yo, joven, podría tener este, no te digo muchos, uno más, por ahí una nena, ¿no?". Se asocia la hija mujer con la idea de una mayor compañía en sus vidas actuales y se comparan con otros familiares a su alrededor. Irma (1920, un hijo) tras reconocer que le "hubiera gustado tener una hija mujer." Agrega: "a veces pensé que me gustaba una nena... porque... la compañía. La mujer es más compañera de la madre. (...) Yo la veo a mi hermana que está más acompañada que yo". En muchos relatos es recurrente esta idea de una valoración positiva de las hijas mujeres que representarían otro tipo de acompañamiento en la vejez.

 

Las motivaciones de las mujeres y sus parejas para limitar el número de hijos

La literatura sobre el descenso de la fecundidad observa una tensión entre las motivaciones para regularla y la disponibilidad de medios técnicos. Diversos autores coinciden en señalar que fueron las motivaciones las que permitieron la reducción de los nacimientos ya que los métodos anticonceptivos no siempre estuvieron disponibles ni fueron tan eficaces; de allí que el descenso de la fecundidad sea el resultado de una voluntad deliberada (Gordon, 1990; Badinter, 1991; Segalen, 2000). Cuando las mujeres se refieren a las causas por las que limitaron la descendencia aparece una serie de aspectos relacionados con los modelos de sus familias de origen, la salud, las experiencias de embarazos y partos, el reloj biológico, la situación económica, el deseo de brindar educación y bienestar a los hijos, el estrés y otros sentimientos asociados a la crianza.

El tamaño de la familia de origen de las mujeres o de sus maridos influyó en muchos casos para inclinarse por un modelo de familia reducida. Estudios empíricos han dado cuenta de que, ante la constitución de una familia, las personas tienen posibilidades de elección, de creación, de reparación, de adopción o de imposición de una forma familiar (Bonvalet, 2003). Al respecto, Lidia (1916, dos hijos) comenta "había matrimonios que tenían siete, ocho, nueve hijos, ¿no? ¡Como mi mamá que había tenido nueve, dos muertos y siete vivos! Así que... ¡pero yo no seguí el tren de mi madre!" En este relato se puede apreciar el rechazo al modelo de familia numerosa característico de la generación precedente y la ruptura con modelos tradicionales, lo que remite a la inauguración de nuevas formas familiares y a otro tipo de relaciones afectivas. Míguez, (1999) describió a las familias argentinas de fines del siglo xix como familias con una cantidad numerosa de hijos, a la vez que organizadas sobre una fuerte autoridad patriarcal y una rígida moral que se aplicaba a la severa crianza de los hijos.

La novedad de la familia reducida aparece asociada a la idea de mejores condiciones de vida para todos sus miembros. Emilia (1920, dos hijos) afirma que su marido no quería tener muchos hijos

porque dice que la familia grande, porque veía mi mamá que tenía tanto, que la madre también tuvo tres chicos... (...) Porque él decía que a los chicos los tenés que tener, los tenés que tener como se merece. No, que ponés un montón de chicos al mundo ¿para qué? si después no los podés tener.

Carmen (1917, una hija) lo expresa de manera literal, cuando reconoce: "Tuve muchos hermanos, entonces tuve que cuidarlos..." y también admite que su marido tenía "muchos hermanos". Su dedicación a los hermanos, siendo la sexta de once, la llevó a inclinarse por el modelo de hijo único. El marido de Catalina (1921, dos hijos) guardaba un recuerdo poco grato de la vida en la familia de origen "Porque él decía que había tenido una infancia muy mala y que él no quería que sus hijos pasaran lo que él pasó. Y yo le decía que íbamos ser diferente, porque le decía: ‘Yo no soy tu mamá, ni tu papá', le decía yo". A lo largo de las entrevistas se pudo observar que las mujeres son conscientes de que sus modelos familiares se distancian de los de sus madres, no sólo en tamaño, sino también en los vínculos que desean establecer con sus hijos. Asimismo, esperan para ellos un futuro mejor, poder ofrecerles condiciones de vida más benévolas, ya que en muchos casos tanto las mujeres como sus cónyuges tuvieron que trabajar desde muy jóvenes para colaborar con las economías de sus familias de origen.

Como ya se ha mencionado más arriba, de las motivaciones que esgrimen las mujeres para limitar el tamaño de la descendencia se destacan diferentes problemas de salud: de los hijos, de los maridos o propia. Tener un hijo enfermo muchas veces desanimó a las mujeres para aumentar la descendencia. La enfermedad de los maridos también es mencionada por varias mujeres como la causa para limitar el número de hijos. En otros casos, la entrada precoz a la viudez, tras un breve período en unión, dio lugar a una descendencia reducida, como Catalina (1921, dos hijos) y Cristina (1914, un hijo) que forman parte de un subgrupo de viudas jóvenes. Por último, en varios casos, fue la salud de las mujeres la que motivó la decisión de no tener más hijos y casi siempre se trató de afecciones asociadas a la reproducción. Por ejemplo Marta (1922, tres hijos) reconoce que con "...el tercero se acabó porque yo empecé a tener metrorragia en un fibroma en el útero y tuve que operarme..."

En otros dos casos, un nuevo embarazo podía poner en riesgo la vida de las mujeres. En esos relatos se puede observar la participación de los maridos opinando y tomando partido para no tener más hijos. Para Aurora (1918, dos hijos) perder un embarazo avanzado fue traumático y decidieron no intentarlo más. Ella cuenta "Tuvimos miedo, como perdí ese, tuvimos miedo. (...)...que si pasaba otra vez lo mismo. Porque uno sufre. Mi marido sufrió una barbaridad".

En varios de estos testimonios se develan distintos tipos de diálogos que las mujeres entablaron con sus parejas o con los médicos, mezclados con sus propios diálogos internos, dejando traslucir distintos sentimientos. Al respecto Eva (1918, dos hijos) comenta que ella

...quería tener otros chicos, pero mi marido se opuso... Su médico le dijo que ...no había opción... yo sabía que tenía que elegir. Si tenía otro chico podía vivir el chico, yo no, uno de los dos se iba... (...) Entonces había que decidirlo y no era fácil, entonces mejor evitarlo.

Delia (1916, un hijo) tuvo un parto muy complicado y explica:

Porque estuve muy mal y el médico le dijo que no se atreviera a tener otro y mi marido no quiso, porque fue una locura. Pero yo estuve muy mal. (...) Entonces mi marido no quiso saber nada. Se asustó. (...) No, no, no mi marido no quería, ni que le hablaran de tener otro hijo. (...) Yo estaba de acuerdo porque dije, y bueno, como dijo el médico se puede morir, como no se puede morir. Y yo dije, ¿yo tengo derecho a dejar un hijo sin madre? (...) Entonces dije no tampoco no, no hay derecho.

El riesgo de no sobrevivir a un nuevo embarazo o parto aparece como uno de los motivos que más condiciona la decisión de limitar el tamaño de la familia y esos relatos suelen ser polifónicos. Las voces de los expertos aparecen aconsejando, pero también las de los maridos con opiniones que apoyan esas posturas con firmeza.

Para otras mujeres, fue la alarma del reloj biológico lo que motivó la decisión de no tener más hijos. Elisa (1913, dos hijos) comenta: "Sí, pero, después pasaron los años ¿viste? y ya vienen más grandes y yo también venía mayor porque yo me casé con 26 años, no me casé tan jovencita. Entonces ya después no lo pensamos nunca más..." Algo similar refiere Antonia (1927, tres hijos) "No, ya tenía cuarenta y pico, cuando lo tuve al tercero ya tenía 39 años. Ya era grande".

En otros casos, a pesar de la edad se decide continuar con el embarazo, como Sofía (1929, tres hijos) que cuenta: "ella vino, vino de rebote, mi marido no quería que la tuviera..." (...) "...él [marido] tenía miedo que me pasara algo porque tenía 39 años." Y agrega: "Fui al médico y digo no, yo la voy a tener si es enferma paciencia porque antes no había como ahora".

En estos relatos del pasado, hay referencias al cambio tecnológico y biológico. Por un lado se menciona la inexistencia de medios para conocer las condiciones en que se desarrollaba el feto, en especial las ecografías; por el otro, se subraya que alrededor de los 39 años las mujeres debían suspender la maternidad, o al menos ya no era aconsejable tener hijos.

En algunos casos, la alarma del reloj biológico sonó en discordancia con el progreso económico de la familia o con el desarrollo profesional del varón proveedor. La experiencia de Carla (1917, dos hijos) ilustra esta circunstancia cuando relata: "porque entonces fue una situación muy... muy mala, cuando empezamos, cuando Mario empieza a levantar cabeza, yo ya tenía 40 años..." y no hubo posibilidad de tener más hijos.

Dentro de la variedad de motivaciones para limitar la cantidad de hijos, aparecen dos actitudes opuestas que Ariés denominó altruista y egoísta (en Lesthaeghe, 1994). Podríamos pensar que bajo el mandato de una maternidad abnegada que se pregonaba por aquellos años, no se encontraron referencias a actitudes egoístas por parte de las mujeres. Sin embargo, son varias las que subrayan los esfuerzos que significaba la crianza de los hijos. Por ejemplo Irene (1917, dos hijos) sin rodeos expresa: "Porque me daba trabajo, los pañales, que lavar, que en invierno, mantenerlos, poner, este, secarlos." De sus hermanos "La única que quedó con dos fui yo, de haragana". Para Ana (1921, un hijo) tampoco fue fácil transitar la maternidad sobre todo en los primeros meses porque su hijo

Lloraba, era nervioso, viste que sé yo. Era chica yo, me acobardé, no, no quise tener más. (...) "...hermoso, sano. Pero llorón, de noche lloraba. Era nervioso. De día lloraba. Y yo ¿viste? no sé si fue la edad que tenía, pienso... yo dije ¡ay! no, me quedo con uno. No te olvides que yo tenía 23.

En el caso de Irma (1920, un hijo) lo que no había por parte del marido era "...mucha paciencia. (...) Entonces yo dije no... ¿para qué voy a complicarme la vida?" (...) "No, no, no, no, no, no. Porque no había mucho... aguante... (...) Paciencia, paciencia".

Raquel (1923, tres hijos) en cambio confiesa que no tuvo más "porque yo me sentía muy atada con los chicos; y a mi me gustaba salir con él". Esta idea de la pareja por sobre los hijos aparece en otros testimonios, como el de Esther (1924, dos hijos), ella relata que su marido era el que no quería tener más hijos porque: "No, dice que estábamos tan bien, porque salíamos mucho, íbamos a bailar, íbamos a todos lados..."

Un caso particular es el de Angélica (1922, tres hijos) cuyo principal motivo para no tener más hijos se relaciona con su actividad laboral y afirma que no tuvo más hijos "porque yo trabajaba, y ya era mucho tener tres, era bastante".

Por último se analizarán los testimonios que hacen referencia a una actitud altruista por parte de las mujeres y sus parejas para limitar el número de hijos. Estos discursos aluden principalmente a las posibilidades que los hijos accedan a unos niveles educativos más elevados que el de los padres, así como poder brindarles un bienestar que la sociedad de la época hacía viable. Estos testimonios podrían resumirse en la idea de que los padres se muestran dispuestos a hacer sacrificios para darles una mejor calidad de vida a sus hijos a condición de que sean pocos (Lesthaeghe, 1994).

En relación con los estudios, las mujeres entrevistadas señalan la posibilidad de dar a los hijos "una educación", "la educación que uno pretendía para sus hijos", para "educarlos como quisiera". En ocasiones los relatos remiten a sus propias experiencias siendo niñas, cuando vieron limitado el acceso a una mayor educación. Como Aurora (1918, dos hijos) que menciona

...en mi casa, por ejemplo, éramos muchos, íbamos todos al colegio. Había dos o tres hermanos que eran muy inteligentes y no los podían mandar al secundario. Porque era en el centro, nosotros vivíamos en Matadero, estaba el viaje, estaba la ropa, estaban los libros. Ya ahí no alcanzaba.

Para algunas mujeres, la frustración por no haber podido seguir estudiando, aumentó las expectativas de educación puestas en los hijos, indistintamente del sexo. En sus deseos como madres se vislumbra la revancha, la superación y fundamentalmente un mejor porvenir para la generación siguiente; entendida como una posibilidad de reparación (Bonvalet, 2003) que se aleja de su propia experiencia. Recordemos brevemente que una parte importante de estas mujeres abandonaron sus estudios para ingresar al mercado de trabajo cuando tenían alrededor de 14 años.

Alicia (1923, tres hijos) reconoce que "Quería tener dos, no quería tener más porque para criarlos, para mandarlos al colegio, para educarlos a mí me parecía mejor ¿no?" También Dora (1916, tres hijos) sostiene "Y después no se tuvieron más porque uno quería darles estudio. Así que, en las posibilidades de uno no estaban muchos hijos, ¿no? A los que tuvimos les dimos carrera". María (1926, tres hijos) reconoce que "Tratábamos de que superaran... que superaran un poco más de lo que habíamos sido nosotros. Por lo menos, este... una ambición, no una ambición, en un espectro de que uno siempre desea un hijo más formado". Para Sofía (1929, tres hijos) el modelo a seguir era el de su marido profesional y dice: "Y sí para dar una educación buena yo quería que siguieran como mi marido era universitario era abogado..."

También Susana (1930, dos hijos) reconoce que la meta de darles un estudio estuvo siempre presente

...mi marido y yo, siempre, de chiquitos, les poníamos que hasta la facultad no paraban. (risas) Y los dos estudiaron... (...) Los dos egresados de la facultad. En eso sí lo programamos y ellos quisieron, aceptaron. Porque ya imaginate, empezaba la época en que había que ser... mayor educación, mayor posibilidad de tener un buen futuro, ¿no?...

Esta idea de una mayor educación para los hijos podría interpretarse como un cambio de época, porque las mujeres no lo relatan como un reflejo de sus propias elecciones, sino como un nuevo mandato social para la generación de los hijos. En tal sentido, Eva (1918, dos hijos) traspasa su propia experiencia y su discurso refleja un sentimiento de aquel entonces: "No, la gente se atenía a sus posibilidades, no es que traían hijos así... (...)...todos querían más o menos llevarlos a un cierto nivel, que estudien. No era fácil, este, así que se limitaban..." María (1926, tres hijos) recurre a un recurso similar y habla no sólo por ella, sino por los de su misma pertenencia social:

...ya se empezaba a pensar en cómo se educaba a los hijos si eran muchos. Por lo menos en familias de una educación media como era la mía." (...) No es que se va achicando la familia; se va pensando en el porvenir de la familia." (...) Y más cuando después se quieren educar los hijos.

En los discursos de las mujeres, el propósito de brindar a los hijos una mayor educación que la que ellas recibieron aparece asociado a la idea de bienestar (Torre y Pastoriza, 2002). De algún modo, el acceso a la educación era parte de un proyecto más amplio de bienestar para los hijos (Adamovsky, 2010). En este sentido Aurora (1918, dos hijos) reconoce "Para nosotros, para mi matrimonio, era mejor pocos y tenerlos bien y no, que no puedan ir a estudiar". O Antonia (1927, tres hijos) que sintetiza: "Nosotros teníamos pocos, pero los teníamos bien..."

En los años del primer peronismo es posible observar una ampliación del bienestar y de los derechos de ciudadanía hacia amplias capas de la sociedad hasta entonces marginadas. La vida cotidiana de millones de argentinos se vio transformada por la incorporación de nuevos derechos asociados al acceso a la educación, la salud, la vivienda, las vacaciones pagas y las jubilaciones (Torre y Pastoriza, 2002).

Por momentos, en los testimonios recogidos las ideas se repiten de un modo casi idéntico; es cuando las mujeres se refieren a una idea un tanto abstracta de bienestar. Suelen ser un poco más precisas en relación a la educación y en ocasiones recurren a una expresión que podría provenir de sus propias vivencias, cuando dicen que deseaban para sus hijos: "que no les falte nada". Esta idea se repite en varios testimonios como el de Matilde (1917, cuatro hijos) "Pocos. Para poderlos, si quería uno, educarlos como quisiera y que no les faltara nada..." O el de Ana (1921, un hijo) que explica que la gente tenía pocos hijos "Porque los quería tener bien, para mi. Para mi que decía tengo uno, pero viste, pero le daba estudios, que no les faltara nada en la casa".

En estas mujeres, la idea del bienestar aparece asociado a los recursos económicos de la familia que en la casi totalidad de los casos eran provistos por el varón proveedor y en ocasiones administrados por las mujeres amas de casa. Algunos testimonios reflejan esta situación, como el de Eva (1918, dos hijos) que recuerda "No es que era caro educarlos, porque las escuelas eran gratuitas. Pero la vestimenta, los útiles, lo que se ganaba... (...) el que trabajaba era el hombre, la mujer no trabajaba. Así que había que andar con pie de plomo, para cumplir con esas cosas..."

En este sentido, la condición de ama de casa requería de una habilidad para estirar y hacer rendir los ingresos del marido. En la época abundan los manuales y publicaciones con consejos para ser una buena ama de casa y administrar con creatividad el dinero que entraba al hogar (Nari, 1996). Así, Marta (1922, tres hijos) explica:

Por lo menos yo me arreglaba de hacerles la ropita, de preparar siempre yo la comida, no se compraban esas cosas que se compran ahora, tanta publicidad que hay y productos, no existían tantas cosas. Y trataba siempre de tener un criterio sano, de darles buena alimentación y preparada en casa.

Cora (1928, dos hijos) está convencida que antes "...no se le daba tanto los gustos como ahora (...)...nosotros tratábamos de darle todos los gustos a los chicos pero no, tanto cine, ni tanta, ni tanta cosa como los chicos tienen ahora, tienen demasiado, y la culpa es de los padres..." Y Elisa (1913, dos hijos) reconoce que mantener a los hijos

...era caro, pero si el padre trabajaba los chicos tenían, porque también los chicos se conformaban diferentes y las cosas todas no eran manufacturadas, como que ahora andá a comprar, andá al kiosco hasta allá antes se hacían en casa una torta y le cortaba un pedazo y le dabas; en cambio ahora andá a comprar medialunas, andá a comprar esto, andá... entonces es diferente, es un ritmo distinto de vida, completamente.

Las mujeres reconocen que la vida cotidiana estaba menos mercantilizada, había menos tentaciones, eran otros estilos de vida y entonces las destrezas de una buena ama de casa se ponían en juego. Por ejemplo Rita (1920, cuatro hijos) explica la clave para administrar los ingresos familiares: "...vos tenés que adaptarte al bolsillo de tu marido. Si vos te adaptas al bolsillo de tu marido, todo te va a ir bien. Pero si vos querés sobrepasarte del sueldo que el ganaba..."

En cambio, en otro pequeño grupo de mujeres aparecen relatos que reflejan una situación más difícil desde el punto de vista económico y dejan ver que, por momentos, los ingresos del hogar eran insuficientes para mantener a muchos hijos. En tal sentido consideran los problemas económicos como un freno para tener una familia más numerosa. De un modo casi literal lo dice Cora (1928, dos hijos) que reconoce que "...también por la parte económica, la parte económica frenaba mucho..." Lidia (1916, dos hijos) prefirió una familia... "Si, reducida. Porque no daba para tanto. Lo que se ganaba..." (...) Costaba mucho tenerlos y criarlos y darles una educación". De un modo más dramático lo expresa Carmen (1917, una hija) "Más hijos no se podía tener porque no se podía alimentar". Otras mujeres mencionan que el marido era "joven" y "le costaba luchar" y otra que dice que "...se le venía un poco pesado ya viste..."

Así, de los diversos motivos que expresan las mujeres entrevistadas para limitar la descendencia, se destaca el deseo de brindar bienestar a los hijos y por ello prefieren pocos para que estén bien. Esa noción condensa un clima de época marcado por la consolidación de los nuevos sectores sociales medios y urbanos asociados a la modernización de la sociedad y a los procesos de individuación que son acompañados por un Estado que expande los derechos de los ciudadanos (Adamovsky, 2010).

 

Conclusiones

En el grupo de mujeres entrevistadas para este trabajo se observa una reducción notable del número de hijos respecto de la generación de sus madres, lo que deja en evidencia su preferencia y la de sus cónyuges por las familias pequeñas. El modelo de "la parejita" aparece como uno de los preferidos y algunas mujeres se arrepienten de no haber tenido una hija mujer que, sería en la actualidad, una mayor compañía en sus vidas de adultas mayores.

En relación a las posibilidades de hablar sobre el tamaño de la descendencia, lo que se observa es que la comunicación no siempre se estableció a priori, ni bajo la forma de un diálogo. Se pudo detectar que son diferentes cuestiones las que pueden disparar y habilitar la posibilidad del diálogo: un problema de salud, alcanzar el número deseado de hijos, un parto traumático. Como hemos visto, una variedad muy amplia de motivos aparece justificando las decisiones a posteriori respecto de la descendencia. Asimismo, cuando las posturas de los cónyuges son dispares respecto del tamaño de la descendencia deseada, no se observa un diálogo donde ambos interlocutores toman la palabra y llegan a un acuerdo. Más bien se trata de la declaración de intenciones o la toma de decisiones de modo unilateral: uno de los miembros de la pareja comunica al otro la determinación de no tener más hijos. La idea de una relación de pareja más igualitaria o democrática, donde es posible la negociación, dista mucho de existir de acuerdo al tipo de comunicación que se observa en los testimonios de las mujeres y podría considerarse un modo más contemporáneo asociado a la planificación y los métodos anticonceptivos modernos (Beck-Gernsheim, 2003). También es posible detectar cierto tipo de decisiones implícitas que se toman sin mucho margen de elección, asociadas a la entrada en la viudez o el fin de la edad fértil. En este último caso, se observa un desfase entre la mejora de las condiciones económicas de las familias y el fin de la etapa reproductiva de las mujeres.

La expresión nativa "pocos pero bien" que las mujeres emplean, condensa la peculiaridad de un momento histórico en el que desde el Estado se favoreció la ampliación del bienestar para vastos sectores de la población argentina. Analizadas como ‘frases recurrentes' en el sentido de Kaufmann (1996), son la manifestación de una pertenencia singular y aluden a un proceso de cambio social que abarca también a las familias. Así, uno de los requisitos establecidos por Coale (1973) sobre la regulación de la fecundidad que debe ser percibida como ventajosa queda claramente de manifiesto en la opinión de las entrevistadas.

Además, para estos sectores medios urbanos la familia pequeña remite a una marca de distinción que se asume como un valor para progresar en la escala social. El nosotros que está detrás de la expresión "pocos pero bien" es el resultado de la configuración de un sector social diferenciado: los nuevos y amplios sectores medios urbanos de la Argentina de la primera mitad del siglo XX (Adamovsky, 2010). Esta diferenciación se establece en relación a las clases altas; pero fundamentalmente hacia los sectores más pobres que suelen ser también los más prolíficos, producto de comportamientos reproductivos menos regulados que, siguiendo a Beck-Gernsheim (2003), en ocasiones tienden a ser vistos como sospechosos, ingenuos, irracionales o irresponsables. En contraposición, los nuevos sectores medios hacen gala de su modernidad mediante unas prácticas reproductivas en las que la planificación empieza a configurarse como norma.

 

Bibliografía

ADAMOVSKY, Ezequiel, 2010, Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003. Buenos Aires, Planeta.         [ Links ]

BADINTER, Elizabeth, 1991, ¿Existe el amor maternal? Historia del amor maternal siglo XVII al XX, Paidós, Barcelona.         [ Links ]

BARRANCOS, Dora, 1991, "Contracepcionalidad y aborto en las década del 20: problema privado y cuestión pública", en Estudios Sociales núm. 1, segundo semestre, Universidad Nacional del Litoral. Rosario, Argentina.         [ Links ]

BECK-GERNSHEIM, Elisabeth, 2003, La reinvención de la familia. En busca de nuevas formas de convivencia. Barcelona, Paidós.         [ Links ]

BONVALET, Catherine, 2003, "La famille-entourage locale", en Population, 2003/1 vol. 58.         [ Links ]

COALE, Ansley, 1973, The demographic transition, IUSPP, Interantional Population Conference, Liege, vol. 1.         [ Links ]

ELIZAGA, Juan C., 1973, "La evolución de la población de la Argentina en los últimos cien años" en Desarrollo Económico, núm. 48, vol. 12, enero-marzo.         [ Links ]

FISHER, Kate, 2000, "Uncertain aims and tacit negotiation: birth control practices in Britain, 1925-50" en Population and Development Review 26 (2).         [ Links ]

FISHER, Kate, 2006, Birth control, sex and marriage in Britain 1918-1960, Oxford University Press. Oxford.         [ Links ]

GERMANI, Gino, 1961, "Algunos aspectos de la familia en transición en la Argentina", en Gino GERMANI y Jorge GRACIARENA, De la sociedad tradicional a la sociedad de masas. Departamento de Sociología, Facultad de Filosofía y Letras, UBA.         [ Links ]

GORDON, Linda, 1990, Women's body, women's right birth Control in America, Penguin Books. Nueva York.         [ Links ]

HOLLERBACH, Paula, 1983, "Fertility decision making processes: a critical essay", en Rodolfo A. BULATO, y D. Lee RONALD (eds.), Determinants of fertilityin developing countries, Supply and Demand for children, vol. 1., Academic Press. New York.         [ Links ]

KAUFMANN, Jean-Claude, 1996, L´entretien compréhensif, Nathan. París.         [ Links ]

KELLERHALS, Jean, Pierre-Yves TROUTOT y Emmanuel LAZEGA, 1984, Microsociologie de la famille, PUF. París.         [ Links ]

LATTES, Alfredo y Zulma RECCHINI DE LATES, 1974, La población de Argentina, CICRED/INDEC. Buenos Aires.         [ Links ]

LEHNER, María Paula, 2011, "Noviazgos en Buenos Aires 1930-1960", en Revista Población de Buenos Aires, núm. 14, vol. 8.         [ Links ]

LESTHAEGHE, Ron, 1994, "Una interpretación sobre la segunda transición demográfica en los países occidentales", en Emakunde, Demografía y políticas públicas, Instituto Vasco de la Mujer. Vitoria, Emakunde.         [ Links ]

MARSHALL, Catherine y Gretchen ROSSMAN, 1989, Designing qualitative research. California, Sage Publications.         [ Links ]

MÍGUEZ, Eduardo J., 1999, "Familias de clase media: la formación de un modelo", en F. DEVOTO y M. MADERO (comp.), Historia de la vida privada en la Argentina. La Argentina Plural: 1870-1930. Tomo 2. Taurus, Buenos Aires.         [ Links ]

NARI, Marcela María Alejandra, 1996, "Las prácticas anticonceptivas, la disminución de la natalidad y el debate médico, 1890-1940", en Mirta Zaida LOBATO (ed.), Política, médicos y enfermedades. Lecturas de historia de la salud en la Argentina, Biblos, Universidad Nacional de Mar del Plata. Buenos Aires.         [ Links ]

PANTELIDES, Edith A., 1979, Evolución de la fecundidad en Argentina, Centro de Estudios de Población y Centro Latinoamericano de Demografía. Buenos Aires.         [ Links ]

PANTELIDES, Edith A., 1990, Un siglo y medio de fecundidad Argentina: 1869 al presente, Seminario sobre la Transición Demográfica en América Latina, 3-6 de abril, versión mímeo. Buenos Aires.         [ Links ]

SECCOMBE, Wally, 1990, "Starting to stop: working-class fertility decline in Britain", en Past and Present, núm. 126, febrero.         [ Links ]

SEGALEN, Martine, 2000, Antropología Histórica de la Familia, Taurus. Madrid.         [ Links ]

SOLSONA, Montserrat, 1996, "La segunda transición demográfica desde la perspectiva de género", en Montserrat SOLSONA (ed.), Desigualdades de género en los viejos y los nuevos hogares. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales y Universitat Autónoma de Barcelona.         [ Links ]

TAPINOS, Georges, 1988, Elementos de demografía, Espasa Universidad. Madrid.         [ Links ]

TORRADO, Susana, 2003, Historia de la familia en la Argentina moderna (1870-2000), Ediciones de la Flor. Buenos Aires.         [ Links ]

TORRE, Juan Carlos y Elisa PASTORIZA, 2002, "La democratización del bienestar", en Juan Carlos TORRE (dir.) Nueva historia Argentina. Los años peronistas1943-1955, tomo VIII, Sudamericana, Buenos Aires.         [ Links ]

 

Anexo I. Matriz de datos

 

Notas

1 Los métodos anticonceptivos tradicionales son el coitus interruptus, el preservativo y las duchas o cremas vaginales que se distinguen de los métodos modernos, hormonales como la píldora.

2 El Área Metropolitana de Buenos Aires o Región Metropolitana está conformada por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los 24 partidos del Conurbano de Buenos Aires.

3 "Cerrar la fábrica" es una expresión nativa que alude a la decisión de no querer tener más hijos.

 

Información sobre la autora:

María Paula Lehner. Máster en Estudios Especializados en Sociología, Orientación Familia, Género y Políticas Sociales por la Universidad Autónoma de Barcelona, España. Realizó el posgrado Métodos y Técnicas para el Estudio de la Población en el Centro de Estudios Demográficos, Barcelona, España. Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y candidata a Doctora en Ciencias Sociales por la misma universidad. Docente del Seminario Población y Sociedad de la Carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y profesora adjunta del Seminario Sociología de la Salud de la Carrera de Sociología de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Se desempeña como Auxiliar de investigación en el proyecto Ubacyt "Mujeres, cuidados, salud y familias en la Ciudad de Buenos Aires" con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Publicaciones recientes: Lehner, María Paula (2011), "Noviazgos en Buenos Aires 1930-1960" en Revista Población de Buenos Aires. (En prensa). Lehner, María Paula (2009) "La familia como red: un abordaje sociohistórico" en Elsa López y Liliana Findling (eds.), Salud, familias y vínculos: elmundo de los adultos mayores, EUDEBA, Buenos Aires; López, Elsa, Liliana Findling, María Paula Lehner, Marisa Ponce, María Pía Venturiello, Silvia Mario y Laura Champalbert (2011) ¿Padres de hoy, varones de antes? Decisiones reproductivas, familia y trabajo en varones de estratos medios de la Ciudad de Buenos Aires, VI Taller de Investigaciones Sociales en Salud Reproductiva y Sexualidad, en el marco de las transformaciones en la familia, organizado por AEPA, CENEP, CEDES, IIGG-FSOC-UBA y UNFPA. En prensa. Findling, Liliana, María Paula Lehner, Marisa Ponce y María Pía Venturiello (2011), "Maternidad, redes sociales y (des)-integralidad: las experiencias de las mujeres de sectores socioeconómicos medios de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina" en Roseni Pinheiro y P. Henrique Martins (coords.), Usuários, redes sociais, mediações e integralidade em saúde. CEPESC, Rio de Janeiro. Dirección electrónica: mariapaulalehner@gmail.com

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License