SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue106Intuitive method for the calculation of water surpluses: case study of the central area of Córdoba, Argentina author indexsubject indexsearch form
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Investigaciones geográficas

On-line version ISSN 2448-7279Print version ISSN 0188-4611

Invest. Geog  n.106 Ciudad de México Dec. 2021  Epub June 06, 2022

https://doi.org/10.14350/rig.60498 

Editorial

Editorial


El viaje y su relato abre a la geografía capas de lecturas y significados del camino, de lo ajeno y de ver. La realización de un viaje y la publicación de su relato, en 1931, con los detalles en las páginas escritas por Augusto Flores Ponce, a la vez informante y protagonista en el libro: De Buenos Aires a Nueva York a pie, a cargo de la Editorial Cervantes de Barcelona,1 en el noventa aniversario de su edición (1931-2021), merece la atención en este editorial de Investigaciones Geográficas, revista del Instituto de Geografía de la UNAM.

Flores, un estudiante peruano en la capital argentina, de dieciséis años, participa en un viaje junto con otros tres estudiantes peruanos y uno argentino. El viaje de estos jóvenes latinoamericanos, en ruta a los Estados Unidos, presenta una experiencia lineal e insólita por ir a pie. Se alejan del viaje burgués (el Grand Tour), de tipo científico, de conquista, de dominio territorial, de peregrinación o turístico y se ajusta a un tipo de viaje interior, entre la búsqueda y la exploración (Colombi, 2006, p. 13). Se suma a una tradición viajera rara y en marcos históricos que no se origina en Europa o en los Estados Unidos, y permite entender las raíces, las rutas y las variedades del viaje de un “modo más amplio” (Clifford, 2008, p. 102).

Esta experiencia textual se sitúa entre la autobiografía y un género íntimo que, poco a poco, se construye y que transmite al lector la certidumbre de “haber estado ahí” (Colombi, 2006, p. 28). El relato actúa como una textualidad polifónica, tiene un mapa de América con la ruta marcada con una línea negra y fotografías en blanco y negro repartidas en 22 capítulos donde hay una jerarquía del espacio americano, es decir, el viajero escritor prefiere tres países, Argentina (el lugar de la salida), Perú (la patria de cuatro de los viajeros) y Estados Unidos (el lugar de llegada) a los que dedica más del cincuenta por ciento del relato, mientras una proporción menor de páginas se destina a los otros diez países que atravesaron.

La prensa de Buenos Aires se burla del viaje a pie y lo declara como “imposible” de realizar debido a “las altas montañas, los impetusos ríos, los hondos pantanos y los espesos bosques: y esto sin contar con los bandidos, las serpientes, los cocodrilos y lo animales salvajes” (Flores, 1931, pp. 5-6). No están tan equivocados, sin embargo, tampoco les dan palabras de aliento al grupo juvenil, integrado por Elías Torres, de 20 años y capitán de la expedición, Manuel Rivera, de 19 años, ayuda de campo, Julio Quiñones, de 18 años y Juan Viletta de 21 años (el único ciudadano argentino), estos dos últimos se encargan del registro y como cocinero del grupo, Augusto Flores, acompañados de dos perros, “Diana” y “Gaucho”.

El viaje de formación o Bildungsreise inicia el 11 de julio de 1926 (dos días después de los festejos del 110 aniversario de la Declaración de la Independencia de la República Argentina) en la Plaza del Congreso de Buenos Aires, con una duración de más de dos años y termina en uno de los muelles de Manhattan el 5 de noviembre de 1928. Este libro se sitúa entre las “historias de andares y de acciones” (Colombi, 2006, p. 20), que se suceden en los miles de kilómetros recorridos a pie y donde la amistad es la base del grupo para compartir unidos esta aventura, llena de conductas y actitudes éticas, ¿cómo se coloca el grupo viajero en esta escena? La interacción abierta por los viajeros con las personas y lugares que los reciben y los despiden a lo largo de su larga ruta es muy variada. Queda claro que se exponen a la alteridad, aunque esta se pone en riesgo ante los infortunios que suceden en la mayor parte del viaje. La observación empírica integra en el relato los elementos de la geografía humana y física de América abiertas al grupo viajero, a manera de catálogo de formas terrestres y diccionario de voces que escuchan, a veces con dificultades, de las regiones que visitan.

El viaje tiene sus altibajos emocionales y combina una sucesión de paisajes excepcionales a lo largo de la ruta con los sufrimientos y heridas en la primera parte de la ruta, es decir, hasta antes de la entrada a los Estados Unidos. Apenas ingresan a Bolivia, muere Elías Torres en un intento de atravesar un río que corría “entre dos altas montañas” (Flores, 1931, p. 35) y más adelante, Manuel Rivera pierde la vida por la mordedura de una serpiente venenosa en un campamento en la montaña, poco antes de llegar a Guayaquil y, un mes después, en septiembre de 1927, el paludismo impide andar a Julio Quiñones y Juan Viletta y de Cali se trasladan al puerto de Buenaventura para regresar en barco a Buenos Aires.

Augusto Flores, el más chico, continúa el viaje en solitario. De la costa del Pacífico colombiano se adentra en Panamá rumbo a Guatemala. Unas tierras llenas de volcanes, lagos e instabilidad política. El relato se acerca a la ficción novelada en esta parte. Al salir de Managua y caminar por Chinandega, unos hombres lo detienen y desconfían de él, es llevado ante el mismísimo Augusto César Sandino quien lo interroga y se convence que no es un espía ni de los Chamorro, ni del ejército estadounidense, él quiere la libertad de su país de la invasión extranjera y lo deja ir, no sin antes pedirle que lleve este mensaje al mundo. De su paso por Guatemala queda en su memoria el “bellísimo lago de Atitlán” (Flores, 1931, p. 125). A México le dedica un capítulo, el número XVIII, de la frontera sur sigue las vías férreas para ir a Veracruz, a su puerto y de ahí, por la antigua ruta de Cortés, andar a la Ciudad de México, en el camino aprecia los volcanes nevados del Popocatépetl e Ixtaccíhuatl.

El 27 de marzo de 1928 se encuentra en la capital mexicana, camina por sus calles y le asombra la Catedral y un “coche de alquiler” lo lleva a Teotihuacán. En Nuevo Laredo, atraviesa “contentísimo” el puente internacional y, a las diez de la mañana, pisa la tierra de los Estados Unidos. Al destino final le dedica los últimos cuatro capítulos del libro. El viajero fue objeto de numerosas facilidades por parte de la organización de los Boy Scouts, como sucede en la etapa anterior. Este respaldo le permite ciertas ayudas materiales y de alimentos en el camino de Austin, Texas, a Memphis y a Nashville, la ruta le ofrece los más “hermosos y pintorescos paisajes” (Flores, 1931, p. 158). De Knoxville sigue a Richmond y de ahí a la capital del país. Washington le parece “señorial”, con “calles anchas, gran profusión de hermosos parques, espléndidos paseos, ausencia de rascacielos, pero con edificios severos” (Flores, 1931, pp. 164-165). La ruta se dirige a Baltimore, Filadelfia y, finalmente, en un ferri desde Jersey City señala: “El grandioso espectáculo que se contempla desde el Hudson no tiene comparación posible”, unos minutos después, desembarca en Nueva York.2

En resumen, del viaje resalta primeramente, la valoración del espacio americano, para él la parte más interesante queda atrás del río Bravo y la más agradable adelante. De inmediato el contraste: “Los caminos quebrados y montañosos de antes se habían transformado en anchas y bien asfaltadas carreteras” (Flores, 1931, p. 146). El tema histórico se activa una vez en México, el legado prehispánico y colonial está presente en el relato y cobra una centralidad total al cruzar el río Potomac y entrar a la capital estadounidense, donde monumentos, avenidas, edificios y cementerios le enseñan los orígenes y la veneración por los fundadores de este país. Luego, el tema del bandidaje o los robos padecidos, de una manera violenta en Latinoamérica y de una forma sutil en los Estados Unidos. El tema de la grandiosa naturaleza, por ejemplo, el Cotopaxi y el Chimborazo o el lago Titicaca, por mencionar ejemplos relevantes del relato, palidecen frente a la modernidad e intensa vida industrial, comercial y urbana de los Estados Unidos y el tema de la actitud de las autoridades para con el grupo viajero, de la indiferencia total de los altos políticos latinoamericanos pasan a la hospitalidad de las autoridades, desde alcaldes y gobernadores hasta el mismísimo Mr. Herbert Hoover, ganador de las elecciones presidenciales, quien lo recibe en la Casa Blanca, aunque Flores no carga con los mapas y estadísticas de las tierras americanas como Humboldt ante Thomas Jefferson, su experiencia viajera, la ruta y el “mapa mental” construidos llaman la atención.

Visto como una versión del homo viator latinoamericano, el viaje cambia cuando el autor se desplaza por la vasta geografía, de Nueva York a California, en los autobuses y el avión. La locomoción natural de los pies pierde sentido. Con el acceso a los modernos transportes el viaje se acelera y se conecta por medio de la información y las comunicaciones con el uso del telégrafo. En este libro el viaje de aventura se transforma en un tipo de mercancía, hay una atracción por lo desconocido y curiosidad por cruzar las fronteras, hasta convertirse en una forma alternativa y personal de aprender la geografía americana a través del viaje a pie.

REFERENCIAS

Clifford, J. (2008). Itinerarios transculturales. Barcelona: Editorial Gedisa. [ Links ]

Colombi Nicolia, B. (2006). El viaje y su relato. Latinoamérica, 43, 11-35. [ Links ]

Flores [Ponce], A. (1931). De Buenos Aires a Nueva York a pie. Barcelona: Editorial Cervantes. [ Links ]

Lázaro, L. M. (2013). L’edició popular a Espanya. El cas de l’Editorial Cervantes Notes. Educació i Història: Revista d’Història de l’Educació, 22, 33-63. DOI: https://doi.org/10.2436/20.3009.01.116 [ Links ]

1Esta editorial de Vicente Clavel Andrés (1888-1967), un periodista, traductor y activista republicano, apuesta por el mercado y autores latinoamericanos para la subsistencia del negocio editorial, además, enfrenta la competencia de los editores franceses e italianos en la región. En la colección Biblioteca de Viajes, iniciada en Cervantes desde 1917, el relato de Flores entra en el perfil de la editorial, que, para 1930 ya cuenta con media docena de libros de otros viajeros por el mundo distribuidos desde Barcelona. No se sabe cómo Flores contacta con esta editorial y si le pagan por su relato, ni tampoco el tiro del libro (Lázaro, 2013, pp. 50-51).

2El cronotopo que traza Flores en su relato se vuelve errático una vez conseguido el ideal original de la larga ruta a pie, parece no tener nostalgia de volver y decide ir al oeste de los Estados Unidos, lo que representa una tercera etapa del viaje. De Nueva York a Boston en avión, de ida y vuelta, luego viaja a Búfalo, a las “famosas cataratas del Niágara”, y de Cleveland hasta Detroit, donde lo recibe el hombre más rico del mundo, Mr. Henry Ford, en su despacho de Dearborn. Se traslada en avión a Chicago y a Saint Louise, luego en autobús a Denver y a Salt Lake City, atraviesa el desierto en aeroplano hacia Los Ángeles, California, donde cansado de tanto viajar, según sus palabras, decide quedarse a vivir, un año, dos o tal vez, diez (Flores, 1931, p. 219).

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons