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Revista mexicana de sociología

versão On-line ISSN 2594-0651versão impressa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.83 no.4 Ciudad de México Out./Dez. 2021  Epub 13-Dez-2021

 

Reseñas

James M. Jasper (2018). The Emotions of Protest. Chicago: The University of Chicago Press,304 pp.

Alice Poma1 

Vito Giannini1 

1 Instituto de Investigaciones Sociales Universidad Nacional Autónoma de México

James, M. Jasper. 2018. The Emotions of Protest. Chicago: The University of Chicago Press, 304p.


The Emotions of Protest es la última obra de James M. Jasper, sociólogo estadounidense considerado como uno de los mayores exponentes de la línea de investigación en emociones y protesta, en el campo de estudio de los movimientos sociales. Este volumen contesta a preguntas como: ¿De qué manera pueden las emociones ayudarnos a entender la protesta? ¿Las protestas siempre implican riesgos y costos individuales o también pueden generar placer y satisfacción? ¿Cómo funcionan los procesos cognitivos y emocionales y en qué medida son centrales para comprender la acción humana?

El autor, que desde hace más de 30 años se dedica a la comprensión de la dimensión emocional de la protesta, consolida en esta obra su propuesta teórica, que él mismo define como una “teoría de la acción”, que propone comprender la acción política y la protesta desde el punto de vista de la interacción individual y social. Al integrar el enfoque emocional con el estratégico, dentro de un marco interpretativo cultural y fenomenológico, ha contribuido a señalar y reequilibrar el sesgo racional y estructural que ha dirigido la mayoría de la investigación social sin excepción del campo de estudio de los movimientos sociales.

The Emotions of Protest constituye el punto de llegada actual de un camino -iniciado con la publicación de The Art of Moral Protest (1997)- que enriquece la comprensión de la acción colectiva contenciosa al complementar las teorías clásicas de este campo de estudio, volviendo a poner atención a la dimensión cultural y biográfica.

Jasper, apoyándose en autores de diferentes disciplinas, como la socióloga Arlie Hochschild o el neurocientífico Antonio Damasio, ofrece argumentaciones consolidadas para poner en discusión el antiguo dualismo entre razón y emoción, que a partir de las reflexiones de los griegos es adoptado por los filósofos occidentales hasta informar las ciencias sociales y el pensamiento político contemporáneo. El llamado del autor es a reconocer que las emociones son la base tanto de la acción como de los pensamientos, y que pueden guiarnos en la toma de decisiones y ayudarnos a actuar, incluso inconscientemente, de una manera apropiada y efectiva. “Las emociones son parte de toda acción, buena y mala, exitosa y no exitosa. Son una parte normal de la acción, y ya no tenemos que asumir una postura normativa, en contra o a favor, de las emociones cuando las analizamos” (p. 2).

De acuerdo con Jasper, la política, como todas las acciones estratégicas, está llena de dilemas que pueden generar diferentes caminos y resultados, así como implicar oportunidades y riesgos, costos y beneficios. Las emociones nos ayudan a alcanzar nuestras metas o nos distraen y nos alejan de ellas, empujándonos a realizar acciones de las que podemos arrepentirnos o preferir las metas individuales a las colectivas. Además, las emociones pueden ser a corto, mediano y largo plazo, se pueden combinar entre sí y están fuertemente influidas por los significados culturales y las creencias morales que adquirimos durante los procesos de socialización.

Si la investigación sobre las emociones se ha orientado hasta ahora entre una perspectiva neurofisiológica y cultural, el objetivo del autor es fomentar una mejor comprensión del papel de las emociones en las dinámicas y los procesos sociales.

Específicamente, el libro ofrece la revisión más completa y actual de la clasificación de las emociones relevantes en la protesta (reflex emotions, urges, moods, affective y moral commitments), propuesta por el autor a finales de los años noventa y revisada a lo largo de los años, y permite afrontar las preguntas que aún quedan abiertas en cuanto a su definición y conceptualización teórica (la homogeneización del término general “emoción” y de los términos individuales relacionados con las emociones individuales, como rabia o miedo). La relevancia de la propuesta de tipologías de Jasper se basa en los límites, ya argumentados en textos anteriores, de considerar el término “emoción” como un solo estado psicológico; es necesario identificar las caracteristicas de las emociones que sienten las personas y distinguir, por ejemplo, entre emociones de diferente duración, intensidad y significado, según el contexto en el que son sentidas y expresadas. Por último, el autor apoya un modelo alternativo al dualismo clásico entre racionalidad (calculating-brain model) y emoción (panic model), en el que, tomando la sugerencia del neurólogo Antonio Damasio, habla de “cerebro sentiente” (feeling brain) para evidenciar el papel de las emociones y los sentimientos al recopilar y procesar información útil para conocer el mundo, aprender a adaptarnos, elaborar nuestros objetivos, comunicar e interactuar con los demás.

Revisando la organización del libro, en el primer capítulo el autor desarrolla la definición de los procesos de sentir-pensar (feeling-thinking processes). Si Jasper se inspira en los avances de la neurociencia, es interesante destacar que en América Latina ya es de uso el concepto de “sentipensante” introducido por Fals Borda y retomado en literatura por Eduardo Galeano y por educadores como Espinosa-Gómez. En las ciencias sociales sólo ha sido retomado por el antropólogo colombiano Arturo Escobar, pero sin ofrecer una lectura analítica, como hace Jasper, que vincula estos procesos con los cambios corporales y las actividades del sistema nervioso. Es así como el autor, además de rechazar la dualidad entre pensamientos y emociones, reconociendo el papel de estas últimas en la percepción y construcción del mundo social, propone repensar también el dualismo cartesiano mente-cuerpo, pensado más bien como un continuo que consiste en innumerables procesos de sentir-pensar. En cuanto al análisis de la protesta, el autor explora la relación entre la dinámica emocional y los dilemas estratégicos, destacando cómo las emociones pueden motivar la acción incluso en formas conflictivas, confundiendo los medios y los fines de los actores, y produciendo efectos negativos a nivel individual y colectivo.

Los demás capítulos del libro tratan analíticamente cada una de las diferentes categorías propuestas por Jasper, seguidos de dos apéndices que profundizan los aspectos teóricos y metodológicos de la investigación social sobre las emociones.

Usando ejemplos y citando una vasta literatura, que se extiende desde la neurociencia y la psicología hasta la filosofía política y la historia de los movimientos sociales, el autor muestra la estrecha relación entre los procesos de sentir-pensar y la acción política, aclarando el significado de los conceptos con los que solemos referirnos a emociones y sentimientos, tanto en el ámbito personal como en el público.

El segundo capítulo está dedicado a las emociones reflejo, definidas como primarias en psicología (miedo, ira, alegría, vergüenza, sorpresa, asco) y generalmente tomadas como el paradigma de todas las emociones. Estas son respuestas inmediatas a nuestro cuerpo y al mundo exterior que tienen una duración muy corta y una intensidad variable. Su papel en la polí- tica se ha enfatizado negativamente, sobre todo por la capacidad de interrumpir nuestras acciones y alejarnos de nuestros objetivos, pero en realidad producen diferentes efectos y pueden convertirse en emociones más complejas y elaboradas cognitivamente (como la digna rabia zapatista, que es una forma de rabia moral).

Sucesivamente, el autor dedica un capítulo a los impulsos (hambre, sed, deseo sexual, dependencia de sustancias, dolor, fatiga). Éstos, escasamente analizados en la protesta, indican la necesidad de satisfacer las necesidades corporales y, al igual que las emociones reflejo, son a corto plazo y de intensidad variable. Pueden tener efectos negativos en la acción individual y colectiva (especialmente la adicción y el deseo), pero también se utilizan para lograr objetivos políticos (por ejemplo, en las huelgas de hambre o la tortura).

El cuarto capítulo está dedicado a los estados de ánimo, los cuales se caracterizan por no estar dirigidos a personas u objetos específicos, y depender de la experiencia del sujeto. Los estados de ánimo se caracterizan por su persistencia y su capacidad de favorecer o inhibir nuestras acciones futuras (por ejemplo, euforia, felicidad, esperanza, tristeza, resignación, depresión). Uno de los principales efectos de los estados de ánimo es in- fluir en las demás emociones que sienten los sujetos, además de estar a su vez condicionados por las emociones del entorno (background). En cuanto a la intensidad, el autor ofrece ejemplos de estados de ánimo “suaves” y “profundos”; los primeros son los más efectivos al tomar decisiones, y los segundos son determinantes en la posibilidad o no de que algo ocurra: la euforia hace que todo sea posible, y la depresión, que nada sea posible.

El libro sigue ahondando en los compromisos afectivos y morales, que son las emociones más estudiadas, por tener un impacto más profundo en los movimientos sociales.

Los compromisos afectivos son formas más o menos estables de apego o desapego hacia las personas, los lugares y las ideas. En el primer caso, estos sentimientos pueden dirigirse a individuos o a la colectividad. Dentro y entre los grupos, las emociones se pueden compartir (en respuesta a eventos externos) y sentir los unos hacia los otros (recíprocas). El apego a los lugares, tratado por el autor por primera vez en esta obra, tiene que ver con la percepción de una amenaza e involucra procesos psicosociales que afectan a la memoria, una sensación de seguridad y control, lazos con otras personas y la reflexión sobre nuestros valores morales. El autor también muestra cómo podemos desarrollar sentimientos positivos o negativos hacia ciertas palabras o ideologías, como el concepto de democracia, que adquieren un fuerte significado simbólico al influir profundamente en nuestras acciones.

La presentación de las tipologías concluye con los compromisos morales, también definidos previamente como emociones morales, que permiten establecer un juicio de aprobación o desaprobación (correcto/incorrecto, bueno/malo) y culpar a otros por una injusticia sufrida o percibida. Estas emociones están estrechamente relacionadas con los valores y los significa- dos que atribuyen los sujetos a lo que observan y viven. El autor evidencia además que es posible distinguir entre intuiciones y principios morales, a lo largo de un continuo entre el nivel más inconsciente y el nivel cognitivo. Estos procesos de sentir-pensar son los más complejos e importantes para los movimientos sociales, ya que funcionan como motivaciones individuales que pueden conducir a la acción política (por ejemplo, orgullo, vergüenza, indignación, compasión, venganza), pero al mismo tiempo se articulan estabilizados y transformados a través del trabajo de los movimientos mismos. Finalmente, el autor muestra que los compromisos morales tienen el potencial más bajo de remordimiento y permiten definir las prioridades en nuestras vidas. Comprender el papel de las emociones o los compromisos morales en la protesta permite superar los límites de los análisis costos-beneficios, al incorporar la inconmensurabilidad de los valores y las ideas, y permite comprender también por qué las personas pueden seguir luchando a pesar de no tener posibilidad de victoria o enfrentando riesgos muy altos, aparentemente o superficialmente desproporcionados de los beneficios.

Por último, queremos destacar que al comentar las diferentes tipologías de emociones, el autor pudo profundizar la discusión de otros conceptos muy relevantes para la comprensión de la dimensión emocional de la protesta: como la empatía, la cual no es una emoción, sino una capacidad para poder acceder a las emociones de los demás. La empatía es necesaria, pero no es suficiente para que se sienta “simpatía moral”, que implica sentir una emoción como resultado del sentir de otra persona, y es el punto inicial para sentir solidaridad. Como afirma el autor, simpatía y compasión son emociones parecidas, que se pueden distinguir porque en la simpatía sería mayor la empatía y en la compasión sería mayor la intensidad, además de generar esta última ultraje moral.

Para concluir, el autor conecta las emociones con tres temas fundamentales para el análisis de los movimientos sociales: 1) arenas e interacción social; 2) la búsqueda de mecanismos causales por debajo de los procesos culturales; 3) la relación entre micromotivaciones y macrorresultados, proponiendo integrar las cadenas de interacción entre jugadores (individuales y colectivos) y arenas (grupos, organizaciones, instituciones) dentro de modelos estructurales, para aumentar nuestra comprensión de fenómenos complejos como movimientos nacionales e internacionales, revoluciones e impactos políticos.

The Emotions of Protest es un hito en la teoría de los movimientos sociales, que esperamos tenga amplia difusión para que sus aportaciones puedan ser comprobadas y enriquecidas a través de estudios empíricos en diferentes países y culturas.

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