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Papeles de población

On-line version ISSN 2448-7147Print version ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.8 n.34 Toluca Oct./Dec. 2002

 

Mujeres migrantes y trabajadoras en distintos contextos regionales urbanos

 

María Cristina Cacopardo

 

Universidad Nacional de Luján/Argentina

 

Resumen

Los antecedentes sobre el Área Metropolitana de Buenos Aires, en relación con la calidad de la inserción ocupacional de la fuerza de trabajo, muestran la presencia de una fuerte desigualdad de acuerdo con la condición de migrante y tal diferencia se acentúa entre las mujeres. Además, se observa un mayor nivel de actividad económica en el conjunto de las mujeres migrantes respecto a las no migrantes.

El trabajo de las mujeres varía en sociedades y culturas diferentes, por lo cual se plantea la diversidad de lo observado en el centro primado respecto a otras regiones de asentamiento. Desde una perspectiva micro, con eje en la comparación entre mujeres migrantes limítrofes y nativas, se propone profundizar la situación actual en las tres regiones atractoras de población de los países limítrofes.

 

Abstract

The antecedents of the metropolitan area Buenos Aires of related to the occupational insertion of labor force, show a strong presence of inequality in accordance with the migrant condition and such difference becomes even more pronounced among women. Besides it has been observed a higher level of economical activity in the group of migrant women with regard to the non migrants.

Women work varies in different societies and cultures, and for this reason it is exposed the diversity observed in the selected center respecting to others settlements regions. From a micro perspective this paper makes focus in the comparison among migrant bordering women and native women and its purpose is to deepen into the present situation of the three attracts regions of population from the bordering countries.

 

Introducción

Las mujeres están aumentando su participación en los flujos migratorios de distintas partes del mundo, en particular en el movimiento rural-urbano, por lo cual existe un conocimiento bastante reciente acerca de los determinantes y las formas particulares que asume la migración femenina (Morokvasic, 1984; Recchini de Lattes, 1990; Findley y Williams, 1991; Tienda y Booth, 1991; Jones,1991; Hugo, 1991 y 2000; Naciones Unidas, 1995; Gregorio, 1998; Canales, 1999; Szasz, 1999, y Cruz y Wiesner, 2000). A pesar de las limitaciones de los datos, se conoce que dicho aumento lo es tanto en tamaño como en complejidad.

Es indudable que en la base de los desplazamientos migratorios de ambos sexos, con exclusión de los forzados, se encuentran las desigualdades económicas y sociales dentro de cada país y entre los países, en el contexto de las transformaciones estructurales de los mercados de trabajo. Esto se encuentra necesariamente mediatizado por las circunstancias específicas relacionadas con las elecciones y las estrategias de sobrevivencia de los individuos y las familias. Con inclusión de estos enfoques, en la bibliografía sociodemográfica ha prevalecido una perspectiva neutral respecto a la especificidad del género, ya perfilado en la misma palabra "migrante". Con el desarrollo de los estudios de las mujeres en las dos últimas décadas, se ha puesto de manifiesto la particularidad de la movilidad femenina, en cuanto reflejo de las diferencias de género y del rol esperado de la mujer prevaleciente en cada sociedad. Esto ha estimulado el desarrollo de marcos conceptuales destinados a examinar el papel de las construcciones de género como puentes entre los cambios macroestructurales y las migraciones (Chant y Radcliffe, 1992; Chant, 1997; Szazs, 1999, y Hugo, 2000), considerándose como cambios sociales que facilitan la migración femenina, su mayor acceso a la educación, la reducción de la fecundidad, las transformaciones en la estructura y funcionamiento de la familia y el debilitamiento del control de la sexualidad de las mujeres.

En forma coincidente, los estudios centrados en las características específicas del movimiento migratorio de las mujeres en Argentina es un aspecto poco desarrollado en las investigaciones que, desde distintas disciplinas o enfoques, encaran el tema de la movilidad espacial de la población.1 Para entender la naturaleza de este proceso sería necesario indagar las diferencias como las similitudes de los determinantes que conducen a mujeres y a varones a migrar y así establecer los tipos de movilidad en que se encuentra involucrado uno y otro sexo. Hugo (1991) afirma que se debería explorar el origen y la dirección, la modalidad de la partida, el tipo de movimiento y su duración y las causas del desplazamiento. Además, y atendiendo a la selectividad de la migración femenina, considera crucial poder determinar cuánto difieren sus características respecto a las mujeres no migrantes de la comunidad de origen, a las mujeres no migrantes en el destino y a los migrantes varones de la misma corriente.

En la mujer migrante confluyen la invisibilidad como persona autónoma en sus acciones y como trabajadora, lo cual dificulta la medición como la interpretación de los datos. Identificar el carácter de autonomía en el origen —y no asociado a la migración de otros integrantes del hogar o con miras al matrimonio— que tenga el movimiento de las mujeres es uno de los aspectos menos conocidos, pero tal vez más relevante para interpretar su incorporación al mundo del trabajo. Los aspectos vinculados a la toma de decisiones y a la posición de la mujer previa a la migración sólo pueden ser captados a través de instrumentos muy elaborados y especialmente orientados a explorar las raíces de los movimientos y no las racionalizaciones posteriores a la migración.

En cambio, la inserción laboral de las mujeres migrantes es posible abordarla —en forma más disponible, aunque no exenta de limitaciones— a través de las fuentes de datos más recientes, en la medida que en muchos países, entre ellos Argentina, se han volcado esfuerzos metodológicos para una mejor captación del trabajo femenino en censos y encuestas de hogares. En efecto, a medida que se retrocede en el tiempo aumenta la invisibilidad de la mujer en consonancia con la fuerte asociación a un rol acotado a su función reproductiva en el ámbito doméstico, llegando, como en el caso del primer censo nacional argentino de 1869, a ni siquiera presentar en la publicación las ocupaciones separadas por sexo.2

 

Objetivos

Este trabajo se enmarca en un proyecto que incluye distintas perspectivas sobre la migración originaria de nuestros países limítrofes, entre las cuales se incluye el análisis de la migración de las mujeres. En este aspecto el acento está puesto en los patrones de organización familiar y de reproducción (Cacopardo y López, 1997), en las relaciones entre vulnerabilidad y jefatura femenina (Cacopardo, 1999, 2000a), en las formas que asumen los movimientos (Cacopardo y Arruñada, 2000) y en el nivel y modalidad de su inserción laboral en relación con sus pares varones y las mujeres no migrantes de las áreas de destino (Cacopardo 2000b; Cacopardo y Maguid, 2001).

Los antecedentes sobre el Área Metropolitana de Buenos Aires, en relación con la calidad de la inserción ocupacional de la fuerza de trabajo, muestran la presencia de una fuerte desigualdad de acuerdo con la condición de migrante de país limítrofe y que tal diferencia se vuelve más acentuada entre las mujeres migrantes. Además, y en concordancia con la presunción del carácter predominantemente laboral de estos movimientos, un mayor nivel de actividad económica en el conjunto de las mujeres migrantes de los países limítrofes en dicha área, respecto a las no migrantes. No obstante, se observa que dicho mayor nivel de actividad se sostiene por la elevada tasa de las solteras y de las jefas de hogar (Cacopardo y Maguid, 2001).

El trabajo de las mujeres varía en sociedades y culturas diferentes, por lo cual se plantea como interrogante si las relaciones observadas en el centro primado se reiteran en otras regiones urbanas atractoras de distintos grupos migratorios. Desde una perspectiva, con eje en la comparación entre mujeres migrantes externas y nativas, se analiza la situación en las tres regiones principalmente atractoras de mujeres originarias de distintos países limítrofes,3 teniendo en consideración, en primer lugar, el nivel de actividad económica y la modalidad de la inserción y, luego, los niveles de actividad en vinculación con atributos de las mujeres (estado conyugal, presencia de menores, posición en el hogar) y de sus hogares (clima educativo), a través de las brechas migratorias existentes entre las mujeres.

Se utiliza como fuente de datos la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) en aglomerados urbanos, cuya onda de octubre de 1999 fue especialmente procesada para las regiones Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), Noroeste (NOA), Noreste (NEA) y Patagonia (PAT). En la medida que el tamaño de la muestra de la EPH tiene restricciones estadísticas para el estudio específico de las migraciones por país de origen y que, en 1991, en las regiones Noroeste, Nordeste y Patagonia más de 90 por ciento de la población migrante de los países limítrofes residente en cada una de ellas era originaria de Bolivia, Paraguay y Chile, respectivamente, se asume que el universo de los migrantes limítrofes de cada región corresponde a bolivianos en el Noroeste, paraguayos en el Nordeste y chilenos en la Patagonia.4 Para efectos comparativos, se ofrecen siempre los datos correspondientes al Área Metropolitana de Buenos Aires, por ser el centro de mayor atracción de migrantes provenientes de todos los países limítrofes y donde se conjugan los perfiles diferenciados de estos grupos nacionales.

 

Perfil sociodemográfico de las mujeres económicamente activas

La incidencia de las mujeres limítrofes en la población femenina de cada región es variable, así como su composición por edad. Como puede observarse en el cuadro 1, a excepción de la Patagonia —donde las migrantes limítrofes presentan un valor relativo más significativo— el peso de las mujeres sobre la población femenina de cada región es baja, desde seis por ciento en el Área Metropolitana de Buenos Aires a cuatro por ciento en el Nordeste. Con ligeras variaciones se repiten los mismos pesos dentro de las mujeres incorporadas a la población económicamente activa. Ahora bien, la presencia de las mujeres señala claramente la feminización de los stocks migratorios, en la medida que en todas las regiones existe un mayor número de mujeres de 14 años y más respecto a los varones en esas edades, con valores que rondan o superan las 120 mujeres cada 100 varones. Como se advierte, esta creciente feminización es compartida con otros subsistemas migratorios (Balan, 1992 y Zlotnik, 1992).5

No obstante, esta predominancia femenina en la población migrante se invierte al considerar a la fuerza de trabajo. Si bien factores como las diferencias en la estructura de edad y la calidad de la captación de las distintas ocupaciones que desarrollan las mujeres en sus respectivas regiones de asentamiento pueden introducir una subestimación del nivel de actividad femenina, es indudable, por lo contundente de la diferencia, que las mujeres limítrofes no alcanzan a compensar, en ninguna zona, su mayor aporte al flujo migratorio con una presencia laboral más fuerte dentro de la mano de obra limítrofe. La composición por sexo de la población total de la región que incluye a los distintos grupos migratorios indica que también son estructuras con predominio de mujeres —con valores bastante similares, aunque algo más reducido en la Patagonia— de lo cual no podría inferirse una competencia, desde el tamaño de la oferta, por el mercado laboral con los varones.

Se analizan a continuación las características de la población migrante femenina económicamente activa en relación con las nativas. En primer lugar, se compara su estructura por edad, variable que se encuentra estrechamente vinculada con la calificación educativa, con la propensión a la actividad económica y, en el caso de las migrantes, con la antigüedad del desplazamiento.

En todas las regiones se desprende un mayor peso de migrantes de 30 a 49 y de 50 años y más, y uno menor de migrantes de 14 a 29 años respecto a las nativas, lo cual indica estructuras más envejecidas de la población trabajadora migrante femenina respecto a la nativa. Esto refleja el debilitamiento del movimiento migratorio desde los países limítrofes a todas las regiones del país y, en consecuencia, la lenta renovación de estas poblaciones. A través de un índice de renovación, puede verse que entre las mujeres migrantes nunca se alcanza el reemplazo de las "viejas" por las "jóvenes", excepto entre las limítrofes de la Patagonia, donde evidentemente persisten los vestigios de una migración más reciente. A su vez, la población económicamente activa femenina nativa alcanza índices entre tres y cuatro, excepto en esta última región, donde se duplica el valor del índice por el gran peso de las mujeres jóvenes (cuadro 2).

A través del nivel educativo (cuadro 3), se puede observar que en todas las regiones, excepto en el Nordeste y seguramente vinculado al fuerte peso de las mujeres limítrofes de 50 años y más en la población económicamente activa, las mujeres migrantes se concentran en mayor medida en un nivel intermedio de instrucción, es decir, en primaria completa y secundaria incompleta; luego en el nivel más alto de secundaria completa y más, donde se sitúa entre 20 y 34 por ciento de las mujeres, notándose que es en el Área Metropolitana de Buenos Aires donde se da la menor proporción de mujeres en este nivel. Al comparar —a través de las brechas— con las mujeres nativas de cada región surgen perfiles diferenciados, pero con sentido bastante uniforme, dado que siempre es mayor la proporción de mujeres limítrofes en el nivel más bajo de instrucción y se visualiza su fuerte disminución a medida que aumenta el nivel, hasta invertir el sentido entre las que tienen secundaria completa y más.

Esta brecha es más profunda en el Área Metropolitana de Buenos Aires, donde se manifiesta una mayor diferenciación educativa entre ambos universos de mujeres. En relación con la selectividad femenina de la migración hacia Santiago de Chile, Szazs (1994) observó que, en la década de 1970, las mujeres con baja escolaridad y que migraban por primera vez se movían más hacia la capital que hacia otros destinos urbanos, y que, más tarde, los cambios en la escolaridad y una mayor experiencia urbana de las migrantes condujeron a una mayor semejanza de las características educativas. Entre las migrantes limítrofes en los centros urbanos de la Argentina parece no darse este cambio, en la medida que aquéllas que residen en el Área Metropolitana tienen menor nivel educativo respecto a las migrantes en otras regiones, aunque están más concentradas en el nivel intermedio, característica que debe articularse con el tipo de ocupaciones en las cuales las mujeres encuentran mayores posibilidades de inserción. Por su parte, las migrantes limítrofes en la Patagonia son las que ostentan el perfil educativo más elevado, bastante alejado de las residentes en el Noroeste y, más aún, en el Nordeste.

 

Nivel de actividad de las mujeres

Los antecedentes en nuestro país —en el contexto de las migraciones externas acaecidas desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX— sobre la incorporación diferencial de la mujer al mundo laboral de acuerdo con su condición migratoria son muy escasos. En forma somera se han sistematizado datos provenientes de algunas fuentes y publicaciones que permiten visualizar la relación entre la tasa de actividad femenina y el origen (cuadro 4).

Con base en ello, parecería existir cierta uniformidad en el sentido de una menor actividad de la mujer extranjera en Argentina, y que esto atraviesa regiones y tiempos; sin embargo, se observa que las diferencias tienden a desdibujarse en las áreas más urbanas, como Capital Federal, Rosario y La Boca; es decir que la propensión al trabajo de las mujeres se encontraría más diferenciada en las zonas con mayor concentración de población rural. El caso de La Boca en 1895, al comparar mujeres casadas o unidas, permite inferir que esa es una condición para una actividad laboral mucho más reducida, tanto por parte de las extranjeras (en este caso italianas) como de las nativas. No se puede dejar de insistir sobre la influencia que en la actividad femenina tienen tanto la edad como el estado conyugal. Estos factores entre las migrantes extranjeras tendrían un efecto compensatorio. La mayor concentración en las edades potencialmente activas jóvenes podría aumentar su nivel total de participación, mientras que la mayor presencia de mujeres casadas tendría el efecto contrario. Las tasas calculadas por edad para 1869 y 1895, correspondientes al total del país, muestran una fuerte brecha entre las tasas, con una innegable mayor actividad de las nativas. Esto sugiere que la reducida presencia de solteras entre las no nativas —espejo de una movilidad de las mujeres como integrantes de la migración familiar— constituye un factor de singular relevancia en la baja incorporación laboral de las mujeres. Además, puede verse que en las jóvenes de 15 a 19 años en 1895, como excepción, la tasa es más elevada entre las extranjeras (gráficas 1 y 2).

Este mosaico de datos permite inferir la diversidad de situaciones que traduce la incorporación de la mujer al trabajo, y la necesidad de incluir consideraciones acerca de su momento vital y familiar, así como dimensionar, de acuerdo con el momento histórico, el rol esperado de las mujeres al interior de su grupo social y nacional, y la actividad económica predominante en el grupo doméstico (Wainerman y Recchini de Lattes, 1981; Boserup, 1982, y Kuznesof,1992).

Como se había mencionado, la población femenina migrante limítrofe residente en el Área Metropolitana de Buenos Aires presentaba, a fines de la década de 1990, un nivel de actividad más alto, aunque no marcadamente diferenciado, respecto a las mujeres nativas. Es decir, que la condición de migrante en el Área Metropolitana implicaría trabajar más o buscar más trabajo que el resto de las mujeres, corroborando el supuesto del carácter preponderantemente laboral de los desplazamientos migratorios; sin embargo, esta situación presenta fuertes disparidades en el resto de las regiones. Respecto al nivel de actividad global solamente las mujeres limítrofes del Noroeste presentan una tasa más elevada que las nativas —y también en relación con las limítrofes en otras regiones—, mientras que entre las limítrofes del Nordeste y de la Patagonia existiría una fuerte brecha inversa, en el sentido de que las mujeres nativas se encontrarían mucho más incorporadas a la actividad económica. Además llama la atención la escasa incorporación laboral de las mujeres limítrofes en el Nordeste, lo cual podría guardar relación con su estructura por edad más envejecida, pero también con una modalidad de incorporación laboral femenina más reducida en esta región, cuyas pautas culturales son compartidas por mujeres migrantes y nativas.

Para aislar el efecto perturbador de las diferentes estructuras por edad se han calculado tasas ajustadas por edad. Este método de tipificación permite calcular nuevas tasas de actividad combinando las tasas por edad de cada región con la estructura etárea de una misma población tipo, considerándose en este caso como tal a la población femenina nativa del Área Metropolitana de Buenos Aires. Este ejercicio vuelve a confirmar que no siempre se verifica, como se podrá corroborar más adelante al observar las tasas por edades, una mayor participación laboral femenina de las migrantes respecto a las nativas. Tanto en el Área Metropolitana de Buenos Aires como en el Noroeste las tasas continúan rondando la paridad, en tanto que en el Nordeste son manifiestamente mayores (invirtiéndose drásticamente la brecha original) y en la Patagonia se mantiene la brecha con una mayor actividad de las nativas (cuadro 5).

Los cambios en las tasas de actividad femeninas de acuerdo con la edad pueden apreciarse en la gráfica 2. Es evidente que entre las limítrofes del Área Metropolitana de Buenos Aires su mayor participación respecto a las nativas está sostenida por las mujeres mayores y, en menor grado, por las de menor edad. Mientras que en el Noroeste esto se da solamente en las mujeres de 30 a 49 años, y en el Nordeste entre las migrantes más jóvenes. En cambio, en la Patagonia no hay ningún grupo de edad en donde la actividad de las mujeres limítrofes supere al de las nativas. Esta diversidad vuelve a sugerir dos cuestiones. Una es que el nivel de actividad femenina se encuentra más interrelacionado, en una forma mucho más compleja, con distintas dimensiones vinculadas a su etapa del ciclo de vida, al rol de la mujer en la familia y en su grupo de pertenencia, a la modalidad de su migración y al tipo de inserción que el mercado de trabajo le facilita, ya sea desde la óptica de las retribuciones salariales como de su grado de visibilidad, en la medida que se ubiquen en empleos más temporales, más informales o realizados en el interior del hogar o en la venta ambulante. La otra pone de manifiesto la necesidad de analizar la actividad a través de la edad, ya que frecuentemente las tasas globales pueden enmascarar las diferencias.

Distintos indicadores vinculados al tipo de inserción ocupacional de las trabajadoras se ofrecen en el cuadro 6: la categoría económica, el nivel de calificación, la rama de actividad, la precariedad ocupacional y el ingreso horario promedio.

Estos datos permiten detectar comportamientos regulares y algunas particularidades. Respecto a la inserción por categoría económica, la presencia de la mujer limítrofe en el servicio doméstico6 es mayoritaria, pero en valores relativos cercanos a las asalariadas. Excepto en la Patagonia, donde las asalariadas limítrofes superan a las empleadas en el servicio doméstico. En relación con las nativas, las mujeres limítrofes se encuentran sobrerepresentadas en el servicio doméstico y en la categoría de cuenta propia, y muy subrepresentadas como asalariadas. En el caso del servicio doméstico esto es mucho más manifiesto en el Área Metropolitana de Buenos Aires, donde claramente ocupan un lugar más segmentado del mercado de trabajo. Diversos estudios confirman que el servicio doméstico es una forma de inserción de las mujeres migrantes en centros urbanos en un contexto de cambio, al ocupar lugares que las mujeres nativas rechazan. Además, se vincula esta inserción con la necesidad de encontrar una vivienda segura, en especial para las mujeres más jóvenes por su mayor exposición social. De todos modos, en este sector se visualiza un cambio, vinculado a la crisis de los sectores medios, al pasar del predominio del servicio doméstico de "puertas adentro" al de "puertas afuera" (Szasz, 1994).

Las mujeres limítrofes presentan una fuerte concentración en tareas no calificadas, donde se ubica más de 60 por ciento de las ocupadas en todas las regiones —proporción que está muy alejada del peso de las migrantes en el nivel de instrucción más baja—, y luego en calificación operativa. Pero esta polarización es mucho menos evidente en el Noroeste y Nordeste, únicas regiones donde las mujeres limítrofes alcanzan una proporción considerable —similar a la calificación operativa— como profesionales y técnicas, situación que sí se corresponde con un mayor peso en el nivel educativo más alto. Respecto a las nativas, sistemáticamente tienen una brecha superior a uno como no calificadas e inferior en las otras dos categorías de calificación, pero más atenuadas en las regiones mencionadas. En forma paradigmática, las mujeres limítrofes en la Patagonia, no obstante su mayor nivel educativo, tienen la más fuerte concentración como no calificadas (71 por ciento), casi duplicando el valor relativo de las nativas, pero con ingresos superiores en 30 por ciento.

En cuanto al sector de actividad económica, las mujeres limítrofes se ubican preponderantemente en el terciario, con predominio del servicio doméstico, luego están los servicios comunales y el comercio, y en menor grado el sector manufacturero y las ramas restantes. Se observa una mayor presencia en la industria en el Área Metropolitana de Buenos Aires por las características propias de su mercado laboral, donde lo hacen en las áreas menos modernas (Cacopardo y Maguid, 2001). Respecto a las nativas, además del mayor peso en el servicio doméstico, también tienen brechas positivas en la industria, casi en paridad en el comercio y una brecha menor uno en los servicios comunales, que incluyen los servicios públicos, sector con más barrera para los extranjeros.

En forma contundente, y más allá de las diferencias en la modalidad de su inserción, las mujeres limítrofes asalariadas se encuentran más precarizadas en todas las regiones —con valores que fluctúan entre 56 y 70 por ciento—, es en el Nordeste donde la brecha entre las trabajadoras según su condición migratoria es mucho más atenuada y en el Área Metropolitana de Buenos Aires y la Patagonia, donde las diferencias son más discriminantes. Del mismo modo, la subcalificación —es decir, la relación entre la capacitación formal y la actividad que se realiza— es mucho más pronunciada entre las migrantes, y se presenta con más fuerza en estas dos regiones. Esto refuerza la presunción sobre la fuerte vinculación entre la migración femenina y los mercados laborales con mayor capacidad de absorción, pero más restringidos al sector informal.

Por último, el ingreso horario promedio de los asalariados —no se considera para cuenta propia y patrones por su difícil captación, de igual forma que para el indicador de la precariedad laboral—, muestra que en forma uniforme, y en promedio, las trabajadoras migrantes perciben salarios menores a las nativas. Al desagregar la retribución según el nivel de calificación, puede verse que esto no se observa entre las migrantes no calificadas del Área Metropolitana de Buenos Aires y de la Patagonia, cuyos niveles de remuneración resultan superiores al de las nativas, donde pareciera que las mujeres migrantes encuentran ciertos "nichos laborales" que les generan mayores ingresos relativos.

A su vez, las mujeres ocupadas con calificación profesional y técnica se acercan a la paridad en sus ingresos en todas las regiones, excepto en el Área Metropolitana, donde el ingreso se distancia mucho, presumiblemente por una mayor concentración de nativas como profesionales y de migrantes como técnicas (cuadro 6).

Para considerar factores vinculados a la situación conyugal y familiar, y a la etapa del ciclo de vida femenina, se introducen en el cuadro 7 algunos indicadores conexos.

De acuerdo con algunos de esos indicadores, se visualiza una mayor actividad de las mujeres migrantes cuando son solteras, mientras que entre las mujeres nativas —y también en las limítrofes del Área Metropolitana de Buenos Aires— esto corresponde, con distinta intensidad, a las mujeres que no se encuentran en unión, pero por viudez o separación; es decir, que las mujeres migrantes presentarían una mayor propensión al trabajo cuando son más jóvenes y no han iniciado su vida conyugal, mientras que entre las no migrantes esta situación se daría en forma más acentuada en aquéllas que tienen su unión disuelta, y, además, seguramente han finalizado la etapa de la maternidad o crianza de los niños. Las brechas a favor de las migrantes son uniformes entre las solteras limítrofes de todas las regiones, mientras que en el resto de mujeres no solteras las brechas son predominantemente negativas con valores fluctuantes. En suma, la condición de encontrarse en pareja constituye uno de los factores importantes para la menor incorporación laboral de la mujer, pero se revela como de mayor peso entre las migrantes limítrofes.

Esto deriva en que la mayor actividad económica de las mujeres migrantes se da fundamentalmente entre las mujeres solteras, quienes por otro lado constituyen, también como se observara a fines del siglo XIX, una proporción baja de las mujeres migrantes.7

Otro indicador considerado es la presencia de niños menores de seis años en el hogar para mujeres en pareja o jefas del hogar, y tal como se había observado en el Área Metropolitana (Cacopardo y Maguid, 2001), entre las migrantes se da como tendencia bastante generalizada, excepto en la Patagonia, el fuerte crecimiento de la tasa de actividad cuando aumenta el número de niños en el hogar, situación que seguramente está asociada a la demanda económica que implica la mayor presencia de pequeños, y que obliga a contar con un número mayor de proveedores del hogar. Entre las nativas se da la situación inversa: con muchos niños desciende abruptamente el nivel de actividad femenina. A través de las brechas esto se visualiza por el aumento de la brecha a favor de las mujeres migrantes con el progresivo aumento de los niños, con la excepción mencionada de la Patagonia.

Respecto a la posición en el hogar, es muy contundente la mayor actividad de las jefas migrantes del Área Metropolitana de Buenos Aires, mientras que cónyuges e hijas presentan niveles mucho más bajos, situación que sólo parecen compartir las migrantes de la Patagonia —en cuanto tendencia, aunque no en nivel—, en la medida que en el Noroeste y el Nordeste los niveles de participación laboral resultan más compartidos, de acuerdo con la posición de jefa, cónyuge o hija.

Por último, un indicador que resume las condiciones económica y social del hogar de las migrantes es del número promedio de años de estudio de los integrantes mayores de 18 años. En este aspecto existe una fuerte uniformidad, entre migrantes y nativas de todas la regiones, en cuanto al aumento del nivel de actividad en paralelo al aumento del clima educativo del hogar. Siempre las tasas de actividad más elevadas corresponden a las mujeres con un clima educativo alto y viceversa cuando el clima es bajo. Respecto al sentido e intensidad de la brecha no existe una tendencia uniforme: las mujeres migrantes con clima educativo bajo y medio del Área Metropolitana de Buenos Aires y el Noroeste trabajan más que las nativas con el mismo clima, en cambio lo hacen menos en el Nordeste y la Patagonia. Cuando las mujeres migrantes integran hogares con clima educativo alto, las brechas tienden a uniformarse, excepto en el Noroeste, donde las migrantes pertenecientes a hogares más educados participan mucho más que las nativas.

 

Conclusiones

En este trabajo el énfasis está puesto en rescatar la especificidad de la migración femenina. El enfoque dado al estudio de las migraciones, desde muy distintas perspectivas, ha sido bastante inexistente respecto al género. Esto ha presupuesto el carácter indiferenciado del movimiento espacial que involucra a varones y mujeres, y, en última instancia, el carácter dependiente de la migración de las mujeres.

En su incorporación al mundo del trabajo, las mujeres presentan mucha variación e intermitencias asociadas a su vida reproductiva. Asimismo, su comportamiento en la migración es muy complejo y se encuentra estrechamente ligado no sólo a su etapa en el ciclo de vida, sino también a la construcción social acerca del lugar y el rol que se le adjudica a la mujer en sus propios sistemas familiares. Lo cual, desde luego, interactúa con la existencia de factores estructurales que alientan o desalientan las migraciones de uno y otro sexo, de acuerdo con las condiciones de los mercados laborales de los lugares de procedencia y destino. En cambio, resulta evidente la fuerte intencionalidad laboral de la movilidad masculina, en la medida que sistemáticamente y en forma independiente de sus características, el nivel de participación en la actividad económica de los varones migrantes es superior a la de los no migrantes.

Se ha constatado la creciente feminización de las corrientes migratorias a distintos centros urbanos de Argentina, lo que no conduce necesariamente a que las migrantes trabajen, al menos visiblemente, más que las mujeres nativas. La selectividad de la migración femenina en cuanto a su mayor número y su menor participación laboral reposa, aunque no totalmente, en las desigualdades de género y en los roles diferenciados que asumen varones y mujeres (Hugo, 1991). En este sentido, identificar el carácter de autonomía en el origen —y no asociado a la migración de otros integrantes del hogar o con miras al matrimonio—, que tuvo el movimiento de las migrantes limítrofes a las regiones seleccionadas es uno de los aspectos menos conocidos, pero tal vez más relevante para interpretar su nivel de inserción laboral posterior, y que permanece sin responder con el tipo de fuentes utilizadas en este trabajo.

Parecería que las mujeres migrantes de los distintos grupos nacionales limítrofes respondieran a un modelo de incorporación laboral más tradicional, en el cual trabajan más las jóvenes solteras. Modelo que parece quebrarse en las familias numerosas, donde, como estrategia de sobrevivencia, las mujeres aumentan su participación laboral. Aunque no debiera descartarse que aquella aparente menor actividad de las migrantes pueda adjudicarse a un proceso donde las mujeres se ubican en empleos más temporales y menos visibles en el sector informal, incluyendo a los que se realizan dentro del hogar o en forma ambulante, y en donde la mayor carencia de redes parentales y sociales propiciaría otro tipo de arreglos laborales.

Al introducir una variable indirecta de la organización del hogar, teniendo en cuenta que "...el hogar es la institución que afecta de manera más inmediata el comportamiento, la identidad y la capacidad de los hombres y las mujeres para determinar sus propias vidas..." (Chant, 1997), el clima educativo del hogar se muestra como el factor que, en forma más uniforme en todas las regiones, se asocia positivamente con el nivel de actividad femenina. No obstante, a similares climas tampoco se iguala el nivel de actividad entre migrantes y no migrantes.

Sobre lo que no hay duda es que las mujeres migrantes limítrofes ocupadas se encuentran más segmentadas, precarizadas y subcalificadas que las mujeres nativas, pero con matices que responden al cruce entre el perfil de las migrantes y las condiciones de cada mercado laboral. Hacia fines de la década de 1990 —cuando aún no se había desencadenado la actual crisis— tanto en el centro primado como en los centros urbanos patagónicos, donde se ubican los mercados más dinámicos de las últimas décadas, se acentúan dichas características en la inserción de las migrantes. Es decir, que la oportunidad de tener trabajo, a través de ciertos nichos, en algunos casos con mayor retribución, prevalece a costa de la mayor inestabilidad, la mayor precarización y la poca relación con la escolaridad adquirida.

Las similitudes y las diferencias encontradas respecto a la inserción laboral de mujeres migrantes pertenecientes a diferentes grupos nacionales y en diversas regiones de residencia —entre ellas y en relación con las nativas—, confirman la complejidad de la migración de la mujer y la necesidad de observar su movilidad, hábida cuenta de sus específicas cargas demográficas y culturales, con un prisma que incorpore una multiplicidad de factores. Lo cual pone en evidencia la limitación de las fuentes cuantitativas sistemáticas y la necesidad ineludible de un abordaje que complemente distintos enfoques metodológicos.

 

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Notas

1 Así es señalado en el trabajo pionero de Recchini de Lattes y Mychaszula (1991) sobre la migración femenina a una ciudad intermedia.

2 En Otero (1997) se ofrece un interesante análisis sobre la imagen de la mujer subyacente en las primeras estadísticas censales.

3 La variación en la composición del flujo migratorio internacional a nuestro país, con el cese desde fines de la década de l950 del aporte de migrantes provenientes de países de ultramar, evidencia a los migrantes limítrofes como la única corriente con una fuerte concentración en las edades potencialmente activas. Además, el aporte de bolivianos, chilenos y paraguayos constituía 80 por ciento sobre el total de limítrofes, en 1991.

4 Las migrantes están definidas por su lugar de nacimiento. Las limitaciones estadísticas de la fuente inhiben el cruce de muchas variables, por lo cual el probable efecto de la antigüedad de la migración se tiene en consideración haciendo referencia a los grupos de edad de las migrantes.

5 Si bien la feminización del stock podría atribuirse, en parte, a un envejecimiento del mismo, otras fuentes que tienen en consideración la antigüedad del movimiento refuerzan la idea del creciente aporte de las mujeres (Maguid y Bankirer, 1995).

6 Por la fuerte inserción de las mujeres limítrofes en el servicio doméstico, ha sido desagregado en la categoría económica para diferenciarlo de la categoría asalariada, y en rama de actividad para diferenciarlo de la categoría servicios comunales.

7 La proporción de solteras en la población femenina migrante de 14 años y más es de 21, 11, 22 y 14 por ciento en el AMBA, NOA, NEA y PAT, respectivamente; mientras que entre las nativas es de 41, 45, 49 y 53 por ciento en dichas regiones, respectivamente.

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