SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.28 número2César A. Núñez (coord.). Figuraciones de la escritura en la literatura hispanoamericana índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Literatura mexicana

versión On-line ISSN 2448-8216versión impresa ISSN 0188-2546

Lit. mex vol.28 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2017

https://doi.org/10.19130/iifl.litmex.28.2.2017.968 

Reseñas

Carlos Gutiérrez Alfonzo (coord.) Tomar la palabra. Algunas expresiones literarias y de cultura popular en el sureste mexicano

Edivaldo González Ramírez1 

1Universidad Nacional Autónoma de México, México, gonzalezedivaldo@gmail.com

Gutiérrez Alfonzo, Carlos. Tomar la palabra. Algunas expresiones literarias y de cultura popular en el sureste mexicano. México: Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Juan Pablos Editor, 2016.


Todo libro, sea literario o académico, es en sí mismo una propuesta y una toma de posición. El texto nunca vive aislado: desde su configuración se dirige a los lectores, a la tradición que le antecede y a las polémicas que dan movimiento al campo cultural en donde se inscribe. Desde esta postura, el libro coordinado por Carlos Gutiérrez Alfonzo es un ejercicio que debate las dinámicas de legitimación cultural y revela que la inclusión de las manifestaciones escriturales de raigambre indígena y popular aún no está finalizada.

Desde su título, el libro muestra la preocupación que integra los textos en un conjunto orgánico: Tomar la palabra; es decir, articular un discurso para hacer visibles las expresiones que han sido minimizadas o desoídas por la tradición letrada en México. En este sentido, los cuatro artículos sirven como intermediarios entre el lector y las formas de escritura que han pasado inadvertidas por los reflectores sociales; sin embargo, el libro no sale indemne ni está exento de altibajos; por lo cual, haré un breve repaso de sus textos.

El libro abre con un trabajo ambicioso: “Novela histórica y levantamientos indígenas en Chiapas. Andamio para la construcción de un siglo histórico literario” en donde Vladimir González Roblero analiza la construcción y la transformación que ha sufrido el indígena como personaje en las novelas que relatan algunos de sus levantamientos armados. La hipótesis del autor es clara: existe un ciclo literario que inicia en 1880 y que finaliza en 2004, con la toma de conciencia del personaje indígena. La primera parte del ciclo comienza con Florinda (1880), libro que narra la rebelión chamula de 1869, en donde el autor, Flavio Paniagua “asume aquí una visión un tanto paternalista, al considerar a los indígenas como si fueran niños de fácil manipulación” (24). La segunda parte del ciclo establecido es desarrollada por Rosario Castellanos con el libro Oficio de tinieblas (1962), en donde, para González Roblero, los indígenas adquieren mayor amplitud psicológica y dejan de representar la visión romántica con la cual se les había identificado. Finalmente, el ciclo se cierra treinta años después, con dos novelas de 1992: Los confines de la utopía. Memorial de agravios en los parajes de la mala muerte de Alfredo Palacios Espinosa, y Jovel. Serenata a la gente menuda de Heberto Morales Constantino. Desde la postura de González Roblero, esta última parte del ciclo expone la hibridez y el mestizaje de los personajes indígenas, quienes “alcanzan la conciencia después de hacer el memorial de agravios” (29). Asimismo, Los confines de la utopía marca la última fase de la representación del indígena, cuyo tratamiento será abordado en María Candelaria, india natural de Canuc, Nudo de serpientes y Canción sin letra. Para el autor, el ciclo pasa de la superioridad entre las culturas enfrentadas a la igualdad pregonada por Castellanos, hasta llegar al mestizaje visto en las últimas novelas. Si bien en la articulación del trabajo subyace la importancia de la literatura como discurso transgresor y antinormativo, también se omite preguntar quiénes escriben y desde qué lugar lo hacen. Es decir, ¿quiénes tienen la palabra para nombrar al indígena? Las preocupaciones y las vivencias personales son diferentes en Flavio Paniagua, Rosario Castellanos o Heberto Morales; asimismo, el contexto histórico y el eje ideológico bajo el cual se concibe al indígena cambian drásticamente en cada novela.

La problemática de saber quién escribe se observa de manera más detallada en el estudio que hace Matza Maranto Zepeda en “El telar. El proceso creativo de tres poetas de Chiapas”. En este artículo, la autora se propone dilucidar la poética literaria de Mikeas Sánchez, Enriqueta Lunez y Adriana del Carmen López Sántiz, escritoras en lenguas indígenas. Sin embargo, con las páginas, las voces de las autoras estudiadas quedan ancladas a las cuatro fases del proceso creativo expuesto por Graham Wallas (preparación, incubación, iluminación y verificación) y sus preocupaciones creativas son abordadas para validar dicha teoría. A pesar de esto, las entrevistas y la información recabada conducen hacia otros puntos que el lector puede vislumbrar sin esfuerzo; por ejemplo: la poética literaria como una postura política-cultural y la asimilación que hace el campo cultural mexicano de los escritos en lenguas indígenas. Gracias al manejo de las fuentes y a un diálogo ágil con su objeto de estudio, la autora muestra indirectamente dos elementos: uno, que las políticas culturales propiciadas por el Estado funcionan, pese a sus limitaciones; dos, que la oralidad es decisiva para su proyecto literario, en donde la escritura es una herramienta para hacerse escuchar y, por tanto, una postura frente a un medio cultural que las ignora. El artículo de Matza Maranto muestra que la escritura (aprendida, en muchos casos, primero en español y luego en su lengua natal) es una forma de insubordinación, una manera de resolver el choque cultural y lingüístico de las autoras y una trinchera para que la riqueza cultural no se pierda.

El tercer artículo, “Morada y nombre: leer poemas”, parte del mismo deseo de compartir autores y darles el estatuto que merecen. En él, la poesía se concibe como un espacio a partir del cual es posible seguir la trayectoria literaria de los poetas y relacionarlos con algunos de los temas que componen su obra. De esta manera, se aborda a poetas como Javier Molina, Raúl Garduño, Roberto Rico, Luis Arturo Guichard, Matza Maranto, Gustavo Ruiz Pascacio, Eduardo Hidalgo e Ignacio Ruíz-Pérez. A pesar del manejo de autores y obras, el artículo plantea un diálogo temático cuyo único punto de contacto es la argumentación del autor y donde es fácil confundir la voz poética con el poeta.

Cierra el libro un estudio realizado por Norma Esther García y Édgar García sobre las lápidas urbanas en Villahermosa y Xalapa. A partir de un corpus esparcido por las dos ciudades, los investigadores interpretan el lenguaje doliente que encierran estas formas de escritura y contextualizan las prácticas culturales que las producen. Así, las lápidas son una forma de apropiarse de las calles, de pensar el espacio público inmerso en la violencia y de vislumbrar los ritos que integran a una comunidad. Toda ciudad tiene derecho a leerse como un organismo autónomo, pero también, como lo muestran los investigadores, de escribirse y de reinterpretarse. La presencia de las lápidas en las calles se convierte “simbólicamente en una especie de denuncia acerca de la ocurrencia de eventos trágicos en estas ciudades de provincia” (118); asimismo, muestra la integración de las voluntades que habitan la ciudad, poniendo en evidencia los conflictos cotidianos, las luchas por el espacio y el poder que acaecen en ella. Para fortuna del lector, en un segundo apartado, los autores comparten algunos de los textos analizados y, mediante fotografías y un breve recuento del accidente, demuestran la unión que existe entre la vida de los individuos y la ciudad que construyen sin ser conscientes de ello. Narrar el dolor no es sencillo, pero el artículo lo transmite cuando recrea todas las vidas que habitaban la ciudad antes de convertirse en una parte de ella.

Por lo anterior, el libro cumple con su finalidad principal y pone en tela de juicio los valores que integran la cultura letrada del país; asimismo, sirve como un primer acercamiento para la literatura mexicana contemporánea; no obstante, el balance general también debe incluir los excesos interpretativos en los que caen algunos artículos, en los cuales el aparato crítico opaca a su objeto de estudio, como ocurre en algunos pasajes de Matza Maranto y Carlos Gutiérrez. Es así como Tomar la palabra, más que un estudio con clasificaciones y canonizaciones definitivas, es una invitación al diálogo o, si se quiere, un recordatorio sobre los diversos rumbos que ha tomado la literatura y la crítica mexicanas en los últimos años.

Edivaldo González Ramírez. Maestro en Letras (Letras Latinoamericanas) por la Universidad Nacional Autónoma de México. Participó en el libro Crimen y ficción. Narrativa literaria y audiovisual sobre la violencia en América Latina (UNAM / Bonilla Artigas, 2015) y en La posición sesgada. Miradas a la narrativa reciente de América Latina (cialc / unam, 2017); asimismo, ha publicado trabajos críticos en la revista Les Ateliers du sal. Es miembro del Seminario de Estudios sobre Narrativa Latinoamericana Contemporánea (SENALC). En 2015 realizó una estancia de investigación en la Université Paris-Sorbonne. Sus líneas de investigación son el existencialismo, la literatura policiaca y el grupo crack.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons