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Tzintzun

Print version ISSN 0188-2872

Tzintzun  n.58 Morelia Jul./Dec. 2013

 

Reseñas

 

María del Rosario Rodríguez Díaz, El gobierno militar estadounidense en Cuba: visiones desde México, 1898-1902

 

Felícitas López Portillo Tostado

 

Morelia, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2011, 143 p.

 

Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe UNAM.

 

 

La autora del libro reseñado es la coordinadora, guía e inspiradora de los investigadores que realizan su labor en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, los que conforman el núcleo duro de los estudios caribeños en esa entidad. Su especialidad es el periodo comprendido desde el último tercio de la centuria decimonónica hasta las dos primeras décadas del siglo pasado, con especial hincapié en el surgimiento del Destino Manifiesto y los ideólogos del expansionismo de la por entonces ya poderosa República imperial, y las consecuentes implicaciones para nuestra región. Una de ellas es precisamente su intervención en la guerra de independencia cubana para convertir a la Gran Antilla en un protectorado, de cara a su importancia geoestratégica y a la satisfacción de antiguas apetencias hacia lo que consideraban su Mare Nostrum, las que vienen prácticamente desde los tiempos de los Padres Fundadores.

El presente trabajo analiza las interpretaciones que los diarios de inclinación oficial, El Universal y El Imparcial, así como los opositores El Hijo del Ahuizote y El Diario del Hogar tuvieron sobre la instalación del gobierno militar norteamericano y la proclamación de la República de Cuba en mayo de 1902. "La actividad periodística expresaba las inquietudes de la sociedad en general, cuyo discurso escrito reflejaba el clima de las ideologías imperantes" (p. 41). Entre las más importantes se encontraban el panamericanismo y su contraparte, el bolivarianismo o hispanoamericanismo, cuyo máximo inspirador era el Ariel de José Enrique Rodó (1900).

Paradójicamente, el fuerte nacionalismo antiyanqui enarbolado por el conservadurismo de raigambre hispánica fue el valladar utilizado por los intelectuales finiseculares ante la agresiva realización del Destino Manifiesto a partir de 1898, en lo que constituye el "bálsamo de la autoglorificación", que tanto hizo para que no se asumiera la propia realidad y la responsabilidad implícita en el estado de cosas imperante, "cómodo maniqueísmo histórico" que culpó de todos nuestros males al imperialismo yanqui. Latinoamérica gozaba de superioridad moral y cultural gracias a su herencia latina; pero, como decía cáusticamente don Edmundo O'Gorman, su representante, Ariel, "espíritu del aire, del aire se sustenta".1

La doctora Rodríguez explica en la Introducción que "el presente texto pretende, a través de fuentes hemerográficas, apoyado en acervos documentales cubano-estadounidenses, literatura de la época y bibliografía especializada, reconstruir las percepciones e imaginarios sobre el significado del establecimiento de una administración neocolonial en Cuba" (p. 15). Su conclusión es que los periódicos mencionados, como expresión de una emergente opinión pública, se hicieron eco de las ambigüedades de la política exterior del régimen porfirista sobre el tema. Es decir, tal y como se temía, a partir de su independencia y como consecuencia del patronazgo imperialista, la creación de la flamante República de Cuba devino en la presencia incontestable de Estados Unidos en el mar Caribe. En cambio, la decadente España no constituía un peligro real para las naciones circundantes, dado su atraso industrial y su disminuido poder militar, amén de su importancia como matriz histórica y cultural de nuestros países.

El patriota cubano Manuel Sanguily no dejó de considerar esta problemática cuando expresó que el dilema de su país era "una república protegida o ninguna república en absoluto".2 Como lo ha demostrado a lo largo de sus trabajos la doctora Rodríguez, la ambición tenía larga data: en 1848, concluido el avance hacia la costa del Pacífico, el secretario de Estado James Buchanan enviaba al representante norteamericano en Madrid una carta donde expresaba estas consideraciones:

El hecho de que [Cuba] cayese en manos de la Gran Bretaña o de otra potencia marítima de importancia sería ruinoso para nuestro comercio interior y exterior y pondría tal vez en peligro la unión de nuestros Estados. Cuba está casi a la vista de la costa de la Florida, se encuentra colocada entre ese Estado y la península de Yucatán y posee el puerto de La Habana, que es amplio y profundo y está inexpugnablemente fortificado. Si cayese bajo el dominio de la Gran Bretaña la dominación de ésta sobre el Golfo de México será suprema. Los Estados Unidos ocupan el primer lugar entre los rivales comerciales de la Gran Bretaña.3

En el libro comentado se analiza el surgimiento y la implantación de la intervencionista Enmienda Platt, la que no fue fácil de aceptar por los cubanos, actitud calificada de ingrata por el secretario de Defensa estadounidense, ya que así pagaban a su desinteresado protector y aliado. Por su intermedio, "Cuba no podía realizar pactos internacionales ni contraer deudas con otros países sin el consentimiento de Estados Unidos, país que tendría el derecho de intervenir militarmente en Cuba si se subvertía el orden o se lesionaban los intereses y la vida de los ciudadanos norteamericanos, además de estar autorizado a establecer bases navales" (p. 92). Por ello, la doctora Rodríguez apunta que:

La iniciación de los cubanos en la práctica del autogobierno se realizó bajo la guía y supervisión de una administración militar centralizada y autoritaria. Se les estaba enseñando la democracia bajo premisas autoritarias. El autogobierno y la autodeterminación para Cuba comenzaban sobre bases mediatizadas. Estas cuestiones explican en parte el discurso periodístico de los rotativos aquí mencionados. Editorialistas que levantaron una voz de alerta, aunque tímida, en contra del vecino del Norte (p. 132).

No deja de llamar mi atención que la autora nombre al periodo inaugurado en 1902 como lo denomina la historiografía oficial isleña de los últimos cincuenta y dos años, es decir, el periodo de la República mediatizada o Neocolonial (1902-1958). No olvidemos que la generación libertadora estuvo plenamente consciente de la problemática de su país a partir de la frustrada independencia. El anteriormente citado Manuel Sanguily escribía a mediados de 1924 el siguiente diagnóstico:

Casi toda la tierra cubana ha ido pasando a manos extrañas, al punto que nuestro pueblo, en su inmensa mayoría gente pobre, va asemejándose rápidamente a los colonos de la vieja Roma [...]. La industria y el comercio no están tampoco en manos de cubanos, a quienes apenas si les quedan, como signos de su periclitante soberanía, la bandera nacional y los empleos públicos [...]. La gente desventurada que aquí arrastra una vida inquieta, si no miserable, se ve manejada sin remisión ni reposo por grupos o castas, verdaderos clanes que invocan continuamente la Constitución que desprecian, la ley que violan y la patria que escandalizan y deshonran, cuando no ansían ni buscan por todos los medios, sino sus medros y encumbramientos.4

A lo anterior se suma la desastrosa situación dejada por la guerra: desapareció 12 por ciento de la población y 66.66 por ciento de la riqueza total de la isla, por lo que se hicieron esfuerzos para revertir esta catástrofe.5 De 1906 a 1909 se dio una nueva intervención norteamericana, que tuvo como resultado la fundación del ejército cubano (el ejército libertador había sido licenciado e indemnizado), con el fin de que se convirtiera en el mediador de los conflictos entre las diferentes fuerzas que se disputaban el poder. Mientras los recursos económicos pasaban masivamente a manos norteamericanas, "las dirigencias republicanas, inmersas en corruptelas y luchas partidistas, ponían de manifiesto su incapacidad política propiciando la injerencia del gobierno de Estados Unidos que, por lo notoria y sistemática, resultaba cada vez más intolerable".6

El trabajo de investigación realizado por la autora está basado en documentación primaria de archivos norteamericanos, algunos de ellos provenientes de los mismos gobernadores militares ocupantes, en una minuciosa pesquisa de los periódicos analizados, así como en un amplio conocimiento del tema, y posee una redacción legible y adecuada. La doctora Rodríguez reconoce el peso de la real politik, y nadie como ella sabe que Estados Unidos es un caso excepcional de éxito como nación pujante y poderosa, sobre todo en aquellos años. Olvidamos frecuentemente, divididos entre el deseo de parecernos a ellos y la excusa de que son el enemigo identificado, que fueron un caso excepcional en la historia, difícil de replicar incluso por naciones similares en territorio y recursos, como China y Brasil. Ahora nos encontramos en una época que marca el declive de esta potencia, pues el eje de la hegemonía, al menos económica, se ha movido al sudeste asiático, pero para América Latina esta nación sigue siendo el ejemplo a seguir en cuanto a la búsqueda de la prosperidad y de la institucionalidad democrática.

El libro examinado es una importante contribución al debate historiográfico sobre estos importantes sucesos. México, al observar con recelo el despliegue militar de Estados Unidos en las antiguas posesiones filipinas y en las islas Ladronas, junto a la toma de posesión de Puerto Rico, inmejorablemente situado frente al futuro canal de Panamá, así como de la Gran Antilla, no podía dejar de accionar, con cautela y comedimiento, claro está, con el fin de detener en lo posible las intromisiones de su poderoso vecino en sus áreas estratégicas. Situación vista con "admiración y temor" por los diplomáticos mexicanos, sentimientos de los que se hacen eco los periódicos analizados.

 

Notas

1 Edmundo O'Gorman, México, el trauma de su historia. Ducit amor patriae, México, Conaculta, 2002, p. 48.         [ Links ]

2 Citado en Luis E. Aguilar, "Cuba, c. 1860-1934", en Leslie Bethell (ed.), Historia de América Latina. México, América Central y el Caribe, c. 1870-1930, Núm. 9, Barcelona, Cambridge University Press-Crítica, 1992, p. 226.         [ Links ]

3 Citado en Manuel Márquez Sterling, La diplomacia en nuestra historia, La Habana, Instituto del Libro, 1967 (Centenario 1898), p. 20.         [ Links ]

4 Emilio Roig de Leuchsenring (ed.), Facetas de la vida de Cuba republicana. 1902-1952, Municipio de La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, 1954 (Col. Historia Cubana y Americana, 13), pp. 54-55.         [ Links ]

5 Ramiro Guerra y Sánchez et al., Historia de la nación cubana, La Habana, Editorial Historia de la nación cubana, 1952, "Palabras preliminares", Vol. I, p. IX.         [ Links ]

6 Oscar Zanetti, Isla en la historia. La historiografía de Cuba en el siglo XX, La Habana, Unión, 2006, p. 31.         [ Links ]

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