La enfermedad COVID-19

La enfermedad COVID-19, causada por el coronavirus SARS-CoV-2, ocasiona afecciones al sistema respiratorio que incluyen síntomas similares a un resfriado con fiebre, dolor de articulaciones y cabeza, hasta dificultades para oxigenar adecuadamente pudiendo requerirse hospitalización e intubación en casos graves. La infección viral en personas con problemas crónico-degenerativos como diabetes, hipertensión y obesidad, y con afectaciones neumónicas, pueden surgir complicaciones clínicas incrementando el riesgo de muerte. El SARS-CoV-2 es un virus de ARN de origen zoonótico que se presentó primero en quirópteros y posteriormente mutó para infectar humanos. Apareció en la provincia de Wuhan en China en diciembre de 2019 y actualmente está distribuido en el mundo. Fue oficialmente declarada pandemia el 11 de marzo 2020 por la Organización Mundial de la Salud (OMS). México adoptó lineamientos de emergencia sanitaria el 20 de marzo del mismo año (^{DOF, 2020}). Al 8 de febrero 2021 se reportaron 105 millones de casos positivos a SARS-CoV-2 y 2.3 millones de muertes a nivel mundial (^{OMS, 2021}), mientras que en México se estimaron 2.13 millones de positivos y 192866 muertes (^{SSa, 2021}). Nueve meses después, al cierre de la edición, México registraba 3.78 millones de casos y 286 mil decesos, un incremento del 69 y 48 %, respectivamente, a pesar de un programa de vacunación activo (Nota del Editor). Las consecuencias de COVID-19 en el entorno laboral y productivo se estimó que podría impactar en: 1) la cantidad de empleo (tanto en materia de desempleo como de subempleo); 2) la calidad del trabajo (con respecto a los salarios y el acceso a protección social); y 3) los efectos en los grupos específicos más vulnerables frente a las consecuencias adversas en el mercado laboral (^{OIT, 2020}).

La actividad agrícola en la contingencia COVID-19

En el contexto de la emergencia COVID-19, el Gobierno Mexicano consideró como actividad esencial a la agricultura, sus insumos y cadenas de aprovisionamiento (^{DOF, 2020}). Esto incluye mano de obra, combustibles, semillas, fertilizantes, plaguicidas de síntesis química y orgánica, bioplagicidas, producción de agentes de control biológico como hongos, bacterias, insectos y ácaros. En México, 38 cultivos se consideran estratégicos desde la perspectiva socio-económica (SRE, 2016). Sin embargo, la oferta agrícola mexicana es más amplia debido a la diversidad de agroecosistemas, plantas cultivadas y culturas culinarias, contando con un acervo productivo de 2,500 especies de plantas. Aunque nivel mundial la dieta tradicional humana se basa principalmente en trigo (Triticum aestivum), arroz (Oriza sativa) y maíz (Zea mays) (UNCSN, 2020), la globalización ha permitido la integración de otros productos como complementos alimenticios. Uno de estos productos es el aguacate (Persea americana), nativo de Mesoamérica, el cual se ubica actualmente entre los 10 cultivos más importantes en el mundo. México es el principal proveedor con 231 mil hectáreas y una producción anual de 2.3 millones de toneladas (^{SIAP, 2019}). Michoacán, la principal entidad federativa productora de este frutal con 28 a 30 mil productores y 64 empacadoras, produce una derrama económica de 2,700 millones de dólares y genera 400 mil empleos (^{APEAM, 2020}). Aporta el 34 % del mercado internacional de esta fruta (^{SADER, 2019}). El aguacate contribuye al aporte de vitaminas y minerales en la dieta complementaria humana (^{Rajendran et al., 2017}; ^{SRE, 2016}; ^{Atlas Agroalimentario, 2018}; ^{SIAP, 2019}). Las propiedades nutracéuticas del aguacate permiten bloquear la reducción de concentraciones de óxido nítrico y de peroxidación de lípidos, clave para la función del sistema inmunológico, y como antioxidante al disminuir formas reactivas de oxígeno (^{Raya-Farías et al., 2018}). El alto contenido en grasas no saturadas permite la extracción de aceites para la industria cosmética y farmacéutica.

El aguacate en Cd. Guzmán, Jalisco, una región en expansión productiva, es afectado por varios organismos plaga que impactan en la producción. Entre estas, destacan trips (Frankliniella bruneri, Heliothrips haemorrhoidalis, Scirtothrips perseae, S. aguacatae, S. kupandae y Pseudophilothrips perseae), ácaros (Oligonychus punicae y O. perseae), barrenadores de hueso y ramas (Heilipus lauri), escamas armadas (Abgrallaspis aguacatae y Hemiberlesia lataniae), (^{Equihua-Martínez et al., 2007}). Entre las enfermedades destacan la tristeza del aguacatero (Phytophthora cinnamomi) y languidez del aguacate (Verticillium albo-atrum). Los nematodos Helicotylenchus sp., Rotylenchulus sp. y Pratylenchus sp., también han adquirido importancia en viveros y almácigos (^{Tamayo, 2007}). El objetivo de este escrito fue proporcionar información del impacto de la COVID-19 en la fitosanidad del cultivo de aguacate en Cd. Guzmán, Jalisco, México.

Incremento de daños al cultivo por plagas y enfermedades

El manejo fitosanitario del cultivo que de manera indirecta afectó la pandemia fue el muestreo de trips (Scirtothrips aguacatae), acaro café (O. punicae) y cristalino y (O. perseae) debido al ausentismo de personal técnico responsable del monitoreo y manejo. Estas actividades están programadas en esquemas de asistencia técnica estatal. Esta limitante originó que se incrementara la infestación, el daño externo en la floración y frutos. Está documentado que estas plagas pueden reducir la tasa fotosintética hasta un 50 % y disminuir la producción en 20 % (Moaz et al., 2010).

Personal técnico y aplicadores de plaguicidas

Para el manejo óptimo de plagas y enfermedades que afectan el cultivo del aguacate se requieren alrededor de 48.8 jornales por hectárea / año. A partir de la declaración pandémica, la Secretaria de Salud recomendó a la población el confinamiento voluntario. A pesar del carácter esencial agrícola se estimó que la fuerza laborar disminuyó 50 %. Esto ocasionó retrasos en aplicaciones de plaguicidas (convencionales, orgánicos, biológicos), por lo que se incrementó la afectación por O. perseae y O. punicae y la incidencia de antracnosis (Colletotrichum gloesporioides) en 10% (Comunicación Personal, 2020. Técnicos fitosanitarios) (Figura 1).

Suministro de insumos y plaguicidas

Existe una relación directa entre la alteración del sistema inmunitario inducida por la exposición a plaguicidas y la prevalencia de enfermedades asociadas de la respuesta inmunitaria (^{Corsini et al., 2008}). Esto plantea un riesgo de salud potencialmente grave para poblaciones expuestas a enfermedades como COVID-19. La reducción de personal, a partir de la declaración de la pandemia, ocasionó que los proveedores de insumos agrícolas redujeran sus horarios y días laborales afectando la disponibilidad inmediata de agroquímicos sintéticos y orgánicos para el control de plagas y enfermedades. A finales del 2020 las enfermedades respiratorias causadas por la gripa estacional e influenza tipo A y B aumentaron por la presencia de temperaturas frías, lo cual también repercutió en disponibilidad de mano de obra. Las empresas de producción agrícola restringieron el acceso a personas con síntomas sospechosos a COVID-19 para evitar contagios en unidades de producción. Así. la producción, selección, compra y aplicación oportuna de plaguicidas fue afectada por la pandemia COVID-19. En ausencia de una contingencia sanitaria global como la actual, sin las dificultades de insumos y mano de obra descritas, las pérdidas por plagas en los cultivos agrícolas en general (p.e., ácaros, trips y escamas), enfermedades (p.e. antracnosis) y malezas pueden alcanzar hasta el 80% (^{Oerke, 2006}). Solo las pérdidas por fitopatógenos cuestan a la economía mundial 220 mil millones de dólares anuales (^{Savary et al., 2019}). A estos costos habría que sumar el impacto COVID-19, aunque aún no se tienen estimaciones globales en pérdidas agrícolas derivadas de la pandemia. Sin embargo, el desabasto de insumos y mano de obra afectó de manera diferenciada según el modelo productivo. Por ejemplo, la agricultura orgánica y los sistemas de cultivo considerados agroecológicos tienen menor dependencia de insumos sintéticos en comparación con sistemas tecnificados.

Figura 1 El manejo operativo de las principales plagas del aguacate (Persea americana) resultó afectado durante la pandemia COVID-19. Se ejemplifica con el ácaro plaga Olygonychus punicae. El manejo racional se basa en monitorear (A) el nivel poblacional del ácaro (B) y de sus agentes de control natural como el ácaro depredador Amblyseius swirskii (C); con estos criterios se aplican productos bioracionales (D). Con buen manejo se logra reducir daños y obtener frutos sanos e inocuos (E). La capacitación a productores no se realizó con la frecuencia e interacción requerida por la sana distancia (F, H, I). Se presentaron retrasos en cosecha por falta de mano de obra y limitación del transporte (G). 

Comercialización de productos agrícolas

Los requerimientos de consumidores han cambiado a través del tiempo y la industria agroalimentaria tiene nuevas tendencias de sanidad e inocuidad. Entre los factores que han modificado dichas tendencias están las consideraciones de salud, mercadotecnia, hábitos laborales, idiosincrasia, y situaciones socio-económicas. En México, como en la mayoría de países afectados por la pandemia COVID-19, se establecieron restricciones al movimiento de personas, cancelación de eventos o actividades que implicaran aglomeraciones y cierre de comercios, centros públicos y educativos. La limitación de movilidad en ciudades como Monterrey, Guadalajara y Cd. México, han restringido el flujo de alimentos (foráneos y locales), los cuales, por su alta densidad poblacional, necesitan 6 mil toneladas de alimentos por día. La pandemia ha resaltado los problemas de sustentabilidad de las grandes urbes en sus múltiples dimensiones (^{Altieri y Nicholls, 2018}), claramente en salud ya que fueron las más afectadas con altas incidencia COVID-19. Los precios del aguacate cayeron entre 25 y 30% durante la pandemia (^{APEAM, 2020}). En una primera fase de la pandemia, la demanda de productos alimenticios aumentó debido a compras de pánico. Sin embargo, posteriormente hubo una reducción de demanda. Las empresas involucradas en toda la cadena de suministro de alimentos están activando planes de continuidad, ya que la reducción o cancelación de actividades ha afectado la economía en el mundo. Empresas minoristas están luchando por mantener la provisión de productos básicos, como el aguacate. Los fabricantes activamente ajustan sus estrategias de producción y distribución con base en necesidades reales y de factores cambiantes que afectan a la industria. Se ha priorizado productos alimenticios de mayor demanda para garantizar suministro eficiente a corto plazo. La disminución en transporte aéreo y terrestre ha limitado la capacidad de transportar a largas distancias productos frescos hasta en 20%, por lo que los suministros es un desafío (^{UWT, 2021}; ^{FAO, 2021}). Paradójicamente, la comida es subutilizada, debido a que la demanda disminuye para los restaurantes, hoteles, escuelas, estadios, parques temáticos y cruceros cerrados. Sin duda, los bloqueos en rutas de transporte son obstructores para las cadenas de suministro de alimentos frescos y ocasionan mayores niveles de pérdida y desperdicio de alimentos (^{Purdy, 2020}).

Conclusiones

Los productores y técnicos especialistas en fitosanidad del aguacate en Cd. Guzmán Jalisco estiman que el impacto de la pandemia, en materia fitosanitaria, puede estar entre el 10 y 20 %. Es importante monitorear las necesidades productivas del cultivo, como insumos y mano de obra, ya que la agricultura en general ha continuado esencialmente activa. La producción inocua y segura de alimentos es una prioridad. Con ello, la sociedad y gobiernos podrían estar mejor preparados ante una nueva situación sanitaria, similar a la actual con la pandemia COVID-19. La estrategia de emplear racionalmente los recursos del agroecosistema y producir artesanalmente productos para manejo de plagas y enfermedades son opciones para producir alimentos de manera sustentable en pequeñas unidades productivas, y el empleo de productos biotecnológicos en agricultura extensiva (Ver contribuciones de Zelaya-Molina y col., y Ayala-Zepeda y col.). Por ejemplo, el uso preventivo, o en las primeras etapas de desarrollo de plagas y enfermedades, de extractos de plantas con propiedades antimicrobianas o supresiva de plagas, elaborados de manera doméstica, son una herramienta de manejo seguro y sustentable ya que contienen semioquímicos y toxinas que afectan directa (^{Carrillo-Rodriguez et al., 2011}), o indirectamente a los organismos (^{Roccuzzo et al., 2016}). No obstante, es necesario incrementar la investigación para este tipo de enfoques sustentables. La agricultura puede constituirse un aliado en la salud humana a través de productos de calidad y saludables.