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Frontera norte

On-line version ISSN 2594-0260Print version ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.26 n.51 México Jan./Jun. 2014

 

Reseñas bibliográficas

 

Espacio público y género en Ciudad Juárez, Chihuahua. Accesibilidad, sociabilidad, participación y seguridad

 

Claudia Carolina Zamorano Villareal

 

César M. Fuentes Flores et al., coords., Tijuana, El Colegio de la Frontera Norte/Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 2011, 352 pp.

 

Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social clauzavi@hotmail.com

 

Espacio público y género en Ciudad Juárez me pareció un libro útil, en la medida que permite problematizar preguntas hechas con antelación e invita a formular nuevos cuestionamientos.

Mís preguntas iniciales surgieron después de una estancia de ocho meses en Ciudad Juárez (1995), muchos años de reflexión en una investigación sobre vivienda popular en esa ciudad y la asistencia a la proyección del documental Señorita extraviada, realizado por Lourdes Portillo (2001).

Este video me parece uno de los mejores en el tratamiento de la inseguridad y los feminicidios en Ciudad Juárez. Hay una escena que me impresionó por su realismo poético y crudo: La madre de Rosario, una joven desaparecida, relata que después de buscar a su hija durante meses con amigos, en hospitales, la iglesia, la semefo y la policía, una mañana comprendió que su hija estaba muerta. Los mensajeros de esa noticia fueron un par de periquillos que la familia tenía como mascotas; y el anuncio de la muerte de Rosario se dio con la propia muerte de los periquillos. La escena es escalofriante: Ní la policía, el cura, los amigos o los médicos fueron capaces de decirle el paradero de su hija. Ante tal desolación como mujer, ciudadana y creyente, la madre de Rosario depositaría su confianza en un par de periquillos.

Por un lado, constaté que Ciudad Juárez es a todas luces un espacio de paradojas, incertidumbre y de impunidad, características que —como se demuestra reiteradamente en el libro que nos ocupa— no nacieron ayer, ni con la maquila, ni con la guerra contra el narco, sino que son producto de la sedimentación de prácticas sociales y políticas de larga data; originadas quizás desde la redefinición de la frontera entre México y Estados Unidos en 1848. Por otro lado, el video me invitó a preguntar: ¿cómo influye la estructura del espacio urbano en catástrofes como la sucedida a Rosario y, más ampliamente, en la construcción de ese espacio de paradojas, incertidumbre e impunidad?

El libro Espacio público y género en Ciudad Juárez fue una de las mejores vías para responder a mis inquietudes, actualizarlas y generar nuevos cuestionamientos. Sus artículos están fundados en diferentes interpretaciones de la encuesta "ciudad, espacio público y género", organizada por El COLEF de Ciudad Juárez en 2009. Está compuesto por ocho capítulos distribuidos en cuatro partes, inspiradas en los cuatro ingredientes fundamentales del derecho a la ciudad que, como césar Fuentes insiste, es más que el derecho acceso a la ciudad, sino también el derecho a participar en su producción y en la toma de decisiones sobre su destino y diseño. Estos cuatro ingredientes son: accesibilidad, sociabilidad, participación y seguridad.

Con referente a la accesibilidad, Marisol Rodríguez reflexiona sobre las nuevas centralidades urbanas de Ciudad Juárez y las experiencias disímbolas entre hombres y mujeres en dichos espacios. Así mismo, César Fuentes analiza la accesibilidad y la autonomía como parte de un derecho que no se está ofreciendo a las mujeres de esa ciudad.

En el tema de la sociabilidad, Julia Monárrez discute una de las paradojas de Ciudad Juárez como uno de los municipios de mayor generación de riqueza del país, gracias a la ya establecida infraestructura para industria maquiladora, y al mismo tiempo uno de los peor atendidos en materia de infraestructura urbana para sus habitantes. Además, muestra que los pocos espacios públicos que existen en Ciudad Juárez son del dominio masculino.

En lo concerniente a la participación, Elvira Maycotte complementa los datos de la encuesta "Espacios públicos y género" con otra realizada en 2006 en cuatro conjuntos de vivienda social situados en la periferia sur de la ciudad. Así resalta otra paradoja: mientras aumenta la cantidad de usuarios de los parques y espacios públicos ofrecidos por las desarrolladoras, no existe ninguna disponibilidad de contribuir a su producción y mantenimiento. Es decir, la participación ciudadana en la producción de espacios públicos habitables es limitada.

En la misma línea, María Eugenia Hernández y Fausto Gómez realizaron un trabajo de observación en Avenida 16 de Septiembre y Paseo Triunfo de la República, así como en plazas principales que en estas arterias se ubican. Calles de mucha importancia para Ciudad Juárez, los autores desarrollan una narrativa rica sobre sus características urbanas e interrelaciones sociales que en ellas presenciaron, enfatizando también en el peso del género en estas interrelaciones.

En el apartado de seguridad, Salvador cruz escribió sobre "El comercio sexual masculino de calle en el centro de Juárez", mostrando —otra vez paradójicamente— cómo este espacio de peligro latente es también un espacio de aprendizaje y de oportunidad para ganarse la vida. "La calle también puede ser peligrosa", decían los jóvenes dedicados al mercado sexual que hablaron con el autor en el marco de un interesante ejercicio de grupo de discusión.

Finalmente, Martha Pérez García y Sonia Bass analizan el uso del espacio público en el suroriente de la ciudad. La cuestión de la seguridad y el género se analiza en el contexto de la participación ciudadana y planeación urbana, permitiendo ver cómo estos dos elementos se conjugan para negar a la mujer el disfrute de los espacios públicos.

Si bien es cierto que el libro tiene algunas repeticiones de información; algunos puntos ciegos que no permiten entender cómo fueron realizadas y evaluadas las encuestas; así mismo, a veces ofrece pocos elementos de comparación para saber si la realidad de Ciudad Juárez es excepcional en el contexto mexicano o internacional; sin embargo, estos inconvenientes son compensados ampliamente con tres aciertos fundamentales: una reflexión teórica y empírica pluridisciplinaria sobre el espacio público, género y seguridad; una original utilización de la encuesta por cada autor y, finalmente, la inclusión de la percepción, el uso y el disfrute del espacio público de grupos de homosexuales, que en nuestro país son poco estudiados.

Señalé que este libro me ayudó a responder a una pregunta formulada hace varios años: ¿cómo influye la estructura del espacio urbano en catástrofes como la sucedida a Rosario (del documental de Portillo) y, más ampliamente, en la construcción de un espacio de paradojas, incertidumbres e impunidad?

El libro demuestra que en Ciudad Juárez existen pocos espacios públicos —tanto calles como parques y jardines— y que los que existen están abandonados o son poco accesibles. Un dato dice que existen 4.5 m2 de espacios públicos en Ciudad Juárez, mientras que la OMS recomienda 9 m2. Además, la encuesta muestra que sólo cerca de la mitad de las 488 personas entrevistadas dicen hacer uso de ellos y, la mayoría son hombres.

Así se revela una ciudad con grandes islas de soledad que incita al crimen y, si no, por lo menos al miedo que hace un efecto de espiral hacia un mayor abandono de los espacios públicos y, en consecuencia, a un ensanchamiento de las islas de soledad. "El vacío comienza a ganar la batalla", escriben Eugenia Hernández y Fausto Gómez (p. 249).

Además, los artículos muestran cómo las tendencias urbanas recientes favorecen la expansión de este archipiélago del miedo: en primera instancia, la lógica de construcción de vivienda social en periferias cada vez más lejanas produce una estructura urbana difusa, dejando baldíos no habitables ni transitables; por otro lado, el centro histórico —desafiando las tendencias de gentrificación en el mundo— es un espacio abandonado, donde los edificios están siendo destruidos y sin intentos de rescate. Quizá eso vendrá más tarde. Por el momento, hay un crecimiento incalculable de la inseguridad y el miedo.

Así mismo, los artículos permiten ver que no sólo la estructura urbana y la carencia de espacios públicos limitan la accesibilidad y el disfrute de la ciudad, principalmente a las mujeres. Otro factor es el sistema de representaciones sociales imperante en Ciudad Juárez. El primero son las representaciones en torno al miedo en la ciudad. Como señala Julia Monárrez (p. 165), 89 por ciento de la población entrevistada (hombres y mujeres) admitió no usar el espacio público por razones de seguridad; además, más de 70 por ciento concuerda en que el espacio público es más peligroso para la mujer. El segundo sistema que varios artículos trabajan a profundidad, es el de las representaciones en torno al lugar que le asignan a la mujer dentro de la familia y de la sociedad. Sólo señalo un par de datos: 56.6 por ciento de los hombres afirmaron que las mujeres no asistían a lugares de esparcimiento porque los hombres (esposos, parejas o padres) no las dejaban concurrir (p. 164). Lo sorprendente es que 43 por ciento de las mujeres coincidió con la apreciación. Este dato gana más peso cuando consideramos que 36.7 por ciento de la población económicamente activa ocupada en 2010 estaba compuesto por mujeres (Inegi). En efecto, hay una presencia muy importante de la mujer en el mercado de trabajo, pero no en el disfrute de los espacios públicos de la ciudad.

Entonces no sólo la infraestructura urbana desalienta el acceso de las mujeres a espacios públicos de esparcimiento, sino también el conjunto de representaciones que le dan un lugar en la sociedad y en la familia. Pero en este panorama pesimista, el libro ofrece también ciertas pinceladas de optimismo: por un lado, la nueva actividad social que Elvira Moyocotte, Martha Pérez García y Sonia Bass registraron en los nuevos conjuntos de vivienda social de la periferia sur de la ciudad. Así mismo, el uso intensivo del parque Burunda, donde las mujeres ganan terreno tanto en el comercio como en el disfrute (Eugenia Hernandez y Fausto Gómez). Finalmente, lo que ellos sugieren es la posibilidad que se vislumbra de apoyarse en los vecinos y amigos para protegerse de los peligros. Es decir, de hacer sociedad civil y no dejar —como lo haría la madre de Rosario— sus esperanzas de ganar el derecho a la ciudad (e incluso al ejercicio de ciudadanía misma) a un par de periquillos indefensos.

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