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Frontera norte

On-line version ISSN 2594-0260Print version ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.32  México  2020  Epub June 11, 2021

https://doi.org/10.33679/rfn.v1i1.2012 

Artículos

Consideraciones sobre las teorías conspirativas aplicadas a las caravanas de migrantes

Jesús Pérez Caballero 1  
http://orcid.org/0000-0002-1988-274X

1El Colegio de la Frontera Norte, México, jesusperezcaballero@colef.mx


Resumen

El objetivo de este artículo es analizar las teorías conspirativas que surgieron para explicar las caravanas de migrantes en ruta hacia EE. UU. en octubre de 2018. Mediante la revisión doctrinal y documental de las principales aproximaciones a ese tipo de teorías, se propone una definición teológico política de teoría conspirativa. Posteriormente, se examinan las principales fuentes hemerográficas que recogen explicaciones conspirativas sobre el fenómeno de las caravanas, comparándolas con las características estudiadas y con la definición propuesta. Se concluye que algunos Estados y actores no estatales reaccionaron con un discurso político que tenía las teorías conspirativas como núcleo, y que ese fue su modo de dar sentido y explotar mediáticamente una forma de migrar novedosa por sus rasgos de enjambramiento (swarming).

Palabras clave: teoría conspirativa; migración; desinformación; Centroamérica; Estados Unidos

Abstract

The main purpose of this article is to analyze the conspiracy theories that emerged to explain migrant caravans en route to the U.S. in October 2018. Through the doctrinal and documentary review of the main approaches to such theories, a political theological definition of conspiracy theory is proposed. Subsequently, the main newspaper sources that include conspiracy explanations about the caravan phenomenon are examined, comparing them with the characteristics studied, and the proposed definition. It is concluded that some states and non-state actors reacted with a political discourse that had conspiracy theories at its core. It was their way of making sense and exploiting in the media, a novel way of migrating because of its swarming features.

Keywords: conspiracy theory; immigration; disinformation; Central America; United States

INTRODUCCIÓN

En octubre de 2018 varias caravanas de migrantes intentaron llegar a EE.UU. partiendo desde Centroamérica. El fenómeno generó diversas reacciones, entre ellas abundantes teorías conspirativas que intentaban explicar ese movimiento de migrantes. En este artículo se estudian las características de tales teorías, y cómo las promovieron distintos sujetos, incluso a nivel oficial. A partir de este análisis se plantea qué tiene de novedoso ese tipo de movilización masiva de migrantes.

En la primera parte de este artículo se reflexiona sobre los rasgos de las teorías conspirativas según la doctrina más relevante, considerando principalmente a autores de la psicología cognitiva y la politología. Esto se debe a que los sesgos cognitivos al servicio de un discurso político que busca legitimarse mediante la propaganda, son claves en las teorías conspirativas, aunque no siempre son percibidos por quienes las sostienen o enfrentan. Esa parte, predominantemente teórica –si es posible, se ofrecen ejemplos contemporáneos–, finaliza con una propuesta de definición de teoría conspirativa. A grandes rasgos, más que una secularización de la providencia divina, como doctrinalmente se ha señalado, se propone entender las teorías conspirativas como una forma entremezclada, también secularizada, de las ideas del hado y la predestinación. Como clave de lo propuesto, con este enfoque se enfatiza el rol de quienes enuncian o aceptan estas teorías.

La segunda parte del artículo plantea una hipótesis sobre la naturaleza del fenómeno de las caravanas de migrantes de finales de 2018, y las razones de la abundancia de teorías conspirativas para explicarlas. El enfoque teórico elegido es la doctrina del enjambramiento (swarming) (Arquilla y Ronfeldt, 2000). Ese enjambramiento sui generis es precisamente la particularidad que permitió la aglutinación y la sorpresa de las caravanas. Una “toma de la frontera” por parte de las caravanas es parecida en sus formas e impugnación del espacio y del tiempo a la “toma de la plaza”, vista en tantas ciudades del mundo. Las caravanas de migrantes fueron narradas por etapas, contadas por los medios de comunicación y las redes sociales. En esa cobertura se incluyeron no solamente las imágenes de los migrantes, sino también las explicaciones de raíz conspirativa que plantearon algunos de los gobiernos de los países afectados, así como otros actores no estatales.

CONSIDERACIONES SOBRE LAS TEORÍAS CONSPIRATIVAS

Distinción entre teoría conspirativa y otros términos

Las teorías conspirativas no deben confundirse con explicaciones en las que interviene como causa una conspiración. Aunque este término genere rechazo, Bale (2007) señala inapelablemente ejemplos históricos de conspiraciones reales que suponen, a grandes rasgos, la reunión secreta de individuos para aprobar un plan que influencie unos hechos. En esa línea, Lledó (2014) las denomina “conspiraciones en sentido neutro”, caracterizándolas como “actuaciones estratégicas intencionadas” puntuales (y se entiende, secretas, o con un grado de ocultación en alguna de sus etapas), pero siempre formando parte de “un contexto más rico y cualificado que la mera atribución global de una campaña diseñada y calculada en detalle” (2014, pp. 32 y 34-35).

En esta línea, en Iberoamérica hay ejemplos de que es perfectamente posible que un político se reúna con un narcotraficante para asegurar unos beneficios mutuos y, en sentido neutro, conspiren para llevarlos a cabo. Sin embargo, es distinto considerar que de esa reunión ficticia entre ambos dependan todos y cada uno de los delitos cometidos en el área de análisis donde supuestamente actúan esos conspiradores, ni que aquello que se pacte en secreto tenga posibilidades de realizarse. Es decir, ambos conspiradores podrían acordar dirigir conjuntamente al Estado, pero factores, instituciones y otras variables hacen imposible plasmar esa intención.

Los presupuestos anteriores no niegan que en la conformación de las caravanas se presenten, por ejemplo, maniobras alejadas de la luz pública, como intentos de organizar previamente esos traslados masivos de migrantes y explotar sus resultados, a fin de lograr una visión favorable a la migración y crítica con respecto a la política estadounidense. Ese tipo de iniciativas forman parte de la confrontación de intereses con respecto a un tema tan complejo como la política migratoria.

No obstante, tal y como se argumenta en este artículo, existen factores que, en mayor o menor grado, y según su naturaleza (desde unos logísticos a otros azarosos), impiden controlar, mediante una coordinación jerárquica, reticular o de otro tipo, las caravanas de migrantes en cada una de sus diversas etapas. Así, frente a la cohesión monolítica que las teorías conspirativas atribuyen a las partes –ya sean individuos, organizaciones de la sociedad civil o Estados–, se propone que el pluralismo de este fenómeno (Bale, 2007) lo hace incontrolable.

Por todo ello se remarca el aspecto de “teoría”, antes que el de “conspirativa”. Las teorías conspirativas son incorrectas, sobre todo por cómo razonan; puede aducirse que, en muchas ocasiones, ni siquiera alcanzan los mínimos de una afirmación que no sea falaz desde un principio.

Lo dicho hasta aquí aconseja descartar el término popular de “teoría de la conspiración”, puesto que dicho término no diferencia entre las conspiraciones en sentido neutro, habituales y basadas en hechos (aun ocultos para la mayoría de personas), y las conspiraciones inventadas. Por otro lado, este artículo evita aludir a los creyentes en las teorías conspirativas como “conspiranoicos”, ya que con ese término, de uso coloquial, se pretende destacar la influencia del aspecto paranoico (el vocablo “conspiranoico” lo forma la unión de las palabras “conspiración” y “paranoia”). Pero se considera que esa perspectiva, al poner el énfasis en la supuesta condición psicológica de quienes elaboran, diseminan o creen en teorías conspirativas, es demasiado restrictiva, e impide comprender el papel de otros aspectos, como son la importancia de los sesgos cognitivos para la extensión de esas teorías, o el modo de construirlas a partir de rumores o de mentiras recurrentes.

Características de las teorías conspirativas

Según lo explicado anteriormente, los tres rasgos que caracterizan a las teorías conspirativas son: la dependencia de sesgos cognitivos y rumores, la retórica de lo alternativo, y la relación de causalidad alterada sobre los sujetos y los hechos que describe la teoría conspirativa.

Dependencia de sesgos cognitivos y rumores

Tanto la palabra “información” como el prefijo “des” son latinos, pero el uso en conjunto, tal y como se utiliza actualmente, tiene su origen en el ruso dezinformatsiya, acuñado en el contexto de la URSS y posterior de la Guerra Fría. El término aludía a la diseminación de información falsa y a la generación de confusión u otra serie de reacciones buscadas por el diseminador. Actualmente esa técnica se basa más en la cantidad que en la calidad (Bertolin, 2017); es decir, los medios de comunicación permiten diseminar mensajes de modo masivo y barato, por lo que para propagarse a las teorías conspirativas les basta con tener una estructura esquemática. En este apartado se examina algo más concreto, a saber, cómo las teorías conspirativas explotan las percepciones psicológicas de los individuos.

Investigaciones recogidas por Lledó (2014) y realizadas en los años noventa –es decir, antes del auge de las redes sociales–, acreditan un proceso de congelación de la indagación cuando las conclusiones confirman lo que desea probar el investigador. Por el contrario, si la evidencia contraviene la tesis de partida del investigador, este opta por buscar sesgadamente información que confirme su prejuicio. Las redes sociales promueven sesgos cognitivos de naturaleza similar, aunque de un modo masivo. Todo ello ha afectado negativamente el modo de percibir y comprender la información sobre las caravanas de migrantes.

Las teorías conspirativas suelen refinar y estilizar historias falsas publicadas en Internet, generadas en blogs y webs; después se distribuyen en redes sociales, por lo que estas sirven más de correa de transmisión que de generadoras de contenido (Agarwal y Bandeli, 2017, p. 45).

Según información disponible para Facebook recogida por Bertolin (2017), la desinformación en esta red social opera según el siguiente modelo. En primer lugar, se recopilan y almacenan datos sobre el usuario, como por ejemplo su edad o el tipo de enlace que visita. Posteriormente, se difunde desinformación más creíble para el usuario que la recibe. Simultáneamente, se amplifica el impacto mediante cuentas falsas que replican el mensaje.

La confianza en el mensaje o en el emisor es un aspecto que han estudiado Sunstein y Vermeule (2009). Para explicar la manera en que las teorías conspirativas se benefician de dicha confianza, estos autores utilizan la expresión “catarata conspiratoria”. Con esta metáfora quieren resaltar la conexión entre la argumentación conspirativa y la reputación de quien la enuncia o disemina. Para explicar esto, señalan que la fragilidad de los hechos supuestamente demostrados puede, para subsanarse y pasar como mensaje correcto, apoyarse en rasgos objetivos del discurso, como lo capcioso del mensaje o la poca disponibilidad de información sobre este.

Pero a su vez, Sunstein y Vermeule (2009) remarcan que aspectos subjetivos como la reputación de quien enuncia la teoría conspirativa, o la polarización del grupo por donde circulan estos mensajes, pueden compensar las carencias argumentales de la teoría conspirativa. De ahí que deba analizarse como un todo (como una “catarata”) el modo en que se transmiten estas teorías.

Todo ello ilustra el sesgo cognitivo del reforzamiento de prejuicios y pensamientos que se tenían antes de estas acciones, favoreciendo la percepción de homogeneidad, con la consiguiente sensación de unanimidad y efecto de legitimación del mensaje. Es más, inundar los medios de noticias tanto verdaderas como falsas supone no que la audiencia crea todo lo que se les ofrece, sino que esta pasa a juzgar los mensajes según si son o no útiles a sus propios objetivos o valores (Yurchak, 2018).

Esta dialéctica entre la desinformación y los sesgos cognitivos puede fortalecer la denominada “burbuja del filtro”, en la que “las perspectivas ideológicas de los usuarios […] son reforzadas como resultado del algoritmo de adaptación selectiva de los resultados del motor de búsqueda” (NATO Stratcom Centre of Excellence, 2017, p. 68), según lo que se lee en un Glosario publicado por el Centro de Excelencia de Comunicaciones Estratégicas de la OTAN. Como resultado, puede producirse un efecto de “cámara de eco”, esto es, la instauración de un “ambiente ideológico donde las ideas y las opiniones son amplificadas y reforzadas por su repetición”, con el reforzamiento, hasta el solipsismo, de las creencias del individuo y el favorecimiento del extremismo (ibídem), tal y como se observa también en las teorías conspirativas sobre las caravanas.

Estos sesgos crean “puntos ciegos cognitivos” (Lledó, 2014, p. 238) que lastran el análisis de los planteamientos de las teorías conspirativas. También revelan una de las características de este tipo de teorías: la de ser esencialmente teorías monológicas, como postulan Wood, Douglas y Sutton (2012). Pero tal rasgo no es solo por contraponerse a cualquier diálogo con otros individuos, una consideración que presenta problemas (toda teoría, ¿no busca suprimir o absorber a otras más débiles explicativamente?). Más bien lo monológico de las teorías conspirativas significa algo de mayor calado. Asumida la definición de que los medios de comunicación masivos y las redes sociales son “tecnologías web utilizadas para la interacción social y para transformar […] los monólogos de los medios de comunicación [convencionales] en diálogos interactivos y sociales” (NATO Stratcom Centre of Excellence, 2017, p. 71). Entonces las teorías conspirativas pueden entenderse como un intento de blindarse al diálogo mediante técnicas basadas en el monólogo, que no aceptan la discusión de un tema, sino que sus postulados conllevan pruebas supuestamente definitivas para zanjar la polémica.

Además de lo anterior, las teorías conspirativas se nutren de viejas costumbres, como por ejemplo la de los rumores. La adopción de estos es una tendencia basal de la experiencia humana, sobre todo ante la falta de información en situaciones ambiguas o peligrosas, a las que los rumores oponen un orden tentativo (Silverman, 2016).

El estudio del propio Silverman (2016), que analiza un millar de rumores de finales de la Segunda Guerra Mundial, destacaba el predominio de aquellos que anunciaban una situación de terror. En la actualidad esto tiene cierta continuidad. De tres categorías de rumores recurrentes en la prensa masiva en línea, dos de ellos tienen que ver con la violencia: las guerras (sobre todo en Oriente Medio) y, en lo que respecta al objeto de este artículo, noticias relacionadas con la seguridad en EE. UU., entre ellas asesinatos ocurridos en México. La tercera categoría son noticias económicas o tecnológicas relacionadas con cambios en la propiedad empresarial o con el lanzamiento de nuevos productos (Silverman, 2016).

Silverman destaca, además de los mencionados rumores sobre el terror, la relevancia de otros rumores vinculados a deseos y aspiraciones, así como aquellos tendenciosos, entendidos como hostiles hacia un grupo social. A estos tipos de rumores, los estudiosos de la materia añadieron un cuarto, relacionado con la curiosidad o el desafío intelectual (Silverman, 2016). Estas cuatro categorías de rumores examinadas (terror, deseos, estigmatización y curiosidad), son lo suficientemente abarcadoras como para no desdeñarlas a lo largo de este artículo.

Las teorías conspirativas, si se permite la metáfora, llevan adheridos esos tipos de rumores recurrentes. Silverman caracteriza gráficamente como “rumores bomba” a aquellos rumores más complejos. Son expresiones que, por su misma enunciación capciosa, tienen connotaciones negativas hacia lo referido, independientemente de su veracidad. Por ello no basta únicamente con negarlas, pues tal negación nunca anulará el mero hecho de enunciarlas en esos términos denigrantes para el sujeto aludido. Sintéticamente, “la repetición del rumor, independientemente del contexto, lo detona” (Silverman, 2016, p. 56).

En ese sentido, enfrentar ese tipo de rumores desde una perspectiva dialógica, como si quien utiliza como argumento el “rumor bomba” fuese una parte legítima en el diálogo, podría tener el efecto contrario de propagar las tesis que dicho rumor enuncia. Esa propagación del rumor establece un “bucle de retroalimentación” al dividir a la población, como si fuese lo natural, entre detractores y partidarios del fenómeno descrito (Phillips, 2018a, p. 32).

Retórica de lo alternativo

Las teorías conspirativas pretenden revelar una supuesta verdad oculta, y ello se muestra en el uso de una retórica de lo alternativo. Como señala Lledó (2014), los conspiracionistas manifiestan “la necesidad contingente y transitoria […] de oponerse a […] [la] versión oficial, […] [a la que presentan como] un monumental y falaz muñeco de paja” (2014, p. 165). Así, Taïeb (2010) recuerda que quienes creen en versiones oscuras del 11-S se autodenominan truthers, un término que en español podría ser equivalente a “verdadistas”. Partidarios de una verdad alternativa, de base conspirativa, los truthers justifican sus tesis por su escepticismo sobre ese atentado terrorista.

Una manipulación del lenguaje parecida surge, sin ser exhaustivo, en otros ejemplos notorios leídos en publicaciones digitales de extrema derecha. Basta navegar por Internet y teclear los siguientes términos para que cualquier usuario encuentre que remigración se utiliza en vez de expulsión de migrantes; contrasemitismo se aduce para matizar que quien lo enuncia no es antisemita; o genocidio blanco se utiliza como sinónimo del aumento de la migración, como si el miedo al cambio demográfico fuese igual de grave que los genocidios que sucedieron realmente.

En otras ocasiones se usan técnicas de manipulación más sutiles, con tal carga de ambigüedad que es difícil distinguir si se está ante una ironía o ante la normalización de la desinformación. Un claro ejemplo de esta indistinción es la técnica del silbato silencioso (dog whistling) en inglés, por el sonido ultrasónico de estos aparatos), con ella se alude, en el lenguaje popular, a la utilización de un eufemismo e incluso, de una palabra que en principio no tenía nada que ver con lo connotado, a la que se le ha atribuido un significado que solo conocen quienes lo pactan (Magnummanager, 2011).

Cuando la técnica del silbato silencioso es exitosa, se logra diseminar el mensaje no solo entre quienes conocen el código –que, además, podrían negar cualquier connotación, al tratarse de expresiones sin nada que ver con la teoría conspirativa–, sino entre el público incauto que lo repite, desconociendo el significado oculto que le han atribuido sus promotores.

Por ejemplo, el uso de la expresión “OK” en EE. UU. para sugerir que se es partidario del supremacismo blanco es un ejemplo de esta, por así decirlo, ironía retráctil, que para Phillips (2018a; 2018b) tiene como antecedentes los primeros inicios de los “trolls” en Internet. Así, en 2007-2011, la técnica del silbato silencioso se usó abundantemente en la plataforma 4chan, un tablón de anuncios virtual que permitía difundir sin filtros cualquier tipo de mensaje y que aglutinó varias subculturas con el denominador común de la provocación. Sin embargo, esa cacofonía evolucionó y desarrolló su ambivalencia, con lo que esas técnicas fueron absorbidas, primero mediáticamente, y después por algunos elementos de extrema derecha (Phillips, 2018a; 2018b).

Relaciones de causalidad alteradas

La explicación de esta característica, tan alineada con la falacia post hoc ergo propter hoc, (después de esto, luego a consecuencia de esto), se ha dividido en dos apartados. El apartado a) se refiere a las atribuciones que los creyentes en las teorías conspirativas realizan sobre la naturaleza y las capacidades de los sujetos a quienes culpan de los hechos que la teoría explicaría. El apartado b) analiza cómo tales hechos se ensamblan entre sí para convencer de su capacidad explicativa.

a) Sujeto

Una de las características de los sujetos protagonistas de las teorías conspirativas es la “excesiva atribución de control” con que se les dota, pues logran “la exacta producción de unos resultados” que usualmente “escapan al dominio” de individuos o grupos (Lledó, 2014, pp. 38 y 41). Estos agentes se presentan como “personas u organizaciones poderosas […] [que] trabajan conjuntamente y en secreto para cumplir un objetivo” (Wood, Douglas y Sutton, 2012, p. 767). En general, suelen ser individuos que representan o remiten –si es que permanecen en la sombra– al Estado (gobierno, militares, agentes secretos), o a minorías (como los judíos a lo largo de la historia, o los hispanos en las caravanas). Dicho tamiz organizativo da verosimilitud a hechos que, por la manera en que se presentan o se concatenan, tienen mucho de sobrenaturales.

En otras palabras, es la alusión a la presencia del Estado, la de una minoría organizada supuestamente como un Estado dentro del Estado e incluso, un individuo con presuntas potestades similares (como si fuesen un Estado paralelo), los traductores del exabrupto del teórico conspirativo a un marco institucional verosímil. En este sentido, Martin (2019), en entrevistas con algunos extremistas texanos, muestra que estos se jactan de tener vínculos, tan exagerados como indemostrables, con oficiales estadounidenses, hasta llegar a sugerir que instituciones como agentes secretos o la presidencia federal confían en los datos que estos conspiracionistas recopilan en la frontera.

Es por esto que los individuos que protagonizan las teorías conspirativas poseen, según Bale (2007), atributos que los hacen “inhumanos, sobrehumanos y/o antihumanos”, trasuntos de un mal radical y omnipotente, en correlato de visiones del mundo maniqueas y apocalípticas. Las teorías conspirativas pueden plasmar estos rasgos al imputar un “conocimiento arcano”, que es apropiado para mover los hechos denunciados e incognoscible para los demás, pero que el creyente en estas teorías, sorprendentemente, sí alcanza a conocer; el dominio de “técnicas siniestras”, de tipo político, social, económico o de cualquier ámbito capaz de pastorear individuos; y/o la promoción de una organización clandestina que, según las características desveladas en estas teorías, desborda lo que era natural antes de la revelación conspirativa (Bale, 2007).

Un ejemplo claro de esas atribuciones de omnipotencia lo sintetiza la falsificación conocida como Los Protocolos de los Sabios de Sión. Este ejemplo de “propaganda negra” (es decir, atribuida a quien se pretende denigrar) fue creado a finales del siglo XIX o en los primeros años del XX. Publicado en 1905 en Rusia, tiene como núcleo el Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu (1864), de Maurice Joly, una conversación alegórica entre los dos pensadores con la que se buscaba criticar las técnicas del poder dictatorial francés de la época. El texto de Joly, junto a la copia y alteración de otros documentos, se elaboraron para denigrar a los judíos, atribuyéndoles el poder de controlar todos y cada uno de los gobiernos, siglo tras siglo (Ben-Itto, 2004). En esa línea, el papel del millonario y filántropo George Soros en las teorías conspirativas sobre las caravanas de migrantes es un ejemplo a analizar páginas más adelante, de cómo se inviste de potestades sobrehumanas a un individuo también judío.

El corolario del tipo de sujetos elegidos como protagonistas de las teorías conspirativas es que buscan explicar hechos generales y temas elevados (Taïeb, 2010) de los que resultan “[r]ealidades […], […] ambiguas y poco claras” (Lledó, 2014, p. 54). Es decir, las explicaciones no se fijan en lo prosaico, sino en circunstancias que, precisamente por su complejidad, obligan a lo contrario del emborronador enfoque conspirativo. Esto quizá se deba a la percepción de la necesidad de un correlato entre un acontecimiento grave o imprevisto, y una causa que esté a su altura para vedar “la tensión que produce la percepción subjetiva de las inconsistencias” (Lledó, 2014, pp. 104-105), una tensión que no se produce en la normalidad del día a día.

b) Hechos

Tras analizar los rasgos generales de quienes suelen protagonizar este tipo de teorías, se estudia cómo estas presentan los hechos; su, por así decirlo, carcasa argumental. Para ello se sigue el análisis que Lledó (2014) hace de las teorías conspirativas sobre el 11-M (varios atentados yihadistas ocurridos en 2004 en Madrid, España, que mataron a 193 personas), ya que este autor resume el estado de la cuestión y algunos de sus argumentos pueden aplicarse a las teorías conspirativas sobre las caravanas.

Toda teoría conspirativa utiliza “técnicas de irrefutabilidad”, tanto objetivas como subjetivas. Las primeras consisten en afirmaciones que en sí mismas son difusas o contradictorias, mientras que las segundas se construyen a partir de cambiar lo afirmado o las consecuencias lógicas que llevan aparejadas, adaptándose el creyente a los argumentos que se le esgrimen, a veces hasta prácticamente negar lo sostenido por él previamente (Lledó, 2014).

Entre las técnicas objetivas, Lledó (2014, p. 293) observa las “afirmaciones y razonamientos fantásticos o extravagantes en sí mismos”; el diseminado de datos erróneos que son mantenidos como exactos, a pesar de su desestimación; el aducir datos irrelevantes o sin ningún misterio por sí mismos; las “atribuciones de intención” no probadas; o la mención de “fuentes difusas”. Esta aglutinación de contradicciones puede realizarse con técnicas que a su vez también parecerían discordantes entre sí, como la hiperabstracción teórica o, por el contrario, la presentación de hechos aislados, sin teorías que los avalen o conecten (Lledó, 2014). Gráficamente, la hiperabstracción sería una huida hacia arriba en un, si se permite la imagen, tornado teórico indemostrable. Mientras que la presentación de hechos aislados funge como un remolino, sin más unión que el fondo conspirativo en la mente del creyente.

El uso de las técnicas subjetivas provoca el efecto de una “diana móvil”, entendida como los cambios que el partidario de la teoría conspirativa hace mientras enuncia su discurso. Algunos ejemplos son el retroceso a una afirmación más débil que la sostenida, pero manteniendo el mismo paradigma conspirativo; o la presunción de que si algo puede ocurrir hipotéticamente, entonces se demuestra que ocurrió realmente para el caso esgrimido (Lledó, 2014).

Nótense las consecuencias para las relaciones de causalidad. Así, mediante la “difusión de múltiples versiones de los hechos, algunas contradictorias”, se logra “difuminar la lectura de los acontecimientos y ahogar al ciudadano en conjeturas” (Conspiracy Watch, 2018, p. 18). Como en las memorias de Daniel Paul Schreber, el paranoico –con permiso del escritor Philip K. Dick– más sistemático del siglo XX, y al que es preferible leer desde la lectura realizada por Roberto Calasso (2008), nada es lo que parece.

En esa línea de argumentación, la realidad se desdobla infinitamente en “una fotocopia de una fotocopia de una fotocopia”. Con esta expresión, recogida por Phillips (2018b, p. 13) y atribuida a una editora estadounidense, se alude a los peligros de que los partidarios de las teorías conspirativas puedan debatir en medios de comunicación masiva u otros foros de opinión, en igualdad con los demás sujetos. Si se permite esa equidistancia entre las mentiras sistematizadas de esas teorías y los hechos, será imposible distinguir lo cierto de lo falso (de ahí la alusión a la “fotocopia”).

Desde la visión anterior, cualquier hecho está encriptado (Taïeb, 2010) y funge como señal de teoría conspirativa. La imagen del “hombre del paraguas” es ilustrativa de este desdoblamiento de la realidad. Según recoge Bale (2007), muchas teorías conspirativas sobre el asesinato de John F. Kennedy hablan de un individuo que, en un momento de los hechos, abre un paraguas. Lo que para los profanos es banal, para los creyentes en la teoría conspirativa sobre la verdad oculta de ese magnicidio, ese hecho sirve de prueba, como un acto que forma parte de “una serie inflacionaria de piezas clave que se aducen en una u otra ocasión, cual pistolas humeantes” (Lledó, 2014, p. 384), o en palabras de la jueza Ben-Itto (2004), emblemas manufacturados.

Como conclusión de los puntos a) y b) puede señalarse la imbricación de sujeto y hechos en el marco de la teoría conspirativa. Siguiendo a Wood, Douglas y Sutton (2012), tanto el sujeto al que se le atribuye la teoría, como el ensamblaje de los hechos en la carcasa argumental, se imbrican en un marco donde caben ideas contradictorias. Es decir, el sostén de todas esas teorías es una idea de poder, y ese marco común a distintas teorías posibilita la aporía aparente de que haya individuos que pueden creer una cosa y la contraria. Son una suerte de “apéndices evocadores”, esto es, la tendencia a asociar cada nuevo hecho con el objetivo de la teoría conspirativa (Lledó, 2014), que impiden que las teorías conspirativas estén aisladas. Esos “apéndices” las unen entre sí y dan mimbres al marco donde reposan.

Propuesta de definición de teoría conspirativa

El furor de la resignificación descrito en los párrafos anteriores aboca al subjetivismo como columna vertebral del monólogo del conspiracionista. A partir de ello, puede definirse a la teoría conspirativa como una manera de razonar monológica que, para afirmar promesas vacías de causalidad, explota sesgos cognitivos y rumores en una carcasa argumentativa con trazos científicos (en un sentido amplio, pues pueden usarse términos de las ciencias sociales, filosóficos, etcétera), para investir a los sujetos y los hechos de la teoría de una alteración de la causalidad correlativa al don iluminador, predestinado, de quien la enuncia, o del creyente en ella.

Sobre este aspecto “predestinado” del enunciador de estas teorías, o de quien se adhiere a ellas, han de decirse unas palabras antes de pasar a analizar el tema de las caravanas. Taïeb (2010) sostiene, acertadamente, que las teorías conspirativas presentan rasgos de una providencia divina secularizada. Estas teorías otorgan “primacía absoluta del intencionalismo”, pero con una diferencia esencial: los teólogos construyen la idea de providencia basándose en la voluntad divina, mientras que las teorías conspirativas modifican esa retórica teológica. Así, el partidario de la teoría conspirativa intenta convencer mediante un discurso secularizado, aparentemente científico (Taïeb, 2010).

En este apartado se acepta esto, pero con un matiz. Las teorías conspirativas secularizan una mixtura del hado y de la predestinación, más que de la providencia. Y lo hacen no a modo de analogía –como traspone Taïeb (2010) con la providencia–, sino cambiando un rasgo sustancial. El giro está en el papel de quienes las enuncian y las creen. Para entender esto es de utilidad, a pesar de la disculpable vulgarización con la que se trata aquí la materia, el debate teológico sobre la providencia divina, en el que el jesuita español Luis de Molina (1535-1600) intenta conjugar ese término con el del libre albedrío, es decir, con la libertad del individuo en ese marco providencial.

La providencia divina, para este teólogo jesuita, es “la razón o concepción de un orden de cosas en relación a sus fines y que se encuentra en la mente divina” (Molina, 2007, p. 559), aunque Dios puede desplegar ese orden por sí mismo o por causas segundas o secundarias, en tanto dependientes de la primera causa (la providencia divina). Es en esa ejecución donde se inserta el libre arbitrio (Molina, 2007) y para salvar (concordar) el problema de la libertad, se establece que la providencia es el orden con vistas a un fin, sin incluir también el resultado. Quien es libre puede elegir entre querer algo o no (Molina, 2007). Dicho con otras palabras, cuando alguien se niega a hacer el bien, no es que esté colocándose en otro nivel de la providencia, sino que la providencia establece un orden y la libertad del hombre hace el resto, puesto que (por la diferencia entre la voluntad condicional y la voluntad absoluta de Dios) los hombres son libres de alcanzar su felicidad, pero también de pecar (Molina, 2007).

Puede parecer que esas consideraciones refuerzan la analogía de Taïeb (2010). Pero si se observa mejor, se comprueba que la conceptualización de la providencia divina está vinculada con la libertad del individuo, algo que, precisamente, las teorías conspirativas degradan y, en último término, niegan. Por eso en su construcción estas teorías se asemejan más a la ida del “hado”, que Molina (2007) reprocha por sus aires fatalistas. Incluso puede plantearse que quienes utilizan estas teorías para explicar hechos son una categoría moderna de los “predestinados”, individuos especiales no solo sometidos a la providencia, sino al camino absoluto de la salvación, sin libertad ninguna, “de ahí que sólo haya predestinación de aquellos que alcanzan la gloria” (Molina, 2007, pp. 562-563). Los enunciadores de las teorías conspirativas mezclan secularizadamente esos rasgos de fatalismo y predestinación, al investirse del don de ver unas conspiraciones casi omnipotentes, pero que solamente ellos son capaces de reconocer. Esto los coloca en un nivel de poder similar al que achacan a los causantes de los hechos conspirativos.

LAS TEORÍAS CONSPIRATIVAS SOBRE LAS CARAVANAS

En este apartado se analizan las consideraciones teóricas anteriores, presentes en las explicaciones sobre las caravanas. El estudio abarca el período del 12 de octubre, fecha de la salida de la primera caravana de migrantes de San Pedro Sula, Honduras, y hasta el 16 de noviembre de 2018, cuando los primeros grupos llegaron a Tijuana, Baja California, México. Además, aunque ese es el núcleo temporal a analizar, también se harán alusiones a una migración de abril de ese mismo año, ya que presentaba características similares.

La migración como tema divisorio es parte de un discurso mayor

La explotación de sesgos cognitivos y de rumores para desinformar y robustecer las teorías conspirativas, se suscitó a partir de una interpretación unívoca de la figura del migrante como parte de una “amenaza” desde la frontera sur. Ese fue el modo en que dinámicas en EE. UU. relacionadas con la política migratoria nacional, o las disputas electorales, se insertaron en un tema mayor, que establece una división irreductible entre nacionales y extranjeros, o como señala Yurchak (2018), los estereotipos del “verdadero patriota” contra el “agente extranjero”.

En Europa, páginas webs extremistas conectan esos parámetros con teorías conspirativas más amplias. Así, se ligan las caravanas de octubre con posibles oleadas migratorias, supuestamente preparadas desde los Balcanes, para ir principalmente hacia Hungría y de ahí, al resto occidental del continente (Hungary Journal, 2018). Este marco es clave para difundir noticias falsas sobre migración y convertir la oposición a este fenómeno en parte definitoria de una ideología nativista (Conspiracy Watch, 2018).

En la línea de dar continuidad al robustecimiento de un discurso que ordene sesgos y rumores al servicio de discursos políticos, desde fuentes de similar ideología se desinformó, ya pasado el apogeo de la crisis de las caravanas de centroamericanos, sobre el Pacto de Marrakech sobre migraciones (10-11 de diciembre de 2018), tal y como se conoce al “Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular”. A esta conferencia intergubernamental que sugiere directrices para que los gobiernos aborden el fenómeno migratorio, dejando a estos la libertad de si las implementan y de qué manera, se la señaló, por el contrario, como la primera piedra de una delirante (por ser materialmente imposible de implementar) “ley mundial” para que “los Estados perdiesen su política migratoria y aceptasen masivamente a migrantes” (Conspiracy Watch, 2018, p. 23).

En ese engarce de teorías, dicha retórica entronca con una idea aún más amplia, relacionada con la percepción de una “conquista” de países occidentales por migrantes (en Europa, musulmanes; en EE. UU., hispanos). Esta percepción se relaciona con el término “genocidio blanco”, como parte de un supuesto “Gran Reemplazo” de poblaciones nativas por migrantes. Sin embargo, esos maximalismos son tan vacuos como mortíferos, y han generado violencia política a ambos lados del Atlántico (Pérez Caballero, 2014a; Conspiracy Watch, 2018).

Es en ese sentido que desde plataformas de extrema derecha estadounidenses se caracterizaba a las caravanas de Semana Santa, previas a las de octubre, como un “esfuerzo coordinado y organizado” de infiltración (Hatewatch Staff, 2018). En lo que respecta a las caravanas analizadas, al menos desde el 16 de octubre, y de manera explícita el 22 y el 23 de ese mes, medios extremistas las describían en términos de infiltración (Shanmugasundaram, 2018). Con la cercanía de las elecciones del 6 de noviembre en el Senado estadounidense, la caravana de migrantes se utilizó como “un punto de inflamación volátil en el debate sobre la inmigración”, con vistas a que el tema fuera “galvanizante” y denigrara a los demócratas en los comicios (Semple y Jordon, 2018). Se repitieron tendencias ya vistas, al menos desde 2016, en las elecciones de EE. UU., y posteriormente en 2018 en Italia o en Brasil. Esos lugares muestran cómo las elecciones comienzan a suscitarse en términos de polarización y de irrupción de métodos y medios compartidos por individuos, grupos o Estados que asumen, en mayor o menor medida, esas y otras teorías conspirativas (Applebaum, 2019).

El problema de la versión oficial

En el contexto de las caravanas, las mismas instituciones oficiales formaron parte o amplificaron teorías conspirativas, en una vuelta de tuerca a cómo se entienden estas teorías, usualmente opuestas a la versión oficial. En abril de 2018, el presidente de los EE. UU., Donald Trump, comenzó a atacar a los migrantes centroamericanos principalmente en Twitter, repitiendo sus ataques en octubre, cuando dio incio el movimiento masivo de las caravanas (Semple, 2018; Hatewatch Staff, 2018). Los precedentes de abril de las caravanas de octubre conformaron un “arco similar” de miedos vinculados a “masas de grupos de migrantes”, que concentraban aspectos criminales, “vectores de enfermedades” o “agentes de terror” (Peters 2018).

Aprovechándose del tono críptico y del doble sentido que permiten las frases breves, o del efecto de arrastre que tienen los hashtags de la red social mencionada (Bertolin y Sedova, 2017), la cuenta oficial del presidente de EE. UU. llevó la microgestión al absurdo, narrando las etapas de las marchas y avisando de unos supuestos peligros ominosos. De modo partidista, en las semanas previas a las elecciones Trump extendió su discurso sobre las caravanas, como muestran sus tuits durante un mes, del 16 de octubre al 16 de noviembre de 2018 (Martin, 2019). De hecho, Lind (2018) pone esta reacción de Trump, al que tacha de “televidente en jefe”, en un juego de palabras con Commander in Chief, como un ejemplo de edición “B-roll”, en alusión a las imágenes que se superponen al discurso de una voz en off, para ilustrarlo.

Ese partidismo no solo se efectuó desde la presidencia, sino desde una institución oficial de seguridad como el United States Departament of Homeland Security (2018). Desde ese departamento se incluyeron sesgos como los explicados. En un documento oficial que pretendía distinguir los “mitos” de los “hechos” sobre las caravanas, esta institución pública estadounidense establecía como versión oficial hechos, sin concretar las fuentes; deslizaba alusiones a infiltraciones de la delincuencia organizada, sin especificarlas; repetía estigmatizaciones a la caravana, vinculándolas con individuos que en el imaginario estadounidense podrían ser terroristas; asumía el tratamiento de los migrantes como un todo homogéneo; o se basaba en clichés retóricos, como unos indeterminados “informes sobre el terreno de nuestros colegas extranjeros”.

Pero si observamos detenidamente el rol de esos “colegas extranjeros”, es decir, de los presidentes de los países por los que pasó la caravana, se observa precisamente un discurso hostil parecido al del homólogo estadounidense, fruto de la alineación ideológica de por lo menos los presidentes guatemalteco y hondureño. Por ejemplo, el presidente de Guatemala, Jimmy Morales, repitió el recurrente rumor de la entrada de miembros de una organización terrorista en la frontera México-EE.UU. (Silverman, 2016), algo que resaltó en una conferencia de presidentes centroamericanos con EE. UU. justo el día que iniciaba el movimiento migratorio (Tourliere 2018). Por su parte, en Honduras el gobierno culpó reiteradamente a “sectores políticos”, sin más datos que los disponibles al momento (La Prensa, 2018). Con estos tres presidentes con discursos alineados con las teorías conspirativas sobre las caravanas, era casi imposible que el tema no lograse presencia mediática.

Causalidades falsas (I): George Soros

En las teorías conspirativas sobre las caravanas es recurrente aludir a la presencia de Soros como figura análoga al mencionado “hombre del paraguas”; es decir, como un sujeto que, según quienes postulan esas teorías, da sentido a hechos aparentemente dispersos. A Soros se le investía de la capacidad de promover movimientos migratorios masivos, ya sea por su mera presencia carismática o mediante su influencia en organizaciones de la sociedad civil, tal y como recogieron medios de comunicación estadounidenses y europeos (Heath, Wynn y Guynn, 2018; Eurotopics, 2018).

Semejante peso semeja una “reactualización del mito de Rothschild”, en referencia al millonario judío que simbolizaba un control sobre el capitalismo/mundo (Conspiracy Watch, 2018, p. 16). Si nos seguimos retrotrayendo, también vemos en la retahíla de acusaciones rasgos de los Protocolos de los Sabios de Sión, el mencionado texto creado por agents provocateurs zaristas con el trasfondo del antisemitismo intelectual europeo de finales del siglo XIX y que aún continúa usándose obscenamente como prueba, indicio o revelación (Ben-Itto, 2004).

Esas características reunidas en torno a la figura de Soros, se ensamblan para el creyente en las teorías conspirativas con respecto a las caravanas, pues este individuo es judío, millonario, especulador financiero, financista y promotor de organizaciones de la sociedad civil. Rasgos inocuos en sí mismos, pero que el discurso conspirativo sistematiza y reordena.

Un cuarto de siglo antes de estos eventos migratorios estudiados, Thomson y Marray (1993) aludían a unos hechos que contribuirían a esta imagen paulatinamente mítica, en el peor sentido, de Soros. Por lo que parece, el financiero se jactaba de su capacidad de condicionar los mercados, al menos con el éxito suficiente como para hacerse millonario en los noventa del siglo pasado.

Los métodos para enriquecerse de Soros dieron lugar al término “Soros Exprés”, una expresión que se analizará más adelante. En Thomson y Marray (1993), “Soros Exprés” se utiliza de un modo no denigrante, simplemente para describir que Soros había logrado prever movimientos de mercados, generando un seguidismo de estas instituciones económicas, tendientes a encumbrar, cíclicamente, a gurús financieros. Pero este “Soros Express” cambiará su significado décadas más tarde para aludir, en el marco de las caravanas y con ínfulas de expresión original, a una supuesta financiación de las migraciones.

Albright (2018) estudió dónde y cuándo se inició este rumor sobre Soros. Así, el autor detecta precedentes en noviembre de 2016 y a lo largo de 2017, pero fija el 30 de marzo de 2018 como fecha de la ligazón de Soros a las caravanas, con la amplificación habitual de blogs, bots, trolls, etcétera, en meses siguientes (Heath, Wynn y Guynn, 2018).

En lo que respecta a las caravanas de otoño, Phelps (2018) explica que ya desde el 13 de octubre, el día después de la salida de la primera caravana, se detectó un tuit sobre Soros. También Heath, Wynn y Guynn (2018) sitúan en los primeros días (el 14 de octubre) la presencia en redes sociales de menciones a este individuo, relacionándolo con interpretaciones conspirativas sobre las caravanas mediante expresiones como “genocidio blanco”, la “intromisión judía” o la caracterización de los migrantes como “invasión”.

Unos cinco días después, miles de cuentas de Twitter con millones de seguidores aludían claramente al filántropo, la mayoría vinculándolo con teorías conspirativas sobre las caravanas (Heath, Wynn y Guynn, 2018). Diez días después del comienzo de los eventos, todo eso había eclosionado en diferentes teorías en las que ese individuo jugaba un papel en mayor o menor grado.

Incluso el 22 de octubre hubo un atentado con un artefacto explosivo improvisado en su casa en Nueva York, así como actos similares contra políticos críticos con Trump (Heath, Wynn y Guynn, 2018). Unido al atentado con 11 muertos en una sinagoga en Pittsburgh, Pensilvania, por un individuo de extrema derecha adepto a las teorías explicadas, se tiene cuanto menos un sustrato en el que las caravanas pueden insertarse en una campaña preexistente de desinformación para promover violencia.

Aunque las caravanas sean un tema americano, el entronque con el factor Soros y la polarización que generan en Europa los temas migratorios permite que, desde órganos afines al régimen ruso, se amplifiquen dichas teorías conspirativas. Así se hizo, por ejemplo, desde Sputnik, una agencia de noticias creada en 2014, en línea con el giro estratégico de Rusia tras la guerra de Georgia de 2008, por el que aquel gobierno implementaba una política de guerra asimétrica utilizando medios de comunicación e información sesgada, desinformación y el control de notas periodísticas para generar confusión (De Pedro e Iriarte, 2017). En la cobertura de las caravanas se puede observar, como caso práctico, el artículo de opinión de una periodista – por cierto, expulsada hace años de EE. UU. por espiar para Rusia–, lo que la ubica como esa figura tan olvidada hoy en día del agent provocateur. Con este caso el lector podrá familiarizarse con el funcionamiento concreto de estas teorías.

Peláez (2018) parte de niveles de organización de las caravanas que implicarían al aludido Soros, según las ya vistas falacias en las relaciones de causalidad. Esta autora niega cualquier posibilidad de conjuntar a individuos, si no es por una jerarquía planificadora y por los “apéndices evocadores” que reúnen actos dispersos para el no creyente en la teoría conspirativa. Puede agradecerse a Peláez, quizá para dar una pátina de respetabilidad al texto, la mención de sus fuentes. Así, Peláez (2018) alude a una serie de medios que vinculan a Soros con “la coalición de invasión refugiada llamada ‘Soros Express’”. Ya por sus nombres, sus fuentes resultan sospechosas:

  • En primer lugar, alude a un blog llamado Laicos de Honduras, que en realidad remite a una web fundamentalista religiosa llamada Infovaticana, que a su vez cita notas (sin referenciar el origen de tales fuentes) de esos tales Laicosdehonduras (2018). Lo que atribuyen a Soros es la planificación y financiación de las caravanas, a las que, efectivamente, denominan “Soros Express”. También su cabildeo para que los Estados aprueben medidas como la legalización de la marihuana y el aborto, o la promoción de derechos de LGBT, como si la aprobación de estas medidas en los países donde están vigentes, o donde se discute su implementación, no se debiera a diferentes causas. Por añadidura, Soros también promovería la infiltración en la iglesia católica de individuos vinculados a sus organizaciones civiles, como parte de una supuesta “agenda globalista que busca un nuevo orden mundial”.

  • En segundo lugar, con respecto al diario hondureño La Tribuna, no se encontró ninguna noticia que aludiera al papel de Soros en la organización de las caravanas. Si esa noticia existió, ya está eliminada.

  • En tercer lugar, se menciona Forosperu.net, una fuente extravagante por la nula relación de este país andino con los eventos (quizá, como Peláez es peruana, consideró adecuado traerla a colación). En cualquier caso, la única entrada que se encuentra al respecto es de mayo de 2018, en la sección “Actualidad Mundial” (sic) ( Haverluck , 2018). Recordemos que es a finales de marzo de ese año cuando comenzó esa vinculación entre Soros y las caravanas centroamericanas. La entrada está cortada y pegada de una noticia del 1 de mayo de 2018, de un portal llamado OneNewsNow.com. El enlace de la nota está roto y tampoco ha sido almacenado por páginas recolectoras de esa información, como Wayback Machine. Eso sí, podemos saber que la web pertenece a una empresa creada en 2007, pero con antecedentes en los noventa, fundamentalista cristiana, que “presenta las noticias diarias desde una perspectiva bíblica” (OneNewsNow.com, 2017).

Causalidades falsas (II): Activistas de derechos humanos

Esta es una variante un poco más refinada que la anterior. Más que aludir a que Soros fomenta esos movimientos migratorios, se considera que hay una especie de sinergias, unas veces jerárquicas, otras reticulares, entre distintos activistas de derechos humanos que tienen la suficiente fuerza para movilizar a miles de migrantes desde Honduras a EE. UU.

Es incuestionable que los movimientos de las caravanas suponen un modus operandi todavía por conceptualizar. Pero señalar que esto es un componente doctrinal novedoso es mucho más mesurado que postular nodos capaces de trasladar a personas entre fronteras casi a voluntad, tal y como han sostenido, al menos en investigaciones preliminares (Correa-Cabrera, 2019; Correa-Cabrera y Gómez-Schempp, 2019). Es mucho suponer algo así como una “operación de bandera falsa” para radicalizar el tema de migración o, incluso, para beneficiar, tras una cadena de causalidades demasiado tenue, a un “complejo fronterizo militar industrial”, una alusión que desarrolla Dear (2013) y que denota la hiperabstracción del eisenhoweriano “military-industrial complex”.

Antes bien, las organizaciones de la sociedad civil (OSC/oenegés) aludidas en esas investigaciones únicamente acreditan que hay actores con un trasfondo ideológico lo suficientemente interrelacionado y sólido como para alentar la migración y usarla políticamente. Pero nada más, y mucho menos si se desliza el factor conspirativo judío, y establece una equidistancia entre teorías plausibles y las conspirativas sobre las caravanas (Solalinde y Correa-Cabrera, 2019) conectándolas con lo que fuentes dudosas, como por ejemplo Peláez (2018), postulaban como un modo de “crear un caos” previo a la toma de investidura del nuevo presidente mexicano.

Frente a ello, se propone pensar la organización de las caravanas desde la doctrina del enjambramiento (Arquilla y Ronfeldt, 2000), definido militarmente como “la pulsación sistemática de la fuerza y/o el fuego por unidades dispersas, interconectadas, para golpear al adversario desde todas las direcciones simultáneamente” (Arquilla y Ronfeldt, 2000, p. 8). Trasponiendo esta doctrina, aplicada ya por los mismos autores a acciones de ONG (Arquilla y Ronfeldt, 2003), las caravanas se configuraron como un enjambramiento, entendido este como una manera de llegar a un espacio (la frontera) mediante grupos, con individuos caminando en bloques para favorecer su protección personal mediante su visibilidad grupal.

Esa posibilidad de relacionar unidades pequeñas, de familias y grupos de migrantes a los que pueden agregarse otros grupos e individuos a medida que avanzan y la capacidad para conectarlas, suponen un espacio no lineal, al reunir tecnológicamente grupos separados espacialmente (Arquilla y Ronfeldt, 2000). Esta forma de desplazarse encaja en la idea de “tomar la frontera” como meta o marca, como un lugar de reunión que reúna a los migrantes, donde lograr la suma de la “hipervisibilidad” (Lind, 2018). Dicho enjambramiento podría haber provocado una “apariencia amorfa, pero deliberadamente estructurada”, como igualmente se ha visto con la toma masiva de las plazas en muchas capitales mundiales, y que también han suscitado parecida “geopolítica de las conspiraciones” (Pérez Caballero, 2014b). Configurado, al menos potencialmente, como un “ataque desde todas las direcciones”, este operar posibilita un grado de autonomía nodeless, esto es, sin nodos directores (Arquilla y Ronfeldt, 2000).

Todo esto hace del enjambramiento de las caravanas una acción tan novedosa como icónica. Es más, puede observarse un soporte discursivo emotivo, aunque ambiguo, en la idea de América como ecumenópolis, en alusión a una posible ciudad continental, sin fronteras, lo que a su vez proporciona un discurso unitario al grupo de migrantes (Olmstead, 2018). Sea de base estoica o católica, puede incluso verse el día elegido para esa primera caravana de otoño, el 12 de octubre (Día de la Raza en Honduras, Columbus Day en EE. UU. y un día señalado en cada país americano) desde ese matiz simbólico, en la línea del lema de “todos somos americanos por nacimiento”, de impulsos religiosos como la tradición del “viacrucis” migrante (El Universal, 2018; Castillo Stgo, 2018), que proporciona un blindaje emotivo para las diferentes etapas icónicas.

Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el enjambramiento de las caravanas fue parcial, y casi podría decirse que no podría haber sido de otro modo, puesto que tal organización es inherentemente azarosa, e incluso la propia naturaleza del enjambramiento persevera más en su carácter nodeless que en su compacidad. La promoción de la caravana desde Honduras, más que “motivaciones y tintes políticos”, como acusaba el presidente de ese país, que incluso aludió a Venezuela como organizador en la sombra, parece fruto de un acompañamiento de una catalización previa. Desde esa perspectiva, el rol de un líder de derechos humanos hondureño que sufrió la clonación de su cuenta de Facebook (Besinger y Zabludovsky, 2018; Carrasco, 2018; Galván, 2018), implica la pregunta de quién estuvo detrás de ese hackeo, pero sin que ello signifique que quienes lo llevaron a cabo hayan sido los organizadores de este movimiento que desborda a cualquier organización de la sociedad civil.

Estos argumentos aconsejan descartar interpretaciones en las que, si se permite la expresión, se actúa como un detective absorto en indagar quién las organizó. Los marcos personalistas se topan con un fenómeno inherentemente incontrolable, puesto que ni individuos, ni, incluso, redes u organizaciones pueden generar algo que no está en la mano de generarse por nadie, como es el control de un movimiento tan masivo. Ni siquiera organizaciones transnacionales aseguran plasmar y mantener un movimiento de miles de personas en distintos Estados.

Igualmente, el modo de desplazarse descrito (grupos de individuos que promovían transitar juntos) propiciaron la agregación de cualquier individuo, aunque el perfil predominante fuese de centroamericanos (Stevenson, 2018). Pero ello no implica que todos ellos tuviesen los mismos objetivos. Al contrario, algunas decisiones supusieron que, por ejemplo, a principios de noviembre las caravanas se disgregaran en Veracruz (Hernández, 2018; Pradilla, 2018). Un riesgo verosímil para una población flotante, en algunos momentos de miles, con aumentos excepcionales en períodos cortos y el desconocimiento generalizado del número exacto de caminantes, precisamente como virtud y defecto de este tipo de enjambramiento. La supuesta férrea logística de líderes y organizaciones de la sociedad civil se disipó. Mientras algunos migrantes aceptaron la ayuda de instituciones oficiales mexicanas (como transporte o alojamiento), otros, predominantemente jóvenes y sin familia, se aventuraron por su cuenta (Pradilla, 2018).

Esta pluralidad del fenómeno tuvo su correlato en la respuesta de las autoridades de los distintos países implicados. En ocasiones, las instituciones migratorias centroamericanas dejaron pasar a los migrantes en masa, al igual que lo hicieron las autoridades mexicanas; en otras, las fuerzas de seguridad mexicanas desplegadas en la frontera sur reprimieron selectivamente a los migrantes (Lind, 2018; Ola, 2018; Sin embargo, 2018; The Associated Press, 2018). A su vez, a medida que avanzaban las caravanas, las autoridades políticas de dicho país ofrecían ayuda a los caminantes.

Quizás la única respuesta unitaria, al menos discursivamente, fue la de los tres presidentes mencionados (EE. UU., Guatemala y Honduras) y sus acólitos ideológicos, que manifestaron su postura de acuerdo con el mencionado núcleo conspirativo y en términos estrictamente de seguridad nacional.

CONCLUSIONES

Este artículo ha reflexionado sobre las teorías conspirativas, proponiendo una definición de ellas. Líneas arriba se las ha conceptualizado como un modo de razonar monológico, basado principalmente en sesgos cognitivos, mentiras y rumores, pero con apariencia de un razonamiento científico, en sentido amplio. Con ellas, quien las sostiene adquiere rasgos similares, en un sentido teológico secularizado, a los predestinados. Predestinado a ser el único que conoce esa verdad oculta supuestamente revelada.

Desde esa óptica se han analizado las grandes migraciones centroamericanas de octubre de 2018 a EE. UU. En ellas se han identificado la inserción de los mencionados sesgos cognitivos y de los rumores en el marco previo de considerar la migración como parte de un discurso político nativista; el papel de las autoridades (al menos de EE. UU., Guatemala y Honduras) como promotoras de las teorías conspirativas; y la adjudicación como protagonistas de figuras añejas, como la del “judío”, o de otras recientes, como las de los activistas de derechos humanos.

Frente a ello, se ha propuesto la doctrina del enjambramiento para explicar la novedad de ese fenómeno migratorio. Esa acción de migrar en masa no fue completa, y es difícil afirmar que pudo haberlo sido. Pero sí generó incertidumbre social, a la que se respondió con un enjambramiento mediático de las teorías conspirativas insertas en el mencionado discurso político previo.

Como conclusión, resta insistir en la pluralidad con la que deben comprenderse estos fenómenos. En el tema analizado hay envueltos miles de individuos, gobiernos de cinco Estados (Honduras, El Salvador, Guatemala, México y EE. UU.) y diferentes administraciones locales. Todo ello en una distancia de 4 980 km, la que va de San Pedro Sula a Tijuana, extensión casi equivalente a la de la antigua Cloyes-sur-le-Loir, de donde partió la evocadora Cruzada de los Niños del siglo XIII, y Jerusalén, su destino anhelado. Precisamente, las caravanas de octubre están cerca de movimientos de masas como esa cruzada medieval, como ya la relacionó Bellinghausen (2014), vía Marcel Schwob, con Honduras. En esa línea, puede remitirse al lector a la versión de Andrzejewski (1996), por el peso que, en el fenómeno de las caravanas, alcanzaron giros personales plasmados en malentendidos masivos. Unas caravanas de octubre que terminaron lapidaria y confusamente, como en la novela del autor polaco (Andrzejewski, 1996, p. 144): “Y caminaron toda la noche”.

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Recibido: 06 de Junio de 2019; Aprobado: 11 de Octubre de 2019

Translation: Miguel Ángel Ríos

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