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Sociológica (México)

On-line version ISSN 2007-8358Print version ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.36 n.102 Ciudad de México Jan./Apr. 2021  Epub Sep 13, 2021

 

Reseñas

¿Crisis agroalimentaria o crisis civilizatoria?

Elia Marúm Espinosa** 

Samuel Bourdeau*** 

** Universidad de Guadalajara, México. Correo electrónico: <eliamarume@yahoo.com.mx>.

*** IFP Training Représentation Mexique. Correo electrónico: <samuel.bourdeau@sygconsulting.com.mx>.

Mestries, Francis. 2019. ¿Crisis agroalimentaria o crisis civilizatoria?. México: Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco,


El libro consta de 390 páginas y está organizado en cuatro apartados que reúnen el trabajo de catorce autores, uno de los cuales es el propio compilador, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Azcapotzalco, en su primera edición publicada en octubre de 2019 en la serie Estudios de la Biblioteca de Ciencias Sociales y Humanidades de la propia UAM Azcapotzalco. En la obra se plantea de manera frontal y crítica una pregunta fundamental, no sólo para el sector agroalimentario sino para la sobrevivencia misma de la especie humana, que es tomada como título del libro y que lleva a trascender los informes de organismos internacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y sus perspectivas agroalimentarias, para ubicarse más allá de la descripción parcial de un fenómeno vital para la humanidad y escudriñar las verdaderas fuentes de la crisis no sólo agroalimentaria, medioambiental o de cambio climático, sino una profunda crisis civilizatoria.

La crisis civilizatoria es un riesgo que atañe a los fundamentos del sistema económico capitalista neoliberal dominante y cito a Edgardo Lander: “en cuanto patrón civilizatorio cancerígeno que lleva al crecimiento desbordado de una parte de la sociedad sobre la base de la sistemática destrucción del resto, una crisis que no depende solamente de la inviabilidad de un modelo socioeconómico, que a pesar de los evidentes límites del planeta, sigue explotando de forma indiscriminada los recursos de la naturaleza considerada como mero instrumento al servicio de las necesidades del capital” (Lander, 2019), pero que, como se ha reconocido, pone ya un claro límite a la especie humana y el tiempo para cambiarlo se agota.

La urgente reducción de la huella de carbono y mitigar el cambio climático, erradicar el hambre, mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible son algunos de los objetivos del desarrollo sostenible y la agenda 2030 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2015), y que son vinculantes para el gobierno mexicano, al ser un acuerdo internacional ratificado por el Senado de la República, por lo que su cumplimiento es obligatorio para México. El Sistema de Información del Mercado Agrícola (SIMA) proporciona datos para que los países tomen decisiones informadas, pero ¿son los países y sus gobiernos quienes toman las decisiones sobre el campo, sobre el sector agropecuario, o son los grupos mundiales de poder fáctico asociados al Grupo de los Ocho y al Grupo de los 20 quiénes en la geopolítica mundial deciden?

El campo mexicano y la crisis agroalimentaria

Los planteamientos y cuestionamientos de los ensayos compilados en este libro, así como los debates y propuestas de las y los autores abren una vía alternativa al pensamiento dominante, a la preponderancia del pensamiento ultraneoliberal que ha permeado la academia y a las propias ciencias sociales, sus modelos de conocimiento, sus instrumentos de investigación, su propia epistemología en crisis también, para dar evidencia de que el pensamiento crítico en la academia tiene lugar y se realiza con un enorme compromiso social. Por ello, es un referente indispensable no sólo para la academia sino para quienes están comprometidos con cambiar la realidad social en el campo mexicano.

La crisis agroalimentaria en México no es reciente, parece que transitamos en círculos, en una espiral que se agranda de forma repetida, reiterada, como si cada etapa fuera nueva y no continuación de una crisis permanente. Al inicio de los años ochenta del siglo pasado, el gobierno mexicano impulsó el proyecto del Sistema Alimentario Mexicano (SAM) para construir una salida a la crisis agrícola que el país vive desde la segunda mitad de los años sesenta, expresada en la pérdida de la autosuficiencia alimentaria y en la pauperización de gran parte de la población rural. Resulta paradójico y repetitivo que la crisis agroalimentaria se presente en este siglo, y que se siga presentando, al menos de manera oficial, por organismos nacionales y supranacionales como una incapacidad del sector agrícola para satisfacer las necesidades alimenticias de la población, en especial para abastecerla de granos básicos y oleaginosas.

La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural del gobierno federal, así como las perspectivas agrícolas 2019-2028 de la OCDE-FAO coinciden en señalar la creciente dependencia agroalimentaria, de México y de América Latina en general, a pesar de que el subcontinente es el mayor productor agrícola del mundo y se espera que su participación mundial siga creciendo. Pero además, Latinoamérica tiene el 57 por ciento de los bosques primarios del mundo, 50 por ciento de la biodiversidad mundial, por ello está en el centro del apetito de los grandes capitales productores de granos y cereales, en la mira de los intereses mundiales para apropiarse de estos recursos e insertarlos en la lógica de la crisis civilizatoria, de adjudicarlos a una minoría en detrimento de las mayorías.

En 2018 México importaba el 80 por ciento del frijol que consumía y el 85 por ciento del arroz que alimentaba a su población. El precepto constitucional de autosuficiencia alimentaria estipulado en el Artículo 4º constitucional, no ha sido el marco para las políticas públicas y la gestión de recursos al campo mexicano. La Comisión de Autosuficiencia Alimentaria del Senado de la República y otros esfuerzos legislativos que se siguen realizando, transitan en paralelo a una realidad que de facto actúa en el medio rural y que responde a un modelo ultraneoliberal depredador y saqueador, diferente al pacto social y al proyecto de nación establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a la cual se le han realizado reformas a modo para adaptarla a las necesidades, no de la población mexicana, sino de los grandes capitales nacionales y extranjeros, en este modelo de extracción y apropiación altamente desigual de recursos, base de la crisis civilizatoria a la que ya nos hemos referido.

Los autores de la primera parte del libro plantean con gran claridad que la crisis alimentaria se ha originado por tres causas: la producción agrícola que ha derivado a productos no alimentarios, en especial a biocombustibles, como lo exponen en la cuarta parte; por el financiamiento preferente a graneleras y grandes empresas agropecuarias y no a pequeños y medianos productores, y por la desviación de la tierra y su uso y el cambio en su propiedad, caracterizada según Blanca Rubio -autora de uno de los capítulos-, por el agotamiento de una forma de explotación y de despojo protagonizada por el capital financiero e impuesta por Estados Unidos, y por una gran concentración de tierras en el mundo, lo que es ya una amenaza para todas y todos.

La crisis agroalimentaria, como se señala, es un engranaje de la crisis económica mundial del sistema ultraneoliberal impuesto desde finales de los años ochenta, con un régimen que se ha basado en la especulación de los alimentos, en el despojo y la apropiación de la tierra, en convertir a los campesinos en una quimera, como lo menciona otro autor del libro, en empobrecer a la población en sus ingresos y en su alimentación.

La dicotomía entre producción de alimentos o producción de combustibles

En la cuarta parte del libro se presentan trabajos relacionados con un asunto crucial para el sector agroalimentario, y en general para la explicación más amplia de la articulación entre la crisis agroalimentaria y la creciente necesidad de producción de energéticos. Si bien en las dos primeras partes se realizan los planteamientos generales contextuales, teóricos y conceptuales y dan luz sobre el debate de la naturaleza de la crisis agroalimentaria y la del régimen alimentario y sus particularidades, en la concentración de tierras y las nuevas tendencias de la inversión extranjera en la agricultura internacional, es de acuerdo con nuestro criterio esa cuarta parte la que complementa los elementos anteriores y permite tener un panorama completo de la razón de la pregunta motivo del título, ¿crisis agroalimentaria o crisis civilizatoria?, ya que ahora, como nunca antes, la producción del campo se enfrenta a problemáticas fuera de la tradicional producción agroalimentaria y se ubica en la competencia con la producción energética. Es por ello que consideramos dedicar una especial atención a la reseña de cuarta parte de la obra. ¿Producción para biocombustible, para consumo animal o para consumo humano?

Respecto de los efectos de la volatilidad de los precios de los alimentos y del petróleo en la seguridad alimentaria, Julieta Sánchez Cano, experta en comparación de las consecuencias del uso de las diferentes fuentes de energía, explica cómo están interrelacionados los factores de los mercados energéticos y de alimentos.

Sorprenden las consecuencias del alza o de la baja de los precios del petróleo: al perder el equilibrio buscado se llega a afectar a la población de una manera u otra, en ambos casos; así, con una escritura que da fluidez a la lectura y sobre todo comprensión inmediata de los temas, Sánchez Cano nos hace pasar de un asunto económico a un tema de derechos humanos, tomando en cuenta un sinfín de factores.

Las diversas fuentes de información utilizadas abarcan, en parte, a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y el Banco Mundial. La autora cita a dichos organismos y pasa de uno a otro con tal agilidad que uno puede pensar que los tres son uno. Julieta Sánchez juega aquí el papel de “D’Artagnan” con sus tres mosqueteros, lanzándolos a la batalla no para el bien de una doncella, sino para el bien común: la seguridad alimentaria, la cual se encuentra amenazada por políticas públicas que tienen otras prioridades.

Las soluciones o pistas de solución que deja plasmadas en sus conclusiones, son sumamente interesantes y tan “fáciles” que algunos se encargarán de complicarlas para justificarse.

En el capítulo “Seguridad alimentaria y producción de biocombustible en Estados Unidos y México, ¿es viable la producción de biocombustibles sin afectar la seguridad alimentaria?” escrito por Arcelia González y Yolanda Castañeda, expertas en la interrelación entre “biocombustible y alimentos”, es interesante la forma en como quitan el estigma y las etiquetas a lo que se podría dar por hecho. En efecto, no todo es negro ni es blanco en el tema de las energías, es decir, esta dicotomía entre las energías fósiles y las renovables no existe como tal, sino que hay una escala de grises importante entre lo negro y lo blanco, como lo señalan las autoras.

Por otro lado, también refuerzan el discurso del trabajo de Sánchez Cano, en el sentido de fortalecer las políticas públicas a favor de la seguridad alimentaria. De hecho, se nota que existe un abismo entre las dos orientaciones de políticas públicas en cuanto al tipo de producción alimentaria, que se parece a la batalla entre David y Goliat.

Un punto importante al cual llegan es poner al ser humano en el centro de las preocupaciones y tratar de equilibrar los elementos para determinar cómo se puede avanzar en la resolución de los problemas tanto sociales como económicos. Así, entre las políticas neoliberales extremas y los flujos de exportaciones e importaciones, González y Castañeda nos llevan a entender, poco a poco, algunas partes finas de la relación entre Estados Unidos y México.

Surgen entonces preguntas como: ¿la seguridad alimentaria es de índole económica o de producción? Es decir, ¿es de exceso o de escasez? En su trabajo responden y permiten ver cómo los elementos se vinculan a la pobreza y a los derechos humanos, sin olvidar las políticas públicas y el tema de las inversiones.

El capítulo “Los retos frente al problema alimentario”, escrito por Michelle Chauvet y Rosa Luz González, tiene la estructura del pensamiento “a la francesa”, en efecto, entre otros elementos se cuenta con una introducción que claramente enuncia las partes que componen el desarrollo de las ideas. Ahí se ve reflejada la calidad de la relación de años entre la Universidad Autónoma Metropolitana y Francia.

Resulta estimulante el análisis que hace llegar a una conclusión que puede desestabilizar a unos y satisfacer a otros: lo que está pasando actualmente en varios países del mundo puede llegar a ser muy bueno a mediano y largo plazos. La crisis que provoca cualquier cambio, una vez que pasa ésta, puede desembocar en una mejora de la seguridad alimentaria, poniendo al ser humano en el centro de la reflexión, más que a elementos de índole meramente económicos.

En el análisis realizado en este capítulo los planteamientos vertidos en los artículos anteriores se ven reforzados, como por ejemplo, la idea de no olvidar los aspectos cualitativos de la alimentación, como el cuidado del consumo de los azúcares rápidos y lentos, incluyendo la preservación del medio ambiente con el asunto del glifosato. Lo que cambia drásticamente en este trabajo es que se nota que la mayoría está haciendo lo posible para revertir la tendencia actual y reforzar la seguridad alimentaria.

Nuevamente, no todo es totalmente blanco ni negro, hay una escala de grises que también aplica para los benefactores de este mundo. Sin embargo, hasta en estos casos existen matices que las autoras nos explican claramente. Como por ejemplo el hecho de estar financiados por países ricos para luchar contra la pobreza en naciones que se encuentran en vías de desarrollo.

Se regresa aquí a un concepto que González y Castañeda también abordan: la producción local de alimentos, que lleva a un consumo de calidad con platillos tradicionales. En este punto son loables los esfuerzos que realiza el Instituto Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (INDEPI), apoyado por la Unesco, produciendo libros bilingües español-lengua indígena, de los cuales existen tres sobre las recetas tradicionales, y según quienes tienen la autoría, está claro que se requiere de políticas públicas transversales, pues mejorar el consumo de alimentos no es únicamente un asunto de producción o de distribución, sino también y sobre todo de cultura. De hecho, la cultura alimentaria es un proceso complejo que implica cierta participación del Estado, y Chauvet y González son claras respecto de las acciones que se tienen que tomar en torno al tema.

Angélica Espinoza Ortega en su trabajo “La necesidad del estudio del consumidor de alimentos en México: una reflexión”, nos entrega un estudio interesante sobre los hábitos de los mexicanos en materia de comida y nos lleva a reflexionar sobre: ¿qué comemos?, ¿por qué lo comemos?, y las consecuencias de la globalización en torno a dichos hábitos alimenticios, entre otros temas relevantes. Esta reflexión resulta importante porque si bien se necesita cambiar las políticas públicas y privadas, quienes somos consumidores jugamos un papel importante y tenemos que actuar.

A modo de conclusión

Del análisis del libro sólo queda añadir un elemento vinculante: la participación de Francis Mestries ha sido fundamental para coordinar las ideas y darle estructura y sentido a la organización de los diversos temas abordados, como el económico, el social, el cultural y el energético, y que llegan a lo esencial en materia de seguridad alimentaria: el ser humano.

Para finalizar, citamos a Miguel de Cervantes: “lo que poco cuesta, aún se estima menos”. Esta cita permite ilustrar una posible respuesta a la pregunta que da título a la obra: es tanto una crisis agroalimentaria como civilizatoria, y es únicamente hasta que se vea cuánto costará realmente lo que representan las políticas públicas en materia de alimentos vinculados con los seres humanos con un equilibrio económico, que entonces se estimará el valor que tienen.

Por ello, el libro nos da una luz de esperanza, ya que plantea una alternativa a la crisis como la agroecología y la biodiversidad, a decir de Kostas Vergópulus, también autor del libro, todo puede cambiar, incluso la relación destructiva del capitalismo con el clima, pero dicho cambio no se dará de manera espontánea, pues debemos promoverlo, construirlo, y el pensamiento crítico y el debate que realizan las y los autoras(es) de los trabajos compilados, son un aporte a esta construcción y una evidencia de que las universidades públicas mexicanas y la academia son y seguirán siendo la conciencia crítica y lúcida de la sociedad.

Vale la pena leer y reflexionar cada uno de los capítulos de este libro con la certeza de que se encontrará la información necesaria y las opiniones sustentadas para entender la crisis agroalimentaria y la crisis civilizatoria de la que es parte, así como las vías para actuar en lo individual y en lo social.

La unidad Azcapotzalco de la UAM da muestra de su compromiso social al impulsar y apoyar este tipo de investigaciones, así como su publicación. Enhorabuena.

Bibliografía

Lander, Edgardo (2019). Crisis civilizatoria: experiencias de los gobiernos progresistas y debates en la izquierda latinoamericana. Guadalajara: Centro María Sibylla Merian de Estudios Latinoamericanos Avanzados en Humanidades y Ciencias Sociales (Calas)-Universidad de Guadalajara. [ Links ]

PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) (2015). Agenda de desarrollo post-2015. Objetivos del desarrollo sostenible. Disponible en: <http://www.mx.undp.org/content/mexico/es/home/post-2015/sdg-overview.html>. [ Links ]

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