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Revista mexicana de investigación educativa

Print version ISSN 1405-6666

RMIE vol.13 n.37 Ciudad de México Apr./Jun. 2008

 

Reseña

De golpes de timón, vueltas de tuerca y volteretas

 

Teresa Yurén*

 

Da Porta, E. y Saur, D.G. (coords.) (2008). Giros teóricos en las Ciencias Sociales y Humanas, Córdoba, Argentina: Comunicarte.

 

* Profesora-investigadora del Instituto de Ciencias de la Educación. CE: yurent@intermor.net.mx.

 

Para empezar a girar

La obra se organiza en siete capítulos que contienen 29 trabajos de investigadores(as) de México y Argentina. Me permito abordar la obra desde una mirada interesada en la educación y siguiendo el orden de las imágenes que me evocaron los trabajos presentados; imágenes que están ligadas a algunos de los múltiples significados del término "giro". La primera es la del "golpe de timón" que provoca un cambio en la dirección; visto así, el giro tiene sabor de aventura; demanda creatividad y atención para enfrentar el reto de no perderse. La segunda imagen es la de la vuelta de tuerca, es decir, el movimiento de un cuerpo sobre sí mismo. Es una suerte de insistencia para ir profundizando; el reto, en este caso, consiste en evitar que, en aras de la profundización, se cierre la comunicación con otras vías de acceso al punto alcanzado. Girar es también dar volteretas, hacer cabriolas, piruetas, movimientos en los que el cuerpo se mueve de lugar y se eleva por momentos, para tocar de nuevo el piso; es un tipo de giro que puede provocar vértigo; el reto que se enfrenta es el de aterrizar con los pies firmes, sin perder el equilibrio.

 

Golpes de timón

Sin duda, uno de los trabajos que más recuerda un golpe de timón es el de Teresa Dalmasso. El título "¿Del giro lingüístico al giro semiótico?" es comprensible cuando la autora afirma que la producción de sentido es indisociable del discurso y que, para que el segundo giro se complete, es menester considerar a la Semiótica como metodología, poniéndola a operar interdisciplinariamente.

Adriana de Miguel hace un recuento de varios giros. Alude al giro lingüístico que focaliza los juegos de lenguaje, dejando en segundo plano el problema de su función representativa. Se refiere después al giro gramatológico que va del significado trascendental a la operación deconstructiva. Remata con el giro espectográfico que conduce de la temporalidad lineal significante a la virtualidad hipertextual.

Una muestra del giro semiótico lo constituye el trabajo de Alicia de Alba quien, frente al multiculturalismo y la interculturalidad, prefiere hablar de contacto cultural, entendido como el intercambio de universos semióticos, diferentes maneras de sensibilidad, inteligibilidad y relaciones entre distintos grupos. Señala el papel nodal de los tropos y los cronotopos en la constitución ontológica de las culturas y las subjetividades, y sostiene que para analizar un proceso de contacto cultural es indispensable considerar la dimensión figural del lenguaje.

Ana Beatriz Ammann, al reflexionar sobre los desafíos metodológicos de una perspectiva semiótica, nos recuerda que no hay que temer a la totalidad, sino a la solidificación, y que el giro semiótico obliga a considerar el cruce de diversos saberes respecto de las condiciones materiales y sociales de producción y circulación de los productos discursivos que analizamos, así como de las propiedades de la discursividad y las formas de reconocimiento, recepción y consumo de las significaciones. Alude al problema de los dispositivos mediáticos que estabilizan el discurso articulándolo a las condiciones histórico-políticas de existencia.

El trabajo de Eva Da Porta toma como pretexto el campo poco formalizado de la comunicación para insistir en que un campo como éste obliga el giro hacia la transdisciplina, entendida como un estado de permanente intervención de marcos, modelos y conceptos provenientes de distintos, variados y hasta incompatibles espacios de producción teórica. Se trata, entonces, de una (in)disciplina que permite perseguir el objeto de estudio, revisarlo y redefinirlo creativa y reflexivamente.

Ileana Rojas gira hacia el análisis conceptual al buscar sus derivaciones metodológicas. Practica el rastreo de las formas de producción discursiva en el contexto de las problematizaciones y jerarquizaciones del campo educativo; busca pistas que le permiten entretejer redes de relaciones y significaciones, desmontar y rastrear trayectorias, ubicar distinciones clave y encontrar los cruces y anudamientos de líneas de argumentación.

El giro de Mercedes Ruiz da lugar a un nuevo campo problemático, pues ve la calle como un espacio de formación y constitución de identidades políticas. Alarga la mirada al contexto urbano y a movimientos sociales contemporáneos sin dejar de ver lo educativo. Entreteje la problematización de lo urbano, lo educativo y lo político para reconstruir un proceso imbricado que produce, fuera de los espacios escolares, múltiples sentidos de la formación.

El trabajo de Sandra Carli se refiere al debate modernidad-posmodernidad en educación y a los giros teóricos que se dan en Latinoamérica gracias a la vinculación de ciertos grupos de investigadores con el pensamiento crítico posmoderno. Se refiere al giro lingüístico, al giro cultural, y al uso de la teoría como caja de herramientas que permitió analizar el sistema educativo moderno como dispositivo de homogeneización cultural, al tiempo que se gestaba un pensamiento posmoderno interesado en la diferencia. Con agudeza, nos previene de los peligros que hay en algunas formas de dar el giro: uno consiste en la tendencia al vaciamiento de referencias empíricas; otro radica en cierta estetización que va en detrimento de los argumentos críticos en la lectura de lo real; otro más se traduce en hermetismo que dificulta la comunicación con el saber. Nos recuerda que la postura posmoderna no garantiza un pensamiento progresivo y que el peso de las perspectivas filosóficas, lingüísticas o literarias puede des-especificar lo educativo al ampliar el objeto de análisis.

 

Vueltas de tuerca

Lo imaginario es una noción ambigua. Raúl Anzaldúa da una vuelta de tuerca sobre esta noción rastreándola en diversas disciplinas, épocas y autores. Pone el acento en las paradojas a las que nos conduce trabajar lo imaginario: es in-definido e in-definible porque es fuente de todas las formas y figuraciones, y sólo se puede hablar de lo imaginario partiendo de la lengua; podemos aproximarnos a lo imaginario a través de metáforas y analogías, pero sin perder de vista que no es sustantivo, sino verbo, esfuerzo, creación de sentido; es el lugar de la creatividad, pero también es lo que marca el límite de lo pensable y decible en una época y sociedad determinadas. Se encuentra en el lugar de la autonomía, pero también es el espacio de la heteronomía del implacable sometimiento a un poder ajeno. Para investigar el imaginario -nos dice- hay que trabajarlo en las formas metafóricas en las que se presenta, en las producciones de sentido instituidas.

Marco Jiménez también da una vuelta de tuerca sobre las identidades imaginarias. Poniendo en orden las nociones, señala que las significaciones sociales imaginarias crean determinados mundos, modos económicos de organización y producción, instituciones políticas, grupos sociales, nacionales o étnicos, todo lo cual conforma identidades que se expresan a través de representaciones, afectos, deseos y acciones propios de cada uno. Más allá de la homogenización, el discurso señala hacia un sentido que puede ser percibido. A éste hay que atender para reconocer esa forma de actuación sintética que es lo imaginario.

La vuelta de tuerca que da Pilar Padierna va en torno a la interpelación. La modificación de identidades locales se da a partir de la adhesión o rechazo a diversos sistemas de interpelación. Vislumbrar la interpelación es posible rastreando en las enunciaciones de los sujetos las autorrepresentaciones que elaboran para hacer legible su participación y dar sentido a sus acciones, pero sin perder de vista que ningún discurso de interpelación abarca de manera plena un espacio social, y que los sujetos interpelados se inclinan sólo por los elementos que llenan su falta.

Una vuelta de tuerca sobre el sujeto social se la debemos a Rosa Nidia Buenfil quien analiza los trabajos de Laclau y Mouffe para distinguir, en la constelación conceptual que han construido, cuatro momentos en el tratamiento del sujeto. El primero alude al sujeto que se constituye en las prácticas hegemónicas mediante actos de identificación siempre contingentes; en el segundo, se subraya la libertad e indeterminación en razón de la falta constitutiva; en el tercero, se trata del sujeto de la decisión que se constituye en la tensión entre la alienación ante el mandato y la posibilidad abierta por la dislocación. El último destaca al sujeto popular que emerge en la progresiva renegociación entre homogeneización y diferenciación social.

El trabajo de Fabiena Martínez y Sandra Savoni es otra vuelta de tuerca sobre el sujeto que se centra en los trabajos de Pêcheux y Foucault, coincidiendo con ellos en la crítica que hacen a la figura del sujeto como punto soberano instituyente del sentido y fuente de la autonomía de la práctica discursiva. Así, a la pregunta ¿quién habla? responde con Pêcheux: la formación ideológica que atraviesa al sujeto y se adueña de él a través del lenguaje. Con Foucault, la respuesta es: "se habla" como efecto de dispositivos de poder/saber; la sujeción es inevitable y la liberación no trabaja hacia un exterior del poder sino hacia la transformación de las relaciones localizadas.

Adriana Borja invita a efectuar una vuelta de tuerca en torno al género, viéndolo como marca cultural que delimita identidades privadas y públicas a partir de conductas relacionadas con una organización social de la sexualidad. Al reconocer el signo como un sistema de intercambio social entre sujetos cuya utilización está impregnada de las evaluaciones sociales del momento, y al considerar el andamiaje sígnico como factor de poder, se entiende que el código genérico posea como característica diferencial una especial relación de poder.

José Carbajal insiste en el tratamiento de lo tecnológico, argumentando que se trata de algo que hoy está modulando con mayor fuerza que en el pasado el universo simbólico de nuestras sociedades. Las Tecnologías de la información y de la comunicación constituyen un objeto emergente que demanda transformaciones en los cuerpos de intelección y análisis. Al articularse con lo educativo, entendido como el tejido simbólico estructurante de la subjetividad, este último se complejiza, representando un reto para la reflexión teórica.

Una vuelta de tuerca sobre los saberes socialmente productivos es la que da Lidia Mercedes Rodríguez tomando como eje la educación de jóvenes y adultos, en una sociedad donde la escolarización se ve como la vía legítima para la inclusión que pasa por la certificación y el acceso al mundo productivo. Pensar esta problemática, dice, hace necesaria una mirada que explore opciones viables posibles al nivel de la coyuntura y la microsituación, que es el lugar de la praxis de los agentes sociales.

Invitando a pensar desde Latinoamérica, Silvia Roitenburd retoma el tema de la hegemonía en clave gramsciana, que fue replanteado y enriquecido por los aportes de Laclau. Se trata, dice, de problematizar los lugares comunes que proliferan en el análisis histórico, no para sumar nueva información, sino para abrir interrogantes acerca de las condiciones de posibilidad para un discurso alternativo.

La profesionalización docente es el significante que Myriam Southwell se propone explorar en relación con las nuevas regulaciones del trabajo docente. Su análisis la lleva a advertir que la descentralización no ha sido sino relocalización de la centralidad, pues la emergencia de un orden fragmentado no contradice la existencia de un centro regulador y, también, que la conformación de cuasi mercados educativos no ha alcanzado a producir una desregulación del campo.

El pensamiento sarmientino es vuelto a analizar por Juliana Enrico, pero con un giro que permite ver su efecto de articulación de los principales significantes de la pedagogía normalista en los orígenes del sistema educativo argentino. Revela cómo ese ideario se orienta a sustentar que la instrucción nacional es el pasaje de la inculturalidad natural del pueblo al estado de cultura, y que la escuela es civilizadora y normalizadora de diferencias sociales.

 

Las volteretas

Las vueltas de tuerca conducen, en suma, a ver de otro modo algo que ya se había visto, a usar las tuercas de otro modo o a sustituir las herramientas. De ahí su potencia epistémica. Las piruetas la tienen en otro sentido: son giros que empiezan en un punto y acaban en otro.

La posibilidad del vértigo parece advertirla Pampa Arán cuando dice, con respecto a la literatura, que cada giro teórico vuelve a señalar el lugar exotópico de ésta. Su análisis le permite afirmar que la teoría en el campo de las ciencias humanas vale la pena si, más que descubrir la verdad, se propone mostrar un régimen colectivo de producción de la verdad mostrando los vínculos entre los cambios históricos, sociales y políticos y los cambios estéticos.

Un conjunto de piruetas son las disgresiones acerca de la interdisciplina, a cargo de Facundo Ortega. Denuncia que la desaparición de las fronteras entre ciencia, filosofía y literatura conduce a la proliferación del uso salvaje de los conceptos, sin respetar su origen, el contexto en que han sido elaborados y la meta perseguida por quienes lo han introducido, al tiempo que argumenta que el círculo vicioso de las disciplinas que se autoanalizan sólo puede transformarse si se buscan los orígenes y las transformaciones del orden simbólico.

También Guillermo Saur parte de un reclamo cuando acusa la proliferación de trabajos sobre la realidad social, política y cultural que acaban o en la simple descripción y/o narrativización del referente empírico, o bien, en una aplicación de la perspectiva teórica adoptada con la finalidad de dar cuenta de dicho referente. Advierte una grave dificultad para resolver la tensión entre el posicionamiento teórico y el referente empírico de la investigación y argumenta en favor de la producción de categorías intermedias que pueden o no estar inscritas en una teoría mayor, pero siempre delimitan y focalizan algún aspecto empírico para hacerlo inteligible. Esto, advierte, requiere de un posicionamiento ontoepistémico, que se traduce en un horizonte de intelección. Desde esta perspectiva, la categoría intermedia es una abstracción que brinda claves de lectura y permite focalizar, ordenando la maraña de acontecimientos menores y caóticos, pues captura a modo de síntesis; requiere de creatividad y extrañamiento, y opera como metáfora que ayuda a ver y organizar las regularidades de la dispersión presente en los procesos sociales.

Gabriela Simon ve en el malestar que produce hoy en día la relación entre universidad y democracia los indicios de una crisis de significaciones imaginarias sociales y de la pérdida del potencial de intervención ético social de la universidad sobre la sociedad civil. Su texto llama a desnaturalizar los discursos y las prácticas universitarias, asumiendo los indicios como elementos reveladores. Desde esta perspectiva, valen la pena los giros teóricos que atienden al íntimo entrecruzamiento de la vida universitaria con lo político.

Adela Coria ve un problema complejo -el de la institucionalización de la pedagogía en una universidad- en un periodo de 20 años en el que hubo tres golpes de Estado y estaba en juego la autonomía universitaria y revela las acrobacias metodológicas para analizar la intersección de tres campos de problemáticas: la configuración de la disciplina, la conformación de los sujetos universitarios y el campo institucional universitario, todo ello atravesado por la conflictividad del campo político. Su revelación muestra, sin lugar a dudas, la necesidad de construir el método para cada problema que se estudia, sin temer a los giros, pero cuidando el equilibrio.

Una pirueta con aire de desvelo es la de Gustavo Blázquez, quien reconoce que la noche se ha hecho joven y la juventud se ha (re)ligado metonímicamente con la noche. En la noche, el sujeto hace el ambiente que lo hace ambientero, se destaca la forma de comunicación proxémica y se montan las escenas a partir de las cuales se construye una imaginería y modos de subjetivación peculiares. El discurso narrativo pierde interés en favor de otras modalidades de comunicación situacional, performativa e interactiva y ello conduce a la pregunta por la metodología y a la necesidad de construcción del método.

Silvia Fuentes apuntala su propuesta de utilizar la noción de identidad marginal, que ella aplica a las identidades emergentes en la educación ambiental. Apoyada en la idea de que la constitución de identidades, al no estar anclada en principios absolutos, involucra ordenaciones que se constituyen sobre la base de la relación entre necesidad y contingencia, señala que la marginalidad, por su carácter ambiguo, opera como fisura, pero también como oferta de sutura que puede tener una fuerte carga de utopía.

Como una voltereta, Cristina Mata propone la noción de "ciudadanía comunicativa". Advierte que no se trata de asimilar las nociones de "ciudadanía" y "públicos", sino partir de la tensión constitutiva del orden político cultural de nuestro tiempo y encontrar vías para entender las condiciones que permitirían superar la condición de impotencia o de indefensión de quienes se asumen como público, al tiempo que se piensa la ciudadanía en el marco de sociedades mediatizadas. Esa noción, dice Mata, es el reconocimiento de la capacidad de ser sujeto de derecho y demanda en el terreno de la comunicación pública.

El último ensayo de esta obra -el de Ofelia Cruz- invita a una reflexión sobre los usos conceptuales. La autora nos recuerda que se trata de una labor de artesano imaginativo, que más que exactitud, busca rigor. Es una invitación a leer deconstructivamente el campo de la pedagogía, entendiendo que los conceptos generan y participan en juegos y marcan rumbos. También nos recuerda que hoy en día en el tratamiento teórico de la pedagogía es ineludible partir de diferentes perspectivas analíticas y campos disciplinarios.

 

Para terminar

Hay sin duda un aire de familia en los trabajos, pero se pueden apreciar posiciones distintas y a veces encontradas. El lector atento podrá establecer el diálogo con cada uno de los autores y ponerlos a ellos mismos en un diálogo productivo y enriquecedor. La obra en su conjunto es una caja de herramientas, un espacio con múltiples pistas por transitar, un motivo de estudio y reflexión y, especialmente, una invitación permanente a atreverse a dar vueltas de timón, a procurar siempre otra vuelta de tuerca y a hacer cabriolas sin perder el equilibrio.

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