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Comunicación y sociedad

Print version ISSN 0188-252X

Comun. soc vol.20  Guadalajara  2023  Epub Mar 11, 2024

https://doi.org/10.32870/cys.v2023.8719 

Artículos

Historias de los Estudios de Comunicación en las Américas

Develando las razones del diálogo asimétrico: Explorando la exclusión en el campo de la comunicación

Descobrindo os motivos do diálogo assimétrico: explorando a exclusão no campo da comunicação

1Universidad del Norte, Colombia jarroyav@uninorte.edu.co


RESUMEN

Los procesos de exclusión al interior del campo de la comunicación por razones de género, raza, lengua y, sobre todo, contextos geográficos han sido una constante. Diversos estudios empíricos ratifican la marginal contribución de América Latina de un 1% a la producción central del campo en las revistas de más alta indexación. Este artículo presenta una reflexión p ara c omprender l a l ógica d e l a e xclusión q ue h a propiciado esta marginal participación, a pesar de los aportes valiosos efectuados en el continente. El artículo concluye con una invitación a apostarle a una agenda de investigación plural, amplia e inclusiva.

Palabra clave: América Latina; Sur Global; campo de la comunicación; críticas; inclusión; exclusión

RESUMO

Os processos de exclusão no campo da comunicação por razões de gênero, raça, idioma e, sobretudo, contextos geográficos têm sido uma constante. Vários estudos empíricos ratificam a c ontribuição marginal da A mérica L atina d e 1 % d a produção c entral do campo nas revistas mais bem indexadas. Este artigo apresenta uma reflexão para entender a lógica de exclusão que levou a essa participação marginal, apesar das valiosas contribuições feitas no continente. O artigo conclui com um convite para investir em uma agenda de pesquisa plural, ampla e inclusiva.

Palavras-chave: América Latina; Sul Global; campo da comunicação; críticas; inclusão; exclusão

ABSTRACT

The processes of exclusion within the field of communication on the basis of gender, race, language and, above all, geographical contexts, has been a constant. Several empirical studies confirm the marginal contribution of 1% of Latin America to the central production of the field in the most highly indexed journals. This article presents a reflection to understand the logic of exclusion that has led to this marginal participation, despite the valuable contributions made in the continent. The article concludes with an invitation to bet on a plural, broad and inclusive research agenda.

Keywords: Latin America; Global South; field of communication; critiques; inclusion; exclusion

Introducción

Por décadas, el campo de la comunicación ha sido cuestionado por mantener procesos de exclusión que han limitado su riqueza y pluralidad. Una amplia investigación sistemática confirma que estos procesos de exclusión se verifican en temas tales como la discriminación racial (Chakravartty et al., 2018; Freelon et al., 2023), de género (Wang et al., 2021; Knobloch-Westerwick & Glynn, 2013), de patrones de citación (Demeter, 2018; Salvador-Mata et al., 2023), de abordajes metodológicos (Walter et al., 2018), epistemológicos (Bryant & Miron, 2004), geográficos (Albuquerque, 2020) e inclusive lingüísticos (Waisbord, 2016). De manera particular, la variada y rica discusión del campo que ha tenido lugar en América Latina ha sido parte de este proceso de exclusión y marginalización.

Cada vez más se observan esfuerzos por denunciar estos procesos de exclusión y marginalización (Freelon et al., 2023; Salvador-Mata et al., 2023), y también de visibilizar las voces excluidas y poner en la agenda académica esas “otras narrativas” que han ofrecido caminos renovados para reflexionar sobre el campo (Simonson et al., 2022). En este sentido, cabe destacar la publicación de Oliveira Paulino et al. (2020), que pone en conversación a investigadores latinoamericanos adscritos a ALAIC con sus homólogos europeos de ECREA (European Communication Research Association), para juntos propiciar una reflexión más holística del campo de la comunicación. Así mismo, se destaca la labor de Simonson, Park y Pooley, que, en colaboración con diferentes académicos de América Latina y el Caribe y otros países de Europa, han liderado diferentes esfuerzos (seminario online, conferencias internacionales y la publicación de la revista History of Media Studies) con el objetivo de re-escribir la historia del campo desde una lógica más integral e incluyente.

No obstante, hay sin duda mucho por hacer. Demeter (2018), después de un análisis de 43 años de las revistas indexadas en WoS, consideradas como las publicaciones centrales, encontró que América del Sur solo ha aportado un 1% de toda la producción de conocimiento en el campo. Por su parte, en 30 años de análisis de las principales revistas en las ciencias sociales en la misma base de datos, Mosbah-Nathason y Gingras (2013) encontraron que el 90% de las publicaciones provenían de Estados Unidos y Europa y el 1.5% de América Latina.

Reflexionar sobre los procesos de exclusión que se dan en el campo es de gran trascendencia por varias razones. De una parte, tal como lo plantean Simoson et al. (2022), si no se hacen esfuerzos explícitos “las exclusiones implicadas con el género, la raza, la lengua, el colonialismo, la ubicación geopolítica y el privilegio avalado institucionalmente se reproducirán en los relatos formales e informales que se hagan de los pasados de nuestros campos” (p. 1). Así mismo, pone en evidencia la necesidad de romper con el provincialismo según el cual los únicos constructos teóricos válidos son los de un solo contexto geográfico, en este caso el Norte Global o la academia norteamericana y europea. Finalmente, permite en la lógica de inclusión hallar caminos para propiciar un diálogo horizontal y equitativo entre los académicos, las diferentes epistemologías y los enfoques de todos los rincones geográficos para beneficio del campo.

El presente artículo se ha trazado como objetivo explorar algunas de las razones por las cuales se ha dado ese proceso de exclusión en relación con la producción de conocimiento en América Latina. La idea es hacer sentido de porqué, a pesar de aportes de gran trascendencia que se han efectuado desde el Sur del continente, se desconocen en buena medida en la academia de Estados Unidos, que domina ciertamente la producción de conocimiento tanto en las ciencias sociales (Mosbah-Nathason & Gingras, 2013) como en comunicación (Demeter, 2018). Estas reflexiones pretenden aportar luces en el marco de esta sección temática que alude precisamente a los procesos de exclusión en la historia de los medios de comunicación. En la siguiente sección profundizaremos en algunos estudios que evidencian estos procesos. Luego, exploraremos algunas de las razones que han propiciado los procesos de exclusión, en relación con América Latina. El artículo concluye con una invitación a pasar al paradigma de inclusión para propiciar un campo polifónico, integral y más rico.

Evidencias de la exclusión en el campo de la comunicación

A pesar de los continuos llamados efectuados desde finales del siglo pasado por des-occidentalizar el campo y hacerlo más inclusivo e incluyente (Blumer & Gurevitch, 1995; Hanitzsch, 2019; Waisbord & Mellado, 2014), la voz de minorías relacionadas con género, raza, ubicación geográfica y lengua sigue estando ausente de las grandes discusiones. Esta sección presenta parte de la evidencia empírica que sustenta estos procesos de exclusión.

Exclusión de género y raza

El tema de la discriminación de género en la academia no es nuevo. Diversos estudios bibliométricos han demostrado que las investigaciones publicadas por las mujeres reciben menos citas que las publicadas por hombres en campos tales como la astronomía (Caplar et al., 2017), economía (Ferber & Brün, 2011) y la física (Teich et al., 2022). De igual modo, en el campo de la comunicación las mujeres no solo reciben menos citas (Knobloch-Westerwick & Glynn, 2013; Mayer et al., 2018), sino que además los autores masculinos son dados a desconocer las ideas novedosas de las mujeres (Hofstra et al., 2020).

Así mismo, diversos estudios han demostrado que las mujeres siguen ganando un salario más bajo que los hombres, aunque ocupen posiciones similares en la academia (Curtis & Thorton, 2014; Monroe et al., 2008) y reciben menos reconocimientos por su labor investigativa que los hombres (Wang et al., 2021). Por su parte, en el análisis efectuado por parte de Mayer et al. (2018) de la Enciclopedia Internacional de Teoría y Filosofía de la Comunicación (Brun Jensen et al., 2016) encontraron que las mujeres aparecían como autoras o coautoras en menos del 20% de las entradas. Así mismo, “mientras que 40 artículos estaban dedicados a hombres estudiosos de la comunicación, las mujeres académicas no tenían ninguna entrada independiente” (Wang et al., 2021, p. 135).

En lo que respecta a grupos minoritarios, Chakravartty et al. (2018), encontraron que en las 12 publicaciones centrales del campo anexadas a la poderosa base de datos de WoS, en 26 años de análisis (1990- 2016) solo el 14% de los autores no eran blancos. Así mismo, los patrones de citación de estos autores no blancos fueron significativamente inferiores que los de sus colegas blancos. Más recientemente Freelon et al. (2023), ratificaron esta tendencia. En su estudio longitudinal efectuado del 2000 al 2019 de las 11 revistas de las bases de datos WoS y Scopus donde analizaron alrededor de 450 000 citaciones, los autores concluyeron que el 91.5% de la denominada Communication Citation Elite (cce), o Elite de Citación en Comunicación, son blancos, mientras que los autores de origen asiático ocupan un 5.1%, los hispanos o latinos un 1.5%, y los negros el 0.8 %.

Discriminación por la ubicación geopolítica

Ratificando la preocupación planteada por Simonson et al. (2022), una amplia investigación ha comprobado los patrones de exclusión por razones geográficas. Ya sea por publicar en una lengua diferente al inglés, por manejar otras formas epistémicas para acercarse al conocimiento que se apartan del canon establecido en las publicaciones hegemónicas o por abordar otras metodologías y temáticas distintas, lo cierto es que los procesos de exclusión son evidentes.

En el campo de las ciencias sociales el riguroso estudio realizado por Mosbah-Natason y Gingras (2013) mostraba esta exclusión. Los investigadores realizaron un análisis de contenido longitudinal por 30 años de los patrones de citación en las 200 revistas de ciencias sociales mejor ranqueadas en la prestigiosa base de datos Social Science Citation Index (SSCI) del Web of Science (WoS); los hallazgos fueron contundentes. Los autores norteamericanos citaron a sus compatriotas investigadores de manera abrumadora: de 1983 a 1985 la cifra fue un 82.9%; de 1993 a 1995, del 80.2%; y de 2003 a 2005, del 76.7%. Por su parte, los autores norteamericanos citaron a los investigadores europeos en un porcentaje menor: 1983-1985: 15.8%; 1993-1995: 18.3%; y 2003-2005: 21.9%. No obstante, los patrones de citación de los autores norteamericanos a los autores latinoamericanos fueron: 1983-1985: 0%; 1993-1995: 0%; y 2003-2005: 0%. De manera similar para las citaciones de autores africanos y de Europa del Este.

Al explorar los autores los patrones de citación de los investigadores europeos, Mosbah-Nathason y Gingras (2013) encontraron que estos citaban a sus colegas norteamericanos de la siguiente manera: 1983-1985: 43.1%; 1993-1995: 45.3%; y 2003-2005: 48.1%. Por su parte, los autores europeos citaban a sus compatriotas investigadores de la siguiente forma: 1983-1985: 54.4%; 1993-1995: 52.1%; y 20032005: 50.0%. Los patrones de citación de los europeos con respecto a los académicos de América Latina y África en los 30 años de análisis porcentualmente era 0%. Los autores concluían que se evidenciaba una suerte de fagocitosis en la investigación en ciencias sociales en la periferia que llevaba a los autores a citar a los dos grandes polos (Europa y EE.UU.) en detrimento de objetos de interés local.

Demeter (2018) encontró también que en áreas como matemáticas, física, química, psicología, ciencias sociales en general y filosofía, la producción de conocimiento en las bases de datos Science Citacion Index (SCI) y SSCI de WoS, tanto autores de Norte América como Europa Occidental dominaban la producción de conocimiento. Solo en áreas como matemática, física y química los países asiáticos figuraban levemente como productores de conocimiento, pero nunca a la altura de las dos potencias anteriores. Al concentrar su investigación al área de comunicación, el análisis de contenido realizado de 1975 a 2017 en las publicaciones indexadas en WoS en el área de la comunicación encontró que el 96% de todos los artículos publicados correspondían a autores del Norte Global (EE.UU. y Europa). El 4% restante a autores del Sur Global que incluía África (1%), Europa Oriental (1%) y América Latina (1%).

Pero los países del Norte Global dominan también las posiciones hegemónicas tanto en los comités editoriales de las principales revistas (Albuquerque et al., 2020) y la presidencia de las principales asociaciones del campo (Miller & Arroyave, 2021). Por ejemplo, en su estudio sobre la distribución geográfica de los miembros de los consejos editoriales de las principales revistas de la plataforma WoS, Albuquerque et al. (2020) encontraron que el 58.49% pertenecen a Norteamérica, el 8.32% a Reino Unido, el 4.68% a Australia y el 2.45% a Canadá. En total, el 74.4% de los miembros pertenecían a países angloparlantes y un 87.7% a países del Norte Global. América Latina y el Caribe solo aportaba el 1% de miembros revisores de estas publicaciones centrales del campo.

La exclusión se hace evidente tanto en el contenido de los textos, los sujetos y las publicaciones que lideran la discusión. De esta manera, ninguna de las teorías identificadas como las más citadas en la comunicación tienen su origen en América Latina (Bryant & Miron, 2004; Potter, 2014; Walter et al., 2018). Las investigaciones que dan cuenta de los autores más citados, ninguna de ellas identifica a un autor latinoamericano (Griffin, et al., 2023). Así mismo, ninguna revista científica o Journal de América Latina se encuentra indexada en la considerada base de datos hegemónica WoS y solo 14 hacen parte de las más de 400 que existen en Scopus, lo que en términos de porcentaje significa un poco más del 3% del total de las revistas del área de la comunicación (Arroyave & González-Pardo, 2021). Finalmente, las bases de datos en donde están indexadas las principales revistas latinoamericanas tales como Latindex, Dialnet y Redib son completamente ignoradas por los investigadores del contexto anglófono (Miller & Arroyave, 2021).

Explorando las razones de la exclusión

Una vez queda en evidencia la exclusión de la academia latinoamericana de las publicaciones centrales, es menester explorar razones de peso para hacer sentido de este proceso. La academia de Estados Unidos, que en el campo de la comunicación domina la producción central de conocimiento (Demeter, 2018) surgió, evolucionó y se ha posicionado con unas particularidades que en su mayoría toman distancia del hacer académico latinoamericano. La idea es poner en evidencia esas diferencias en esta sección.

Enfoque científico versus enfoque humanístico

La comunicación como campo académico institucionalizado en una universidad en Estados Unidos surgió como una nueva área de las ciencias sociales al nivel más alto de formación: doctoral (Rogers, 1997; Rogers & Chaffee, 1994). Wilbur Scramm, quien inauguró el primer programa formal de comunicación en la Universidad de Iowa en 1943, le apostó a formar científicos sociales que contaran con las herramientas conceptuales y el rigor investigativo para abordar la relación cada vez más compleja entre medios masivos y sociedad. Este nuevo programa académico se alejaba radicalmente de las Escuelas de Periodismo que existían desde principios del siglo XX en varias universidades norteamericanas, y que enfatizaban la formación humanística y técnica para dotar a los periodistas de habilidades para su labor informativa.

El mismo Schramm (1963), al crear las narrativas fundacionales de un campo que no existía, convierte en padres fundadores de la teoría de la comunicación masiva a cuatro científicos sociales que sobresalieron por usar todos enfoques cuantitativos y empíricos para sus formulaciones teóricas: Harold Lasswell, Paul Lazarsfeld, Karl Hovland y Kurt Lewin. Aunque Shramm era doctor en literatura, y humanista por formación, había publicado relatos de ficción y enseñaba escritura creativa en Iowa, su paso por la Oficina de Hechos y Figuras creada durante la Segunda Guerra Mundial en Washington como apoyo a los asuntos gubernamentales, lo llevó a codearse con grandes figuras de las ciencias sociales como politólogos, sociólogos, psicólogos y antropólogos, y de esta manera a abrazar un nuevo interés académico que lo alejó de la literatura y de las artes liberales.

Esta apuesta fue fuente de tensión en la academia norteamericana, ya que la línea de formación en periodismo liderada hasta entonces por Williard “Daddy” Blayer abogaba por una profunda formación humanística para darle al periodista las herramientas conceptuales para entender y escribir con mayor propiedad de los temas que iban a cubrir en su ejercicio informativo (Rogers & Chaffee, 1994). Al seno de la reconocida asociación AeJmc se dio la famosa disputa entre los Chi cuadrados (operación estadística) y los cejas verdes (llamados así por la marca que dejaba en monóculo/visor de cobre que se usaba para revisar las pruebas de impresión en las rotativas). Con el tiempo, la comunicación absorbió al periodismo en la mayoría de escuelas y sobre todo a nivel de posgrado la formación científica, de corte objetivo y empírico, se impuso como patrón a seguir.

A diferencia del contexto estadounidense, los inicios de los estudios de la comunicación en América Latina están asociados con el enfoque más de corte humanista que científico (Fuentes Navarro, 2020; Marques de Melo, 1988). Las primeras publicaciones son caracterizadas como biografías de periodistas famosos, reseñas históricas de medios impresos, semblanzas de directores e intelectuales, que con su pluma iluminaron la reflexión sobre diferentes temas que enmarcaban aquel momento histórico. A estos primeros temas se unen algunos ensayos relacionados con la legislación o la regulación de medios, muy en función de la libertad de prensa (Marques de Melo, 1988).

A nivel institucional, el primer programa de comunicación surgió en la Universidad Iberoamericana, en la Ciudad de México, en 1960, y paulatinamente la comunicación absorbería también a las escuelas de formación periodística que existían en la época. De este período inicial, Fuentes Navarro (2010) plantea tres modelos en la formación universitaria de la comunicación: el primero alude a la profesionalización de los periodistas y es previo a la apertura del primer programa en la Universidad Iberoamericana. El segundo se inaugura en 1960 con la de la mencionada Universidad y se centra en la educación humanista orientada a formar intelectuales para trabajar con los medios de comunicación. Un tercer modelo se asocia con la creación del primer programa público de comunicación, que se abrió en 1974 en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y se centró en formar profesionales en ciencias sociales, pero con un enfoque crítico. De manera que la formación en ciencias sociales tuvo una aproximación desde el enfoque crítico, muy cercano al estilo argumentativo/reflexivo propio de esta corriente social filosófica.

Es evidente aquí un primer elemento que diferencia ambas tradiciones de investigación. La reflexión, a partir de la mirada profunda, a ratos erudita y que a veces se aparta del saber exclusivo del campo y se pasea por la filosofía, la literatura y el pensamiento social contemporáneo, se va a convertir en una manera muy común de abordar las inquietudes y los problemas en la parte Sur del continente. El ensayo será una de las formas más usuales de avanzar el pensamiento y la investigación en muchas revistas de América Latina. De hecho, en su análisis de contenido efectuado a finales del siglo pasado, Orozco Gómez (1997) encontró que en un 80% las revistas del continente presentaban la investigación o avanzaban el conocimiento del campo a través de ensayos. Por su parte, el abordaje más desde la tradición científica, objetiva, empírica y pragmática, muy centrada en un aspecto muy concreto y singular se va a convertir en una de las formas preponderantes de abordar las inquietudes del campo en la parte Norte del continente.

De esta manera, dos tradiciones distintas han abordado las inquietudes sobre el campo de la comunicación en el mismo continente, pero en orillas geográficas y estilos diferentes. Al convertirse Estados Unidos en potencia económica y dominar la academia internacional, el modelo científico y la investigación empírica, objetiva y mayormente cuantitativa fue entronizado como el canon central a seguir. Otras formas de acercarse al conocimiento, con una enorme tradición intelectual, con enormes aportes a las humanidades y más cercana a la herencia Ibérica del continente, no encontraron mayor acogida en la academia central, propiciando procesos de exclusión.

La investigación al servicio del poder y del contrapoder

Los objetos de interés de la investigación en el campo de la comunicación en sus inicios durante la Segunda Guerra Mundial van a estar demarcados por diferencias importantes, muy estrechamente ligados a su contexto político, económico y social en las diferentes regiones de las Américas. De esta manera, en el Norte el poder económico y político va a moldear de manera definitiva la agenda de investigación en comunicación masiva (Simpson, 1994). América Latina, por su parte, va a seguir un derrotero diferente. Los aportes más memorables del pensamiento comunicacional latinoamericano van a estar estrechamente ligados a “los otros”, los excluidos, los grupos de contrapoder. Ambas regiones van a contribuir con teorías y reflexiones trascendentales que van a darle la forma definitiva al campo.

Mattelart y Mattelart (1997), al recrear los orígenes de la investigación en comunicación de masas en Estados Unidos, planteaban que en esencia los investigadores consideraban que era natural poner su inteligencia al servicio del Estado ya que vivían en una democracia perfecta, con un sistema político justo y con oportunidades, y que hacían un bien al país. Ante la amenaza externa que significó la expansión del nazismo en el mundo occidental y en particular en Estados Unidos, cierto espíritu de cuerpo llevó a muchos académicos e intelectuales a cerrar filas y apoyar a su país. De manera que las agendas de investigación estaban claramente establecidas desde estructuras de poder, con recursos abundantes y con objetivos claros.

En su bien documentado estudio sobre la investigación en comunicación en el periodo 1945-1960, Simpson (1994) plantea que el programa de la guerra psicológica del Gobierno ayudó a convertir a “la investigación de la comunicación de masas en un campo académico específico, influyendo fuertemente en la elección de los teóricos líderes y determinando cuál de los diferentes paradigmas científicos de la comunicación sería financiado, elaborado y alentado a prosperar” (p. 3). No es exagerado afirmar que, al menos en su teorización inicial, la comunicación de masas respondía esencialmente a los intereses políticos y económicos del gobierno estadounidense.

En efecto, Simpson (1994) revela que más del 75% del presupuesto anual de la Oficina de Investigación Social Aplicada de Paul Lazarsfeld, de la Universidad de Columbia, el Instituto para la Investigación Social Internacional de Hadley Cantril en Princeton, el Centro de Estudios Internacionales (CENIS) del MIT y, en general, los seis centros más destacados de comunicación provenían del Departamento de Estado Norteamericano, del Departamento de Defensa y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Como concluye Simpson (1994):

…El gobierno asignó entre 7 y 13 millones de dólares anuales a estudios académicos y de grupos de investigación sobre psicología social relacionada con la comunicación, estudios de los efectos de la comunicación, estudios antropológicos de sistemas de comunicación extranjeros, encuestas de audiencia y opinión pública en el extranjero, y proyectos similares que contribuyeron directa e indirectamente al surgimiento de la investigación en comunicación de masas como disciplina específica (p. 9).

Por su parte, los aportes más originales de América Latina al campo de la comunicación en sus inicios surgen como una reacción contra el poder. En efecto, el pensamiento comunicacional latinoamericano está más cerca de una tradición que se distancia, cuestiona y critica a los poderes políticos, económicos, sociales y culturales asociados al establishment. La desconfianza heredada por el transitar de más de 300 años de invasión, conquista y colonización de los países europeos, aunado a las dictaduras militares que campearon en la región a mediados del siglo pasado, el estrecho vínculo entre las élites políticas y económicas que han terminado beneficiando a ambas en detrimento de otros sectores menos favorecidos y la fuerte discriminación social producto de la acentuada desigualdad económica y cultural que vive el continente, han distanciado a académicos e intelectuales de los poderes políticos y económicos. Ni Beltrán, Díaz-Bordenave, Pasquali, Verón, ni Freire, considerados padres del pensamiento teórico latinoamericano, pusieron su intelecto al servicio del poder.

Mientras que en América Latina la sociología fue asociada más a la corriente crítica y como fuente de reflexión y acción para el cambio político y la revolución, en Estados Unidos la sociología nació en el seno de una institución fundada por un magnate (Rockefeller), la Universidad de Chicago, y tuvo como apuesta social “contribuir al bien” (Rogers, 1997). En efecto, Albion Small, el director-fundador del primer programa y pastor protestante, concebía la sociología como un campo de las ciencias sociales para “hacer el bien”. Por su parte, Schwarz y Jaramillo (1986), plantean que la teoría crítica significó para la academia de América Latina lo que Einstein para la física (p. 52). En cambio, las ideas de revolución eran más asociadas a temas de rebelión en Estados Unidos, no de cambio social o avance.

Negros, indígenas, mujeres y otras minorías étnicas no entraron en el radar de los investigadores de Norteamérica hasta muchos años después en la comunicación. Tampoco se miraron los medios masivos como instrumentos que podían ayudar a educar, transformar, y empoderar a los grupos menos favorecidos. Por ejemplo, la prensa negra fue un fenómeno importante que se produjo en un momento histórico en donde se daban muchas transformaciones y procesos sociales en EE.UU. Ya en 1827, cuando los entonces aún esclavizados no estaban alfabetizados, Samuel Cornish y John Brown Russwurm publicaron el primer periódico afroamericano, Freedom’s Journal. Para 1890 habrían más de 500 publicaciones en todo el país y se convirtieron en medios fundamentales para oponerse a la esclavitud, denunciar los linchamientos y situar la causa negra en la agenda nacional.

Los periódicos asociados a grupo indígenas nativos también fueron muy importantes y sirvieron a diferentes propósitos. Por ejemplo, The Cherokee Phoenix (1828) y el Indian’s Advocate, ambos periódicos tribales bilingües, se crearon para dar voz nacional a cada uno de estos grupos y defender sus derechos (Arroyave, 2020). Estas publicaciones competían con otras en lenguas indígenas creadas por líderes religiosos blancos que pretendían adoctrinar a los nativos americanos en diversas afiliaciones religiosas. Así mismo, la prensa inmigrante también fue un fenómeno de gran envergadura, con miles de periódicos fundados en Estados Unidos, y en muchas lenguas, durante principios del siglo XX y que eran de vital importancia para varios grupos sociales.

No hay duda de que estos eran fenómenos fascinantes que despertaban la curiosidad y reflexión del rol asumido por estos primeros medios con estos grupos al margen del poder y que podría devenir en una teorización original. No obstante, este fue un camino que no se siguió en la teoría de la comunicación estadounidense. Los principales libros de teoría de la comunicación no incluyen modelos conceptuales válidos que nos ayuden a comprender tales fenómenos. Las causas, intereses, razones de los grupos de contrapoder, de los marginados en los procesos económicos, las razones de los excluidos y la posibilidad de otorgar voz y agencia no estuvo en las agendas de investigación de los denominados “padres fundadores de la teoría”. Cuando Schramm, Rogers y otros teóricos concibieron los medios como “multiplicadores mágicos” para alcanzar procesos de desarrollo, lo hicieron en función de los financiadores, los planeadores, y en general desde la mirada del emisor empoderado que quiere imponer una agenda particular (Arroyave, 2007).

El pensamiento comunicativo latinoamericano tuvo un desarrollo diferente. Los grupos de base, la praxis y las experiencias de vida de la clase trabajadora, como mineros, campesinos, indígenas, mujeres y comunidades afrodescendientes, incluidos los movimientos sociales, han sido una preocupación y un objeto central de estudio. Los que van a ser considerados padres fundadores del pensamiento comunicacional latinoamericano realizarán aportes desde el contrapoder, el subalterno, el otro, el excluido y se posicionarán desde esta perspectiva para reivindicar su voz, para que su causa sea escuchada. Luis Ramiro Beltrán, Juan Díaz-Bordenave, Armand Mattelard y Paulo Freire, trabajando en su mayoría sin financiación ni recursos onerosos de instancias de poder político o privado y profundamente comprometidos con la realidad social, desafiaron las ideas del establishment y contribuyeron de manera original a ensanchar el campo de la comunicación y hacer visibles otras voces, otros actores marginados por la conceptualización hegemónica del campo.

Se observan entonces diferencias estructurales básicas que han hecho que la investigación en el campo a ambos extremos del continente sea diferente. La investigación financiada de manera generosa con recursos públicos y privados que beneficia tanto a los financiadores por los temas que aborda, como a los investigadores por los recursos que le permite para trabajar, va a ser una constante en el Norte de América. La investigación de variedad de temas, muchos de ellos más asociados a la comunidad y los grupos de contrapoder, sin recursos onerosos, sin apoyos estatales y muy comprometida con la realidad social va a ser una constante en el lado Sur del continente. Sin embargo, a pesar de su trascendencia la investigación de “los otros” tendrá menos visibilidad en las publicaciones centrales del campo (Walter et al., 2018).

Divergencias epistemológicas

La comunicación como campo de estudio va a tener también concepciones y significados diferentes en el norte y el sur de las Américas. Así mismo, sus áreas o disciplinas fundantes van a ser disímiles, provocando diferentes caminos y enfoques para la investigación. A pesar de usar la misma palabra, en cada contexto va a significar diferentes cosas.

En América Latina la comunicación desde sus inicios fue asociada con los medios masivos (Waisbord, 2016). Los denominados padres fundadores del pensamiento comunicacional latinoamericano ofrecieron reflexiones importantes en torno a los efectos de los medios de comunicación en la cultura. Beltrán, Díaz-Bordenave, Pasquali, Verón y Mattelart evidenciaron una enorme preocupación por el uso instrumental de los medios de comunicación. De igual manera, Freire cuestionaba los medios masivos como una suerte de extensión que cumplía una labor de adoctrinar a los grupos sociales. Las denuncias de Beltrán y Díaz-Bordenave del uso instrumental de los medios en los procesos de modernización en la agricultura, las denuncias de Pasquali, Verón y Mattelart en torno a la masificación de la cultura y los avances del imperialismo cultural también aludían a este tema central.

Por su parte, en Estados Unidos, la comunicación en algunos contextos va a estar asociada no solo a los medios masivos, sino también a campos o áreas de estudios como la retórica, la cibernética, la teoría de la información y análisis del lenguaje. Waisbord (2016) plantea que en América Latina, “Disciplinas que configuraron la evolución de los estudios de comunicación en la retórica occidental, como la cibernética, la biología y la psicología (Rogers, 1997), tuvieron una influencia insignificante” (p. 3). Así mismo, “La tradición de la investigación de los efectos de los medios, las redes sociales, el diseño de mensajes, el procesamiento de la información, tienen poca presencia” (p. 8). Enfoques teóricos tales como el pragmatismo, la fenomenología y la etnometodología no han sido muy comunes en el subcontinente, como sí lo ha sido en Estados Unidos.

Es a partir de estas diferencias epistemológicas que el diálogo entre ambos contextos de las Américas no va a resultar fluido. La teoría matemática de la comunicación de Shannon y Weaver planteada en 1948, se va a constituir en una concepción central de comunicación, permeando los distintos constructos teóricos de la época como la teoría de difusión de innovaciones (Arroyave, 2007) y convirtiéndose en “el primer diagrama de comunicación que todo estudiante entrante al campo encontraba en el ampliamente usado libro de Schramm y Berlo” (Rogers & Chaffee, 1994, p.7). Shannon, entronizado como el creador de “la carta magna de la sociedad de la información”, era un ingeniero doctorado en mIt, que al trabajar para una de las más importantes compañías telefónicas de la época en EE.UU., va a centrar su preocupación en la transmisión efectiva de mensajes. Su modelo lineal va a ser esencial para el campo de la información y la cibernética. No obstante, otra mirada va a ocurrir desde América Latina.

Desde otra escuela epistemológica, Pasquali (1977) va a cuestionar la mirada lineal de la comunicación. Su reflexión lo lleva a diferenciar la información de la comunicación. Mientras que el primer proceso, que venía del campo de las ingenierías, aludía a la mera transmisión de información, poniendo el acento en el emisor como el agente empoderado, el segundo implicaba un claro intercambio entre el emisor y el receptor, desde una mirada horizontal, de convivencia y reciprocidad y la bivalencia entre transmisor y receptor (Torrico, 2016). Pasquali de hecho va plantear el concepto de con-saber, que significa saber con el otro. Desde la mirada del Sur del continente, el diálogo, el intercambio de roles, el construir saber de manera colectiva, en communis (comunidad, raíz latina de comunicación), era esencial cuando se eludía a la comunicación.

De otra parte, mientras que paradigmas como el retórico, el de estudios culturales, y el postpositivista (Bryant & Miron, 2004; Walter et al., 2018) van a ser centrales a la producción de conocimiento en el Norte de las Américas, el estructuralismo lingüístico y el funcionalismo van a estar invisibilizados en esa academia. Esta es quizás unas de las áreas más grandes de divergencias entre ambas tradiciones. La semiótica estructuralista, con su enorme andamiaje teórico, no va encontrar espacio para un mayor desarrollo en la mayoría de escuelas de comunicación en el Norte del continente. Serán en los departamentos de lingüística en donde avanzará esta tradición. Por su parte, el funcionalismo, a pesar de ser la perspectiva teórica que dominó en las ciencias sociales y en particular en la sociología en el periodo de la posguerra en EE.UU., con dos figuras sobresalientes: Talcott Parsons y Robert Merton (Nielsen, 2011) no figura en los meta-análisis efectuados en la región. En cambio, en América Latina, Eliseo Verón, considerado unos de los padres del pensamiento comunicacional latinoamericano, escribirá páginas trascendentales que iluminarán a varias generaciones desde el estructuralismo semiótico. Asimismo, la reflexión profunda en torno a la investigación moldeada por los recursos del poder económico o político para perpetuar el status quo y beneficiar ciertos intereses particulares, muy cercana a la mirada funcional, recibirá la atención de muchos pensadores de la región. Caminos epistemólogos y paradigmáticos diferentes que han ensanchado las diferencias y acentuado la exclusión.

Conclusión

La exclusión es ciertamente un fenómeno real que tiene consecuencias concretas en el campo de la comunicación. No solamente propicia que ciertas perspectivas teóricas, epistemológicas, metodológicas, temáticas y estilísticas permanezcan como centrales en el campo, sino que, además, margina a estudiantes e investigadores a nivel global de conocer la riqueza, amplitud y diversidad de un campo plural como lo es la comunicación. Ideas brillantes, apuestas teóricas novedosas, abordajes metodológicos originales y temáticas locales/regionales sui generis están ocurriendo en muchos contextos geográficos, pero por diferentes procesos de exclusión terminan siendo desconocidos por el común denominador de los académicos y estudiantes.

Es la hora de poner en la agenda central del campo de la comunicación la necesidad de movernos a la lógica de la inclusión. Es esencial avanzar por una apuesta equitativa, plural, amplia y participativa, que sin necesidad de sacrificar la calidad ni el rigor, de cabida a todas aquellas voces que la lógica de la exclusión ha silenciado. La polifonía de voces, el diálogo horizontal y equitativo, y la participación, deben ser la nueva constante en la academia. Ya es hora de “saldar la deuda histórica” y abogar por una “justicia epistémica” que permita un campo en donde la inclusión y la equidad sean su verdadero Norte.

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Cómo citar: Arroyave, J. (2023). Develando las razones del diálogo asimétrico: Explorando la exclusión en el campo de la comunicación. Comunicación y Sociedad, e8719. https://doi.org/10.32870/cys.v2023.8719

Recibido: 06 de Julio de 2023; Aprobado: 31 de Agosto de 2023

Semblanza

Jesús Arroyave, Universidad del Norte

Profesor Titular del Departamento de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Es doctor en Comunicación de la Universidad de Miami y máster en Estudios de Comunicación e Información de la Universidad de Rutgers, Estados Unidos. También tiene una Maestría en Educación de la Universidad Javeriana, Colombia. Sus intereses profesionales se centran en el periodismo y los estudios de medios, la investigación y la producción de conocimiento en comunicación en América Latina, y la comunicación para el desarrollo y el cambio social. Ha sido profesor e investigador invitado en España, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos.

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