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Revista mexicana de investigación educativa

Print version ISSN 1405-6666

RMIE vol.17 n.55 Ciudad de México Oct./Dec. 2012

 

Reseñas

 

Niños, niñas y adolescentes: Sujetos de etnografías

 

Jesús Jaramillo

 

Milstein, Diana; Clemente, Ángeles; Dantas-Whitney, María; Guerrero, Alba Lucy y Higgins, Michael (2011). Encuentros etnográficos con niñ@s y adolescentes. Entre tiempos y espacios compartidos, Buenos Aires: Miño y Dávila editores.

 

Profesor y becario de investigación de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Comahue. Hipólito Yrigoyen 2000, 8324, Cipolletti, Provincia de Río Negro, República Argentina. CE: jesusnqn@gmail.com

 

Reseña recibida: 26 de marzo de 2012
Aceptada: 27 de junio de 2012

 

Los diversos trabajos investigativos que componen este libro tienen un mérito poco común que es preciso señalar sin demora: el de haber explorado "las formas en que niños, niñas y adolescentes despliegan su vida cotidiana en una diversidad de espacios educativos y sociales" (p. 11). Esto supone, según los propios editores, reconocer la agencia de estos sujetos como investigadores, productores y reproductores activos de la cultura; advertir las relaciones entre investigadores, participantes y otros actores sociales, y finalmente comprender la diversidad de aprendizajes que incluyen sus acciones cotidianas. Por tal motivo, la compilación del libro contribuye, sin duda, al debate académico sobre los estudios referidos a las infancias y adolescencias así como al modo de producir relatos etnográficos interesados en sus experiencias y procesos de construcción y reconstrucción cultural.

Hace apenas treinta años algunos estudios preocupados por entender los procesos de socialización y el desarrollo cognitivo infantil/adolescente, han considerado a estos sujetos con capacidad de agencia en su vida cotidiana y han adoptado un enfoque investigativo basado en el punto de vista de estos actores. En Argentina (mi país), recién avanzados los años noventa comenzó a desplegarse una mayor preocupación académica por el estudio de la niñez aunque concentrada en analizar los discursos estatales e institucionales sobre las infancias, su historización como construcción cultural y el conocimiento social infantil vinculado a los avatares y desafíos de la educación. En ese sentido una cantidad de trabajos colocaron el acento en las políticas de los adultos dirigidas a los "menores" y en las interacciones del "niño alumno" en las aulas, recreos, patios y actos escolares. A pesar de la contribución de estos trabajos para la definición de un campo hacia al interior de las ciencias sociales, no abundan estudios que efectivamente hayan incorporado las voces, pensamientos y acciones cotidianas de niños, niñas y adolescentes; desconociendo con ello la manera en que estos sujetos enfrentan, resisten, crean y recrean conocimientos culturales en diálogos con el mundo adulto.

Ciertamente, uno de los mayores aportes del libro que aquí reseño consiste en documentar esos relatos etnográficos en los que se incluyen "eventos y prácticas que surgen de diálogos colaborativos entre los participantes de la investigación" (p. 16). Para ello, los editores recuperan planteos teóricos que en nuestros países no tienen suficiente circulación, tal es el caso de la noción de encuentros etnográficos desarrollada por Johannes Fabian. El énfasis puesto en este concepto hace que los diferentes trabajos desafíen a pensar la práctica etnográfica como sucesos de encuentros —coetáneos, contemporáneos y performativos, en palabras de los editores— en donde las interacciones transcurren en espacios temporales específicos.

En la introducción se expone de manera detallada un enfoque teórico que, por su compromiso en el campo y su dimensión creativa e imprevista, acentúa un modo de hacer etnografía y la importancia de su práctica para conocer la diversidad de aprendizajes que estos actores sociales agencian más allá de lo escolar. Al respecto, los editores recuperan la noción de covalencia (también de Fabian) en función de mostrar la relevancia del movimiento colaborativo en la relación etnógrafos-participantes, quienes por medio del diálogo producen una realidad presentada y representada "empíricamente" de tiempos y espacios compartidos.

Un quehacer investigativo que, según los autores, incluye procesos de reflexividad descritos por J. Fabian, P. Bourdieu, M. Hammersley, P. Atkinson, y R. Guber, vinculados con el propio investigador, sus producciones, su universo académico y aquellos procesos que se despliegan como producto de las interacciones entre el investigador y los sujetos de la localidad. En ese sentido, los editores advierten que estas etnografías no reportan informaciones y datos recopilados convencionalmente mediante procedimientos metodológicos, sino que describen prácticas performativas que permiten entender "la manera en que los actores sociales convierten los espacios específicos en donde se encuentran, en locaciones [Pennycook] en donde llevan a cabo las actividades que tienen y crean significado para ellos y para su entorno" (p. 16-17). Por ello el título del libro enfatiza la perspectiva etnográfica para el análisis de los procesos cotidianos de estos sujetos y el subtítulo Entre tiempos y espacios compartidos, el modo en que esos procesos suceden. Esto último, creo, constituye un hallazgo metodológico y epistemológico auspicioso para pensar las infancias y adolescencias de la región y demás países de América.

Es de destacar también la originalidad de los autores en trabajar en contextos urbanos de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, México y Puerto Rico. Al considerar espacios sociales como la escuela, el museo, el barrio, la casa y la calle, los diversos capítulos contribuyen a consolidar una indagación profunda sobre los diferentes espacios y contextos culturales por los que transitan las denominadas "nuevas infancias" y "nuevas adolescencias". Precisamente, las tres secciones que estructuran el libro ("Niñ@s, adolescentes y etnógraf@s se localizan"; "Las instituciones también tienen lo suyo"; y "Las calles nos enseñan a tod@s") reconstruyen en detalle los distintos aprendizajes performativos establecidos en "locaciones" específicas. Los relatos de esas experiencias son reconstruidos con base en intensos trabajos de campo que reflejan prácticas complejas de género, sexualidad, etnicidad y clase social.

El capítulo 1, escrito por Victoria Purcell-Gates, Kristen Perry, Adriana Briseño y Catherine Mazak, inaugura la primera sección a partir de un estudio sobre el modo en que adolescentes de comunidades marginadas (inmigrantes, refugiados y minorías étnicas principalmente) eligen practicar la lectura y la escritura en sus vida diarias. A la luz de algunos conceptos de Foucault, Ninnes y Burnet, Kincheloe y McLaren, advierten acciones de apropiación y resistencia frente a prácticas de lectoescritura hegemónicas impuestas en la escuela. La reflexión sobre estos "actos de agencia" contribuye a mirar instancias en las que estos actores sociales, a través de su experiencia escolar y social, desafían, resisten y co-construyen hegemonía en el desarrollo del lenguaje y la escritura.

Otras formas de empoderamiento pueden leerse en el capítulo 3 que inaugura, junto con los capítulos 4 y 5, la segunda sección que trata sobre los tiempos y espacios institucionales. En él, Ángeles Clemente, María Dantas-Whitney y Michael Higgins nos muestran que los encuentros lingüísticos con el inglés —de una escuela primaria de Oaxaca (México)— pueden tener más significados que el aprendizaje de otra lengua. La originalidad de estos etnógrafos de trabajar con maestras practicantes, escolares y profesores sugiere otros modos de pensar la clase escolar, que habilitan nuevas formas de aprendizajes y la producción del conocimiento en un ambiente escolar bilingüe. A través del juego acerca de profesiones y dibujos en cartulina relacionados con las partes del cuerpo, las profesiones y el lugar dónde vivir, los niños y las niñas logran reflexionar sobre sus identidades, constituyendo esto una forma de empoderamiento para las expresiones de su propia praxis.

La creatividad y apertura de las actividades desarrolladas con cierta horizontalidad en clase permitieron una interacción entre los participantes que habilitó un uso del inglés más auténtico y relevante para sus propios mundos. Con el capítulo 4 nos trasladamos al estudio de las representaciones del público infantil en una entidad no escolar pero con propuestas educativas. En este capítulo, Olga Marcela Cruz Montalvo recupera una sugestiva etnografía con niños y niñas visitantes del Museo Nacional de Colombia. Considerando que la aproximación a los objetos exhibidos en el museo es siempre sensorial y personal, la autora explora las representaciones de niños y niñas sobre las piezas que contienen imágenes o representaciones infantiles y que forman parte de la exposición permanente del museo. A través de los diálogos mantenidos en recorridos y entrevistas, la autora sugiere que estos actores sociales se identifican con las representaciones infantiles de las piezas expuestas y logran visualizar elementos contextuales que pertenecen a otra época permitiendo hablar de construcciones particulares del pasado. En concreto, se ofrece un estudio que evidencia la manera en que niños y niñas visitantes del museo comparten sus propias narrativas y ponen en marcha sus propias "formas de estar" en él.

Ileana Wenetz y Marco Paulo Strigger, en el capítulo 2 de la sección primera, analizan las relaciones de género y sexualidad a partir de la interacción entre niños y niñas en el espacio del recreo de una escuela pública de Porto Alegre, Brasil. El inicio encuadra el modo de concebir al recreo escolar como espacio que, lejos de ser espontáneo y desordenado, establece normas y reglas propias de la cultura estudiantil que son producidas, reproducidas y aprendidas social e informalmente. Encauzados en algunos estudios clásicos desarrollados en patios de escuelas (Grugeon y Thorne, entre otros), los autores muestran las prácticas corporales que, aprendidas a través del juego en el recreo, definen cuestiones sobre feminidad y masculinidad.

Observando los espacios que ocupan, según ganas e intereses, en el juego, la danza y la constitución de los propios grupos se advierten movimientos y estrategias que establecen negociaciones, conflictos y reapropiaciones de espacios y procesos relacionales que son generificados y sexualizados.

De manera similar, Guadalupe Molina y Mónica Maldonado, en el capítulo 5 de la sección segunda, analizan las relaciones sociales entre adolescentes estudiantes de una escuela secundaria de Córdoba (Argentina), a partir de sus identificaciones genéricas y sexuales. El estudio recupera las experiencias de dos estudiantes adolescentes que, por su orientación sexual, tensionan y, en ocasiones, transgreden algunos esquemas hegemónicos sobre la sexualidad. Para ello, las autoras observan muy acertadamente las retóricas y el modo en que se compromete el cuerpo en las prácticas relacionales del cotidiano escolar a partir de una superposición de condiciones estigmatizantes. De este modo, el trabajo etnográfico pone al descubierto las limitaciones de la escuela en la construcción de una respuesta coherente frente al tema, al mismo tiempo que advierte las condiciones que ésta puede propiciar en otros ámbitos relacionales como la familia. Esto último surge en la medida en que los jóvenes pueden exhibirse, saberse visto, deseado y buscado. Se trata, entonces, de estudiantes que expresan un modo distinto de habitar en la escuela, de constituirse como tales y constituir su sexualidad.

Antonadia Borges y Verónica Kaezer, en el capítulo 6, nos introducen en las enseñanzas de las calles (sección tercera) a partir de un trabajo de co-investigación con niños, niñas y jóvenes de la ciudad Recanto das Emas, localizada en el Distrito Federal brasileño. La condición de sujetos co-investigadores permite problematizar algunos parámetros y orientaciones teóricas relacionadas con el tema de la desigualdad con las cuales las autoras iniciaron su investigación. En la medida que estos sujetos expresaron apreciaciones y modos de vivir su cotidianeidad, se tensionan aquellos patrones analíticos que los científicos sociales solemos utilizar para producir textos académicos y, por ende, formas de mirar y pensar el mundo. Particularmente sugerente resulta el modo en que las autoras recuperan diferentes situaciones de campo e ilustran el camino analítico que las condujo a cuestionar la desigualdad desde un punto de vista, en principio, metodológico pero que también revela una preocupación de orden epistemológico. De esta manera, el trabajo concluye sugiriendo que la propuesta de hacer investigación con niños, niñas y adolescentes supone aceptar que muchas veces estos sujetos "se revelan inclasificables".

Este mismo modo de incorporar a esos otros con capacidad para investigar con un nosotros, es lo que le permite a Diana Milstein (capítulo 9) estudiar la dimensión espacial como organizadora de las representaciones y relatos de un grupo de niños y niñas colaboradores de un trabajo de campo realizado en una localidad de Quilmes (al sur de la ciudad de Buenos Aires). A través de una exhaustiva y sugerente descripción etnográfica y apoyada en algunos planteamientos teóricos de De Certeau, Lefebvre y Massey, la autora advierte la manera en que estos actores sociales cargan de significado algunos espacios que producen sentidos de pertenencia que, a su vez, develan relaciones sociales comunales. En las percepciones de este grupo de co-investigadores se atribuyen significados relacionados a cómo es una plaza, cuáles son los límites y fronteras que indican dónde caminar y dónde estar; y cómo se conforma un adentro y un afuera en relación con lo que niños y niñas clasifican como "centro".

En concreto, el estudio da luz sobre los intensos usos referenciales del espacio a través de los cuales estos sujetos organizan y comunican lo que saben acerca de la vida social. Estas precisiones teóricas pueden, de alguna manera, acercarnos al capítulo 7 que junto a otros (6, 8 y 9) integran la sección tercera del libro. En ese capítulo, Regiane Sbroion de Carvalho y Ana Paula Soares da Silva proponen un recorrido sobre los sentidos y significados que una niña brasilera perteneciente al Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) atribuye a algunas de sus experiencias sociales y culturales en relación con tres contextos: el asentamiento rural, su familia y la escuela. Sus relatos evidencian sentimientos de pertenencia e identificación, relaciones de afecto, compromiso, acuerdos colectivos y la construcción de reglas propias para situaciones de conflictos con sus pares y adultos. Se advierte, entonces, cómo es que niñas y niños, al organizarse de forma colectiva, toman posición destacada y más empoderada para garantizar sus espacios, derechos y deseos.

De manera similar, Alba Lucy Guerrero, en el capítulo 8, retoma las experiencias de niños y niñas bogotanos que afrontan el desplazamiento forzado y reflexionan sobre su relación con el lugar que habitan. A través de una interesante metodología que incluye relatos fotográficos y escritos realizados por niños y niñas en el marco de un proyecto educativo fotográfico más amplio, la autora aborda los significados otorgados a las condiciones de vida de los lugares donde se han restablecido, las contradicciones que enfrentan en el proceso de conferir sentido a esa nueva realidad y las situaciones en que estos sujetos negocian y recrean su relación con el lugar en que viven. En cada uno de los ejemplos es posible observar los medios que estos sujetos encuentran para negociar y reconfigurar de manera activa su lugar social en el mundo. En definitiva, el estudio evidencia de manera creativa la construcción relacional y compleja de las identidades en estos nuevos espacios habitados por niños, niñas, jóvenes y adultos.

El recorrido del libro que he decidido presentar recupera los temas abordados en los diferentes capítulos con el objetivo de mostrar el conjunto de experiencias etnográficas que ponen en relación a una diversidad de actores y lugares, aunque con un interés común: el de co-producir conocimientos que desmontan presupuestos, posiciones, saberes comunes y académicos. Enfocados en el mundo cotidiano urbano, los diferentes autores intentan entender y explicar las perspectivas de los niños, niñas y adolescentes en el entramado de las relaciones sociales y los contextos culturales. La etnografía, en este caso, no sólo aporta una forma de mirar, sino también un modo de comprender lo que estos actores dicen, hacen y actúan a partir de sus propias perspectivas.

Este libro muestra, atinadamente, que las interpretaciones y los conocimientos se producen en el trabajo de campo de manera novedosa con actores que usualmente no ingresan como tales en los discursos académicos y de sentido común. En Argentina, como en el resto de los países de la región, sigue siendo trabajoso (sobre todo para los "especialistas") pensar que los niños, niñas y adolescentes pueden agenciar y dar cuenta de sus propias acciones. Considerarlos "sujetos de etnografías" puede demorarse aún más en la medida que como investigadores sociales no seamos susceptibles a nuestros cánones de investigación, a nuestros modos de considerar a esos otros y de problematizar las realidades en las que vivimos.

La etnografía concebida como sucesos de encuentros (subrayado mío), brinda aportes para pensar el modo de trabajar con niños y niñas asumiendo el desafío de incorporar a nuestras interpretaciones sus voces, acciones y sentidos. No cabe duda de que en cuestiones de metodología se abre un campo de exploración radical tanto para la investigación como para la vida social en general en torno a las infancias y adolescencias de la región y demás países de América. Es así que este libro constituye un valioso y anhelado aporte para su indagación.

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