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Tópicos (México)

Print version ISSN 0188-6649

Tópicos (México)  n.63 México May./Aug. 2022  Epub Aug 15, 2022

https://doi.org/10.21555/top.v63i0.2161 

Reseñas críticas

Márquez Muñoz, J. F. (coord.); Palacios Soto, A. M.; Cárdenas Ureña, A. y Sánchez Navarro, A. (il.) (2020). Anatomía de la teoría mimética. Aportaciones a la filosofía política. UNAM-Aliosventos. 119 pp.

Vicente de Haro1 

1Universidad Panamericana. vharo@up.edu.mx

Márquez Muñoz, J. F.; Palacios Soto, A. M.; Cárdenas Ureña, A.; Sánchez Navarro, A. 2020. Anatomía de la teoría mimética. Aportaciones a la filosofía política. UNAM-Aliosventos, 119p.


Este libro es producto de un proyecto de investigación titulado “Materiales para la enseñanza de la teoría política de René Girard”, dirigido por Jorge Federico Márquez Muñoz, que es el autor principal del volumen y profesor-investigador en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Márquez Muñoz es un buen conocedor de la teoría mimética de Girard, y este equipo bajo su liderazgo ha conseguido redondear un trabajo sugerente y a la vez riguroso, respaldado por una investigación interdisciplinar extensa y escrito con claridad. Anatomía de la teoría mimética -que se anuncia como el primero en una serie de estudios, adelantándose ya que el subsecuente se ocupará del sistema político mexicano como kátechon- trasciende los límites de una exposición analítica y de un comentario, y consigue, como promete el subtítulo del volumen, tender un puente entre el pensamiento girardiano y la filosofía política. En efecto, el trabajo realizado por este equipo de investigadores pone al servicio del análisis político los conceptos específicamente girardianos de mimesis y de sacrificio.

Ya en la primera parte del volumen (“La imitación”) se va más allá de la mera explicación del uso de los conceptos en la obra de Girard para establecer las conexiones entre teoría mimética, neurociencias y psicología; los estudiosos de Girard sabemos todos, pero a menudo con cierta vaguedad, de su influencia en los estudios que llevaron al descubrimiento de las neuronas espejo; no es tan frecuente la precisión con la que este grupo de autores documenta el reconocimiento de Meltzoff de esta deuda intelectual en su psicología del desarrollo, ni es tan común la prolijidad con la que este libro delimita dicha conexión, admitida también por el propio Gallese.

Los autores se animan incluso a tratar de complementar la teoría mimética girardiana con distinciones añadidas. Girard ya saca un provecho intelectual muy convincente de la distinción entre mediación interna (la que se da entre dos personas al mismo nivel o en el mismo plano, que por tanto suele degenerar en rivalidad y auto-ocultamiento de la imitación en la perspectiva de primera persona de cada uno de los agentes involucrados, cada uno de los cuales se ve a sí mismo como el deseante original y al otro como intruso) y mediación externa (la que se da en la imitación del Quijote respecto de Amadís o del cristiano en la imitatio Christi: casos en los que la trascendencia del modelo impide la rivalidad o el conflicto distributivo). Márquez Muñoz y su equipo agregan la distinción entre imitación inmediata e imitación diferida (apoyándose en el propio Meltzoff y en Moore, en el apartado 1.4) y ofrecen un estudio cuidadoso de los diversos grados de complejidad en la imitación (apartado 1.5). Esto es relevante porque, como ya han advertido otros lectores de Girard, en sus obras no está suficientemente tematizada la mimesis positiva, la que no es rivalística, la que permite el aprendizaje, la amistad, las relaciones pacíficas y fecundas. Pienso, por ejemplo, en los esfuerzos de Rebecca Adams, quien en su texto “The Goodness of Mimetic Desire” apunta precisamente a completar ese aspecto positivo de la imitación que en Girard queda simplemente señalado como posibilidad ante la imitación de Cristo; también en su texto “Loving Mimesis and Girard´s Scapegoat of the Text” la misma autora persigue ese objetivo, y le sigue en ello Matthew Taylor en una publicación posterior que recoge el proyecto de un modelo para la “loving mimesis”. Evoco también el texto reciente de Jean-Luc Marion, titulado “Violence and Forgiveness: From One Mimesis to Another”, publicado en el número 53 de Continental Philosophy Review y que va en la misma dirección. Pues bien: los aportes que hace Anatomía de la teoría mimética en cuanto a la imitación diferida abren sendas valiosas en ese sentido, y se integran con ello a lo que considero la vanguardia de una auténtica profundización y ampliación del legado girardiano.

Así, este trabajo de Márquez Muñoz y sus co-autores honra el pensamiento de René Girard tratando de proyectarlo hacia nuevos horizontes e intentando dotarlo de una precisión filosófica que el propio Girard no pretendió. Se aprovecha también lo que muchos de los comentadores más reconocidos de Girard han puesto sobre la mesa: se cita, entre otros, a Palaver, Cowdell, Oughourlian, Dumouchel y Dupuy; este último es el más utilizado precisamente por la intención de aplicación político-económica del volumen. Es también por este enfoque que destaca mucho el apartado sobre la monarquía (2.4, ya en la segunda parte del libro, titulada “Conflicto y violencia”), en el que se profundiza en lo expuesto por Girard en La ruta antigua de los hombres perversos y se detalla el papel expiatorio del rey, pero también la posible divinización del verdugo; se abordan las posibilidades lógicas y reales de la divinización de la víctima o el diferimiento interminable de su entrega final, o el desvío de la violencia hacia otros, etcétera. Como los propios autores mencionan (p. 91), esto es esencial para la comprensión profunda de la dinámica entre las fuerzas políticas (y hoy en día, agrego yo, para comprender también diversos fenómenos de masas ante figuras muy visibles, como las de artistas, deportistas e influencers).

Pienso que el libro explica con suficiente precisión el mecanismo del chivo expiatorio, y que eso es clave en el logro de sus objetivos teóricos. Si sobre este desplazamiento unánime de la violencia se fundan todas nuestras instituciones políticas, esclarecer la dinámica mimética que lleva al asesinato fundador es lo esencial, y es así también como se supera el usual círculo vicioso en la antropología social respecto a si el mito surge del rito o viceversa: ambos surgen de la violencia fundacional, ambos se construyen sobre el túmulo de la víctima.

Por citar dos apóstrofes bien conocidos, que representan, en mi opinión, dos modos válidos de leer a Girard y de encarar la teoría mimética, evoco la afirmación de Jean Marie-Domenech respecto a que René Girard sería “el Hegel del Cristianismo” y la igualmente contundente comparación de Michel Serres, cuando proclamó a Girard el “Darwin de las ciencias humanas”. Pienso que el libro de Márquez Muñoz y su equipo se inserta en una interpretación de Girard más cercana a la afirmación de Serres que a la de Domenech: en cuanto subraya más los aportes de la teoría girardiana en las ciencias sociales, en la reflexión política y económica, destaca en mayor medida su capacidad para integrar distintas investigaciones empíricas y sociológicas, y no aborda tanto los horizontes de una reflexión global sobre el sentido de la historia, del Espíritu, los dos sentidos de lo sagrado, la inculturación cristiana del mundo y la dialéctica de la secularización, entre otros temas girardianos que se muestran más próximos a la impronta hegeliana y a la cuestión religiosa en general.

Si alguna observación crítica puede hacerse a este libro, esta radica precisamente en esa cierta parcialidad de su perspectiva ante Girard: se trata la distinción entre mediación interna y externa principalmente como social y política, sin abordarla como una diferencia espiritual. Aunque ello se entiende por el objetivo particular del libro, me parece que podía habérsele hecho mayor justicia al enfoque más específicamente filosófico y religioso del descubrimiento girardiano (cabe recordar que en Mentira romántica y verdad novelesca, primer libro en el que Girard desarrolla su genial intuición, el deseo mimético es denominado aún, hegelianamente, deseo metafísico). Desde ese enfoque complementario se podría ahondar también en el papel desmitificador del cristianismo, que si bien es mencionado en el libro (p. 92), se diluye en cuanto a su relevancia entre las menciones paralelas a la tragedia griega, el hinduismo y las sociedades complejas. Buena parte del pensamiento de Girard constituye una peculiar forma de exégesis bíblica y de apologética cristiana, y si bien en este libro en concreto el enfoque no se dirige particularmente a esa arista ni a la de la filosofía de la historia, el lector puede echar en falta al menos una tematización sintética de esa línea de fuerza, fundamental -y, en mi opinión, atrevida y admirable- en la argumentación de René Girard.

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