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Convergencia

On-line version ISSN 2448-5799Print version ISSN 1405-1435

Convergencia vol.19 n.60 Toluca Sep./Dec. 2012

 

Artículos científicos

 

El racismo en los discursos de los patrones argentinos sobre inmigrantes laborales bolivianos. Estudio de caso en un lugar de trabajo en Córdoba, Argentina

 

Racism in the discourses of argentinean bosses about bolivian labor migrants; a case study in a workplace in Cordoba, Argentina

 

Cynthia Alejandra Pizarro

 

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)-Universidad de Buenos Aires (UBA)/ pizarro.cynthia@gmail.com

 

Recepción: 17 de enero de 2011.
Aprobación: 25 de octubre de 2011.

 

Abstract

The aim of this paper is to undertake a case study in order to inquire how racism appears in the discourses of Argentinean bosses about Bolivian migrants who live and work in a settlement where bricks are manufactured, located in the periurban zone of the city of Cordoba, Argentina. Assuming that discursive practices are constitutive and constituent of social facts, we develop an appropriate analytical framework for the study of everyday racism. Based on the analysis of ethnographic fieldwork records and news regarding Bolivian immigrants published in local graphic media, we address the ways in which racism is reproduced, bearing in mind the particular socio-historical context in which Bolivians were visualized as immigrant workers. We argue that the boss of the analyzed workplace and his close family use racist stereotypes and prejudices, thus justifying and naturalizing the assignation of Bolivian workers to tough and badly paid posts, as well as the precarious and informal conditions of the production process.

Keywords: racism, discourse, bolivian migrants, workplace, Cordoba-Argentina.

 

Resumen

En este artículo realizamos un estudio de caso que indaga las maneras en que se manifiesta el racismo en los discursos de los patrones argentinos sobre inmigrantes bolivianos que viven y trabajan en una fábrica de ladrillos, localizada en el periurbano de la ciudad de Córdoba, Argentina. Considerando que las prácticas discursivas son constitutivas y constituyentes de lo social, desarrollamos un entramado analítico para estudiar el racismo cotidiano. Con base en el análisis de registros de trabajo etnográfico y de noticias publicadas en medios gráficos locales, abordamos las maneras que asume el discurso racista, teniendo en cuenta el contexto socio-histórico donde se visibilizó a los bolivianos como inmigrantes laborales. Argumentamos que el patrón de este lugar de trabajo y sus allegados emplean estereotipos y prejuicios racistas para justificar y naturalizar tanto la asignación de los bolivianos a trabajos duros y mal pagados como las condiciones de precariedad e informalidad del proceso productivo.

Palabras clave: racismo, discurso, inmigrantes bolivianos, lugar de trabajo, Córdoba-Argentina.

 

Introducción

El objetivo de este artículo1 es realizar un estudio de caso que indague las maneras en que se manifiesta el racismo en los discursos de los patrones2 argentinos sobre los inmigrantes bolivianos, que viven y trabajan en un lugar de trabajo ubicado en una metrópoli argentina. Nos interesa mostrar cómo opera el racismo construyendo las identidades de los trabajadores y sus posiciones laborales con base en la atribución de ciertos estereotipos y prejuicios raciales que naturalizan la desigualdad social. Concretamente, nos referiremos a las maneras en que los trabajadores bolivianos son caracterizados por sus patrones nativos en una fábrica de ladrillos localizada en el periurbano de la ciudad de Córdoba, Argentina

Según Foucault (1996), el racismo es un mecanismo propio de la modernidad mediante el cual se ejerce el biopoder, es decir, se justifica la muerte directa (homicidio) o indirecta (exclusión) del Otro con base en una supuesta diferencia radical, atribuida a ciertas características biopsíquicas o culturales irreductibles. El disciplinamiento de los cuerpos y la regulación de las poblaciones son logrados mediante las dos lógicas que atraviesan al racismo, propuestas por Wieviorka (2009): la de la jerarquización o interiorización y la de la diferenciación. La lógica de la jerarquización o inferiorización incluye en la sociedad a quienes son objeto de las discriminaciones pero posicionándolos en las últimas jerarquías, lo que legitima su explotación y dominación en el marco de la racialización de las relaciones de clase (Margulis, 1999). La lógica de la diferenciación plantea la irreductibilidad de las diferencias culturales de los grupos definidos como razas, excluyendo las posibles interacciones en el seno de una misma sociedad.

Estas lógicas nunca se dan de manera pura, antes bien, se yuxtaponen tanto en los discursos ideológicos más o menos elaborados y formalizados, como en ciertas prácticas cotidianas: masacres, discriminación, explotación, segregación, entre otras. La racialización de los inmigrantes laborales se vincula con una forma particular de exclusión (Wieviorka, 1994), ya que si bien son incorporados socialmente, pues entablan relaciones laborales con los nativos, las proclamadas diferencias raciales coadyuvan a su disciplinamiento y explotación en el marco de la lógica de la jerarquización-inferiorización. Además, su exclusión política y cultural es posibilitada por la lógica de la diferenciación, lo que justifica la imposibilidad de reconocerlos como sujetos de derechos políticos y de integrarlos a la tradición nacional debido a su ciudadanía extranjera y a su alteridad cultural.

Los procesos discursivos han jugado un importante rol en la racialización de los inmigrantes laborales. En Argentina, en la década de 1990 y principios de los 2000, el discurso público de funcionarios y medios de comunicación definió como indeseados a ciertos inmigrantes (los regionales provenientes de otros países de América del Sur y los asiáticos), apelando a estereotipos raciales.3 Así, ciertos mensajes cuya función informativa manifiesta era describir un aspecto de la realidad, operaron también en otros niveles evaluándola y construyéndola ideológicamente de manera normativa (Verón, 1971). En el caso de la criminalización de los inmigrantes regionales en Argentina, este proceso disciplinario y regulador, creador de clasificaciones discriminatorias naturalizadas, no sólo tomó cuerpo en el discurso público sino también en distintos ámbitos de socialización en los que los definidos como inmigrantes interactúan con los considerados nativos: las calles, la escuela, los medios de transporte y los lugares de trabajo, entre otros.

En esta ocasión nos concentramos en analizar la manera en que estas clasificaciones racializadas sobre los trabajadores bolivianos son utilizadas por el patrón, sus familiares y el encargado de una fábrica de ladrillos localizada en el periurbano de la ciudad de Córdoba, capital de la provincia homónima. En esta región, el sector de la fabricación de ladrillos4 constituye uno de los principales ámbitos donde los bolivianos se insertan en el mercado laboral como mano de obra no calificada y en condiciones de precariedad e informalidad., tal como se puede apreciar en los siguientes datos.

Según nuestro análisis de los resultados del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas de 2001 (aún no se dispone de los resultados del censo realizado en 2010), la población boliviana residente en la provincia de Córdoba representa el 0,22% del total provincial. La comunidad boliviana en esa provincia es la cuarta en importancia entre las provincias de la República Argentina y, al igual que en el resto de ese país, es la comunidad de extranjeros más grande. El 45% de los bolivianos residentes en Córdoba tiene entre 20 y 45 años y forma parte de la población económicamente activa.

Domenach y Celton (1998), con base en una encuesta que hicieron en la comunidad boliviana en la ciudad de Córdoba a fines de la década de 1990, señalan que si bien la migración boliviana a la ciudad de Córdoba data de por lo menos la primera mitad del siglo XX, el flujo más reciente y numeroso procede mayoritariamente de áreas rurales campesino-indígenas de los departamentos de Cochabamba, Potosí y Tarija. Además, dichos autores plantean que los bolivianos se articulan de manera subordinada en el mercado de trabajo, realizando labores que se caracterizan por la informalidad, fragilidad y transitoriedad de los contratos laborales, por las escasas oportunidades para la movilidad ascendente, por la mínima calificación profesional requerida y por la precariedad de las condiciones laborales.

Coincidentemente, según nuestro análisis de los datos censales de 2001, el 24,85% del total de los inmigrantes bolivianos que residen en la provincia de Córdoba trabaja en el rubro de la construcción; le sigue en importancia agricultura, ganadería, caza y silvicultura, con el 15,25%; luego los rubros Industria Manufacturera y Comercio, y Repuesto de vehículos automotores, Motocicletas y Efectos Personales que tienen el 13,7 y el 13,87%, respectivamente. El otro rubro que sigue en importancia es el de Servicios de Hogares Privados que contratan servicios domésticos, con el 12,66%. Es decir, el 82% de los trabajadores bolivianos en la provincia de Córdoba trabajan en los cinco rubros descritos precedentemente, lo cual evidencia que los bolivianos se articulan de forma segregada en el mercado de trabajo cordobés, al igual que lo señala Sala (2008) para los inmigrantes procedentes de países limítrofes en el resto de Argentina.5

Bologna (2010), en su análisis de los datos censales de 2001, señala la escasa escolarización de la población boliviana económicamente activa residente en la provincia de Córdoba. Por otra parte, en nuestro estudio de los resultados de ese censo hemos apreciado que no se les contemplan sus derechos laborales sociales al 70,53% de los trabajadores bolivianos de la provincia, es decir, ni les descuentan ni realizan aportes previsionales.

En cuanto a la precariedad laboral en las fábricas de ladrillos, la Secretaría de Trabajo del Gobierno de la Provincia realizó en abril de 2006 un estudio de los cortaderos de ladrillos6 y de las quintas7 hortícolas de la periferia de la ciudad de Córdoba. De acuerdo con sus resultados, el 96% de los trabajadores cobraban sus salarios sin estar registrados legalmente y sin que se realizaran sus aportes previsionales, y el 65% no tenía regularizada su situación migratoria (eran "indocumentados"). Además, 62% de los trabajadores eran inmigrantes bolivianos, 4% eran inmigrantes peruanos y 34% eran argentinos.

Según las apreciaciones realizadas por diversas personas8 vinculadas con la fabricación de ladrillos durante nuestro trabajo de campo en la ciudad de Córdoba, hasta hace diez o quince años los trabajadores del sector eran inmigrantes internos provenientes de diversas provincias, los que fueron progresivamente reemplazados por inmigrantes bolivianos. Asimismo, se aprecia que gradualmente algunos bolivianos han iniciado sus propias fábricas de ladrillos, reemplazando de ese modo a los antiguos patrones quienes eran, por lo general, inmigrantes italianos que arribaron a Argentina a mediados del siglo XX, o a sus hijos.

Entonces, puede decirse que el sector de la fabricación de ladrillos constituye un nicho de trabajo etiquetado como nicho de inmigrantes recientes. Herrera Lima se refiere con este concepto a "nichos de mercado en actividades económicas que de hecho no podrían existir y renovarse a lo largo del tiempo si no fuera por la presencia renovada de sucesivas olas de inmigrantes" (2005: 171). Este autor señala que en este tipo de nichos, los patrones "tienden a ser personas pertenecientes a inmigraciones anteriores, que han podido abandonar los trabajos más descalificados y peor pagados [...] para ubicarse como propietarios [...] Quienes trabajan en forma mayoritaria en estos establecimientos, se identifican por su condición de inmigrantes recientes y, en general, indocumentados" (Herrera Lima, 2005: 181). También plantea que este tipo de nichos diferenciados en el mercado de trabajo se caracterizan por estar estructurados por esquemas de segregación relacionados con la etnia, la nacionalidad y el carácter de inmigrante o nativo de la fuerza de trabajo. Así, la inserción de las personas en las distintas posiciones laborales depende del origen étnico o nacional, de la condición de inmigrante y del momento de arribo a la sociedad de destino.

Wolf (1993) sostiene que las clasificaciones que diferencian a la fuerza de trabajo y que asignan ciertos trabajadores a determinadas posiciones laborales y a otros trabajadores a otras en virtud de sus características culturales o raciales, dan forma a una segmentación étnica del mercado de trabajo que resulta funcional a las actuales modalidades de acumulación del capital.9 En el caso de los nichos de trabajo destinados a inmigrantes recientes, la adecuación de ciertos inmigrantes para ocupar las posiciones laborales más desfavorables es justificada a través de jerarquías culturales y discriminaciones étnico-nacionales que muchas veces se basan en estereotipos y prejuicios raciales.

Retomando el llamamiento realizado por Reygadas (2002) sobre la necesidad de analizar los vínculos bidireccionales entre cultura y trabajo para estudiar la influencia que tiene la acción semiótica sobre el proceso productivo, en este artículo nos focalizamos en un estudio de caso que indaga sobre las maneras en que el patrón de una fábrica de ladrillos y sus allegados producen y resignifican el discurso racista sobre los trabajadores bolivianos, justificando su asignación a posiciones laborales que se caracterizan por la precariedad y la informalidad. Argumentamos que tanto las condiciones precarias de vida y de trabajo de los inmigrantes como la regulación informal de las relaciones laborales están íntimamente imbricadas con elementos de sentido que apelan a ciertas distinciones étnico-raciales entre los trabajadores (auto) definidos como "bolivianos"10 y los patrones (auto) definidos como "criollos" o "gringos".

 

Un entramado analítico para el estudio de la producción discursiva del racismo

Diversos investigadores estudiaron las relaciones entre el racismo, el discurso y los procesos de producción de subjetividades —entre ellos, Foucault (1996) y Wieviorka (1994 y 2009)—. Así, se interesaron por las maneras en que el discurso produce conocimiento y relaciones sociales desiguales con base en criterios racializantes y, a la vez, recluta individuos para ocupar diferentes lugares o posiciones sociales. Estas nominaciones, atravesadas por relaciones de poder, justifican y naturalizan la desigualdad, la cual es explicada mediante conexiones pseudo-causales que conectan a ciertas minorías consideradas como comunidades de descendencia con determinados rasgos biológicos (genéticos y fenotípicos), psicológicos, sociales y culturales colectivos, considerados como invariables. De este modo, el discurso racista es eminentemente ideológico tanto en su nivel referencial: lo que dice sobre la realidad, como en su nivel performativo: la realidad que crea, reproduciendo o transformando estructuras sociales desiguales. A continuación sistematizamos un marco conceptual con el objeto de proponer un entramado analítico relevante para estudiar cómo se manifiesta el estudio del racismo cotidiano (Wodak y Reisigl, 1999) en el discurso del patrón y sus allegados en el caso en estudio.

Considerando la dimensión textual del discurso propuesta por Fairclough (1992), en la producción discursiva racializante, el contexto y los puntos de vista del enunciador pueden ser estudiados analizando las maneras en que los hablantes expresan ciertos prejuicios y estereotipos. Quasthoff (1989) distingue cuatro categorías de expresiones de estereotipos: generalizaciones universales, generalizaciones restringidas, aseveraciones particulares explícitas y aseveraciones particulares implícitas. Por su parte, Van Dijk (1984) propone el estudio de las estrategias argumentativas utilizadas para racionalizar la discriminación: dominación, diferenciación, distancia, difusión, diversión, despersonalización o destrucción y discriminación diaria. También sugiere el estudio del uso de la memoria semántica, de la memoria episódica y del sistema de control para indagar sobre las estrategias a través de las cuales el hablante usa o no ciertas expresiones prejuiciosas.

A fin de considerar el contexto en la dimensión del discurso como práctica discursiva, algunos autores (Fairclough, 1992; Van Dijk, 1990) proponen analizar desde dónde se dice lo que se dice y qué se pretende hacer con lo que se dice. Wodak y Reisigl (1999) se refieren al análisis semántico del discurso racista que identifica símbolos colectivos que son compartidos interdiscursivamente y que están cargados de afectividad, los cuales son utilizados por los grupos hegemónicos para estigmatizar, marginalizar y excluir a grupos minoritarios. Además, dichos autores señalan la pertinencia del enfoque discursivo-histórico para el estudio de este tipo de discurso, que trata de integrar sistemáticamente toda la información contextual disponible. Sugieren, al igual que Van Dijk (1997), considerar el contexto social más amplio además del contexto discursivo, es decir, las macroestrategias discursivas a través de las cuales se construyen los grupos sociales incluidos-excluidos de ciertas identidades, trabajos, etc. Recomiendan, por ejemplo, el análisis de los elementos prejuiciosos que aparecen en el discurso público.

En relación con la dimensión del discurso como práctica social (Fairclough, 1992) que atiende a las maneras en que las disputas hegemónicas se manifiestan en el discurso, Hanks (2005) plantea que las distinciones semióticas a través de las cuales se clasifica lo social son naturalizadas de forma tal que quienes las utilizan no pueden reconocer las relaciones de fuerza que operan en la construcción de dichas distinciones. Así, este autor propone estudiar la formación social de los hablantes, incluyendo su disposición para usar el lenguaje de ciertas maneras, para evaluarlo de acuerdo con valores instalados socialmente y para corporizar ciertas expresiones en los gestos, las posturas y la producción lingüística.

 

Metodología

Tomando en cuenta los aportes que hemos reseñado, en este artículo consideraremos los siguientes recursos analíticos correspondientes a los tres niveles del discurso:

a) Discurso como texto. Se tiene en cuenta la manera en que los enunciadores expresan sus puntos de vista en relación con los estereotipos racializantes que reproducen, mediante el uso de estrategias argumentativas, de la memoria y de sistemas de control.

b) Discurso como práctica discursiva. Esta dimensión apunta a la forma en que lo dicho se relaciona con estructuras de sentido más amplias (contexto) y opera sobre la realidad recreando ciertas desigualdades racializadas, a través tanto de la intertextualidad como de la utilización de símbolos colectivos cargados de afectividad que movilizan sentimientos y actitudes, transformándolas en estereotipos discriminatorios.

c) Discurso como práctica social. Se indaga sobre la manera en que las distinciones semióticas que clasifican lo social con base en criterios racializantes son naturalizadas por los hablantes, quienes son socializados en estas estructuras de sentido y las reproducen acríticamente. El contexto incide en la formación social del hablante por medio de valores instalados que se expresan en la producción verbal, gestos y posturas.

El corpus empleado en este trabajo está compuesto por dos conjuntos de registros. Por un lado, con el objeto de atender al contexto social, se consideraron las noticias referidas a la problemática de los inmigrantes bolivianos publicadas en los dos periódicos locales de mayor tiraje11 entre 2005 y 2010. Se procedió a buscar en los archivos de ambos periódicos las noticias que se refirieran a los bolivianos. Una vez identificadas las noticias relevantes, se procedió a clasificarlas en temáticas y secciones. Las secciones son aquellas definidas por el periódico: Ciudadanos y sociedad; Política; Investigación; Negocios; Opinión; Regionales; Internacionales; y Sucesos. Las temáticas son aquellas que aparecen vinculadas con la información sobre los bolivianos: Migración; Precariedad, explotación laboral y trabajo infantil; Falta de documentación y tráfico de personas; Discriminación, intolerancia y racismo; Crimen, violencia y narcotráfico; e Información general.

Para el análisis, se procedió a un conteo de la frecuencia con que aparecen las noticias en las secciones por año y de la cantidad de noticias que refieren a cada temática también anualmente. Además, se seleccionaron dos noticias que son significativas para dar cuenta del discurso racista con que se caracteriza a los bolivianos como los trabajadores más adecuados parar realizar cierto tipo de tareas "duras" y "sacrificadas". En ambas se hizo un análisis de texto para mostrar cómo las noticias periodísticas semantizan12 grantes bolivianos.

El segundo conjunto está conformado por los registros elaborados en el marco del trabajo de campo etnográfico13 realizado en un cortadero de ladrillos ubicado en un paraje rural de la localidad de Monte Cristo, que dista aproximadamente 30 km de la ciudad de Córdoba. En este paraje existen alrededor de siete cortaderos, cuyos trabajadores son mayoritariamente oriundos de Bolivia. El cortadero bajo estudio fue seleccionado debido a que la jerarquía laboral que organiza a los trabajadores es representativa de lo que sucede en muchos cortaderos de ladrillos en la zona (Pizarro, 2009). Dicha jerarquía está conformada por una patronal que generalmente es de origen "criollo" o "gringo".14 Esta patronal puede gestionar de forma personal el emprendimiento o bien puede delegar estas funciones a un encargado, asalariado permanente, que por lo regular es alguien de confianza y se ocupa de controlar el proceso productivo y de relacionarse con los trabajadores. Los trabajadores, por su parte, son inmigrantes recientes —mayoritariamente procedentes de Bolivia—, entre quienes, a su vez, existen distintas posiciones laborales ordenadas jerárquicamente (Pizarro et al., 2009).

Por otra parte, lo hemos elegido debido a la accesibilidad proporcionada por una persona perteneciente a la familia que es propietaria del mismo y que autorizó nuestro ingreso, así como la realización de observación participante y entrevistas en profundidad mantenidas con los patrones y los trabajadores, quienes estaban informados del motivo de nuestra presencia en el lugar de trabajo. El estudio etnográfico tuvo lugar a partir de septiembre de 2008 y continúa en la actualidad (diciembre de 2010). Para este artículo sólo consideraremos los registros de hasta fines de 2009.

La selección de los fragmentos de los registros de campo a los que nos referiremos, se fundamenta en que son ilustrativos de distintas dimensiones del discurso sobre los inmigrantes bolivianos que nos interesa analizar. Estos fragmentos muestran cómo los patrones y sus allegados resignifican prejuicios y estereotipos racistas para: a) naturalizar el hecho de que los trabajadores más adecuados para la fabricación de ladrillos son los bolivianos, b) justificar las relaciones de desigualdad en el proceso productivo, c) construir la identidad de los patrones como magnánimos y legitimar los mecanismos de control de los trabajadores, y d) adscribir diferencias raciales inconmensurables a los trabajadores inmigrantes. Estos fragmentos fueron analizados teniendo en cuenta los recursos analíticos mencionados al comienzo de este apartado.

Tanto la interpretación de las noticias como la de los registros del trabajo etnográficos fueron posibles en virtud del conocimiento contextual que hemos logrado gracias a las conversaciones y observaciones realizadas en otros ámbitos vinculados con las personas bolivianas que residen en Córdoba. También hemos tenido en cuenta la manera en que se tematizó la presencia de inmigrantes bolivianos en la ciudad de Buenos Aires durante los últimos diez años.

 

El contexto social de la producción discursiva racializante de los inmigrantes bolivianos

A partir de la década de 1990 los inmigrantes bolivianos cobraron mayor visibilidad en el discurso público en Argentina. Esta visibilidad se relaciona tanto con los aspectos simbólicos de los procesos identitarios, como también con los contextos socio-económicos en los que dichos procesos se articulan. En cuanto a estos últimos, la década de 1980 marcó un quiebre en las características que tuvo el flujo migratorio boliviano a la Argentina respecto a los años anteriores. Durante la primera mitad del siglo XX la migración laboral entre ambos países se dio, primero, en el marco de los procesos de formación de los mercados de trabajo en las economías regionales argentinas y, posteriormente, en el contexto de los procesos de modernización. Sin embargo, a partir de mediados de la década de 1980 se puede apreciar un cambio sustantivo en el sistema migratorio boliviano-argentino que se enmarca en el contexto de la precarización laboral, así como de otras consecuencias que tuvo la aplicación de las políticas neoliberales en los países del Cono Sur de América Latina (Domenech y Magliano, 2007).

Paralelamente, la mayor visibilidad de los inmigrantes bolivianos a partir de la década de 1990 se relaciona con ciertos aspectos simbólicos. Hasta mediados del siglo XX las principales zonas de la Argentina a donde se dirigían las personas oriundas de Bolivia eran preferentemente las provincias fronterizas: Jujuy y Salta, en donde las matrices clasificatorias de la otredad local son más porosas y tolerantes para aquellas personas que son estereotipadas como portadores de fenotipos asociados con una posible pertenencia indígena. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XX, el flujo migratorio boliviano —mayormente de origen campesino e indígena— se desplazó hacia las áreas metropolitanas de distintas ciudades tales como Buenos Aires, La Plata, Rosario, Córdoba y Mendoza, donde las cartografías de la exclusión, justificadas con base en criterios racializantes, son menos porosas y tolerantes.

Diversos autores señalan que durante la década de 1990 los inmigrantes bolivianos fueron definidos en términos de problema en el discurso público (Belvedere et al., 2007; Caggiano, 2005; Casaravilla, 2000; Courtis y Santillán, 1999; Grupo de Estudios en Antropología y Discurso, GEADIS, 2002; Grimson, 1999; Santi, 2002; entre otros). Frente al discurso del crisol de razas y del europeo como buen inmigrante,15 la migración proveniente de países latinoamericanos se convirtió en el prototipo de la inmigración no deseada. Los autores antes mencionados analizan con detalle el modo en que la prensa gráfica nacional tematizó a estos inmigrantes indeseables como actores peligrosos, conflictivos e ilegales, reproduciendo acríticamente los discursos institucionales gubernamentales y facilitando diversas prácticas represivas racializantes por parte de los diferentes niveles gubernamentales. Según dichos autores, los inmigrantes fueron definidos como culpables de varias problemáticas estructurales vinculadas a los efectos de las políticas neoliberales: el desmantelamiento de los sistemas de seguridad social y los procesos de precarización y flexibilización laboral. A partir de las investigaciones citadas se puede apreciar que, en esa escalada racializante, los inmigrantes bolivianos fueron estereotipados con una serie de características morales negativas relacionadas con ciertas disposiciones naturales de sus cuerpos (olores, suciedad), a sus costumbres (ruidos molestos, bajo nivel cultural) y a sus prácticas laborales (comercio informal/clandestino).

Más allá de que las operatorias del racismo discursivo analizadas por estos autores se hayan focalizado en discursos originados en Buenos Aires, existen ciertas continuidades en las estructuras de clasificación de la otredad a lo largo del territorio argentino, debido —entre otras cosas— a la hegemonía económica y política de esta ciudad en relación con el resto del país. Pero también existen algunas especificidades en el caso de Córdoba. Veamos.

Entre 2005 y 2006 la prensa gráfica local, más que referirse a la indeseabilidad de los inmigrantes bolivianos, se preocupó por su situación de vulnerabilidad social. Posiblemente, la emergencia de esta problemática haya estado influida por algunas modificaciones que se dieron en los discursos hegemónicos nacionales sobre la situación de los inmigrantes regionales debidas, entre otras cosas, al incendio de un taller textil en la ciudad de Buenos Aires en marzo de 2006, donde murieron trabajadores bolivianos, a los cambios en la política migratoria tanto en Argentina como en Bolivia (Domenech y Magliano, 2007) y a la importancia que la cuestión migratoria cobró a nivel internacional durante los primeros años del siglo XXI.

Sin embargo, a partir de 2007 la preocupación de la prensa cordobesa por las condiciones precarias de vida y de trabajo de los inmigrantes bolivianos mermó, a la vez que comenzaron a aparecer noticias que los vinculaban fundamentalmente con su situación de "indocumentados" y otras que los responsabilizaban o victimizaban en relación con el "tráfico de personas", "crimen", "violencia" y "narcotráfico". Esta tendencia aumentó en 2008, cuando las noticias sobre inmigrantes bolivianos que antes aparecían principalmente en el sector "ciudadanos/sociedad", aparecieron en la misma proporción en este sector y en el denominado "sucesos", que se refiere, por lo general, a los definidos como policiales. La reaparición del tropo del inmigrante criminal luego de dos años en los que aparentemente esa figura había sido reemplazada por la del inmigrante laboral fue marcada en 2008, año en el que la mayoría de las noticias se refirieron a los bolivianos en relación con los tópicos vinculados con la criminalidad que hemos mencionado antes.

En 2009 las noticias tematizaron a los bolivianos como inmigrantes laborales en situación de precariedad y de discriminación, y también como criminales propiciadores o víctimas del tráfico de personas y del narcotráfico. Durante los primeros meses de 2010 aumentó nuevamente, al igual que en 2008, la tendencia hacia esta última forma de lexicalización.

A los fines de comprender la intertextualidad en los discursos del patrón del cortadero de ladrillos bajo estudio y de sus allegados, nos interesa aquí hacer referencia a dos noticias de 2006, representativas de las estrategias discursivas que convierten en un hecho inapelable para los destinatarios al tropo del boliviano como buen trabajador, proclive a aceptar condiciones laborales sumamente precarias, debido a su interés económico por ganar dinero.

En una nota titulada "Ser boliviano en Córdoba", se señala que los inmigrantes bolivianos "sufren la explotación laboral, la persecución policial y la discriminación por sus rasgos étnicos", y se compara su "sacrificio y explotación" con las condiciones de vida de aquellos trabajadores argentinos de principios del siglo XX que eran "sometidos a atrocidades" similares (13 de julio de 2006, diario Hoy Día Córdoba). Una nota publicada dos meses después en el mismo matutino (13 de agosto de 2006), titulada "Córdoba sin bolivianos", también muestra preocupación por la situación de estos inmigrantes y los asigna a ciertos espacios sociales que les serían propios. Se indica la importancia que tienen los bolivianos remarcándose su desempeño laboral en condiciones precarias en los sectores de la construcción, el empleo doméstico, la producción hortícola y los cortaderos de ladrillos. Esta preocupación local por las condiciones laborales de los inmigrantes bolivianos se armonizó con una política fiscal que propugnaba la regularización legal de las relaciones laborales informales. De este modo, en dicha nota se reproducen las voces de ciertos agentes sociales vinculados con el ámbito laboral, que se muestran preocupados por la situación de los trabajadores bolivianos: el secretario de Trabajo de Córdoba y un inspector de la Unión Obrera de Ladrilleros.

Si por su lado la prensa gráfica local continuó caracterizando a los inmigrantes bolivianos como trabajadores "indispensables", explotados por ciertas características racializadas como su capacidad para trabajar "de sol a sol", la preocupación de los funcionarios gubernamentales cordobeses fue en aumento en la medida en que el control fiscal sobre el trabajo informal aumentaba y los "trabajadores explotados" se animaban a realizar denuncias, en parte incitados por miembros de algunas organizaciones de co-nacionales y de algunos sindicatos. De este modo, en 2008 se conformó la Comisión Provincial Contra el Trabajo Infantil, integrada por autoridades gubernamentales locales, funcionarios diplomáticos de los países de origen y representantes de algunas asociaciones de inmigrantes latinoamericanos. Concomitantemente, aumentaron las inspecciones en los lugares donde trabajan los inmigrantes, principalmente en los cortaderos de ladrillos.

Cabe señalar que el reduccionismo economicista (Stang, 2010) con el que el discurso público cordobés tematizó a las personas oriundas de Bolivia como inmigrantes laborales, se corresponde con la primacía de la lógica de la jerarquización que señala Wieviorka (1994 y 2009) respecto al racismo. Así, se les incluye en la sociedad nativa pero ubicándolos en las últimas posiciones de la jerarquía social, como trabajadores en condiciones de precariedad extrema. En el marco del tropo laboral, los medios y los funcionarios propician ciertos mecanismos de poder normalizadores destinados a mejorar las condiciones de dominación y a incorporar a los otros racializados en la regulación moderna del trabajo y en las pautas culturales de la civilización. Por otra parte, la reducción de los bolivianos al tropo del inmigrante laboral silencia otras facetas vinculadas con la movilidad de personas entre las fronteras de los Estados-nación. Así, se limita a considerar a las personas que migran como trabajadores subsumiendo bajo la categoría inmigrante solamente a aquellos que lo hacen en busca de trabajo. De este modo, el racismo se liga a la exclusión política y cultural, pues se desconocen otros tipos de movilidades a través de las fronteras como, por ejemplo, aquellas motorizadas por exilios o reunificaciones familiares; se despolitiza el cuestionamiento que la presencia de inmigrantes plantea a la pretensión homogeneizadora de las definiciones arbitrarias que realizan los Estados-nación sobre quiénes son sus ciudadanos/ naturales y aquellos que no lo son, y se propician ciertas políticas integracionistas que no consideran las desigualdades intrínsecas a la existencia de múltiples estilos de vida, producto de la movilidad humana entre fronteras.

A continuación mostraremos cómo este reduccionismo economicista, que circunscribe la problemática de los inmigrantes a su potencialidad como trabajadores, opera definiendo sus posiciones laborales en la sociedad de destino, en el marco de la lógica jerarquizadora del racismo propuesta por Wieviorka (1994 y 2009). De acuerdo con el estudio de caso realizado en un cortadero de ladrillos, explicitaremos la forma en que el patrón y sus allegados reproducen cotidianamente las desigualdades que estructuran dichas jerarquías, justificando la dominación y la explotación con base en criterios culturales-raciales naturalizados. Consideramos que los resultados de este caso pueden ilustrar las maneras en que, en ciertos nichos destinados a inmigrantes recientes, los patrones utilizan estereotipos y prejuicios raciales para justificar las relaciones de desigualdad en lugares de trabajo donde operan jerarquías culturales que ubican a ciertos inmigrantes en las posiciones inferiores.16

 

La producción discursiva racializante en un cortadero de ladrillos

Los propietarios del cortadero donde llevamos a cabo nuestro estudio etnográfico son miembros de una familia de origen italiano que forma parte de la élite local. Este emprendimiento ha sido gestionado por tres generaciones desde mediados del siglo XX. Hacia 1950, el padre del señor Fabiani17 compró un campo de aproximadamente 40 hectáreas y lo desmontó junto con sus hijos. Durante mucho tiempo lo utilizaron para hacer ganadería y también tenían un "campamento de ladrillos" en un predio de alrededor de una hectárea, localizado dentro del campo. Hasta fines de la década de 1990, los trabajadores del campamento —moldeadores y peones— eran inmigrantes internos, provenientes de las provincias de Santiago del Estero, Entre Ríos y Córdoba. Para "traer mano de obra", los patrones aprovechaban los viajes que hacían para buscar leña.

Durante nuestro trabajo de campo, y hasta que falleció el señor Fabiani a fines de 2009, el cortadero estaba compuesto por dos campamentos gestionados de manera independiente por Fabiani y por su hijo, que tenía alrededor de 40 años. En el campamento gestionado por Fabiani los trabajadores eran aproximadamente 10 inmigrantes bolivianos, por lo que lo llamaban el "campamento de los bolivianos". El que gestionaba su hijo, lo trabajaban otros tantos inmigrantes peruanos, por eso era denominado el "campamento de los peruanos".

Pancho, un trabajador de 50 años, se desempeñaba como encargado.18 Residía permanentemente en el campo, en la vivienda que antes era utilizada por la familia de Fabiani, que vivía en el pueblo al igual que su hijo. Pancho era un inmigrante interno procedente de la provincia de Entre Ríos y llevaba más de cuarenta años de trabajo en el cortadero. Había llegado allí cuando tenía alrededor de 10 años junto con su hermano que había venido a trabajar al campamento. Fabiani se encariñó con él y lo crió junto con otro de sus hijos que había fallecido hace algunos años y de quien Pancho se había hecho muy amigo.

Mari, nieta de Fabiani e hija de su hijo fallecido, nos invitó a tres miembros del equipo de investigación a visitar el campamento, debido a que era alumna de una de las investigadoras. En las distintas ocasiones en que asistimos al lugar fuimos recibidas con mucha deferencia y tratadas como las profesoras de Mari. En el marco de estas visitas mantuvimos diversas conversaciones con Fabiani, su familia y algunos de los trabajadores del cortadero.

También pudimos observar el proceso de trabajo que es principalmente manual, ya que la preparación de la mezcla en el "pisadero" es la única instancia en la que puede llegar a intervenir algún tipo de tecnología mecanizada (tractor), mientras que los trabajadores moldean los ladrillos a mano y los apilan para construir los hornos que alimentan con leña durante todo el proceso de cocción. Además, nos enteramos de que el pago del trabajador que se desempeña como "medianero" es establecido a través de un "arreglo" informal con el patrón y consiste en un porcentaje del precio al que son vendidos los ladrillos. Si los ladrillos no son vendidos, el "medianero" no recibe retribución alguna. Por otra parte, debe ocuparse de "conseguir" trabajadores para que lo "ayuden" en el proceso de trabajo, con quienes a su vez realiza diversos "arreglos" que pueden consistir en el pago por ladrillos producidos o efectivamente vendidos (Pizarro et al., 2009).

Respecto a la explicación sobre la creciente importancia de la mano de obra boliviana en el sector, Fabiani recordaba que en épocas anteriores los trabajadores no eran bolivianos. Remarcó que fue a partir de 2000 cuando "han proliferado los hornos en la zona", al llegar los bolivianos. Opinó que los argentinos ya no quieren trabajar en esa actividad porque es un trabajo "duro" y expuesto a las inclemencias del tiempo. Con la frase: "Acá si no hay bolivianos no hay ladrillos", sintetizó el notable incremento de trabajadores procedentes de países limítrofes.

De este modo, expresó el mismo estereotipo sobre los bolivianos que utilizan los medios de comunicación mencionados con anterioridad, a través de una generalización universal, es decir, una proposición analítica que pretende expresar una verdad. Utilizó una estrategia argumentativa para racionalizar la discriminación basada en la difusión de ciertas creencias, que son elementos de sentido del discurso hegemónico. Les asignó implícitamente a los bolivianos el rol de trabajadores dispuestos a trabajar en condiciones precarias.

Sin embargo, Fabiani no pudo dar cuenta de por qué los argentinos antes sí querían trabajar en esa actividad y ahora ya no. Más que referirse a la progresiva precarización y flexibilización del trabajo de las últimas décadas y al hecho de que los argentinos no aceptan contratos laborales tan desfavorables como lo hacen los inmigrantes, explicó que la mayoría de los trabajadores son bolivianos debido a sus características psico-físicas.

Señaló que "empezaron a venir bolivianos porque empezó a valer el ladrillo". Con esta generalización, Fabiani asignó una característica psicológica a los bolivianos: la motivación individual por ganar dinero. Además, en el marco de su memoria semántica empleó otro estereotipo: aquel que define a los bolivianos como competencia desleal en el mercado laboral argentino y lo relacionó con las experiencias personales que él tuvo como patrón del cortadero, es decir, su memoria episódica. Este estereotipo es un símbolo colectivo cargado de afectividad que refiere a la "competencia desleal" de los inmigrantes con los trabajadores nativos. Además, sugirió implícitamente que los bolivianos, sin diferenciar al interior de este colectivo, vinieron a buscar cierta riqueza que tendría Argentina mientras que Bolivia no, articulando una valoración moral negativa de este supuesto oportunismo de grupos racializados que pretenden incorporarse a la modernidad de la cual goza el grupo al que adscribe el hablante.

Los mecanismos utilizados por los bolivianos para ofrecerse como trabajadores a los que aludió Fabiani son los siguientes: "Viajaba uno a la frontera y se venía con 10", "después se iban enterando y ya se venían de 10 o 15", "vinieron buscando trabajo". Estas frases también des-responsabilizan a los dueños de los medios de producción, para cargar solamente en los trabajadores potenciales la responsabilidad de tener que ofrecer su mano de obra. Una vez más, omitió referirse a que los trabajadores argentinos podrían ser reticentes a continuar ofreciéndose en el mercado laboral de los cortaderos de ladrillos, debido a la creciente percariedad e informalidad en un país donde muchos derechos sociales lograron ser conquistados durante la etapa del Estado benefactor.

Respecto a la justificación de las relaciones de desigualdad en el proceso productivo, Fabiani explicó los motivos por los que supone que los bolivianos "se ofrecen" para trabajar en los cortaderos de ladrillos: "Ellos no saben trabajar en otra cosa, saben ladrillos y la quinta". Dio el ejemplo de que cuando los quiere llevar al monte a buscar la leña "no andan" y tampoco para manejar un tractor porque nunca han visto uno. A su juicio, los únicos en la zona que saben manejar un tractor y trabajar el campo son los "hijos de colonos". Opinó que "cada cosa tiene su historia", que los hijos saben hacer lo que hacían sus padres.

En las frases citadas, Fabiani planteó, mediante generalizaciones universales, que las competencias laborales no son posibles de ser desarrolladas a través del aprendizaje, sino que son un conjunto de habilidades innatas que los trabajadores tendrían de acuerdo con su pertenencia a cierto grupo étnico-racial. Esta concepción acerca de las capacidades psicológicas de los trabajadores los asemeja a máquinas que sirven o no sirven para determinadas tareas.

El punto de vista de Fabiani aludió implícitamente a la capacidad diferencial que tendrían los actuales patrones-clases hegemónicas para tareas más complejas, en virtud de sus ancestros europeos. De este modo introdujo, gracias a su memoria episódica, las tensiones entre civilización-barbarie que atraviesan la memoria semántica que valora positivamente a los inmigrantes europeos.19 Para ello, empleó un símbolo colectivo cargado de afectividad: la idea de que existirían ciertas competencias laborales innatas por la sola pertenencia a una supuesta raza blanca europea, lo cual conlleva una valoración moral negativa de los campesinos-indígenas.

En síntesis, en correlato con la lógica jerárquica del racismo propuesta por Wieviorka (1994 y 2009), el patrón del lugar de trabajo en estudio justificó el recambio de trabajadores inmigrantes internos por bolivianos, mediante estas estrategias discursivas racializantes. Por otro lado, legitimó las relaciones de desigualdad y de poder en el marco del proceso productivo al hacer alusión a la supuesta capacidad innata de los descendientes de inmigrantes europeos para realizar tareas más complejas, en contraposición a la declamada discapacidad innata de los trabajadores bolivianos.

En relación con las maneras en que nuestros interlocutores en el cortadero en estudio construyeron su identidad como integrantes de la patronal, es necesario considerar que nuestras interacciones discursivas estuvieron condicionadas por nuestro rol como investigadores.20 Así, Fabiani trató de realizar una presentación positiva de sí mismo, pues habíamos sido invitados por su nieta. Probablemente también estaba influido por los discursos racializantes de los medios que en los últimos tiempos se habían hecho eco de diversas denuncias sobre las condiciones de vida de los inmigrantes bolivianos en los cortaderos de ladrillos. Así, en varias oportunidades trató de presentarse como un patrón considerado y preocupado por sus trabajadores, contrastando implícitamente la situación de los trabajadores en su cortadero con aquella que denunciaban los medios de comunicación:

Ellos [los bolivianos] tienen plata, no te vas a creer. [Y cada tanto] cuando juntan bastante, se van a Bolivia y la dejan ahí, se la llevan a la familia [...] el boliviano y el peruano vive uno mejor que otro [...] cualquier rancho de esos [las viviendas en donde viven los trabajadores en el campamento] tiene televisor color, freezer, heladera, luz eléctrica [...] también tienen un boliche [en sus viviendas] en donde venden gaseosa y cerveza para vender.

En este fragmento, Fabiani se refirió implícitamente al estereotipo que caracteriza como sospechosa la capacidad de ahorro de los bolivianos y su facilidad para lograr una movilidad socio-económica, utilizando una estrategia argumentativa de difusión de las creencias estereotipadas sobre éstos. Relativizó la supuesta precariedad a la que se refieren los medios que ya hemos planteado, enumerando los recursos que los trabajadores tendrían.

Más allá de las generalizaciones con las que homogeneizó a todos los trabajadores del cortadero, que de hecho no desempeñan los mismos trabajos ni tienen posiciones similares en el proceso productivo, justificó su punto de vista sobre las condiciones laborales de los bolivianos señalando que disponen de ciertos bienes, lo cual relativizaría su supuesta precariedad. Sin embargo, estos recursos consisten en un conjunto de comodidades mínimas que todas las personas deberían tener más allá de su posición en el proceso productivo y que, además, son necesarias para su reproducción como fuerza de trabajo.

Nuevamente, omitió referirse a las condiciones propias del tipo de trabajo que estas personas realizan como: exposición a las inclemencias climáticas sumamente adversas y a la contaminación por el humo de los hornos, largas jornadas laborales, nulo acceso a los derechos laborales, entre otras.

Así, utilizando el género de la anécdota para ejemplificar el buen trato que él les brindaba a sus trabajadores, en una oportunidad en que un niño de alrededor de cinco años pasó cerca del lugar donde estábamos conversando, Fabiani nos dijo que ése era uno de los hijos de una pareja de trabajadores bolivianos y que a veces comía con él en su casa ubicada en el cortadero. Recordó que este niño una vez se había caído en el tanque que está en el campamento, donde se almacena el agua que luego es utilizada en la mezcla de barro con la cual se hacen los ladrillos y donde también lavaban su ropa los trabajadores. Señaló que fue una suerte descubrirlo a tiempo para rescatarlo porque el tanque tiene 1.40 metros de profundidad. En síntesis, no se refirió a la informalidad de los contratos laborales ni a las peligrosas condiciones en las que se desarrolla el proceso productivo en los cortaderos, naturalizando una vez más, a través de su memoria episódica, ciertos elementos de sentido de la memoria semántica que postulan que los inmigrantes regionales deberían estar agradecidos por la posibilidad de conseguir trabajo en Argentina.

Por otra parte, también adscribió a los bolivianos ciertas características psico-físicas innatas para justificar las relaciones de poder durante el proceso de trabajo. Refiriéndose a los mecanismos de control y de supervisión, señaló que nunca discutió con nadie porque "ellos [los bolivianos] no hablan". De este modo, introdujo implícitamente el estereotipo del "indio silencioso" que caracteriza a los bolivianos por su sumisión laboral.

En los fragmentos que continúan se aprecia cómo Fabiani prosiguió justificando los mecanismos de control y supervisión distantes y desiguales que implementa. Mediante una estrategia argumentativa de control, realizó una presentación positiva de sí mismo como buen patrón y, utilizando símbolos colectivos cargados de afectividad, dijo que él no los molesta "mientras le cumplan" sino que, por el contrario, los "ayuda", "les trae ropa". De este modo reforzó la idea de que un buen patrón es aquel que se relaciona de manera paternalista con sus trabajadores y omitió el hecho de que, en el marco de las relaciones capitalistas de producción, un buen patrón sería aquel que cumpliera con las obligaciones patronales reguladas por el Estado.

Agregó que él se limita a darle las órdenes al encargado (Pancho) y que éste se las da a los trabajadores. Lo que le permite a Fabiani "no [renegar] con ellos [los bolivianos]", sino que cada tanto "les hago un asado en el galpón" o comparte con ellos una picada de salames. Finalmente, resumió su identidad como patrón comentando que los trabajadores le dicen "Pa", tanto los niños como los adultos.21

A través de una estrategia discursiva de transferencia, Fabiani remarcó que, a diferencia de otros patrones, él es sumamente respetuoso con sus trabajadores, reforzando su imagen de patrón patriarcal y magnánimo. Dijo que "hay muchos patrones babosos" que se aprovechan y no respetan a las mujeres que trabajan; "hay que respetar a la pobre gente", tanto a los grandes como a las niñas pequeñas. Dijo que si sus trabajadores lo necesitan los lleva al médico. También, relató que hizo once sepelios para los bolivianos y que les dio el mejor cajón y sepultura en el cementerio. Recordó que sólo "una criaturita murió de hambre", pero aclaró que no estaba en su campamento sino en el de un abogado. Aún así, se encargó de su sepelio.

En cuanto a la racialización de las relaciones laborales, ya hemos apreciado algunos aspectos en las interacciones con Fabiani a las que hicimos referencia. Además, hemos detectado que otros miembros de la familia del patrón ponen en juego similares mecanismos racializantes a los cuales nos referiremos a continuación.

En una de nuestras visitas al cortadero de Fabiani, su nieta Mari nos llevó a recorrer los campamentos enseñándonos las distintas fases del proceso de producción. En varias oportunidades Mari nos dijo: "De acá van a salir con olor a negro, dijo mi mamá"22. Esta joven mostró sentirse muy cómoda en su trato con los trabajadores inmigrantes, a quienes trataba de manera muy familiar y a cuyas casas entraba del mismo modo, sin reparar en que ella era identificada como la nieta del patrón por los trabajadores y que los intercambios discursivos que mantuvimos con ellos estuvieron condicionados por estas relaciones asimétricas.

Durante uno de estos intercambios un joven, a quien Mari le había preguntado dónde se encontraba otro trabajador, le respondió —en tono de broma— que estaba encerrado porque "te tiene miedo". Debido a que planteó esta ironía en el marco del género del chiste, Mari no la registró como una estrategia discursiva de resistencia. Por el contrario, le respondió en tono de reproche ficticio: "No te voy a llevar al boliche". Más tarde nos brindó las pistas meta-discursivas y meta-culturales que consideró nos permitirían interpretar ese diálogo. Nos explicó que uno de los jóvenes trabajadores deseaba que ella lo llevara al boliche del pueblo. Nos dijo que esto no era posible porque ella "tendría que haber nacido hombre".

Hasta allí explicó las desigualdades entre ella y el joven, apelando a las diferencias de género, sin tomar en consideración las desigualdades patrón-trabajador. Pero, además, agregó una nueva diferenciación racializada al comentarnos que su mamá no la dejaba porque "queda mal [...] cómo vas a andar vos con los bolivianos". Durante todo ese día Mari había construido una imagen positiva ante nosotros señalando en distintas oportunidades su distancia respecto el punto de vista racializado de su madre y de sus hermanos. Esta estrategia de transferencia se evidenció en el uso que Mari hizo del discurso indirecto para incluir la voz de su madre. Aún más, como corolario de la explicación que dio sobre los prejuicios de sus familiares sobre los bolivianos, aclaró que "yo no tengo drama [...] yo tomo mate con los bolivianos y no me da asco [mientras que] a ellos [sus familiares] les da asco".

Mari, a diferencia de su abuelo, trató de tomar distancia del estereotipo racializante: "Olor a negro", que atribuye a los bolivianos ciertas características físicas que antes eran atribuidas a los inmigrantes internos y constituyen símbolos colectivos cargados de afectividad en el sistema de clasificación de la otredad de la clase media argentina pampeana. En Argentina, "negro" es un término despectivo utilizado ampliamente por las clases media y alta para referirse a personas de cabello oscuro y piel morena pertenecientes a la clase trabajadora. Si bien es el nombre popular de un pájaro cuya cabeza tiene plumaje negro, el término "cabecita negra" fue usado inicialmente a mediados del siglo XX por los habitantes de Buenos Aires, tanto por los nativos como por los inmigrantes europeos, para referirse a los inmigrantes internos (Ratier, 1971).

En relación con las expresiones de Mari, la distancia que tomó respecto a estos estereotipos racializantes puede ser identificada en la manera en que los expresó a través de aseveraciones modificadas (restringidas), mediante el discurso indirecto. Así, estructuró su relato con un sistema de control que puso en la voz de su madre el prejuicio de socializar con los bolivianos. La estrategia que racionaliza la discriminación vía diferenciación racializada fue relativizada por Mari, al transferirla a su madre y hermanos a través del discurso indirecto, expresando el prejuicio con una aseveración particular implícita que coadyuvó a una presentación positiva de sí misma. Si bien tomó mayor distancia que su abuelo en cuanto a los estereotipos racializantes sobre los bolivianos, al igual que él fue interpelada por la memoria semántica del sentido común hegemónico, ya que fue ella quien tuvo la iniciativa de lexicalizar las diferencias étnico-raciales sin haber sido indagada por las investigadoras al respecto.

Por otra parte, cierto día en que dos investigadoras visitamos el cortadero, fuimos con Mari a la casa donde vivía una familia de trabajadores bolivianos localizada en el campamento. Allí conversamos con Nelly, oriunda de Sucre, con su cuñada y con los hijos de ambas mientras participamos en el amasado de pan. Nelly nos dio unos pancitos como gesto de reciprocidad por la "ayuda" que le habíamos brindado. Más tarde, intentamos hacer ladrillos guiadas por dos trabajadores. A la tarde nos reunimos a tomar mate con Fabiani, su nuera, el resto de sus nietos y Pancho, el encargado entrerriano. A continuación transcribimos algunos fragmentos del diario de campo en los que se manifiestan algunas prácticas y expresiones verbales racializantes que orientaron nuestra atención, dando origen a las reflexiones que aquí presentamos:

Cuando los pusimos en la mesa [a los pancitos] y se sentó el señor Fabiani, iba a servirse algunos y preguntó de dónde habían salido. [Las investigadoras y su nieta] le dijimos, orgullosas, que los habíamos hecho con Nelly en la siesta. Él hizo un gesto con la mano como despectivo hacia los pancitos, pero pareció recapacitar y abrió la bolsita y se sirvió. Se sorprendió por el hecho de que hubiéramos amasado con Nelly y hecho ladrillos con los trabajadores. Pancho y la nuera de Fabiani abiertamente dijeron que ellos no comían las comidas de los bolivianos. Esto dio pie para que ambos opinaran sobre los bolivianos, junto con el hecho de que vimos por la ventana que Nelly y su cuñada estaban subidas al techo de sus casas, lo que hizo que Mari se fuera a ver qué estaban haciendo y cuando volvió contó que habían puesto maíz a secar en el techo para que no lo comieran las gallinas y lo estaban separando. Fabiani relacionó esto con lo que comen los aborígenes, y con la manera en que se aprovechan los frutos de la tierra.

Con gestos, Fabiani dio cuenta de su formación social como hablante y de la nuestra como sus interlocutores. Los prejuicios racializantes hacia los bolivianos que incorporó durante su socialización fueron naturalizados por Fabiani, de tal manera que se dispararon en su performance mediante gestos hacia la comida hecha por bolivianas. Estos gestos claramente marcaron estrategias discriminatorias de diferenciación, distanciamiento y despersonalización, aun cuando trató de modificarlos con una estrategia de control frente a las investigadoras.

La nuera de Fabiani contó que ella tiene reparos para con los bolivianos porque es hija de italianos que migraron al campo en Córdoba, y que cuando ella era chica escuchaba que sus padres se referían a los criollos como negros que no querían trabajar a diferencia de ellos, que habiendo llegado al país con una mano atrás y otra adelante, se sacrificaron. Entonces, durante el tiempo que estuvo viviendo en el campo con su marido [hijo de Fabiani fallecido], en las ocasiones en las que ella se refería a los trabajadores como negros, el marido le decía que "estos negros son los que te dan de comer". A pesar de que ella sabía esto, no podía dejar de sentir la diferencia, y no le gustaba que los bolivianos entraran a su casa.

La nuera de Fabiani y madre de Mari incluyó los estereotipos racializantes sobre los bolivianos con una aseveración particular explícita, incorporando en su narración su memoria episódica en relación con la memoria semántica. Su sistema de control operó contrastando dos símbolos colectivos cargados de afectividad. Por un lado, el estereotipo sobre los "negros" que alude a los inmigrantes internos en Argentina que fueron denominados cabecitas negras no por su posible adscripción a antecesores afroamericanos, sino por aquella postulada en relación con antecesores aborígenes. Por otro lado, el estereotipo sobre los "gringos" que refiere el colectivo de los inmigrantes europeos procedentes del centro y norte de Europa llegados a Argentina durante la primera mitad del siglo XX, en el que ella se incluyó. Además, utilizó una estrategia de diferenciación y distanciamiento para racionalizar la discriminación, haciendo referencia de manera consciente y explícita a su necesidad de separarse físicamente de los bolivianos discriminados. Este tipo de distanciamiento que propone evitar cualquier tipo de relación con el Otro racializado es propio de la lógica de la diferenciación señalada por Wieviorka (1994 y 2009) y contrasta con la opinión del marido de Mari, quien señaló la necesidad de relacionarse con los "negros", explotándolos a través de relaciones laborales, propio de la lógica de la jerarquización planteada por dicho autor. Esta última lógica, que supone la inferiorización del Otro, se evidencia en la siguiente anécdota que contó Pancho,

[...] recordando que cuando recién vinieron los bolivianos a trabajar al campamento, [Pancho relató] junto con el hijo de Fabiani fallecido les dijeron que había espíritus en las noches y, como ellos "son muy supersticiosos", se asustaron muchísimo la primer noche cuando el hijo de Fabiani y él se escondieron e hicieron ruidos en las paredes de la habitación en donde dormían los bolivianos. Entonces ellos fueron corriendo a la casa en donde vivían la nuera de Fabiani y su esposo. La nuera de Fabiani contó que se indignó porque entraron en su casa cuando ella les había dicho que no podían hacerlo, pero que ellos le dijeron que había espíritus, y en realidad habían sido Pancho y su marido que los habían asustado.

Pero también Pancho expresó prejuicios relacionados con la lógica de la diferenciación cuando contó algunos chistes sobre bolivianos que naturalizan su segregación socio-residencial:

Uno de estos chistes es que a Villa Libertador [un barrio de la ciudad de Córdoba] le dicen barrio rulemán porque está lleno de bolitas.23 Me sorprendió su actitud porque su piel es bien morena y también fue trabajador inmigrante, al igual que los bolivianos, sin embargo se identifica con los patrones gringos y reproduce la discriminación y la desigualdad laboral.

Como hemos dicho con anterioridad, Pancho, el encargado del campamento, es un inmigrante interno que podría haber sido considerado como "cabecita negra" en el momento en que llegó al cortadero. Sin embargo, durante nuestro trabajo de campo, puso en evidencia la porosidad de las fronteras étnicas al ubicarse a sí mismo en el colectivo de identificación de la patronal-blanca. Esto se evidenció en sus comentarios sobre su amistad con el hijo de Fabiani fallecido y las bromas que realizaban juntos a los trabajadores bolivianos.

En el fragmento antes citado se puede apreciar la manera como Pancho utilizó, a través de una aseveración general restringida: "le dicen", símbolos colectivos cargados de afectividad sobre las características físicas de los bolivianos que son lexicalizadas de forma despectiva desde el sentido común argentino. Empleó una combinatoria de diferenciación, distanciamiento y difusión de creencias mediante el género del chiste para racionalizar la discriminación.

 

Conclusiones

En este trabajo hemos argumentado que el racismo opera en las prácticas discursivas en las cuales el patrón del cortadero en estudio y sus allegados se refieren a los bolivianos, naturalizando las relaciones de desigualdad. Dichos sujetos utilizan estereotipos y prejuicios raciales para justificar la ubicación de los trabajadores bolivianos en las posiciones inferiores de la jerarquía cultural que opera en ese lugar de trabajo.

Para ello, hemos partido del supuesto de que el discurso es una práctica constitutiva y constituyente de lo social. Presentamos un entramado teórico-analítico a fin de analizar las producciones discursivas racializantes, teniendo en cuenta los contextos discursivos y sociales. Con el objeto de enfocarnos en el caso de estudio, fue necesario reconstruir el contexto donde estas prácticas discursivas tienen lugar para conectar las condiciones micro-macro socioculturales. Hicimos alusión a la conformación socio-histórica de las estructuras hegemónicas de clasificación de la otredad locales y caracterizamos algunos de los estereotipos sobre los inmigrantes regionales que fueron recreados en la opinión pública cordobesa durante el último tiempo.

Esto permitió que luego nos abocáramos al análisis de algunos de los registros del trabajo de campo etnográfico realizado en la fábrica de ladrillos bajo estudio. Nos concentramos en poner en evidencia algunas estrategias discursivas a través de las cuales los patrones reproducen ciertos estereotipos racializantes sobre los inmigrantes bolivianos, a fin de naturalizar su aparentemente mayor adecuación para el tipo de trabajo requerido, justificar las relaciones de desigualdad en el proceso productivo, construir su identidad como patrones magnánimos y adscribir diferencias raciales inconmensurables a los trabajadores.

No es nuestra intención, sin embargo, minimizar la importancia de las tensiones que estas racializaciones pueden generar en los lugares de trabajo, temática que ya está siendo indagada fructíferamente en otros ámbitos laborales y que ha sido reseñada por Ortiz (2002). De hecho, en otro lugar hemos analizado algunas modalidades mediante las cuales los trabajadores logran su reproducción social en el marco de estos constreñimientos y las variadas formas de experimentar y soportar el sufrimiento (Pizarro, 2009). Además, durante el trabajo de campo hemos observado algunas prácticas de resistencia y de confrontación en relación con las condiciones de vida y de trabajo (Pizarro et al., 2009), sobre las que no hemos querido profundizar en esta ocasión por exceder los objetivos de este trabajo.

Más bien nos hemos concentrado en desarrollar un estudio de caso que ilustra las maneras como los patrones producen discursivamente la discriminación de los trabajadores a través del racismo cotidiano (Wodak y Reisigl, 1999), en ciertos nichos destinados a inmigrantes recientes en los cuales la jerarquía laboral ubica en estratos diferentes a inmigrantes recientes, a antiguos inmigrantes y a nativos. Este trabajo es relevante en el campo de análisis de las relaciones entre cultura y trabajo, ya que pone en evidencia la forma en que el discurso es constitutivo y constituyente de las relaciones laborales.

Hemos mostrado las maneras en que las prácticas discursivas producen y habilitan ciertas posiciones que son justificadas apelando a características racializadas de los trabajadores, silenciando la incidencia de las relaciones de poder y de desigualdad. Nos ha interesado señalar que el racismo es un mecanismo a través del cual los patrones de este tipo de lugares de trabajo ejercen el biopoder en sus prácticas cotidianas, mediante la yuxtaposición de las lógicas de jerarquización (inferiorización) y diferenciación (segregación), las cuales permiten a la vez la explotación de los trabajadores.

 

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Recursos hemerográficos

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Hoy Día Córdoba, noticias publicadas desde el 1 de enero de 2005 al 31 de diciembre de 2010.         [ Links ]

La Voz del Interior, noticias publicadas desde el 1 de enero de 2005 al 31 de diciembre de 2010.         [ Links ]

 

Notas:

1 Este trabajo fue financiado por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Córdoba, en el marco del Proyecto de Investigación 2008-2010: "Ser boliviano en Córdoba. Discriminación, ilegalidad y precariedad laboral de los inmigrantes bolivianos que residen en la Ciudad de Córdoba y en el Gran Córdoba"; y por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Provincia de Córdoba, en el marco del Proyecto de Investigación 20092011: "Relaciones interculturales, mercado de trabajo y localización socio-espacial de los inmigrantes bolivianos que residen en áreas urbanas y periurbanas de la ciudad de Córdoba". Versiones preliminares del mismo fueron presentadas en el V Coloquio de Investigadores en Estudios del Discurso y I Jornadas Internacionales de Discurso e Interdisciplina, Córdoba, del 16 al 18 de abril de 2009; y en el VI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología del Trabajo, Ciudad de México, del 20 al 23 de abril de 2010. Agradecemos los comentarios de los participantes en dichos eventos. Quisiéramos agradecer además los aportes a una versión preliminar realizados por Bruno Lutz, quien se desempeña como profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Finalmente, las sugerencias de los/as evaluadores/as anónimos/as contribuyeron para mejorar este artículo.

2 Según Labarca (1966) y Ossorio (1981), se denomina legalmente patrón a la persona física que en el contrato laboral da ocupación retribuida a los trabajadores quienes quedan en relación subordinada. Dichos autores señalan que el patrón es, además, propietario de la empresa y la dirige personalmente o valiéndose de otras personas, por lo que también puede ser llamado empleador y/o empresario. En el caso de las fábricas de ladrillos en Córdoba, consideramos patrones a quienes son los propietarios o arrendatarios de las fábricas de ladrillos (del predio donde se desarrollan las tareas productivas, de los insumos y de las maquinarias) que dan ocupación retribuida a los trabajadores mediante un contrato laboral informal o acuerdo de palabra y dirigen la empresa personalmente o, también, valiéndose de un encargado o capataz. En el caso en estudio nos referimos como integrantes de la patronal al dueño de la fábrica de ladrillos y, por extensión, a sus familiares: nuera y nieta.

3 Desarrollaré con mayor profundidad esta afirmación más adelante, remitiéndome a investigaciones sobre la temática.

4 Hacia el año 2006, posiblemente debido al gran auge que tuvo la industria de la construcción en algunas áreas metropolitanas de la pampa húmeda, en consonancia con la relativa bonanza que aparejó el boom de la producción de soja para los sectores hegemónicos, había alrededor de 800 hornos de ladrillos en la provincia de Córdoba, según datos de la Secretaría de Trabajo del Gobierno de dicha provincia. La mayoría de ellos estaban ubicados en diversos sectores del periurbano de la ciudad de Córdoba, tales como el municipio de Colonia Tirolesa, el municipio de Monte Cristo, el municipio de Malagueño y el sur del municipio de la ciudad de Córdoba.

5 Según Sala (2008), la segregación laboral se expresa en concentraciones desiguales por rama y ocupación. Así, los inmigrantes suelen estar "sobre-representados en ramas y ocupaciones que admiten la incorporación de trabajadores poco calificados, indocumentados y dispuestos a aceptar condiciones laborales y salariales inaceptables para los trabajadores nativos" (Sala, 2008: 4). La autora señala que, a pesar del creciente desempleo y precarización del trabajo, los salarios argentinos continuaron siendo atrayentes para los inmigrantes de la región.

6 En Argentina, se denomina cortaderos u hornos de ladrillos a los lugares en que se les fabrica manualmente.

7 Denominación local para los establecimientos hortícolas.

8 Funcionarios y empleados gubernamentales, dueños y trabajadores de las fábricas de ladrillos, dirigentes de asociaciones de inmigrantes laborales, representantes sindicales, entre otros.

9 Diversos estudios etnográficos sobre los lugares donde trabajan inmigrantes han mostrado que los modos de control del proceso laboral se justifican con base en clasificaciones étnico-nacionales discriminatorias (Chari y Gidwani, 2007; de Genova, 1998; Holmes, 2007; Morberg, 1996; Pizarro, 2007; Torres, 1997). También se ha señalado el uso estratégico de la identidad que realizan algunos trabajadores (Trpin, 2004; Vargas, 2005).

10 Utilizamos comillas para transcribir expresiones usadas por nuestros interlocutores durante el trabajo de campo.

11 Se trata de La Voz del Interior y Hoy Día Córdoba. Nuestros agradecimientos a Florencia Domínguez, Milton Escobar, Silvia Fontana, María Victoria Nieva Castilla y Natalia Sánchez, quienes colaboraron en la confección del corpus.

12 Según Verón (1971), la semantización es el proceso por el cual un hecho determinado es incorporado a los contenidos de un medio de comunicación. Dicho hecho no sólo es relatado o referido, sino que se le atribuyen ciertos significados de manera normativa, lo cual hace que dicho mensaje pueda ser objeto de un análisis ideológico.

13 Agradecemos a Pablo Fabbro y Mariana Ferreiro su colaboración en el trabajo de campo.

14 En algunos casos los patrones son inmigrantes bolivianos que previamente se habían desempeñado como trabajadores en este sector o en la horticultura y que, habiendo acumulado cierto capital, lograron comenzar un emprendimiento propio, en sus palabras: "Ponerse por su cuenta".

15 Cabe mencionar, en este sentido, la importancia de las políticas migratorias de promoción de la inmigración europea, particularmente de la población proveniente del norte de Europa, que tuvieron lugar en Argentina desde mediados del siglo XIX hasta avanzado el siglo XX (Novick, 2000; Pacecca, 2001). Debido a que los inmigrantes que efectivamente llegaron a dicho país eran en su mayoría campesinos procedentes de los países del sur de Europa, se dictó una serie de medidas restrictivas de este tipo de inmigración que coexistieron con el discurso que caracteriza a la Argentina como un país abierto y generoso con los extranjeros. Además, el mito del crisol de razas (Caggiano, 2005) que resalta el legado de los inmigrantes transatlánticos, se complementó con la imagen de un país despoblado que necesitó del aporte poblacional de dichos flujos, silenciando las guerras que se entablaron contra los aborígenes, las cuales, en el mejor de los casos, resultaron en la conquista de sus tierras y, las más de las veces, en su exterminio.

16 Los resultados de los estudios de caso no pueden ser generalizados estadísticamente. Más bien se apunta a una generalización analítica o teórica, es decir, el estudio de caso único se utiliza para ilustrar, representar o generalizar una teoría. Así, los resultados de este tipo de estudios pueden generalizarse a otros que representen condiciones teóricas similares (Yin, 2003).

17 Utilizamos seudónimos para preservar la identidad de nuestros interlocutores.

18 Si bien Pancho no puede ser considerado patrón según las especificaciones de la nota 2, lo incorporamos en el análisis de los discursos de la patronal sobre los trabajadores inmigrantes, pues si bien no es el dueño ni el arrendatario de los medios de producción, ya que también es un trabajador, su ubicación en las posiciones más altas de la jerarquía laboral como encargado/capataz, su relación de proximidad con el dueño de la fábrica de ladrillos a lo largo de muchos años, así como su rol de mediador entre éste y los trabajadores conllevan a que comparta los puntos de vista del primero respecto a los segundos.

19 La llegada de inmigrantes procedentes de España, de Portugal y del sur de Italia a fines del siglo XIX y principios del XX produjo cierto desencanto, debido a que se había promovido la migración proveniente del norte de Europa, bajo el supuesto de que su raza blanca y su ilustración eran una garantía para lograr la modernización de Argentina. El ideario del progreso a través de la mejora de la raza fue propugnado por una generación de intelectuales que, en la década de 1880, planteaban que la inmigración europea conllevaría al aumento de la raza blanca. Uno de ellos, Domingo Faustino Sarmiento postuló la necesidad de reemplazar la barbarie que caracterizaba a los gauchos (mestizos) y a los aborígenes por la civilización representada por anglosajones y germanos. Sin embargo, con el paso de los años, los inmigrantes europeos en general pasaron a ocupar un escalón superior en las clasificaciones de la otredad por su contribución al crisol de razas argentino, en contraste con los inmigrantes internos que se dirigieron a las metrópolis argentinas a partir de mediados del siglo XX y con los inmigrantes provenientes de países limítrofes. En estos dos últimos casos, los inmigrantes no se condecían con el ideal argentino blanco, europeo y moderno, por lo que fueron menos tolerados que los inmigrantes ultramarinos, aún cuando la presencia de algunos de éstos no hubiera sido tan valorada en su momento. Entre otros factores, el hecho de que los italianos, españoles y portugueses no tenían fenotipos asociados con una posible pertenencia indígena contribuyó a que su extranjería fuera mejor tolerada y a que su proceso de incorporación al colectivo de identificación nacional fuera más fácil que en el caso de los inmigrantes latinoamericanos.

20 Según plantean Guber (2001) y de la Torre (1997), el trabajo de campo es una práctica comunicativa que hace posible el encuentro de subjetividades y que condiciona las formas de construir la realidad social. Entonces, el encuentro etnográfico es un espacio de interacción, donde la representación de un sí mismo en concordancia con la representación de un nosotros se sitúa en relación con la percepción que se tenga del otro o los otros. De tal modo, las puertas de entrada al campo, es decir, quiénes operan como intermediarios para facilitar el acceso de los investigadores y su posición en el contexto social local son mediaciones que condicionan las interacciones. La manera en que los informantes reconocen a los investigadores y les atribuyen cierta identidad condiciona la práctica comunicativa intersubjetiva y la manera en que los informantes hablan y/o se comportan.

21 "Pa" es la primera sílaba de papá y constituye una forma coloquial para denominar al padre.

22 Cabe una reflexión sobre la expresión "olor a negro", pues condensa varios sentidos fuertemente racializantes que adquieren connotaciones específicas en Argentina tal como desarrollamos más adelante. Bruno Lutz, en comunicación personal, sugirió que esta expresión tiene una gran riqueza semántica, ya que asocia dos sentidos de la percepción humana: el olfato y la vista, pero unidos en una sola expresión de desagrado. Así, se biologiza lo impuro, se socializa lo sucio y se materializa lo malo. Por tanto, "olor a negro" es una metonimia racista que expresa con mucha fuerza una discriminación perceptiva.

23 En Argentina se utiliza la expresión despectiva "bolitas" para referirse a los bolivianos. "Bolita" denota una canica, una bola de pequeño tamaño que es utilizada en juegos de niños. El término "rulemán" hace referencia al rodamiento formado por dos cilindros concéntricos, entre los que se intercala una corona de bolas o rodillos que pueden girar libremente. Entonces, la referencia al barrio cordobés Villa El Libertador como barrio rulemán porque está lleno de bolitas indica que en ese barrio viven muchos bolivianos.

 

Información sobre el autor

Cynthia Alejandra Pizarro. Doctora de la Universidad de Buenos en el área de Antropología. Investigadora independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y docente de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Es coordinadora de la Red de Investigadores Argentinos sobre Migraciones Internacionales Contemporáneas. Desarrolla investigaciones en las áreas metropolitanas de las ciudades de Buenos Aires y Córdoba sobre distintos aspectos de la migración boliviana: mercados de trabajo, asociacionismo, procesos identitarios y segregación socio-espacial y étnica. Publicaciones recientes: Ser boliviano en la región metropolitana de la ciudad de Córdoba. Localización socio-espacial, mercado de trabajo y relaciones interculturales, Córdoba: Editorial de la Universidad Católica de Córdoba (2011); coordinadora de Migraciones internacionales contemporáneas. Estudios para el debate, Buenos Aires: Editorial CiCCUS (2011); "'Ciudadanos bonaerenses-bolivianos': Activismo político binacional en una organización de inmigrantes bolivianos residentes en Argentina", en Revista Colombiana de Antropología, vol. 45, núm. 2, julio-diciembre, Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia (2009).

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