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Comunicación y sociedad

Print version ISSN 0188-252X

Comun. soc vol.20  Guadalajara  2023  Epub Mar 11, 2024

https://doi.org/10.32870/cys.v2023.8609 

Artículos

Historias de los Estudios de Comunicación en las Américas

Historia de los estudios de comunicación desde las regiones de América Latina. Las historias conectadas como recurso para el análisis

História dos estudos de comunicação nas regiões da América Latina. Histórias conectadas como recurso de análise

Celia del Palacio Montiel1 
http://orcid.org/0000-0002-7096-891X

1Universidad de Guadalajara, México. celiadelp@yahoo.com.mx


RESUMEN

Este ensayo reflexiona sobre las dificultades para concebir una historia de los estudios de comunicación que abarque las Américas. Se defiende la pertinencia de las historias de los estudios de comunicación realizados desde los espacios regionales y locales de América Latina. Se afirma que cualquier reflexión y/o mapa que abarque los estudios de y desde América Latina deben ser realizados en grupos de investigación que busquen las conexiones entre procesos, cronologías y fenómenos comunes, tomando como base teórica las historias conectadas desde las regiones.

Palabras clave: Historia de los estudios de comunicación; estudios de comunicación en América Latina; historias conectadas; las Américas

RESUMO

Este ensaio reflete sobre as dificuldades em conceber uma história dos estudos da comunicação que englobe as Américas. Defende-se a relevância das histórias dos estudos de comunicação realizados a partir dos espaços regionais e locais da América Latina. Afirma-se que qualquer reflexão, qualquer mapa, que englobe estudos de e da América Latina deve ser realizada em grupos de pesquisa que busquem conexões entre processos, cronologias e fenômenos comuns, tomando como base teórica as histórias conectadas das regiões.

Palavras-chave: História dos estudos da comunicação; estudos da comunicação na América Latina; histórias conectadas; Américas

ABSTRACT

This essay aims to reflect on the difficulties in conceiving a history of communication studies that encompasses the Americas. The relevance of the history of communications studies carried out in the regional and local spaces is privileged. Any mapping that embraces the studies of and from Latin America should be conducted in research groups that seek possible connections between processes, chronologies and common phenomena, based on the theoretical approach “connected histories” and considering the regions as the place to start from.

Keywords: History of communication studies; communication studies in Latin America; connected histories; the Americas

Introducción

¿Es posible, siquiera conveniente, realizar una historia de los estudios de comunicación a lo largo y ancho de las Américas? ¿Puede pensarse en un marco “americano” para realizar una historia de los estudios de comunicación? ¿Cuáles son las propuestas que deben hacerse para pensar los estudios de comunicación en América Latina dentro de una historia de los estudios de comunicación a través de las Américas?

Estos son los interrogantes que guiarán este ensayo, que pretende ser una reflexión sobre las posibilidades y alcances de una propuesta como las planteadas. No se hará un recorrido exhaustivo por las fuentes existentes, sino un cuestionamiento de los marcos disponibles para abarcar las historias de los estudios de comunicación y proponer como alternativa el enfoque de historias conectadas, que ya ha sido utilizado de manera sugerente por algunos estudiosos de la historia de los medios latinoamericanos.

Se sostiene aquí que los estudios de comunicación en América Latina tienen características particulares derivadas de las diversas culturas y procesos históricos regionales que no deben invisibilizarse dentro de un proyecto generalizador, sino que, por el contrario, tomarlas en cuenta puede ayudar a establecer semejanzas, diferencias y contrastes entre las realidades existentes y, sobre todo, conexiones entre ambas Américas.

Metodología

Para este trabajo se realizó una revisión de la literatura existente en torno a las relaciones entre cultura y territorio, así como a las historias de la comunicación en América Latina y la propuesta de las historias conectadas, recientemente adoptada por los comunicólogos latinoamericanos (Barbosa & Gutiérrez, 2022), dentro de la Asociación de Historiadores de la Comunicación (AsHisCom) y de la Red Latinoamericana de Historia de los Medios (RELAHM), integradas por académicos de varios países en América Latina, quienes han empleado este enfoque en los estudios de medios, en los estudios históricos sobre la comunicación y en la historia del campo en la región. No se pretendió hacer una revisión exhaustiva de las tesis de posgrado ni abundar en citas, sino que se privilegió la reflexión en torno a las relaciones entre territorio, historia y comunicación en América Latina.

Continente, región, territorio: América Latina

Académicos e intelectuales han expresado a lo largo del siglo XX sus dudas en cuanto a establecer una identidad latinoamericana. Se sabe que antes de la llegada de los europeos no existía una idea de continente. Por más que se conozca que los pueblos Cuna de Panamá y Colombia bautizaron esos territorios como Abya Yala “tierra en plena madurez” (Ayala Mora, 2013) y que la denominación fuera retomada por los pueblos indígenas de aquella región como símbolo de resistencia (López Hernández, 2004), o bien que los nahuas llamaron al continente Cem Anahauac -lo uno entre las aguas-, estas denominaciones son vagas y no alcanzan a abarcar la totalidad de culturas y pueblos que habitan la región.

Se ha dicho que América Latina surgió a partir de elementos lingüísticos: idiomas derivados del latín (español, portugués y, en menor medida, francés). La “Ñamérica” de Caparrós (2021), solo incluye a la América que habla español y busca características comunes, rehusándose a recurrir al origen latino, también muy ajeno a los pueblos americanos. Así también, los países en la región comparten la característica de haber sido colonizados por europeos y haber tenido, al menos al inicio, la religión católica como dominante.

El origen del concepto América Latina, proviene del siglo XIX y se le atribuyen diversos padres: Michel Chevalier, francés, durante su viaje a México en 1835, para propiciar que Francia se adjudicara el derecho de intervenir por tener el origen latino común; Torres Caicedo, colombiano, en la década de 1850 y Francisco Bilbao, chileno, en 1856, al tener como fin unir a los países de la región en contra de los afanes intervencionistas de los Estados Unidos (Caparrós, 2021; O’Gorman, 2004); esta línea -la creación de una identidad por oposición a “los otros” (europeos invasores y norteamericanos imperialistas)-, puede verse en Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina y Pablo Neruda, en su Canto General, entre muchos otros (Caparrós, 2021).

Fuentes Navarro (2016) resalta la enorme heterogeneidad y dificultad para caracterizar a un continente que tiene más de 600 millones de habitantes repartidos en veinte países. La discusión en torno a la validez de estos argumentos ha sido muy nutrida y ha perdurado muchas décadas.

Tanto América como América Latina han sido resultado de “invenciones” que muchos intelectuales ya han problematizado (Caparrós, 2021; O’Gorman, 2004, entre muchos otros). Estas invenciones, la construcción de esos imaginarios, permitieron “formas de representación con aspiraciones englobantes que supuestamente simbolizaban al conjunto de las personas que habían quedado dentro de [los territorios nacionales]” (Valenzuela Arce, 1999, p. 13). Dentro de ese imaginario se destacan ciertos rasgos (criollos, mestizos dominantes), mientras que se ha mantenido fuera realmente -aunque no discursivamente- a indígenas, afromestizos, mujeres y todos aquellos que no formaran parte de los grupos hegemónicos (Valenzuela Arce, 1999).

Otro concepto que será utilizado en este texto es el de región. Esta podría definirse como aquel territorio considerado una unidad homogénea debido a ciertas características particulares, sean estas históricas, culturales, lingüísticas, climáticas, geográficas. Estos espacios pueden o no coincidir con los límites administrativos de un territorio. El tamaño tampoco es un factor central para caracterizar estos espacios. Una región puede ser incluso un continente o una parte de él. Pero ¿cómo definir una región? Parafraseando a Van Young (1992): “las regiones son como el amor: nadie sabe cómo definirlo, pero todos sabemos qué es” (p. 3).

Las regiones culturales son de especial interés para este trabajo. Concebidas estas últimas como los territorios en los que se distinguen diversos rasgos históricos (presencia de pueblos originarios, características específicas de poblamiento), lingüísticos, políticos o religiosos, cuyas especificidades pueden depender incluso de las características del territorio: el aislamiento geográfico, por ejemplo.

El concepto más apropiado para estudiar los fenómenos comunicativos latinoamericanos, en la modalidad que interesa a este trabajo, es el de “espacios culturales” (Garretón, 2003), definidos como:

… territorios geográficamente delimitados, visibles, identificables, pero hay también espacios que no son territorialmente ubicables o que solo lo son parcialmente. Hay espacios y circuitos culturales que no se reducen a una distribución, lugares o límites geográficos, que trascienden las naciones e incluso el marco de un conjunto de naciones-Estados… El espacio cultural en su concepto más amplio es aquel que incluye lo físico territorial y lo no territorial, incluyendo lo comunicacional y lo virtual (p. 35).

En este concepto se incluyen elementos como identidades, patrimonio cultural, educación, ciencia y tecnología y, de particular interés para este caso, las industrias culturales (p. 15).

¿Cómo aplicar estas caracterizaciones a los estudios de comunicación? Barbosa y Gutiérrez (2022) proponen lo siguiente:

En una historia de la comunicación debe tener siempre primacía lo comunicacional y es de la centralidad de las articulaciones comunicacionales de donde emergen procesos localizados temporal o espacialmente. Por otro lado, en esa difícil y complicada particularización de lo comunicacionalhistórico, hay que considerar, entonces, por un lado, las dificultades de cómo hacer historia y, por otro, las especificidades de pasados posibles y peculiares en espacios construidos como territorios culturales (p. 18, traducción propia).

Esto se aplica totalmente a las historias de los estudios de comunicación. ¿Cuáles han sido las especificidades de los estudios existentes en las regiones culturales? ¿Cómo fueron los procesos de desarrollo de dichos estudios según su momento y el espacio de donde surgieron?

Los estudios de comunicación en América Latina

Diversos académicos se han ocupado de los orígenes y el desarrollo de los estudios de comunicación en América Latina. ¿Cómo se desarrollaron las ideas, cómo se adoptaron las teorías, cómo fueron creciendo las publicaciones, cómo y en dónde creció el número de escuelas de comunicación (que en sus inicios fueron escuelas de periodismo), quiénes fueron los padres fundadores y sus discípulos a lo largo de la historia contemporánea, cómo influyeron factores sociales, políticos y culturales -locales y translocales-, en el desarrollo del campo?

Estas tareas son de enorme envergadura y no en vano Fuentes Navarro (1992) se refería a la necesidad de un mapa orientador que, si bien era necesario para entender las complejidades del campo en 1990, treinta años después se vuelve imprescindible. Martín-Barbero (1987) prefería “andar a tientas” en sus incursiones en el campo, o en todo caso, siguiendo un “mapa nocturno”, donde los faros tendrían que ser las mediaciones y los sujetos.

Estudiosos de la comunicación han afirmado la existencia de una Escuela Latinoamericana de Comunicación, caracterizada, según Marques de Melo, “por su mestizaje teórico, hibridismo metodológico, compromiso político y su dimensión extranacional” (citado en León Duarte, 2002, p. 20). Sin embargo, otros especialistas no coinciden con la posibilidad de la existencia de una “Escuela”, que requeriría homogeneidades que no existen en los estudios latinoamericanos de comunicación. Orozco apostaba en cambio por una “Vía Latinoamericana” (citado en León Duarte, 2002, p. 20) y Fuentes Navarro (2022) a lo largo de los años, se ha resistido a creer en la existencia de una “Escuela” y afirma que se ha avanzado muy poco en el antiguo ideal de “integración” latinoamericana e iberoamericana, debido, entre otras cosas, a las muy visibles desigualdades y diferencias entre países.

La crítica a la utilización de los modelos extranjeros para entender los procesos de comunicación en la región data de la década de los setenta y ochenta del siglo XX, con insignes investigadores como Luis Ramiro Beltrán y José Marques de Melo entre otros muchos que no citaré aquí (Beltrán; Marques de Melo, 2009; Marques de Melo citado en Fuentes Navarro, 2019). Beltrán (1974) hablaba de la “indagación con antiojeras”, para referirse a los estudios de comunicación en América Latina entre 1960 y 1974:

… es obvio que la investigación de la comunicación en América Latina ha seguido las orientaciones conceptuales y metodológicas establecidas por los investigadores en Europa y los Estados Unidos. El efecto de esto, en esencia, ha significado que algunos estudios han enfatizado la comprensión conceptual por encima de la producción de evidencias empíricas, mientras que otros estudios han hecho exactamente lo opuesto (p. 23).

La adaptación de los modelos pensados para otros contextos ha sido práctica usual hasta el día de hoy a pesar de los constantes señalamientos de los académicos. Las posibilidades de análisis y objetos de estudio dentro de América Latina, e incluso dentro de un mismo país, son múltiples y es inminente el peligro de “estiramiento teórico”, es decir, “el uso de teorías diseñadas para explicar fenómenos que ocurren a un nivel de análisis, para dar cuenta de fenómenos observados en otros niveles” (Giraudy et al., 2021).

Antes de crear o adaptar modelos, es preciso dar cuenta de los hechos, partiendo del propio contexto y la propia cultura, a fin de evitar el “imperialismo de lo universal”, tal como lo concibió Bourdieu, como el modo en que circulan internacionalmente las teorías, sin sus contextos de producción, que no se aplican a otros espacios y tiempos (Zarowsky, 2021), por más que se hayan hecho loables esfuerzos de apropiación crítica. Sobresale el ejercicio promovido por Hallin y Mancini (2012), para repensar sus famosos modelos sobre sistemas comunicativos (Hallin & Mancini, 2004) en espacios diferentes a los del norte global. Otros investigadores de los estudios del periodismo han alertado sobre el problema de intentar unir el universalismo teórico y las realidades de cada país (Hanitzsch et al., 2019), mientras que algunos más (Weisbord & Mellado, 2014) plantean la necesidad de desoccidentalizar el conocimiento de las realidades comunicativas; mientras que Retis y Sierra Caballero (2011) plantean la demanda de hacer que América Latina se haga escuchar “en aras de la democratización” de la investigación.

En este contexto, es difícil optar por el camino medio que señala Ortiz (citado en Fuentes Navarro, 1999), quien aconseja evitar, por una parte, la actitud conservadora que toma a los clásicos como únicos representantes de un saber acabado y, por otra, la creencia de que todo ha cambiado y se requiere una ciencia distinta.

El pasado es el presente que se manifiesta en el arsenal de conceptos con los que operamos, en los tipos de investigaciones que realizamos, en la bibliografía que seleccionamos, en las técnicas que empleamos, etc. El arte consiste en entender la tradición como punto de partida, en la cual sólo enraizamos nuestra identidad, sin que por ello quedemos prisioneros de su rigidez. Comprender la tradición es, pues, superarla; dar continuidad a la constitución de un saber que no es estático ni definitivo (Ortiz citado en Fuentes Navarro, 1999, p. 21).

Sería prudente regresar a los ejemplos de los teóricos latinoamericanos de la comunicación (Marques de Melo, Beltrán, Martín-Barbero, Fuentes Navarro, entre otros) quienes han insistido en el estudio de las particularidades y dificultades de la investigación de la comunicación desde y para América Latina prácticamente desde los orígenes de la institucionalización del campo, y honrar sus esfuerzos por estudiar e historiar minuciosamente el desarrollo de las teorías, de los objetos de estudio, dentro los contextos (políticos y sociales) en los cuales han nacido.

El grupo de investigación “Historia de la Comunicación” de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (AMIC), se ha ocupado durante 15 años de reflexionar en torno a las relaciones entre comunicación e historia desde México. Ahí se propuso el estudio “de los sujetos, las instituciones, y las prácticas de investigación, sus determinaciones socioculturales, sus articulaciones sociales” (Fuentes Navarro & Hernández, 2009, p. 186) y “la historia de las teorías y metodologías (una metainvestigación) y el análisis de los procesos de constitución de los objetos genéricos del estudio del campo académico y de sus complejas relaciones con los objetos empíricos” (p. 193).

Se entiende así que las historias de estudios de comunicación deben incluirse en un espacio de reflexión mayor. Los autores coinciden en que un problema importante es la fragmentación en los estudios, e incluso en los programas de comunicación en las escuelas, aunque reconocen los avances en la consolidación del campo académico.

Coincido con ellos y su recuperación de Wallerstein, en que cualquier descripción útil de la realidad social es necesariamente histórica y que busca explicaciones en la larga duración (Fuentes Navarro & Hernández, 2009, p. 193). La dimensión histórica de la comunicación no se refiere al pasado, sino a las posibilidades de futuro.

Los estudios sobre medios y procesos específicos son muy abundantes. El mismo Fuentes Navarro los ha abordado a lo largo de su carrera y no se abundará en ellos aquí; mientras que Fuentes Navarro y Hernández (2009) recapitulan sobre el tema. Otros temas como el estudio de los medios indígenas, el acceso mediático de las poblaciones afrodescendientes, la violencia de género y sus representaciones en los medios han sido temas fundamentales. Gutiérrez (2013) realizó una extraordinaria síntesis de los tipos y temas de estudio sobre historia de la comunicación desde América Latina.

Considero importante recuperar la propuesta sobre la pertinencia de historiar juntas la historia de la comunicación, la historia de los medios y la historia del campo académico, enfatizando la articulación de los procesos situados (Fuentes Navarro & Hernández, 2009, p. 195). En este ensayo, se hace especial énfasis en el ámbito regional y sus conexiones, tomando en cuenta todos los factores de enorme relevancia que los autores señalan, y partiendo de historias muy particulares de los estudios de comunicación, sin limitarme únicamente a ellas.

El espacio regional

Antes de emprender una historia de los estudios de comunicación a través de las Américas, es preciso hacer un balance al interior de América Latina para determinar los faltantes, lo que se requiere fortalecer. Pensar(se) y repensarse como región, como regiones.

Se requiere un balance más detallado y minucioso de los estudios que se han hecho en América Latina, especialmente en los ámbitos local y regional, tradicionalmente invisibilizados y ninguneados, ya que se ha considerado que tanto los procesos de producción de sentido como “los procesos de producción de sentido sobre los procesos de producción de sentido”, como dijera Fuentes Navarro (1999, p. 67) que surgen de los espacios locales y regionales no son importantes, considerando que si no han alcanzado visibilidad más allá de sus lugares de origen, probablemente son irrelevantes.

Pero incluso aquellas figuras e instituciones que han trascendido el nivel local, no han sido objeto de estudio sistemático. En el caso específico de México, por ejemplo, hace falta un análisis detallado de los contextos y razones por las cuales nacieron las escuelas de periodismo en el siglo XX en ciertos lugares y no en otros. Los nombres y las obras de investigadores prestigiosos no se han estudiado en relación con los contextos donde han trabajado, no se han analizado las coyunturas políticas y económicas que permitieron el establecimiento de grupos de investigación en ciertos lugares fuera de la capital (por ejemplo Guadalajara o Colima) y no se ha estudiado cómo personajes que trabajaron en aparente aislamiento, en el norte o centro del país, lograron consolidar una carrera académica internacional, tendencia que sigue fortaleciéndose en las nuevas generaciones.

Tampoco se ha abordado la trayectoria de publicaciones sobre comunicación surgidas fuera de la capital del país, las cuales, con recursos materiales y humanos restringidos, lograron consolidarse en el panorama latinoamericano, Comunicación y Sociedad es un ejemplo paradigmático; otro es Estudios sobre las Culturas Contemporáneas.

No se pretende afirmar que no se haya analizado la trayectoria particular de alguno de esos investigadores, o que no existan breves recuentos históricos de esos emprendimientos: se afirma que no se han hilado esas historias poniendo de relieve el hecho de que surgieron en regiones específicas fuera de las capitales. Podrían buscarse las conexiones posibles entre ellas y también con otros emprendimientos en “periferias” de otros países latinoamericanos: Cali, Medellín, Mendoza, Minas Gerais, Rio Grande do Sul: ¿Qué desigualdades específicas tuvieron que sortear? ¿Qué carencias? ¿Cuáles ventajas (políticas, sociales, culturales) tuvieron? ¿Impactaron todos esos factores en el desarrollo de sus investigaciones? ¿Hubo conexiones e intercambios entre ellas?

Respecto a los estudiosos que no han logrado visibilidad más allá de sus regiones, no hay acercamientos mínimos a sus trayectorias, teorías u objetos de estudio, ya que se ha creído que las historias y procesos de desarrollo de los académicos e instituciones regionales son básicamente iguales a los de las capitales, reflejos de reflejos desfasados y muy parecidos entre sí. Esto causa que los estudios que abordan espacios locales encuentren menor interés en las revistas y en los congresos internacionales.

Si las historias y los procesos comunicativos regionales son básicamente iguales entre sí y una copia borrosa de los de la capital, ¿por qué habrían de tomarse en cuenta entonces las pequeñas monografías, los artículos de revistas regionales de muy poco alcance, los congresos regionales o locales sobre esos procesos y problemas? (Del Palacio, 2000, 2006a). Con ello, se pierde una riqueza de conocimientos que podría tener conexiones interesantes para otros espacios locales y regionales, incluso muy distantes.

Solo un equipo internacional podría llevar a cabo un emprendimiento así, incursionando en el análisis de los autores y las instituciones regionales y locales, los modelos, la bibliografía utilizada y la procedencia disciplinar, los contextos de producción y desigualdades para el acceso a la circulación de sus investigaciones. A ello han ayudado las redes que reúnen a investigadores de diversos lugares de América Latina, los congresos dentro y fuera de ahí, en donde se han pensado colectivamente los problemas. Aunque cabe señalar que este tipo de trabajos tiene también otros obstáculos, como la falta de financiamiento de equipos colectivos transnacionales y la propia inestabilidad de estos grupos.

Otras dificultades

Uno de los problemas recurrentes para los estudios de comunicación en América Latina, en este sentido, es la dificultad lingüística: Fuentes Navarro (2019) afirma que lo que se hace en América Latina se queda en América Latina y no logra trascender a nivel global, ya que la mayor parte de estos trabajos se escriben en español y en portugués (p. 45). Y algunos autores que publican en inglés lo han hecho en revistas que no son de libre acceso y cuyos costos resultan inaccesibles para la mayor parte de los estudiantes y muchos académicos de América Latina, en particular para aquellos que trabajan en lugares pequeños y alejados.

De este modo, los aparatos teóricos siguen estando basados en las experiencias de las grandes metrópolis occidentales y esa situación se repite a nivel subnacional: los jóvenes académicos o estudiantes no tienen acceso a lo que se ha hecho en su propia región o país, no conocen los aportes de investigadores regionales y retoman teorías y modelos externos, adoptados también por los académicos de las capitales. Y esta situación, a pesar del mayor acceso a materiales a través de Internet, no parece transformarse de manera contundente en los últimos años.

Otra causa de este fenómeno es el flujo limitado de bibliografía entre los países de América Latina (incluso los gigantes de la industria editorial tienen una distribución fragmentada) y la falta de difusión de las revistas que se producen en la región. Incluso en la era de Internet, no siempre es fácil encontrar revistas, artículos publicados en y para América Latina (mucho menos sobre regiones específicas) a menos que se realice una intrincada búsqueda especializada. Este fenómeno habría de estudiarse desde la geopolítica del conocimiento -entendida como la relación asimétrica que tiene su efecto en la producción de saberes- (Restrepo & Rojas citados en Andrade Guevara, 2019, p. 138).

Historias conectadas para una historia de los estudios de comunicación en las américas desde los espacios regionales y locales

Si se pretende hacer una historia de los estudios de comunicación a través de las Américas, la propuesta de las “historias conectadas” podría ser una manera útil de abordarla, dejando atrás las fronteras regionales e incluso nacionales.

El enfoque de historias conectadas, llamado también historia globalizada, que ha llegado a constituirse como “el giro global” (Potter & Saha, 2015) no debe entenderse en el mismo sentido que la historia comparada, ni mucho menos como historia universal. Este enfoque relativamente reciente es considerado uno de los desarrollos historiográficos más importantes de las últimas décadas. Lo que lo caracteriza es “la adopción de perspectivas múltiples que relativizan la mirada occidental sobre el mundo” (Bernard, 2018, p. 4).

Este enfoque fue originalmente difundido por Subrahmanyam (1997), quien intentaba situar a Asia en un contexto de modernidad temprana global y, para ello, proponía estudiar las circulaciones, intercambios e interacciones que conectaban a lugares distantes, en vez de considerar a las diversas partes del mundo como si fueran entidades separadas (Potter & Saha, 2015). De este modo se pone en cuestión la vieja idea de Europa como el centro del mundo, el lugar perfecto para “la realización plenaria de los valores de la cultura” (O’Gorman, 2004, p. 147).

El método de las historias conectadas consiste en analizar el movimiento de lo tangible y lo intangible: gente, bienes, tecnologías, instituciones y creencias, a fin de integrar la historia de una región en un contexto global. Así, el historiador debe hacer visibles las historias interrelacionadas de dichas gentes, lugares, cosas, ideas, que ya estaban conectadas desde antes (Subrahayaman citado en Potter & Saha, 2015). Ya el mismo autor señalaba como antecedentes de la práctica de este enfoque el estudio señero El Mediterráneo y el mundo Mediterráneo en la época de Felipe II de Braudel o, para América, los estudios de Gruzinski, quien analiza las conexiones americanas posteriores a la conquista. Incluso desde la antropología pueden citarse los estudios de Clifford, quien ha basado sus análisis etnográficos en los desplazamientos y no en las raíces (Bernard, 2018, p. 6).

Su método no debe ser confundido con la historización de los meros hechos, ya que, a fin de que las conexiones puedan ser pertinentes para la historia, deben dejar huellas duraderas, como se puede ver en los estudios mencionados. Así mismo, puede servirse tanto de las microhistorias como de la historia comparada, de la etnografía, de los estudios culturales, los estudios de recepción o del análisis de las sociabilidades que inciden en la producción y circulación de las ideas, para explicar las vías de acceso a la globalización que, finalmente, es el proceso en el que se inscriben las historias conectadas (Bernard, 2018).

Debe tenerse en cuenta que dicho proceso no afecta a todos los actores de la misma manera y al mismo tiempo. Tal como han mostrado algunos autores, la modernidad coexiste con formas arcaicas (por ejemplo, es la propuesta de Las Regiones de Refugio, del antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán), incluso los estudios subalternos han impugnado la versión etnocéntrica de la historia en la que todas las sociedades deben encaminarse hacia ciertas formas de modernización, como la secularización o la igualdad de los sexos. Así, la historia global proporciona una alternativa a los enfoques eurocéntricos tradicionales (Bernard, 2018).

Este enfoque coincide con los planteamientos de Mignolo sobre los “paradigmas otros” a fin de “desplazar el universalismo abstracto de la epistemología moderna y de la historia mundial, por medio de una totalidad alternativa concebida como una red de historias locales múltiples” (Andrade Guevara, 2019, p. 143). Esta visión no carece de problemas; algunos de estos son señalados por Barbosa y Gutiérrez (2022). Entre ellos, el desconocimiento de los puntos de conexión, debido a la ignorancia de los procesos comunicativos de otros lugares más allá de la región o país; se abunda en la singularidad, pero se olvida la síntesis. Otra dificultad es la prevalencia de la investigación individual por encima de los grupos colaborativos. También es preciso vigilar que no se busque hacer una historia lineal de los procesos y, en todo caso, tomar a esta como punto de partida, no de llegada, para “encontrar las conexiones que han sido ocultadas por las investigaciones que han privilegiado los procesos particulares” (Barbosa & Gutiérrez, 2022, p. 18).

A estos obstáculos habría que añadir la enorme dificultad de analizar la historia de los medios en conjunto con la historia de las teorías y la historia del campo académico, como sugieren Fuentes Navarro y Hernández (2009), no solo en un contexto situado, sino tomando en cuenta sus conexiones y sus procesos dinámicos.

Considero que este enfoque constituye una oportunidad interesante para abordar la historia de los estudios de comunicación en América Latina a nivel regional y local y sus relaciones con la otra América, en términos de igualdad, en un constante ir y venir, rompiendo al mismo tiempo con la dicotomía región-nación o la historia comparativa que finalmente analiza las características de las regiones o naciones por separado, sin que los procesos paralelos se lleguen a tocar. Este enfoque puede ser útil para pensar los procesos sociales y culturales desde las regiones de América Latina, sin dejar fuera los procesos y culturas de otros lugares.

En el caso muy particular de la historia del periodismo, tomado solo como ejemplo, se han realizado trabajos en las regiones de México (Del Palacio, 2006b, entre otros). Si bien se ha pretendido hacer comparaciones intrarregionales, resulta iluminador pensar preferiblemente en las conexiones entre regiones, incluso lejanas. Intercambios de ideas, de mercancías, de tecnologías, influencias de unos periodistas o periódicos sobre otros distantes, es decir, los desplazamientos, y no las raíces, son la clave para entender y conectar las “múltiples historias locales”. Otro ejemplo interesante es el planteado por Gutiérrez (2019), para los registros musicales de la RCA Víctor en Buenos Aires, Lima y Bogotá en un año determinado. Más ejemplos se presentan en Gutiérrez (2013) y Barbosa y Gutiérrez (2022).

Algo semejante se afirma en las investigaciones sobre los “periodistas de frontera” actuales: aquellos trabajadores en contextos de precariedad y lejanía de las grandes ciudades. Esas fronteras que se caracterizan, desde Das y Poole (2008) como los márgenes del Estado. Lugares con estas características pueden localizarse en casi todos los países de América Latina, y las conexiones entre la situación de estos trabajadores en esas fronteras muy distantes son aleccionadoras. Por ejemplo, en la que se ha denominado “mexicanización de la violencia contra periodistas” en la triple frontera Paraguaya (Di Maio citada en Del Palacio, 2023).

Con base en estas conexiones, puede pensarse en las rutas de las ideas, la influencia de los exilios, la circulación de influencias en las publicaciones académicas y los libros de texto; las recopilaciones de contribuciones de las mujeres a la comunicación desde distintos lugares de enunciación y contextos. Sobre este tema, sobresale la recuperación de experiencias llevadas a cabo en la colección Mujeres de la Comunicación, financiado por la Fundación Friedrich Ebert, dentro de su programa de medios y comunicación para América Latina y el Caribe (2022). El libro sobre México estuvo coordinado por Magallanes y Ricaurte (2022) y abarca las historias intelectuales de 23 mujeres.

Los minuciosos estudios del desarrollo de teorías y acercamientos a la comunicación en ciertas regiones y los abundantes trabajos monográficos existentes son el insumo para dar un paso adelante y buscar la articulación de lugares, procesos, prácticas, producción académica y personas, con las de otros lugares del mundo, particularmente su influencia o falta de ella en la América no-latina.

No se trata de rechazar las teorías occidentales -tarea imposible y absurda- que llevaría a otro tipo de provincialismo. Se ha acusado a los estudios regionales justamente de encerrarse en su espacio específico y tomarlo como centro del mundo. Con el fin de escapar de ese provincialismo imperante en los estudios regionales, habría que hacer una reflexión profunda de los procesos y prácticas, tomando como centro el lugar específico de análisis, pero abierto, conectado con el mundo.

Palabras finales

En América Latina, ese lugar imaginario, esa “idea, espacio, proyecto o mito” (Fuentes Navarro, 2022, p. 4) bullen innumerables luchas por la inclusión y por la visibilización de los espacios (las fronteras, las regiones, los espacios culturales no hegemónicos), los actores (las mujeres, los pueblos originarios, la raíz afro, los estudios sobre espacios rurales y periféricos; las prácticas que no llevan -ni deberían necesariamente llevar- a la modernidad europeizante). Todos estos elementos han sido tradicionalmente negados, excluidos de los relatos homogeneizadores, y urge hacerlos visibles desde los espacios locales.

Aquí se ha propuesto buscar las conexiones y analizar desde el espacio local (llámese América Latina, regiones al interior de esta y zonas de frontera), pero sin quitar la vista del mundo, reconociendo el importante legado de la tradición occidental que hemos heredado. Con todo y las dificultades para su implementación, considero al enfoque teórico y metodológico de historias conectadas, muy sugerente para escapar, a través de la “red de historias locales múltiples”, tanto de los afanes homogeneizadores, como de las pretensiones particularistas que prevalecen hasta ahora.

Referencias bibliográficas

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Cómo citar este artículo: Del Palacio Montiel, C. (2023). Historia de los estudios de comunicación desde las regiones de América Latina. Las historias conectadas como recurso para el análisis. Comunicación y Sociedad, e8609. https://doi.org/10.32870/cys.v2023.8609

Recibido: 20 de Abril de 2023; Aprobado: 06 de Septiembre de 2023

Semblanza

Celia del Palacio Montiel

Es académica de la Universidad de Guadalajara. Coordinadora del Observatorio de Libertad de Expresión y Violencia contra Periodistas de la misma casa de estudios. Se ha dedicado desde hace cuarenta años a la historia de la prensa en las regiones de México y desde hace diez, al análisis de la violencia contra los periodistas en México y América Latina.

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