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Papeles de población

On-line version ISSN 2448-7147Print version ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.10 n.42 Toluca Oct./Dec. 2004

 

La periferia: voz y sentido en los estudios urbanos

 

Periphery: words and sense in urban studies

 

Daniel Hiernaux y Alicia Lindón

 

Universidad Autónoma Metropolitana/Unidad Iztapalapa.

 

Resumen

En este trabajo exploramos la voz 'periferia' en el contexto latinoamericano: cómo cambia al tiempo que el fenómeno denotado se transforma y cómo agrega nuevos componentes en el diálogo entre la palabra y el fenómeno. Por ser una voz reciente, también revisamos otras voces emparentadas ('arrabal' y 'suburbio'), reconstruyendo el uso y sentido de cada una de ellas y la sustitución de unas por otras hasta que aparece la palabra 'periferia'. La expansión de las metrópolis y la constitución de amplios espacios periféricos ha sido de mucho interés en los estudios urbanos. No obstante, hay numerosos aspectos poco analizados. En el primer apartado revisamos las voces antecedentes. Luego reconstruimos el contexto en el que se comienza a referir al territorio de expansión de la ciudad con la palabra 'periferia', así como sus implicaciones en cuanto al sentido de la voz. En el apartado siguiente analizamos las dimensiones que incorporó la voz 'periferia' en relación con los procesos urbanos; para terminar con los desafíos actuales en torno a ese territorio y a las formas de nombrarlo.

Palabras clave: investigación urbana, arrabal, periferia, suburbio.

 

Abstract

In this paper is reviewed the term 'periphery' in the latinamerican context: how it changes as the referred phenomenon is transformed and how it includes new components in the context of the dialog between the word and the phenomenon. Being a recent term, we also examine others related words (as 'outskirt of a city' and 'suburb') reconstructing the use and sense of them and the substitution between them, until the word 'periphery' has appeared. In the first section, we are reviewing the previous words. Then, reconstructing the context in wich the word periphery starts to be used to designate the growth area of the city, and the implications regarding the sense of the words. In the following section, we analyzed the dimensions of the urban process integrated by using the word periphery to conclude the actual challenges of this particular territory and the way of naming it.

Key words: urban investigation, outskirt of a city, periphery, suburb.

 

Introducción

Dentro de las problemáticas urbanas actuales, una de las más ampliamente reconocidas y estudiadas es la expansión de las grandes metrópolis, con la consecuente creación de vastos espacios periféricos. En este sentido, los estudiosos de lo urbano se han enfocado por muchos años en observar la formación de este espacio periférico y los modos en que los nuevos habitantes se apropian de ese espacio, así como las lógicas económicas y los mecanismos políticos que se han desarrollado en torno a esta expansión de la ciudad.

De hecho, nuestra propia investigación se ha orientado desde hace unos quince años1 al estudio de diversos aspectos de la periferia de la Ciudad de México. En un inicio nos interesó la dimensión poblacional y el modelo de urbanización, luego nos dedicamos al estudio de la formación de la economía popular periférica y, sobre todo, de las estrategias residenciales y familiares asociadas a esa economía. Posteriormente nos centramos en diversos aspectos relacionados con lo que llamamos las dimensiones sociosimbólicas de la construcción de la periferia en "lugar",2 y en esta perspectiva humanista es en la que seguimos trabajando actualmente.

A pesar de la variedad de estudios sobre la periferia en México y el mundo, parece que hay muchos aspectos no analizados e insuficientemente conocidos. La adopción misma de la voz 'periferia' por parte de los académicos y los tomadores de decisión se ha hecho —en buena parte de los casos— sin prestar mucha atención al sentido mismo de la voz, como si éste fuera evidente, monolítico y refiriera a un objeto simple y unidimensional. Tampoco se han analizado suficientemente cuestiones afines como los cambios sufridos por el término a lo largo del tiempo, o la relación de la voz periferia con otras voces cercanas e incluso equivalentes, o, la diferenciación geográfica en el uso de la voz.

También es innegable que los estudios sobre las periferias urbanas han usado y abusado de ciertos clichés, entre los cuales está el de 'periferia dormitorio'. Estas expresiones han alimentado el discurso oficial sobre el tema, pero también numerosos escritos académicos que no necesariamente se han dado una evaluación crítica de la expresión, sino que muchas veces han empleado estas voces como si fuesen verdades autoevidentes. Además, estas expresiones han sido incorporadas en los discursos coloquiales, es decir, los de sus habitantes o de la sociedad civil en términos generales. Nos referimos a los discursos no especializados pero que se refieren al tema, por ejemplo, el de los propios habitantes de la periferia.

Por lo anterior, en este trabajo nos ha resultado oportuno explorar la voz misma de 'periferia'3 en el contexto latinoamericano: cómo va evolucionando históricamente al tiempo que el fenómeno denotado ha ido cambiando; sobre todo, cómo la voz va agregando nuevos componentes en el diálogo permanente entre la palabra y el fenómeno. Asimismo cabe señalar que, dado que la voz no aparece sino de manera más o menos reciente (algo más de cuatro décadas), esto nos llevó a revisar otras voces emparentadas con la de periferia, como 'arrabal' y 'suburbio', para reconstruir el uso y sentido de cada una de ellas, y también la sustitución de unas por otras hasta que aparece expresamente la palabra 'periferia'.

Este seguimiento nos parece particularmente útil como herramienta para analizar los discursos en los cuales se ha utilizado la voz 'periferia', principalmente los discursos especializados, es decir, aquéllos producidos desde la esfera académica, pero también los que provienen de los tomadores de decisión y de la esfera política. Así, en este trabajo analizamos la estrecha relación entre las grandes orientaciones del pensamiento social y urbano; en particular, de distintos momentos históricos, y el uso de la voz 'periferia' o las otras que fueron usadas alterna o sustitutivamente a lo largo de la historia urbana de América Latina.

De esta forma dedicamos el primer apartado a revisar el sentido de las voces antecedentes de periferia. Luego identificamos en qué momento y contexto se comienza a referir al territorio de la expansión de la ciudad en términos de periferia, así como las implicaciones que ello tiene en cuanto al sentido de la voz. En el apartado siguiente reconstruimos las dimensiones que fue incorporando la voz 'periferia' en relación con los procesos urbanos. Por último, planteamos los desafíos actuales en torno a ese territorio urbano y a las formas de nombrarlo. El recorrido histórico también permite poner de manifiesto, a manera de conclusión, cómo se han dejado vastos campos temáticos sobre la periferia sin abordar, mientras se ha insistido —a veces, distorsionando los fenómenos— sobre algunas facetas de los procesos periféricos.

 

Antecedentes: el arrabal y el suburbio

La palabra 'periferia', en el lenguaje urbano —tanto coloquial como científico— está necesariamente asociada con las de 'arrabal' y 'suburbio'. No se trata de una asociación etimológica, la relación deriva del objeto denotado.

Las voces 'arrabal', 'suburbio' y 'periferia' tienen puntos de acercamiento, pero también tienen importantes diferencias que no son ajenas a la historicidad de los fenómenos que denotan. Entre las semejanzas se puede señalar que las tres voces han referido a la zona de expansión de la ciudad a expensas de tierras de vocación rural, aunque no exclusivamente, toda vez que en muchas ciudades latinoamericanas la expansión urbana se ha constituido por anexión al continuo urbano de antiguos poblados. No obstante, los rasgos más frecuentes han sido la juventud relativa de las construcciones y de las formas de ocupación del suelo, así como la discontinuidad de la ocupación del espacio.

De manera esquemática se podría decir que en América Latina primero se usó la palabra 'arrabal' (hasta fines del siglo XIX y a veces, hasta inicios del siglo XX), con fuerte herencia europea. Luego, entre inicios y mediados del siglo XX se impuso la expresión 'suburbio', con un notable sesgo americano. y desde la década de 1970 lo más usual ha sido hablar de 'periferia', expresión con sentido de cuño latinoamericano. El sentido etimológico aclara el problema: el arrabal es lo que está 'afuera' de la ciudad,4 mientras que el suburbio es lo que está 'cerca' de la ciudad.5 En tanto que la voz 'periferia' tiene un sentido geométrico: es la circunferencia o el contorno de un círculo, en este caso el círculo es la ciudad.6 Así, primero fueron arrabales porque estaban fuera de la ciudad.7 Luego esa posición externa se transformó en cercanía, sobre todo por la expansión de los medios de comunicación (particularmente las vías férreas). Y por último, la complejidad que significa estar afuera (arrabal) o ubicarse de manera próxima (suburbio), fue reducida a la visión geométrica que está contenida en la expresión periferia.

 

Los arrabales

La Ciudad de México ofrece un buen ejemplo de una división convencional entre un centro y un territorio no céntrico, que inicialmente era un arrabal por su condición "externa" con respecto al centro. Apenas consumada la Conquista, la Ciudad de México, reconstruida sobre las ruinas de Tenochtitlan, fue dividida por razones militares y religiosas en: "un centro reservado a los europeos y los suburbios asignados a la población indígena" (Gruzinski, 1996: 233). La zona indígena también se dividía en dos parcialidades, y por el manejo relativamente autónomo de las mismas, su funcionamiento parecía bastante "gris" a los observadores externos. Los pueblos de españoles eran el lugar de residencia de la élite, mientras que los pueblos de indios

fueron concebidos y proyectados para servir como unidades de apoyo para los pueblos de españoles. (...) cada ciudad española se convirtió en un planeta rodeado de satélites de los cuales se extraía sustento, mano de obra y almas para cristianizar (Markman, 1977: 115).

Sin embargo, las poblaciones se mezclaron rápidamente por medio del mestizaje y del trabajo que los indígenas realizaban en las áreas centrales de la ciudad. Aunque se mantuvieron todavía vivas en la diferencia entre una traza española regular y los barrios indígenas, que carecían de orden geométrico. Cabe subrayar que esta visión aplicada a la ciudad por los españoles durante la Conquista, dividiéndola en zonas en función de la residencia asignada a las personas, ha sido una prenoción sobre la cual se construye buena parte del pensamiento urbano contemporáneo: diferenciar zonas en función del lugar de residencia. Así, la prenoción devino en concepto especializado sin ser cuestionado. No obstante, recientemente esta idea ha sido criticada por algunos estudiosos actuales dentro del campo de lo urbano, por ejemplo, Manuel Delgado (1999), porque oculta el movimiento cotidiano de las personas en el espacio urbano y sus intercambios, construyendo la imagen de que las personas "están" en los lugares de residencia, como lo están las casas u otras edificaciones, es decir, fijas.

Así, en ese momento histórico, la voz 'arrabal' -procedente del árabe- remitió a barrios peligrosos, externos a la ciudad y con un funcionamiento fuera de la normalidad. Los arrabales eran los barrios en donde se gestaba la criminalidad, se procreaban modos de vida basados en la marginalidad, en donde desaparecían las reglas morales legitimadas, en donde emergía y se ocultaba lo que está fuera de la norma, lo oscuro, lo incomprensible para los que viven en las áreas formales, en el centro:

El tema del arrabal —ese noman's landabandonado de la civilización y hervidero de peligrosó se insinúa en el imaginario urbano a medida que el campesino indígena se aparta de los faubourgs y de los pueblos del Valle (...), despojado de sus tierras y engullido por la capital (Gruzinski, 1996: 335).

En la acepción francesa de arrabal, el faubourg incluye a la vez tanto los márgenes proletarios de las ciudades como también ciertos barrios de alcurnia, donde reside la burguesía, como tan bien lo describe Marcel Proust a propósito de las familias del Faubourg Saint Germain (Bidou, 1997). En cambio, la palabra 'arrabal' en las ciudades latinoamericanas sólo comporta una dimensión despectiva, ligada al miedo y al rechazo de la diferencia, aun dentro del marco de una visión ecléctica de la vida urbana. Como reafirmación de esta perspectiva se puede recordar que en varias ciudades latinoamericanas se utilizó en el lenguaje coloquial la expresión 'bajos fondos' como sinónimo de arrabal.

Así, los arrabales en América Latina casi siempre quedaron asociados a actores sociales marginales (muchas veces caricaturizados) y también a diversas manifestaciones culturales (como distintos argot, costumbres, música, danzas, bailes...) largamente rechazadas por las sociedades tradicionales de los centros. Por ejemplo, cuando González Arrili presenta los actores sociales del Buenos Aires de 1900, identifica a uno que es precisamente el habitante de los arrabales. Era 'el orillero' (el habitante de las orillas) y lo describe con estas palabras:

El orillero tenía su mundo en las casas suburbanas, su vocabulario mechado con giros camperos y adjetivos de bodegón, su centro social en los despachos de bebidas de los almacenes esquineros, donde se tertuliaba hasta poco más de las diez de la noche (... ) Creía que el barrio era suyo. Su país podía sumar unas veinte manzanas y las bocacalles de su cuadra eran el límite de la patria chica... (González, 1967: 47).

Iniciado el siglo XX, la voz 'arrabal' fue cayendo en desuso en la medida que se redujeron las diferencias entre el espacio externo e interno a la ciudad. No obstante, no habría que pensar la reducción de estas diferencias en referencia directa a cuestiones como la morfología urbana o los modos de vida, sino más bien bajo la forma de un desdibujamiento de las mismas entre el centro y la periferia por la unificación de los sistemas de gobierno y el fortalecimiento de la figura del Estado-nación, que no sólo vino a dar el sentido de unicidad al espacio urbano, sino que impuso la subsidiariedad como clave de la relación entre la ciudad y la nación (Taylor, 1995).

La referencia a estas zonas de expansión en términos de suburbios se generaliza a inicios del siglo XX, aunque aparece de manera anticipada en algunos relatos de viajeros del siglo XIX. Sin embargo, en esos casos precursores se usa la expresión de suburbios casi como sinónimo de arrabal. En otras palabras, empieza a sustituirse una voz por otra, pero la que la reemplaza todavía lleva intacto el sentido de la precedente. Por eso, en ese caso los suburbios representaban la miseria que está afuera de la ciudad: espacios distantes del centro, donde usualmente se alojaban los visitantes de las grandes ciudades. También se observa ya un cierto contenido geométrico, que remite a una posición dentro de un plano (lo externo) sin mayor precisión sobre las condiciones de este espacio externo a la ciudad. En ese contexto, el arrabal es a la vez contorno, línea divisoria, pero también espacio donde se ubica lo que está afuera.

Los viajeros del siglo XIX frecuentemente describían los arrabales, las afueras de las ciudades, enfatizando las condiciones de vida paupérrimas. Un ejemplo de ello son los relatos del viajero inglés Alejandro de Gillespie sobre su viaje a Buenos Aires de 1806: "Las casas de los suburbios de Buenos Aires, en cualquier dirección, son miserables, pero penetrando un poco en el campo están ricamente adornadas con jardines abundantes en frutos y vegetales europeos" (1967: 32).

Este pasaje muestra que los arrabales -aunque ya nombrados como suburbios- no sólo representan la miseria material respecto al centro de la ciudad, sino también respecto al entorno rural: el arrabal es entonces un espacio miserable porque carece de lo propio de la ciudad, pero también de los rasgos característicos del campo.

Otro viajero inglés, Bond Head, en su relato sobre las afueras de la ciudad de Buenos Aires (los arrabales), presenta la condición miserable de este territorio en la coexistencia de tres elementos que venían a constituir la figura emblemática de estas zonas en ese momento: casas aisladas, lugares deplorables dedicados a la matanza del ganado y otros no menos lúgubres que operaban como los cementerios humanos.

Moreno Toscano y González, por medio del estudio de los bandos oficiales del municipio de la Ciudad de México, reconstruyen en los siguientes términos la segregación social y espacial entre el centro y la "periferia" que imperaba en la Ciudad de México hacia 1850:

Como en las más hermosas, concurridas y céntricas calles, muy cerca de una tienda de perfumes y telas se localizaban las pulquerías (con la peste y la inmundicia de los borrachos, los pleitos, disputas y obscenidades), en 1856 se prohíbe la localización de estos establecimientos en el centro y se los empuja a un perímetro bien delimitado de la periferia (1977: 184-185). [...] La idea es clara: la periferia era el lugar de la inmundicia, los pleitos, las disputas y las obscenidades de gente de "malvivir".

Los autores completan el anterior contraste con estas otras palabras: una voluntad de segregación espacial que alcanza su expresión anecdótica más acabada cuando se cuenta que don Porfirio lanzó un reglamento en el que prohibía entrar al Zócalo con huaraches.

La cita de González Arrili corresponde a un texto de fines de los sesenta (1967); la de Moreno Toscano es de fines de la década de 1970 (1977) del siglo XX. Ambos autores se refieren a los arrabales y sus habitantes (de Buenos Aires y Ciudad de México, respectivamente). Es significativo que en su propia interpretación de los arrabales de otras épocas, el primero usa la palabra 'suburbios' y la segunda, recurre a la voz 'periferia'. Así, ambos son muy coherentes con las palabras en boga en el momento en el que escriben: en la década de 1960 aún se usaba la expresión 'suburbios' y para fines de la década de 1970 ya se había introducido la de 'periferia'. Sin embargo, ambos autores están hablando de ciudades de un siglo atrás o más. Eso nos lleva a preguntarnos si resultaban tan pertinentes las expresiones 'suburbio' y 'periferia' para referir a ciudades de 1850. Esto muestra lo que señalamos al inicio:, las voces 'arrabal', 'suburbio' y 'periferia', aunque tienen matices específicos de sentido, muchas veces han sido tomadas dentro de los discursos especializados sin una reflexión más sutil. Se ha dado por hecho que esa era la palabra adecuada y solo había que aplicarla.

 

Los suburbios

La noción de suburbio tiene sus orígenes en Estados Unidos, en donde aparecen a mediados del siglo XIX (Mawromatis, 2002). En América Latina su aparición es algo posterior. Llegado el siglo XX, y sobre todo desde la Primera Guerra Mundial (aunque en algunas ciudades desde antes), los suburbios latinoamericanos empiezan a perfilarse como una expresión de los procesos de concentración territorial (Coraggio y Geisse, 1970). Las ciudades latinoamericanas se ven profundamente impactadas por la llegada masiva de migrantes, que casi siempre se fueron estableciendo en los suburbiosla periferia: "Nadie quiere renunciar a la ciudad". Vivir en ella se convierte en un derecho, como lo señalaba Henri Lefebvre: "El derecho a gozar de los beneficios de la civilización, a disfrutar del bienestar y del consumo, acaso el derecho a sumirse en cierto excitante estilo de enajenación" (Romero, 1986: 330-331).

Los procesos de concentración territorial (actividades económicas y población) hacen que el territorio que estaba afuera de la ciudad, ahora esté cerca o próximo a la urbe. Esa proximidad o cercanía va a constituir la base de una relación funcional estrecha entre la ciudad central y los suburbios. La primera proveerá de servicios, puestos de trabajo... Y los suburbios serán fuente de mano de obra, pero también fuente de consumo. Detrás de esa relación funcional se va a construir otra voz derivada, la de 'periferia- dormitorio', que analizamos más adelante.

Una vez que los tugurios, vecindades y conventillos céntricos se saturaron, los espacios que podían acoger a estos migrantes eran los suburbios. Así, los suburbios permitieron sostener la ilusión del 'derecho a la ciudad'. Incluso para quienes habían logrado un lugar en los tugurios céntricos, comienza a venderse la utopía de una vida más sana, natural y con acceso a la propiedad en la periferia. Por ejemplo, James Scobie documenta varios anuncios publicados en Buenos Aires entre 1902 y 1904 en donde se dice: "Obreros, dejad el conventillo y comprad un lote en la Floresta o en cualquier otro paraje sano, si queréis la salud de vuestros hijos y deseáis vivir contentos... Gran remate del día para los pobres" (1977: 236-237). Esto ilustra cómo las principales ciudades latinoamericanas desde las primeras décadas del siglo XX van empezando a extender sus suburbios siguiendo el modelo de ciudad "a la americana", como señalaba también Robert Ferras (1977) en la década de 1970 para la Ciudad de México.

Así, aunque el suburbio es un fenómeno urbano lanzado y acelerado por procesos económicos, en América Latina —siguiendo el modelo estadunidense— va quedando envuelto por connotaciones culturales: el ideal de un modo de vida en contacto con la naturaleza, fuera de la inseguridad de los centros contaminados y poblados por una enorme diversidad de sujetos sociales, atraídos por la misma concentración territorial de actividades económicas.

José Luis Romero, cuando se refiere a los migrantes que a mediados del siglo XX van llegando a las ciudades desde el interior en casi toda América Latina, nos dice:

Venían de áreas rurales o de pequeñas ciudades que abandonaban convencidos de que no había horizontes para ellos, y llegaban a los bordes de las ciudades que constituían su meta [...] En algunas ciudades había lugares fijos para la concentración de los inmigrantes... En otras la llegada era más formal. En las ciudades argentinas, la emigración era por tren y el arribo a las estaciones ferroviarias... En otras partes los autobuses rurales volcaban la misma carga. Y desde el apeadero empezaba la peregrinación, unas veces hacia los barrios viejos y deprimidos de la ciudad, como Tepito en México, y otras hacia los bordes despoblados, tierra de nadie en la que era posible instalarse con la condición de renunciar a todos los servicios: los cerros que rodean a Caracas o a Lima, las zonas bajas próximas a Buenos Aires, los basurales de Monterrey o las salitrosas tierras del desecado lago de Texcoco en México (1986: 332-333). Si urbanísticamente esas zonas aseguraron la continuidad de una ciudad que tendía a extenderse periféricamente, socialmente fueron el hogar de ciertas avanzadas de grupos inmigrantes que hicieron allí los primeros ensayos de su integración (1986: 353).

En este sentido resulta pertinente traer aquí la expresión que Emile Le Bris (1984) usa para las ciudades africanas, con objeto de comprender los suburbios latinoamericanos: "La problemática central para esta población móvil territorialmente no ha sido tanto la de sus condiciones habitacionales, sino la de enfrentarse a una matriz espacio-temporal nueva", la de la gran ciudad que se extendía al influjo de la lógica concentradora. Esa matriz espacio-temporal tiene relación con cuestiones básicas como el movimiento o desplazamiento cotidiano entre el lugar de trabajo y el lugar de residencia, así como con esa especialización funcional del espacio urbano, que al recién llegado le suponía un modo de vida radicalmente diferente al conocido.

Es significativo que estas referencias a la zona de expansión como promesa de una vida mejor se hicieran a través de la voz 'suburbio' y no por medio de la de 'arrabal'. El suburbio no arrastra la carga fuertemente negativa que lleva consigo el arrabal. Como ya lo mencionamos, etimológicamente, el arrabal está 'afuera' mientras que el suburbio está 'cerca'. En este caso, la diferencia entre fuera y cerca es profunda. La condición de cercanía permite transitar hacia el sentido del territorio en el cual se depositan "esperanzas", "sueños". Así, no es casual que se ofrezcan zonas como símbolo de una vida sana, a través de la expresión 'suburbio' y no por medio de la de 'arrabal'. Ninguna vida mejor se podía ofrecer bajo una voz totalmente cargada de una valoración negativa, como el arrabal. En cambio, el suburbio —cercano a la ciudad y conectado a ella funcionalmente— albergaba la esperanza y la ilusión del "derecho a la ciudad".

 

Aparece la periferia

La teoría social latinoamericana de la década de 1960, con fuerte auge en el siguiente decenio, trajo una nueva lectura del espacio mundial, sobre todo a través de la dualidad entre espacios centrales y espacios distantes. Esto terminó imponiendo la antinomia centro/periferia como eje principal de análisis de todas las relaciones entre diferentes espacios. La diferenciación del espacio mundial entre un centro (o más exactamente, países centrales) y una periferia (o países periféricos), se transfirió de manera implícita a las ciudades. Y aquello que era 'los suburbios', comenzó a nombrarse como 'periferia'. La dicotomía centro/ periferia remite a un mundo ordenado diferencialmente por el capitalismo, donde el centro y la periferia son las dos componentes de un orden social sustentado en una evidente desigualdad, tanto económica como social, política y territorial.

Así, la voz 'periferia', con referencia a las ciudades, llevaba consigo dos herencias: por un lado, la herencia geométrica propia de la palabra periferia (la circunferencia externa), por otra, es heredera de la teoría social de los años sesenta. Esto último implicó enfatizar la componente dicotómica con un fuerte sesgo económico: la diferenciación entre el centro y la periferia, entre dominantes y dominados, pobres y ricos, países y regiones industrializados y no industrializados... La conjunción de ambas herencias vino a dar el nuevo sentido a la voz: la circunferencia externa a la ciudad en la cual están los pobres, los dominados, los despojados.

La antinomia económica —pero también histórica— centro/periferia que encubre una fuerte componente espacial, se diseminó en todas las disciplinas sociales, en particular en los estudios territoriales. Por una parte, los teóricos de la dependencia impusieron su peculiar visión del mundo: la dependencia como principio de ordenación jerárquica de los territorios otorgó pleno valor al prefijo 'sub', espacios subordinados, subdesarrollados, subsumidos al fin: periferia o "suburbios" del capitalismo central.

En la actualidad, el contenido geométrico de la palabra 'periferia' sigue vivo, aunque a veces también, solapado: los anillos periféricos (a veces también llamados avenidas de circunvalación) marcan en algunas ciudades la separación entre el centro y la periferia, constituyéndose en líneas divisorias de dos espacios que pertenecen a dos mundos sociales. Se reconstruye así, en la modernidad urbana, el sentido de la muralla que dividía el burgo regido por cartas de derechos arrancados a los señores feudales, del espacio exterior (llamado faubourg en francés o 'falso burgo') que se rige por otras normas. Vivir en el burgo o en los arrabales (la palabra que mejor puede traducir la voz francesa de faubourg), implica formar parte de mundos diferentes, cada uno con lógicas no evidentes para quien está afuera de él.

Los estudios urbanos de la década de 1970 en adelante tendieron a asimilar la periferia con el lugar de residencia de los sectores populares, es decir, los oprimidos por el capitalismo. Así, la urbanización periférica no es más que aquélla que resulta de la intensa migración de población de origen rural hacia las afueras de la ciudad: la sobrepoblación del centro de la ciudad crea el suburbio, la periferia. Estudios como los de John Turner o de Wayne Cornelius sobre la Ciudad de México de las décadas de 1960 y 1970 —en los que se plantea que el centro sigue siendo el corazón por el cual pasan no pocos inmigrantes antes de dirigirse a la periferia— no hacen más que reforzar la idea de la carencia de atracción de la periferia, es decir, su carácter subalterno con relación a las funciones centrales.

En esta perspectiva, la periferia sería así un espacio sin calidad, como propone Isaac Joseph:

El suburbio sería entonces un espacio extremadamente malhecho que impondría a los habitantes una pérdida irremediable (...), y desembocaría así en el alisamiento del espacio, o en su 'neutralización' para retomar el término de Richard Sennet (Joseph, 1998: 33).

Posiblemente, la expresión metafórica de "alisamiento" que utiliza Joseph se puede comprender mejor contraponiéndola con lo que podría ser su opuesto, el concepto de Milton Santos (1990) "rugosidades". Las rugosidades del territorio son la historia cristalizada en formas espaciales, ineludibles e insoslayables, aunque posibles de refuncionalizar y resignificar. La periferia sería un espacio 'sin calidad', sin rugosidades, sin historia y, en consecuencia, un espacio del cual no hay memoria. Evidentemente, las periferias no tienen una historia urbana como la pueden tener los centros, aunque sí podrían tener una historia rural. No obstante, aunque tampoco tuvieran esas rugosidades como espacio rural, surge un interrogante central: ¿será la periferia un espacio sin calidad, plano, sin rugosidades? O ¿acaso no será que el concepto de periferia que hemos ido construyendo hace caso omiso de las rugosidades que necesariamente lleva consigo?

 

Dimensiones complementarias de la periferia

Esta perspectiva, de notorio sesgo geométrico, se ve en la necesidad de ir adicionando dimensiones complementarias. Así, la voz 'periferia' de alguna manera intenta recoger la complejidad que va adquiriendo la realidad nombrada. Es importante subrayar que este fortalecimiento de la voz ocurre sin cuestionar sus bases geométricas y dualistas. En esencia, esas dimensiones con las que se va engrosando la voz 'periferia' son la referencia a la miseria, a la informalidad, la condición de área "dormitorio" y la irregularidad del suelo y la vivienda. En realidad, la miseria (tanto material como social) ya había estado en el sentido original de la palabra 'arrabal'. Aunque, luego, con la esperanza ligada al suburbio se dejó de lado. Pero la voz 'periferia' —a la luz de los procesos y el pensamiento de la década de 1960— la retoma.

Si la referencia a la periferia expresaba desde un inicio la falta de calidad, luego esto se profundiza cuando la periferia comienza a ser vista como el espacio de la miseria: la idea de miseria integra el vocabulario cotidiano para describir esa parte de la ciudad. Desde perspectivas morfológicas se han usado diversos términos que enfatizan esa idea, por ejemplo, 'cinturones de miseria' o 'herradura de tugurios'.

Cabe destacar que en todo ello siempre está detrás la visión geométrica: la periferia es una suerte de 'perímetro' pobre que rodea la ciudad y deriva en denominaciones metafóricas como las anteriores. Desde una perspectiva más local, las voces 'colonias proletarias', 'villas miseria', 'ciudades perdidas', 'pueblos libres', 'cantegriles', etc... han sido reiteradas en los trabajos académicos, pero también en el vocabulario cotidiano de la prensa, en el discurso político y en la misma autodefinición de los habitantes de la periferia que pronto se identificaron con ciertas formas de habitar donde la morfología y la precariedad, si no la miseria, se unen a la ubicación alejada del centro para definir una visión particular de la periferia. Finalmente, operó la reflexividad en el sentido etnometodológico: al decir o nombrar a la periferia de cierta manera, se la terminó constituyendo de esa forma.8

Estas visiones de la periferia, como espacio de la miseria, se adicionaron con otros complementos: la periferia como el espacio de la marginalidad, es decir, como el territorio donde reside el trabajador que "no trabaja" o que resuelve su subsistencia a partir de pequeñas tareas informales. La periferia es el espacio de la reserva de fuerza de trabajo, la morada de quienes forman parte del ejército industrial de reserva, los marginales, la sobrepoblación. Así, la periferia es la parte excedente de la urbe, o sus habitantes son lo que "sobra" de la ciudad.

Siendo la periferia el lugar de morada de los pobres, los estudios urbanos canalizaron sus esfuerzos hacia la comprensión de su funcionamiento. Es significativo que a pesar del sesgo economicista del enfoque rector, con esta forma de entender la periferia su dimensión "económica" (en tanto productiva) no aparece claramente. Más bien, la idea que rigió los análisis urbanos es que la periferia se caracteriza por la función residencial. Por ello, el término 'ciudad-dormitorio' llegó a ser casi un sinónimo de periferia en el lenguaje de los estudios urbanos. La expresión ciudad dormitorio (periferia dormitorio, área dormitorio) borra de un golpe toda la complejidad y la riqueza de la vida social periférica.

Por ejemplo, la economía popular periférica es mucho más compleja que el simple papel de subsistencia que se le asigna usualmente. Pero cuando la periferia es pensada en términos de ciudad-dormitorio, esa complejidad de la economía popular se desdibuja. Y precisamente, la economía popular periférica es uno de los ángulos desde los que se puede confrontar la idea de que la periferia queda "vacía" de su "fuerza de trabajo" diariamente por los desplazamientos pendulares diarios de sus habitantes para trabajar en otros sitios de la ciudad.

En síntesis, la noción de 'periferia dormitorio' oculta todas las actividades económicas (trabajo) que se realizan in situ. Pero, además, esconde oculta otra serie de procesos muy dinámicos socioculturales y territoriales que están operando en la periferia relacionados con las actividades económicas locales; por ejemplo, la negociación de roles conyugales a partir de la realización de actividades económicas (Lindón, 1999). De igual forma, en la periferia también se dan otros procesos, no menos relevantes, como los vinculados con la constitución de identidades juveniles relacionadas, entre otras cosas, con su territorialidad. Esos procesos se desarrollan constantemente en ese territorio porque precisamente no está vacío nunca. Además, esa idea de periferia dormitorio también ha contribuido a la "invisibilidad social" de las mujeres, los niños y los jóvenes: el planteamiento de que ese territorio queda vacío durante el día asume que los hombres-adultos se desplazan a trabajar en otros espacios. De ahí el vacío. En otros términos, aun cuando fuera correcto que los hombres adultos se van a trabajar a otros lugares, las mujeres y los niños/jóvenes que allí permanecen, sin ir a trabajar a otros lugares, parecería que no son suficientes como para no considerar vacío a ese espacio durante el día.

Por todo lo anterior, antes que considerar a la periferia-dormitorio como el concepto rector, actualmente consideramos que ha llegado a constituirse en un concepto obstáculo: es más lo que oculta que lo que permite comprender.9 En esa disyuntiva que tienen frente a sí los conceptos, entre iluminar y dejar en la penumbra, lo que aparece o se oculta es la figura del habitante de la periferia. Precisamente, la idea de periferia dormitorio deja en la penumbra al sujeto habitante porque en ese territorio sólo lo reconoce en reposo, sólo llega a dormir, su vida se despliega en otros lugares.

Las inercias correlativas al concepto de periferia dormitorio propiciaron que los estudios urbanos desarrollaran otra vertiente para la cual este territorio es un mercado de suelo y un mercado inmobiliario. En este camino se produjo otra reducción: se redujo la periferia a un territorio caracterizado por formas irregulares de uso del suelo. Para esta perspectiva también ha sido frecuente que los nuevos ocupantes de la periferia "irregular", sus habitantes, fueran vistos como actores pasivos, indefensos, que sólo quedaban a expensas de las estrategias especulativas de los otros agentes inmobiliarios.

En este enfoque, frente a la marginación económica del habitante de la periferia, la pregunta más frecuente fue: ¿Cómo resuelven los pobres su necesidad de suelo y vivienda? Esa pregunta forma parte de otra más amplia: ¿Cómo sobreviven los marginados? En cierta forma estos interrogantes expresaron el centro de las inquietudes de la intelectualidad latinoamericana, asombrada —desde su propio lugar en el mundo— frente a la capacidad de las clases populares para subsistir, reproducirse y expandirse. Así, frente al mundo normalizado, la periferia vino a representar ese espacio desconocido y miserable que es reducido a la condición de irregularidad en la tenencia del suelo, o bien, a áreas dormitorio. Esas lecturas, a pesar de su reduccionismo, vinieron a dar "una" respuesta ante la imposibilidad de desentrañar las lógicas propias de la periferia.

La periferia como carencia, es decir, como sinónimo de pobreza e insuficiencia, se constituyó en un tema central para el discurso intelectual, pero también para el populismo que acompañó las últimas décadas del siglo XX. La periferia es falta, ausencia, implica vivir por debajo de los estándares "normales" de dotación de servicios colectivos y de infraestructura. Así, aunque la informalidad, la irregularidad y la miseria vinieron a adicionar dimensiones a la voz originaria, fueron adiciones esquemáticas, porque detrás de ellas había un espíritu modelizador. En síntesis, aunque la voz sumó dimensiones, se profundizó su reducción semántica.

 

Las periferias

Asimismo, es importante tener en cuenta que la expansión de las periferias de las ciudades latinoamericanas ocurre al mismo tiempo que los centros de las grandes ciudades pierden no sólo su burguesía, sino también muchas funciones centrales, aquellas que economistas y geógrafos urbanos tradicionales identificaban como paradigmáticas de la centralidad. La articulación de estos dos procesos se da en términos de transferencia de centralidad a los espacios periféricos. De inmediato esto plantea un interrogante: ¿cómo es posible dicha transferencia si la periferia sólo es miseria, carencia, falta, ausencia? La transferencia ha sido posible porque mientras los discursos especializados continuaban profundizando la reducción semántica de la voz periferia, el fenómeno periferia se hacía cada vez más complejo y diversificado. Parte de esa diversificación fue la expansión de barrios periféricos para habitantes de elevados niveles de ingresos. Muy recientemente esto ha llamado la atención de los estudios urbanos.

Algunos autores entrevieron este proceso en distintas ciudades latinoamericanas bastante tempranamente. Por ejemplo, en la década de 1950, Leo Schnore ya denunciaba "un proceso de ruptura de ese modelo tradicional o colonial, identificando una clara tendencia de las ciudades latinoamericanas a cambiar su patrón por el norteamericano" (Moreno y González, 1977: 173). Cabe aclarar que el patrón colonial o tradicional (con el antecedente de los pueblos indios en las afueras) identificaba a la periferia como el lugar de residencia de los pobres. En tanto que en el modelo "norteamericano" (la ciudad estadunidense), las clases sociales acomodadas son las que se han desplazado del centro (degradado y masificado) hacia la periferia.

La observación antes señalada de Robert Ferras (1977) respecto a la expansión de la Ciudad de México "a la americana" —válida para muchas otras ciudades latinoamericanas— tiene al menos dos lecturas: la primera y ya mencionada se refiere al avance progresivo y gradual de las ciudades sobre su entorno: la imagen de la ciudad que se extiende sin solución de continuidad, la expansión metropolitana. La segunda lectura, no menos relevante, indica que las periferias de las ciudades latinoamericanas no solo son el territorio de los marginados, excluidos, de los sectores más empobrecidos. En las ciudades latinoamericanas también hay periferias de clases medias e incluso altas, que en ciertos fragmentos del territorio periférico han buscado su propia versión del american way of life: viviendas amplias, espacios verdes y la ilusión de una vida más tranquila y "natural".

Estas periferias de clases medias han estado asociadas necesariamente a la difusión del automóvil particular, que terminó por jugar un papel decisivo en la reconfiguración de las ciudades latinoamericanas hacia el "modelo Los Ángeles". Algunas ciudades latinoamericanas, sobre todo aquellas en las cuales la red ferroviaria ha sido más importante históricamente —como es el caso de Buenos Aires— han resistido más a esta tendencia. Pero finalmente han ido entrando en dicho modelo; en parte este cambio fue facilitado por cuestiones como la retirada del Estado de los sistemas ferroviarios, que fortalece indirectamente al automóvil.

En la última década del siglo XX, estos fragmentos de las periferias de sectores acomodados parecen transitar hacia el modelo conocido como "ciudades amuralladas", "ciudades cerradas", "fraccionamientos", "enclaves cerrados", gatedcommunities, country clubs. Estos espacios exclusivos se caracterizan por constituir

un tipo morfológico residencial urbano privado que establece reglas precisas de usos del suelo, de edificación y de convivencia, separado del entorno urbano por dispositivos de seguridad físicos y organizativos que responden a una segregación voluntaria (Solinis, 2002: 21).

El modelo del suburbio -con su lastre estadunidense- implicó un duro golpe a la vida urbana, aquélla que se desarrolla, se expresa y adquiere su vitalidad en las calles. No obstante, favoreció un cierto estilo de vecindario, es decir, una forma de comunidad. Estos nuevos suburbios "cerrados" parecen traer consigo ahora un nuevo golpe a ese concepto de vecindario, que ya era un residuo de vida urbana y espacios públicos.

Así, el planteamiento centro-periferia (con su lastre geométrico y dicotómico) parece cada vez menos pertinente para comprender la compleja articulación del heterogéneo espacio de las ciudades latinoamericanas, en el cual las fronteras se diluyen, igual que las identidades marcadas, replanteando así las formas de la urbanidad.

En síntesis, si la periferia de las ciudades latinoamericanas es el lugar de residencia de las clases medias, y también lo es de los sectores populares, e incluso de los grupos sociales más pauperizados, no es menos cierto que también es el espacio de ciertas industrias, de los grandes basureros de las ciudades y de las tierras vacantes en espera especulativa de valorización. En este sentido, acordamos con Horacio Capel (2001) en que la periferia es el espacio de la heterogeneidad, en el cual coinciden diversos actores sociales, con objetivos diversos, con estrategias variadas y por lo mismo no es un territorio libre del conflicto. Antes bien, son espacios en los cuales el conflicto encuentra un sustrato fértil: la heterogeneidad social y cultural.

Al mismo tiempo, frente a esta complejidad, es importante subrayar la reducción semántica de la palabra 'periferia': tanto en el lenguaje cotidiano como en el especializado, la palabra 'periferia' remite al espacio de los pobres, a los fraccionamientos irregulares, a los barrios populares. En suma, mientras que la periferia como espacio es sinónimo de complejidad y heterogeneidad, la palabra 'periferia' tiene un contenido mucho más restringido. Otras expresiones, que comienzan a utilizarse cada vez más en el campo de los estudios urbanos, como las de "ciudad dispersa", intentan recuperar esa complejidad del fenómeno. En el lenguaje especializado de los estudios urbanos, para volver a incorporar la complejidad del fenómeno periferia, posiblemente un punto de partida básico sea atrevernos a cuestionar las dimensiones reductoras que se le han adosado a la periferia, como la de periferia-dormitorio, pero también los lastres geométricos y más aún, las aproximaciones que estudian el fenómeno urbano congelándolo, restándole el movimiento y la dinámica que allí se despliegan constantemente. Por otro lado, la recuperación de la complejidad de la voz periferia y su aplicación en términos analíticos exige de manera central darle un papel protagónico al sujeto anónimo que vive y hace la periferia.

 

Comentarios finales

En esta época, cuando se deconstruye y reconstruye todo lo posible, nuestro esfuerzo por intentar volver a introducir en los estudios urbanos sobre la periferia la reflexión sobre el sentido mismo de la voz y de las palabras afines podría llevarnos a proponer una nueva voz para nombrar estas tendencias recientes de la periferia hacia una notoria complejidad. Esto se podría justificar desde la perspectiva de la complejidad misma, ya que no sólo se torna compleja la distribución espacial de las actividades y bienes, así como de las personas (la composición social de la periferia), sino también se hacen más complejos y diversos los procesos de simbolización del territorio periférico.

Sin embargo, este tipo de esfuerzo, tan notorio en el pensamiento urbano anglosajón y francés —que ha producido neologismos muy conocidos como los de 'megalópolis' (Jean Gottman), 'exopolis' (Edward Soja); 'metápoli' (François Ascher); 'archipiélago urbano' (Pierre Veltz)— no nos parece la mejor salida. Más bien parece una forma espectacular (en el sentido debordiano de la 'sociedad del espectáculo') de esconder la complejidad y darle protagonismo a los autores de los neologismos, más que aclarar la complejidad periférica. Además, esa salida tiene la capacidad de definir y delimitar cotos de poder intelectual sobre los neologismos, en la medida en que quien nombra las cosas tiene cierto poder sobre ellas.

Por el contrario, proponemos la adopción de una actitud hermenéutica que permita analizar la complejidad desde la multiplicidad misma de enfoques, sin dejar de lado la búsqueda incesante aunque con frecuencia frustrada de una explicación global y generalizante. La conexión entre la voz y el sentido de la misma, en los estudios urbanos de la periferia, nos obliga a repensar el uso de dicha voz en el contexto actual. Pero, antes que todo, nos obliga a ir al fondo del tema de los espacios periféricos, tratando de abordar sus dimensiones ocultas, de recobrar, quizás por medio de descripciones densas y etnografías de sus minucias, aspectos extremadamente significativos de la periferia que los grandes discursos reduccionistas de cuño económico o sociológico dominantes no pudieron explicar, ocultaron o quizás ni siquiera percibieron, en las décadas anteriores.

Si se recupera la intención de deconstruir y reconstruir, pero no en el camino fácil de la introducción de más neologismos, nos parece pertinente buscar las capas de sentido que se han ido sedimentando sobre la voz. En esta perspectiva, encontramos que la voz 'periferia' actualmente lleva consigo sedimentos de las otras dos voces que la precedieron. Tiene sedimentos de sentido de la voz 'arrabal': lo malo, los bajos fondos, la falta de moral, el territorio poblado por sujetos peligrosos. Pero también lleva sedimentos de la voz 'suburbio': la ilusión de la vida más tranquila y natural. Aun en las zonas más inseguras, violentas e insalubres de la periferia actual se encuentran discursos en donde sus habitantes asocian su lugar con la naturaleza, aunque sea la naturaleza que sufren cotidianamente. Y aun tiene sedimentos de la voz 'periferia' de los primeros tiempos: el territorio de los pobres, los dominados, los subordinados. Como ocurre en todos los procesos de significación, los sedimentos que se van integrando no necesariamente son lógicos y coherentes. En este caso, es bastante notorio que estos sedimentos de sentido de la voz 'periferia' corresponden a distintas épocas y resultan de historicidades diferentes. Paradójicamente, la conjunción de todos ellos no produce una voz compleja, sino que profundiza la reducción semántica. La voz 'periferia' lleva muchos sedimentos, pero todos ellos la reducen, la modelizan y, en consecuencia, la alejan del fenómeno periferia que ya no aspira a denotar, pero que casi tampoco puede connotar.

 

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Notas

1 En la bibliografía final aparecen algunas referencias sobre nuestros propios trabajos sobre periferia.

2 Conviene aclarar que la expresión 'lugar' (Tuan, 1974 y 1977) la estamos considerando como espacios bien delimitados, con límites precisos, que para los sujetos representan certezas y seguridades otorgadas por lo conocido a través de la experiencia. Los límites del lugar abarcan hasta donde se extiende el contenido simbólico de los elementos objetivados en él, y pueden ampliarse a través de redes y relaciones de sentido. Por eso, como ha señalado Gumuchian (1991: 8), "el lugar es una acumulación de significados".

3 Este artículo es una versión revisada y ampliada de nuestra contribución inicial al proyecto Les mots de la ville (las palabras de la ciudad), dirigido por Christian Topalov en París.

4 Arrabal: "del ár. Ar-rabad, el barrio de las afueras. i. Barrio fuera del recinto de la población a que pertenece. ii. Cualquiera de los sitios extremos de una población. iii. Población anexa a otra mayor", Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española (2000: 193)

5 Suburbio: "Barrio o arrabal cerca de la ciudad o dentro de su jurisdicción", Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española (2000: 1913).

6 Periferia: i. "Contorno de un círculo, circunferencia. ii. Término o contorno de una figura curvilínea. iii. Espacio que rodea un núcleo cualquiera", Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española (2000: 1576)

7 Sólo a título de ejemplo se puede recordar que uno de los barrios céntricos, degradados y recientemente gentrificado de Barcelona se llama El Raval, precisamente porque cuando comenzó a ocuparse la zona era un "arrabal" o un Ar-rabad del corazón de la antigua ciudad, conocido hoy como 'Ciudad Vieja'..

8 Cabe recordar que el principio etnometodológico de la "reflexividad" plantea que el "decir es un hacer", debido a la capacidad del lenguaje de conformar la vida social. En otras palabras, expresar verbalmente bajo cierta forma los fenómenos incide en las acciones que el sujeto aún no ha realizado, sino que va a realizar posteriormente a esa verbalización.

9 Consideramos que con relación a la noción de "periferia dormitorio" se aplica la reflexión deconstruccionista de Claudio Minca (2002) en el sentido de que en el pensamiento científico encontramos ideas y conceptos sumamente arraigados, que es necesario deconstruir porque hemos llegado a la situación de que es más lo que ocultan que lo que permiten entender.

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