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Tzintzun

Print version ISSN 0188-2872

Tzintzun  n.51 Morelia Jan./Jun. 2010

 

Reseñas

 

John Gibler, Mexico unconquered. Chronicles of power and revolt

 

Jorge Quetzal Argueta Prado

 

San Francisco, City Lights Books, 2009. 355 pp.

 

Estudiante de la Maestría en Historia Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

 

Cuidémonos de quitar a nuestra ciencia su poesía.
Cuidémonos, sobre todo, como he descubierto
en el sentimiento de algunos, de sonrojarnos por ello.

Marc Bloch, Introducción a la historia.

 

 

La proximidad del centenario de la Revolución mexicana y del bicentenario de la Independencia de México ha traído consigo, directa o indirectamente, un alud de festejos, actos políticos, proyectos editoriales, cinematográficos, televisivos y de teatro entre otros muchos otros productos que pueblan el espacio público, mediático y académico. La cantidad de luces que se han dirigido hacia estos acontecimientos ha permitido, sin lugar a dudas, avanzar en la comprensión y difusión general de dichos procesos, en el carácter e historia de sus protagonistas, así como en particularidades culturales, científicas, militares, sociales y de la vida cotidiana entre otros muchos tópicos. La atención dispensada a estos temas no podía ser menor, se trata de dos de los acontecimientos que con mayor fuerza han marcado la historia de México y por ello, la atención que desde la academia y otros espacios se les dedica debería ser permanente y no sólo coyuntural.

Los acercamientos a estos procesos históricos son de diverso signo. Desde las aproximaciones oficialistas hasta los abordajes críticos, se ha puesto en marcha un intenso debate entorno a la historia de la independencia y la revolución, que busca ponderar las causas profundas de dichos movimientos, los actores particulares y colectivos, sus motivaciones explícitas e implícitas, así como los resultados inmediatos y en el mediano y largo plazo de dichos procesos. Se trata de un debate complejo en la medida que implica sucesos profundamente ligados a la sensibilidad social contemporánea, a nuestro presente político, social y cultural y, porque en la conceptualización de ese pasado, se cifra también, tal como lo ha planteado Eric Hobsbawm, el significado de nuestro presente y las posibilidades de nuestro futuro.

Esta dimensión problemática de la historia, vista desde el compromiso con el tiempo presente y con su sociedad, obliga ineludiblemente a un estudio crítico del pasado. Un estudio que parta del presente, aquilatando la realidad inmediata, para poder interrogar al pasado con preguntas vigentes, vivas, necesarias, transformadoras. Preguntas que permitan trascender el conocimiento anecdótico más propio del anticuario que del historiador. Este compromiso con el presente es uno de los primeros elementos que saltan a la vista en el libro Mexico unconquered. Chronicles of power and revolt del periodista y escritor norteamericano John Gibler, publicado en 2009 bajo el sello de City Light Books de San Francisco, California.

Además, en tanto los procesos contemporáneos que Gibler busca explicar le remiten a la historia de México y, en especial a los procesos de independencia y revolución, podemos considerar al texto Mexico unconquered, un trabajo que sin proponérselo explícitamente, participa del debate que en torno a la interpretación del bicentenario de la independencia y centenario de la revolución ocupa a buena parte de los historiadores en este año.

Se trata, sin embargo, de un trabajo sui géneris. No es propiamente un trabajo de historia, o cuando menos, no sólo de historia. Ya que en su búsqueda por explicar los fenómenos de conquista y resistencia que ocurren en el México contemporáneo, recurre no sólo a la historia, sino también a la sociología, filosofía y al periodismo, con el que consigue testimonios de gran valor a la hora de intentar explicar el imaginario y motivaciones de los actores sociales involucrados en los movimientos de resistencia contemporáneos.

Compuesto por 355 páginas organizadas en ocho capítulos, el libro de Gibler podría caracterizarse como una crónica del presente, sin embargo, es preciso señalar que el texto va más allá de la crónica descriptiva de los sucesos actuales y recurre a la historia y otras disciplinas para explicarlos. Por lo anterior, el libro nos ofrece un sugerente análisis de conjunto que, ponderado en el marco de una larga duración que va desde el colonialismo español hasta el imperialismo neoliberal, le permite al autor argumentar su propuesta fundamental, a saber: la historia de México, desde la experiencia de los de abajo, puede verse como un ininterrumpido proceso de conquista y resistencia.1

El planteamiento es tan interesante como problemático. Por un lado nos presenta una visión de conjunto de la historia de México que, analizada en la larga duración, nos permite advertir más continuidades y permanencias que transformaciones en las relaciones sociales y políticas del país, incluso aún después de los convulsos procesos de independencia y revolución. En este sentido, si bien es innegable que dichas coyunturas introdujeron importantes cambios en diversos ámbitos de la vida pública, el estudio de Gibler muestra una permanencia en las formas de poder y dominación que ejercieron y ejercen al día de hoy las élites al interior del país.

Dicha permanencia se explica, a decir del autor, en la medida que el Estado mexicano se construyó sobre la base del antiguo régimen colonial, heredando de él un sistema social fracturado y excluyente, mismo que adoptó y desarrolló como propio en la medida que le permitía conservar y gozar de los privilegios que en el pasado gozaran las élites coloniales. Por ello, tras el movimiento independentista no cambió la situación de exclusión y explotación de ciertos sectores sociales en el país, simplemente se pasó, a partir del siglo XIX, de un colonialismo dirigido por la metrópoli española, a un colonialismo orquestado por élites criollas y dirigido desde la ciudad de México. Posteriormente, continúa el autor, tras el advenimiento de la Revolución mexicana, se inició un nuevo proceso en el que se reorganizó el poder en el país. Las viejas élites decimonónicas fueron reemplazadas por los grupos emanados de la revolución, en especial por el "grupo Sonora". En este contexto, la constitución del Partido Nacional Revolucionario en 1928, antecedente del actual Partido Revolucionario Institucional, marcó un parteaguas en la historia política mexicana, ya que a partir de ese momento, el ejercicio del gobierno fue monopolizado por dicho partido político y por ende, el Estado mexicano se construyó desde esa óptica y no desde el consenso social.

Finalmente, será en el último tercio del siglo XX cuando John Gibler ubica un nuevo reacomodo en el escenario político nacional, como consecuencia de la expansión de los intereses norteamericanos hacia México. Dichos intereses, a través de grupos mexicanos empresariales y políticos afines, desplazaron a las viejas élites emanadas de la revolución. Con ello, el centro de poder se desplazó de nueva cuenta, dejando de gravitar en la capital mexicana para trasladarse a los Estados Unidos.2

La revisión de los cimientos sobre los que se construyó el Estado mexicano, así como el estudio de sus estructuras y dinámicas políticas y sociales tras el movimiento independentista y posteriormente tras la revolución, le permite al autor plantear algunas explicaciones a las prácticas de corrupción, injusticia, represión, tortura e ilegalidad que ha documentado en el país desde 2006 a la fecha, en coyunturas tales como la elección presidencial de 2006, la represión policíaca y la violación a los derechos humanos en San Salvador Atenco los días 3 y 4 de mayo de 2006, y en Oaxaca a los integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en la segunda mitad del 2006, así como en las actividades que el ejército mexicano despliega a lo largo y ancho del país en su llamada "guerra contra el narcotráfico". Asimismo, dicho análisis histórico le permite al autor ponderar fenómenos más generales en el país tales como la pobreza, la exclusión de los pueblos indígenas, la violencia contra las mujeres -en especial en el caso de los feminicidios en Ciudad Juárez-, la migración y el narcotráfico, entre otros.

Los resultados del análisis son preocupantes. Dichas manifestaciones, plantea, no son particularidades del sistema, no son accidentes, ni responden a coyunturas transitorias. Se trata, según el autor, de resultados históricos, partes constitutivas de un sistema que se ha construido sobre la lógica de la discriminación, la explotación, la represión y el entendimiento del poder público como un bien patrimonial de las élites gobernantes. De tal manera que el resultado de dicha historia ha sido la construcción de una legalidad e institucionalidad estatal al margen del interés público y el consenso nacional y, en su lugar, la configuración de una legalidad e institucionalidad vinculada al interés de las élites. Por ello, señala el autor, en México la legitimidad política de los gobiernos se he derivado del uso del poder en cualquiera de sus manifestaciones y no a la inversa, como tendría que suceder en un orden democrático en el que es la legitimidad política derivada del consenso social, la que confiere poder al gobierno para ordenar la cosa pública.

Con base a las propuestas antes mencionadas, el autor explica que la sistemática violación de los derechos humanos de activistas en México por cuerpos policíacos y militares, documentada por él mismo y por instituciones nacionales e internacionales tales como la Comisión Nacional para los Derechos Humanos, la Comisión Interamericana para los Derechos Humanos y las organizaciones internacionales Human Right Wacht y Amnistía Internacional, responden a un mecanismo intrínsecamente ligado al funcionamiento del Estado mexicano y al interés de las élites que detentan el poder.3 De nueva cuenta, no estamos frente a irregularidades del sistema político mexicano, se trata de componentes constitutivos del mismo, ya que como lo ha demostrado Herbert C. Kelman, la tortura aparece y es usada por el Estado frente a grupos o personas que cuestionan el manto de legitimidad que cubre al gobierno y, en ese sentido, ponen en riesgo el poder de las élites gubernamentales.4

La idea del poder estatal entendido por las élites como un patrimonio particular, le permite al autor ponderar otros hechos controvertidos del México contemporáneo; por ejemplo, el "fraude electoral" registrado en las elecciones federales del 2006. Las múltiples irregularidades documentadas por observadores nacionales e internacionales, previas y posteriores al día de la votación tuvieron según el autor, desde la óptica de las élites, una justificación. La amenaza que para el orden político vigente -sobre el que se sostienen los privilegios de las élites- representaba el candidato de la coalición izquierdista, justificó la puesta en marcha del aparato gubernamental y de la iniciativa privada vinculada al conservadurismo mexicano para impedir, incluso por la vía de la ilegalidad, que éste llegase al poder. En este caso, la omisión de las autoridades responsables, constituye la prueba más clara de la vinculación del gobierno, sus instituciones y leyes, con el interés de grupos particulares, y no con el interés de la nación.

Una prueba más del interés particular que mueve al gobierno mexicano, la encuentra el autor al examinar las condiciones económicas y de desarrollo social en nuestro país. En ese ámbito, Gibler encuentra dramáticos contrastes y desigualdades difícilmente explicables en el marco de un régimen democrático, en el que se supone la existencia de un equilibrio y equidad en la condición de sus ciudadanos. En el texto se consigna que según los estudios de las propias dependencias gubernamentales, hay en México 50 millones de personas viviendo en situación de pobreza, con menos de 4 dólares diarios, y 15 millones en situación de extrema pobreza, es decir, con menos de 1 dólar al día.5 Las cifras son alarmantes. Nos hablan de un país en el que la mitad de su población vive en una situación que no le permite satisfacer sus necesidades patrimoniales y de alimentación adecuadamente. No obstante, frente a esa pobreza, el autor documenta también el dramático contraste que implica la fortuna del hombre más rico del mundo para 2007; paradójicamente, se trata de un mexicano que fundó su fortuna en un país de pobres.

Esta paradoja podría hacernos pensar en un primer momento que México no es un país pobre, sólo que la riqueza está mal distribuida. Sin embargo, el autor señala que el problema va más allá y que no sólo se trata de un problema de distribución, sino que en el fondo subyace un problema de organización de la producción, es decir, un problema en el diseño del propio sistema económico. En este sentido, el autor plantea que la pobreza "in Mexico, as elsewhere in this hemisphere, is a social creation largely of the nineteenth and twenty centuries, though with deep roots in Spanish colonialism. [...] Poverty is no accident, no unexpected outcome of bad choices, bad weather, or bad habits. Poverty is a product, and the wealthy hold the patent".6

En este orden de ideas el autor expone la paradoja del desarrollismo que ya plantearan hacia mediados del siglo XX intelectuales tales como Fernando Henrique Cardoso, Theotonio Dos Santos o Celso Furtado, por mencionar algunos ejemplos. En dichos análisis se demostró que, bajo el modelo capitalista en su etapa neoliberal tal como se desarrolla en México, la riqueza surge indefectiblemente de la explotación y miseria de otros. Al respecto, el autor recuerda el clásico texto de Eduardo Galeano y consigna sus esclarecedoras palabras:

"[...] pero pasa que quienes ganan, ganan gracias a nuestro fracaso: la historia del subdesarrollo en Latinoamérica consiste en la historia del desarrollo del capitalismo. Nuestro fracaso estuvo siempre implícito en el triunfo de otros; nuestra riqueza generó nuestra pobreza porque alimentaba la riqueza de otros: de los imperios y sus administradores [...] el desarrollo desarrolla desigualdad. La fuerza del sistema de imperialista entero, descansa en la desigualdad necesaria entre sus dos partes".7

Las conclusiones preliminares que podríamos derivar de las evidencias expuestas por Gibler acerca del funcionamiento del Estado mexicano, de sus instituciones y legalidad son, por decir poco, altamente preocupantes. De sus investigaciones se deriva que vivimos en un estado de ficción democrática. En el que la legalidad y la institucionalidad existen, pero al servicio de unos cuantos y no para el interés nacional. Pero peor aún, el hecho de que este autoritarismo sea el resultado de la propia historia mexicana, hace que su transformación sea aún más que complicada, ya que equivaldría a tratar de modificar un constructo que de origen tiene fallas. ¿Qué hacer?

Además de los apartados analíticos antes presentados, otro de los componentes más valiosos del texto Mexico unconquered, radica en su valor documental y testimonial sobre varias experiencias de resistencia popular en el México contemporáneo. La minuciosa labor periodística que Gibler ha desarrollado en el país desde 2006, decíamos, le ha permitido entrar en contacto con algunas de las manifestaciones más dramáticas de represión e injusticia que han tenido lugar en los últimos años en nuestro país, pero también con algunas de las más interesantes manifestaciones de dignidad y resistencia popular.

Los testimonios que el autor recoge de actores de distintos movimientos de resistencia violenta o pacífica, tales como la guerrilla armada del EPR, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el movimiento social neozapatista, los ciudadanos que participaron en las barricadas contra los paramilitares en Oaxaca, o en el activismo contra la represión en San Salvador Atenco, le permiten al autor plantear la idea, a la manera del México profundo de Guillermo Bonfil, de la existencia de un México oculto, no conquistado, un México en resistencia.

John Gibler documenta la existencia de este México a través de la voz de quienes le dan vida y, en su acercamiento con dichos actores, logra consignar testimonios fundamentales a través de los cuales podemos acercarnos a sus motivaciones e imaginarios. Al respecto es importante anotar una característica significativa de los mismos: se trata de movimientos radicalmente distintos a los registrados en el pasado inmediato, ya que a diferencia de aquellos movimientos en los que el objetivo principal consistía en "tomar el poder" para desde él propiciar los cambios necesarios, en los nuevos movimientos de resistencia mexicanos se plantean estrategias novedosas, así como nuevos objetivos.

Se trata, a decir del autor, de movimientos antisistémicos. En particular, en el movimiento zapatista, el autor rescata su aporte en términos de que se plantea ya no la búsqueda del poder, sino su construcción desde un paradigma distinto, sobre otras lógicas de relaciones sociales y de producción. En este sentido, el autor plantea la existencia de los de abajo, como un sector social históricamente golpeado y explotado, pero que actualmente plantea interesantes alternativas no sólo para México, sino para el mundo entero, en la medida que cuestiona la raíz sistémica de los conflictos y proponen nuevas estrategias de lucha y convivencia.

Por último, hemos de exponer que la lectura que John Gibler hace de la historia mexicana tiene tres componentes particulares, mismos que es preciso discutir para ponderar dicha investigación. Se trata de un estudio desarrollado en un marco de larga duración, la historia ahí analizada es interpretada en clave política y, utiliza categorías de análisis vinculadas al marxismo inglés. Dichas particularidades son tan interesantes como problemáticas. Por un lado nos permiten advertir insuficiencias en los cambios que siguieron a los procesos de independencia y revolución, así como una desviación de sus objetivos iniciales. Esta visión nos proporciona elementos para una valoración política de la historia, pero también de nuestro presente ya que, como lo documenta el autor, muchas de las situaciones de injusticia, ilegalidad y corrupción, practicadas durante el periodo colonial y aún posterior a él, siguen persistiendo actualmente. Sin embargo, el planteamiento también es problemático porque al construirse a partir de una revisión tan general de la historia, en un marco temporal tan amplio, pierde de vista particularidades sustantivas que no siempre se ajustan a los escenarios y dinámicas presentadas en el texto.

En este sentido, se advierte algún grado de maniqueísmo en la forma como el autor expone y analiza los actores y procesos de la historia mexicana. Dicho tratamiento es útil a la hora de ponderar el injusto y excluyente sistema político y social que, configurado en el pasado sigue persistente en el México de hoy, pero poco adecuada para comprender las diferencias ideológicas que movilizaron a los distintos actores y colectivos en los procesos de la independencia y revolución.8 Por otra parte, la conceptualización de los actores en términos de dominadores-dominados o, dominadores - revolucionarios, es sin lugar a dudas una interesante propuesta que permite describir a cierta parte de los colectivos sociales del país en el marco de una larga temporalidad. Sin embargo, una vez más estas categorías son poco efectivas a la hora de caracterizar con detalle el complejo y dinámico actuar, así como la posición política de los diversos colectivos involucrados en esta historia.

Las categorías de desposeídos, dominados y subyugados en contraposición a las de poseedores, dominadores y subyugadores, responden a una tradición teórica que busca trasladar el foco de atención de los grandes personajes políticos o sociales, a la gente común. El estudio sistemático de esta perspectiva por parte de la escuela marxista británica, llevó a una conceptualización política y económica de los sectores sociales que, desde la perspectiva marxista, carecían de los medios de producción, se les denominó, los de abajo.9 Dicha categoría analítica es interesante y permite aproximarse desde una nueva óptica a fenómenos y colectivos sociales previamente estudiados. Desde este nuevo enfoque y mediante el uso de las mencionadas categorías, se obtienen nuevas perspectivas y nuevas valoraciones de ese pasado, de sus actores y motivaciones. Sin embargo, también debe señalarse que dicho abordaje presenta algunos bemoles y dificultades para explicar la complejidad que entraña la historia política mexicana en un periodo tan largo como el propuesto.

En este sentido, por ejemplo, debemos señalar que si bien la categoría los de abajo nos permite la descripción política y económica de ciertos sectores sociales, difícilmente nos avanzan en una comprensión dinámica y profunda de dicha situación. En este sentido veríamos que se trata de categorías construidas más allá de realidades concretas y por ende, no siempre dan cuenta del complejo actuar de las sociedades y de la heterogeneidad de intereses que las mueven en situaciones específicas.

No obstante las inconsistencias antes referidas, concluiremos esta reseña recomendando el libro Mexico unconquered, por su capacidad para establecer una valiente crítica de la dramática realidad mexicana contemporánea y por su búsqueda de respuestas a esta situación en la historia nacional. En este sentido, se trata de un importante esfuerzo que no sólo ofrece importantes datos y respuestas, sino que también arroja múltiples preguntas. Mismas que adquieren gran trascendencia sobre todo en el marco de los festejos que en torno al centenario de la revolución y bicentenario de la independencia se organizan este año en México.

En este sentido, el texto de Gibler vuelve a poner sobre la mesa de debate una vieja pregunta que se hiciera Bloch a mediados del siglo XX, ¿historia para qué? La pregunta viene al caso porque ante el alud de actividades que se anuncian este 2010 con motivo del bicentenario y centenario, se impone la necesidad de reflexionar sobre la pertinencia de dichos esfuerzos, en un intento por conjurar las tentaciones del tratamiento anecdótico de dichos temas, un tratamiento oficialista que, sin interesarse por la condición del México real y cotidiano, se sumerja en el pasado para olvidarse del presente. En lugar de eso, el ejercicio de los historiadores debe desarrollarse en estos tiempos estrechamente vinculado al México de hoy, a sus problemas y realidades. El libro en cuestión es un buen ejemplo de ello.

En el texto clásico Introducción a la historia, Marc Bloch señaló "Cuidémonos de quitar a nuestra ciencia su poesía. Cuidémonos, sobre todo, como he descubierto en el sentimiento de algunos, de sonrojarnos por ello".10 Tras la lectura de Mexico unconquered, la idea de Bloch adquiere vigencia y nuevo significado, de tal manera que podríamos decir con él: cuidémonos de quitar a nuestra ciencia su responsabilidad y capacidad política. Cuidémonos, sobre todo, de sonrojarnos por ello. Con lo anterior, el trabajo de Gibler nos invita a mirar con ojos críticos el conjunto de actividades desplegadas por el centenario y bicentenario, pero también a asumir un papel activo en los debates y problemas de nuestro tiempo.

 

NOTAS

1 Gibler, John. Mexico unconquered. Chronicles of power and revolt, San Francisco, City Lights Books, 2009, pp. 5-6.         [ Links ]

2 Ibid., pp. 17-18.

3 Ibid., pp. 67-69.

4 Kelman, Herbert C. "The policy context of torture: a social-psychological analysis.", International Review of the Red Cross, Vol. 87, N. 857, March 2005, pp. 125-126.         [ Links ] Citado en John Gibler, Op. Cit., p. 69.

5 Ibid., p. 99.

6 Ibid., p. 9.

7 Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina, México, Siglo XXI, 2004, p. 16-17.         [ Links ]

8 Algunas publicaciones relativamente recientes han ponderado desde nuevas perspectivas las motivaciones de la participación popular en los movimientos revolucionarios en México. Véase: Luis Barrón. Historias de la revolución mexicana, México, CIDE-Fondo de Cultura Económica, 2004;         [ Links ] Thomas, Benjamin. La revolución mexicana. Memoria, mito e historia, México, Taurus, 2003;         [ Links ] Javier Rico Moreno, Pasado y futuro en la historiografía de la revolución mexicana, México, CONACULTA-INAH-UAM Azcapotzalco, 2000.         [ Links ]

9 Véase E. P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra, Barcelona, Editorial Crítica, 1989.         [ Links ]

10 Bloch, Marc, Introducción a la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1978, p. 12.         [ Links ]

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