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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

On-line version ISSN 2448-7554Print version ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.31 n.123 Zamora Jan. 2010

 

Reseñas

 

Melinda Rankin, Veinte años entre los mexicanos. Relato de una labor misionera

 

José Roberto Mendirichaga

 

Introducción de Miguel Ángel González Quiroga y Timothy Paul Bowman, traducción de David Toscana, Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2008, 278 p.

 

Universidad de Monterrey. Correo e:jmendirichaga@udem.edu.mx

 

Tengo sobre mi mesa el libro Veinte años entre los mexicanos. Relato de una labor misionera, texto de Melinda Rankin (1811-1888) editado originalmente en 1875 por la casa Chase & Hall Publishers, de Cincinnati. La misma autora había publicado antes un pequeño libro titulado Texas, 1850, que mostraba la necesidad de concentrar trabajadores evangélicos en Texas, "por su eventual influencia sobre México".

En la portada mantiene un grabado de Brantz Mayer que se encuentra en DeGolyer Library, de la Southern Methodist University, de Dallas, Texas. El grabado es de 1851 y muestra la ciudad de Monterrey enclavada en el Valle de Extremadura, dibujo realizado con caracteres de exotismo y realce de la naturaleza.

Los investigadores Miguel Ángel González Quiroga, catedrático del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León y Timothy Paul Bowman, candidato a doctor en Historia por la Southern Methodist University, de Dallas, Texas, son quienes se han abocado a este trabajo de rescate de un texto de valor histórico y teológico, que contiene también otros aspectos que deben analizarse para lograr una visión holística.

El libro fue publicado en julio de 2008 por el Fondo Editorial de Nuevo León, en una coedición con DeGolyer Library, el William P. Clements Center for Soutwest Studies y la Southern Methodist University, de Dallas. La traducción fue confiada al escritor David Toscana. Viene precedido por una amplia Introducción de González Quiroga y Bowman, la que explica quién era Melinda Rankin (personaje del que se ocupa Jean-Pierre Bastian en Los disidentes, Segunda reimpresión, México, fce, 1993). En la misma Introducción se señala la llegada de Rankin a México en 1865, que coincide con el Segundo Imperio Mexicano. Su descripción de Monterrey en el libro es un valioso testimonio de alteridad, además de que está escrito en bello estilo literario. Los editores advierten igualmente que el libro "está matizado con alusiones y metáforas militares", a la vez que dejan claro el espíritu de la época, en que protestantes y católicos estaban enfrentados. Explican también González Quiroga y Bowman el choque pastoral de ella, ministra presbiteriana, con Thomas Westrup, ministro bautista.

Antes de entrar al texto de Rankin, los editores destacan los distintos peligros a los que estuvo expuesta la misionera norteamericana en Estados Unidos y en México; la enfermedad y despedida de Rankin de tierras mexicanas hasta su muerte en 1888, en Bloomington, Illinois; y la valoración de la vida y obra de Rankin, con la perspectiva que dan los años. Hay que advertir, igualmente, que tanto en la Introducción como en el texto mismo de Rankin, las notas de los editores contribuyen grandemente a la clarificación de muchísimos puntos.

La estructura de Veinte años entre los mexicanos incluye veinticinco capítulos, escritos todos en un ágil estilo, no exentos de expresiones apologéticas a favor del protestantismo, que incluso pueden considerarse como despectivas hacia la religión católica. Esto, naturalmente, hay que verlo con ojos menos severos puesto que se trata de una época de abierta lucha por las conciencias, inscrito lo anterior a la luz del destino manifiesto.

Varios enfoques pueden encontrarse frente a este texto de 1875. En cuanto a lo teológico, habría que señalar que Melinda Rankin es una mujer de profunda fe cristiana. Vayamos a un conjunto de citas del mismo libro, para ilustrar lo anterior. "[...] como miembro del cuerpo de Cristo, aunque uno débil, tenía una misión que cumplir [.]" (p. 77), "[...] y yo confiaré en El para que sea mi guía y protector" (p. 87), "Los medios empleados fueron benditos, pues creíamos en la respuesta a las oraciones [...]" ( p. 92), "Me dediqué a mostrarles que la Biblia era el libro de Dios, y lo que El nos enseñaba en ella lo debíamos obedecer" (p. 106), "Parecía totalmente evidente que el Espíritu Santo estaba rondando toda esa tierra [...]" (p. 212), "De hecho, había sido un deseo mucho tiempo ansiado por mi corazón, que pudiera tener mi última morada entre los mexicanos, y con ellos alzarme en la mañana de la resurrección, como un testimonio de que había deseado su salvación" (p. 247), "[...] esperé a que la Providencia diera nuevas señales" (p. 249), "Y 'cerca de la cuarta vigilia de la noche', apareció Uno, que en otras escenas de prueba había llegado 'andando sobre la mar' de tormenta y calmaba mi ansioso corazón" (p. 250). Hay en esto, por parte de Rankin, ortodoxia en la doctrina, libre de los riesgos de subjetividad de revelaciones particulares.

Quizás habría que reiterar que la espiritualidad de Rankin se inscribe en ese Segundo Gran Despertar de principios del siglo XIX que mencionan González Quiroga y Bowman en la Introducción y en la nota 1 del texto (p. 63), espiritualidad que en el capítulo 20 de su libro analiza ampliamente Richard J. Woods en Christian spirituality. God s presence trough the ages (Maryknoll, Orbis Books, 2006), cuando afirma: "El efecto positivo en la fe de millones de cristianos no puede negarse, sin embargo. Estaba acompañado, la mayor parte de las veces, por un serio renacimiento de mística espiritualidad al cambio de siglo, que dejó un perenne impacto en todos los cristianos" (p. 240).

Inmediatamente después de lo anterior, está el aspecto histórico. Con el texto Veinte años entre los mexicanos, de Rankin, tenemos una historiografía enriquecida. Así, "A consecuencia de la inmigración europea, el catolicismo romano estaba ganando terreno rápidamente en esa porción del país, y el protestantismo norteamericano hacía llamados para contrarrestar esas influencias" (p. 80), "[...] pero permanecí en Mississippi, con algunos intervalos de ausencia, hasta 1846, tiempo en que nuestro país estaba en guerra con México" (p. 83), "[...] pues debía ir a Texas para luego poder entrar en México" (p. 85), "El vapor que yo esperaba trajo noticias sobre la invasión a Brownsville, por parte de indios, de carácter muy alarmante" (p. 98), "Con Miramón [...], el partido de la Iglesia no carecía de poder mundano" (p. 138).

"Juárez buscaba construir un gobierno de la gente, por la gente y para la gente" [...] (p. 139), "Cortina es norteamericano de nacimiento, y ha sido una especie de terrateniente en el lado texano del río Bravo" (p. 144), "Todos los puertos sureños estaban bloqueados [...]" (p. 151), "Pero la situación del emperador Maximiliano estaba lejos de ser placentera" (p. 157), "[...] era bien sabido que Bagdad se había establecido especialmente para los rebeldes, y era famosa por su arraigado odio contra los 'yanquis', como le llamaban entonces a la gente de la Unión" (p. 164), "Monterrey, a causa de su actividad comercial, era la ciudad más importante de esta porción del país, y contenía una población de unos cuarenta mil habitantes" (p. 183), "Como las iglesias de estos rumbos ya tienen quién las maneje adecuadamente, he convocado a cuatro hombres para que vayan a los estados de Zacatecas, Durango y San Luis Potosí [...] (p. 225), "En el otoño de 1871 comenzó una revolución, principalmente inaugurada por el general Treviño, gobernador de Nuevo León [...]" (p. 234). Esta historiografía de Rankin confirma muchos hechos y aporta una visión diferente; tal es su valor.

Pero está también el aspecto literario. El texto de Rankin es, en muchos párrafos, poético. Y esto lleva la obra a otra dimensión. "Como a mediados del cuarto día comencé a sentirme un poco como el peregrino Bunyan en la cueva del Gigante Desesperanza" (p. 91), "Tras varios meses de intensos sufrimientos, de cuerpo y alma, un nuevo aliento de vida se me otorgó, mediante una restauración parcial de mi salud, de modo que fui capaz de retomar nuevamente mis labores" (p. 94). Desde luego, los párrafos más literarios se asocian al profetismo derivado de la misma Escritura. Por ejemplo: "Pero cuando la luz del glorioso Evangelio del Hijo de Dios brilló en mi corazón, el deseo de su extensión por todo el mundo me poseyó por completo" (p. 76); o, "Aunque estaba llegando a una tierra de escenas nuevas y desconocidas, sentí la presencia de Dios a mi alrededor, y repetí los versos de madame Guyon [...]" (p. 99).

Otro enfoque que merece también Veinte años entre los mexicanos es el sociológico. Melinda Rankin tiene un preciso concepto sobre anglos, negros y mexicanos. Leamos: "[...] tenía la convicción de que mi misión se hallara entre los necesitados e indigentes [.]" (p. 79), "Mi experiencia con los mexicanos ha demostrado que son gente amable, si se les trata con amabilidad" (p. 143), "Aunque había enseñado entre un pueblo tan ignorante como la raza negra, aun así, nunca había encontrado en ningún pueblo un deseo tan fervoroso por la instrucción como el que encontré entre esta raza [...] (p. 174), "México debe evangelizarse sobre todo mediante la participación de los propios mexicanos, si bien necesitan ser guiados hacia el mejor modo de trabajar, y requieren una mente líder que los dirija. Son muy sumisos, y la mayoría se deja llevar pasivamente con consejos e instrucción" (p. 251), "[...] los mexicanos, por lo general, son gente sencilla e inofensiva. Siendo una mezcla de razas, encontramos características que casi no existen en otra nación. Tal vez domina el elemento indio [...]; sin embargo, se exhiben muchas particularidades del carácter español" (p. 259), "El afecto familiar es una característica prominente del carácter mexicano" (p. 262).

En materia de género, los editores Bowman y González Quiroga no dejan de señalar que Melinda Rankin representa el prototipo de la mujer fuerte y, en algunos aspectos, precursora de un moderado feminismo. Esto se advierte cuando Rankin establece: "[...] nuestro Maestro aún tiene trabajo para las mujeres en su reino terrenal" (p. 76), "No sentí ninguna desventaja por mi sexo [...]" (p. 77), "[...] sí diré que una mujer se mantuvo firme en un terreno que un hombre hubiese sido desposeído, y tal vez con la pérdida de su vida" (p. 265). Por otro lado, hay algunos aspectos que corresponden al enfoque cultural, que tienen que ver con la vivienda o la alimentación, como: "Todas las casas viejas se construyeron tan seguras como las fortalezas, pero algunas casas modernas están un poco menos protegidas" (p. 238); y "El principal pan de los mexicanos es la tortilla, un pequeño panqué de maíz , hecha más o menos como un pastel a la plancha, que las mujeres muelen entre dos piedras [...]" (p. 261).

Mas debo abordar, con base en el texto, lo relativo a las relaciones de las iglesias evangélicas históricas con la Iglesia católica en México. A pesar de que Melinda Rankin advierta: "Creo que es sabio, en la medida de lo posible evitar azuzar prejuicios en nuestras labores entre los católicos romanos" y no hay que atacar "[.] su religión, sino presentar la Verdad, y dejar que ésta haga su trabajo" (p. 252), existen una serie de fuertes juicios y expresiones contra la Iglesia católica, y particularmente contra el papado y el clero, que no pueden soslayarse. Hay que partir del hecho de que el libro en cuestión es un texto apologético, que destaca el valor de una fe y la contrapone a las otras. Leamos: "Aquí, me di cuenta, había un país justo en nuestra frontera en el que la luz de la Biblia se había excluido durante siglos" (p. 84), "[...] llevar la antorcha de la verdad divina a las millones de almas enterradas bajo los escombros de los errores y supersticiones papales" (p. 95), "Cuando puse mi mirada en ese país esclavizado por curas, mi corazón ansió su emancipación de la terrible tiranía de las leyes papales" (p. 107), "El espíritu del papismo estaba muy vivo, y en actividad violenta para contrarrestar mi influencia" (p. 133), "Aunque se retrase la victoria, la justicia y libertad triunfarán al final en total derrocamiento del error y los engaños de los curas" (p. 141).

Los calificativos y juicios contra la Iglesia católica y sus ministros continúan en el texto de la ministra presbiteriana: "Muchos corazones en México, estuve segura, ansiaban una religión que satisficiera las necesidades de sus almas" (p. 147), "[...] no tuve dudas de que muchas más almas preciosas serían removidas de esos dominios oscuros de error y superstición y llevadas al verdadero rebaño de Cristo" (p. 151), Monterrey "era centro de fuertes influencias católico romanas, y si plantar una misión donde la silla de Satanás parecía estar tan firme, era una pregunta vital" (p. 183), "No desde los gloriosos días de Martín Lutero, en los cuales la verdad divina electrificó a los sujetos ciegos de la iglesia apóstata hacia una nueva vida, ha existido un mejor ejemplo de su potencia que el que estamos atestiguando en el presente de México" (p. 202), "La Iglesia de Roma es tan diferente a la Iglesia de Cristo, como lo es el infierno del cielo" (p. 203), "[...] los curas les han dicho que eviten las enseñanzas de los protestantes más que al asesinato o cualquier otro crimen terrible" (p. 206), "¿Qué ha hecho el catolicismo por nosotros? Transformó la mayor parte de nuestra gente en fanáticos, ignorantes y necios [...]" (p. 216), "Muchas almas se han arrancado de las ataduras del romanismo, y han abrazado el verdadero evangelio de salvación" (p. 224), "[...] pero la Verdad aún vive, y triunfará sobre las tumbas de estas martirizadas víctimas de la persecución papal" (p. 255), "Los curas aún ejercen considerable control sobre una porción de las masas ignorantes" (p. 258).

Acerca de este proyecto de penetración y subsidio norteamericano protestante en México y de las difíciles relaciones entre las Iglesias evangélicas y la Iglesia católica, en mi tesis doctoral ("El Colegio de San Juan Nepomuceno, 1878-1914. Presencia de los jesuítas desde Saltillo", Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana, mimeo, México, 2007), he señalado, basado fundamentalmente en los conceptos de historiadores católicos y evangélicos, que se trataba de una mutua y correspondida animadversión (pp. 152-155 et passim).

Habría que recordar que el protestantismo histórico de Rankin mantiene lo fundamental en materia de fe y costumbres que sigue la Iglesia católica, difiriendo básicamente en el libre examen de las Escrituras, la presencia real sacramental de Cristo en la eucaristía, la negación de la confesión auricular en el sacramento de la reconciliación, y el rechazo a la hiperdulía y latría a María y a los santos (sobre todo en imágenes físicas), y la obediencia al sucesor de Pedro. Ahora bien, tal difusión evangélica debe entenderse también, en sus inicios, como un afán de penetración ideológica estadounidense en contra de uno de los pilares de la nacionalidad mexicana; y, posteriormente, como otra evangelización, más abierta y de libre interpretación escriturística, dentro del contexto de la libertad de cultos establecida en las Leyes de Reforma.

Al libro de Melinda Rankin, en esta materia, convendría hacerle un par de observaciones: El texto "El Padre Superior, que había sido el espíritu líder en esta persecución [...], tras arreglar todo contra mí de acuerdo con sus deseos, abordó el vapor Nautilus rumbo a Nueva Orleáns [...], y cuando el vapor llegó a ochenta kilómetros del Paso Sudoeste, un repentino vendabal lo azotó, y se fue a pique con todos a bordo [...]", contiene un fondo predestinacionista; y el que señala que "[...] apenas 'una de cada veinte muchachas' que entraban en estos enclaustrados dominios papales emergía con pureza de corazón y carácter" (p. 258), no deja de ser un prejuiciado párrafo.

Merecería también ulterior investigación lo apuntado por Rankin referente a la destrucción en Monterrey de una imagen mariana. Dice la misionera presbiteriana: "Durante el invierno de 1869 y 1870 los romanistas nos molestaron mucho. El 14 de diciembre, la noche antes de que comenzaran las devociones especiales para la virgen María, una imagen de la virgen, que se hallaba situada en una parte conspicua de la ciudad de Monterrey, fue derribada y rota en pedazos [...]. Mediante un muchacho vecino me enteré de que habían destruido la imagen de la virgen, y que se sospechaba que los protestantes eran la causa [...]. Nunca se supo quiénes fueron los causantes de la destrucción de la imagen. No creo que algún protestante haya participado en eso, aunque hicieron que así lo creyera la población. Muchos creen que los curas instigaron todo el asunto con el propósito de alzar una tormenta de persecución contra nosotros, para obligarnos a salir del país, o para que la turba nos asesinara" (pp. 228-230). En virtud de una serie de imprecisiones, se impondría un cotejo del texto rankiniano con otras fuentes.

Finalmente, hay que decir que Veinte años entre los mexicanos, de Melinda Rankin, representa un revelador texto que aporta una serie de elementos teológicos, históricos, literarios, sociológicos, culturales y de género acerca de la cultura fronteriza de este periodo, en donde algunas pocas inexactitudes históricas no llegan a afectar el rico relato. Al valor del texto se añaden, por parte de los editores, valiosas ilustraciones y mapas, además de la puntual referencia de selectas colecciones de archivos, publicaciones periódicas y fuentes secundarias. Se trata, pues, de una cuidada edición que debe estar en las buenas bibliotecas públicas y privadas de quienes se precien por tratar de entender este complicado fenómeno de la alteridad de la fe cristiana y las relaciones interreligiosas.

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