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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.102 Ciudad de México ago. 2020  Epub 09-Mar-2021

https://doi.org/10.14350/rig.59913 

Artículos

La textura del lugar: los atlas imposibles, insondables e inagotables de Rebecca Solnit1

The Texture of Location: Rebecca Solnit’s Impossible, Unfathomable and Inexhaustible Atlases

Irene María Artigas Albarelli* 
http://orcid.org/0000-0001-6189-3007

* Colegio de Letras Modernas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Morelos 158, Barrio del Niño Jesús, 14080, Tlalpan, Ciudad de México, México. Email: ireneartigasalbarelli@hotmail.com


Resumen

Entre 2010 y 2016, Rebecca Solnit publicó tres atlas sobre tres ciudades diferentes: San Francisco, Nueva Orleans y Nueva York, respectivamente. Además de ser ejemplos interesantes de la riqueza de las relaciones entre la cartografía, los estudios literarios y otras disciplinas, estos libros plantean una aparente paradoja vinculada a la decisión de hacer mapas desde la creencia de que se trata de una tarea imposible por infinita, insondable e inagotable. Este ensayo muestra cómo estos atlas son iconotextos que responden a dicha contradicción a partir de considerar que un lugar es un tejido que depende de las palabras, las imágenes, los afectos, los recuerdos, las percepciones asociadas al mismo, esto es, que es resultado tanto de relaciones humanas como de representaciones simbólicas. Además, el artículo revisa algunas de las estrategias utilizadas en estas colecciones para dar cuenta de dicho tejido, por ejemplo, la utilización de una retórica similar a la emblemática y metafórica, relacionada con su carácter intermedial y la presencia de elementos de distintas materialidades -literarios, cartográficos, fotográficos o pictóricos-; la bifurcación de perspectivas de diferentes autores, o la ventaja de narrativas anacrónicas, complejas e hipotéticas para conformar historias públicas. Los atlas de Solnit se apropian de la cartografía, estética y políticamente, y demuestran que también puede ser una práctica creativa, constructiva y restaurativa.

Palabras clave: atlas; textura del lugar; iconotexto; intermedialidad; Rebecca Solnitt

Abstract

Between 2010 to 2016, Rebecca Solnit published atlases of three different cities: San Francisco, New Orleans, and New York. In addition to being interesting examples of the wealth of relationships between cartography, literary studies, and other disciplines, these books raise an apparent paradox stemming from the decision to elaborate maps based on the assumption that it is an impossible, infinite, unfathomable, and inexhaustible task. This article shows that these atlases are iconotexts that respond to this contradiction by considering that a location is a fabric that depends on the words, images, affection, memories, and perceptions associated with it. In other words, a place is a product of both human relationships and symbolic representations. This article also highlights some of the strategies used in these atlases to explain this texture. For instance, the use of rhetoric figures akin to emblematic and metaphoric ones, linked to their intermediate character, and the presence of elements of different materiality, including literary, cartographic, photographic and pictorial ones; the bifurcation of the perspectives of various authors; or the advantage of using anachronic, complex, and hypothetical narratives to draft public stories. Solnit’s atlases appropriate cartography, in aesthetical and political senses, and prove that it may be a creative, constructive, and restorative practice.

The article first describes concepts that are key to understanding these atlases, including space, location, texture, iconotextuality, and intermediality. Then, it analyzes each atlas in general terms, based on a selection of maps and emphasizing their common features. On the atlas of San Francisco, the essay underlines the advantages of it being a collection of maps created collaboratively by people from different study fields, including cartography, literature, photography, botany, and history. The concept of “anachronic public story” is introduced to account for the temporal leaps between different sections and the ability to preserve some life stories from oblivion through the so-called “restorative epistemology”. The atlas of New Orleans emphasizes the fluidity of this city, along with the key role of cultural memory in rescuing it from hurricane Katrina. Special attention is devoted to the materiality of atlases as books. Solnit prefers printed maps over the virtual materiality of digital maps. The atlas of New York is approached from its fragmental character and the importance of language conservation therein. This article highlights the way fiction is able to display reality in clever and understandable ways by means of a map depicting New York as one of the Caribbean isles. The comparisons included in the article show how Solnit’s atlases do not attempt to account for all locations and their truth; instead, it addresses a multiplicity of perspectives, times, topics and materials that shape their texture and complexity.

Kew words: atlas; texture of locations; iconotext; intermediality; Rebecca Solnit

INTRODUCCIÓN

Los atlas de Rebeca Solnit (2010, 2013, 2016a) son ejemplos interesantes de la riqueza de las interacciones entre la geografía, los estudios literarios y otras disciplinas para evidenciar cómo los mapas son signos, textos que se hacen con propósitos específicos que solían quedar ocultos detrás de una supuesta condición natural relacionada con el espacio. Están entonces emparentados con el trabajo crítico de John Brian Harley (2001), quien con la ayuda de la semiótica, el análisis del discurso y la deconstrucción estudió cómo los mapas fueron utilizados para legitimar a los Estados y el capital.2 En respuesta a este escepticismo con respecto a la utilización de los mapas como herramientas de producción y visualización objetivas, se comenzaron a hacer mapas, y a entenderlos, de otras maneras. Por ejemplo, Severin Halder y Boris Michel (2018), en su nota editorial a This Is Not An Atlas, explican así su propuesta para provocar y cuestionar aquellas que suponen a los mapas como una manera “natural” de representar el espacio: “nos basamos en una larga tradición de contra-cartografías -o, más bién, de múltiples tradiciones de una serie de campos, como las artes, la academia o el activismo político. Para nosotros la contra-cartografía es una práctica política de contratacar a los mapas” (p. 13).3

Los atlas de Solnit pueden inscribirse entre estas prácticas de contra-cartografía y este ensayo se centrará en cómo lo hacen analizando algunos de los mapas que incluyen, considerando que se trata de formas de conocimiento complejas que requieren la identificación de semejanzas, correspondencias, relaciones explícitas e implícitas entre sus partes, además de enfatizar que no son exhaustivos, omniscientes ni objetivos. Los atlas de Solnit, como afirma Mónica Manolescu (2014), son ensayos fluidos producto de puntos de vista individuales y experiencias íntimas que maniobran con “los códigos del atlas y los regeneran utilizando filtros literarios y situando a la narración de historias, la subjetividad, y la importancia combinada de lo individual y lo colectivo en el centro” (p. 254). Manolescu explica que los libros de Solnit mezclan la historia cultural con la crítica de arte, la autobiografía y la observación personal para discutir el paisaje, su evolución y representación desde la experiencia personal del lugar y la migración. Se trata de formas de activismo que se ocupan de lo que Yi-Fu Tuan llama “la textura del lugar”, un concepto de la geografía humanista que considera que el lugar vincula las relaciones humanas con las representaciones simbólicas, además de que entreteje las interacciones y jerarquías sociales (Manolescu, 2014, p. 243).

Yi-Fu Tuan diferenció el espacio del lugar al proponer que éste último es concreto, está habitado y lleno de significados dependientes de puntos de vista particulares, con historias, emociones y experiencias específicas (Tuan, 2018, p. 54). “Los lugares otorgan carácter al espacio, lo humanizan”, nos recuerda Nogué (2018, p. 242); contienen las aspiraciones, frustraciones, emociones, experiencias en diversos tiempos de quienes los habitan. La disposición y orden de todos estos factores conforman esa idea de “textura” del lugar, un tejido que depende de las palabras, las imágenes, los afectos y la experiencia perceptual asociados al mismo y, como sostiene Nogué, la noción “ha reaparecido con fuerza y vigor y la gente afirma, cada vez con más insistencia y de forma más organizada, sus raíces históricas, culturales, religiosas, étnicas y territoriales” (Nogué, 2018, p. 250).

La textura del lugar aparece en los tres atlas de Solnit y es necesario considerarla junto al hecho de que se trata de empeños colaborativos, realizados por comunidades de personas relacionadas de diferentes formas con cada región, además de ser artefactos que aprovechan diferentes materialidades. En este punto conviene definir otros dos conceptos importantes para esta aproximación: iconotextualidad e intermedialidad. El primero fue usado por Peter Wagner (1996) para referirse a construcciones, como las de los mapas, en las que los signos visuales y verbales se mezclan para producir una retórica que depende de la presencia de palabras e imágenes. Para él, en el iconotexto se utiliza “(por medio de una referencia o alusión, de forma explícita o implícita) una imagen en un texto o viceversa” (p. 15). El segundo término, la intermedialidad, enfatiza que los iconotextos nos hacen conscientes de lo que ocurre “entre” las imágenes visuales y las palabras. Su significado depende siempre de un “como” y un “a través”, un movimiento incesante entre los medios que lo constituyen. En el caso de los mapas, los “medios” son lo que hasta ahora hemos denominado imágenes visuales y palabras, pero consideremos que también las palabras son y producen imágenes (visuales y verbales), que tanto una como otra problematizan las nociones de presencia y (re)presentación (recordemos que en la definición de iconotexto de Wagner se marcaba la diferencia entre la referencia y la alusión) y que no necesariamente hay un abismo entre ambos tipos de signos.4 Los atlas de Solnit son iconotextos, artefactos complejos e intermediales que funcionan gracias a redes de interacciones y significados que enfatizan que las ciudades que tratan son lugares, habitados y por habitar.

INFINITE CITY: A SAN FRANCISCO ATLAS

En 2010, Rebecca Solnit publicó esta primera serie de aproximaciones a una ciudad: San Francisco. Cada una de ellas conforma regiones conceptuales y temáticas que muestran que un lugar bien puede ser algo estable, pero que también se trata de una intersección de fuerzas convergentes que no es posible delinear con muros en la tierra o límites a la imaginación. En respuesta al mapa de escala 1-1 del relato “Del rigor en la ciencia” de Borges (1954) que cubriría el Imperio y que resulta una alegoría sobre la manera en la que la representación sobrepasa lo que representa, Solnit sugiere construir un atlas porque así se podrían representar muchos lugares de una misma forma o un lugar de muchas maneras. A la ironía punzante del cuento de Borges que lleva a pensar que en realidad solo un hacedor divino podría producir una ciencia con el rigor exacto para representar exactamente el mundo, Solnit responde con las posibilidades y la multiplicidad de una colección.5

Will C. Van den Hoonaard (2013) menciona cómo quien cartografía, para visualizar, registrar, representar y crear espacios de manera gráfica puede beneficiarse de quien colecciona todos estos esfuerzos y completar así huecos, revisar, incorporar nuevos elementos: “La colección de un bibliotecario-cartógrafo pudiera inspirar a alguien más en el mundo de los mapas a hacerlos con temas o cartelas particulares” (Van den Hoonaard, 2013). Y esta pareciera ser la labor que emprende Solnit cuando alude a otro ensayo de Borges, “La perpetua carrera de Aquiles y la tortuga” (1974), escribiendo: “Llamemos distancia al lugar que queremos mapear y supongamos que este mapear es una carrera; entonces veremos que para que la cartógrafa describa el territorio tendrá que hacer otro mapa, y otro y otro, y que esta descripción jamás cerrará la distancia completamente entre sí misma y su tema” (Solnit, 2010, p. 2). Recordemos que en el texto de Borges se nos cuenta la historia del infinito y que Solnit llama justo así a San Francisco, la ciudad infinita. Aunque bien podría haber llamado de esta manera a cualquier intento de representación de cualquier lugar porque, como ella misma relata: “Hago un mapa de tu jardín. Llega un enjambre de abejas o el viento arranca los pétalos de las flores. Plantaste un esqueje de chabacano o cayó un abeto en añicos, cambió la estación o incluso sólo la luz. Ahora es otro jardín, y el mapa resulta obsoleto” (p. 2).

Cuando se escribió el libro, en San Francisco vivían 800 000 personas, cada una con una manera distinta de relacionarse con la ciudad. Cada una, y como la misma Solnit lo supone, con por lo menos un mapa posible que contendría áreas de conocimiento, rumores, miedos, amistades, historias recordadas y hechos, versiones paralelas y deseos. Como ella misma anuncia, de pronto podríamos “ver más y más mapas que flotan, caen, a la deriva, una tormenta otoñal de mapas como hojas, cayendo de los árboles de la memoria y la

historia, un amontonamiento de mapas, un desnivel pronunciado de versiones” (Solnit, 2010, p. 4). Según Manolescu (2014), esta imagen de las hojas cayendo vuelve a cada una de las representaciones geográficas de cada uno de esos mapas una representación histórica. Su serie de mapas da cuenta de esta inagotabilidad del mapear y también subraya la importancia del trabajo colectivo para hacerlo. Solnit escribió solo nueve de los ensayos y cada ejemplo de la totalidad podría parecer arbitrario ya que refleja los intereses de quienes lo hicieron y fluctúan desde la seriedad histórica hasta el humor más juguetón: sobre un mapa convencional de San Francisco y el área de la Bahía se proyectan, con diversos recursos, los temas a explorar: las zonas en las que viven mariposas junto a los espacios públicos queer; las cuarenta y nueve joyas del Mapa de Tesoro del lugar y que Solnit, aludiendo a la conocida Isla del Tesoro de Stevenson, recomienda visitar; las migraciones de salmón y los puntos en los que se practica budismo zen.

Así, muchos de los mapas parecerían ser más representaciones de una ciudad imaginada, originada por quien cartografía y contrasta para expresar su perspectiva de la ciudad. Esta mezcla de disciplinas, perspectivas literarias, recursos cartográficos renueva el contexto de la discusión sobre el significado y el papel de la cartografía de maneras similares a las mencionadas por Halder y Michel (2018). Manolescu apunta, por ejemplo, cómo Solnit toma como modelos ejemplos provenientes de la literatura y subraya la referencia a Italo Calvino, cuyo libro Ciudades invisibles (1990) considera fundamental para Infinite City. Según ella, este libro es un modelo, una guía intertextual que alude a que siempre que se registra una ciudad también se crea: “Y no son solo las ciudades imaginarias las que existen en el ámbito de la posibilidad; cualquier ciudad lo hace. Las ciudades son inseparables de las imágenes que nutren e inspiran” (Manolescu, 2014, p. 247).

A continuación me referiré a dos de estos mapas pero debemos recordar que cada uno de los que conforman el atlas fue realizado en grupo, cada uno con un ensayo de diferente autoría, centrado en uno o dos aspectos específicos que nos invitan a modificarlo, añadirle cosas, inspirarnos, como decía van den Hoonaard, a desarrollar “nuestros propios temas o cartelas” (2013).

Mapa del mundo perdido

En el mapa del mundo perdido (Solnit, 2010, pp. 85-90)6 se representó lo que había en un área de la ciudad, al sur de Market Street, que ahora es un complejo comercial, cultural y centro de convenciones. En los setenta se demolieron cuadras y cuadras de una zona densamente poblada y el mapa, con las fotos de Ira Nowinski, da cuenta de lo que ya no está. Solnit, quien escribió el ensayo que lo acompaña recuerda que San Francisco se quemó seis veces durante su primera década de existencia, perdió el centro urbano en el terremoto y el incendio de 1906, y podría pensarse que está en su naturaleza cambiar. Sin embargo, considera que lo que llevó al complejo formado por el Yerba Buena Center y el Moscone Center que se levanta ahora en estas cuadras es el resultado de fuerzas bastante artificiales y una política de aniquilación de lo existente sustentada solo en planes financieros. El ensayo traza la historia desde los inicios de la ciudad en dunas y pantanos hasta la zona que Jack Kerouac describiría con su característico estilo, a mediados del siglo XX, como una yuxtaposición de casas, personas, cosas provenientes de otros lugares y tiempos, y condenada a la desaparición.

Solnit dirige su ensayo a mostrar cómo las palabras de Kerouac se volvieron premonitorias y se refiere a la fiereza de los habitantes removidos del lugar durante los setenta, equiparándola a la de las fuerzas sindicalistas de la huelga general de 1934, que comenzó ahí y detuvo la ciudad durante más de dos meses. Casi todos los dueños de esos comercios fueron desalojados, amenazados, golpeados, obligados a abandonar sus casas. Casi todos, porque en 2010 quedaban seis manzanas de departamentos, construidos desde 1977 por asociaciones de rentistas y antiguos dueños, que se opusieron a los complejos financiados. No podemos verlos en el mapa porque son posteriores a la época representada.

El mapa que se incluye (Figura 1) muestra el vecindario como era en 1960 junto a dos fotos que Ira Nowinski tomó en 1972 mientras paseaba por ahí. Solnit las seleccionó de entre cientos de fotografías en las que se muestran los pequeños detalles de estas vidas perdidas y que Solnit explica de esta forma: “Es un mundo perdido no solo porque estas cafeterías y las tiendas de sombreros y de reparación de relojes fueron ya borradas de las faz de la tierra hace tiempo, sino también porque gran parte de la dignidad de estos viejos obreros con sombrero y tirantes, con sus modestos placeres y compromisos encarnizados, no volverá a existir de la misma forma” (2010, p. 90).

Cartography: Ben Pease; Photographs: Ira Nowinski (copyright 2010).

Figura 1 Infinite City A San Francisco Atlas. The Lost World (86-87). 

En la historia del arte, esta estrategia de ir y venir en el tiempo para explicar un lugar se llama “historia pública anacrónica”. Según Romney (2005), los saltos temporales son una especie de homenaje y reflejo de un lugar del que, de no ser por los recuerdos escritos, las fotografías, los nombres y las direcciones, no habría ningún rastro físico ni cultural. También subraya que dicha historia pública anacrónica utiliza las ventajas de los tiempos múltiples como lo hace una novela o una película, esto es, exhibe la naturaleza subjetiva del tiempo (Romney, 2015, p. 35). El resultado es que Infinite City desestabiliza la noción de líneas del tiempo y la cronología tan utilizadas por los atlas tradicionales.

Mujeres ambientalistas

El otro mapa al que haré referencia es uno dedicado a las mujeres gracias a las cuales la región de la Bahía tiene tantas áreas verdes (Solnit, 2010, pp. 18-22). Parques estatales, nacionales o del condado, refugios para la vida silvestre, reservas de agua que existen no gracias a los generales o gobernadores que dan nombre a las calles, sino al activismo de ellas: arquitectas, profesoras, botánicas, aristócratas, que se esforzaron durante diferentes periodos para preservar el medio ambiente “natural”. Este es un intento de rescate de sus nombres. Richard Walker, quien escribe el detallado ensayo en el atlas, hace un análisis de la proporción de áreas verdes del área y cuenta las diferentes historias que la hicieron posible: la de Josephine McCrackin y Carrie Stevens Walter quienes, al fundar el Club Sempervirens, salvaron las secoyas en el primer parque declarado como estatal en 1902; las de Caroline Sealy Livermore, Sepha Evers y Helen Van Pelt, fundadoras de la Marin Conservation League, encargada de salvar varios parques, como el de Angel Island y que fraguó el primer plan de conservación del condado durante los años cuarenta del siglo pasado, o las de Jean Kortum y Sue Bierman, quienes consiguieron que, después de la Segunda Guerra Mundial, las carreteras que habían sido inundadas por el departamento de Estado se quedaran así en lugar de ser reconstruidas (Figura 2).

Cartography: Darrin Jensen; Artwork: Hugh D’Andrade

Figura 2 Infinite City A San Francisco Atlas. Green Women: Open Spaces and their Champions (18-19). 

Walker elabora una lista larga de historias y subraya la importancia de todas estas conservacionistas, cuyos perfiles y nombres se proyectan en el mapa que enmarcan. Manolescu considera que este es un ejemplo del uso que puede darse a los mapas como forma productora de conocimiento basada en una epistemología restaurativa: “un contramapeo dialéctico que confiere visibilidad a valores y discursos subalternos que nunca se habían incluido en mapas canónicos” (Manolescu, 2014, p. 254) y que, al hacerlo, puede cambiar el estado de las cosas. Se trata de una acción política, como las que Halder y Michel mencionaban, que hace evidente que la Darrin Jensen; Artwork: Hugh D’Andrade supuesta naturaleza objetiva de la cartografía no es ni objetiva ni natural, que cuestionarla provoca diferencias y resulta en sí un cambio posible. El estilo antiguo con el que se elaboró el mapa, que utiliza los perfiles de cada una de las mujeres como si fueran los troncos de árboles con raíces y ramas, con pájaros y remates art nouveau, resulta acorde a muchas de las historias que Walker cuenta, refleja la nostalgia por otros tiempos y otras tradiciones, además de recuperar los nombres perdidos de todas estas mujeres.

UNFATHOMABLE CITY: A NEW ORLEANS ATLAS

En 2013, Rebecca Solnit y Rebecca Snedeker publicaron Unfathomable City: A New Orleans Atlas, presentado como una serie de 22 mapas, enmarcados también por ensayos, títulos, resúmenes, créditos de todos ellos, sobre la ciudad que consideran el desagüe más bajo del Misisipi, localizada en la parte más al norte del Golfo de México y en el centro del inconsciente estadounidense. Para ellas, Nueva Orleans es una ciudad insondable porque sus límites son informes. Su idea “no es hacer una guía de la ciudad que lo incluya todo, sino provocar, invitar a discutir las versiones presentadas, llevarlas más allá”, dicen las autoras (Solnit y Snedeker, 2013, p.1).

Según Laurence Ross (2014), el libro intenta algo imposible, esto es, retratar una ciudad representándola completa y en partes al mismo tiempo. La palabra “insondable” da cuenta de la naturaleza de este proyecto que busca conjurar lo profundo, lo turbio, lo oscuro. “Sin embargo, el título también tiene otro propósito importante (y fluido): ofrecer la raíz de la palabra -sondear, entender- como un punto de apoyo resbaladizo con lo naútico y para unir inextricablemente a Nueva Orleans con el agua” (Ross, 2014, p. 847). Según él, los mapas incluidos no nos ofrecen instrucciones ni dirección, no nos guían a un lugar seguro o a aventuras que nos divertirán. Se trata de mapas que ofrecen a vista de pájaro la ciudad: cada mapa una perspectiva única, una forma personal de ver un espacio que ha sido y será observado por muchas otras personas de muchas otras formas distintas.

Mencioné ya que el atlas de San Francisco producía un efecto similar. Sin embargo, este segundo atlas lo subraya junto a algo que aprendió Solnit cuando buscaba reactivar Nueva Orleans luego de la catástrofe del huracán Katrina. Como ella misma comenta en una entrevista (Solnit, 2014), en ese lugar que tenía a la población menos móvil del país se dio cuenta de que la reconstrucción fue posible gracias a la memoria y la continuidad culturales que había en la ciudad y que permitieron “participaciones de largo aliento. No importa qué tan adorable sea la gente, si están de paso, si llegaron el fin de semana pasado, no habrá memoria cultural” (p. 15). Solnit aclara que la conciencia de este aspecto tan importante y tan distinto a lo que hemos revisado para Infinite City se la debe a Snedeker, la coeditora de este atlas, quien además de ser autora de partes de la introducción al mismo, es directora de cine independiente.7 Snedeker otorga la perspectiva de quien siempre vivió en Nueva Orleans y atestiguó los cambios. Según ella, uno de los rasgos distintivos de la ciudad es que los puntos cardinales no se utilizan demasiado. La brújula que orienta al mundo, dice, no tiene mucho sentido en Nueva Orleans y tampoco se utiliza demasiado. “Snedeker me enseñó”, afirma Solnit, “que la gente aquí define la dirección con respecto a los cuerpos de agua. En lugar de ‘al norte’, se dice ‘junto al lago’, por el lago Pontchartrain; en lugar de ‘al sur’, se hace referencia al río, “río arriba” “hacia el centro” es el occidente, y “río abajo” el oriente” (Solnit y Snedeker, 2013, p. 8).

Es fascinante leer cómo Ross (2014) enfatiza también estas características tan particulares de la ciudad y considera la idea de Solnit y Snedeker de que sus mapas y ensayos se centran en algo que descansa en la suavidad del fango y se resiste a una representación fija, además de en la dureza de una memoria en disputa. Continúa su argumentación trazando analogías entre todo esto y las características del género ensayístico, que duda, se tropieza, y a veces atina en su tema. Según Ross: “Nueva Orleans es un lugar/una discusión/un ensayo que requiere elaboraciones (infinitas) y también es una ciudad que acepta una decadencia muy elaborada y al mismo tiempo respeta la compleja tragedia/ belleza del deterioro” (p. 847).

Como el delta del río en el que se sitúa, la ciudad necesita que se acepte la existencia de realidades bifurcadas y Ross comenta que eso es lo que logra el atlas. Lleva todavía más allá su análisis cuando afirma que esta bifurcación funciona como una metáfora ya que une dos realidades que parecían estar alejadas y provoca algo nuevo y distinto con dicho traslado: “la estrategia metafórica que acepta implícitamente que las palabras y los conceptos necesitan ayuda, que juntos pueden lograr más que estando solos” (p. 848).8 Ross retoma lo que Solnit y Snedeker buscan de un mapa y sostiene que: “Un buen mapa debe producir asombro y curiosidad, provocar una revelación y profundizar la orientación. Debe conseguir que lo extraño se vuelva familiar, y lo familiar extraño” (p. 848). Por esto considera que los mapas más sorprendentes del atlas son los que representan los temas que parecieran ser más disparatados entre sí.

Antes de ver los ejemplos particulares de Unfathomable City, hay que retomar lo que Solnit y Snedeker colocan en el centro de su proyecto además del paso del huracán Katrina y el futuro incierto de Nueva Orleans: la situación de la materialidad de los mapas en su atlas. Poca gente usaba ya en 2013 los mapas en papel, prefiriendo las herramientas de datos móviles, los teléfonos, los GPS o Google Maps. Según Solnit, todas estas tecnologías digitales te llevan a donde quieres, pero es lo único que hacen. Con un mapa de papel, como los de sus libros, se muestran al mismo tiempo innumerables rutas posibles; el itinerario generado por la computadora es solo uno (2013, p. 4). Este único uso de los mapas como herramientas de dirección y localización es para Solnit bastante problemático ya que considera que poseer el mapa en papel permite tener algo más que un enunciado, una lista o una serie de instrucciones a seguir. No se tiene solo unas coordenadas, sino un contexto y la región que este incluye: “Al orientarte, el mapa se vuelve obsoleto. Ya no está en papel frente a ti, sino que está dentro de ti. Muchos mapas lo están, ya que contienes conocimiento de muchas formas de historia y comunidad. Ya no necesitas ayuda para navegar, pero puedes ofrecerla. Te vuelves un mapa, un atlas, una guía […] lo que cada vez se vuelve más difícil debido a la intervención digital” (p. 5). Para ella, los mapas impresos ponen a funcionar la memoria, la mente y la imaginación espacial. Los mapas de los sistemas de localización digitales parecieran ser solo puntos, no contextos y, por lo tanto, no pueden darnos, así como los usamos, la textura de los lugares que representamos.

Serpientes y escaleras

El primer ejemplo que revisaré es el mapa del huracán Katrina y en él se alude al conocido juego de mesa del título. Solnit (2013, pp. 128-132) lo presenta como un mapa espiritual de actos individuales, que requieren de actos vecinales y de colectividades mayores para volverse una ascensión (una escalera) o un descenso (una serpiente). Las primeras aparecen en el mapa en color verde, representan la generosidad y la ayuda de rescatistas y voluntarios espontáneos del lugar afectado y de las zonas aledañas, como sabemos bien que ocurre a partir de las experiencias en la Ciudad de México durante los terremotos de 1985 y 2017. Las serpientes, marcadas con puntos negros, fueron sobre todo gente en el poder, policías armados con rifles de alto poder o políticos que tomaron malísimas decisiones. A estas últimas se deben la mayoría de las muertes ocurridas en Nueva Orleans durante la tormenta del 29 de agosto de 2005, que en realidad afectó una región mucho mayor (Figura 3).

Cartography: Shizue Seigel.

Figura 3 Unfathomable City: A New Orleans Atlas. Snakes and Ladders (128-29). 

El ensayo que corresponde al mapa es de Solnit y ahí se nos cuenta cómo el principal problema fue humano y no provocado directamente por las condiciones del clima; gran parte de la catástrofe pudo evitarse. Algunas partes del texto son una especie de letanía de cosas a imaginar que habrían salvado a muchas personas: que hubiera habido un protocolo de evacuación como el proyecto colectivo y de responsabilidad social de otros lugares; que el jefe de policía no hubiera descrito a la población como “monstruos”; que el gobernador no hubiera declarado que sus tropas dispararían si fuera necesario; que el país, en lugar de estar tan preocupado por el terrorismo, hubiera prestado atención y recursos al mantenimiento de los diques que ese día no funcionaron; que no se hubiera abandonado a la gente que no pudo escapar de la inundación; que no se hubiera preferido sacar a la gente en lugar de a quien podría rescatarlos y a las cosas que hubieran podido necesitar…

El mapa da cuenta de historias particulares resultado de estas fallas, por ejemplo, el caso de Donnell Herrington, un joven negro asesinado por la espalda por la guardia costera después de haberse quedado a ayudar a sus abuelos y salvar a cientos de personas en un pequeño bote. Y también muchos ejemplos de acciones espontáneas de rescate de muchas otras personas, como los millones de voluntarios que llegaron a la ciudad poco después de ese día para prestar ayuda médica, demoler y volver a construir casas, montar comedores comunitarios o prestar ayuda legal.

Tierra de agua

El otro mapa (Solnit, 2013, pp. 152-158) es el de la región como una zona terrestre y acuática: Nueva Orleans, como explica Snedeker en el ensayo correspondiente, es una isla pavimentada rodeada de terrenos húmedos y agua, tembladerales que pueden ser pantanos con formas distintas de vegetación, árboles o pastizales, por ejemplo. También hay diferentes formas de agua: la del río y sus afluentes, la subterránea, la del desagüe y la de las lluvias torrenciales que obligan a formular la pregunta que cierra el primer párrafo del ensayo: ¿Existe un futuro sólido para la región? (Figura 4).

Cartography: Jakob Rosenzweig.

Figura 4 Unfathomable City: A New Orleans Atlas. Waterland (152-153). 

En este mapa la conciencia de lo provisional adquiere gran relevancia y cada uno de los aspectos que se trazan, las zonas urbanas y de agricultura, los pantanos, las zonas de emergencia, los diques, las puertas de contención, los canales de drenaje son solo parte de una infraestructura consciente de que la estabilidad es una ilusión. Una sección del ensayo explica cómo se pavimenta la zona. Otra detalla las estrategias de manejo del agua en la región: los estudios para entender los flujos acuosos en la ciudad que no buscan conocerla desde la perspectiva de un gusano, ya que esta especie no puede vivir en condiciones totales de sequía ni sumergida completamente en el agua; los proyectos que proponen convertirla en una especie de Rotterdam o Shaoxing estadounidense y llenarla de canales volviéndola el lirio esmeralda que da nombre al ensayo correspondiente. El resultado es que durante la lectura del mapa la pregunta sobre el futuro de la zona reverbera constantemente.

NONSTOP METROPOLIS: A NEW YORK CITY ATLAS

En 2016, Rebecca Solnit y Joshua Jelly-Shapiro9 publicaron Nonstop Metropolis. A New York City Atlas que se presenta como el último de una trilogía que considera que “un lugar es solo la intersección de fuerzas que convergen desde diferentes distancias” (p. 1). Desde la perspectiva de los atlas de las otras dos ciudades, estos autores comparan dichas regiones en términos de que comparten cierto aislamiento con respecto al país, como si fueran repúblicas separadas que no obedecen ni se integran completamente a los Estados Unidos ni al continente. Consideran que el San Francisco mediterráneo está frente a Asia, en una región que, debido a la inmigración, se reúne con América Latina. La húmeda Nueva Orleans vive vinculada al Caribe y el Golfo de México, musical y económicamente hablando. Nueva York siempre parece haber estado mirando a Europa, a pesar de ser hoy una de las ciudades con mayor diversidad de población del mundo (p. 3). Y lo hacen también aprovechando la densidad cartográfica, iconotextual, que se utilizó en los atlas anteriores para darnos la textura de cada ciudad.

En la Introducción a Unfathomable City, Solnit compara a Nueva Orleans con el hígado por su fragilidad y suavidad, por la capacidad que tiene para filtrar sustancias tóxicas y permitir que un cuerpo sobreviva. En el caso de Nueva York, la imagen con la que se trazan correspondencias es la de un corazón, la máquina infatigable que bombea constantemente flujos de gente desde y hacia la ciudad: “Cuando se detiene tu corazón, mueres; las ciudades nunca se detienen, y Nueva York en especial es una metrópolis inagotable, palpitando y corriendo todo el tiempo, de noche y de día” (2016a, p. 7). Este uso de imágenes es otro recurso para explicar un lugar que se puede añadir a los que ya hemos revisado anteriormente: la yuxtaposición de elementos que usualmente están separados y la resonancia del encuentro, como los de una metáfora; la bifurcación de perspectivas de diferentes autores y la variedad de tiempos representados. Nonstop Metropolis se valdrá conscientemente también de ellos para conformar lo que Solnit y Jelly-Shapiro llaman “constelaciones”:10 puntos de significado y patrones a conectar para obtener nuevos patrones: “Y la historia, en cierta forma, es la de la relación entre estos lugares” (Reyes, 2017, p. 25).

La última característica que quisiera mencionar de muchos de los mapas presentados se relaciona con una pregunta que le hicieron a Solnit en la entrevista citada anteriormente (Solnit, 2014). Al recordar el Ángel de la Historia de Walter Benjamin, Solnit escribió sobre la posibilidad de un ángel imaginado de historias alternas.11 Esta posibilidad de narrativas utópicas es otra de las formas de la ya mencionada epistemología restaurativa y los ejemplos que seleccioné para ver con más detalle en este atlas pretenden demostrarlo.

Lenguas maternas y Queens

Solnit y Jelly-Schapiro (2016, pp. 192-198) presentan este ejemplo como el verdadero mapa del tesoro. Para ellos, Queens se vuelve la capital de la diversidad lingüística de la especie humana en la que incluso se hablan algunos idiomas que en sus lugares de origen han desaparecido. Para hacerlo colaboraron con la ELA (Endangered Language Alliance) y en él localizan no solo las lenguas que se utilizan en la zona, sino las bibliotecas que existen en ella con material en dichas lenguas. El plano de Queens con esta información está enmarcado por fotografías de Mirissa Neff que muestran la riqueza y variedad multicultural de los escaparates en las calles. Esta torre de Babel celebra la heterogeneidad y Suketu Mehta, en el ensayo hermano al mapa, cuenta cómo su hijito de dos años llegó a la escuela en Queens únicamente hablando gujarati y cómo aprendió inglés gracias a una canción en su lengua que la maestra usó en clase para que todos aprendieran a cantarla. Mehta recuenta el mito de Babel sin dispersión de los pueblos que hablan las diferentes lenguas, armados por su diversidad en contra de los caprichos de un dios celoso y preocupado de que lleguen a él (Figura 5).

Cartography: Molly Roy; Photographs: Mirissa Neff.

Figura 5 Nonstop Metropolis: A New York City Atlas. Mother Tongues and Queens (192-193). 

El ensayo es asombroso al hilar una gran cantidad de datos que van desde explicar cómo funcionan los letreros de las calles en cada esquina (que aluden al inventor del juego de Scrabble), pasando por explicarnos cómo Nueva York es la única ciudad que se avergüenza de la forma de hablar de sus habitantes (ya que la variación lingüística suele atribuirse a inmigrantes de clases bajas), hasta llegar a explicar cómo, a Nueva York, la creciente población hispana la conoce como “Manhatitlán”.

El recorrido que hace el relato de Mehta refiriéndose a muchas otras lenguas continúa explicando cómo en cualquier diáspora la lengua de origen no suele durar más de dos generaciones, con excepción del letón, el amish y el yidish. El ELA intenta registrar cada uno de esos idiomas antes de que se pierda y hace estudios sobre qué determina que esto ocurra (por ejemplo, la televisión) y qué ayuda a su conservación (internet, en donde cualquiera puede comunicarse con quienes lo hablan). Al final del recorrido por el ensayo y los elementos que lo acompañan queda la impresión de realmente haber escuchado algo de la multiplicidad referida.

Archipiélago: el extremo norte del Caribe

El último mapa al que haré referencia (Sonit, 2016, pp. 77-84) subraya el hecho de que lo que llamamos Nueva York es en realidad una serie de islas (Isle of Meadows, Brother Islands, Hart Island, Staten Island, Manhattan, Long Island -en donde están Brooklyn y Queens-) y el Bronx, la única parte del continente. El mapa es claramente una mentira que revela una verdad relacionada con que gran parte de la población de la región está más cercana a Cuba, Haití, República Dominicana, Puerto Rico, Jamaica o Trinidad, que a Nueva Jersey. Se ilustra con detalles de la página inicial de un libro de Thomas Jeffreys de 1788, West-India Atlas, que incluye palmeras, veleros, marinos y tortugas (Figura 6).

Cartography: Molly Roy; Artwork: Details from the title page of Thomas Jeffreys, West-India Atlas (1788), courtesy of David Rumsey.

Figura 6 Nonstop Metropolis: A New York City Atlas. Archipielago (78-79). 

En el ensayo de esta sección, Gaiutra Bahadur cuenta cómo su país, Guyana, bien podría ser una isla debido a las fuertes lluvias y las inundaciones, la espesura de la selva, la ausencia de carreteras y la historia que la separan del resto de Sudamérica. Cuenta también cómo la población del país en Nueva York es la quinta en tamaño: alrededor de 140 000 personas nacidas en Guyana vivían ahí en 2016. Y describe cómo se asentaron en algunas vecindades de Brooklyn, que pueden ser identificadas por los arabescos cromados de las bardas de las casas y la variedad de colores de las banderas para la oración hindú. El ensayo deriva: va y viene de los recuerdos de cómo la familia de Bahadur llegó a Estados Unidos hasta el culto a la diosa Madre, Kali, en el Caribe, en India, en África y en Nueva York. Con ello, se nos traza un recorrido de la forma en que esta práctica conforma extrañas genealogías a lo largo del tiempo y el espacio.

Bahadur también recuerda el discurso de Derek Walcott al recibir el premio Nobel de Literatura en 1992 sobre el carácter fragmentario de las Antillas entendido como posibilidad de reconstrucción de identidades y no como pérdida. Walcott utiliza metáforas asociadas a la fragmentariedad para explicar la cultura caribeña y como punto de partida para restaurar la historia y cimentar la memoria. Y Bahadur aprovecha esta misma característica para llevarnos por su recuento de la región guyanesa de Nueva York y reconocer que quienes desfilan en Brooklyn el Día del Trabajo bajo la denominación de “Indias Occidentales” son sobre todo hablantes de inglés de Jamaica y Trinidad, que los dominicanos y puertorriqueños se mantienen al margen y que, entre todos, excluyen a los haitianos. Tampoco participan ahí quienes, siendo del Caribe, tienen antepasados de la India. Con ellos, hace notar lo fracturada que está en realidad esa noción de unidad.

CONCLUSIONES

La revisión hecha de los atlas de Rebecca Solnit ha permitido ver que se trata de iconotextos colaborativos que buscan reflejar la textura de los lugares a los que se refieren en tanto que resultan y producen conocimiento a partir de los cuerpos, las experiencias, las historias, los recuerdos, las ideas de quienes los hacen. Estos atlas de San Francisco, Nueva Orleans y Nueva York se apropian de una cartografía estética y políticamente para mostrar cómo puede ser una práctica creativa, constructiva y restaurativa. Halder y Michel (2018) apuntan que los atlas tradicionales y los mapas que contienen raramente permiten la ambivalencia y la contradicción. Sin embargo, los atlas de Solnit tienen estas características porque renuncian a una versión oficial de totalidad, aunque la multiplicidad de puntos de vista, de tiempos, de temas, de materiales que incluyen producen significados comunitarios que son también búsquedas de totalidad. Como Yi-Fu Tuan (1976, p. 5) sugirió, la geografía humanista tolera lo ambiguo, lo ambivalente, lo heterogéneo ya que está consciente de que el mundo habitado se resiste a la simplificación y la fantasía también es parte de la realidad. El espacio se vuelve un lugar en gran medida debido a la complejidad de las experiencias de quienes viven ahí y los atlas de Solnit se proponen representarla a través de la narración de historias, la subjetividad, el uso de saltos temporales, el rescate de figuras olvidadas, de realidades que se bifurcan, de memoria en disputa.

La atención al carácter intermedial de sus mapas permitió notar el uso de fotografías, ilustraciones de portadas de libros, dibujos a la manera de estilos de otros momentos históricos, alusiones a juegos de mesa o al carácter fluido de la región que representan junto a los ensayos, los títulos y los resúmenes de dicha región. Solnit y sus colaboradores coleccionan, acumulan y provocan otras cosas. Su aglutinación de materiales es similar a la del montaje, que ha sido estudiado por Georges Didi-Huberman (2011) en su Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? como una máquina de lectura de semejanzas, correspondencias y relaciones, explícitas e implícitas. Y estos atlas, además de ser la colección de mapas asociada al uso común de la palabra que los define, son un ejercicio para repensar que celebra la complejidad, las capas y vericuetos, la polinización y los conflictos de los espacios vividos y sus significados.

AGRADECIMIENTOS

Queremos reconocer el apoyo de la University of California Press, y en particular de Peter Pedro, Director of Public Relations & Communications, por haber proporcionado los mapas originales que acompañan este artículo.

REFERENCIAS

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1Una versión más corta de este trabajo fue presentada como ponencia en el Coloquio La región en el pensamiento clásico y contemporáneo: convergencias y divergencias multi e interdisciplinarias, organizado por Nattie Golubov y Gonzalo Hatch, el 18 de octubre de 2018 en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

2Un mapa, según Harley y Woodward en The Map and the Development of the History of Cartography (1987), media entre el mundo interno mental y el físico, externo, al darle sentido al universo en distintas escalas. Es una herramienta del pensamiento analógico, un instrumento que es más que solo una imagen estática, objetiva y científica de lo que contiene (pp. 1-4).

3La primera colección de mapas llamada ‘atlas’ procede de fines del siglo XVI y prometía mostrar el mundo tal y como es, además de incluir la verdad del conocimiento sobre la superficie de la Tierra. Mercator lo presentaba como “una breve pero exhaustiva descripción de la totalidad del mundo y sus partes” (cit. en Halder y Michel, 2018, p. 20). Harley se refiere a los mapas de los atlas de carreteras, tan comunes hace algunas décadas, preguntándose por lo que, en aras de precisión y objetividad, le ocurrió a la variedad de la naturaleza, la historia del paisaje, el espacio y el tiempo de la naturaleza humana (Harley, 2001, p. 205). Halder y Michel quieren contratacar atlas como el de Mercator o los de carreteras. (A menos de que se indique lo contrario, todas las traducciones son mías).

4Para una reflexión más detallada sobre estos conceptos, véase Artigas (2012).

5 Peter Sloterdijk (2004) cuestiona también la posibilidad de un mapa tan rigurosa y científicamente exacto cuando se pregunta con respecto al Atlas Farnesio quién es el que realmente podría contemplar el globo celeste que carga sobre los hombres y estar situado enfrente del mismo: “¿Dónde habrías de estar para contemplar la totalidad del ser como si se tratara de una bóveda vista por fuera?” (p. 66).

6Por motivos prácticos me seguiré refiriendo a cada ejemplo como “mapa”, aunque como ya he explicado, cada ejemplo es el mapa, el título, el ensayo, los créditos y el resumen de los mismos.

7En 2011, su documental Witness: Katrina ganó un premio Emmy. Los títulos de algunas otras de sus películas son By Invitation Only (2006), Land of Opportunity (2010) y Choices (2009).

8La metáfora, según Helena Beristáin (1995), es una figura retórica que “asocia términos que se refieren a aspectos de la realidad que habitualmente no se vinculan” (308). Con respecto a esta vinculación metafórica, Paul Ricœur (1991) afirma que produce una impertinencia predicativa, esto es, un choque entre campos semánticos que extiende el significado de la predicación literal y resulta en una resonancia semántica que redescribe la realidad y permite que “lo distante persista en la cercanía” (p. 125). Para una explicación más detallada del funcionamiento metafórico, véase Artigas (2006).

9Jelly-Shapiro es una geógrafo y escritor estadounidense, colaborador de The New York Review of Books y The New Yorker, entre otras revistas periódicas. Es autor de Island People: the Caribbean and the World (2016) y Cuba Then, Cuba Now (2019).

10El concepto de “constelación” proviene del pensamiento de Walter Benjamin, quien lo utilizó en su obra relacionándolo, entre otros, con la alegoría, la rememoración y la Historia. La constelación permite ver en una imagen lo pasado y lo presente con la consciencia de que esa imagen construida es una interrupción de un devenir constante (Benjamin, 2005a, p. 464). Solnit y Jelly-Shapiro aprovechan este carácter evocativo de la constelación benjaminiana para enfatizar que quien se acerca a su atlas debe hacerlo activamente y unir los temas, extenderlos, imaginar algunas de las posibles relaciones.

11En sus tesis “Sobre el concepto de Historia”, Walter Benjamin (2005b) describe un cuadro que representa al Ángel de la Historia, quien observa el pasado como catástrofe y es empujado por una tempestad, el progreso, hacia el futuro (véase Cohen, 2016). El ángel de las historias alternas de Solnit acompaña al de Benjamin, que nos dice lo que ve que ocurre, pero añade que lo que hacemos tiene consecuencias y que es parte de la Historia, tanto por lo que ocurre como por lo que no ocurre: “Solo este ángel puede ver las atrocidades que no tienen lugar” (Solnit, 2016b, p. 71).

Recibido: 12 de Mayo de 2019; Aprobado: 07 de Noviembre de 2019; Publicado: 11 de Marzo de 2020

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