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Argumentos (México, D.F.)

Print version ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.20 n.54 Ciudad de México May./Aug. 2007

 

Dossier: América Latina ¿fin del neoliberalismo?

 

Prácticas clientelares y representaciones sociales en un barrio de la ciudad de Neuquén, Argentina*

 

Ana Matus

 

Universidad Nacional de Comahue, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Argentina.

 

Resumen

Este artículo expone que el Estado provincial neuquino (interpenetrado con el partido político hegemónico) resulta co–constitutivo del entramado social del barrio San Lorenzo Norte, encarnado en la figura de los agentes comunitarios; de esta manera, se genera una producción simbólica destinada a ocultar la dimensión militante de éstos y la marca de origen partidario del propio Estado.

Palabras clave: representaciones sociales, clientelismo, programas asistenciales.

 

Abstract

This article inquires the way in which the provincial State of Neuquén (interpenetrated with de hegemonic political party) turns out to be co–constitutive of the social network of the San Lorenzo Norte neighbourhood, embodied in the figure of the communitarian agent; there being generated a symbolic production destined to be occult their politically active side and simultaneously the brand of own State's partisan origin.

 

INTRODUCCIÓN

Las caracteristicas particulares del contexto socioeconómico de la provincia de Neuquén,1 así como los rasgos centrales de su sistema político son el punto de partida para comprender el espeso tejido de relaciones y representaciones que se han ido constituyendo en los sectores más carenciados de la periferia capitalina, donde la supervivencia cotidiana aparece claramente vinculada a la posibilidad de acceso a la asistencia. Mientras que el contexto socioeconómico se distingue por la configuración de una matriz productiva particularizada por la especialización de la economía en actividades de extracción de petróleo y gas, en un primer momento, con una fuerte presencia estatal y luego con la preeminencia de las empresas multinacionales extractivas; el sistema político se caracteriza por la interpenetración del Estado con el partido provincial dominante, el Movimiento Popular Neuquino (MPN),2 situación que le otorga una presencia omnisciente en la vida cotidiana de los neuquinos, presencia estatal–partidaria que aparece materializada en el barrio en la figura de los agentes comunitarios, quienes se ocupan concretamente de asistir a los beneficiarios de los planes sociales, a la vez que propagan visiones del mundo que refuerzan y naturalizan el estado de cosas existentes. Las prácticas asistenciales, que dependen de recursos estatales —mayoritariamente provinciales–dan lugar a interacciones que se configuran como clientelares.3 En lo que sigue, nuestro análisis se centra en las representaciones y prácticas de los agentes comunitarios.

 

EL BARRIO Y EL ANCLAJE TERRITORIAL

El origen del barrio San Lorenzo Norte,4 territorio de nuestra indagación, puede encuadrarse como una avanzada de lo que varios analistas5 denominan las nuevas manifestaciones en los repertorios de acción colectiva.6 Se refieren así a un novedoso abanico de movilización constituido por los cortes de ruta (piquetes), las revueltas populares en contra de autoridades provinciales o nacionales (estallidos), el asalto a comercios en contextos de graves crisis económicas (saqueos) y las ocupaciones ilegales de tierras seguidas por el desarrollo de un conjunto de organizaciones barriales, los asentamientos o "tomas". Son acciones diferentes de aquel repertorio clásico que giraba alrededor de los sindicatos y los partidos.

La ocupación ilegal de tierras —una "toma"— es la que dio origen al barrio en 1987, ya que San Lorenzo Norte es un barrio construido a partir de una apropiación de terrenos acaecida en vísperas de un acto eleccionario —a los que luego se sumó la usurpación de dúplex construidos por el estado provincial como una forma de alojamiento social.

En forma simultánea al proceso de precarización social y empobrecimiento que signaron la década de 1990, y el consecuente desempleo masivo, se va produciendo un movimiento de territorialización, de repliegue sobre el barrio que funge como fuente identitaria, dando lugar a las nuevas lógicas de acción e incluso nuevos actores.

En condiciones de existencia donde reina la precariedad, la inestabilidad de la vida cotidiana aparece como una característica sabida de los mundos populares. En este sentido, se postula que son las estructuras de lo relacional, ancladas en el barrio, las que aportan las principales formas de estabilidad.7 Desarrollando esta argumentación, en San Lorenzo Norte el entramado específico de relaciones institucionalizadas que actuan como soporte organizacional de sus habitantes aparece cristalizado en la delegación barrial de la Subsecretaría de Acción Social de la provincia de Neuquén.

En el lanzamiento, a mediados del 2004, del plan social denominado "El gobierno en los barrios" se hace evidente el reconocimiento por parte del Estado provincial de la nueva centralidad del espacio barrial y la necesidad de un (relativamente) nuevo sistema de políticas sociales. Así, la vinculación de la iniciativa gubernamental con el reconocimiento del proceso de desplazamiento hacia lo local, queda plasmada en el tipo de vinculaciones que se promueven desde las instituciones gubernamentales: vinculaciones que recrean el mundo inmediato de las pertenencias entre los habitantes del barrio y los agentes comunitarios (encargados de la distribución de la asistencia a los beneficiarios, con los que comparten la adscripción territorial como fuente identitaria).

La intención de este programa es que la ejecución de todas las políticas se haga a partir de los centros barriales, en los espacios denominados Centros de Acción Social y Asesoramiento (CASA) donde se implementa un primer nivel de admisión de la demanda. En estas unidades operativas se imparten programas de huertas familiares, capacitación y formación, talleres diversos y existe una representación de áreas gubernamentales tales como Salud, Trabajo, Cultura, Deportes, Vivienda y otros. Aparece la posibilidad de que los habitantes del barrio realicen en estas delegaciones trámites relacionados con dependencias del Estado, por ejemplo, el Instituto Provincial de Vivienda y Urbanismo (IPVU).8

Dentro de la Delegación de la Subsecretaría de Acción Social —lugar que los habitantes del barrio llaman "La Casita Amarilla" por el color con que están pintadas sus paredes—, quienes encarnan las estructuras gubernamentales en acto son los agentes comunitarios, por los cuales se materializa la presencia del gobierno emepenista dentro del territorio barrial. El trabajo diario es organizado por una Coordinadora. Los agentes comunitarios son quienes recepcionan las demandas de ayuda asistencial de los habitantes del barrio. Cada uno tiene su sector, las manzanas del barrio que les corresponden y de las que son el referente. En la Delegación trabajan ocho de estos promotores sociales (tal es el nombre con que se los designa comúnmente, aunque ellos prefieren autodenominarse agentes comunitarios en un intento de distanciarse de una posible —y odiada— identificación con los punteros o referentes políticos del partido oficial, entendidos en clave de clientelismo "duro").

Como capital específico, los agentes comunitarios9 de San Lorenzo Norte portan su inscripción territorial, su trayectoria en las redes barriales. Es importante resaltar que comparten el lugar de residencia como fuente identitaria, ya que es este elemento lo que les permite presentarse como parte de un mismo colectivo. Viven en la zona desde hace años, conviven con sus beneficiarios, como se denomina a quienes reciben la ayuda asistencial provincial. Plantean el vínculo desde estas redes vecinales y anclan también allí su presentación de sí mismos, en las representaciones del interés/desinterés en relación al bienestar de sus vecinos: interés en ayudarlos desde la solidaridad que motoriza sus acciones, desinterés en obtener algún beneficio personal:

[...] nosotros somos uno más, no nos creemos que estamos superiores a ellos; no, todos vivimos en el mismo barrio [...] nosotros tratamos de escuchar y ser amigos de las personas, que se hable, y poder entablar una relación más allá de lo que es una asistencia [...] el tema con la gente no solamente es el agente comunitario de decir "mi trabajo termina acá". La mejor satisfacción que tenemos en el barrio es que nosotros salimos de la puerta de la casa y casi el 90 por ciento de la gente va y nos saluda [...].10

Comparten la adscripción barrial con sus beneficiarios; y comparten entre ellos la adscripción partidaria: son afiliados al Movimiento Popular Neuquino. Dentro del ámbito partidario es donde se ha ido desarrollando su trayectoria, trayectorias laborales precarias e informales que acentúan la identificación como iguales con los vecinos. Nos referimos a que han ido implementando, como cualquier habitante del barrio, diversas estrategias de supervivencia. En estos casos, aparecen vinculadas a instancias partidarias: colaborando sin cobrar remuneración alguna al ingresar al juego político, actividad que a la larga los lleva a un puesto remunerado pero precarizado, que luego debería reconvertirse en estable: "pero lleva su tiempo —nos dice Omar— recién el segundo año se logra la planta transitoria [...] es como una escalera: contrato, planta transitoria, planta permanente".11

La mayoria de los agentes comunitarios entrevistados percibe subsidios que oscilan entre los $300 y $500. Su situación laboral no difiere de aquellos a los que asisten. Al igual que sus vecinos, aparecen inmersos en una lógica de inestabilidad y precarización. Esta carrera, en sentido informal, puede verse ilustrada en el recorrido que narra Mabel:

[...] ya tenía acumulado el trabajo comunitario en la escuela y al militar en la campaña del '99 me dan la posibilidad de estar acá: primero como 212812 ($150: limpiando, cebando mate; "colaborando"). Cuando vieron el trato que tenía con la gente, la afinidad que tenía, un conocimiento bastante amplio del barrio, me ofrecieron quedarme a trabajar como promotora social.13

Posteriormente, Mabel es ascendida a la coordinación del grupo de agentes comunitarios. Actualmente percibe un subsidio de $500.

Como esta, las historias se repiten: Omar inició su "carrera" en la Comisión Vecinal del barrio, luego como colaborador en el Concejo Deliberante y más tarde, participando en la Subsecretaría de la Juventud. Desde allí pasó a trabajar en la Delegación, donde por primera vez percibe remuneración. Antes combinaba sus "colaboraciones" con trabajos en diversos rubros informales. Como resulta claro, los promotores tampoco escapan a la lógica de los recursos estatales como instancias de integración, en tanto ellos mismos son contraprestadores de planes de asistencia.

Sin embargo, aparece de manera simultánea la negación de la vinculación entre las instancias partidarias y la situación como promotor gubernamental.

Yo no me gané mi lugar por la política [...] Yo a la política no le debo nada, mi trabajo me lo he ganado yo con mi capacidad. Ser afiliado del MPN es algo separado, nunca lo negué [la afiliación] pero no está relacionado. Me siento dolido porque si fueramos tan malas personas no estaríamos acá, no podríamos salir de nuestras casas [Carlos].

La fuente de legitimidad está colocada en el reconocimiento de los vecinos, en la eficacia con que cumple su tarea asistencial desde un sentimiento de entrega auténtica, de preocupación por la gente y ayuda desinteresada. El resto queda supeditado a la esfera de la política, ámbito que en el discurso de los promotores aparece escindido de la práctica cotidiana, de la esfera laboral. Aunque reconocen estar afiliados al partido provincial, sostienen que no hacen política dentro de su horario de trabajo.14 Como expresa Omar:

[...] un militante político se diferencia de un agente comunitario en que este último no les va a hablar de política, los va a escuchar, va a ver que necesidad tienen en caso de tenerlas o simplemente los va a ver porque no fue a buscar la caj a o el bono de gas. Punteros políticos son los que trabajan en política y van a hacer política, a hablarle a la gente de determinada persona. Trabajan haciendo campaña, pero sin ponerse de candidatos.

Cabría preguntarse si este sistema de asistencia no está comportandose como una máquina electoral, en tanto monta un aparato coercitivo con sanciones difusas, sostenido en la condicionalidad de la asistencia ligada al momento de elegir autoridades mediante el sufragio. Estaríamos entonces frente a un clientelismo "institucional" o "fino", donde las estrategias políticas —que se presentan universales en su discurso— propician la aplicación de programas de asistencia gubernamental que, de una manera sutil, buscan ser recompensados en las urnas. Como mecanismos resultan menos visibles que el intercambio explícito de favores por votos, y aun así resultan eficaces por sostenerse también en la incertidumbre de la vida cotidiana de la gente y en las expectativas que en ellas van generando.

En estas formas finas del clientelismo, los recursos asistenciales distribuidos suelen incorporar, como estamos analizando, un sistema de representaciones culturales que persiguen el fin de crear legitimidad tanto hacia quien da, como a la práctica clientelar como tal, es decir, más allá del vínculo particular y personalizado establecido.15

Como práctica, la asistencia que se brinda desde la Delegación y a través del nexo de los agentes comunitarios, se sostiene discursivamente desde el lugar de la universalidad, de la ciudadanía, de la igualdad de oportunidades. Dicho de otra manera, se niega explícita y enfáticamente que la ayuda asistencial llegue prioritariamente a los que están afiliados al partido provincial; por el contrario, se insiste en que el único requisito para ser asistido es la necesidad. Los ejemplos se suceden en las palabras de los comunitarios:

Se atiende a la gente sea del partido que sea, tanto si está afiliado al MPN como si no lo está [Omar]. El único requisito para recibir ayuda es que se esté necesitado, es por demanda espontánea. No tiene nada que ver si un chico sea del municipio o sea de los desocupados,16 sino que está necesitado [Mabel]. Hacemos algo por los que lo necesitan, se conoce lo que es el barrio, se conoce lo que es la necesidad [Carlos].

Aparecen algunas resonancias simmelianas. El núcleo de estructuración de la representación de aquel que tiene derecho a ser asistido, se define por la necesidad de ser socorrido: es la figura del pobre simmeliano, que se especifica en términos de sus relaciones sociales. Recordemos, sin embargo, que esta interacción exhibe ciertas características peculiares: si bien el punto de vista social de la asistencia sostiene que el Estado como institución tiene el deber de socorrer al pobre, este resulta —en tanto objeto de ese deber— eliminado como titular del derecho correspondiente; es decir, derecho a que los fines públicos de la asistencia —entendidos como el interés por la totalidad social— sean conseguidos. Quienes detentan este derecho son los ciudadanos.17

Podemos objetar que el pobre no sólo es pobre sino también ciudadano. Vemos en acto la antinomia sociológica del pobre que describe Simmel, y que involucra a los habitantes de los barrios en tanto objeto de asistencia gubernamental. Por un lado, aparecen como fuera o frente a un Estado del cual son el término extremo de la acción de socorro y, en este sentido, un objeto sin derecho. Pero también pertenecen en tanto ciudadanos a la unidad total política, se ordenan orgánicamente dentro del todo y son parte de la realidad histórica de la sociedad: ¿no sería lógico que desde esta posición de ciudadanía se aplique a los pobres y su asistencia el principio de administración autónoma de los medios públicos?

Sin embargo, parecería que esta tensión contenida en el conjunto recíproco de derechos y obligaciones que definen la relación se resuelve por el otro extremo; dicho de otra manera, en una suerte de "suspensión de ciudadanía". La gente —para parafrasear el término utilizado por la estructura gubernamental emepenista— que solicita ayuda a las instituciones de asistencia estaría reconociendo implícitamente su incapacidad de ejercer su condición de ciudadano, por lo que pasa a ser un beneficiario. Recordemos que es la forma en que los agentes comunitarios denominan a quienes reciben asistencia.

En términos más contemporáneos, Sônia Maria Fleury Texeira da cuenta del necesitado o beneficiario definiendolo como "un pobre político con el solo capital de su sufragio";18 el cual establece con el Estado una relación que se puede caracterizar como de "ciudadanía invertida". Este concepto, me parece, contiene en su formulación los rasgos de la antinomia sociológica simmeliana, en tanto la inversión de la ciudadanía supone la negación de la misma.

La noción de ciudadanía de baja intensidad, que propone O'Donnell, estaría también apuntando a un fenómeno como el descrito; si aceptamos definir a la democracia argentina como delegativa.19 Sin llegar a negar la ciudadanía, este concepto supone que la discrecionalidad rige los actos públicos, lo que da lugar a la institucionalización de particularismos y clientelismos diversos en un círculo vicioso que somete a numerosos pobladores a esta ciudadanía degradada.

 

AGENTES COMUNITARIOS Y TIPOS SOCIALES

Simmel20 señala que la sociedad empírica existe como procesos prácticos y realidades que se actualizan en las diversas interacciones sociales. Las estructuras sociales y culturales son conceptualizadas por parte de los individuos generando un conjunto de representaciones sociales que les permiten organizar su experiencia social, ordenar cognitivamente su mundo.

Podemos tomar la forma de socialización o interacción desarrollada por los promotores sociales, como ejemplo de la articulación entre lo individual y lo social: un complejo de relaciones recíprocas que involucran intereses y motivaciones que, al decir de Simmel, alcanzan realidad social en la sinopsis que se realiza en las formas de acción recíprocas, las cuales están influenciadas por el ambiente humano en el que están entramadas.

El promotor social, o agente comunitario, construye una representación de sí y de los otros; representación que organiza su experiencia social, es decir, le provee de un sistema de categorías para ordenar la experiencia social y funge como orientador de sus conductas.

El tipo general que va construyendo supone una operación por medio de la cual compone una imagen del otro —y de sí mismo, dentro de esa interacción. Al hacerlo, coloca al otro bajo una categoría que no coincide con este por entero y, de esta manera, construye generalizaciones sociales que funcionan como la base donde se entretejen las acciones recíprocas. En las sociedades diferenciadas se produce la aparición de la comunidad de intereses o de profesión, las cuales se constituyen en velos a partir de los cuales los individuos se ven a sí mismos y los unos a otros; base vital común que permite situar a los otros como habitantes del mismo mundo particular.

¿Cuál es el tipo general que construye el promotor social sobre aquel al que asiste, aquella figura que complementaría la relación de reciprocidad donde se sintetizan intereses y motivaciones?

El primer rasgo que los particulariza, en la representación del promotor social, es la necesidad: se trata de personas necesitadas, que les plantean una demanda para ver si se la pueden resolver.

[Consideran que trabajan para] la gente que está pasando una situación medianamente agobiada, no sólo en el tema laboral sino emocional también; porque tenemos casos de gente que se siente mal en lo que es anímicamente y no tiene ganas de levantarse siquiera, ni de ir a buscar trabajo [...] hay casos de necesidad, lo mismo que la gente que antes tenía trabajo y ahora se quedó sin nada [...] es gente que se siente o se sentían marginados [Carlos].

La tipicidad de aquel que necesita se construye alrededor de las mujeres y los jóvenes: el mayor caudal de demanda —dicen— empezó siendo el de las mujeres solas —mujeres que se sostienen solas o alguna que no tienen pareja estable, que va y viene—, allí se generó un foco y,

[...] pasando el tiempo, ahora son los jóvenes los que están demandando todo eso, hijos de mujeres que por esas cosas (de la vida) no se preparan o no estudian y van a cumplir el mismo rol que las madres con un agravante [...] que no han tenido a su padre o muchos vínculos familiares rotos y mucha cosa que está dando vuelta en la calle [Mabel].

Aun cuando tengan una mamá y papá presente, los jóvenes representan un problema para los promotores, en tanto "no tienen un incentivo y es difícil encontrar cómo incentivarlos". En términos de Castel,21 Mabel percibe en ellos la ausencia de inscripción del sujeto en estructuras dadoras de sentido, su desafiliación.

En este derrotero, la característica de la "falta de incentivo" se amplía como representación sobre los asistidos en general, y enraíza en una creencia generalizada de los promotores sociales que se refieren, de esta manera, a una significación donde se combina la idea del "conformismo" de la gente con la certeza de que "medianamente hay trabajo" pero "si uno no lo busca, no lo encuentra" (Omar).

Las expresiones, que se reiteran, reflejan la imagen de personas que, en alguna medida, serían responsables por la situación en la que están inmersas e incluso que pueden haber desaprovechado las oportunidades que se les brindaron por este rasgo de "limitarse" a sí mismas al dejarse llevar por la situación de necesidad perdiendo todo "autorecurso":

[...]por ahí le vas a dar este año, el año que viene y siempre vos vas a ir y va a estar en una situación que no cambia [...] hay gente que por ahí tiene ocho años de programa, ocho años de asistencia y no se modifica [...] y a veces se agrava; es como conformismo: "¿para qué voy a trabajar si me ayudan con la caja, el bono?" [Mabel se pregunta]: "¿adónde va la gente que hoy está en los programas?".

De manera implícita, actúa en la categorización que el promotor social hace del asistido, una clasificación que diferencia entre aquellos que "generan", es decir, que tienen "iniciativas" ya sea personales o familiares, aquellos que pueden ser incentivados a no quedarse en los programas; y los otros, los que suscitan expresiones de frustración o irritación porque "no generan", y que representan, según las apreciaciones que manejan los comunitarios, un porcentaje alto. Estos últimos evaluarían la relación costo–beneficio vinculado con los trabajos disponibles, ignorando el valor intrínseco —moral— del trabajo, que sí rescatan los promotores:

[...] porque si yo no me levanto, porque a mí no me gustaría ir a limpiar un baño a la terminal, o no me gustaría levantar la basura [...] pero si eso va a ser por lo que yo gane dinero para sostenerme y sostener a mi familia, lo voy a ir a hacer [dice Omar y Carlos]: sale de usted hacer [...] yo creo que va en cada uno [...] que la gente diga: "si hoy estoy en un programa voy a buscar mejorar un poco mi situación, salir a buscar trabajos, salir a buscar otras alternativas, poder hacer una changa [...] no sé si sirve [para terminar con la pobreza] pero ayuda".

En estos dichos, no se refieren solo a la actitud de buscar trabajo o changas fuera de los subsidios que reciben, sino también a la dificultad que observan para obtener la contraparte de los planes sociales, las contraprestaciones y que vinculan a esta "comodidad" de la gente que espera:

[...] si estás en un plan se te paga por trabajar [entonces] trabajá [...] ¿por qué no lo hacen? [...] porque no les interesa, porque 'si no labora el otro por qué voy a ir yo, si al otro le dan plata gratis por qué yo no [Omar].

Encuentran generalizada una cierta manera de pensar, que resumen en la formulación de "hacer algo sólo si voy a conseguir algo" que desembocaría en una actitud poco solidaria, de no pensar en los demás, de no conocer ni a sus vecinos del barrio.

Finalmente, podríamos vincular esta representación sobre el asistido con la trayectoria de los propios comunitarios en el sentido de que, leido en clave de iniciativa y generación, los promotores no desaprovecharon oportunidades: salieron desde un punto de partida similar, los planes, e incluso el trabajo voluntario por años en las instituciones del barrio, y llegaron a desempeñar una tarea importante en la comunidad. Tal vez no perciban que ellos probablemente porten destrezas de las que carecen —entre otras carencias materiales— aquellos que "no generan". Incluso la posibilidad de representarse un horizonte futuro, para sí y para sus beneficiarios y reflexionar sobre ello:

[...] gente que ha venido diez u once años en la 2128 y que ya es una mujer grande ¿qué sistema la va a contener dentro de unos años? [...] tampoco va a tener cubierta su vejez lo que va a llevar a no tener un buen ingreso, a no estar bien alimentada o sea se empiezan a generar problemas de salud [...] eso es lo que yo veo [Mabel].

Retomando a Simmel, en cada sujeto actuaría un a priori que contiene la idea de que cada individuo está llamado a ocupar un lugar determinado en el medio social, y que además este lugar que idealmente le corresponde, existe en el todo social. Fenomenológicamente, esta noción es la que permite la sensación de pertenecer a una sociedad, es el valor general de los individuos lo que les permite tornarse elemento social. Este supuesto, siempre siguiendo a Simmel, culmina en las sociedades diferenciadas en la idea de la profesión como una expresión de la vocación interior.22

En el caso de los promotores sociales, resulta de una claridad meridiana la manera en que opera esta categoría simmeliana en la manera como se ven a sí mismos: la tarea que desarrollan les exige una entrega ilimitada, cercana a la de ese cura misionero que Omar imaginó llegar a ser antes de dedicarse a ser agente comunitario. Esta valoración de sí queda aún más expuesta en la irritación que los invade cuando se les muestra una imagen que rechazan. Veamos.

Aquella afirmación de Omar que, de haber hecho otra cosa diferente a lo que hace, sería cura misionero, está lejos de ser una mera anécdota. Ella condensa un elemento fundamental de la manera en que el promotor social se ve a sí mismo, esto es la vinculación de la práctica que desarrollan con una vocación interior de cuidado de la gente. En ese sentido, consideran que esta disposición hacia el prójimo es algo con lo que ellos nacieron, algo que "se siente" y, por lo tanto, no se aprende, es innato:

Yo pienso que eso [ser un promotor social] se siente, que es un poco más de las horas de trabajo [...] realmente nuestra función de agente comunitario son las 24 horas, porque si hay una emergencia salimos a la hora que sea, si se incendia una casilla, si se volaron las chapas, estamos las 24 horas disponibles. Yo pienso que esa es la función del agente comunitario [Carlos].

A pesar de este reconocimiento de la entrega que les insume la tarea asistencial que llevan adelante en el barrio y el valor de la función que realizan, insisten —con humildad—en que no se sienten diferentes a sus pares; por el contrario, remarcan todo el tiempo que están al lado de la gente:

[...] nosotros somos uno más, no nos creemos que [...] estamos superiores a ellos, no, todos vivimos en el mismo barrio [...] no ser soberbios, nosotros tratamos de escuchar y ser amigos de las personas y poder entablar una relación más allá de lo que es una asistencia [Carlos].

En este conjunto de interacciones sociales, los intereses y motivaciones entretejen tramas que otorgan al promotor social una fuente de valor identitario, como admite Mabel:

[...] hay que cosas que usted tiene que vivir: mandarle un programa para una mamá que uno sabe que está con artrosis, que está mal; que siempre trabajó [...] que su marido la abandonó y se quedó con dos chicos y no puede trabaj ar y vos le decis "mamita, pudiste ingresar, vas a tener esta posibilidad" [...] eso a uno, a mí me llega, por que uno le está haciendo bien a alguien [...] y eso a mí me hace bien.

Claro que los recursos que distribuyen no son sólo materiales, sino que ellos resaltan los aspectos más inmateriales, como la posibilidad que le brindan a la gente de escuchar sus problemas. En este sentido, se produce un proceso de anclaje que los lleva a utilizar la figura del "psicólogo sin título" como la imagen a la que asimilan su práctica, tal vez una variación más moderna de la función de escucha confesional del eclesiástico:

[el promotor sería] un psicólogo sin título [...] porque la gente descarga con vos y vos tenés que recepcionar las dos caras: el día que está con pésimo humor y se la agarra con vos; o el día que viene y te cuenta por ejemplo que está embarazada o que consiguió trabajo [Omar].

Este "prestar la oreja" como parte fundamental de ser promotor social aparece también en las palabras de Carlos:

[...] ser medio psicólogo, porque por ahí la gente necesita ser escuchada [...] hay mucha gente que no tiene con quien hablar en su casa y viene con nosotros a charlar o por ahí un chiste [...] tenemos beneficiarios que por ahí nos han venido y nos han regalado cosas, regalos, ya sea para el día del amigo, para el día del padre, de la madre [...] o sea acá es muy amplio el tema con la gente, no es del agente comunitario de decir "mi trabajo termina acá".

Las preguntas sobre si la gente puede sentir la necesidad de devolver de alguna manera lo que reciben, revelan de manera casi casual la contracara de esta imagen de sí que ellos ponen en circulación, es decir, la vinculación con la dimensión político–partidaria de su práctica.23 Pareciera como si aquella figura desinteresada y solidaria en la que se ven reflejados se percibiera de repente manchada por intereses mezquinos:

[...] yo política no hago [...] yo pienso que [decir eso] es ganas de ensuciar a la gente que quiere hacer algo por los que necesitan [...] nosotros gestionamos, nada más [...] me molesta tanto porque yo no llevo a nadie de las narices [...] eso es tratar de embarrar a la gente porque no conoce a los que realmente la están pasando mal y no sabe bajarse y escuchar a la gente que tienen necesidad [Carlos].

La indignación que despliegan eleva al grado de acusación moral la pregunta por la reacción de los beneficiarios frente a la asistencia, preguntas que ellos decodifican como una inculpación de implementar prácticas clientelares. Llamativamente, nunca se mencionó directamente la palabra "clientelismo" sino que los entrevistados asumieron que hablar del agradecimiento de los asistidos y de cómo lo expresaban, era referirse a "la política" entendida como manipulación de la gente.

"Yo te hago una pregunta: ¿lo de ustedes es político?", dice Mabel, como para interrumpir la entrevista. No se puede comprender cabalmente esta reacción —que en algunos momentos llevó a peligrar la continuidad de la charla en términos amistosos— si no contemplamos al objeto social "clientelismo" como una representación consolidada, que circula dentro del imaginario de estos grupos y aparece como el fondo de teorías sobre la sociedad y el hombre, sobre el que construyen sus claves de interpretación. Tampoco podemos dejar de lado el hecho de que, desde el discurso oficial provincial, se ha atribuido al clientelismo ser la fuente de todos los males.

Desde esta mirada, el objeto social "clientelismo" designaría una manera perversa de hacer política, como producto de un interés personal que causa el deterioro de la política en general y que va siempre asociado a otro fenómeno conexo: la corrupción.

La irritación de los comunitarios lleva la huella de este criterio de evaluación despectiva sobre las clases populares —"la gente no es tonta", repiten—; a la vez que les resulta intolerable la mirada descalificadora, la acusación moral que creen escuchar sobre su tarea como una práctica espúrea:

[...] se fue llevando [la entrevista] hasta un lado político, por eso le digo [...] uno se siente dolido porque siempre lo he escuchado mucho [...] por ahí mucha de la gente habla por hablar y no conoce. Yo pienso que si fuéramos tan malas personas no estaríamos acá y uno no podría salir de su casa [...] Aparte nuestros mismos vecinos son a las personas que asistimos, entonces no podríamos salir a la calle [Carlos].

Cuestionar la definición que dan sobre su valor general dentro de la sociedad, les supone una amenaza a su posición, y en ello, a la utilidad social necesaria para que vivan su vida social, junto al reconocimiento público que buscan con su tarea. Como sintetiza Carlos: "cada uno está en donde debe estar, así como está el médico en un hospital, usted en su lugar y nosotros en el nuestro".

 

REFLEXIONES FINALES

Indagar en las maneras de supervivencia cotidiana que se despliegan en los sectores más pauperizados, nos ha llevado a la consideración de redes entretejidas por aspectos tanto materiales como ideales; tramas clientelares que cristalizan relaciones de fuerza y de sentido, que aparecen completamente naturalizadas en las visiones de quienes viven al día. Vimos como el barrio, el territorio, supone una forma de inscripción social —suerte de reafiliación reactiva a la crisis de las adscripciones identitarias tradicionales. Simultaneamente, queda expuesto como emerge la figura del Estado provincial como un factor activo del entramado clientelar anclado territorialmente.

Es ese Estado quien se está erigiendo en un nuevo tipo de soporte en pos de la estabilización de la experiencia de los habitantes de los barrios marginales: lo novedoso es que, desde las instituciones estatales, se implementa una modalidad de intervención —cristalizada en Neuquén, en el plan social: "El gobierno en el barrio" y los programas sociales derivados— que busca generar contextos de contención y crear subjetividades recreando espacios de afectividad y desinterés, diseñando programas que buscan el encapsulamiento territorial de los sectores "peligrosos".

Paulatinamente, advertimos como ese Estado (interpenetrado con el partido político hegemónico) aparece como co–constitutivo del mundo social contenido en las tramas relacionales y espaciales del barrio San Lorenzo Norte; y lo hace encarnado en la figura de los agentes comunitarios. Son ellos quienes, transfigurados en amigos y vecinos —sólo motivados por la comprensión y la capacidad de entrega a los necesitados— difuminan el poder directo de la política.24

El Estado provincial convierte a los mismos contraprestadores en ejes de la política social. A diferencia de otras experiencias nacionales,25 aquí se trata de una institucionalización de la figura del promotor social como parte remunerada del entramado de políticas estatales. Y de un Estado que se presenta como neutro, universal en su asistencia al necesitado.

Sin embargo, lo que resulta claro es que se genera simultáneamente toda una producción simbólica destinada a ocultar la dimensión militante de los promotores sociales, así como la marca de origen partidario del propio Estado. Como vimos, se intenta convertir el trabajo social en una actividad apolítica que, por encima de todo interés sectorial partidario, se dirige a lo universal del ser humano.

 

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Svampa, Maristella (2005), La sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo del neoliberalismo, Taurus, Buenos Aires.        [ Links ]

 

NOTAS

* Este artículo se basa en una parte de mi tesis de maestría: "Viviendo al día. Prácticas asistenciales, representaciones colectivas y visiones subjetivas en un barrio de la capital neuquina", presentada en 2006 en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), sede Argentina.

1 La provincia de Neuquén se encuentra en el norte de la Patagonia Argentina. Su superficie es de 94 078 km2, con una población de 474 155 habitantes y una densidad de 5.00 hab/km2. Está dividida en 16 departamentos y su capital es la ciudad de Neuquén, que según el último Censo Nacional (2001) tiene una población de 203 190 habitantes. Uno de los barrios carenciados del oeste de la ciudad es la zona de nuestro trabajo de campo.

2 El Movimiento Popular Neuquino (MPN) se constituye como partido provincial en 1961, llegando por primera vez al poder en 1963. Desde entonces, todos lo gobiernos electos han sido emepenistas. Para señalar una característica medular del sistema político neuquino debemos destacar que el MPN actúa como un sistema político en sí mismo al interior del cual se dirime la lucha eleccionaria: el partido es una fuerza hegemónica que contiene tanto el poder como la oposición.

3 Siguiendo a Trotta, caracterizamos a las relaciones clientelares como una relación donde hay, por un lado, una estructura normativa en que se presenta una igualdad aparente, y por otro, prácticas en las que se puede distinguir una cima, ocupada por quienes detentan recursos materiales y simbólicos, y una base, en la que se ubican quienes necesitan acceder a esos recursos para la cobertura de necesidades. Sobre el clientelismo, véase Miguel Trotta, Las metamorfosis del clientelismo político. Contribución para el análisis institucional, Espacio Editorial, Argentina, 2003; Pablo Torres, Votos, chapas y fideos. Clientelismo político y ayuda social, De la Campana, Argentina, 2002; Javier Auyero (comp.), ¿Favores por votos? Estudios sobre el clientelismo político contemporáneo, Losada, Argentina, 1997; entre otros.

4 La ciudad de Neuquén está dividida en 46 barrios. Los barrios más carenciados y con mayor población se encuentran al oeste de la ciudad capital. Entre ellos, se cuenta el barrio San Lorenzo Norte (así denominado por existir, lindante, un barrio denominado San Lorenzo Sur).

5 Entre quienes utilizan la noción de "nuevo repertorio" se encuentran Denis Merklen, Pobres ciudadanos. Las clases populares en la era democrática, Gorla, Argentina, 2005; Javier Auyero, La protesta. Relatos de la beligerancia popular en la Argentina de los noventa, UBA–Libros del Rojas, Argentina, 2002, y Marina Farinetti, "Violencia y risa contra la política en el Santiagueñazo: indagación sobre el significado de una rebelión popular", en Apuntes, núm. 6, Buenos Aires, 2000, pp. 77–126, y "Los significados del 'Santiagueñazo', un estallido social", en L'Ordinaire latino–americain, núm. 188, Tolouse, 2002, pp. 109–17.

6 Siguiendo la conceptualización propuesta por Charles Tilly, un repertorio de acción colectiva es el conjunto de medios de los que disponen las personas –como grupo particular de actores– para realizar reclamos. Estas "herramientas" para la acción son limitadas y sirven como un marco definido de la interacción social. Se gestan en una historia compartida y se constituyen como las formas aceptadas para expresar reivindicaciones, caracterizando una época.

7 Denis Merklen, Pobres ciudadanos. Las clases populares en la era democrática, Gorla, Argentina, 2005.

8 Diario Río Negro, 7 de abril de 2004, pp. 8–9 y 8 de abril de 2004, p. 30; diario La Mañana de Neuquén, 7 de abril de 2004, pp. 2–3. Entrevistas a promotores sociales, 6 y 16 de septiembre de 2004.

9 Debemos advertir al lector que los nombres de pila utilizados para citar a los entrevistados en este artículo son ficticios, siguiendo las convenciones propias de la sociología para resguardar la confidencialidad de los informantes.

10 Entrevista realizada en la Delegación de la Subsecretaría de Acción Social de San Lorenzo Norte a un agente comunitario (Carlos), 16 de septiembre de 2004.

11 Entrevista realizada en la Delegación de la Subsecretaría de Acción Social de San Lorenzo Norte a un agente comunitario (Omar), 16 de septiembre de 2004.

12 Se refiere a la ley provincial 2128, uno de los primeros instrumentos jurídicos —del país— de asignación de subsidios a los desocupados mayores de 18 años; promulgado legalmente en la provincia de Neuquén en septiembre de 1995.

13 Entrevista realizada en la Delegación de la Subsecretaría de Acción Social de San Lorenzo Norte a la coordinadora de los agentes comunitarios (Mabel), 6 de septiembre de 2004.

14 Uno de los agentes comunitarios comenta: "La parte militante se hace fuera del horario de trabajo: invitar a la gente a votar, informarles que hay una elección, qué es lo que se elige y qué es lo que se puede llegar a cambiar o seguir haciendo". Entrevista a Omar, 16 de septiembre de 2004.

15 Sobre el clientelismo denominado fino o institucional, véase Robert Gay, "Entre el clientelismo y el universalismo, reflexiones sobre la política popular en el Brasil urbano" en ¿Favores por votos? Estudios sobre el clientelismo político contemporáneo, Losada, Argentina, 1997 y Miguel Trotta, Las metamorfosis del clientelismo político. Contribución para el análisis institucional, Espacio Editorial, Argentina, 2003, en especial pp. 37–41.

16 Se refiere a su adscripción organizacional. El municipio responde a otro partido político (Unión Cívica Radical —UCR) y los desocupados están organizados como MTD e institucionalizados en la Presidencia de la Comisión Vecinal desde 2001.

17 Georg Simmel, "El pobre", en Sociología. Estudios sobre las formas de socialización, tomo II, cap. 7, Alianza, Madrid, 1986, pp. 479–520.

18 Sônia Maria Fleury Texeira, en Yazbek, María Carmelita, Classes subalternas e assistência social, Cortez editora, Brasil, 1993, p. 50.

19 Dice Guillermo O'Donnell: "Las democracias delegativas se basan en la premisa de que la persona que gana la elección está autorizada a gobernar como él o ella crea conveniente, sólo restringida por la cruda realidad de las relaciones de poder existentes y por la limitación constitucional del término de su mandato". Véase "¿Democracia delegativa?", Contrapuntos, Paidós, Argentina, 1997, p. 293. Entre otras cracterísticas, las formas delegativas de democracia suponen un Poder Ejecutivo muy fuerte y la dependencia de los otros poderes del Estado. La lógica que rige valoriza los resultados –como fuente de la legitimidad gubernamental— por encima de los principios y del respeto a la ley.

20 Georg Simmel, Sociología. Estudios sobre las formas de socialización, tomo I, cap. 1, Alianza, Madrid, 1986, pp. 11–56.

21 Robert Castel, La metamorfosis de la cuestión social, Argentina, Paidós, 1997.

22 Recordemos la frase de Georg Simmel: "la actividad social efectiva es la expresión unívoca de la calidad interior, la idea de que el fondo permanente de la subjetividad encuentra su objetivación práctica en las funciones sociales [...] el puesto es ocupado por el individuo en virtud de una 'vocación' interior, de una cualificación que el individuo percibe como enteramente personal", Sociología. Estudios sobre las formas de socialización, tomo I, cap. 1, Alianza, Madrid, 1986, pp. 54–55.

23 Los promotores sociales entrevistados dicen estar afiliados al Movimiento Popular Neuquino.

24 En esta línea de análisis, Laura Masson ha estudiado la acción de las manzaneras de la provincia de Buenos Aires, como una forma de despolitizar la política intentando despolitizar lo social. Su análisis se centra en la construcción de las identidades de género desde tres espacios específicos de poder: los medios masivos de comunicación, la creación de leyes y organismos estatales, y la implementación de políticas sociales desde la administración pública; en la provincia de Buenos Aires durante el periodo 1995–1999. Al respecto, véase Laura Masson, La política en femenino: género y poder en la provincia de Buenos Aires, Antropología, Buenos Aires, 2004.

25 Una experiencia con algunas características similares a la implementación del plan social neuquino, es el "Plan Vida" lanzado en la provincia de Buenos Aires en 1994. Sin embargo, las diferencias aparecen en la figura excluyentemente femenina de las manzaneras –como se les llamó a las mujeres que realizaban la distribución de alimentos– y en el hecho de que estas mujeres desempeñaban un trabajo no remunerado. Como consigna Auyero, las manzaneras no recibían pago monetario alguno por su trabajo, sólo el medio litro de leche diario y la ración de huevos y cereales semanales que se entregaban al resto de los "beneficarios". Javier Auyero, La política de los pobres. Las prácticas clientelisticas del peronismo, Manantial, Buenos Aires, 2001, p. 118.

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