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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

On-line version ISSN 2448-7554Print version ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.30 n.117 Zamora Mar. 2009

 

Sección temática

 

Construyendo historias con nuestros cuerpos, para que nunca más permanezcan callados...

 

Dayana Luna Reyes*, Jorge Gómez Mancera**

 

* Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Correo electrónico: day2902@yahoo.com

** Universidad Autónoma de Barcelona. Correo electrónico: psicogeorge2003@hotmail.com

 

Fecha de recepción del artículo: 25 de junio de 2008.
Fecha de aceptación y recepción de la versión final: 28 de febrero de 2009.

 

Resumen

El presente artículo aborda una experiencia de trabajo que transitó desde la generación de un grupo-institucional para la investigación e intervención dentro de la problemática del VIH/SIDA, en el Estado de Hidalgo, hasta los intersticios subjetivos de sus actores a quienes dejó huella en ese caminar profundo que es el conocerse a sí mismos y a sí mismas en y desde la sexualidad en el intercambio con el campo de intervención social. Analiza los procesos de lo grupal y su atravesamiento con el problema del género; así como el lugar de colocación del interventor-investigador, que puede transitar por diversos discursos que permiten deconstruir su praxis disciplinar y su experiencia humana.

Palabras Clave: Cuerpo-género, VIH-SIDA, investigación, intervención, grupo.

 

 

UN ESPACIO CONSTRUIDO, EN ESPERA DE DECONSTRUCCION

 

Yo para todo viaje
voy ligero de equipaje...
Siempre nos hace soñar...
y casi olvidamos
el jamelgo que montamos...

Machado, El tren, 1912

 

Los espacios sociales pertenecen a un campo de construcción específico, son lugares prefigurados que construyen determinadas dinámicas humanas. Podemos decir que todo espacio social es construido por una cultura determinada, y aunque el sujeto olvide la construcción social del espacio no deja de estar inmerso en ella.

El olvido de la inserción, es en ocasiones parte de la dinámica del sujeto contemporáneo, pues la cultura globalizada invita a las dinámicas mecánicas que no se pregunten por su propio quehacer, y de la misma forma por sus esencias constitutivas. La ciencia social olvida muchas veces el camino y el vehículo que la transporta.

Algunos profesionales hemos tomado como opción científico-social y también como opción política, realizar intervenciones desde el replanteamiento de nuestro lugar en los espacios sociales del propio que hacer.

Tomamos en consideración, en primera instancia, la construcción cultural del espacio, posteriormente su construcción institucional y los correlatos grupales que lo constituyen. Ello permite que cualquier espacio social sobre el que se interviene resulte menos ajeno, y que por ende no olvide que las ciencias sociales se gestan en la interacción, independientemente de la disciplina, tendencia o corriente de intervención —aunque sabemos bien que sólo son algunas visiones las que toman este tipo de postura—, como es el caso de las reflexiones epistemológicas que hacen Berger, Luckman, Morin o Giddens. El científico social elige trabajos que se dirigen a la interacción con los objetos de estudio, y posteriormente toma también otras decisiones al realizar sus reflexiones sobre la realidad estudiada.

La decisión es un importante elemento que conforma posturas estratégicas dentro de la intervención en ciencias sociales; en este artículo tomaremos en cuenta el juego de decisiones que hemos tomado para una intervención concreta en psicología social. Los autores1 de este texto junto con el entonces coordinador (enero 2001) de psicología de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) Víctor Manuel Ortiz Aguirre, gestamos una propuesta de trabajo sobre VIH/SIDA para intervenir en la prevención, la difusión de información, el replanteamiento cultural en distintos ámbitos, las prácticas sexuales, los derechos humanos, y desde luego el género.

Nuestro punto de partida fue un taller realizado por Madhu Bala Nath2 para Naciones Unidas3 en la India: Gender, HIV/AIDS and Human Rights; un proyecto y manual que proponen un trabajo de prevención en VIH/SIDA4 que considere al género y a los derechos humanos como elementos fundamentales para el replanteamiento de acciones, experiencias, y prácticas de hombres y mujeres.

El taller fue recuperado en su versión original para la aplicación del taller vivencial, con la finalidad de formar alumnos de la carrera de psicología justo en un proyecto de intervención que se encargaría de aplicar el taller primero en comunidades hidalguenses y después en otras poblaciones.5

La edad de los alumnos y alumnas de la carrera de psicología a quienes se formó en el proyecto, oscilaron entre los 21 y los 28 años;6 comenzaban su participación una vez que iniciaban el proceso de prácticas de campo durante el cuarto semestre de su formación de licenciatura.

A lo largo de este texto destacaremos fundamentalmente el devenir del proyecto para comprender la construcción subjetiva gestada tanto en el nivel individual como en el grupal; el trabajo fundamentalmente se enfoca a desentrañar los entramados intersubjetivos que han constituido a las subjetividades inmersas en este proceso específico.

Para poder hablar de un proceso subjetivo grupal o individual, es necesario que coloquemos nuestro discurso a modo de esquivar determinadas construcciones subjetivas que propiciarían campos de atrapamiento en el momento de la redacción. Tomaremos en cuenta algunas palabras y/o términos que faciliten una descolocación o una forma de alejarse y reapropiarse del objeto.

Así, preferiremos omitir la designación alumna o alumno,7 ya que los colocaría en un lugar determinado y a nosotros también,8 ya que sería otorgarle fundamentalmente el lugar de un aprendiz, mas la relevancia está colocada en el proceso de vivencia subjetiva de los y las integrantes del proyecto; por ello quisiéramos de ahora adelante hablar preferiblemente de tallerista(s), pues nos parece un modo más apropiado para la labor realizada por las personas. De este modo, mientras se analiza su lugar como interventores, trataremos de dilucidar el proceso experiencial de las personas y el grupo.

Podemos así entender que el trabajo realizado con la propuesta Género, VIH/SIDA y Derechos Humanos tuvo dos objetivos9 fundamentales:

El primero como mencionamos, era fomentar la prevención de la infección por VIH/SIDA, desde la reflexión de los derechos humanos y el género de hombres y mujeres en la vida cotidiana.

El otro objetivo consistía en formar a estudiantes de psicología en la coordinación y observación grupal de estos talleres a partir de espacios de discusión y reflexión en torno a los temas centrales del proyecto: Género, VIH-SIDA y Derechos Humanos.

La elección de una propuesta internacional, otorgaba determinada perspectiva, pero debía ser tomada desde la experiencia del entorno, para volverse asequible a las circunstancias de él; los objetivos responden como vemos a propuestas diversas: 1. A la propuesta realizada por el UNIFEM; así como a las necesidades de reflexión de género que requería el estado de Hidalgo. 2. A la necesidad de prácticas de campo del alumnado en psicología de la UAEH.

Desde nuestra inserción a la universidad y a la comunidad de Pachuca Hidalgo, pudimos notar algunas de las construcciones sociales existentes, así como sus inherentes construcciones familiares, grupales e institucionales; estos visos desde 1998 al 2001, otorgaron formas de mirar a la comunidad en su totalidad. Los tres involucrados habíamos trabajado ya en las temáticas del proyecto, así que no es difícil comprender porque nuestro campo de mirada pudo reposar sobre la problemática.

Conocedores de nuestro interés, decidimos hacer coincidir el taller con las necesidades de la licenciatura en psicología y con las propuestas del UNIFEM, por medio del armado de un proyecto sobre el que se trabajarían los elementos especificados por el taller de Madhu Bala Nath, y que a la postre se denominaría Malinalli.10

El trabajo comenzaba desde demandas y/o propuestas institucionales, para generar un dispositivo que acogiera las peticiones institucionales, pero que además planteara una intervención social que permitiese a un tiempo investigar e intervenir en distintos niveles.

A conciencia de quienes finalmente quedamos a cargo del proyecto —la y el que escriben este texto— fuimos impelidos por el propio campo a realizar modificaciones a la propuesta inicial de la intervención. La decisión delante del acontecer investigativo, es el que otorga las posibilidades de una acción social, así que viendo necesidades y dinámicas concretas decidimos acoplar el proyecto a la comunidad.

Lo que antes era solamente encargo institucional se transforma delante del encuentro real con los sujetos de investigación, que ahora no solamente poseen sus propias demandas y necesidades, sino que poseen un constructo subjetivo que les pertenece y que debió ser leído antes de continuar la intervención. Es ahí donde aparece la decisión metodológica de acercarse a los sujetos desde una mirada que permita una nueva colocación del investigador.

La nueva colocación del investigador es la que permite hacerlo hablar de otra manera delante del campo, se intenta lograr una cercanía en el diálogo con él, y a pesar de que la voz final siempre la tendrá el investigador, al menos se intenta que éste sea consciente de ello. La toma de decisiones en el campo es una posibilidad metodológico-estratégica que permite diversas colocaciones delante de las personas con las que se interactúa; en este caso apuesta a que el campo se responda a sí mismo, antes de hacer propuestas externas que no correspondan con la realidad con la que se desea intervenir.

Conocedores de que el espacio que construimos es un espacio convenido y un espacio convocado, comenzamos a intervenir en él con la finalidad de que se construya y se deconstruya a sí mismo —en el sentido derridiano—; se trata de generar un espacio construido, que sea consciente de su propia construcción y que desde ahí pueda generar replanteamientos, que a su vez propicien replanteamientos en nosotros los investigadores.

Se trata de un dispositivo que abra las posibilidades del cuestionamiento y que no se cierre sobre sí, intenta dejar alternativas para escuchar a la palabra, a la comunidad y a la coordinación en novedosos discursos, lugares y subjetividades. El campo nos hace hablar, nos coloca en otro lugar y entonces nos regala algún nuevo tipo de subjetividad; ahí nos reconocemos, y desde ahí comenzamos la otra forma de hablar en y con el campo. La deconstrucción aparece cuando una edificación discursivo-subjetiva que es sacudida hasta cambiar las formas de decir en el mundo que hacen ser al sujeto.

La y el coordinador de Malinalli, hemos tomado como alternativa la deconstrucción, optamos por ella, después de la propia sacudida que nos otorgó el campo.

Las metodologías —ya podemos llamarlas en plural— cualitativas,11 ponen énfasis en este aspecto, sin embargo, la teoría cualitativa muchas veces permanece en los textos hasta que no es llevada a un plano específicamente práctico; el investigador difícilmente puede alcanzar a comprender lo que significa el trabajo cualitativo, hasta que no lo aplica, se desapropia de él, y lo vuelve a apropiar de alguna forma.

La metodología cualitativa recupera la experiencia de los sujetos desde su lenguaje (todas las formas de acción, comunicación y entendimiento del ser humano), en ello confluyen todas las disciplinas sociales, pero encuentra cada una su especificidad en el modo de cuestionar a ese lenguaje.

El cuestionamiento que ha surgido en Malinalli, primero fue para los investigadores, después para los talleristas quienes investigaban, y posteriormente un cuestionamiento para el propio campo; en este juego de interpelaciones es cuando y donde se decide por un tipo de práctica: mantener la interpelación, el juego dialéctico, y entonces comenzar a esbozar algo de lo acontecido en dicha interacción.

Lo recuperado en este proceso de Malinalli, es un aprendizaje dialéctico, que ahora se permite hablar desde el lugar de la coordinación para recuperar la experiencia enfáticamente desde ese lugar, para recuperar la percepción del proceso por el que pasaron los talleristas del grupo Malinalli a lo largo de siete años de trabajo.12

Pretendemos con este trabajo pensar la vivencia de las y los talleristas en su proceso de formación, en su proceso de intervención, y en su proceso de replanteamiento; es decir, intentamos dilucidar el proceso subjetivo por el que transita un tallerista dentro de un determinado dispositivo de trabajo, en este caso conocido como Malinalli.

 

EL PROCESO POR EL QUE TRANSITARON LOS Y LAS TALLERISTAS

La sustancia de cada ser
es impugnada por cada otro

Bataille13

 

Entrar a formar parte de un proyecto responde sí, en alguna medida, a una demanda institucional, pero desde otro lugar también se opta por ello. Las personas además de haber optado como propuesta de estudio por la psicología, optaron posteriormente por estar en el proyecto14 Malinalli.

Una vez inserto el o la tallerista, comenzaban un proceso de formación donde habría de experienciar en primer lugar el taller propuesto por Madhu Bala Nath, con algunos cambios hechos por el equipo de coordinación —como explicamos—.

En esa primera fase muchos(as) de los(as) talleristas vivencian el taller como una innovadora cosmovisión. Ello no es de extrañar, ya que reflexiona sobre cuestiones fundamentales de la subjetividad contemporánea (sexualidad, género, etcétera).

Las individualidades que participan en el grupo se encuentran cuestionadas en su propia dinámica subjetiva, se piensan a sí mismos, mientras piensan en el entorno que los y las ha construido como hombres o mujeres y los ha colocado en un lugar específico; esos lugares son los que serán cuestionados y muchas veces actuarán en la propia perspectiva de vida, que las y los hace descolocarse, para de este modo experimentar novedosas formas de estar sobre el mundo.

Sin embargo, el cuestionamiento permanece a lo largo de la formación, la vivencia del taller significó sólo el primer cuestionamiento de su proceso en el proyecto; la búsqueda bibliográfica, la reflexión teórica y el enfrentamiento con diversos campos otorgaban posibilidades para el replanteamiento de creencias, ideas, concepciones y actitudes subjetivas.

Sin percatarse, el grupo de talleristas cuestionaba de forma profunda sus propias conformaciones ideológicas, psicológicas, políticas, etcétera; la información les transformaba y la acción presentificaba la transformación, mientras permitía la deconstrucción de cada uno de los individuos del grupo.

Los jóvenes del proyecto hablan de una transformación individual, otorgada por la práctica. su individualidad quizá sea violenta, en alguna medida, ante el formato del dispositivo, pues implica una fuerte convivencia con el otro. Esto lo invita a construir otros discursos con respecto a sus discursivas experiencias íntimas en torno a la vida, la muerte, la enfermedad, el género y su sexualidad. Las edificaciones previamente armadas se desconfiguran y reconfiguran en la praxis social.

Los diversos grupos conformados (el proyecto debía cambiar de integrantes, debido al avance del proceso universitario de los talleristas) han hecho hablar a los sujetos de diferentes modos. Algunos han tenido por primera vez la oportunidad de hablar de esos temas que habitualmente carecen de un espacio en la comunidad, la familia, el colegio, los grupos de jóvenes o grupos religiosos, etcétera.

En la reflexión de diversos aspectos, los y las integrantes no dejaban de tener el cuerpo involucrado dentro de esta dinámica, mientras se preguntaban acerca de la construcción que la sociedad ha hecho del cuerpo; este proceso involucra aspectos fundamentales de la subjetividad, donde incluso se alcanza al propio cuerpo, en un análisis minucioso sobre su constitución. Los dispositivos pensados por Foucault son aquellos que en alguna medida insertan al cuerpo en una determinada dinámica; el dispositivo acá utilizado no quiso obviar el trabajo del dispositivo,15 sino aprovecharlo al máximo dentro de sus técnicas y estrategias de trabajo tanto internas como externas.

Podemos decir que el trabajo con el dispositivo de Malinalli se acerca a lo que menciona Huberman, explica que el trabajo en un proceso como éste consiste en un "proceso que integra y articula la formación inicial y continua, como preparación sistemática para afrontar las realidades básicas de la tarea y como motivación para un progresivo desarrollo de calidad y eficacia en cualquiera de los aspectos de la función que se desempeñe" (2005, 16).

Lo más interesante de esta definición posiblemente sea la noción no estática del proceso, es decir, la posibilidad de construirse en el devenir del proceso. Pero ese construirse tenía que ser considerado a partir del pensarse y vivirse en el aquí y ahora, desde, con, en y a partir de un cuerpo que tiene dimensiones biológicas, histórico-temporales, espaciales y simbólicas.

No se pretendía delimitar el ámbito del cuerpo a través de la palabra, de la razón o, como diría Foucault (2000), generar un cerco político del cuerpo, una vez más; sino abrir un campo disruptivo para pensar el cuerpo y sus atravesamientos de significado (culturalizados).

Las condiciones estaban dadas, a pesar (y decimos a sabiendas de la rigidez institucional que atraviesa todo proceso grupal) de que se trabajaba en un espacio-institución que obligaba a hablar desde el discurso académico sobre muchos aspectos que no se pueden delimitar. Sabíamos que para hablar de nuestros cuerpos no bastaba la palabra hablada, aprendida, memorizada; era necesario desplegar otras formas metafóricas16 del cuerpo a partir de lo no dicho, de lo omitido o de lo actuado a partir incluso del análisis del deseo. Eso rompía con la construcción-cuerpo que creíamos ya edificada.

Por ello, era necesario pasar por el proceso académico, la capacitación, pero también pasar por un proceso vivencial.

la capacitación se lleva a cabo cuando existe una actitud abierta de preparación constante para dar respuestas comprometidas, actualizadas y significativas, la cual cobra verdadero sentido siempre y cuando no se esperen resultados inmediatos, cuando no se crea que bajo el disfraz de un nuevo lenguaje ya se han abandonado situaciones rígidas y estereotipadas, incorporadas y repetidas durante largo tiempo (Huberman 2005, 17).

Era necesario deconstruir esos cuerpos desde los cuales ya nos encontrábamos hablando, era necesario vivirse y permitirse sentir, para volver a nombrarse y así crear nuevos y variados lugares posibles para el sujeto y su cuerpo significado. También el equipo de coordinación hubo de pasar por este proceso; hubimos de redeconstruir nuestras experiencias a partir de este descubrimiento de los otros, así como el novedoso descubrimiento que significa el campo de intervención. Éste nunca funciona de modo lineal, abre posibilidades y otorga siempre conocimientos novedosos.

Los espacios de reflexión, nos convocaron a trabajar a partir de la propia vivencia, a partir de la memoria histórica, colectiva y escrita en la piel del cuerpo (Anzieu 1998), como un discurso aparentemente único, que pedía ser leído desde diversos enfoques para irrumpir como un sujeto-objeto polisémico.

Si lo pensamos desde las ideas que guían el presente escrito, el taller convoca a los discursos que subyacen en las palabras y frases de las edificaciones subjetivas con que llegaron las personas participantes; una vez puestos sobre la mesa, nunca pueden ser recogidos tal como se colocaron, cambiarán necesariamente de manera irrepetible.

Las siguientes fases del proyecto poseen actividades que se realizan de manera conjunta. El grupo de talleristas después de haber sido formado, interviene en primera instancia únicamente aplicando el taller que él mismo vivenció; con ello está reviviendo su propia experiencia con el desconcierto de las personas asistentes, mientras está aprendiendo a escuchar, además de estar aprendiendo a hacer pensar a un grupo. Pues el taller no pretende dictar modelos a seguir, sino muy por el contrario, pretende ayudar a que ese grupo humano se piense y replantee sus relaciones humanas.

Uno de los elementos sobresalientes del trabajo del equipo tallerista (que también denominamos replicante) es justo su manejo de grupo y las inherentes devoluciones que propicia el dispositivo. Las devoluciones evitan ser invasivas; si bien se sabe que el taller justo está armado para movilizar, se pretende que lo haga desde la conveniencia específica del campo. En ningún grupo se habla de la misma manera, cada uno recibe un discurso ad hoc a su propia construcción discursiva; así, no será lo mismo una intervención con mujeres que se abocan al trabajo del hogar, que a hombres que realizan prácticas en lugares públicos, como carniceros, carpinteros, etcétera, o un trabajo con población que posee preferencias sexuales diversas (homosexualidad, bisexualidad, etcétera).

Una vez que él o la tallerista logran un manejo de grupo (cuando logra hacer devoluciones al grupo de manera pausada en su devolución y ágil en el análisis de la dinámica grupal), entonces entendemos que ha tenido un avance en la comprensión de las personas con las que trabaja. Ahí comienza también ya su proceso de investigación, por ello es que hablamos de que las fases posteriores a la inserción se encuentran anudadas.

Cuando ha pasado a realizar la investigación, el miembro del grupo tallerista, requiere de un espacio para verter los aprendizajes recibidos en la práctica, para de ese modo acabar de entenderlos en su totalidad. Para ello posee un grupo de retroalimentación donde puede analizar sus acciones, discursos y aprendizajes, del mismo modo poseerá otro foro de expresión que es la enseñanza del dispositivo a nuevos(as) integrantes del proyecto.

De este modo, el dispositivo se complementa a sí mismo sin viciarse, ya que el grupo se mantiene en interacción constante con el exterior; por un lado, la interacción con las personas a quienes se imparte el taller, y por otro, el nuevo grupo de formación. Así el grupo tallerista madura en su proceso a partir de una reflexión que la puede encontrar en grupos constantes (el grupo de retroalimentación, formado por sus pares y los coordinadores); en grupos cambiantes (en el grupo armado de nuevos integrantes); y en grupos efímeros (los grupos a quienes se imparte el taller). Los y las talleristas transitan por un largo proceso de aprendizaje que les permite transitar por una búsqueda intersubjetiva en torno a las temáticas, que insistirá, ahora de otro modo, su pensamiento de género, su concepción del sujeto contemporáneo, y desde luego le otorgará una propuesta de intervención desde las ciencias sociales y la psicología, con su inherente propuesta teórico-política.17

 

TESTIMONIOS O LECTURAS POSIBLES A PARTIR DE LOS DISCURSOS

 

Aún el más valiente de nosotros,
rara vez tiene el valor
para enfrentarse a
lo que realmente sabe.

Nietzsche, El ocaso de los ídolos (2009, 25)

 

Talleristas, es el nombre que hemos elegido para estas personas que han hecho esfuerzos de diferentes tipos por analizar su lugar en el mundo. Podría parecer sencillo que algún estudiante o investigador social trabajara a estas alturas sobre género, y quizá ello no representase un gran esfuerzo subjetivo; sin embargo, para la población de talleristas, el dispositivo Malinalli cuestionó profundamente la construcción singular de los participantes. No sabemos aún si se debió al tipo de dispositivo aplicado, o al tipo de población con el que se trabajó.

Ambos aspectos poseen elementos para responder afirmativamente. En el primer caso, pensemos que se trata de un dispositivo que invita a interactuar antes que a intervenir sobre el campo; uno de los aciertos que encontramos en Malinalli es justo su paulatino proceso de formación-inserción de campo.

Convivir con los pares puede resultar sencillo, pero no siempre lo es cuando resultan compañeros cercanos (sus propios compañeros de la licenciatura), en una comunidad con una población donde coinciden familias, personas y grupos constantemente en la calle, o centros de servicio (mercados, cafés, etcétera). Para el grupo de tallerista era una experiencia que contaba con este elemento que podría provocar sensaciones de incomodidad; más el trabajo también invitaba a tener una postura delante de la comunidad que invitase a construir nuevas posibilidades de relación (de género, de derechos, encuentros sexuales, etcétera) humana. El trabajo implicaba no solamente una labor de práctica de campo, implicaba también un trabajo con su vida cotidiana, pues era un trabajo que cuestionaba elementos subjetivos de su lugar en el mundo.

Los cuestionamientos iniciales comenzaron con el género; las y los talleristas al vivenciar el taller, se percataban de las repeticiones culturales que ellos y ellas mismas reproducían en sus comportamientos; ya sea con la pareja, con la madre, con el padre, con sobrinas o con sus amigos.

Hablar de género en un plano teórico es hablar en ocasiones solamente de una quimera, y no de una realidad donde hay seres humanos con cuerpo, con ilusiones, con discursos, con temores, con deseos, sobresaltos, vergüenza, asombro, amenaza, dolor, tristeza, amor, desengaño, aburrimiento, indeferencia, arrebato, violencia, pasión, enamoramiento, desdicha o con cerrazones. Los hombres, mujeres, niños y niñas a los que se enfrentaron las y los talleristas fue una pregunta por sí mismos(as).

La pregunta sí fue en su abordaje netamente singular, netamente subjetiva, pero delante del otro el abordaje singular encontraba resonancias y especularidades de las y los otros, se sabían a sí mismos en dinámicas que justo eran analizadas por los usuarios del taller que funcionaban como un reflejo para el grupo replicador del taller.

Para ello, el proyecto Malinalli dispuso de un trabajo de retroalimentación que funcionaba en los siguientes planos:

• Recuperar la intervención como tallerista.

• Realizar reflexiones sobre las estrategias y metodologías para ser trabajadas, a la luz de la intervención.

• Recuperar la experiencia subjetiva del/ a tallerista durante la intervención.

• Realizar retroalimentación del grupo para que la persona tallerista pudiese reflexionar sobre su propio proceso y las sensaciones que vivía delante de la formas de género que encontraba como parte de su propia subjetividad, pero a un tiempo como parte de una propuesta cultural con la que ya no concordaba (era un trabajo con sensaciones y experiencias ambivalentes).

• Hacer compromisos de elementos para ser trabajados durante la sesión de cada grupo (el principiante, el tallerista, y el que del grupo veterano).

• Hacer una revisión teórica que permita reflexionar las teorías de género y sexualidad.

Esta dinámica facilitó un trabajo directo con la subjetividad del grupo tallerista, fue por ella que pudimos conocer en profundidad su proceso y encontrar modos diversos de intervención en ese campo. El enriquecimiento de su proceso individual y grupal, otorgó posibilidades para que las estrategias de intervención tuvieran mejoras y fueran replanteadas constantemente delante de las realidades a las que se enfrentaba.

Al proyecto Malinalli, entraban mujeres y hombres con determinados cuerpos, y parecían transformarse a lo largo de la intervención; los discursos si bien son hechos con la palabra, son hechos por el cuerpo y tienen su génesis en un lenguaje que no puede ser más que emitido por el cuerpo. Los y las talleristas se encontraron un nuevo discurso, que no era siquiera el emitido por el discurso de la coordinación, sino era gestado de manera colectiva a través del grupo; ahí el cuerpo seguía estando, pero de distintas maneras, incluso su postura corporal hablaba de otro lenguaje, se atrevía incluso a jugar con lo que parecía estar sancionado por la cultura, los juegos entre varones cambiaron de tono, e incluso pudieron pasar del discurso que en ocasiones era claramente machista a un discurso abiertamente dialéctico, que perdía sus temores y dejaba de ver, en comportamientos genéricos, amenazas para la subjetividad masculina, como el comportarse delante de los otros con roles que culturalmente "le pertenecen a la mujer", e incluso realizar juegos con elementos homosexuales que hacía que estos discursos que alguna vez fueron amenaza, hoy sólo fueran parte de un discurso coloquial que se permitía ser de otra manera. Por otro lado, las jóvenes talleristas pudieron hablar incluso de su experiencia delante de sus parejas, que les permitió romper con tabúes que vuelven vulnerable a la mujer en la relación de pareja, como la práctica sexual sin protección, el maltrato velado de la pareja, el discurso seductor de lo masculino que parece ofrecer "amor" mientras desea sexo, etcétera. El grupo de talleristas creció rápidamente en las discusiones, incluso antes de que los propios coordinadores pudiésemos percibirlo en su magnitud.

El campo de análisis fue en gran medida el cuerpo, que es a quien encontramos cargado de simbologías que lo hacen ser uno u otro de acuerdo a discursos sociales establecidos. El problema humano del cuerpo, no es el cuerpo en sí, sino la diversidad de símbolos que lo acompañan y lo hacen ser un determinado cuerpo, más nunca el que es. será el cuerpo simbólico el que veremos, debido a nuestros condicionamientos ópticos que nos hacen mirar en una dirección de cuerpo bastante estrecha.

Cuerpo es más allá de la carne; cuerpo no es solamente el que vive; cuerpo no es solamente el que se ve; cuerpo es muchas cosas, pero antes que nada es una cantidad importante de formas simbólicas. Al cuerpo se lo mira con un deseo específico vendido por el marketing, al cuerpo se lo mira como deseando una raza específica (mientras que en la realidad se encuentra con otra raza humana que no es la que venden los medios masivos de comunicación); al cuerpo se lo mira desde la mirada médica; al cuerpo se lo mira desde la urbanidad; al cuerpo se lo mira desde los gimnasios que proponen un cuerpo sano; pero también un cuerpo "comerciable".

El cuerpo de estas miradas es el cuerpo que encuentra prohibiciones añejas, junto con las otorgadas por el mundo contemporáneo, como el cuerpo saludable, el cuerpo esbelto, el cuerpo musculoso, el cuerpo que huye de la grasa, el cuerpo que se siente culpable por no desear, y el cuerpo que se siente culpable por desear.

Al parecer, la culpa cristiana fue aprovechada por el marketing, y hoy la culpa aparece con sus nuevas formas, es la culpa por comer calorías, la culpa por verse desaliñado, la culpa por ganar peso, etcétera. El cuerpo sigue atrapado en la culpa, y antes que nada en la culpa derivada del género. El cuerpo masculino aun parece intentar mostrar la potencia y la virilidad, con símbolos concretos que lo representan, continúa buscando demostrar que puede en todo momento y que sus ademanes deben evitar sutilezas, para evitar emular lo femenino. El cuerpo femenino parece intentar demostrar símbolos de pureza, de belleza y de estética, que simulan un determinado tipo de deber ser pura, la eternamente bella (a quien se puede desear como una puta —según la cultura—), la madre o la eterna servidora de las y los otros.

El proyecto Malinalli hizo hablar a estos discursos mientras entraba en el campo del cuestionamiento a ese cuerpo-significado, las catexias (desde luego que hacemos referencia a las cargas de energía psíquica depositadas en ámbitos simbólico-afectivos propuestos por el psicoanálisis) parecían ir transformándose en otras alternativas, en una catexia que al menos reflexionara el problema de la culpa. El género es el lugar para cambiar la catexia sobre determinados elementos que hacen al cuerpo contemporáneo, Malinalli dentro de este proceso hubo de analizar las prohibiciones que lo hacían ser este sujeto-cuerpo del género.

¿Cómo hablar del cuerpo prohibido en el plano concreto y simbólico? Prohibido a partir de los atravesamientos institucionales, pero efectivizados a través de la estructura psíquica del sujeto. Para hablar de ese cuerpo, el sujeto del proyecto Mallinalli tuvo que hacer un recorrido diferente sobre sí mismo con el pretexto de compartirse ante los demás como un sujeto sexuado, con vivencias que lo colocan en un espacio histórico desde el cual ejerce el poder (en ese juego dinámico de poderes) y construye discursos como posibles historias que hablan de su cuerpo-prohibido.

El proyecto se configura como el espacio para lo no dicho, en tanto que lo no dicho es permitido en el juego de reglas académicas, con el pretexto de "racionalizar" aquello que sentimos y vivimos para poder aprender de aquellas experiencias que nos ayuden a facilitar nuestro camino en la prevención del VIH/SIDA.

El rostro inicial de los y las talleristas deja traslucir asombro ante los simples discursos para hablar de la sexualidad. Y justo es lo primero que el equipo coordinador observa, pues cómo iniciar este trabajo sin empezar hablando de sexualidad. El titubeo es lo primero con lo que el equipo coordinador se encuentra, ruborizaciones, tartamudeos, temor de levantar la voz o, por el contrario, voces seguras que reproducen los estereotipos establecidos para el género.

El papel de los coordinadores era devolver estos elementos al grupo, como una forma de establecer lazos de trabajo y de análisis. Desde el inicio, se planteaba al grupo la tónica y estructura de trabajo: un trabajo discursivo que ponga en entredicho nuestras edificaciones discursivas (subjetividad); esta aclaración permitía no invadir esa subjetividad sin que existiera el consentimiento para participar en el desarrollo del proyecto.

Curiosamente, eran pocos los alumnos y alumnas que después de conocer la modalidad de trabajo desertaban; la mayoría de ellos conocía el proyecto con anterioridad y había sido atraído por los comentarios existentes.

Algo de su propia subjetividad le convocaba a participar en un proyecto que implicara la sexualidad, el género, la enfermedad, la vida y la muerte. Podríamos preguntar si estos temas convocan a cualquier sujeto; y quizá podríamos responder afirmativamente; pero también existe otra pregunta ¿quién se interesa por el tema?, de manera que decide hablar de él, aunque le produzca asombro, confusión, dolor o simple curiosidad. Éstos son justo los sujetos que acudieron a la convocatoria abierta sobre las temáticas.

La convocatoria de los discursos era el propio dispositivo del taller: vivenciarlo, antes de comenzar su aplicación (como explicamos).

Al inicio, el cuerpo sostenía una postura expectante, pero ante el desarrollo del taller-dispositivo comenzaban los cuestionamientos en torno a su construcción genérica. Muchas de las mujeres participantes se descubrían "obligadas" a reproducir el lugar genérico asignado por la cultura, intentaban colocar el cuerpo con temor a mostrarlo; mientras, los hombres mantenían muchas veces esa postura firme de mi cuerpo no puede ser invadido, la propia rigidez del cuerpo lo decía.

La experiencia de haberse construido a partir del género —en tanto construcción aparentemente ya dada, ya edificada, como una institución inapelable— inundaba el discurso. Esto aparecía justificado desde explicaciones naturalistas (en tanto biologicismos fundantes), hasta explicaciones mágico-religiosas que ponen al cuerpo y su uso en el lugar de lo mítico, lo sagrado, lo divino (como puede ser el objetivo de la reproducción-creación de un nuevo ser como producto de la cópula). ¿Cómo desestructurar el discurso sobre el género si no es a través del análisis reflexivo del absurdo en la relación con el otro y con su mismo cuerpo?

Poco a poco, la rigidez se transformaba para generar la identificación del cuerpo propio y el del otro. En el espacio no sólo se escuchaba lo permitido, sino historias que estaban veladas y tomaban su curso para ser expresadas de cualquier forma, por cualquier medio. La expresión del cuerpo y su vivencia se hace a través de las múltiples posibilidades que tenemos (conscientes e inconscientes) para hacernos presentes en los otros.

Conforme avanzaba el taller, el equipo investigador notaba cómo los cuerpos comenzaban a titubear. El grupo se abría ante distintas formas para ser mujer o ser hombre; esta percepción partía sólo de cuestionamientos y juegos corporales, pero jamás de verdades consideradas como únicas. Esas posibilidades titubeantes de los cuerpos eran un desacomodo de los discursos del edificio. Los cuestionamientos abrían puertas y ventanas de su edificio-corporal, y un ventarrón de cuestionamientos entraba hasta los cuartos más profundos y obscuros de su propia subjetividad.

Este titubeo inicial es digno de ser destacado, pues como investigadores fuimos testigos de procesos muy largos, que incluso han llevado años de transformación. El titubeo poseía las características propias de quien no atina a dar el siguiente paso, de quien responde de forma discursiva, pero mira su cuerpo marcado con otro discurso; entonces, después del titubeo, no le restaba más que la carcajada, el bailoteo o el nuevo son del movimiento.

Los sujetos de Malinalli después de largas sesiones de trabajo, se hallaban envueltos de una risa en ocasiones irónica y en ocasiones con una función redentora;18 funcionaba como una burla ante los vanos intentos de perpetuar la consigna otorgada por la sociedad de ser hombre o ser mujer. El pensamiento racional invitaba a mirar a los hombres y mujeres del afuera, pero sin percatarse que dentro del grupo se reproducían de forma corporal-discursiva muchos de esos estereotipos sociales. Al reconocer el movimiento discursivo estereotipado, el grupo o el sujeto lograba la carcajada que al mismo tiempo servía como: 1) Reconocimiento y ruptura. 2) Una forma de terminar con las defensas intrapsíquicas. 3) Intercambio de identificaciones-deconstruidas. 4) Una vía para proponer la nueva formulación.

 

El Reconocimiento y La Ruptura (de la edificación discursiva de su propia historia)

Durante esos momentos las y los participantes vivenciaban una suerte de desnudamiento discursivo: descubrían propiamente su contradicción. Su cuerpo se paraba delante del grupo de una determinada forma, y de pronto se hallaban dando un argumento que parecía pegar un salto más allá de la propuesta cultural, donde justo su propio discurso hacía aparecer la edificación interna.

Recordemos un caso. Un tallerista había ya pasado por toda la experiencia del taller y se había formado en las temáticas; en su primer taller debía realizar una dinámica donde se revisarían en una tabla (en la pizarra) los atributos sociales de hombres y mujeres. Cambió las palabras: Hombres/Mujeres, por: Hombres/Vagina. Esto produjo desconcierto en algunas personas que recibían el taller y en muchas otras risa, porque obviamente al percatarse del error, debió corregirlo y se hizo notoria la equivocación. El tallerista se ruborizó al momento y continuó con su trabajo, saliendo avante del percance. Al término de la sesión, él y los demás talleristas que le acompañaron utilizaron un buen rato simplemente para carcajearse de ese detalle y muchos más (que siempre ocurren en las dinámicas grupales); la confusión llevó a una significación que todos inferimos:19 partía del ámbito inconsciente: Mujer=Vagina.

La carcajada funcionó —así, sin planearlo— como una verdadera propuesta de intervención-reconstrucción de discursos. Si bien la risa forma parte del taller que se brinda a participantes, no había sido un dispositivo claro de intervención para los talleristas. Conforme fue apareciendo en el grupo, funcionó como un dispositivo natural,20 que desde la catarsis invitaba al hacer y deconstruir,21 consideramos que esto se debió a la disposición que ha caracterizado a estos grupos y al aprovechamiento del equipo de coordinación.

El saberse, el reconocerse, requiere de una devolución grupal que ponga a la vista lo que se es. Para poder deconstruir los lugares preestablecidos por el género, el sujeto tiene que hacer un esfuerzo al mirarse a sí mismo; su capacidad autorreflexiva le será de utilidad para analizar su propio cuerpo y su uso, su discurso y su sentir sobre el cuerpo. Se trata de desnudarse para verse y tomar conciencia de sí mismo como sujeto constituido socialmente, como sujeto productor y reproductor de género.

En este tránsito lo especular regala una serie de discursos que, dichos hacia dentro, entran en los recovecos de aquellos cajones vacíos, para llenarse con cientos de dudas acerca de sí.

Existe confrontación con los decires sociales, que han perdido hasta su argumento, y son puro dispositivo arquitectónico al conformar vetas de tránsito y prohibición ante la posibilidad de ser diferente. En el edificio preconstruido del género no hay lugar para lo diferente; y si lo hay, es un departamento cerrado, prohibido, del cual no tenemos llaves para conocerlo. La puerta y la ventana están cerradas creando un discontinuo en la posible vida del sujeto.

La ruptura, pertenece al ámbito del reencuentro, al ámbito de la nueva construcción del edificio discursivo. La política formada por las paredes de los apartamentos pueden aún abrir sus puertas y ventanas, y dejar que fluya un aire diverso; el verdadero esfuerzo del participante de Malinalli es el cambio político de su relación con el mundo.

 

Una vía para deconstruir al sujeto del género

Los procesos psíquicos vivenciados en el grupo son de variada índole. Podemos hablar de dinámicas que incluyen procesos psicodinámicos que atraviesan los discursos producidos por los integrantes del grupo y que en un primer momento no son percibidos por ellos de manera consciente, sin embargo, constituyen una tarea central para reflexionar en el propio proceso grupal.

En este proceso de mirarse a sí mismos en el grupo, los talleristas se encuentran con las diversas formas de conformación del género, las formas en que experimentan la vivencia del género en la vida cotidiana, así como con los elementos indispensables de constitución de la subjetividad: Sexualidad, Enfermedad y Muerte.

La forma en que se lleva a cabo el trabajo grupal nos permite generar un proceso que facilita al estudiante:

• Cuestionar la propia construcción histórica-discursiva de su género: elucidando sobre los mandatos parentales, religiosos, místico-mágicos, de moda, de estatus y el discurso callejero (que en gran medida crea las subjetividades de la urbanidad); confrontándose con diversos principios que son fundantes en la sociedad como: la monogamia, la fidelidad, el matrimonio, la virginidad, el inicio de vida sexual, etcétera. Como podemos ver el trabajo del equipo no resulta nada sencillo. Sobre todo porque este se realiza en un grupo y se contiene en grupo, pero se desarrolla, única y exclusivamente en la subjetividad.

• Preguntarse por la propia sexualidad: este punto va muy ligado al anterior, casi resulta imposible cuestionar el género sin cuestionar la propia sexualidad. ¿Por qué? Porque la práctica sexual, partió de una consigna de género. Los y las talleristas habían decidido tener una vida sexual de una determinada forma a partir de la vivencia en su comunidad, tenían una percepción general de lo que debería ser su vida sexual: algunas habían decidido llegar vírgenes al matrimonio, otros habían iniciado vida sexual con una trabajadora sexual, otras deseaban tener hijos como única forma para la realización femenina, etcétera. Escuchar un discurso divergente a estas propuestas desde luego violentó su ser mujeres y ser varones, pero aún más lo hizo cuando asumieron roles diversos a los propuestos por la cultura y comenzó la deconstrucción discursiva. La sexualidad pasó a ser tema corriente en aquellas grupalidades.22 Así mismo, permitió comprender la implicación23 personal del interventor-investigador en el trabajo profesional.

• Profundizar en dos temas fundamentales del ser humano: La Salud/ Enfermedad y la Vida/ Muerte: Estos temas son fundantes en la estructuración de la subjetividad. La salud cobra importante relevancia en el mundo contemporáneo, ya que la salud y lo insalubre se buscan por doquier, en: productos, actividades, desempeños, capacidades, habilidades, funcionamientos, etcétera. Las metáforas de la salud lo han vuelto algo más complicado, por que han incorporado dentro de sus descripciones, algunos términos que provienen de estrategias militares o de guerra24 (Sontag 2002). Esto hace que la no-salud o la enfermedad invite a sentirse abatido, abandonado o invadido (según estas metáforas de guerra). Los talleristas hubieron de transitar por sus capacidades, incapacidades, síndromes, estados mentales, estados físicos, salud sexual, etcétera. Está experiencia de Salud-Enfermedad se encuentra en las bases fundamentales del mandato social.

• El tema indisociable de la Enfermedad es definitivamente la Muerte; los talleristas trabajaron con profundidad el tema. La pregunta sobre la Enfermedad denominada como terminal llevó a la pregunta subjetiva de los talleristas y a la toma de decisiones con respecto a ello, a pesar de los temores impuestos por los dispositivos sociales (incluido el médico). Por eso tomaron la determinación de realizarse el examen de ELISA (Enzyme Linked Inmuno Sorbent Assay), pero además hubieron de trabajar con sus ideas de muerte, el temor a la muerte de un ser querido, el duelo existente —aún— por la muerte de un ser querido y finalmente el temor hacia su propia muerte, que es una de las piedras angulares de la construcción del edificio discursivo. El trabajo con la cultura debió meter a los talleristas en los sentimientos más profundos de lo humano, simplemente porque la muerte regala al sujeto la idea de desaparecer para siempre. Nos fijamos, por tanto, tiempo y sentido; de no ser por ella no podríamos hablar de lo humano. Los y las talleristas hubieron de trabajar con los elementos emblemáticos de la subjetividad.

• Trabajar también con otro elemento ligado a los tres anteriores, los Derechos Humanos: Hubieron de percatarse que en muchos momentos de sus vidas sus derechos humanos habían sido violentados. Este tema quizá fue difícil de elaborar y reelaborar en grupo, ya que existían problemas humanos que salieron a flote, invitados por las dinámicas de las grupalidades participantes (debido a la diversidad de grupos que han sido formados a lo largo de estos años). Las problemáticas iban desde el maltrato físico realizado por los padres, hasta violaciones sexuales. Nos percatamos de que los derechos humanos habían sido violados en todos los que participábamos en el proyecto; pero el grupo tenía propósito de decirlos, con la finalidad de que ahora no sucedieran en otros sujetos. Estas experiencias sirvieron como punto de crecimiento para el propio grupo que ahora podía abordar en los talleres problemáticas de otros desde otro lugar.

 

Intercambio de identificaciones-deconstruidas

Las grupalidades siempre han sido consideradas como la base primordial de este trabajo, el grupo es el que dice hasta dónde, hasta cuándo y cómo. La postura de los coordinadores era justo esa: dejar hacer al grupo sus propuestas y apoyarlas en caso de encontrar una viabilidad tangible —la mayoría de ellas lo fueron—. Los grupos tendieron —como toda grupalidad— a tener sus diferencias, sus momentos de encuentro, sus logros colectivos... todos ellos surgidos de fuertes identificaciones, y de la puesta y apuesta de su intimidad. Por ello, las propuestas realizadas en el grupo tendieron a surgir de lo humano con todas sus formas: dolores, temores, arte, discurso, etcétera.

La construcción de nuevos discursos sobre sus cuerpos y sus experiencias se tornó en un proceso doloroso, pero gratificante; angustiante, pero prometedor; se trataba de trabajar conjuntamente, en grupo, para contener las ansiedades que generaba la posibilidad de "conocerme como otro", diferente a ese edificio discursivo que estaba previsto "y desde el cual me relacionaba con el mundo" "¿Cómo modificar esa edificación para que ahora tuviera mayor congruencia con el mundo que construyo a través del discurso de mi sexualidad?"

Estos enfrentamientos con el ser niño, ser mujer indígena, varón pudiente, adolescente recluso, preparatoriana, ama de casa, carnicero...25 dieron al grupo una serie de identificaciones que llevaron a debates diversos.

Uno de los debates constantes era el cómo se podían encontrar tan semejantes construcciones de género en poblaciones tan disímiles. Por otro lado, era encontrarse con el sujeto-discurso que alguna vez fui (el pretallerista). Ahí es donde aparecían los trabajos de adaptación delante de los participantes del taller, para evitar un avasallaje de la vulnerabilidad del tallerista. Finalmente, se encontraban aquellas subjetividades-discurso, "que jamás fui", "ni soy", "ni considero seré".

En este sentido, hubo de existir una construcción y deconstrucción más. El taller de Malinalli podía otorgar formas de prevención ante la violación de derechos humanos y los riesgos de contraer VIH, pero no más (el límite, ante realidades diversas es imprescindible, ya que el interventor social no posee las herramientas para resolver determinados problemas, y se entra en el campo teórico-metodológico-ético que pregunta ¿también le corresponde hacer eso?). El grupo debió comprender la situación actual de las comunidades en las que intervendrán como profesionistas. Ahí debió existir una fuerte revolución en el trabajo del tallerista, que hubo de salir —en ocasiones— de su pequeña realidad, para enfrentar con crudeza la situación comunitaria. Esto inspiró a muchos de ellos a realizar propuestas reales (en las comunidades), que al aparecer como factibles pudieron llevarse a cabo.

Ahí es donde volvimos a encontrar a ese hombre y a esa mujer característica de la cultura. En esas intervenciones pudimos conocer las respuestas de los talleristas y los participantes, que por momentos entraban en un discurso para los investigadores desconocido. Pero en voz de los talleristas lograba una penetración más clara que la posiblemente realizada por el equipo de coordinación.

Esta penetración o identificación de discursos responde a la forma en que comparten historia, la forma en que de manera sociocultural específica comparten formas de ser, de deber ser y de poder hacer. Lo jóvenes talleristas lograron una identificación que además de consolidar al grupo al descubrir los objetivos latentes, les permitió identificarse como sujetos sujetados a los discursos sobre el cuerpo, la sexualidad y el género.

 

A manera de proponer la nueva formulación

En las edificaciones discursivas de nuestros talleristas encontramos la posibilidad existente en cualquier constitución discursiva: abrir nuevas vetas del discurso jamás acabado, pues su discurso no quedó dicho para quedarse en el anecdotario de un proyecto de investigación. Su discurso fue dicho para realizar un juego especular que abriera puertas y ventanas de las diversas edificaciones sujeto-discursivas. Aquellos hombres que demostraban sólo su fortaleza masculina, comenzaron a demostrar los otros posibles atributos que podían dar su cuerpo y su discurso. En algunos casos —como comentamos— hasta la manera de andar sufrió algún tipo de cambio. Los discursos, una vez proferidos, pueden perderse en el vuelo de lo dicho; cuando no, es porque han chocado con un símil que les permite verse y despedazarse, para nuevamente volver a reconstruirse.

 

ALGUNAS DISCUSIONES GRUPALES SOBRE NUESTROS CUERPOS...

 

Como sugiere Claude Leví-Strauss, la prohibición del incesto, que
entraña la imposición de distinciones conceptuales artificiales a individuos,
física, corporal y "naturalmente" indiferenciados, fue el primer
acto constitutivo de la cultura, que a partir de entonces (harían)
las divisiones, distinciones y clasificaciones que reflejaban la diferenciación
de las prácticas humanas [...] No eran atributos propiamente
de la "naturaleza", sino de la actividad y pensamiento humanos.

Bauman 2001, 35.

 

Las vivencias tanto singulares como grupales desarrolladas en el proceso formativo de los talleristas, se caracterizaron entonces, por una constante deconstrucción de sí mismos, a través de la acción, la reflexión y la elaboración de discursos que crearan nuevos campos de visibilización sobre la sexualidad, el género y los derechos humanos.

En la apuesta por vivirse de otra forma el cuerpo, era necesario no permanecer inmóvil, intocable, objetivo (en el sentido clásico de la ciencia ortodoxa); en su caso había que revelarse humano, en el amplio sentido de la palabra, y reconocerse sujeto-sujetado a ese cuerpo creado por la cultura y sus instituciones, reales y simbólicas que atraviesan y han constituido por siglos el cuerpo que hoy vivimos y pretendemos deconstruir.

Las formas de trabajo para esta apuesta fueron variadas, sin embargo, siempre trataron de constituirse en espacios para la discusión, la reflexión y exploración de diversos campos que atraviesan y constituyen a nuestros cuerpos. De esta manera, las discusiones permitían no sólo la revisión en el nivel teórico sobre las formas en que la ciencia construye cuerpos, sino también los aspectos de la vida cotidiana, la experiencia personal y la revisión de los procesos y dinámicas actuadas o actualizadas en el propio espacio formativo.

Dichas reflexiones eran alimentadas por hombres y mujeres con sexualidades diversas, con experiencias de vida también diversas y formas diferentes de vivirse en sus cuerpos; lo que enriqueció y generó un espacio constructivo que en la mayoría de las veces era confrontativo, no sólo en el nivel de las ideas en el espacio racional, sino en el campo de los cuerpos y sus resistencias, sus continuidades y fragmentaciones aparentes con los cuerpos de los otros.

Fue entonces que incursionamos en la discusión de cuáles eran aquellas instituciones, sean reales o imaginarias, que atravesaban lo que ahora vivíamos como nuestro cuerpo, sexuado y por lo tanto prohibido, encasillado en el género, vulnerable y vulneralizado socialmente, categorizado como sano o enfermo y utilizado por y para la violencia como forma de poder respecto al otro. Todos estos atravesamientos están encarnados en el sujeto, que a manera de cuerpo los materializa dando sentido a las formas de relación con los otros y consigo mismo.

El sujeto en un proceso constante de lucha, se configura en el aquí y ahora en tanto concreción de la cultura a través de la producción y reproducción de su práctica. Las instituciones tratan de controlar, modificar, dirigir, prohibir, seducir, movilizar, tocar, violentar su cuerpo.

Pareciera que el sujeto trata de adaptar a su cuerpo, una vez más, al deber ser social, a la recreación del cuento contado por las instituciones, aquellas que establecen el acto a través de sus actores y los papeles que a cada uno de ellos le corresponde; el cuerpo-teatro en la escenificación del deber ser, por encima de lo que necesita y desea ser.

Michel Foucault ha trabajado a lo largo de toda su obra esta problemática; nos dice en Vigilar y castigar (1990, 145-147): "La disciplina de forma flexible y fina: vigila, clausura, otorga lugares cerrados sobre sí mismo; dejando, a cada individuo en un espacio arquitectónico que busca crear el espacio útil del cuerpo".

Es importante considerar cómo la cultura occidental (y ahora en el ámbito global) otorga un lugar al sujeto. Predisponiéndolo a esa ubicación espacial moldeada por el ojo vigilante que puede representar cualquier otro (la cultura).

Una de las formas de control y vigilancia que moldean los cuerpos, la constituye la prohibición, sin embargo, podemos decir que es propiamente la prohibición de la palabra hablada, ya que es imposible prohibir el discurso en su totalidad. La regla de la prohibición sólo puede amedrentar la palabra hablada, pero no la omitida o la no dicha, menos aún al silencio y su capacidad discursiva o al lenguaje del cuerpo. De ahí la importancia del cuerpo no sólo hablado, sino actuado, el cuerpo expresado por el discurso como otra forma de liberación.

La prohibición por la palabra siempre ha sido en el cuerpo. El cuerpo volcado en una prohibición externa y ajena produce las primeras enajenaciones del cuerpo (no del sujeto). El cuerpo abandona su simple corporeidad para pasar a ser la corporeidad compleja del hablante. El hablante (ese sí enajenado) no reconoce el cuerpo que le constituye, le parece una cosa en-ajeno, sufre por ver sus retorcimientos y perversiones,26 delante de la versión oficial de un deber ser.

En la sociedad de consumo masivo el sujeto pierde su aparente libertad. El sujeto ha sido reemplazado por el cuerpo. Ya no hay un sujeto social, aquella identificación en un organismo global que conducía hacia la emancipación individual. Lo que hay son cuerpos estandarizados y simbólicos, trajes biológicos a la medida o modulares según las oscilaciones de la moda, del mercado y de las tecnologías. Aquí radica el sujeto, sea en la máscara de sus roles o de su estatus, ambas condiciones bien reflejadas en el cuerpo. El sujeto es la figura del espejo, un reflejo que soporta maquillajes, accesorios, cirugías plásticas, pero también padece las jornadas laborales, el stress y otras neurosis (Walder 2006, 5).

El sujeto sujetado a la acción del discurso de las instituciones, el sujeto minimizado a un cuerpo-objeto, a un cuerpo-uso, a un cuerpo-producto, a un cuerpo-consumo.

Las actividades, los horarios, los discursos que ha de pronunciar, la significación de su vida cotidiana y las formas en que se vive como sujeto, parecen estar atravesados, del modo como los encuentra Foucault: por los discursos hegemónicos, discursos que preescriben y escriben en el cuerpo del sujeto, sujetado para la funcionalidad.

Una herramienta de trabajo, mas una herramienta alquilada. Nuestro organismo —que ha de ser una extensión de nuestra persona— no nos pertenece. Es el de la industria, de la empresa, de la multitienda, de la moda, de la corriente cultural. Nuestros gestos, movilidad y subjetividad están modelados y capitalizados por las instituciones, educacionales, comerciales, económicas, y, por cierto, militares y políticas. Nuestra biología está moldeada por las instituciones (Walder 2006, 5).

Este cuerpo edificado en su separación27 responde hoy a las consignas de la globalización que no sólo arman su cuerpo-máquina (Deleuze y Guattari 1985), sino lo desarman desde su funcionamiento interior para procurar sobre todo una epidermis completa en el mundo de la apariencia. "La verdadera desnudez prescinde de sexualidad y erotismo, es el cuerpo funcional, del trabajo, es el cuerpo estatutario, idiosincrásico, político y económico; es una desnudez que vacía las intenciones individuales y transparenta las sociales" (Walder 2006, 4).

Durante el proceso de trasformación, durante el trance de una sociedad de orden a una del movimiento, del cambio, se disuelven muchas figuras de la modernidad inicial, de la ley, del orden, del deber, ya sean individuales o colectivas. El individuo, en los extremos de su liberación, está también aislado, limitado a su cuerpo. En esta soledad se enfrenta a la única gran entidad colectiva: el mercado, a la que se le opone con toda su vulnerabilidad y desnudez de conciencia (Walder 2006, 5).

Estamos hablando del mercado y sus reglas que proponen una sociedad de consumo, del consumo del propio cuerpo, con la promesa de poderlo tener en su totalidad, o tener el cuerpo del otro a partir de la compra-venta del propio.

Esta mirada de consumo codifica las formas en que hay que vivirse en el cuerpo, restringiendo cada vez más, otras formas de expresión corporales que nos llevarían al encuentro y la transformación del mismo.

Los cuerpos están sobrecodificados, pero al mismo tiempo revelan, paradójicamente, una carencia de códigos (de otros códigos). Así, no se decodifican bien las sensaciones y emociones; no sabemos relajarnos; hay una llamativa ignorancia respecto a las bases anatómico-fisiológicas del cuerpo, y ese hueco se cubre con mitos que oscurecen y distorsionan su realidad; hay una extendida rigidez y estereotipia de plásticas corporales; pobreza de capacidades expresivas, etcétera. Ambos procesos apuntan en la misma dirección: adaptar los cuerpos, dándole poco espacio al desarrollo de sus potencialidades creativas (Baz 2000, 109).

Quizá una de las estrategias de este discurso sobrecodificante, sea la permisividad de hablar del cuerpo, de la sexualidad, de la práctica del género en los otros, enajenando al sujeto de la posibilidad de hablar de sí mismo, de su propio cuerpo en tanto objeto de deseo de otros y de sí mismo como camino de reconocimiento, de creación y recreación de significados sobre su cuerpo. De esta forma, es necesario que cuando tejemos discursos sobre el género y la sexualidad, nos remitamos a hablar sobre nosotros mismos; quizá en un inicio hablamos de la sexualidad del otro, pero si queremos trabajar con la sexualidad del otro es necesario hablar de la propia. Esto nos remite a los procesos más profundos de identificación con los otros: padre, madre, hermano, abuelo, etcétera.

¿Hasta dónde la ciencia con sus artificios, hasta dónde las disciplinas, sus métodos y técnicas, contribuyen a esa sobrecodificación de los cuerpos, a la rigidez que imposibilita la expresión del propio sujeto viviéndose en su cuerpo? ¿Cómo podemos crear alternativas de trabajo que nos posibiliten la lectura de esos cuerpos que gritan y que expresan su vivencia aún limitada y controlada, ahora por el propio sujeto?

Nosotros pensamos —después de nuestra intervención en y con Malinalli— que cuando el sujeto sea capaz de nombrarse y de nombrar su mundo, es decir, de construir discursos que hagan historias sobre su vida cotidiana y sobre sí mismo, estará en la posibilidad de encontrarse y de vivirse en su cuerpo. "El 'cuerpo' (femenino o masculino) se concibe como una construcción significante, referente primordial del 'yo', inmersa en un mundo imaginario donde los mitos individuales y sociales encuentran su hogar" (Baz 2000, 75).

Planteamos entonces, que el cuerpo se torna testimonio de la historia, testimonio vivo de las experiencias y de las instituciones. La pregunta es ¿cómo podemos leer al cuerpo-testimonio para reconstruir esas historias?

Nuestro cuerpo dice el discurso del otro social, del otro sujeto que físicamente no está en mí, pero que se simboliza y se significa en él. "La imagen del cuerpo es producto de la historia de cada sujeto, de la intersubjetividad imaginaria marcada de entrada por la dimensión simbólica, la síntesis viva de nuestras experiencias emocionales" (Baz parafraseando a Dolto 2000, 41).

La lectura del cuerpo nos permitiría explicar y comprender nuestro actuar respecto a la atención del cuerpo; es decir, cómo nuestras prácticas sobre el proceso salud/ enfermedad, vida/ muerte, cuerpo y sexualidad, están determinadas por aquellas significaciones histórico-sociales que dictaminan las formas del hacer y las formas del pensar.

Vale decir que las formas de vivir y sentir lo corporal en cualquier cultura, son aprendidas y reproducidas por las explicaciones que dan los brujos, los guías religiosos, los médicos, los científicos, los comerciantes y los políticos. A pesar de lo anterior, las maneras de concretarlo, de vivirlo cotidianamente en el cuerpo, son un acto de individualidad. El sujeto hace uso de su elección con el cuerpo de acuerdo con las mediaciones sociales y emocionales. Entonces, una representación simbólica se materializa en formas de ser, de amar, de vivir, de comer, de enfermarse y de morir. En esa lógica, el ser humano es una concreción simbólica de una cultura específica (López 1998, 20).

El cuerpo se constituye en un adentro y un afuera, nuevamente experimentado ya no sólo como una fragmentación de órganos, ahora también con la fragmentación de significados tendientes a interpretar y nombrar esas partes, las partes físicas muy alejadas de las partes simbólicas, sin darnos cuenta de la profunda complicidad de ambas. El discurso a partir del atravesamiento del cuerpo: el discurso nombra al cuerpo en tanto experiencia vivida.

El cuerpo tiene historia, tiene códigos para su lectura contextualizada en el espacio y en el tiempo. Cada parte de ese gran cuerpo-edificio nos puede hablar de dolor, nos puede hablar de deseo, nos puede narrar su historia con los otros, nos puede hablar de episodios de violencia, ahora ya almacenada y constitutiva del sujeto como principio básico de supervivencia en la sociedad de control moral; el cuerpo fragmentado habla, sólo hay que escucharlo y aprender a leerlo para que así, si es posible, podamos lograr una significación compleja de su discurso.

 

EL CUERPO COMO DISCURSO EN PROCESO: PROPUESTAS PARA QUE NUESTROS CUERPOS SEAN OTROS...

 

Nosotros nos salvamos de la muerte. ¿Por qué? Todas las noches
nos salvamos. Quedamos juntos, en nuestros brazos, y yo empiezo
a crecer como el día. Algo he de andar buscando en ti, algo mío
que tú eres y que no has de darme nunca.

Sabines, Adán y Eva, 1952.

 

A la luz de de nuestra práctica y estas reflexiones, resta preguntarnos ¿dónde queda el sujeto? ¿Dónde están las posibilidades que tiene para ser y desplegarse en ese cuerpo que le pertenece o que es todo él?

Deleuze y Guattari (1985) hablan del "cuerpo sin órganos" como ese proyecto imposible pero quizá efectivo a través del cual se desterritorializan las fijaciones estructurales de los tiempos, como ese devenir posible a través del cual se transforma el día a día y en el que otro mundo es posible mediante ganancias estéticas. Los indicios en el cuerpo no pueden ser fijaciones de museos inmóviles, sino todo lo contrario: señales en constante actualización de sentido porque albergan la memoria, las posibilidades de acción y las potencias para la indefinida recreación comunitaria. No hay nada seguro, fijo, sólo condiciones que se actualizan en función de las contingencias del momento; todo lo demás son estrategias de gobierno, a las que, por demás, también es imposible escapar (Molina 2005, 13).

Y ¿cuál es la alternativa para el sujeto? Nosotros pensamos que dicha alternativa radica en la capacidad para imaginar mundos posibles que, a la manera de Castoriadis (1993), permitan al sujeto crear y recrear alternativas, en tanto imaginadas y creadas por él, quien tiene la capacidad de significar su vida cotidiana. Para nosotros esto implicaría la posibilidad de crear discursos que, con el mero pretexto de hablar de sí mismo, le posibilite saberse presente y con capacidad para nombrarse y nombrar la relación con su mundo.

El reconocimiento del cuerpo del sujeto a partir de la construcción de discursos, construcción de entramados que hagan historias sobre el cuerpo y su desnudez, pondría en tela de juicio la institucionalización de la sexualidad. Porque el sujeto reconocería la historia de su cuerpo, develando su capacidad para crearlo y recrearlo a través del discurso y el ejercicio de su estar con el cuerpo.

Pensamos que sólo sabiéndose sujeto y recuperando desde otras lecturas la experiencia de su vida, es como podrá ejercer —en alguna medida— la libertad que tiene para construir el discurso que nos cuente la historia de su cuerpo.

Nosotros apostamos por esta vía, la cual fue favorecida por diversos dispositivos formativos que generaron espacios para esa deconstrucción-reconstrucción de los cuerpos, aún no terminada, siempre en proceso en tanto que el sujeto no es estático; sin embargo, ya echada a andar. Este escrito es uno de los resultados de las diversas discusiones llevadas a cabo en los espacios reflexivos con los talleristas, vivencias que resultaron significativas para todos, y que ahora nos permiten proponer algunos aspectos centrales en el trabajo con nuestros cuerpos a través del dispositivo de los talleres del proyecto Malinalli:

• Es necesaria la formación de talleristas que partan de su propia experiencia de vida para generar la reflexión como coordinadores de talleres sobre sexualidad y género.

• Que se consideren como parte del mismo proceso formativo y de experiencia significativa: los procesos de los coordinadores, de los talleristas y de los participantes de los talleres, todos como sujetos-cuerpos en constante diálogo consigo mismos y con los otros.

• Tener siempre presente que los discursos sobre la sexualidad, el género, la salud-enfermedad, etcétera, no sólo están presentes en los talleres, sino en todo el proceso formativo, en las relaciones de coordinadores y talleristas, en las formas de organización y de la dinámica de los grupos; todo esto se constituye en material de análisis al actualizar en el aquí y ahora, las formas en que esos discursos atraviesan nuestros cuerpos.

• En los talleres es necesario poner en contacto a los sujetos con sus propios cuerpos, pero desde otras formas posibles, es decir, creativas y espontáneas, que generen otras experiencias significativas.

• Generar talleres que pongan en diálogo las experiencias de vida de unos y de otros.

• Es necesario develar cómo es que se construyeron los discursos sobre el cuerpo para, a su vez, reconstruir una historia hablada desde el propio sujeto.

• Despertar la memoria de nuestros cuerpos, leer su historia y reescribirla de tal forma que posibilite la construcción de otros discursos sobre nuestro cuerpo. Que permita al sujeto colocarse en el lugar de la duda constante, la que le ayude a desmitificar las tramas mediante las cuales los discursos opacan, vigilan, restringen, controlan y prohíben la vivencia del sujeto con su cuerpo, que lo enajenan de ese cuerpo que lo constituye, no permitiéndole ser actor de su propia historia.

La experiencia metodológica puede llevar a realizar análisis profundos cuando existe la oportunidad de generar dinámicas grupo-institucionales-comunitarias, que faciliten el replanteamiento; y cuando no resulte sencillo como este caso, consideramos que se puede aprovechar la estrategia para hacer hablar a los discursos, los cuerpos y sus interjecciones. El proyecto Malinalli representa un esfuerzo metodológico-político que nos permite traer inferencias como las que traemos ahora al final.

Las reflexiones y la generación de nuevos discursos serían inexistentes sin estas y estos talleristas que tantas horas dedicaron al proyecto y al servicio en diversas comunidades del estado de Hidalgo, en 16 estados de la república mexicana, en cumbres internacionales (con diferentes nacionalidades, alrededor de 20 países distintos), así como en 5 países diferentes.

 

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Notas

1 En ese momento los dos escritores formaban parte del Profesorado de Tiempo Completo del área de psicología de la UAEH, el día de hoy sólo Dayana Luna continúa en dicha institución.

2 Madhu Bala Nath ha realizado un importante trabajo en el nivel internacional en la lucha por los derechos humanos de comunidades desprotegidas, y desde luego poniendo énfasis en el trabajo de género, de defensa de los derechos de la mujer y de las personas que viven con VIH/SIDA (PVVS).

3 En específico para UNIFEM (Fondo de naciones Unidas para la Mujer).

4 Una propuesta internacional, que pensaba problemas globales de manera particular, eligiendo dos ejes fundamentales para la intervención en la prevención del VIH/SIDA (que otorgará posteriormente posibilidades de plantear propuestas de trabajo en distintos ámbitos).

5 Hablaremos más delante de los diferentes estados y países donde hubo intervención desde el proyecto; así como de los cambios que fueron posteriormente necesarios.

6 Aunque es importante destacar que hubo incluso personas de más de 40 años participando como talleristas; y queremos destacar que se formaron 60 personas diferentes a lo largo de siete años.

7 Otorgaría un determinado tipo de construcción subjetiva que intentamos no reproducir, sino analizar desde otros horizontes de mirada.

8 Nos colocaría indudablemente en el lugar de docentes, y desde luego que para describir debemos obviar dicha designación, pero para el análisis posterior resultará importante tomar en consideración ese lugar, ya que ello sí influye sobre el trabajo de campo; mas queremos destacar que quienes escriben son investigadores antes que docentes.

9 Y podemos decir que sigue teniendo, porque aun los integrantes replican el taller en diversos espacios.

10 Fueron los propios integrantes del grupo quienes decidieron ponerle un nombre, y que terminaron por asignarle este nombre náhuatl, el cual significa semilla, germinación, nacimiento.

11 Como las metodologías de Taylor y Bogdan, Denzin y Lincoln, etcétera; que provienen de campos diversos de las ciencias sociales, desde ámbitos etnológicos, hasta ámbitos de la psicología social (Malinowski, Lourau, etcétera), hasta ámbitos teóricos diversos que podrían otorgar propuestas desde diversas prácticas: en la psicología social, la obra de Pichón Riviere, en pedagogía incluso la obra de Freire, o en ámbitos sociológicos que pensaban la fenomenología, como el caso de Schütz, Berger y Luckman; o ya propiamente en ámbitos epistemológicos de la práctica social como las de Edgar Morin.

12 Sesenta talleristas distintos pasaron por el proyecto a lo largo de siete años, muchos de ellos permanecieron a lo largo de cuatro años, e incluso realizan aún intervenciones que poseen las perspectivas del proyecto.

13 Citado por Blanchot en La comunidad inconfesable, Madrid, Arena Libros, 2002.

14 Al alumnado de psicología de la UAEH, en ese tiempo, se le permitía elegir el espacio inicial de sus prácticas de campo, y algunos tomaron la alternativa por el proyecto Género, VIH/SIDA y Derechos Humanos.

15 El dispositivo del que habla Foucault, es un dispositivo evidentemente social que involucra distintos aspectos políticos, económicos, arquitectónicos, culturales, etcétera; y nosotros hacemos referencia a un dispositivo metodológico, más aun en él no dejamos de reconocer la fuerza y/o violencia que puede generar, como cualquier estrategia contemporánea del encuentro entre seres humanos.

16 Cuando hablamos de formas metafóricas, hacemos referencia a la diversidad de lenguajes coloquiales, literarios y teóricos que debimos realizar para hacer hablar al discurso sobre el cuerpo. La metáfora no es un sinónimo, es una posibilidad para hacer hablar de otra forma al discurso, es sacarlo de sí para presentarlo como un espejo, se mire a sí mismo y entonces haga otro discurso nuevo que ya nunca será el de la repetición.

17 Cuando hablamos de postura política, hablamos de colocación estratégico-metodológica; que en este caso —hasta donde alcanzamos a intelegir— es una postura que propone analizar el lugar del propio investigador, y estar en permanente análisis de la interacción con la comunidad intervenida. Propone además tomar en consideración los derechos humanos, descolocar los supuestos que arman las dinámicas genéricas que propician dinámicas conflictivas y violentas en diversas poblaciones, implica también mirar más allá de los prejuicios del interventor, para que se puedan visualizar realidades humanas más allá de su asignación cultural (como el rechazo a preferencias sexuales diversas, o la marginalidad construida hacia personas que vive con VIH o SIDA).

18 Se sugiere revisar para este tema el trabajo de Peter L. Berger, La risa redentora, Barcelona, Editorial Kairós, 2002.

19 Cabe aclarar que los formadores (nosotros) permanecíamos como observadores dentro de las intervenciones, para reflexionar posteriormente el trabajo realizado; y/o intervenir en caso de fuertes dudas de información o dinámica. Es por ello que poseemos muchos ejemplos como estos que facilitan la comprensión de la comunidad, el proyecto de intervención y los modos de formación de profesionistas.

20 Dispositivo de construcción de discursos. Quizá debe diferenciarse —como dijimos anteriormente— de aquellos dispositivos de los que hablan Deleuze, Foucault y Guattari, donde la producción discursiva está predeterminada, para fines de vigilancia y/o sanción.

21 No olvidemos que la idea de deconstrucción se la debemos a Derrida, aunque forme parte de diversas propuestas teóricas (que no siempre tienen una reflexión clara sobre la propuesta derridiana, sino incluso la tergiversan). El término de entrada resulta atractivo por su propuesta de movimiento.

22 Queremos aclarar que justo el grupo inicial (o los grupos iniciales) ha tendido a trasformarse en una grupalidad, ya no era una aglomeración de personas dispuestas, sino que habían hecho de una grupalidad, porque ahora contaban con una tarea que además habían ya aceptado gustosos, y la defendían ya con un compromiso político. Estos grupos llegaron a formar grupalidades muy interesantes, que dan para hablar mucho de ellas. La diferenciación que hacemos de grupo y grupalidad la tomamos de la Teoría Grupalista (Pichón-Riviere, Anzieu, Käes, etcétera).

23 El término implicación ha sido trabajado de manera profunda por la psicología social francesa (Guattari, Ardoino, Lourau, Käes, Anzieu, etcétera). En México ha recibido atención especial en la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.

24 No olvidemos que muchos de los avances médicos y científicos se han logrado —sobre todo desde principios del siglo XX—, a causa de los conflictos bélicos.

25 Son algunas de las poblaciones y grupos a quienes se impartió el taller.

26 Si se lo piensa desde el ámbito lacaniano hablamos de la père-versión: La versión del padre. Pero acá podemos pensarlo no solamente desde esta teoría, sino podemos trasladarlo a todas las prohibiciones culturales que producen versiones divergentes a las establecidas.

27 Mas allá de la sistemática aristotélica, que condujo a la creación de las ciencias, como la medicina, podemos sugerir que ahí nace esta separación de las partes desde la propuesta racional, que a lo largo de los siglos hubo de insertarse en el cuerpo (en esta sistemática no olvidemos tampoco a Galeno).

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