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Política y cultura

Print version ISSN 0188-7742

Polít. cult.  n.30 México Jan. 2008

 

Participación en la gestión y evaluaciones sociales

 

Participación y empoderamiento a partir de experiencias de desarrollo rural en México: ¿cuál es la cuestión?

 

Roberto Serafín Diego Quintana*

 

* Profesor–investigador del Departamento de Producción Económica y del Posgrado en Desarrollo Rural de la Universidad Autónoma Metropolitana–Xochimilco, México. Correo electrónico: rdq@correo.xoc.uam.mx

 

Recepción del original: 30/04/08.
Recepción del artículo corregido: 11/08/08.

 

Resumen

Este trabajo sugiere la relevancia de la etnografía para aportar evidencia fáctica en trabajos relacionados con el desarrollo rural. Para ello aborda experiencias de actores en estrategias participativas para el desarrollo rural en México. Se centra en la idea de empoderar a los actores sociales a través de estas estrategias y en el papel que los agentes de cambio desempeñan en ellas. El propósito es reconsiderar los enfoques participativos más allá de sus bondades y maldades intrínsecas; observarlos a partir de prácticas sociales, actitudes y comportamiento de actores; así como comprender las relaciones de poder que se generan entre ellos en arenas de intervención.

Palabras clave: participación, empoderamiento, desarrollo rural, discursos, México.

 

Abstract

This work suggests the relevance of ethnography in order to provide factual evidence in rural development issues. In order to do so, it relates to actors' experiences in participatory strategies for rural development in Mexico. It focuses on the idea of empowering social actors through these strategies, and the role that 'agents of change' play in them. The aim is to reconsider participatory approaches beyond its intrinsic goods and evils, and to look at them through social practices, the attitudes and behavior of social actors and to understand the power and micro power relations that are generated amongst them in arenas of intervention.

Keywords: participation, empowerment, rural development, discourses, Mexico.

 

INTRODUCCIÓN

Las escuelas de pensamiento tienden a generar sus propios ritos, símbolos, discursos, acreditaciones y criterios de legitimación. Por momentos, sus integrantes se dedican a dirimir sobre algún aspecto de estas dimensiones, dejando otros en el tintero. En el caso de los estudios del desarrollo, gran parte del debate se ha dado en relación con los fundamentos teóricos y conceptuales de los distintos paradigmas y modelos del cambio societal, así como con el papel que distintos actores desempeñan en los procesos de cambio. Pocas páginas se han dedicado a debatir sobre la forma de mirar, de observar los escenarios de cambio, y menos aún sobre la forma de traducir lo observable, de interpretar y textualizar los acontecimientos.1

A contrapelo, los adeptos a la etnografía antropológica, desde el desfondamiento de la escuela funcional–estructuralista liderada por Lévi–Strauss, han sido en general reticentes a recomponer su asidero teórico y conceptual, y más aún a ser etiquetados como integrantes de alguna escuela de pensamiento.2 Éstos más bien se han dedicado a debatir sobre cuestiones hermenéuticas,3 preocupados por la interpretación, traducción y textualización de los mundos de vida4 y las prácticas sociales de distintos pueblos de la "otredad", como aspectos centrales de la autoridad etnográfica.5

Dentro de lo que se ha dado en llamar "etnografía experimental", se han elaborado propuestas a favor de considerar y comprender la fuerza cultural de las emociones, tanto de los informantes como de los autores de los escritos. Para ello se propone una interacción dialógica entre ambos actores que desbroce las descripciones densas sobrecargadas de símbolos.6

En este tenor, este texto presenta distintos discursos en procesos de cambio relacionados con la participación en el desarrollo, a partir de la interpretación de observaciones en campo, expresiones verbales e interpretaciones de distintos actores, muchas de ellas cargadas de emotividad. Para ello, se hace uso de la etnografía con el fin de traducir, interpretar y textualizar el trabajo de campo, tratando en lo posible de respetar los mundos de vida de los distintos actores presentes en los escenarios de intervención estudiados, y asumiendo los problemas hermenéuticos que matizan todo acto de interpretar y textualizar los mundos de vida de otros.7

El trabajo presenta experiencias de actores en procesos de intervención externa en México. Éstas van desde un programa de desarrollo rural integrado de las décadas de 1970 y 1980,8 hasta uno de desarrollo comunitario que continúa trabajando hasta hoy en día.9 Esta amplitud temporal pretende dar al lector una idea de la actualidad de las reflexiones que pueden derivarse de procesos de intervención participativos de diferentes enfoques.

Las interpretaciones de estas experiencias se contrastan en una segunda parte con las opiniones de estudiosos de procesos participativos en el desarrollo, escritas en el estilo y lenguaje profesional que otorgan autoridad al texto, con base en los cánones aceptados por gran parte de quienes se dedican a los estudios del desarrollo,10 y caracterizadas en esencia por sus reflexiones generales y limitada exposición fáctica. Este caleidoscopio da idea de las distintas lecturas que pueden hacerse de cuestiones tan debatibles como la relevancia de procesos participativos en el desarrollo. En ello, este trabajo considera relevante reflexionar sobre las distintas formas que hay en las ciencias sociales de escudriñar lo observable, de allegarse de evidencia, de traducirla al mundo de vida del/los autor/es y de los lectores, de interpretarla y de textualizarla para poder derivar reflexiones, enseñanzas y propuestas que permitan mejorar las formas de intervenir en realidades de otros.

 

LA MÁQUINA DEL ANTIDESARROLLO

Estaba yo parado en la cima de una colina, a la orilla de un camino de terracería, observando en medio del valle cómo habitantes de Villa Aldama construían un establo lechero para 250 vientres, un proyecto financiado por un programa gubernamental de desarrollo rural integrado.11 El trabajo era dirigido por un maestro de obras que, a su vez, recibía órdenes de un contratista privado especializado en conjuntos habitacionales. Este contratista, a pesar de no tener experiencia alguna en este tipo de obras, había resultado ganador en el concurso para designar al constructor de este proyecto; sin embargo, parecía haber logrado un mejor "entendimiento" con el director de la institución gubernamental asignada para llevar a cabo esta empresa.

Al observar en detalle el lugar de construcción, pude reconocer al comisariado ejidal12 y a algunos de los futuros socios del establo colectivo que estaban trabajando como meros "chalanes". A la distancia me era posible oír los gritos y los insultos del maestro de obras cada vez que se quejaba o daba una orden a sus subordinados. El hecho de que estos 'chalanes' resultaran ser las autoridades del pueblo y del ejido –y, por cierto, los futuros socios de la empresa colectiva en construcción–no parecía importarle mucho a este "capataz", que con fuete en mano se preocupaba sólo por terminar el trabajo a tiempo y más o menos adecuadamente.

–¡Ándele, pinche guevón! ¡Muévase! Apúrese y traiga el cemento que ya se está endureciendo –gritaba el maestro de obras al comisariado ejidal.

Al poco rato se dejaron oír sus quejas hacia un campesino que estaba acarreando agua desde el río con la ayuda de un burro, y que resultaba ser el futuro líder de la empresa:

—¡Oiga! ¡Usted! ¡El del burro! ¿Qué pasa con el agua que le pedí? Si quiere que se le pague más vale que le meta velocidad al asunto. Necesito mucha más agua y usted nada más me anda agarrando de su pendejo.

El ruido de un vehículo que se acercaba me distrajo del debate. Al voltear vi la pick up de Red Ryder y Castorcito:13 el director de la institución de gobierno a cargo de construir la infraestructura ganadera en el estado de Veracruz y su ayudante. Al verme estacionaron su camioneta justo detrás de la mía y se apearon mirándome con vacilación, como preguntándose qué hacía yo parado ahí en la loma mirando el sitio de construcción.

Red Ryder me saludó con un "Buenos días, ingeniero. ¿Qué lo trae por acá?".

Yo le respondí de una forma neutral similar: "Sólo vine a ver cómo iban los trabajos en la construcción del establo".

Ambos sonrieron. Red Ryder primero y luego Castorcito como un mero reflejo.

Entonces Red Ryder dijo con cierto cinismo: "Pues como usted puede ver, ya empezamos a construir el establo. Le dimos incluso trabajo a sus futuros dueños. Mírelos ahí abajo, qué felices se ven con su chamba. ¿A poco no se le salen a uno las lágrimas al verlos participando?".

Cuando uno observa esta situación en detalle –sobre todo con respecto a la participación– se pregunta por qué las relaciones de poder están tan boca arriba: qué estaba haciendo ese maestro de obras en el lugar, y que tenían que ver él y su actitud con la estrategia participativa enunciada en los documentos rectores del programa. Y, en todo caso, por qué no estaba el maestro de obras bajo las órdenes directas de los futuros socios del establo lechero y no, tal como acontecía, a la inversa.

Desde el principio no quedaba claro por qué este tipo de trabajo tuvo que ser asignado a un contratista privado y no directamente a los campesinos miembros del colectivo, que eran los dueños reales del establo y quienes, en todo caso, de haber sido necesario, podían haber solicitado los servicios de un arquitecto o ingeniero civil que tuviera alguna experiencia en la construcción de este tipo de proyectos. Uno también se pregunta: ¿qué sentían los campesinos ante la forma denigrante en que eran tratados por el maestro de obras? ¿Qué clase de sentimientos dejó esta tortuosa experiencia en sus mentes? ¿Cuál fue la relevancia para futuras experiencias de intervención? Para resumir: ¿cuál sería la idea que de la participación tendrían estos campesinos a partir de esta experiencia?

Por otra parte, podría haber sido esclarecedor averiguar qué clase de marco conceptual sobre desarrollo, si acaso, tenían los diferentes actores involucrados en esta cadena de instrumentación, desde los oficiales gubernamentales a cargo de financiar y controlar el proceso de construcción hasta el maestro de obras. También hubiera sido interesante conocer cómo se distribuyeron los beneficios derivados de construir esta obra entre todos estos actores involucrados en la arena de intervención. Otras interrogantes relevantes relacionadas a esta observación podrían haber sido: ¿cómo se había integrado este colectivo de campesinos? ¿Quién había decidido este tipo de actividad? ¿Quién había diseñado el establo? ¿Quién controló los recursos para construirlo? ¿Qué tipo de información y capacitación recibieron los socios de esta empresa?

 

POR QUÉ ES RELEVANTE LA PARTICIPACIÓN

Visité la granja de pollo de Rinconada en 1983. En ese entonces, los socios de esta empresa colectiva se enfrentaban a un serio problema debido a las altas temperaturas que estaban ocasionando que los pollos se asfixiaran. Les tomó a los cerca de 120 socios del colectivo cerca de cuatro horas agrandar las ventanas y ventilas de 15 galeras de 150 metros de largo. El lugar estaba algo desarreglado y sucio ya que había montones de ladrillos rotos y polvo por doquier, pero ellos habían resuelto el problema. Le pregunté qué había pasado a uno de los socios que estaba sentado a la orilla de la pileta de agua, y él me relató:

Cuando nosotros vimos que los pollos se estaban muriendo por las altas temperaturas, luego luego nos pusimos a agrandar las ventanas y ventilas para que entrara más aire. Nosotros aprendimos a construir las galeras en El Encero. Los socios de esa empresa nos invitaron a trabajar como ayudantes en la construcción de sus galeras pa'que aprendiéramos a construir las nuestras después. El Encero está más alto que nuestras tierras y nosotros simplemente copiamos el diseño de sus galeras sin tomar en cuenta las diferencias en el clima entre los dos lugares. Es por eso que se nos presentó este problema, pero logramos resolverlo antes de que la situación se volviera demasiado drástica. Parece que ya la libramos.

Este proyecto comenzó cuando uno de los líderes del ejido de Rinconada fue con un grupo a visitar a la gente de El Encero para averiguar sobre su experiencia con la granja de pollos. Ellos se interesaron en desarrollar un proyecto similar en su comunidad, así que invitaron a los ingenieros del FIRA–Banco de México14 a visitarlos para platicar sobre esta idea. Los involucrados tuvieron varias reuniones para decidir quién debía formar parte del colectivo y qué tipo de actividad podía llevar a cabo cada uno de ellos en la empresa. Mientras el crédito del banco estaba en trámite, enviaron a algunos de los futuros socios a El Encero para que aprendieran a construir las galeras pues en ese lugar se estaban construyendo varias en ese momento. Ellos mismos lograron construir su empresa con la ayuda de un maestro de obras de su pueblo, al cual previamente invitaron a formar parte del grupo.

También diseñaron por su cuenta la granja de Rinconada después de visitar otras granjas ejidales y privadas de la región. Fueron ellos los que decidieron construir cada galera apartada la una de la otra para evitar contagios entre los pollos. Igualmente decidieron sembrar árboles frutales entre las galeras para tener fruta para los socios todo el año. Los planos y los cálculos técnicos fueron hechos por un arquitecto que ellos contrataron, y a lo largo de todo el proceso siempre contaron con la asesoría y el acompañamiento del personal del FIRA. Si alguna tarea requería de conocimiento especializado o implicaba algún riesgo, ellos mismos se encargaban de la contratación correspondiente, y eran también ellos quienes controlaban los recursos financieros utilizados para construir la obra. Quien quiera que llevase a cabo alguna tarea específica en la empresa estaba bajo las órdenes directas de la directiva del colectivo, y no al revés.

Al contrastar esta experiencia con la del establo de Villa Aldama, uno podría preguntarse: ¿por qué en el caso de Rinconada los socios no le echaron la culpa al personal del banco por los errores en el diseño, tal y como sucede en la mayoría de los proyectos que son concebidos, financiados y controlados externamente? ¿Por qué los socios en este caso asumieron la responsabilidad por los errores en el diseño? ¿Por qué es importante que ellos se vayan haciendo capaces de diseñar, construir, operar y administrar su empresa? ¿Qué papel deberían tener los socios de la empresa y los agentes de cambio en cada una de las diversas situaciones a las que tienen que hacer frente en procesos de instrumentación como los relatados?

A partir de estas dos experiencias, uno puede reflexionar sobre la relevancia de que el proyecto sea controlado por los agentes externos o directamente por los socios. En el primer caso, simplemente no se reflexionó la estrategia de instrumentación a seguir; en lugar de ello se aplicó, por la fuerza de la costumbre, al igual que en cualquier obra, una relación laboral en la que los trabajadores no especializados –"chalanes"– tienden a ser tratados de forma denigrante y hasta racista por los maestros de obras, sin importar en este caso su función o estatus en el pueblo o el ejido.

Al analizar el papel que los socios desempeñaron en las diferentes etapas del desarrollo de este establo lechero, se observa que este tipo de actividad no fue su idea, sino que realmente fue promovida por los agentes de cambio de las instituciones gubernamentales, quienes también diseñaron la empresa sin hacer la más mínima consulta a los futuros socios y, de remate, decidieron asignar su construcción a un contratista privado.

En el caso de Rinconada y El Encero, los agentes de cambio siguieron una estrategia de intervención basada en la capacitación de los socios de los colectivos –por medio de "aprender haciendo"– en todos aquellos aspectos relacionados con el proyecto: fueron ellos los que decidieron el tipo de actividad, diseñaron la empresa, la construyeron y la administraron una vez que entró en operación. Esto permitió y aseguró su participación en todas las etapas, de manera que sintieron que estaban llevándola a cabo directamente, siguiendo la asesoría de los agentes de cambio del FIRA y con la eventual aportación de empresas especializadas y asesores como los requeridos para instalar la red eléctrica.

Este proceso participativo desarrolló un profundo sentido de pertenencia entre los socios, quienes la mayor parte del tiempo debían respaldarse en sus propias decisiones y acciones. Fue debido a este tipo de prácticas sociales que se evitaron actitudes de subordinación y dependencia hacia los agentes de cambio, quienes a su vez tuvieron el cuidado de no intervenir en cuestiones que podían y debían ser adecuadamente tratadas por la directiva y los socios de la empresa.

 

CUANDO LA DIGNIDAD HACE LA DIFERENCIA

Llegamos a El Encero I, una granja de pollos colectiva de 25 galeras que producía 250 mil pollos por ciclo productivo.15 Pablo Ibarra, el líder de la empresa, iba manejando hacia las oficinas administrativas cuando ambos vimos al ingeniero16 Martínez, de un banco privado, que estaba ahí parado, mirando la planta mezcladora para hacer alimento balanceado que este colectivo acababa de adquirir.

"Ahí está", me dijo Pablo Ibarra sobre el "ingeniero".

Ahí está, nomás mirando a la nueva planta y no puede figurarse de dónde diablos sacamos el dinero para comprarla. Hace como tres meses fuimos a verlo para pedir un crédito para comprarla. Él se puso medio arisco y nos respondió en un arranque de celos que deberíamos de dejar de prestarle tanta atención a los ingenieros del FIRA y darle más atención a sus indicaciones si es que queríamos obtener el crédito.17 Eso realmente nos molestó. Siempre hemos aceptado los comentarios y asesoría que hemos considerado correctas. Con la gente del FIRA tenemos una relación que va más allá del trabajo, nos hemos hecho amigos. Saliendo nomás de su oficina nos vimos las caras y nos fuimos a ver cuánto dinero teníamos en las cuentas del banco para ver si teníamos suficiente dinero para comprar el molino con nuestros propios recursos, y nos fuimos nomás a comprarlo, y ahí está ya trabajando. Y ahora ahí está Martínez, nomás mirando y mirando y preguntándose el muy pendejo.18

Aun cuando conocía a Pablo de mucho tiempo atrás, su actitud me tomó por sorpresa. No es común encontrarse con habitantes rurales que confronten con tal dignidad a actores externos que controlan recursos relevantes. El evento me hizo preguntarme qué clase de repertorios19 le permitieron a Pablo tomar esta postura tan digna cuando se enfrentó a una situación en la que eran tratados de una forma humillante. ¿Se podía relacionar esta actitud a la estrategia de instrumentación seguida? ¿Tenía que ver con la actitud y comportamiento de los agentes de cambio del FIRA a lo largo del acompañamiento de esta experiencia colectiva, mientras los socios de la empresa se embrollaban con el diseño, la construcción y finalmente la administración de la empresa? ¿Qué tan relevante es la autonomía económica para el desarrollo, para la participación y para cuestiones relacionadas con la dignidad?

Por otro lado, esta experiencia también me hizo pensar en la relevancia de la actitud y el comportamiento de los agentes de cambio en el resultado de las intervenciones. En particular: ¿qué tipo de ideas tenía el ingeniero Martínez sobre el significado del desarrollo y la participación? ¿Qué le hizo comportarse con semejante arrogancia? ¿Qué esperaba él, si acaso, ganar con ello? Al final, uno se pregunta si, después de todo, agentes de cambio como el ingeniero Martínez pueden llegar a modificar su forma de pensar, su actitud y su comportamiento con el fin de mejorar sus prácticas de intervención en este tipo de procesos de cambio.

 

¿HE LOGRADO ALGÚN TIPO DE EMPODERAMIENTO?

Doña Tere se levantó y caminó de forma pausada hacia el púlpito. Una vez ahí, comenzó a presentar el libro:20

Cuando Eleno Hernández me invitó a presentar su libro sobre desarrollo comunitario en el Cañón de Jimulco; sobre nosotros, me pregunté qué es lo que yo tenía que decir al respecto. ¿Qué tenía suficiente relevancia con relación a lo que ha cambiado en nuestras vidas, en mi vida, desde que él y un grupo de estudiantes y profesores de La Narro21 llegaron a visitarnos hace poco más de 20 años? En aquel tiempo, yo era incapaz de hablar en público, yo sentía que no tenía derecho de decir nada en una asamblea, y por lo tanto yo tenía que tratar de hacerlo por interlocución de mi esposo. Yo tampoco tenía un dinero mío y dependía económicamente por completo de él.

Hoy en día, mientras yo he venido aquí a hablar con ustedes, él está cuidando de nuestros hijos, y no le molesta hacerlo a pesar de las críticas y rumores que tiene que enfrentar en el pueblo. De cierta manera, nosotros hemos logrado cambiar nuestra relación para bien y hoy nos respetamos y apoyamos mutuamente. Hoy me ven aquí hablando con ustedes y honestamente no siento mis manos sudar como antes. Yo no me siento extraña en este espacio público porque siento que tengo el derecho de estar aquí y de decir lo que tenga que decir. De expresar mis ideas. De relatar a ustedes nuestra experiencia como productores de miel. De reflexionar en voz alta sobre nuestro desarrollo como individuos y como grupo.

Probablemente, cuando ustedes pasan por nuestros pueblos piensan que éstos se ven igual que hace 20 años, y entonces ustedes piensan que nada relevante ha pasado desde entonces. Pero hoy yo puedo estar aquí hablando con ustedes sobre estas cuestiones, mientras que ayer yo no hubiera podido hacerlo. Así, algo tiene que haber cambiado en todo este tiempo y yo no soy la única persona que ha cambiado para bien en nuestros pueblos.

La gente tiende a pensar que el desarrollo son nuevos caminos, escuelas, proyectos productivos, cosas que se pueden ver a la distancia. La gente no suele relacionar el desarrollo con cambios en toma de conciencia, actitud, comportamiento, dignidad, y yo creo que si yo no hubiera ganado tanto en esos términos, tal y como creo que lo he hecho, entonces: ¿cuál sería el sentido del desarrollo?

Es un hecho que experiencias como la de doña Tere no son comunes en "intervenciones planeadas".22 Es también cierto que su experiencia y la de su comunidad no han sido compartidas por la mayor parte de la población en el Cañón de Jimulco, la cual, por cierto, en la primera década de este nuevo milenio se está convirtiendo en una región plena de pueblos fantasma debido a que la mayor parte de su población migra durante el día hacia los centros urbanos cercanos para ganar su sustento.

Aun así, la experiencia de doña Tere —o tal vez debiera uno decir, la forma en la que ella ha comprendido sus cambios, debidos en parte a la experiencia que ha tenido por medio del proceso de intervención–ha significado una gran diferencia para ella y para su familia, para su comunidad y su pueblo. Y entonces uno debiera preguntarse: si hubiera más procesos de intervención como éstos, y de haber un contexto político económico más adecuado, ¿qué es lo que estos procesos de cambio podrían detonar en términos de desarrollo, tal y como fue definido por doña Tere?

 

¿PUEDEN LA PARTICIPACIÓN, EL EMPODERAMIENTO Y LA INTERVENCIÓN HACER LA DIFERENCIA?

Cuando en 1991 visité por primera vez la granja porcícola en Benito Juárez, en la península de Yucatán, no había nadie controlando la entrada a la empresa, exceptuando el sopor debido a la humedad y al calor del ambiente. Mientras caminaba por la granja me iba dando cuenta del descuido y abandono en que ésta se encontraba: no había tapete sanitario a la entrada, por todas partes había botellas vacías y empaques de medicinas veterinarias tirados en el suelo y mezclados con basura de todo tipo.

Finalmente logré escuchar a alguien roncando dentro de la bodega de la empresa. Traté con sigilo de hacer notar mi presencia para atraer la atención del durmiente, mas sólo algunos cerdos somnolientos respondieron a mi llamado. Ante mi fracaso decidí ser un poco más explícito y dije: "¡Hola! ¿Hay alguien ahí?". Después de un tercer intento, finalmente logré un "¿Quién está ahí?" como respuesta. "Vine a visitar la granja. El banco me envió", dije. "Pase, entonces", respondió el desconocido y no visible "guardia" antes de retomar su taciturna siesta en la hamaca.

Durante mi visita fui notando un sinnúmero de descuidos, incapacidades y desinterés: no había tarjetas de control para cada piara; no había forma de identificar a cada animal; algunos de los depósitos de alimento estaban vacíos; todo el lugar estaba lleno de excremento de cerdo, como si no hubiera sido limpiado en días. No tenía que preguntarme mucho sobre por qué esta granja no estaba pudiendo hacer frente a sus obligaciones financieras con el banco.

Visité esta granja en una segunda ocasión dos años después. Para mi sorpresa, encontré justo en la entrada el tapete sanitario en su lugar. Tras desinfectar mis zapatos en él, un socio que estaba cuidando la entrada me hizo pasar a un cuarto donde tuve que quitarme toda la ropa y bañarme para después vestirme con un overol limpio y unas botas de hule esterilizadas que el mencionado me facilitó. Otro socio me llevó de tour por la empresa. Todo el lugar estaba limpio, no había basura por ningún lado, había tarjetas de control en cada piara, cada cerdo estaba adecuadamente marcado, y diferentes socios me explicaban cómo estaban trabajando ellos mismos en cada sección de la empresa.

El asesor externo del FIRA no estuvo presente durante mi visita. Había tenido que ir a Mérida, la capital del estado, a ayudar con el trámite necesario para obtener un subsidio del gobierno que se destinaría a mejorar la vivienda de los socios de la empresa. Esto no tenía nada que ver con sus deberes formales como asesor de la granja, no obstante, sí era una necesidad sentida y real de los socios. Este asesor ciertamente había podido ampliar la cobertura de sus actividades debido a que había sido exitoso en pasar la administración y operación de la empresa a los socios, quienes habían sabido hacer de ella una de las mejores de la región.

¿Por qué había una diferencia tan contrastante entre los dos tiempos de esta empresa?

Uno de los principales aspectos en este caso parecería ser la metamorfosis sufrida por el "agente de cambio" que pasó de hacedor técnico a asesor y acompañante del desarrollo de los socios y de la empresa. Como parte de un plan de capacitación concebido por la oficina regional del FIRA, el asesor había seguido un curso de capacitación sobre estrategias participativas de instrumentación, relaciones de poder, dinámica de grupos y liderazgo.

En este punto tal vez sea relevante mencionar que los agentes de cambio para proyectos productivos generalmente tienen una formación universitaria técnica y por lo tanto no suelen tener idea de cómo abordar el aspecto social, organizativo e instrumental de los proyectos colectivos. Uno podría argumentar que tampoco los agentes de cambio con formación universitaria en ciencias sociales tienen mucha idea de cómo lidiar con este tipo de cuestiones. Además de estos hechos, otro aspecto relevante es que dichos agentes tienden a ver este tipo de capacitación de forma muy diferente una vez que han tenido que enfrentar los problemas sociales inherentes a los proyectos productivos colectivos, de manera que el proceso de apropiación suele ser diferente. Y a todos estos puntos, uno podría agregar como un requisito de todo agente de cambio tener una actitud y un comportamiento adecuados hacia la población local.

Una vez de regreso en el trabajo, este asesor logró motivar a la mayor parte de los socios, quienes se dieron a la tarea de adquirir las capacidades y las destrezas necesarias para tomar la granja en sus manos. Algunos de ellos fueron electos en la nueva directiva de la empresa y, junto con el agente de cambio, se dieron a la tarea de ir transfiriendo el conocimiento y la toma de decisión al colectivo. Durante este proceso lograron depurar al grupo y algunos de los socios que habían demostrado poco interés en la empresa fueron excluidos. Esto ayudó a mejorar el nivel de compromiso y la calidad del trabajo del resto de los socios.

 

DIFERENTES MANERAS DE OBSERVAR LA PARTICIPACIÓN Y EL EMPODERAMIENTO

En la literatura sobre desarrollo es común encontrar conceptualizaciones, estrategias, información, historias, evaluaciones y resultados que se ajustan a visiones confrontadas sobre la relevancia, tipo, fortalezas y debilidades de la participación.

Pareciera que la relevancia de la intervención participativa en el desarrollo es reconocida incluso por sus más acérrimos críticos, como Sam Hickey y Giles Mohan, quienes admiten que:

[...] en los últimos treinta años la participación se ha convertido en una de las contraseñas de la teoría y práctica del desarrollo contemporáneo, a menudo directamente relacionado con reclamos de "empoderamiento" y "transformación". Al inicio una preocupación marginal en el desarrollo, la mayor parte de las agencias del desarrollo ahora están de acuerdo en que alguna forma de participación de los beneficiarios es necesaria para que el desarrollo sea relevante, sostenible y empoderado.23

De acuerdo con las experiencias de El Encero, Rinconada, Benito Juárez y el Cañón de Jimulco antes expuestas, la necesidad de participación va más allá de contribuciones de mano de obra o informativas. Para que la población acepte y asuma como propio un proceso de cambio, ya sea endógeno o promovido desde el exterior, es necesario que se sienta involucrada en todas las etapas. Cualquier intento de incidir en un proceso de cambio de los actores sociales requerirá, como una de las principales premisas, que ellos estén involucrados en cada una de las etapas de este proceso, sobre todo si éste es promovido desde fuera por agentes de cambio de instituciones u organizaciones del gobierno, de la sociedad civil, de partidos políticos, de universidades, de iglesias y de otros actores similares.

Esta situación es particularmente cierta para el caso de Rinconada, en el que gracias a la participación directa de los socios de la granja en su construcción, éstos asumieron como propio un serio error en el diseño y pusieron todo su esfuerzo para resolverlo en lugar de ponerse a buscar a quién echarle la culpa por ello.

No obstante, y a pesar de este tipo de evidencias, todavía existen serias divergencias sobre las bondades y "maldades" de la participación. Algunos autores incluso consideran este tipo de estrategias como una especie de Caja de Pandora que tiende a enredar los esfuerzos de los actores sociales para mejorar su calidad de vida. En este sentido, de acuerdo con Rahnema:

[...] conforme uno va excavando en el lugar arqueológico entre las ruinas de las construcciones del desarrollo, tratando de ver más claramente en los escombros que alguna vez impresionaron a tantos debido a su sólida apariencia, un número de interrogantes viene a la mente: ¿Llevaron los nuevos enfoques participativos a algún cambio sustancial en la naturaleza del desarrollo, o sólo sirvieron de remedios caseros para dar un respiro a una envejecida institución? ¿Tuvieron (o pueden tener) éxito los métodos como interacción dialógica, concientización o investigación acción participativa en parar los procesos de dominación, manipulación y colonización de la mente? ¿Realmente pueden éstas generar nuevas formas de conocimiento, poder y acción, todas ellas necesarias para crear un tipo de sociedad diferente? ¿O está actuando el nuevo mito de la participación más como una especie de caballo de Troya, el cual puede terminar por sustituir una especie de participación teleguiada y magistralmente organizada, por viejos tipos de participación intransitiva o definida culturalmente, propios de las sociedades vernaculares? Observando los hechos, en lugar de las buenas intenciones detrás de ellos, pareciera ser difícil responder este tipo de preguntas de forma afirmativa.24

Esta cita de Rahnema es sin duda inspiradora, y ciertamente invita al lector a reflexionar sobre el abuso que distintas instituciones y organizaciones han hecho de la participación. Aun así, uno podría responder este tipo de preguntas de forma tanto afirmativa como negativa, dependiendo de la evidencia que esté inclinado a considerar. Si uno toma una actitud escéptica, ciertamente podría sugerir dejar el desarrollo en manos de expertos y reducir al mínimo la participación de gente "ignorante" y "potencialmente conflictiva", con el objeto de redirigir procesos de cambio hacia "objetivos de desarrollo palpables". Pero, si éste fuera el caso, ¿qué deberíamos hacer con experiencias similares a las presentadas en la primer parte de este escrito? ¿Dónde encajaría gente como doña Tere y Pablo Ibarra en ideas similares a las de Rahnema? ¿Qué es lo que estos actores dirían si leyesen la cita anterior? ¿Habría escrito Rahnema ese texto si antes de ello se hubiera encontrado con doña Tere, o Pablo, o gente con experiencias similares a las de ellos?

Otros críticos de estrategias participativas y empoderadoras no parecen negar algunos de los resultados positivos de la intervención participativa. No obstante, éstos critican las intencionalidades implícitas al tratar de imponer un paradigma de desarrollo confeccionado a la medida de la modernización capitalista:

Visto de esta manera, la pregunta que surge con relación al empoderamiento no es qué tanto "cuánto más" se empodera la gente sino "para qué" son empoderados. Y en el caso de muchos, sino es que todos los proyectos paticipativos, pareciera ser evidente que para lo que la gente es "empoderada a hacer" es para integrarse al sector moderno de las sociedades "en desarrollo". De manera más general, ellos están siendo empoderados para ser elementos en el gran proyecto de "lo moderno": como ciudadanos de las instituciones del Estado moderno; como consumidores en el creciente mercado global; como pacientes responsables en el sistema de salud, y así por el estilo. El empoderamiento, en este sentido, no es solamente una cuestión de "dar poder" a gente previamente desempoderada. La moneda en la cual este poder es otorgado es en la del proyecto de la modernidad. En otras palabras, el intento por empoderar a la gente a través de proyectos vislumbrados e instrumentados por los profesionistas de la nueva ortodoxia es siempre un intento, no obstante benevolente, de reconfigurar la personalidad de los participantes. Es en este sentido que nosotros argumentamos que el empoderamiento es similar a lo que Foucault llama subjección.25

Esta forma de pensar es adecuada con relación al objetivo de la mayoría de las organizaciones internacionales y los programas de desarrollo de los gobiernos nacionales, que es modernizar y asimilar actores sociales diversos, incluyendo a los pueblos originarios, en el llamado 'crisol social' en países de menor desarrollo económico.

Sin embargo, no resulta tan adecuada para juzgar otras experiencias, como las generadas a partir de la expansión de la Educación Popular por toda América Latina. Cabe mencionar que este enfoque "liberador" sigue una estrategia participativa y busca generar conciencia en los actores sociales sobre las causas de sus problemas —incluyendo el tipo de sometimiento referido en la cita anterior—, así como la concepción de estrategias para aminorarlos o resolverlos.26 El caso de doña Tere es un buen ejemplo de cómo la gente puede cambiar y desarrollarse cuando se siguen estrategias similares a las propuestas por la Educación Popular, incluso cuando esto es hecho dentro del escenario de una modernización capitalista.

Dentro de las mismas arenas sociales de las organizaciones internacionales y gubernamentales en las que estos autores parecen constreñir sus argumentos, uno podría presuponer que los programas de desarrollo con estas intencionalidades capitalistas inclinadas a favor del mercado no han estado actuando solas. Procesos como la mercantilización,27 cuando menos en los últimos treinta años, tienen al parecer tanto que ver con el impacto real de las intervenciones planeadas como con las actividades de vendedores de productos agroquímicos, prestamistas, brokers, extensionistas, médicos, curas, maestros, medios de comunicación masiva como la radio y la televisión, y la lista podría seguir ampliándose.

Por lo tanto, sin importar lo que hagamos, el "diablo" de la modernización –tal y como es concebida por el capitalismo– siempre logrará meter las manos en los procesos de cambio seguidos por cualquier actor social en cualquier parte del mundo. Así las cosas, el problema podría ser replanteado, no en términos de cómo evitar programas de desarrollo o cualquier otro tipo de vehículo utilizado por este tipo de modernización con el fin de llegar a los más recónditos lugares del globo terráqueo, sino en otro sentido: ¿cómo podemos acompañar a los actores sociales en esta perversa arena?

En la búsqueda de respuestas a esta pregunta, los actores sociales deberían estar en condiciones de lograr alguna forma de control sobre los intentos por imponerles este tipo de modernización que llega desde el mundo exterior, de manera que puedan reformarla atendiendo a aquellos aspectos que les sean idóneos de acuerdo a sus propios mundos de vida y, con base en sus conocimientos, capacidades, discursos, proyectos y utopías, puedan desplegar todo un caleidoscopio de modernidades alternativas.

En este sentido, aunque con una connotación no compartida por el que escribe, Glyn Williams argumenta que:

Los proyectos de desarrollo participativo pueden muy bien reescribir las subjetividades de la gente en términos de las decisiones de otros, incorporándolos a un proceso de desarrollo mucho menos benigno de lo que sus promotores pudieran sugerir. Pero mientras que la participación pareciera ser totalmente predominante, este recuento de su forma de operar está en peligro al ignorar el hecho de que cualquier configuración de poder/conocimiento abre sus propios espacios particulares así como momentos de resistencia.28

Este mismo autor nos recuerda la idea de Foucault al plantear que "en un sentido más positivo, necesitamos recordar que en los escritos del mismo Foucault, los sistemas de poder/conocimiento están prácticamente cimentados y evolucionando, proveyendo de esta manera de espacio entre ellos mismos para que emerjan discursos y conocimiento alternativos".29

Norman Long es más explícito sobre las respuestas que los actores sociales pueden tener cuando negocian con influencias externas como la intervención planeada. Desde su punto de vista:

La intervención planeada es un proceso transformacional que es constantemente reformulado por su propia dinámica interna, organizacional, cultural y política, y por las condiciones específicas que ésta encuentra o que ella misma genera, incluyendo las respuestas y las estrategias de los grupos locales que puedan luchar por definir y defender sus propios espacios sociales, fronteras y posiciones culturales dentro de un campo de poder amplio.30

Esto es precisamente lo que Pablo Ibarra hacía cuando se enfrentaba con la actitud y el comportamiento del ingeniero Martínez. Ésta fue también la actitud de doña Tere cuando en su conferencia se confrontó con las visiones infraestructurales del desarrollo a partir de sus propios "despertares" de género.

 

EL PODER EN LA PARTICIPACIÓN

Las estrategias participativas, especialmente las aplicadas por gobiernos y organizaciones internacionales, han sido criticadas por no considerar las relaciones de poder y las confrontaciones que pueden ser desatadas entre los actores sociales, que siempre están tratando de imponer sus mundos de vida, discursos e intereses sobre los de otros.31

El argumento en este sentido es que en enfoques como el "desarrollo populista"32 de Robert Chambers (1991, 1992),33 adoptado por el Banco Mundial, la participación, tal y como ha sido definida, comprendida y aplicada en esta propuesta, despolitiza el desarrollo. De acuerdo a un rosario de críticos, estos enfoques incorporan individuos marginalizados a proyectos de desarrollo que éstos no pueden cuestionar (Kotari),34 produciendo conocimiento de base ignorante de su propia parcialidad (Mosse)35 y no dando lugar a la discusión sobre visiones alternativas de desarrollo (Henkel y Stirrat).36 En este sentido, para Ferguson: "la participación simplemente aporta a la "máquina antipolítica": es un ejercicio foucaultiano de poder que reescribe la subjetividad de los pobres del Tercer Mundo, disciplinándolos por medio de una serie de procedimientos participativos, actuaciones y encuentros".37

A pesar de que hay evidencia sustancial en este sentido, de cierta manera estos autores no parecen estarse refiriendo a la participación, sino a las diferentes formas en que este concepto y su aplicación en acciones de desarrollo han sido distorsionadas, y es a partir de esta posición que niegan toda posibilidad a procesos participativos, de cualquier tipo, para lograr un resultado aceptable.

La historia de Red Ryder y Castorcito mencionada al inicio de este trabajo puede ser un buen ejemplo de lo que Ferguson bautizó como "la máquina de la anti–política". Pero hay también otras historias presentadas en este texto que son un buen ejemplo para demostrar que la participación, aunque imperfecta, puede ser concebida de forma diferente.

Está claro que las estrategias de instrumentación participativa seguidas en los casos de Rinconada, El Encero y Benito Juárez hicieron una diferencia significativa, en tanto permitieron a los socios asumir una postura activa en todas las actividades de estas empresas, tomar control y apropiarse de ellas en el terreno psicológico. Por otra parte, los cambios positivos percibidos por doña Tere con relación a su vida y la de los integrantes de sus asociaciones, en relación con cuestiones éticas, morales, de toma de conciencia, de empoderamiento y de dignidad, complementan la evidencia de las granjas y proponen una forma más compleja y humana de entender la participación y el desarrollo.

 

Y ENTONCES, ¿QUÉ DEBE ENTENDERSE POR PARTICIPACIÓN?

Las diferentes formas en las cuales las estrategias de participación son concebidas, interpretadas y evaluadas, crean la oportunidad para redefinir este "enajenado" término que ha perdido mucho significado debido a su uso y abuso en el mundo del desarrollo planeado e institucionalizado.

En esencia, la participación implica "formar parte de", ser co–participante; esto quiere decir que aquellos que participan desde un inicio deben hacerlo de mutuo acuerdo, que su participación no debe ser impuesta desde arriba ni por ningún actor en el escenario. "Formar parte de" quiere decir tener conciencia de cómo, por qué y para qué se participa, esto es, tener conciencia: i) del pasado como una subjetividad constituyente y una historicidad que da identidad y a su vez da un sentido de pertenencia; ii) del presente como una posibilidad de acción y cambio; y iii) del futuro como imaginario social alcanzable por medio de la acción social incluyente y participativa.

Participar debe conllevar al desarrollo de los individuos y de los diferentes tipos de asociaciones que ellos establezcan. Cualquier experiencia que presuma de ser participativa debe satisfacer estos aspectos.

La participación es, en su propia manera, un proceso que requiere de la observación a lo largo de un ciclo en el que la acción o el proceso toman lugar. Este proceso considera: la concepción de la idea, su diseño, instrumentación, operación y administración. En cada una de estas etapas, el grado de participación de los actores sociales puede variar considerablemente.

Los procesos participativos toman lugar en una arena en la cual diversos actores sociales están presentes, cada uno de ellos con diferentes proyectos, intereses y discursos. Éstos la mayoría de las veces se contraponen con los de otros actores. En este sentido, la participación puede promover procesos de apropiación y empoderamiento en algunos actores, pero también puede abrir la Caja de Pandora: agudizar problemas vinculados a las relaciones de poder y dominación entre diferentes actores, y dar lugar a acciones manipuladas por miembros de la "máquina del antidesarrollo", que al final resulta contraria a los intereses, formas de vida y mundos de vida de aquellos a los que supuestamente debía haber beneficiado.

¿Quién participa? ¿Qué clase de participación? ¿Cómo tiene lugar esta participación? ¿Cuáles son las relaciones de poder y dominación que ensombrecen la participación de distintos actores sociales? ¿Quién se beneficia de este proceso? Éstas son preguntas fundamentales para comprender el papel que tiene la participación y sus diversas distorsiones en el proceso de cambio.

Las experiencias mencionadas en la primera parte de este trabajo dan una idea de cuán relevante es escudriñar en detalle al interior de los procesos participativos para así reflexionar, interpretar y dar un punto de vista en relación con estos procesos, con suficientes matices para mejorar nuestro conocimiento y sugerir mejores maneras de acompañar procesos participativos de cambio.

 

LOS AGENTES DE CAMBIO EN LA PARTICIPACIÓN

Unos de los más relevantes actores en la trama de la intervención son sin duda los agentes de cambio. Esta relevancia ha sido considerada con anterioridad en uno de los trabajos clásicos que abordan específicamente el estudio de la instrumentación. De acuerdo con Kaufman:

Es el hombre [sic] en el campo el que actualmente lleva a cabo el programa. Esto es igualmente cierto para las organizaciones públicas o privadas. Es lo que él [sic] hace y no lo que el secretario del departamento, jefe de oficina, o presidente de la compañía dice, lo que realmente hace el programa [...] El trabajo físico real de llevar a cabo los objetivos de la organización recae en las personas de nivel más bajo en la jerarquía administrativa.38

Dada la relevancia de estos actores, cabe reflexionar en torno a una serie de preguntas que suele torturar la mente de todos aquellos que han decidido dedicar su vida profesional a influenciar las realidades de otros asesorándolos y acompañándolos en sus procesos de cambio: ¿qué tanto meter las manos en la instrumentación de acciones, ya sean éstas promovidas desde el exterior o producto de dinámicas endógenas? ¿Hasta qué punto debemos promover una acción o situación, o dejar que sean los líderes locales o las asociaciones en pleno quienes dirijan, estructuren y organicen procesos de cambio? ¿Qué tanto debe uno motivar a los actores sociales a tomar los procesos de cambio en sus propias manos o dejar que las circunstancias los lleven a hacerlo? ¿Qué actitud o comportamiento mostrar a la hora de llevar a cabo actos de intervención? ¿Qué papel se debe asumir en cada "paso" de un proceso de cambio de un actor en particular, en un determinado momento y bajo ciertas circunstancias?

Éste es el tipo de interrogantes que los instrumentadores tienen que enfrentar sin poder encontrar una respuesta lo suficientemente convincente. Porque a pesar de que es posible admitir algunas regularidades, no hay prescripciones genéricas que puedan ayudar a resolver esta clase de interrogantes. No es fácil lidiar con ellas, dado que están más o menos determinadas por la situación específica en la que se encuentre cada paso de un proceso de cambio. A veces la situación requerirá que el agente de cambio se solidarice con quienes él o ella estén trabajando y asuma algunos deberes que bajo otras circunstancias tendrían que dejarse en manos de aquéllos. En otras ocasiones, lo mejor será mantenerse al margen, incluso en situaciones en las que sea relevante para este agente mover las cuerdas vitales de la trama, con el propósito de que sus acciones no sean percibidas por los actores involucrados.

En todo caso, estos agentes de cambio deberían tener un entrenamiento y capacidades apropiadas para incidir en realidades de otros de la manera adecuada, posibilitándoles tomar los procesos de cambio en sus propias manos con suficiente agencia39 para confrontar sus discursos, proyectos e intereses en arenas de intervención con burócratas de instituciones gubernamentales, militantes de partidos políticos, empleados de corporaciones transnacionales, miembros de organizaciones de la sociedad civil, misioneros religiosos, narcotraficantes y otros actores sociales similares o ajenos a ellos.

 

REFLEXIONES FINALES

Las intervenciones participativas son usualmente presentadas de forma escrita en un estilo que otorga un amplio espacio para maniobrar a los autores. La evidencia fáctica suele ser escasa, y cuando sí aparece viene en forma de generalizaciones que ocultan lo que la gente tiene que decir al respecto. Uno de los propósitos de este trabajo ha sido presentar al lector la relevancia del trabajo etnográfico cuando se tratan aspectos relacionados con procesos de intervención participativos y de desarrollo.

Independientemente de lo que uno pueda pensar de los procesos participativos, parece estar claro que para que los actores locales acepten y asuman un proceso de cambio, sea éste endógeno o promovido desde afuera, es esencial que se sientan involucrados en todas sus fases. Ciertamente, este tipo de estrategias pueden ser utilizadas por un número de razones que van desde la iluminación, el despertar y el empoderamiento de los actores sociales, tal y como se ha evidenciado en múltiples experiencias relacionadas a la Educación Popular, hasta la manipulación de grupos locales con el fin de imponerles paradigmas de desarrollo ajenos a sus mundos de vida. Esta situación abre el debate sobre cómo la participación es concebida y abusada por tirios y troyanos.

Cuando se aborda el concepto de participación, la mayor parte de las críticas se refieren a sus distorsionados y enajenados usos que poco o casi nada tienen que ver con la idea de "formar parte de algo", incluso en arenas donde diferentes actores confrontan sus mundos de vida. Por lo tanto, este criticismo pareciera corresponder a otro concepto distinto al de participación. Hay otras formas de conceptualizar, percibir, sentir y vivir lo que significa "formar parte de algo", tal y como lo atestiguan las experiencias consideradas en este trabajo. Tal vez dar voz a los mismos actores sociales pueda ayudar a alumbrar las diferentes caras de la participación, así como también sus distorsiones.

 

NOTAS

1  Sobre este particular, véanse: Arturo Escobar, Encountering Development: the making and Unmaking of the Third World, Princeton, Princeton University Press, 1995;         [ Links ] y Jean–Pierre Olivier de Sardan, Anthropology and Development: understanding contemporary social change, Londres, Zed Books, 2005.        [ Links ]

2 George Marcus y Dick E. Cushman, "Las etnografias como textos", en Carlos Reynoso (comp.), El surgimiento de la antropología posmoderna, Barcelona, Gedisa, 1992, p. 181.        [ Links ]

3  La hermenéutica entendida como el estudio de los principios metodológicos de la interpretación y la explicación.

4  Para los seres humanos, la vida cotidiana es experimentada como una especie de realidad ordenada y compartida con otros, todo ello producto de la interacción social en donde todo acto, objeto o discurso es constantemente resignificado y simbolizado tanto por individuos como por colectivos. El mundo de vida puede entenderse como el conjunto de símbolos y significados específico para cada lugar y tiempo. Este concepto difiere radicalmente con la idea de considerar a la cultura o la reproducción social como una especie de telones de fondo que determinan la acción humana. Sobre este tema, véase Alfred Shutz y T. Luckman, The Structures of the Life World, Londres, Heinemann, 1974.        [ Links ]

5 Véanse Paul A. Roth, "Ethnography without Tears", Current Anthropology, 30 (5), 1989;         [ Links ] y George Marcus y Dick E. Cushman, "Las etnografías como textos", op. cit., pp. 171–213.

6 Renato Rosaldo, Cultura y verdad: nueva propuesta de análisis social, México, Grijalbo/ Conaculta, 1989.        [ Links ]

7 Sobre este debate, véanse Paul A. Roth, idem; y George Marcus y Dick E. Cushman, ibid., pp. 171–213.

8 El Programa de Inversiones Públicas para el Desarrollo Rural (Pider).

9  El Programa de Desarrollo Rural Comunitario de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN).

10  Estos cánones han sido criticados sobre todo por quienes se han dedicado a la antropología del desarrollo, entre ellos autores como Norman Long y Jean–Pierre Olivier de Sardan.

11  La experiencia del establo lechero de Villa Aldama se dio como un proyecto del Programa de Inversiones Públicas para el Desarrollo Rural (Pider), un programa de desarrollo rural integrado financiado por el Banco Mundial en las décadas de 1970 y 1980.

12  Principal autoridad de un ejido, que es una asociación de tenencia de la tierra, producto de la reforma agraria mexicana.

13 Éstos eran sus apodos, ya que se parecían mucho a los personajes de un cómic del medio oeste de Norteamérica que en esos días estaba de moda. Uno de ellos era pelirrojo y grande, mientras que el otro era de corta estatura y muy moreno.

14 Los Fideicomisos Instituidos con Relación a la Agricultura (FIRA), del Banco de México, son un conjunto de medidas concebidas para dar garantía a los bancos en relación con los créditos otorgados a las actividades agropecuarias. Tal era el caso de los ejidos que no contaban con una garantía prendaria real que avalara los créditos recibidos, siendo el FIRA quien otorgaba en su lugar esta garantía. Durante la década de los ochenta, esta institución, de forma conjunta con instituciones gubernamentales y bancarias, dio apoyo financiero, organizativo y técnico a las granjas avícolas de Rinconada y El Encero, entre otras de la región.

15  El ciclo productivo de pollo de engorda es de ocho semanas.

16  En México es costumbre dirigirse a los empleados públicos por su "presumible" título universitario. Los profesionistas relacionados con las actividades agropecuarias suelen ser nombrados "ingenieros"; los involucrados con los asuntos agrarios, "licenciados"; y los dedicados a los asuntos de los pueblos originarios, "antropólogos". Estos títulos son empleados independientemente de la carrera estudiada o del nivel real de estudios logrado por los empleados en cuestión.

17  El Banco de México, por intermediación del FIRA, solía dar incentivos a bancos públicos y privados para fomentar su inversión en la agricultura. Esta institución tenía su propio personal que se encargaba de los proyectos, los cuales también eran atendidos por el personal de los bancos que, finalmente, eran quienes hacían llegar los recursos crediticios a los productores.

18  Este concepto peyorativo tiene toda una connotación cultural en México.

19  El concepto de repertorios se refiere a las formas en que varios elementos (valores, discursos, ideas organizacionales, símbolos y procedimientos ritualizados) son utilizados y recombinados en la práctica social de forma consciente o de alguna otra manera. Véase Norman Long, Development Sociology: Actors Perspectives, Reino Unido, Routledge, 2001, p. 91, o la traducción al español: Sociología del desarrollo: una perspectiva centrada en el actor, México, Colegio de San Luis/CIESAS, 2007, pp. 180–182.        [ Links ]

20  La conferencia tuvo lugar en 2004 en Saltillo, Coahuila.

21  La Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN) es una universidad agropecuaria ubicada en Saltillo, Coahuila, México. Algunos profesores concibieron un programa de desarrollo comunitario para apoyar a comunidades de varias regiones cercanas a esta universidad.

22  Este término fue acuñado por Norman Long y J.D. van der Ploeg, quienes mencionan que "los paradigmas teóricos dominantes de intervención planeada en los sesenta y setenta respaldaban un modelo mecánico de relación entre política, instrumentación y resultados. Una tendencia en muchos estudios [que todavía se aferran a un cierto tipo de discurso político] era conceptualizar los procesos como esencialmente lineales en naturaleza, implicando un cierto tipo de progresión paso a paso desde la formulación de las políticas hasta la instrumentación y los resultados, después de los cuales uno podía llevar a cabo una evaluación ex post para establecer qué tanto los objetivos originales habían sido logrados" (Norman Long y J. D. van der Ploeg, "Demythologising Planned Intervention: An Actor Perspective", Sociologia Ruralis, vol. XXIX, núms. 3–4, 1989, p. 227).        [ Links ]

23 Samuel Hikey y Giles Mohan, "Relocating participation within a radical politics of development", Development and Change, 36 (2), 2005, p. 238.        [ Links ]

24 Majid Rahnema, "Participation", en W. Sachs (ed.), The Development Dictionary, Londres, Zed Books, 1992, p. 121.        [ Links ]

25  Heiko Henkel y Roderick Stirrat, "Participation as Spiritual Duty; Empowerment as Secular Subjection", en Bill Cooke y Uma Kothari, Participation the New Tiranny, Londres, Zed Books, 2001, p. 182.        [ Links ]

26  Liam Kane, Popular Education and Social Change in Latin America, Londres, The Latin America Bureau, 2001.        [ Links ]

27 El aspecto central en el análisis de los procesos de mercantilización (commoditization) entre poblaciones campesinas concierne al impacto de la creciente comercialización e integración de las empresas agropecuarias y de los hogares en una economía capitalista más amplia.

28 Glyn Williams, "Towards a repolitization of participatory development: political capabilities and spaces of empowerment", en Samuel Hickey y Giles Mohan, Participation: From Tyranny to Transformation?, Londres, Zed Books, 2004, p. 94.        [ Links ]

29  Ibid., p. 94.

30 Norman Long, Development Sociology..., op. cit., p. 27.

31 Roberto Diego, "Participatory Strategies, Facilitators and Community Development in Mexico", The Journal of Agricultural Education and –extension, vol. 10, núm. 3, 2004, pp. 111–120.        [ Links ]

32 Denominado de esta forma por sus críticos. Véase Bill Cooke y Uma Kothari, op. cit.

33 Robert Chambers, "Shortcut and Participatory Methods for Gaining Social Information for Projects", en M. Cernea (coord.), Putting people first. Sociological Variables in Rural Development, Nueva York, Oxford University Press, 1991, pp. 515–537;         [ Links ] del mismo autor, "Diagnósticos rurales participativos; pasado, presente y futuro", Bosques, Árboles y Comunidades Rurales, núms. 15–16, 1992.

34 Uma Kothari, "Power, Knowledge and Social Control in Participatory Development", en Bill Cooke y Uma Kothari, Participation the New Tiranny, op. cit., pp. 139–152.

35  David Mosse, "People's Knowledge, Participation and Patronage: Operations and Representations in Rural Development", en Bill Cooke y Uma Kothari, ibid., pp. 16–35.

36  Heiko Henkel y Roderick Stirrat, "Participation as Spiritual Duty. Empowerment as Secular Subjection", en Bill Cooke y Uma Kothari, ibid., pp. 168–185.

37 J. Ferguson, The Antipolitics Machine: 'Development', Depolitization and Bureaucratic Power in Lesotho, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1994. Citado en Glyn Williams, "Towards a repolitization...", op. cit., p. 93.

38 H. Kaufman, The Forest Ranger: Study of Administrative Behaviour, John Hopkins University Press, 1960, pp. 38 y 39.        [ Links ]

39 La noción de agencia atribuye a los actores sociales cierta generación, conocimiento y capacidades para procesar experiencia social y vislumbrar formas de arreglarse con la vida, incluso bajo formas extremas de coerción. Véase Norman Long, Development Sociology..., op. cit., p. 16.

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