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Revista mexicana de investigación educativa

Print version ISSN 1405-6666

RMIE vol.14 n.42 Ciudad de México Jul./Sep. 2009

 

Investigación temática: Género en educación

 

Masculinidad hegemónica, violencia y consumo de alcohol en el medio universitario

 

Verónica Vázquez García1 y Roberto Castro2

 

1 Profesora–investigadora titular del Colegio de Postgraduados en Ciencias Agrícolas. Carretera federal México–Texcoco Km. 36.5, Montecillo, CP 56230, Texcoco, Estado de México. CE:verovazgar@yahoo.com.mx

2 Profesor–investigador del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, UNAM. Av. Universidad s/n, circuito 2, Col. Chamilpa, CP 62210, Cuernavaca, Morelos. CE:rcastro@servidor.unam.mx.

 

Artículo recibido: 16 de diciembre de 2008
Dictaminado: 27 de marzo de 2009
Aceptado: 27 de marzo de 2009

 

Resumen

El presente artículo analiza la reproducción de la masculinidad en la Universidad Autónoma Chapingo a partir de 28 relatos autobiográficos escritos por estudiantes de esta universidad. El análisis identifica dos discursos sobre la masculinidad: 1) la necesidad de tomar riesgos durante la juventud para "hacerse hombre"; y 2) la necesidad de evitar dichos riesgos para asumir responsabilidades adultas cuando terminan los años universitarios. Los dos riesgos más comunes son la violencia y el consumo de alcohol. Se analizan las jerarquías masculinas en términos de edad y orientación sexual que facilitan el ejercicio de la violencia, así como la relación entre identidad masculina y consumo de alcohol. Se concluye que la mayoría de los estudiantes asumen estos riesgos pero algunos los cuestionan, recreando así sus identidades de género.

Palabras clave: Masculinidad, violencia, alcoholismo, estudiantes, educación superior, México.

 

Abstract

This article analyzes the reproduction of masculinity at Universidad Autónoma Chapingo, based on twenty–eight autobiographical accounts written by students at the university. The analysis identifies two discourses on masculinity: 1) the need to take risks during youth to "become a man"; and 2) the need to avoid such risks in order to assume adult responsibilities upon leaving the university. The two most common risks are violence and the consumption of alcohol. Masculine hierarchies are analyzed in terms of age and sexual orientation, which facilitate the exercise of violence, as well as the relation between masculine identity and the consumption of alcohol. The conclusion is that most students assume these risks but some question them, thus recreating their gender identities.

Keywords: Masculinity, violence, alcoholism, students, higher education, Mexico.

 

Introducción

Los estudios sobre masculinidades han permitido el desmantelamiento de la perspectiva del "hombre" como universal, acotándolo y contextualizándolo. La masculinidad se define tanto por las relaciones de subordinación de las mujeres para con los hombres como por los procesos de diferenciación entre éstos (Ramírez, 2006). Los hombres deben "hacerse" asumiendo ciertos atributos y roles, los cuales constituyen instrumentos sociales para negociar estatus y poder. Sin embargo, el proceso de "hacerse hombre" conlleva ciertos riesgos: violencia, dificultad para expresar sufrimiento, consumo de enervantes, velocidad excesiva en vehículos motorizados, mayores tasas de suicidio y homicidio. En México y Estados Unidos, la esperanza de vida de los hombres es menor que la de las mujeres (De Keijzer, 1997; Courtenay, 2000). Los varones son "factores de riesgo" para mujeres y niños/as (a través, por ejemplo, de la violencia doméstica, las enfermedades sexualmente trasmitidas y los embarazos no deseados); para otros hombres (homicidios y lesiones); y para ellos mismos (adicciones a sustancias psicoactivas y muertes por suicidio) (De Keijzer, 1997).

En la sierra de Sonora, Rivas (2004) encuentra que los hombres (en particular jóvenes de 15 a 24 años) son protagonistas de más de 80% de las muertes violentas ocurridas a lo largo de tres décadas (los años treinta, sesenta y noventa). Ello se debe al papel que juegan los rituales de masculinización en la exposición a riesgos entre jóvenes; y al papel del discurso de la responsabilidad y el control corporal para evitar dichos riesgos en la edad adulta. En universidades estadounidenses, los varones consumen más alcohol que sus compañeras (Capraro, 2000) y tienen mayores probabilidades de realizar 20 de 26 actividades de alto riesgo que ellas (Patrick et al. en Courtenay, 2000). Los hombres en edad universitaria están en mayor riesgo de contraer enfermedades, sufrir accidentes o morir que las mujeres de la misma edad (Courtenay, 1998).

En México no existen trabajos que permitan dimensionar la relación entre masculinidad y riesgo entre jóvenes universitarios. El presente artículo es un primer acercamiento a la reproducción de la masculinidad hegemónica (MH) en este ámbito, a partir de 28 testimonios anónimos de estudiantes de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh). Nos enfocamos en la MH como un producto social cuyos mandatos conllevan riesgos. Nos interesa conocer hasta qué punto los estudiantes los asumen o cuestionan en el proceso de "hacerse hombre".

 

Propuesta conceptual

La MH comprende "una serie de discursos y prácticas sociales que pretenden definir al término masculino del género dentro de configuraciones históricas particulares, diferenciándolo de las propias experiencias de los hombres, que no están reducidos a someterse a tal construcción y que manifiestan innumerables formas de resistencia" (Amuchástegui, 2006:175). La masculinidad no es una categoría fija, ya que sus características varían de acuerdo con una serie de identidades sociales: clase, etnicidad, raza, edad y orientación sexual, por mencionar algunas. Las distintas formas de ser hombre, representadas en diversas masculinidades, se manifiestan de manera jerárquica. La MH en Australia, por ejemplo, impone a los hombres una forma de ser autoritaria, agresiva, heterosexual y valiente. Los "afeminados" son dominados mediante el uso de la violencia física o simbólica. Lo mismo sucede con hombres que no tienen poder económico o que no pertenecen al grupo racial anglosajón (Connell, 2006).

La MH es un "modelo" en tanto es capaz de establecer las normas sociales que hay que seguir para ser considerado "un hombre de verdad". Quienes tienen acceso a este modelo pueden ejercer poder y tener mejor posiciones sociales que las mujeres y que otros congéneres (Olavarría, 2006). De acuerdo con Ramírez (2005), son tres los elementos que constituyen la MH: 1) definirse en oposición a lo femenino; 2) la violencia se utiliza para imponer el poder masculino y puede constituirse en una forma legítima de ser hombre; y 3) la heterosexualidad y la homofobia son claves para la identidad masculina, porque los homosexuales no son verdaderos "hombres" ya que rechazan una identidad masculina altamente valorada (la heterosexual). En este sentido, el castigo social contra disidentes sociales preserva a la MH y refuerza el orden sexual establecido por la vía de la discriminación (Granados, 2002).

El objetivo de este trabajo es analizar cómo se reproduce la MH en un contexto universitario mexicano; las jerarquías que se presentan entre hombres en términos de edad y orientación sexual; y las formas en que algunos hombres redefinen determinados imperativos de la MH, lo cual conduce a la construcción de nuevas formas de ser hombre en nuestra sociedad.

 

El material de análisis

A principios de 2006, las autoridades de la UACh convocaron a estudiantes del sexo masculino a participar en un concurso de relatos autobiográficos.

Producto de este concurso surge el libro Se busca un muchacho (Castillejos, 2006) que contiene (según dice la solapa) "las breves autobiografías que participaron en el certamen". Estos 28 relatos constituyen nuestro material de análisis.

Dada sus características, el material presenta algunas limitantes. Los autores del presente artículo no tuvimos ningún control sobre el proceso de levantamiento de datos, por lo que nos atuvimos únicamente al material escrito por cada concursante. Se trata de testimonios que, relatos con el afán de ganar un certamen, pudieron haber acentuado el dramatismo de ciertas cosas e ignorado la importancia de otras. Muchos tienen un tono didáctico que revela vacíos, procesos no terminados o temas no dichos. Sin embargo, el libro posee un enorme valor porque pone al alcance del lector los imperativos de la MH. Esperamos demostrar que los testimonios ejemplifican el transitar entre los dos discursos descritos por Rivas (2004), pero ahora en el contexto de una universidad pública mexicana: la necesidad de tomar riesgos durante la juventud para "hacerse hombre"; la necesidad de evitar dichos riesgos para asumir responsabilidades adultas cuando los años universitarios terminan.

Utilizamos un enfoque cualitativo, que más que cuantificar y dimensionar fenómenos sociales, dirige su mirada hacia la interioridad de los individuos, ese dominio de la realidad donde existen dolor, angustia, ilusiones, proyectos, frustraciones, la búsqueda de sentido; en una palabra, los padecimientos, entendidos como formas de subjetividad socialmente construidas que expresan la manera específica en que cada persona, cada actor social, sufre su realidad, experimenta su mundo de dolor, y, consecuentemente, despliega un conjunto de estrategias y prácticas para sobrevivir de la mejor manera posible. El análisis cualitativo se centra en las particularidades de cada caso pero no renuncia a la búsqueda de regularidades. No se pierde en lo anecdótico de cada testimonio sino que busca, mediante la inducción, identificar los patrones de interacción e interpretación que caracterizan al conjunto de los actores (Glaser y Straus, 1967). El análisis cualitativo posee una riqueza fundamental: permite romper los datos, esto es, abrir las cifras para indagar con mayor detenimiento su contenido. Cada número, porcentaje, coeficiente o índice no es sino la expresión condensada y abstracta de un fenómeno que en la realidad sólo existe bajo la forma de casos individuales y concretos. En palabras de Bourdieu (2000:30; cursivas en el original), "los análisis que reciben el nombre de 'cualitativos'... son capitales para comprender, es decir, para explicar completamente lo que las estadísticas se limitan a constatar, semejantes en esto a las estadísticas de pluviometría".

En el caso de nuestro estudio, el análisis cualitativo nos permitió identificar el predominio de ciertos mandatos de la MH en el contexto universitario, representados en los dos discursos identificados por Rivas (2004) en su estudio de la sierra sonorense. Trabajamos con 19 de los 28 testimonios contenidos en el libro editado por Castillejos (2006) para discutir los dos riesgos mencionados de forma más frecuente en los relatos: la violencia por edad y orientación sexual; y el consumo de alcohol como agente socializador y válvula de escape que permite la expresión de determinadas emociones. Los testimonios fueron numerados según su orden de aparición en el libro y son referenciados con ese número.

 

El contexto

La creación de la UACh en 1853 respondió a la necesidad de contar con técnicos agrícolas capaces de satisfacer las demandas de hacendados y latifundistas. Después de la Revolución Mexicana, específicamente con el gobierno de Lázaro Cárdenas, se reorientó el plan de estudios y se acordó que para ingresar a la escuela se debería ser "hijo de proletario, obrero o campesino, preferentemente procedentes de organizaciones campesinas" (Montaño, 2006:97). En la actualidad, la UACh recibe jóvenes por siete años (tres de preparatoria y cuatro de carrera); la mayoría del estudiantado goza de becas que incluyen hospedaje en el internado y una cantidad en efectivo para gastos personales. Una minoría no pernocta en la residencia estudiantil pero recibe apoyo económico para sus gastos de manutención. Ambos tipos de estudiantes gozan de servicio de comedor en la escuela (Chávez et al., 2007).

La inmensa mayoría (92.3%) del estudiantado proviene de entidades federativas ubicadas en el centro y sur del país: Estado de México, Oaxaca, Chiapas, Puebla, Hidalgo y el Distrito Federal, y se caracteriza por la estrechez de recursos económicos. Además, hasta finales de los setenta la población estudiantil era eminentemente masculina. A partir de los ochenta las mujeres aumentaron en número y actualmente constituyen aproximadamente un tercio de la población estudiantil (34.5% de mujeres versus 65.6% de hombres) (Vázquez y Chávez, 2006). Dado el predominio histórico de varones en la institución, las carreras agronómicas han sido socialmente construidas como masculinas. En el imaginario chapinguero pervive la imagen del "hombre–western", "hombre–campo", "valiente, cumplidor, macho, enamoradizo y muy hombre", que viste "camisa cuadriculada, botas estrepitosamente vaqueras, hebilla grande y cinturón ancho apretado…" (Díaz, 1997:32–34).

Estas cuatro características –el largo periodo de tiempo que el estudiantado pasa por la UACh, debido a que ahí cursan la preparatoria y la carrera; el hecho de vivir en el internado y estar lejos de la familia; el que se trate de estudiantes de escasos recursos; y el que sean predominantemente hombres– hacen de la UACh un universo ideal para el estudio de la masculinidades. Las ricas experiencias de vida que exponemos a continuación son testimonio de ello.

 

Hacerse "un hombre de bien" en la UACh

El libro contiene cuatro relatos (1, 7, 13 y 21) que ilustran el modelo de MH que gobierna el imaginario social de la UACh. En ellos puede verse al rudo "hombre–campo" que estudia para contribuir al desarrollo del medio rural mexicano. Se trata de un self–made man que, a pesar de su origen humilde, sobresale gracias a su esfuerzo y fortaleza de carácter. Esto concuerda con la "autosuficiencia triunfante", uno de los ejes más importantes de la MH en la era moderna (Bonino, 2000). Resalta la importancia que tiene una universidad pública como la UACh en permitir que esto suceda.

El relato 1, que recibió el primer lugar en el concurso, fue escrito por un indígena maya de Yucatán que a los 10 años sufrió "el terrible dolor de dejar la escuela" debido a una enfermedad de su padre. Terminó la secundaria en un pueblo vecino, porque en el suyo sólo había hasta cuarto de primaria. El relato 7 es muy similar: señala el autor que al terminar la escuela, primaria su padre le dijo que "de ahora en adelante trabajarás conmigo en el campo" pero él logró continuar con sus estudios. En ambos casos, la UACh es considerada una gran oportunidad para hacerlo, y los relatos expresan un profundo agradecimiento. Los otros dos textos (13 y 21) coinciden en ello: "estoy en la mejor universidad del mundo, con todo para triunfar", dice el 13. El 21 escuchó sobre la UACh "tantas cosas que hicieron que me sujetara un poco más a mis sueños de ser ingeniero agrónomo". Termina su relato con una estrofa del himno de la universidad que dice: "mi orgullo será pregonar que estudié en Chapingo".

Estos cuatro muchachos tienen, además, grandes aspiraciones para el futuro. El número 1 quiere hacer una maestría y un doctorado fuera de México. Le agradece "al pueblo de México" su formación y reafirma "su compromiso de retribuirle con mi aportación profesional muy próximamente". El número 7 tiene el sueño de ser "presidente de la República". El 13 quiere "destacar a nivel mundial como un gran agrónomo, respetado en mi pueblo y por mis allegados". El 21 quiere ser "como la rodadora del desierto que se deja llevar por los vientos y recorre grandes distancias".

Estos cuatro relatos reflejan la mística del hombre que se hace a sí mismo para alcanzar sus metas. Parte de ese esfuerzo es cortar el cordón umbilical, dejar la casa paterna. Abandonar el hogar es difícil pero se concibe como parte del proceso de "hacerse hombre". Para el número 1, "no fue fácil abandonar el hogar, pues estaba dejando la convivencia de casi toda mi infancia con mis padres y hermanos", pero la "amplia gama de actividades académicas, culturales y deportivas de Chapingo" le ayudaron a superar "la nostalgia producida por mi emancipación de la familia". El 13, "como todo adolescente, estaba indeciso de venir, pero no porque no me guste la agronomía, sino por el temor de alejarme de mi familia".

Otro elemento que conforma esta mística es la idea de que hay que esforzarse, superar adversidades, fijarse metas y luchar por alcanzarlas. Dice el 1: "cuando se quiere realizar algo, no basta con rogar a Dios, también hay que actuar y no quedarnos con los brazos cruzados". El número 7 sentía "rabia con su destino" pero no se dio por vencido porque "los hombres que temen a la lucha están condenados a la esclavitud". Concibe su vida como una eterna guerra: "si antes había podido ganar una guerra, no había razón para no enfrentarse a otra, así que decidí iniciar una nueva lucha contra mi destino". El número 13 afirma que en la UACh "le faltan horas al día para dar abasto a la apretada agenda", pero "la solución está en organizar nuestro tiempo adecuadamente" porque la única forma de "alcanzar el éxito" es "trabajar y prepararse".

El riesgo más grande para salirse de este camino fue, en los cuatro relatos, el consumo de alcohol, cigarro y drogas. Estas actividades se realizan en grupos de amigos, y no participar en ellas tiene costos sociales. Dice el número 1 que "pronto me llegaron invitaciones para tomar unas caguamas y para fumar marihuana", pero "la fuerza de voluntad y los buenos principios recibidos en el núcleo familiar me dieron el valor para rechazar las tentaciones". El número 7 nunca tuvo un "vicio", no se fue de "pinta" o "reventón" con sus compañeros, opina que "el relajo en nuestra vida sólo obstruye nuestros objetivos y nuestros sueños". Para el número 13 "no es necesario invertir el tiempo bebiendo y socializando en eventos incómodos; los posibles amigos los podemos encontrar en la biblioteca, esos piensan diferente".

El esfuerzo realizado y el haberse mantenido lejos de los riesgos rinden frutos. El número 1 tiene "el privilegio de pertenecer, en varias ocasiones, al cuadro de honor en la preparatoria, y al grupo de alto rendimiento de los dos primeros años de la carrera". El 7 también tiene éxito en sus estudios, le falta poco para egresar e indica que "se han cumplido la mayoría de mis sueños". El 13 ha encontrado en el Departamento de Parasitología "un espacio que nunca imaginé", donde "cada minuto es importante y diferente". El 21 termina con éxito el propedéutico, en un "grupo que se iba reduciendo cada vez más: unos se daban de baja temporal, otros definitiva".

Estos cuatro relatos ejemplifican el ideal de masculinidad dominante en la UACh: hombre de campo de escasos recursos que lucha contra la adversidad y se mantiene siempre en control para "hacerse a sí mismo". Puesto que el sistema educativo los premia, ellos se ponen a sí mismos como ejemplo dando consejos y haciendo juicios morales sobre el consumo de alcohol, cigarro y drogas, "el relajo", o los que no van a la biblioteca. Hay pocos momentos en los que estos chicos se quiebran.1 Ante la burla por su acento de indígena maya, el número 1 "adopta una actitud positiva y optimista". Tampoco hablan de sus sentimientos; más bien dan señales del descontrol que les causa tenerlos. Este mismo chico indica que al dejar su casa "fue imposible contener las lágrimas".

Los cuatro relatos también contienen el discurso de la "responsabilidad", que es importante en el proceso de adquisición de hombría adulta. Como los entrevistados por Rivas (2004), estos cuatro muchachos describen orgullosamente cómo se alejaron de actividades que involucraban riesgos con el fin de tener una forma de vida estable y, en el contexto específico de Chapingo, "contribuir al desarrollo de México". Lo interesante es que solamente cuatro de los 28 incluidos en el libro describen procesos similares; el resto de los jóvenes viven distintos riesgos y cuentan historias bastante menos "exitosas". A continuación presentamos algunos de estos testimonios.

 

Edad y violencia

El primer riesgo al que se enfrentan los chapingueros recién llegados es la "rapada" de parte de los "compañeros de grados superiores", dice uno de ellos:

Conocí lo que llaman "acoso". Tres jóvenes de licenciatura me rodearon en los pasillos, no entendía qué pasaba, me dieron ganas de llorar. Ellos se carcajeaban de verme asustado, con los labios temblando. Uno le preguntó a otro si traía las tijeras, yo quería zafarme, pero qué podían hacer los popotes que tenía por brazos contra los pronunciados músculos de fornidos jóvenes; esta situación sucedía día tras día y no pude más, así que decidí ir a buscarlos para que me raparan. Me trasquilaron a su antojo, yo, simplemente, lloraba por dentro (26).

Ser "el pelón del cuarto" ubica a los recién llegados en los niveles más bajos y vulnerables de la jerarquía masculina. Cuando comparten cuarto con estudiantes de años más avanzados tienen que hacer lo que "el ingeniero" diga: "que va a venir mi vieja al rato y quiero que se salgan y no regresen hasta las 12 de la noche. Eso era muy seguido, casi diario…" (2). Algunos "ingenieros" consumen alcohol en el cuarto y los "pelones" se resignan a "vivir con la pistola en la mano, como dicen" y no quitarse los zapatos porque "en el momento más pensado se les iba a ocurrir chingar al pelón" y hay que salir corriendo. Uno de estos "pelones" (28) se vio inmiscuido en una pelea que él no inició ("para qué negar que me gusta tirar golpes de vez en cuando y más si es para defenderme"). Su contrincante regresó "acompañado de varios amigos", uno de los cuales "sacó una pistola". El "pelón" se vio obligado a darse de baja por un año con tal de evitar a estas personas.

Otra forma de poder que se da entre hombres de distintas edades tiene que ver con las mujeres. "Las pelonas", compañeras de "los pelones" son chicas que, aunque no son acosadas para ser rapadas, sí lo son para convertirse en novias de los "casi– Ingenieros", es decir, estudiantes de años más avanzados. Algunas chicas establecen relaciones de amistad con sus compañeros de salón, pero de noviazgo con estudiantes de mayor edad y estatus en la jerarquía masculina. Esto es vivido con amargura por los "pelones". El 11 se enamoró de su mejor amiga; ella tuvo relaciones con otros que él sufrió silenciosamente. Lo mismo sucedió con el 4: llevaba "una relación de pareja sin haberlo platicado" y sintió "coraje" cuando ella le dijo que "tenía un novio formal y que se querían y por lo tanto habían tenido relaciones sexuales". Al ser sometidos por hombres más poderosos, estos chicos se distancian de uno de los imperativos más importantes de la MH: el de seducir, tener sexo con varias mujeres y separar la actividad sexual del enamoramiento. En ellos atestiguamos la construcción de una identidad de género que cuestiona al modelo dominante.

Los estudiantes de mayor edad socializan a los "pelones" en otro apremiante mandato de la MH, que es demostrar hombría mediante el consumo de sustancias psicoactivas, particularmente el alcohol. "El 9 dice que al llegar a Chapingo fue impulsado a 'fumar, tomar y jugar fútbol' a los catorce años por 'personas regularmente mayores que yo'". La primera vez que consumió alcohol fue a instancia de personas mayores que le dijeron: "¡ora, tómale!… ¿O qué, te pega tu papá?" Fue expulsado por reprobar siete materias pero reingresó años después y siendo de mayor edad, "ya no me indujeron a tomar o fumar, no, ahora yo inducía a los compañeros".

 

Homofobia y violencia

Los cuatro relatos escritos por homosexuales (3, 18, 12 y 25) cuestionan imperativos que otros asumen como dados, por ejemplo el no mostrar afecto: "mi padre me reprimía, ya ven que los varones no debemos ser expresivos o cariñosos, no vayan a salir maricones" (cursivas en el original), dice el 3. Son los únicos en hablar del condón. El 3 menciona dos casos de personas con VIH, motivo por el cual "nunca más he metido la pata de 'hacer fiesta sin gorrito'". El 18 dice algo similar: "¿cuánto tiempo te puede quitar poner un simple, estúpido, pero protector condón?" También son los únicos en utilizar palabras como "machista" para describir el ambiente de la UACh. El 3 ironiza: "Trataremos [el tema] de aquí en adelante. El ser gay en un lugar como Chapingo, donde no hay machismo (ja, ja, ja)".

Hay en los relatos distintas ideas sobre la identidad gay. El 3 es "de los que piensan que el ser homosexual se da y ya". En cambio el 12 describe una familia "de puras mujeres, además de mí, porque mi hermano mayor decidió irse de la casa y padre no tengo, por eso creo que esas circunstancias influyeron mucho para que mi orientación sexual cambiara a la homosexualidad". Al 18, un muchacho que conoció en la UACh le despertó "aquel sentimiento que llevaba tan dentro de mí que no me había percatado que existía". Puede verse que se trata de tres vías muy distintas de presentar una orientación sexual subalterna; no hay nada definitivo sobre el tema. Lo que sí está claro es que asumirse como gay implica desaprender la heterosexualidad trasmitida a través de la socialización:

Nadie te enseña a ser homosexual, te crían en un mundo donde el machismo supera todo, tuve que desaprender mi heterosexualidad para aprender la onda gay. Y esto es lo más difícil que existe, borrar lo que te han enseñado que es "lo correcto" para aprender algo de lo cual estás seguro que es "lo tuyo" (3).

Tres de los cuatro chicos dicen haber tenido "novias como machito" como parte de un "proceso de aceptación", de lograr "ser yo mismo". Permanecer en "el clóset", dice List (2007), es una "tabla de salvación" que permite sobrevivir en un ambiente homofóbico. Este es el caso de la UACh:

Como sabía que estaba pisando terreno machista, tenía que mostrar esa parte varonil que aún guarda mi cuerpo. Tuve que buscar una novia, a pesar de que sabía que era gay y que había tenido una relación que duró muchísimo tiempo. Mi relación heterosexual sólo duró dos días. En verdad pensé más en ella que en mí: creo que nadie tiene derecho a maltratar o herir los sentimientos de las mujeres, y mejor decidí terminar con ella para no causar más daño del que seguramente habría causado a largo plazo (12).

Tarde o temprano, los cuatro autores se reconocen como homosexuales. Esto les trae beneficios emocionales. Dice el 18 que:

A estas alturas puedo gritar a los cuatro vientos: soy gay, y ya no me tiemblan las piernas como antes. Eso ya no causa conflictos dentro de mí, ya no me reprimo, y sé que en algunas circunstancias no es necesario gritarlo, a veces basta con que yo mismo lo sepa y que el mundo alrededor gire. Ahora me importa poco si la gente se ríe de mí; me acepto y me quiero, eso es lo más importante (18).

Pero reconocerse como gay también conlleva ciertos riesgos, particularmente si se es un gay "afeminado" o, en palabras de List (2007), "transgresor" del orden genérico que supone congruencia entre masculinidad y heterosexualidad. Homofobia y misoginia son dos expresiones equivalentes del sexismo que refuerzan las asimetrías de género. "No es grave cuando la mujer muestra atributos o características masculinas, por el contrario, cuando el hombre es femenino puede despertar reacciones más negativas tanto por otros hombres como por las mujeres… un hombre homosexual es igual a una mujer, ambos no reúnen los requisitos de la masculinidad hegemónica" (Cruz, 2002:13). Esto es precisamente lo que sucede en la UACh con dos de los autores homosexuales. El 18 aclara no haber:

[…] pretendido ser mujer porque Dios me mandó ser hombre, gay, pero hombre y no mujer, aunque no puedo negar que me encanta cómo me veo, cómo logro llamar la atención de los hombres y cómo se pueden despertar las críticas de las mujeres. Sé que nunca le llegaré ni a los talones a una verdadera, pero el maquillaje hace milagros (18).

Tanto el 12 como el 18 refieren silbidos, murmullos, miradas reprobatorias, escupitajos, insultos. El 12 se deprime, "imagina su propia muerte", "se la pasa llorando". Se hace anoréxico y bulímico y baja de 67 a 54 kilos. Es víctima de violencia física de parte de su compañero de cuarto quien "bajo los efectos del alcohol y de la droga" le da una golpiza que "jamás olvidaré… porque jamás se hizo nada en contra de él". Es violado tumultuariamente por desconocidos de un bar, donde le dan una cerveza y después amanece "con dos hombres en la cama, con muchísimos condones alrededor y sin acordarme de nada".

El 18 también relata episodios de violencia pero reacciona cuestionando la doble moral implícita en la homofobia: "Cuando me gritaban, al principio me daba miedo, después el sentimiento cambió y se volvió enojo… ahora… me da risa, porque muchos de esos son más putos, raritos, puñales, maricones o cualquier sinónimo que quieras agregar". Algunos aceptan que él sea homosexual pero no quieren que se les acerque y él se pregunta: "¿a qué le tienen miedo?" Desde la perspectiva de la MH, la homofobia es miedo al homoerotismo, a perder el poder y a ser objeto del poder (Cruz, 2002). El homosexual se convierte en el espejo en el cual el varón ve reflejado lo que debe reprimir, cuestionando su "certeza imaginaria". Durante la adolescencia los muchachos tienen una sexualidad social–mente no reconocida, son "hombres haciéndose", por lo que su homofobia puede incrementarse (Granados, 2002).

Los números 3 y 25 no describen episodios de violencia, quizás porque a la vista de todos siguen siendo "hombres". El 25 se define a sí mismo como "simplemente varonil" y considera que "no hay ninguna necesidad" de ser afeminado, "te haces daño a ti mismo porque la gente no te respeta y dañas a tus padres por lo mismo". Es curioso que atribuya a los "gays exhibicionistas" (léase: afeminados) la responsabilidad de que algunos muchachos que "desean saber lo que es estar con otro hombre y son coquetos con otros chicos" no se atrevan a hacerlo porque temen "un rechazo, una golpiza". Los gays que se van al extremo (cursivas en el original) "son de lo peor, nadie los respeta, no saben comportarse" y "por el mal ejemplo de unos cuantos pagamos todos". El discurso de este homosexual "varonil" reproduce el rechazo a lo femenino de una sociedad patriarcal, justificando la violencia que se ejerce en contra de mujeres y homosexuales "afeminados". Se ubica entre aquellos que no rompen con las normas del modelo de MH y, al hacerlo, sigue ejerciendo los privilegios de su género.

 

Identidad masculina y consumo de alcohol

El consumo de alcohol está tan naturalizado en la UACh, que el chico 5, al reconocer por fin que tenía un problema con su manera de beber, escucha de sus amigos que el alcoholismo entre jóvenes "era normal, que la vida del estudiante es así, y que ya después, conforme pasan los años, los golpes de la vida enseñan". El 28 tiene un compañero de cuarto al cual "le dio por beber casi cada fin de semana" y él ve este comportamiento como "normal, en fin, casi todos tomaban".2

Según Lomnitz (en Brandes, 2002:7), cuando un hombre se emborracha con otro se está construyendo la confianza entre ambos, porque sólo en esa condición es posible decirle "sus verdades". Los hombres que no toman enfrentan mayores dificultades para "tener amigos". En este sentido, el consumo de alcohol es parte importante de la amistad masculina. El 9 describe "una interconexión con los demás tomadores, como si fuera un lazo fuerte para jalar con ellos a las demás pedas que se suscitaran, o al casino, o al soccer". Para este chico, el alcohol se convirtió en "una parte de mi personalidad y forma de convivencia con las personas que aprecio". No puede haber una frase más iluminadora en lo que se refiere a la función socializadora del alcohol entre varones.

Después de cierto tiempo de haberla pasado en el "puro vicio", los chicos 23 y 24 dicen haber dejado de tomar y haber cambiado de amigos. El 23 ha reflexionado sobre las "cosas buenas o malas en tu camino, incluso de los que se consideran tus cuates y al final no lo son". Pero dejar de beber implica no sólo cambiar de amigos, sino incluso redefinir la propia identidad, ya que "para grandes segmentos de la sociedad mexicana, la ingesta de alcohol es inherente al papel masculino. Cuando los hombres dejan de beber en forma radical… se ven obligados a cuestionar su propia identidad de género" (Brandes, 2002:5). El siguiente testimonio muestra la asociación socialmente construida entre hombría y consumo de alcohol:

Compañero… tu historia la haces tú mismo, que nadie influya en ti; el no tomar y fumar no te hacen menos, siempre habrá personas que te acepten tal y como eres, no trates de aparentar tu hombría con una copa de vino, con una caguama, existen indicadores más trascendentes que hacen de un hombre un hombre; las grandes obras también fueron ideales, también comenzaron a construirse día a día (24).

El alcohol es entonces la llave que permite abrir la coraza, el recurso que hace aflorar los sentimientos que la MH reprime y confina al secreto interior. Pero justamente porque el ánimo afectuoso que exhiben los alcoholizados es contradictorio con la representación dominante de la masculinidad, la verdadera naturaleza social de la práctica de beber se oculta bajo la ideología del machismo: los verdaderos hombres, se dicen unos a otros, son los que beben. Se redefine así, en el plano de lo simbólico, un patrón de conductas –el llanto, los tocamientos físicos entre varones, los abrazos, las reiteradas declaraciones de afecto y de amistad, etc.– que de otra manera (en estado sobrio) serían inmediatamente clasificadas como muestras de poca virilidad o como francas exhibiciones de feminidad. Los términos de esta ecuación, desde luego, escapan a la acción consciente de los actores sociales. De ahí su eficaz perpetuación.

En el libro hay cinco relatos donde los chicos toman para superar una decepción amorosa. Los tres primeros (23, 2, 5) señalan que su adicción al alcohol duró un periodo considerable de tiempo, mientras que en los dos restantes (19, 6) las borracheras son episodios aislados.

Los tres chicos cuya adicción al alcohol es duradera dicen haber perpetrado o haber sido víctimas de violencia física en más de una ocasión. Señala el 23: "cuando supe la noticia [su novia lo engañó con su mejor amigo], me puse una borrachera… fue el motivo de cómo empecé con las borracheras, a fumar y hasta a probar drogas casi de todo tipo". Cuenta que en una ocasión, un chico "todo briago" quebró una ventana del internado. En realidad, nos dice, "eso de los golpes se veía cada fin de semana, en especial cuando pagaban la beca". Al emborracharse, el 2 se tornaba "un poco agresivo [y]… comenzaban las peleas y discusiones". El número 5 tomaba cada semana, sus borracheras terminaban en golpes y una vez "hasta la cárcel del municipio fui a dar". En otra ocasión no pudo salir por ocho días de su casa, "tenía los ojos morados y golpes por todo el cuerpo". Se reconoce como alcohólico porque "cada vez se toma en mayores cantidades y se cometen muchos errores". Decide buscar ayuda (no indica con quién) para dejar de beber y al lograrlo mejora su "concepción de la vida… después de haber vivido un infierno".

Por su parte, los relatos 19 y 6 contienen episodios, más que trayectorias, con la bebida, también relacionados con una desilusión amorosa. Dice el 6 que "deseaba llorar, pero no podía… Busqué desesperadamente a un amigo, tomamos unos tragos hasta que en mi profunda borrachera pude llorar. Lloré como quería llorar, con lágrimas gruesas y copiosas". El testimonio ilustra la noción de la masculinidad como camisa de fuerza en la que se ven atrapados los hombres desde temprana edad. Se trata de una coraza que no les impide darse cuenta de que tienen ganas de llorar, pero que sí les impide soltar el cuerpo y llorar libremente. En el plano de lo simbólico, el alcohol es codificado como una especie de tirabuzón, como artefacto casi mecánico que ayuda a romper aquella armadura y permite que las emociones afloren.

Algunos ironizan sobre sus experiencias amorosas, las presentan como una pérdida de identidad, de su verdadero yo que los conduce a hacer cosas que normalmente no harían. El enamoramiento no correspondido del 2 es un "apendejamiento completo", hizo "tarugadas" que lamenta, porque como dice el dicho, "a la mujer ni todo el amor ni todo el dinero". El 6 describe al enamoramiento como un proceso a través del cual una chica "nada excepcional" se hizo cada vez más "bonita", "atractiva", "dulce", "afable". Cuando ella lo rechazó entonces se prometió "arrancar a como diera lugar y para siempre los anteojos distorsionados con los que la había mirado".

El enamoramiento es minimizado, representado como una tontería pasajera, del tipo de cosas que les suceden a hombres inexpertos: "era mi primera novia y mi primer beso, por supuesto" (2). Al final del relato se restablece la seguridad masculina ante la pérdida de identidad momentánea que ocasiona el amor. Restablecer esta seguridad, que no da cabida a los sentimientos y los ridiculiza, es considerado una forma de madurar, de hacerse hombre. Esto, porque "ser vulnerable es lo contrario a ser masculino" (List, 2007:448). El control que los hombres deben tener "de sí mismos y de los demás", así como "el déficit de comportamientos cuidadosos y afectivos" constituyen una parte fundamental de la MH (Bonino, 2002).

No sorprende que ambos procesos –el de la consolidación de la masculinidad como estilo personal de ser hombre, y la inmersión en el alcoholismo– se den simultáneamente a lo largo de estos años de formación universitaria. Por efecto de la primera, los jóvenes aprenden a reprimir sus emociones y a mostrarse duros y agresivos como prescribe el canon. Gracias a la segunda, los jóvenes encuentran la válvula de escape a través de la cual pueden dar cauce a su energía afectiva. Masculinidad (como prisión) y alcoholismo (como fuga), son procesos concomitantes.

 

Conclusiones

Este artículo constituye un primer acercamiento a la construcción de la masculinidad en el contexto de una universidad pública mexicana. La UACh proporcionó un ambiente privilegiado para realizar este ejercicio puesto que tiene una matrícula mayoritariamente masculina que transita siete años por sus aulas. Buena parte vive en las residencias universitarias puesto que proviene de medios socioeconómicamente desfavorecidos. Los chicos ven en Chapingo una de sus muy escasas opciones para hacer estudios universitarios y conviven intensamente a lo largo de todo el año escolar.

Los testimonios analizados fueron concebidos como un producto cultural que expresa la visión dominante de masculinidad no sólo de los jóvenes que estudian en la UACh, sino también de las autoridades que premiaron el relato de un "hombre–campo" de escasos recursos que se hace a sí mismo superando obstáculos y adversidades. Un muchacho que aprovecha todas las ofertas recreativas y educativas de la institución, que tiene grandes planes para sí mismo y para el país, auto–contenido, poco expresivo en lo que se refiere a rompimientos, tropiezos y caídas. Un chico que sabe de los riesgos que la MH impone a los varones de su edad y que estoicamente los resiste. En pocas palabras, "una historia de éxito", un "perfecto ejemplo para la juventud".

Lo interesante del libro como producto cultural, a pesar de las autoridades, es que sólo cuatro de los 28 relatos construyen esta imagen positiva. La mayoría de los chicos tienen algo que decir sobre la poderosa interpelación de los mandatos y riesgos de la MH. Resalta la violencia ejercida por hombres de mayor edad en contra de los más jóvenes, que afecta su autoestima y vida cotidiana, al grado de que uno de ellos dejó sus estudios por sentirse acosado. Homosexuales "afeminados" describen violencia psicológica, física y sexual en su contra, demostrando la articulación de homofobia y misoginia entre estudiantes universitarios. Buena parte de los relatos describen el papel del alcohol en fortalecer lazos masculinos, negociar la hombría ante grupos de pares y evadir sentimientos y frustraciones.

El trabajo de Rivas (2004) fue de singular ayuda para ubicar los dos discursos que interpelan a los hombres en distintas etapas de su vida, así como su transitar de un discurso al otro. El hecho de que muchos chicos hayan tenido problemas con el alcohol y escriban con un tono didáctico, con mensajes moralistas sobre este "vicio", nos hace pensar que asumen acríticamente ambos discursos dominantes sobre la masculinidad. Es decir, los relatos presentan pocas alternativas identitarias ante las limitadas opciones que la sociedad les ofrece en su paso de la juventud a la edad adulta.

Hay que rescatar, sin embargo, algunos relatos que sí construyen visiones alternativas de lo que significa ser hombre en la universidad, es decir, testimonios que muestran las contradicciones y resquebrajamientos del modelo de la MH. Chicos recién llegados o "pelones" cuestionan el imperativo de seducir, tener sexo con varias mujeres y separarlo del enamoramiento. Queda pendiente preguntarse qué pasa cuando estos "pelones" se convierten en "ingenieros", es decir, cuando ocupan un lugar más alto en la jerarquía masculina. Asimismo, los relatos escritos por homosexuales hablan de machismo, sexo protegido, expresión de cariño y sentimientos, temas ausentes en el resto de los relatos. Estos testimonios, aunque escasos, son prueba del carácter social e histórico de la masculinidad. Nuestro estudio demuestra que ésta es una construcción social recreada, reproducida y reinventada cotidianamente por actores sociales diferenciados por edad, orientación sexual y otros factores. A pesar del enorme poder de los mandatos que influyen en su accionar cotidiano, estos actores buscan nuevas formas de "ser humano y libre" en el ámbito universitario. Una investigación ulterior deberá revelarnos en qué medida estos chicos logran construir nuevas formas de ser hombre y ser joven en nuestra sociedad.

 

Referencias

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Notas

1 Esta expresión es, a su vez, producto de una concepción de la masculinidad como coraza, que debe resistir los golpes externos sin "rajarse" ni quebrarse", y que supone que mostrar dolor es una muestra de debilidad.

2 Seguramente estas situaciones se presentan en otros medios. Según Bloomfield et al. (2006), los hombres sobrepasan a las mujeres en prácticamente todas las categorías relacionadas con la bebida: prevalencia en el uso, niveles de consumo, incidencia de problemas con el alcohol y alcoholismo; esta es una de las pocas diferencias de género que es verdaderamente universal. En México, el alcohol es una de las sustancias más consumidas y socialmente aceptadas. Desde la época prehispánica, pasando por la Colonia y hasta nuestros días, los hombres han tenido más libertad para beber que las mujeres (Brandes, 2002). Dos de cada cinco varones (de 15 a 24 años) de la Ciudad de México creen que ser alcohólicos o drogadictos es lo que más caracteriza a los hombres (Charry y Torres, 2005).

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