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Tzintzun

Print version ISSN 0188-2872

Tzintzun  n.54 Morelia Jul./Dec. 2011

 

Entrevista

 

Entrevista al Dr. Alan Knight. La herencia británica en la historia social de latinoamericana

 

Claudio Palma Mancilla

 

Conocida es la influencia que han ejercido historiadores británicos en la historia social latinoamericana, sobre todo desde la década del setenta del siglo pasado, donde la denominada "escuela inglesa" se fue transformando en un paradigma de análisis social que buscaba en el pasado una clara conexión con el presente. Historiadores como Edward Thompson, Christopher Hill, Edmond Dell, George Rudé, Raphael Samuel y Eric Hobsbawm, que formaron parte de esa notable pléyade de estudiosos que integraban el Partido Comunista de Gran Bretaña, lograron difundir un tipo de historia que avanzaba en el conocimiento de una realidad social concreta en el pasado. Los movimientos sociales que surgieron de la revolución industrial, los nuevos sujetos, los obreros, los bandidos, los excluidos, pasaron a incluirse como miembros de importancia en el análisis histórico y fundamento de un cambio epistemológico de gran envergadura que se hacía necesario para la época de transformaciones que vivía el mundo. De alguna forma comenzaba a configurarse lo que terminó por denominarse "historia desde abajo". Y, que duda cabe, fue el marxismo la fundamentación teórica y práctica que llevó a estos historiadores a buscar nuevas interpretaciones y a soslayar deficiencias de la historia estructuralista a la francesa o de la ya anquilosada historia tradicional y oligárquica, que dominaban las academias en el ámbito de la disciplina historiográfica.

La influencia de la escuela británica, vino a responder una serie de cuestionamientos que se hacían a la historia tradicional, oficial y casi positivista que aún se cultivaba en gran parte de Latinoamérica de forma casi hegemónica. Sobre todo, si se piensa en los movimientos políticos y revolucionarios que a partir del 1 de enero de 1959, con el inicio de la gesta cubana, se comenzaron a dar en algunos países del continente y que llevaron a algunos de éstos a tomar el control de los estados. Se configura, de esta forma, un contexto fértil para que la historia social comience a abrirse camino entre los personajes, las batallas y los procesos políticos aislados de su contexto económico y social. De alguna manera, la búsqueda de la totalidad que comenzó con el estructuralismo de la escuela de Annales, tenía en su lado inglés, el complemento que veía en la práctica social, en los sujetos sociales, la otra cara de una moneda que hasta ese momento solo dejaba ver a los "grandes hombres".

Los procesos sociales y políticos que se dieron durante la segunda mitad del siglo veinte en nuestro continente, y que tenían que ver con el rechazo a conceptos y prácticas políticas y económicas como el imperialismo o la dependencia, desarrollaron y motivaron a los historiadores a buscar en el análisis social del pasado una respuesta a las preguntas de su tiempo. Muchos académicos que formaban parte de estos movimientos lograron estudiar a fondo los procesos sociales de sus países y contribuir con los movimientos políticos, sin embargo, una vez que estos fueron derrotados en medio del contexto de la Guerra Fría, y que el control del estado volvió a manos de las elites económicas –como en el caso de las dictaduras del Cono Sur–, sus trabajos quedaron aislados, sus puestos en las universidades fueron eliminados y muchos de sus estudiantes, producto del exilio intelectual o territorial, llegaron a las escuelas europeas como refugiados y desterrados a concluir su formación como científicos sociales. Como ejemplo, se puede mencionar el caso de un grupo de historiadores y estudiantes exiliados chilenos, que bajo el alero del conocido historiador latinoamericanista inglés John Lynch,1 fundaron una revista de historia social a principios de la década del ochenta editada en la Universidad de Londres: Nueva Historia, revista de historia de Chile (1981–1989); a cargo de un equipo editorial que integraron Leonardo León, Gabriel Salazar y Luís Ortega. A su retorno del exilio, y debido principalmente al interés común en la historia social y popular, se establecieron redes académicas entre los retornados del exilio y, posteriormente, se agruparon de forma coyuntural para contestar un documento escrito por el dictador Pinochet cuando se encontraba detenido en Londres; la respuesta de los historiadores, hecha Manifiesto, sancionó como falsas las aseveraciones históricas que el dictador realizaba.2 Hoy día, este grupo de historiadores chilenos se comienzan a transformar en la vanguardia de la disciplina en su país, formando y dejando escuela en los estudiantes que inician el camino de la historia, además de que sus investigaciones ya se comienzan a hacer sentir en los planes de estudio y en los programas educacionales.

En esta entrevista al historiador inglés Alan Knight, nos adentramos en la concepción de la historia social que tiene el destacado estudioso de la Revolución Mexicana, en lo que él considera como las bases de su concepción sobre la historia y en el proceso de influencia que ejerció, y aún ejerce en algunos intelectuales latinoamericanos, la notable escuela historiográfica del Reino Unido de la cual forma parte. La entrevista fue realizada con motivo de la visita que realizó el historiador inglés a la Universidad Michoa–cana de San Nicolás de Hidalgo, en el marco del segundo año de trabajo del Seminario Permanente de Historia Social y Popular, que durante 2011 rinde homenaje a Edward Palmer Thompson, notable exponente de la escuela de historia social británica.

Quisiera en esta entrevista llevarlo a un plano más general de su visión acerca de la historia, es decir, me refiero a su concepción y trabajo como historiador social. ¿Cuáles fueron, tal vez desde su infancia, los intereses que lo llevaron a seguir este camino de la historia? Imagino que existen algunos elementos que en esa épocafueron configurando su interés profesional por el estudio del pasado.

De hecho, tratando de acordarme de mi infancia, que está bastante lejos, yo como niño quería ser científico, astrónomo o astronauta, esa fue mi afición en los años cincuenta. Pero siempre me gustó leer leyendas, narrativas y cuentos, entonces quizás siempre tuve un poco de interés también en la historia cuando niño. Al fin mis ambiciones de ser científico fueron frustradas porque mi capacidad matemática no fue tan brillante y siempre estaba mejor en lo que se trataba de escribir y cosas por el estilo. Entonces, por eso, entrando más en la secundaria y en la universidad, fue obvio que mis aficiones y tareas iban a ir más por las humanidades y las ciencias sociales; por eso decidí especializarme en la historia.

Me gusta la historia con cierta conexión al presente, porque la considero como parte de las ciencias sociales. Me interesan –como disciplinas auxiliares– la antropología, la economía tambien. Entonces la historia no es –al menos para mí– una disciplina miembro de las humanidades "literarias", sino que la entiendo más bien por el lado social–científico.

En este aspecto, imagino que debe haber existido, en etapas tempranas de su formación, algún interés por "lo social", sobre todo sabiendo que su historiografía está orientada a esclarecer procesos netamente sociales. Y pensando en una frase que usted planteaba: la historia social como "el estudio de una realidad social en el pasado", ¿están presentes algunas de esas realidades e imágenes, inquietudes o curiosidad, por ejemplo, acerca de algunos sujetos sociales?

Yo no sé si se puede explicar eso debido a la experiencia personal, más bien es un aspecto de personalidad. Nací en Londres y crecí como niño al sur de esa ciudad en un barrio obrero o de clase media–baja, justo después de la Segunda Guerra Mundial, un periodo de reconstrucción, de la formación del estado de bienestar. En cierto sentido yo soy un producto del estado de bienestar británico, que ahora está en cierto peligro, sin embrago creo que para nuestra generación eso fue un impulso muy positivo del estado. Sin duda eso me ha influenciado política y socialmente en cierto sentido.

¿De ahí su interés por la historia social?

Quizás en parte sí. Yo creo que nuestros intereses son difíciles de explicar, porque hay gente que se interesa más por la religión, por el arte, por la música o por el deporte; depende mucho de la personalidad, y por eso creo que es difícil explicarlo.

Pasando a otro plano profesor, de sus opiniones se desprende una cierta crítica a algunas etiquetas que, según usted comentaba, los historiadores habitualmente usamos para darle sentido a nuevas interpretaciones, a nuevos giros que se le quiere otorgar al tipo de historiografía que realizamos. ¿Hay alguna forma de ir zanjando estos debates, por ejemplo, acerca de la acción de los sujetos y su representación, es decir, entre una historia social netamente "pura" y una nueva historia "socio–cultural", pensando, como ya dijimos, en que estudiamos una realidad social concreta en el pasado?

Bueno, si tomamos el ejemplo de la llamada "nueva historia cultural", que ha producido muchas obras buenas –no estoy en contra de esa forma de historia en sí–, yo tengo dos críticas: una es que a veces se trata de una disciplina un poco "floja", es decir, se ha vuelto demasiado literaria, hay demasiada deconstrucción de los textos y, por tanto, cierto alejamiento de los hechos reales, sociales o económicos (pienso que lo económico es muy importante: lo social y lo económico se compaginan bastante en la historia). Entonces, por un lado, yo creo que la historia cultural, la nueva, a veces es así. En segundo lugar pienso que no es tan nueva como dicen. Hoy en día llamamos historia cultural a temas de las mujeres o del género, que hace treinta o cuarenta años hubiera sido historia social: es nada más un cambio de etiqueta.

Por último, creo que es muy importante no hacer un fetiche de las etiquetas de la historia: decir "yo soy historiador económico", "tú eres historiador cultural", por tanto, "nunca podemos dialogar". Eso es una suerte de sectarismo de las metodologías, que se ve más que nada en Estados Unidos, en donde, por ejemplo, hay historiadores económicos al estilo de Stephen Haber3, que es muy positivista, científico a su modo, y, por otro lado, hay historiadores de la nueva historia cultural –me refiero con esto a los más extremos– que representan dos polos opuestos. Por un lado –dicen– somos un grupo que conocemos la verdad, por el otro, están los tontos o equivocados. Haber dice más o menos que si un determinado problema no se puede cifrar, si no se pueden utilizar modelos económicos, no vale la pena. Yo creo que esa es una manera de disgregar la historia, de perder el diálogo y, por lo tanto, creo que es mejor no fetichizar las etiquetas. Para mí lo importante es estudiar problemas en la historia, periodos y problemas que pueden combinar aspectos de historia social–cultural o social–económica; mucho depende del problema. Entonces esto de etiquetar: yo soy del gremio de los historiadores culturales, o de los económico–sociales, o de cualquier otro, puede ser un poco sectario y no nos ayuda como historiadores realmente a entender los problemas que nos interesan.

Producto de la influencia que ha tenido la nueva historia cultural, han surgido estas numerosas "etiquetas" que, comentábamos recién, generan más confusión que claridad a la hora de analizar las investigaciones en el plano teórico y metodológico; pienso en estudios de antropología histórica o de psicohistoria, que se alimentan de la antropología y la psicología respectivamente. En este sentido, ¿hasta dónde se puede conectar y nutrir la historia con otras ciencias sociales sin perder de vista claramente los límites de la disciplina?

Yo creo que el historiador puede ser bastante ecléctico. Puede seleccionar las disciplinas y las metodologías que le ayudan a entender un problema en el pasado. Si uno, por ejemplo, está tratando de entender la Revolución Mexicana, necesita algo de la teoría económica sobre el "desarrollo hacia afuera", sobre las exportaciones, etc., para aclarar y acercarse a la historia económica del Porfiriato y las causas de la Revolución. Otro ejemplo sería la antropología –que me ha ayudado bastante en mis estudios sobre México–, pensando especialmente en los "muchos Méxicos", en las regiones y los pueblos, sobre todo para entender un poco la vida cotidiana y la organización al interior de los pueblos y de las comunidades. Afortunadamente, México ha tenido una larga y buena tradición en los estudios de antropología. Entonces, creo que el historiador puede elegir lo que es útil de otras disciplinas sin dar su lealtad total a alguna de ellas. Y, obviamente, hay diferencias que debemos tomar en cuenta en nuestras investigaciones. Por ejemplo, pienso que la llamada historia psicológica que trata de utilizar las teorías freudianas, etc., realmente no nos ha servido mucho, es demasiado especulativo pensar que podemos entrar en los cerebros y entender los impulsos y los motivos subconscientes. Para mí el psicoanálisis, como disciplina o teoría, es bastante dudoso (es decir, no–científico), aún si pudiera tener resultados terapéuticos positivos; pero en la historia no nos sirve para nada. Además, es imposible poner el sujeto histórico sobre el sofá al estilo de Freud.

Por último, veo al historiador como alguien que está manejando usualmente datos empíricos, y necesita teorías para armarlos. No se puede entrar en el archivo, leer los documentos y producir un análisis sin tener ciertos modelos, conceptos y teorías anteriores. Estos aportes pueden ser muchos y diversos, por lo que se puede decir que somos consumidores de teorías que vienen desde otras disciplinas, especialmente de las ciencias sociales. Mientras que ellos –los economistas, los sociólogos, etc.– son consumidores de nuestra historia, de nuestra investigación y de nuestros datos empíricos. Hay ejemplos de sociólogos que quieren escribir un análisis del crecimiento del estado occidental durante tres siglos, entonces van rastreando y cosechando cosas de muchas historias, que a veces no entienden muy bien, para sujetarlas a sus teorías o modelos preferidos. Es así como los sociólogos utilizan y consumen la historia hecha por los historiadores. Mientras que nosotros, los historiadores, podemos utilizar las teorías y los métodos de una manera ecléctica, pero con cierta disciplina: es decir, no se puede mezclar incoherentemente la economía marxista con la psicología freudiana; hay que mantener cierta coherencia en el análisis. Por ejemplo, yo he utilizado aspectos tanto del marxismo como de la sociología weberiana sobre la formación del estado; lo importante es el resultado. Al fin de cuentas, el criterio debe ser la utilidad de si nos ayuda o no a entender el pasado que estamos analizando.

Y con respecto al eclecticismo que menciona, como una especie de norma creativa que se nos impone a los historiadores para trabajar utilizando lo que nos sirva, ¿Qué opinión tiene usted con respecto a la forma de ver la historia como un arte, un arte creativo?

Quizás hay dos aspectos de la pregunta –y la respuesta– en cuanto a la historia como arte. Por un lado, obviamente es mejor que el historiador escriba bien, es decir, con un buen estilo, con buenas metáforas y una narrativa lúcida, porque obviamente la historia incluye a veces narrativa, a veces análisis, o mezclas de los dos. Por eso creo que es mejor escribir con lucidez, con cierto estilo, con buenas frases, no utilizando una jerga fea e incomprensible. Eso tiene que ver con el estilo.

Pero, por otro lado, hablando de la imaginación, podemos decir que si uno lee los escritos y las memorias de los grandes científicos, ellos también dicen que hay que utilizar la imaginación. No se puede hacer la biología, la astronomía, la física, incluso la física más fundamental, sin tener cierta imaginación. Hay que hacer ciertos saltos conceptuales para tratar de captar la realidad, incluso utilizar metáforas (por ejemplo, el gen egoísta; en ingles, 'the selfish gene'). Me gusta leer un poco los textos relativos a la ciencia, aunque a veces no la entiendo muy bien, pero es obvio que los científicos cuando tratan, por ejemplo, de conocer los comienzos del universo (el llamado 'big bang'), siempre van utilizando metáforas. Yo creo que utilizar metáforas es esencial para la comunicación humana, ya sea por la ciencia, la economía, las ciencias sociales o la historia. En este sentido, creo que la historia puede ser –y debe ser– imaginativa y bien escrita. En este sentido, la historia no es tan diferente de otras disciplinas, incluso de las ciencias sociales o de las ciencias más duras.

Pasando a otro tema, usted ha comentado durante el cíelo de conferencias la influencia de algunos profesores o de grandes historiadores en su formación. Se agrega a esto que en la escuela británica, de la cual usted forma parte, existe una notable preponderancia y tradición en el interés por estudiar la realidad "social" del pasado, sobre todo debido a la influencia de historiadores como Thompson, Hobsbawm y otros que ha mencionado como Christopher HUI. ¿Cuál cree usted que ha sido el impacto que ha tenido esta historiografía social británica en la academia latinoamericana?

Eso es difícil. Quisiera enfatizar que hay historiadores británicos muy conocidos como los que mencionaste: Christopher Hill, Edward Thompson y Eric Hobsbawm, siendo este último quizás el más conocido y que ha trabajado ciertos temas de América Latina. Ellos, sin embargo, fueron una minoría. Fueron los historiadores marxistas que crecieron en el periodo entre–guerra de los años treinta, la Segunda Guerra Mundial y después formaron parte del Partido Comunista británico en los años cincuenta.4 Entonces, se puede decir que a pesar de ser una minoría, eran considerados como historiadores muy distinguidos, y, ciertamente, han tenido una influencia sobre mí y muchos otros. Creo que probablemente han tenido bastante influencia en América Latina, aunque, por supuesto, siempre es muy difícil encontrar los parámetros ideales para medir "la influencia"; pero nada más mirando las citas, los libros producidos, los artículos, claro que sí hay cierta influencia de ellos en América Latina, quizás especialmente Hobsbawm.

Sin embargo, dentro de todo el gremio de historiadores británicos, hay muchos otros que son muy diferentes, que son bastante conservadores en sus ideas, muy interesados en temas demasiado restringidos, a veces yo diría un poco miopes. Por ejemplo, pueden ser muy miopes al estar solamente metidos en aspectos de la política extranjera de la Reina Isabel I y, obviamente, ese tipo de obras contiene poco o nada de esa realidad social que comentas. No hay que pensar que Hobsbawm y Thompson son ejemplos típicos de los historiadores británicos.

En cuanto a la influencia en otras partes, es difícil realmente saber, pero tengo la impresión de que contemplando la historia de América Latina –la que yo leo– se nota que ha habido una influencia británica. Y, obviamente, no tiene que ver tanto con el interés particular de los historiadores británicos en América Latina, que en el caso de Christopher Hill y Edward Thompson fue nulo, sino más bien por el lado de ciertos intereses y conceptos como la "economía moral" de Thompson5, o, en el caso de Hobsbawm6, con el de "bandolerismo social", un concepto discutible pero útil si uno lo usa con cierta discreción y cautela. En el caso de Christopher Hill quizás su influencia ha sido menor, porque él trabajaba más la Guerra Civil y la Revolución inglesas del siglo XVII.7 Pienso que, quizás, la influencia británica tiene que ver con el hecho de que en América Latina hay una larga tradición de historia social con ciertos rasgos marxistas, a veces con un marxismo un poco dogmático, a veces con un marxismo más matizado –que es el que yo prefiero–. Creo que en América Latina ha existido y permanecido esta tradición y, por lo tanto, no es sorprendente que de vez en cuando se vean citas que tienen que ver con la "economía moral", etcétera, y que nos remontan a este origen en la historia social británica.

Pensaba profesor, sobre todo, en algunos países latinoamericanos que sufrieron dictaduras militares y donde muchos académicos e incluso estudiantes muy jóvenes, se fueron a realizar sus posgrados al Reino Unido y otros países europeos producto del exilio. En este sentido, yo creo que en países como la Argentina o Chile, hubo gran impacto del tipo de historia social que se hacía en Europa y específicamente en Inglaterra. ¿Cuál es su opinión?

Es cierto, como dices, que hubo este flujo de inmigrantes políticos refugiados. Recuerdo que en los setenta yo estaba en la Universidad de Essex en Inglaterra, que era una universidad algo nueva, un poco radical y, obviamente, existía este flujo durante esos años, principalmente de chilenos que llegaron después del golpe militar contra el presidente Allende en 1973; la mayoría no se interesaba –o, al menos no trabajaba– en la historia; a veces yo creo por razones muy concretas: preferían la economía, la sociología, la ciencia política, o lo que ellos entendían como disciplinas "supuestamente" más útiles (que no estoy tan seguro que sean "más" útiles), pero se fueron más por el lado de las ciencias sociales que por la historia. Es cierto que hubo este flujo de gente y, quizás en el caso de Chile –que tú conoces mejor–, hubo una cierta influencia por parte de los que regresaron. En México también ha habido una fuerte influencia debido a estos refugiados chilenos y argentinos que llegaron y han reforzado ciertas áreas de investigación histórica y de las ciencias sociales.

Tratando de adentrarnos en un plano más analítico de la historiografía social relativa a nuestro continente, y me refero no sólo la producida por los "criollos" sino también a la que es generada por europeos y estdounidenses, ¿cuál es su visión acerca de esta historia social latinoamericana?, ¿cuáles serían sus influencia actuales, sus características, tal vez las carencias o los logros desde los años setenta hasta hoy día?, sobre todo pensando que es una historiografía que está fuertemente ligada a una tradición "histórica" de resistencia, de rebeldía permanente en los pueblos latinoamericanos.

Seguramente esta suerte de historia existe y hay historiadores tanto de América Latina, es decir, argentinos, chilenos, mexicanos y otros, además de afuera, como los estadounidenses, que han hecho una gran aportación a estos temas. La resistencia, por ejemplo, es un concepto de moda: puede ser la resistencia de las mujeres, de los indígenas, de los campesinos, de los obreros. Pero hay que reconocer que la historia tiene muchos marcos y dimensiones, al menos otros dos que son también muy importantes (debo recordar que yo soy de la antigua escuela que hemos mencionado, con Hobsbawm y otros). La historia económica por ejemplo, que para mí no se puede separar de la economía política. Es importante saber que no se puede estudiar la sociedad y los movimientos sociales sin ubicarnos dentro de un contexto económico, eso yo creo que es obvio. Además la historia económica se ha mejorado en varios países, incluso en México, donde hay un grupo de historiadores económicos, incluso jóvenes, muy buenos. Y el otro tema interesante, que también tiene su rasgo social, es la historia política en cuanto a las elecciones y a las movilizaciones políticas.

Durante mucho tiempo los politólogos nos decían: "la democracia es algo nuevo en América Latina"; planteaban que con la caída de los dictadores militares, América Latina había entrado en una nueva época democrática casi sin precedente. Los historiadores hemos demostrado, sin embargo, que hay una larga historia electoral y política, de movilización política, que también tiene su base social. Es decir, no se puede ver la movilización de los artesanos colombianos o de los obreros chilenos en partidos o en elecciones, tanto en el siglo diecinueve como en el veinte, sin tomar en cuenta su formación social.

Entonces, otra vez, la historia social tiene que ver con la política. Ha habido varios buenos estudios, especialmente referentes al siglo diecinueve, acerca de contiendas electorales y de la formación de los partidos políticos. Así se puede ubicar lo social, la resistencia incluso, en el contexto económico para entender mejor la expresión política. Otra vez es una cuestión, si se quiere, de "historia total", un poco al estilo de la escuela de Annales francesa; la idea de amalgamar, de mezclar varios temas históricos en un solo problema. Lo importante –creo que lo dijo el historiador británico Lewis Namier8– es que hay que estudiar problemas: el porqué de una revolución política, el porqué de la Revolución Mexicana; y por eso a veces se necesitan enfoques sociales, políticos, económi–eos, sin hacer culto de uno o de otro.

En este sentido, ¿cuál cree que son los logros de esta historiografía social latinoamericana fuera de la academia o en los primeros niveles de la educación? Pienso, por ejemplo, en el caso chileno –que yo más conozco– en donde solo cuarenta años después del golpe militar y veinte años después del retorno de los historiadores quefueron al exilio, recién se está plasmando en los programas y currículos de la educación un tipo de historia heredera de estas concepciones. ¿Será un logro de esta historiografía, o tendremos que esperar a que se siga desarrollando?

¿Te refieres a logros en el terreno de la historia o más bien de la sociedad en su conjunto?

Ambos profesor, puesto que hay avances en el plano historiográfico, pero también existe la posibilidad de que esta forma de hacer historia se haya traducido en el triunfo de algún proyecto o corriente política que tenga su sustento en esta perspectiva histórica.

Es claro que ha habido logros historiográficos por la diversidad de temas, además, algo que vale la pena mencionar, es el mejoramiento de los archivos, porque sin tener acceso a los archivos no se puede hacer nueva historia; no se pueden seguir reciclando siempre los mismos datos. Y, obviamente, esto varía de un país a otro: en Argentina, por ejemplo, aunque hay muy buenos historiadores, ellos tienen que enfrentarse con muchas dificultades en los archivos, que no se encuentran tan bien organizados. En México, por contraste, la situación es mucho mejor, e incluso ha mejorado a través de las últimas décadas.

En cuanto a logros mayores en la sociedad entera, eso es difícil realmente de ver. Ayer durante el debate alguien me preguntó cuál era el impacto de la historia en el mundo real, y es muy difícil saber. Yo no tengo la ilusión de que los historiadores vayamos a cambiar el mundo, pero lo que sí podemos hacer quizás es contrarrestar ciertas tendencias negativas, contrarrestar la influencia de otra gente –ya sean políticos, periodistas o, a veces, algunos historiadores populistas– que tratan de utilizar la historia de una manera muy oportunista, ya sea para conseguir votos, para legitimizar sus políticas o para vender libros en los aeropuertos. Entonces, hay varias suertes de historias donde la gente utiliza la historia de una manera muy mala, muy instrumental, lo que quiere decir que nosotros como historiadores "serios" –¡espero!– debemos al menos decir: no, no fue así; al contrario, nuestra investigación seria, a fondo, en los archivos, nos demuestra que fue más bien de otra manera. Si la gente –los lectores, los televidentes– nos creen, si tenemos impacto, ¿quién sabe?, pero eso es lo poco que podemos hacer.

Una última pregunta para terminar profesor: ¿cual cree usted que son los desafíos de los historiadores sociales para el futuro, cuáles son los vacíos que debemos ir llenando?

Quizás el desafío mayor que debemos superar, al menos en mi país y creo que en otros, es que los gobiernos y las instituciones que nos apoyan, las universidades o las fundaciones que dan becas, cada vez más asumen como propia una perspectiva muy utilitaria, es decir, nada más una historia que es útil debe ser estudiada. Debemos estudiar, por ejemplo, la migración actual entre México y Estados Unidos porque es un problema pendiente. Pero yo creo que pensar nada mas en la utilidad contemporánea y actual de la historia es una manera de cerrar muchas puertas muy importantes. Para nosotros hay un desafío en ese sentido: mostrar que la historia social, por ejemplo de la época colonial, es importante, no obstante su supuesta irrelevancia; es decir, la historia necesita investigaciones por todos lados, de muchos periodos, problemas y países, conforme la lógica de la propia disciplina, no de una espuria "relevancia" actual. Dentro de nuestra propia investigación histórica siempre es muy fácil decir que hay huecos aquí, que hay otros acá, y quizás necesitamos otra entrevista de una hora para profundizar en todo esto. En el caso de México hay temas que especialmente tienen que ver con el periodo de los últimos cincuenta años: En el periodo pos–guerra en México todavía hay mucho terreno vacío para llenar con estudios sobre el PPJ, los sindicatos, la CTM, sobre la cultura, la prensa, los medios, en fin, un sinnúmero de temas. Los historiadores jóvenes ya están entrando en este periodo, que para mí fue el periodo cuando yo comencé a venir a México, en los años setenta; es decir, lo que para mí fue experiencia vivida hoy se vuelve terreno historiográfico (¡uno de los muchos aspectos interesantes de envejecerse!). Entonces, yo creo que hay muchas cosas interesantes que van a salir en los años venideros, precisamente sobre este periodo de los últimos cuarenta años, el periodo de mi conocimiento personal de México.

 

Notas

1 John Lynch nació el 11 de enero de 1927 en Boldon, al norte de Inglaterra. Uno de los más brillantes latinoamericanistas británicos. Estudió en la Universidad de Edimburgo y en la Universidad de Londres, de donde obtuvo el doctorado en 1955. Sirvió en el Ejército británico después de la Segunda Guerra Mundial. Profesor en la Universidad de Liverpool y desde 1961 en la Universidad de Londres, de la cual es Profesor Emérito de Historia de América Latina. Fue director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de esta Universidad desde 1974 hasta 1987, cargo desde donde colaboró en la formación de los exiliados latinoamericanos y de otros especialistas europeos en la historia de nuestro continente. Sus obras se han centrado en la Historia de España en la época de los Borbones y en las Revoluciones de independencia en Hispanoamérica, y desde ahí, ha transitado a la biografía de los caudillos como el general Rosas en Argentina, Bolívar y San Martín. Sus principales obras son: Spanish Colonial Administration, 1782–1810, publicada en Nueva York en 1958; Spain under the Habsburgs, editada por la Universidad de Oxford en 1964; The Origins of Latin American Revolutions 1808–1826, publicada en 1973; The Spanish American Revolutions 1808–1826, publicada en 1986 y con traducción por Editorial Ariel: Las revoluciones hispanoamericanas, 1810–1826; Caudillos in Spanish America, 18001850, Oxford, 1992; Simón Bolívar: A Life, publicada en 2006 y San Martin: Argentine soldier, american hero, de 2009. En una entrevista de difusión electrónica ha dicho que su interés por la historia latinoamericana surgió, por primera vez, "de la ignorancia y la curiosidad, con ganas de descubrir un nuevo mundo de las fuentes y eventos. Desde entonces he tratado de quitar unos cuantos puntos ciegos académicos en Gran Bretaña mediante la enseñanza y la escritura en este campo, y también a contribuir con la vista de un extraño para los latinoamericanos. Se trata de una cuestión de gusto particular".

2 Sergio Grez y Gabriel Salazar (editores), Manifiesto de Historiadores, Santiago de Chile, Editorial Lom, 1999. En esta obra se reproducen la Carta a los chilenos de Pinochet y varios textos de historiadores que contestan a esta carta; además del ya citado Manifiesto, origen del aglutinamiento de este grupo de historiadores sociales en torno a temas, intereses y preocupaciones que se acercaban a una historia social y popular con una fuerte carga ideológica y de la experiencia personal. Los temas que abordan en sus investigaciones hacen aparecer a nuevos sujetos sociales, especialmente de índole popular, plebeya o del bajo pueblo (niños, mujeres, jóvenes, estudiantes, asalariados, obreros, campesinos, indígenas), los procesos de resistencia, rebeldía y auto–subsistencia, la vida cotidiana, la vida laboral, la criminalidad, la prostitución, la creación de ciudadanía, la legitimidad y construcción de estado y las relaciones de inclusión o exclusión con las clases sociales en la historia de Chile. Autores como Gabriel Salazar, Leonardo León, Sergio Grez, María Angélica Illanes, Julio Pinto, Mario Garcés, Pedro Milos, entre muchos otros formados a su alero, son quienes integran este grupo que se ha venido a denominar de "la nueva historia social chilena".

3 Stephen Haber es economista estadounidense. Doctor en Economía por la Universidad de California y Profesor de la Universidad de Stanford, donde es Director del Programa de Historia y Ciencia Social. Se ha interesado por el crecimiento económico y el desarrollo industrial; sus campos de investigación se centran en la historia económica y la política comparada de algunos países de América Latina, especialmente acerca de México. Entre sus obras se destacan: The Politics of Property Rights: Political Instability, Credible Commitments, and Economic Growth in Mexico, 1876–1929, editado junto a Armando Razo y Noel Maurer, publicado por la Universidad de Cambridge en 2003; The Mexican Economy, 1870–1930: Essays on the Economic History of Institutions, Revolution, and Growth, editado junto a Jeffrey Bortz publicado por la Universidad de Stanford en 2002; Crony Capitalism and Economic Growth in Latin America: Theory and Evidence, Hoover Institution Press, 2002; Political Institutions and Economic Growth in Latin America: Essays in Policy, History, and Political Economy, Hoover Institution Press, 2000; How Latin America Fell Behind: Essays on the Economic Histories of Brazil and Mexico, 1800–1914, Stanford University Press, 1997; Industry and Underdevelopment: The Industrialization of Mexico, 1890–1940, editado por la Universidad de Stanford en 1989.

4 Militantes del Partido Comunista de Gran Bretaña (CPGB) en el periodo de 1946–1956. Formaron un grupo altamente influyente de historiadores marxistas que fueron pioneros en el enfoque de la "historia desde abajo". Algunos de sus miembros más famosos fueron figuras de primer orden en la historiografía británica del siglo XX como Christopher Hill, Eric Hobsbawm, Raphael Samuel y E.P. Thompson. En 1952 varios de sus miembros fundaron la revista de historia social Past and Present, que actualmente es de las más difundidas a nivel internacional en el ámbito de la historia social. En su concepción de la historia se podrían definir dos objetivos: buscar en el pasado, a través de la disciplina, una tradición revolucionaria que pueda inspirar a movimientos político–revolucionarios contemporáneos y, en el plano metodológico, aplicar un enfoque económico marxista que ponga el énfasis en las condiciones sociales y materiales de existencia.

5 Edward Palmer Thompson, nació en Oxford, Inglaterra, en 1924, falleció en 1993. Historiador e intelectual que influyó decisivamente en el pensamiento marxista británico, dándole un carácter propio. Luchó en la Segunda Guerra Mundial. Comprometido políticamente con la izquierda y el pacifismo, en 1946 forma el Grupo de Historiadores del Partido Comunista o Grupo de Cambridge, con Christopher Hill, Eric Hobsbawm, Rodney Hilton, Dona Torr y otros. El grupo se articulará en torno a la revista Past and Present desde 1952, reconocida publicación en el ámbito de la historia social. Thompson jugará un papel clave en el origen de la corriente intelectual europea conocida como Nueva Izquierda (New Left) a finales de la década de 1950. Su obra se centra en la historia social británica, específicamente en el movimiento y dinamismo de la clase obrera inglesa durante el periodo de la Revolución industrial. Su obra más reconocida es The making of the english working class (La formación de la clase obrera en Inglaterra) publicada en 1963. En esta obra se aprecia una novedosa interpretación desde el marxismo, que se renueva producto de un nuevo materialismo histórico que puede denominarse no dogmático. Es destacable la amplia difusión del concepto de la economía moral de la multitud (1979), donde Thompson analiza la expresión de las rebeldías y la resistencia de la multitud en combinación con las condiciones económico–sociales de los sujetos y la estructura de la cual dependen.

6 Eric John Ernest Hobsbawm, historiador inglés de origen judío, nació el 9 de junio de 1917 en Alejandría, Egipto. Actualmente es considerado tal vez el más conocido historiador marxista británico. En 1933, su familia se traslada a vivir a Londres. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió en el cuerpo de Ingenieros y el Royal Army Educational Corps. En 1947, obtuvo el cargo de profesor de Historia en el Birkbeck College, de la Universidad de Londres. Fue profesor visitante en Stanford en los años 60. En 1978 entró a formar parte de la Academia Británica. Se unió al "Socialist Schoolboys" en 1931, y al Partido Comunista en 1936. Fue miembro del Grupo de Historiadores del Partido Comunista de Gran Bretaña de 1946 a 1956. Hobsbawm ha escrito sobre una gran variedad de temas. Se ha centrado en el análisis de la "revolución dual", es decir, la Revolución francesa y la Revolución industrial Británica. Otro tema en su obra han sido los bandidos sociales, un fenómeno que Hobsbawm ha situado en el terreno del contexto social e histórico, enfrentándose con la visión tradicional que los considera como una forma de rebelión espontánea e impredecible. Sus obras más difundidas son: Primitive Rebels: studies in archaic forms of social movement in the 19th and 20th centuries (1959), traducción Rebeldes primitivos, Ariel, 1983; The Age of Capital, 1848–1875 (1975), traducción, La era del capitalismo, Guadarrama, 1977; The Age ofEmpire (1987); Nations and Nationalism since 1780: programme, myth, reality (1990), traducción, Naciones y nacionalismo, Crítica, 1998; Age of Extremes: the short twentieth century, 1914–1991 (1994), traducción, Historia del Siglo XX, Crítica, 1995; Sobre la historia, Crítica, 1998; La invención de la tradición, Crítica, 2002; y, Guerra y paz en el siglo XXI, Crítica, 2007.

7 John Edward Christopher Hill, historiador inglés. Nació en York, Inglaterra, el 6 de febrero de 1912 y falleció el 23 de febrero de 2003. Ingresó en el Balliol College de Oxford en 1931. Después de obtener varios premios y reconocimientos por su labor como estudiante, Hill se aproximó al marxismo e ingresó en el Partido Comunista. Durante la Segunda Guerra Mundial participó como miembro de la inteligencia militar. Hill comenzó a publicar acerca de la historia de Inglaterra en el siglo XVII, tomando parte en un debate entre historiadores marxistas durante 1940. En 1946, Hill y otros historiadores marxistas formaron el Grupo de historiadores del Partido Comunista. Sus estudios sobre la Inglaterra durante el siglo diecisiete fueron ampliamente divulgados y reconocidos. La mayor parte de su obra trata la Revolución Inglesa. Entre sus obras más destacadas se encuentran: Economic Problems of the Church (1955), Puritanism And Revolution (1958), Intellectual Origins ofthe English Revolution (1965 y revisado en 1996), The Century of Revolution (1961), AntiChrist In 17th–century England (1971), The World Turned Upside Down (1972).

8 Sir Lewis Bernstein Namier, nació el 27 de junio de 1888 y falleció el 19 de agosto de 1960, importante historiador inglés de la primera mitad del siglo diecinueve. Nació Ludwik Niemirowski, lo que entonces era parte del Imperio ruso y hoy corresponde a Polonia. El reconocimiento de Namier se debe al método biográfico colectivo que aplicó al estudio del sistema parlamentario inglés durante el siglo XVIII. Estos aportes hicieron de Namier el historiador eminente de su tiempo en el Reino Unido. Asistió a la prestigiosa Escuela de Economía de Londres y a la Universidad de Oxford. En 1931 se convirtió en profesor de la Universidad de Manchester, siendo profesor hasta 1953. Sus obras versaron sobre los procesos de adhesión política a Jorge III y al minucioso examen biográfico de los miembros del parlamento. Fue así como Namier determinó que la política en el siglo XVIII estaba en manos de pequeños grupos. Namier argumentó muy sólidamente que, lejos de ser grupos fuertemente organizados, eran una colección de grupos pequeños y cambiantes, cuyas decisiones se modificaban según una base de decisión que contemplaba resolver asunto por asunto. Su metodología fue adoptada por otros historiadores y condujo a la reevaluación gran parte de la historia política de Inglaterra en el siglo dieciocho. Fue nombrado Caballero en 1952. Entre sus obras destacan: The Structure of Politics at the Accession of George III, de 1929 y England in The Age of the American Revolution, de 1930.

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