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Estudios de historia novohispana

versión On-line ISSN 2448-6922versión impresa ISSN 0185-2523

Estud. hist. novohisp  no.69 Ciudad de México jul./dic. 2023  Epub 27-Feb-2024

https://doi.org/10.22201/iih.24486922e.2023.69.77764 

Artículos

San Francisco Regis y El Paraíso Dos pueblos de visita de la misión de San Francisco de Borja

San Francisco Regis and El Paraíso Two pueblos de visita of the Mission of San Francisco de Borja

Juan Manuel Guillén González-Novo* 
http://orcid.org/0000-0003-4135-0405

*Universidad de Granada (España) jmguillen@correo.ugr.es


Resumen

El presente artículo pone de relieve la conjunción de los esfuerzos productivos de los pueblos de visita y otros lugares -esfuerzos que se sumaron a los llevados a cabo en las cabeceras de las misiones jesuitas californianas-, bajo la hipótesis de que la producción de recursos agropecuarios en estas últimas no sólo se realizaba en el entorno más cercano al templo misional. Llevadas a cabo las estimaciones de las áreas cultivables de dos lugares llamados San Francisco Regis y El Paraíso, cercanos a la misión de San Francisco de Borja, y posteriormente deducidas las producciones máximas correspondientes de acuerdo con las descripciones aportadas por los misioneros en sus crónicas, se concluye que, para poder alimentar a su población, la misión se apoyó en los recursos obtenidos en los dos parajes, por lo que consideramos que para poder apreciar con más rigor el potencial productivo de una misión es necesario el estudio de los lugares anexos a ella.

Palabras clave: misión; jesuitas; California; pueblos de visita; producción

Abstract

This article highlights how both the pueblos de visita and other places, alongside the main villages (cabecera) of the Californian Jesuit missions combined their production efforts. The hypothesis is that the production of resources -agricultural and from cattle farming- at the cabeceras was not restricted to the areas closest to the missionary temple. After calculating the estimates of production of the arable lands from two places -San Francisco Regis and El Paraíso -near the mission of San Francisco de Borja, and subsequently deducing the maximum production rate of each, according to descriptions provided by the missionaries in their chronicles, it can be concluded that the mission relied on the resources obtained from the afore mentioned two places in order to feed its population. Therefore, we consider that it is necessary to study the places annexed to the missions, in order to appreciate their productive potential more rigorously.

Keywords: mission; Jesuits; California; pueblos de visita; production

La evangelización de la península de La California iniciada por los jesuitas en 1697 y continuada por la misma orden hasta 1767 y después por los franciscanos y dominicos, no fue una tarea sencilla y requirió de mucho esfuerzo, de la gestión inteligente de recursos externos, de la puesta en marcha de centros de producción agrícola y ganadera en pleno desierto y de una planificada expansión a lo largo de todo el siglo XVIII. El sucesivo conocimiento de las distintas regiones, la disposición de estos recursos y las circunstancias extraordinarias, tales como las rebeliones, marcarían los ritmos de progresión desde el establecimiento de la primera misión jesuita en Loreto, primero hacia el oeste, después hacia el sur y a partir de 1741, y durante periodos más dilatados, hacia el norte.

El avance a través de las diferentes regiones seguía una secuencia nacida de la experiencia evangelizadora de la Compañía. En primer lugar, se establecía contacto con los diferentes grupos de indígenas, generalmente dispersos, ofreciéndoles regalos como señal de amistad. A continuación se les explicaban conceptos muy básicos de doctrina católica a la vez que se les alimentaba con sopas o papillas de cereales, lo que permitía que no tuvieran que ir a buscar semillas o a cazar para que, durante unos días, permanecieran al lado del misionero. El lugar elegido, alguno cercano, sería considerado como lugar de reunión de varios grupos o rancherías para futuros contactos. Se erigía una capilla con materiales pobres y se le daba nombre al lugar para referenciarlo en el futuro. Éste era el embrión de los pueblos de visita.

Noción y localización de los pueblos de visita

Con carácter general, los cronistas y misioneros se referían a los pueblos de visita como lugares en los que coexistían indios de varias familias, había una pequeña capilla, las más de las veces también había algún tipo de refugio para el misionero y un soldado; eran lugares a donde los religiosos se desplazaban con alguna frecuencia para adoctrinar a los nativos de las cercanías. Los principales requisitos para la elección de su situación era la existencia de agua y una habitual concentración, aunque fuera temporal, de indígenas en sus primeros estados de adoctrinamiento, catecúmenos o ya neófitos.

Este diferente grado de evangelización entre la población del pueblo de visita fue lo que dio lugar a las confusiones apreciables en los textos cuando los autores se referían a ellos, pues era frecuente que se les denominara de otras formas más genéricas como rancherías, ranchos, sembrados, lugares de ganado, etcétera, también a veces llamados visitas. La diferencia más sustancial entre ranchería y pueblo de visita era que en este último su lugar de asiento era fijo, existía la capilla y alojamiento y servía de reunión a los diferentes grupos compactos e independientes, generalmente familias nómadas de nativos, que constituían las rancherías.1

En el inicio de la evangelización de una zona el pueblo de visita tenía el carácter de lugar temporal de reunión de varias rancherías para recibir la visita del misionero, donde los congregados eran iniciados en el conocimiento de la religión. Sin embargo, a medida que el adoctrinamiento y la confianza mutua avanzaban, los grupos familiares acudían por turnos a la misión durante unos días para recibir doctrina y alimentación, efectuar rezos y adaptarse a las costumbres de los recién llegados,2 por lo que el misionero se desplazaba a los pueblos con menor asiduidad y la visita se convertía entonces en un lugar en torno al cual las rancherías permanecían. Se adoptaba una serie de estructuras organizativas parecidas a las de la misión y, dado que el lugar proporcionaba algún flujo de agua, se establecía algún terreno sembrado o rancho para ganado bovino, caprino u ovino.

El término pueblo, a la hora de referirse al pueblo de visita, precede, además de la progresiva reducción de las rancherías hacia la vida en comunidad, a la adopción de las nuevas costumbres, al establecimiento de la citada organización religiosa, social, administrativa y de las viviendas, aunque éstas fueran simples jacales de palos y hojas de palmera. Pero también el concepto de pueblo responde al nacimiento de actividades productivas, agrícolas, ganaderas o de ambos tipos, que permitieran la progresiva sustitución de la alimentación tradicional, a base de la caza y la recolección, por otra comunal a base de cereales principalmente.

El padre Juan Bautista Luyando indicaba en 1737 al padre Venegas sobre la misión de San Ignacio que:

Todas las rancherías están sujetas y a obediencia del padre… y sólo con licencia del padre pueden ir a sus distantes tierras, pero dejando siempre a los viejos, niños y mujeres encintas y enfermizos en el pueblo perteneciente a ellos, cercano a la misión.3

A continuación, Luyando señalaba cómo eran elegidos los lugares de las visitas: “… para cuyas cabeceras [de los pueblos] se les señalaron los parajes más cercanos y mejores de la misión, en la que tienen su iglesita y algún ganado menor y gallinas […] para que les sirva de pie de pueblo”.

Pero la importancia del pueblo de visita no sólo radicaba en que era un elemento fundamental para la evangelización de una zona y la reducción de los nativos de ella. El pueblo de visita nacía muchas veces como embrión de una futura misión o como alternativa al asentamiento de una misión ya creada en algún lugar cercano. En ambos casos se producía esta metamorfosis cuando quedaba patente que el lugar elegido para el pueblo de visita podía ser mejor que el elegido para la misión, circunstancia que aún más se ponía de manifiesto cuando, a veces, cesaban los flujos de agua en la cabecera misional.

En alguna ocasión un exagerado optimismo sobre los recursos que un lugar podía generar provocaba que éste fuera denominado pueblo de visita, tan sólo con base en las primeras expectativas de un misionero, resultando fallido el intento de reducción. Piccolo se refiere con ilusión a la visita de Santa María de Begoña, por el hecho de haber descubierto un ojo de agua, que, según pensaba, le permitiría sembrar, lo que no resultó así.4 En muchas ocasiones, la falta de autosuficiencia trajo como consecuencia la existencia de un modo mixto de gestión. De la misma forma que en las misiones no podía albergarse la totalidad de la población indígena, en las visitas tampoco, lo que provocaba que hubiera algún personal más caracterizado para efectuar algunas tareas en el pueblo y el resto de los nativos se desplazara dentro de amplias zonas, encuadrados en sus rancherías y alimentándose de la caza y la recolección de frutos y semillas silvestres. Es por eso que Ignacio del Río comentaba que “no es infundado afirmar que el fenómeno de la reducción se constriñó esencialmente al espacio constituido por las cabeceras misionales, situadas en mejores terrenos que en los pueblos de visita”,5 evitando acertadamente la percepción de que los pueblos de visita, en la mayoría de las ocasiones, fueran imaginados como pequeñas ciudades. Nada más lejos de la realidad.

Baegert, se refiere a la última década de evangelización jesuita en la península californiana:

Entre todas las misiones había nada más cinco (y éstas eran las menos populosas) que podían mantener y vestir a todos sus feligreses durante todo el año y, donde por tal motivo, toda la gente vivía alrededor de la casa. En las otras, la tribu estaba dividida en tres o cuatro grupos, de los que cada uno tenía que presentarse, alternativamente, una vez al mes en la misión y quedarse allí una semana completa.6

Esos grupos mencionados a veces eran rancherías, pero otras eran grupos de ellas o pueblos de visita que agrupaban rancherías. Como se ha comentado antes, un requisito fundamental para la elección del lugar de la visita era la existencia de agua. El agua determinaba la capacidad de producción de un pueblo, y si éste era capaz de generar productos en cantidad tal que asegurase la autosuficiencia de los habitantes, el pueblo permanecía, pero si además generaba excedentes, el pueblo podía apoyar con sus recursos la creación de alguna nueva misión en las cercanías o, simplemente, constituir un eslabón más de apoyo para sucesivos pueblos que encadenaran la ruta entre una misión y otra.

Este último fue el método de avance de las misiones jesuitas, más patente en la expansión hacia el norte a partir del cese de las rebeliones habidas en el sur peninsular entre 1734 y 1737. La cadena de pueblos de visita establecidos entre vecinas pero lejanas misiones permitía establecer lugares de descanso a las recuas desplazadas, posibilitando el relevo de los animales y su recuperación. Como ejemplos se pueden citar las visitas de San Blas y El Rosario en el sur y algunas situadas entre las misiones de Santa Rosalía y Santa Gertrudis.

La experiencia habida en el sur -que requería asentamientos no demasiado lejanos que permitieran facilitar la comunicación entre las misiones, además del apoyo entre los diferentes centros- marcó una fuerte relación entre las visitas y las cabeceras misionales; relación que, por no ser ampliamente descrita por los cronistas, no ha sido suficientemente valorada ni estudiada.

Sin embargo, hay que apreciar que existe una cadena de circunstancias, muy peculiares en toda la península californiana, que permiten acometer, siquiera parcialmente, el estudio de diversos aspectos de esta correspondencia, pues algunos de los pueblos de visita se han transformado en ciudades, otros aún permanecen bajo la forma de ranchos7 y, aunque muchos han desaparecido, el simple hecho de poder conocer su situación geográfica permitiría estudiar el entorno e investigar sobre su capacidad productiva. Se podrían establecer así los vínculos entre las misiones y sus pueblos de visita, el interés por su permanencia y, en determinados casos, la interrelación entre la red y el contenido de los abastecimientos o memorias anuales y la importancia de las visitas en el camino que éstos recorren.

Y es que no sólo es necesario el estudio de las misiones desde los múltiples aspectos individuales sino, como propone Ignacio del Río,8 como parte de un sistema misional propio de la California jesuita, franciscana o dominica, incluyendo en él a los pueblos de visita como lazos de unión entre misiones, centros de adoctrinamiento y, aspecto igualmente importante, centros productivos que aportaban recursos en una cadena logística de extraordinaria relevancia para el sistema.

El estudio de la historia misional de la Baja California ha centrado el inicio de la era jesuita en torno al establecimiento de misiones, pero pocas veces se hace alusión a la importancia que los lugares o pueblos de visita tuvieron.9 Sin embargo, para la fundación de una misión en un lugar era condición fundamental que a esos sitios elegidos acudieran los nativos tras la llegada del misionero o, mejor aún, que las rancherías de la zona estuvieran esperando su llegada tras un aviso previo. Bastaba esa condición para que se pudiera afirmar que el pueblo estuviera bien asentado, invitando, por tanto, a progresar en la expansión hacia otros lugares. Quedan pendientes muchos aspectos del análisis que permitan completar el trazado de un mapa de visitas que pudiera definir de forma más completa el sistema misional jesuita y la posterior expansión dominica, así como el estudio de la importancia que éstas pudieran haber tenido en diferentes épocas.

No es fácil determinar con exactitud los pueblos de visita que hubo, debido a la confusión de los cronistas entre los nombres de rancherías, de visitas y hasta de misiones (valgan los ejemplos de San Miguel de Comondú y San Juan Londó, que tantas veces fueron llamados misión, sin serlo, por los cronistas); tampoco es fácil su adecuada adscripción a las misiones de cabecera en el tiempo, pues si inicialmente una misión creaba un pueblo de visita, fundada la siguiente la visita podía pasar a depender de la nueva, como el caso de muchas de las fundadas en Mulegé, que pasaron a depender de Santa Gertrudis. Tampoco el nombre de ellas permaneció siempre fijo, como el caso de San Ignacio, después misión de San José de Comondú.

De las referencias a pueblos de visita que han hecho los cronistas e investigadores10 se ha obtenido una relación que se refleja en el cuadro 1 y que, si bien no contiene todas las posibles visitas y, por el contrario, algunas de las citadas pudieron ser simples rancherías móviles, aportan un valor como punto de partida para futuras discusiones e investigaciones.

En la Baja California se da un hecho que no es excesivamente frecuente. Desde la salida de los jesuitas de la península, en 1768, hasta mediados del siglo XIX, se emitieron títulos de propiedad sobre las tierras disponibles con base en diferentes disposiciones legislativas. En la mayor parte de las ocasiones los nuevos propietarios dieron nombre a sus ranchos conservando las denominaciones con las que los misioneros llamaban a los lugares, generalmente sitios de ganado o pueblos de visita de las antiguas misiones, lugares con algún agua y susceptibles de uso agropecuario. Sobre la base de los datos indicados en las fuentes citadas, más los registros proporcionados en valiosas bibliografías11 y cruzando los datos con las recopilaciones de edificaciones y localidades disponibles en el INEGI,12 se ha podido identificar la situación geográfica de 39 de las 58 visitas relacionadas. De una u otra forma en las diferentes fuentes se hace alusión a 28 de ellas como centros productivos (lugares de siembra o tierras de ganado). En el mapa 1 se señalan con puntos las visitas localizadas.

Cuadro 1 RELACIÓN DE PUEBLOS DE VISITA REFERENCIADOS EN LAS CRÓNICAS JESUITAS 

Misiones Pueblos de visita
Santa María de la Columna o de los Ángeles Cabujakaaman Calamajué (antes de San Borja)
San Francisco de Borja Adac Santa María (después, misión de Santa María)
Calamajué (pasó a ser de Santa María)
San Ignacito
San Miguel
San Juan Bautista
San Francisco Regis
Santa Ana
Santa Gertrudis Cadamán San Francisco de Borja (después, misión)
San Pablo
San Ignacio de Kadakaaman San Joaquín
San Borja
San Sabás
Santa María Magdalena
Los Dolores del Norte (puede ser Santa Gertrudis o San Pablo)
San Atanasio
Santa Mónica
Santa Martha
Santa Lucía (antes fue de Santa Rosalía)
Santa Ninfa
San Estanislao
Santa Clara
Santa Ana
San Juan Bautista
Nuestra Señora de Guadalupe Huasinapí San Miguel
El Valle
San Patricio (antes fue de Santa Rosalía)
San José de Gracia
La Concepción
San Pedro y San Pablo
Santa Rosalía de Mulegé San Luis
Santa Lucía (pasó a San Ignacio)
La Santísima Trinidad
San Patricio (pasó a Guadalupe)
San Marcos
Santa Águeda
San Lucas
La Purísima Concepción de Cadegomó Santa María
San Miguel (pasó a Comondú)
Cadegomó o La Purísima Vieja
Nuestra Señora de Loreto Conchó San Juan Londó
San Ignacio (después, misión de San José Comondú)
San Miguel (pasó a pertenecer a San José de Comondú
Santa María de Begoña
San José de Comondú San Ignacio
Londó
Comondú Viejo
San Miguel de Comondú (antes, de otras misiones)
San Francisco Javier Vigué Biaundó Santa Rosalía
San Javier Antiguo o Viejo
San Pablo (después, San Javier Nuevo)
San Miguel (pasó a ser de Comondú)
Los Dolores del Norte ¿Santa Gertrudis o San Pablo?
San Juan Bautista Liguí-Malibat Nació como misión, posteriormente, visita de Loreto y San Francisco Javier
San Luis Gonzaga Chiriyaqui San Juan Nepomuceno
Santa María Magdalena
San Hilario (pasó a La Paz)
La Pasión (después, misión de Dolores Chillá)
Nuestra Señora de los Dolores Apaté-Chillá La Concepción
La Santísima Trinidad
La Encarnación
La Redención
La Resurrección
Nuestra Señora del Pilar de la Paz Airapí San Blas
Ángel de la Guarda
San Hilario (antes, de San Luis)
Santiago de los Coras San José de Caduaño
Los Mártires
Santa María de la Luz
San Borja
Santa Rosa-Todos Santos El Rosario

FUENTE: elaboración propia con base en Miguel del Barco, Historia natural y crónica de la antigua California, notas y apéndices de Miguel León-Portilla, 2a. ed. (México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1988); Michael W. Mathes, Las misiones de Baja California (La Paz: Editorial Aristos, 1977); Edward W. Vernon, Las misiones antiguas. The Spanish Missions of Baja California 1683-1855 (Alburquerque: University of New Mexico Press, 2002); Peter Masten Dunne, Black Robes in Lower California (Berkeley y Los Angeles: University of California Press, 1952); Francisco Javier Clavijero, Historia de la Antigua o Baja California (México: Imprenta de Juan R. Navarro, 1852); Francisco Palou, Cartas desde la Península de California, (1768-1773), ed. de José Luis Soto Pérez (México: Editorial Porrúa, 1994); Harry W. Crosby, The King’s Highway in Baja California. An adventure into the history and lore of a forgotten region (Salt Lake City: Copley Book, 1974); y Harry W. Crosby, Antigua California. Mission and Colony on the Peninsular Frontier, 1697-1768 (Alburquerque: University of New Mexico Press, 1994).

Dos pueblos de visita del entorno de la misión de San Francisco de Borja

Los diarios de las expediciones son una imprescindible fuente de información sobre las características de los terrenos y los núcleos de indígenas que incitaron el asentamiento en los lugares de agrupación de rancherías. Uno de los misioneros cuyos viajes fueron más importantes en el avance hacia el norte fue el jesuita croata Fernando Consag, quien, partiendo de San Ignacio, emprendió dos expediciones para buscar lugares adecuados en donde fundar una nueva misión. En la de 1751 se eligió el lugar para fundar Santa Gertrudis de Cadamán y en la de 1753 no encontró lugar adecuado para erigir otra misión más al norte. Hasta 1758 no se descubrió el lugar en donde tres años después se fundaría San Francisco de Borja.13

La progresión a través de las tierras desconocidas conllevaba el contacto con rancherías de indígenas a quienes se les invitaba a escuchar la doctrina en torno a los citados lugares de agrupamiento, lugares para los posteriores contactos que recibían un nombre, generalmente de santos, y que darían paso a los pueblos de visita en plazos relativamente cortos. Además de cumplir los objetivos de expansión previos a la erección de misiones, las visitas facilitaban el avance en las siguientes expediciones, pues servían de referencia y aseguraban que el viaje se hacía a través de zonas pacíficas y con aguajes conocidos. La cadena de visitas entre San Ignacio y Santa Gertrudis, con los lugares de Santa Marta, Santa Ana, San Francisco de Borja (visita) y San Pablo, entre otros, facilitaban el descanso, la aguada y, posiblemente, algún pequeño aprovisionamiento en el desplazamiento de una a otra misión.

FUENTE: elaboración propia con base en Francisco Javier Clavijero, Historia de la Antigua o Baja California (México: Imprenta de Juan R. Navarro, 1852)

Mapa 1 PUEBLOS DE VISITA DE LA ÉPOCA MISIONAL JESUITA LOCALIZADOS GEOGRÁFICAMENTE 

El caso de la fundación de San Francisco de Borja fue algo más complejo. Como se ha indicado, la búsqueda de un terreno para fundar esta misión fue llevada a cabo por el misionero Fernando Consag y se extendió desde 1751 hasta pasado 1758, demora que se produjo por no encontrarse lugar adecuado.14

En la expedición de 1751 Consag recorrió el costado occidental de la Sierra de San Francisco; estableció lugares de reducción o agrupamiento de rancherías en San Everardo, Nuestra Señora de la Visitación de Calmalí y Nuestra Señora de la Desposación del Pui; penetró después en el interior de la sierra en dirección nordeste a través del recorrido ascendente del arroyo Paraíso, llamado así por la esperanza de encontrar un buen lugar en las orillas de su recorrido más cercano al Pacífico, según les habían asegurado los indígenas.

Tuvieron noticia el padre [Consag] y los de su comitiva que más adelante había un arroyo con mucha agua, mucha frescura y mucha comida que era tan abundante, que los que vivían en él o sus inmediaciones eran felices y dichosos, por poseer un terreno tan fecundo.15

Poco después Miguel del Barco añadió, refiriéndose al lugar señalado: “Estaba muy lejos éste de merecer las alabanzas que los indios le daban”.

El arroyo fue, por tanto, recorrido casi desde su desembocadura hasta su nacimiento, algo más de 62 km de cauce, donde se estableció un pueblo de visita que sería de nuevo una parada en la expedición de 1758.16

Está claro que no todos los lugares señalados como pueblos de visita fueron tales pueblos exactamente como se entiende en su definición, pero vale la pena detenerse en dos casos que, por diferentes causas, son dignos de nuestra atención: los pueblos de visita de El Paraíso y San Francisco Regis.

Una de las circunstancias comunes a estos dos lugares es la cita de ambos en el informe de fray Francisco Palou a fray Rafael Verger de fecha 12 de diciembre de 1772 al referirse a la insuficiencia productiva de la tierra de San Francisco de Borja Adac: “Así por la cortedad de la tierra como por la escasez de agua, que aun para mantener las pocas familias dichas, es preciso ir a sembrar en dos parajes bien apartados de la misión nombrados San Regis y El Paraíso”.17

Como complemento a este comentario y con el ánimo de poner sobre la mesa un elemento que ofrece, al menos, una duda sobre la importancia de estos parajes, Miguel del Barco apunta al describir San Borja, y excluyendo cualquier comentario sobre otros lugares de siembra en torno a la misión, que:

Demás de esta siembra [la de San Borja], se dispuso otra en un pedazo de tierra que se halló a distancia como de seis leguas que, por ser muy húmeda, no se podía en el invierno sembrar cosa alguna en aquel bajial, más en verano, disminuida la humedad con los calores se sembraba de maíz y producía como sesenta fanegas.18

La duda que surge tras esta lectura es a qué lugar se refiere, a San Regis o a El Paraíso. A continuación se intentará estimar la ayuda que pudieron prestar estos dos lugares a la misión de San Borja y esclarecer cuál de ellos es el destinatario de esa descripción. Para la consideración de su estudio, hay que señalar algunos de los datos de estos parajes que han llegado a través de distintas fuentes desde el siglo XVIII.

El Paraíso

Hereda el nombre del lugar un rancho situado en las coordenadas 28⁰ 33’ 37,24” N, 113⁰ 37’45,21”O, ubicado en un estrecho cañón colector de dos cauces que conforman el arroyo llamado Paraíso, antes referido, en el interior de la sierra de San Francisco19 y que, tras un largo recorrido por la sierra, desemboca en el océano Pacífico. El paisaje es el acostumbrado de la zona: un suelo formado por minerales volcánicos de variados colores, algunas palmeras de taco y la vegetación acostumbrada a lo largo de toda la península californiana, como mezquites, cactus, palo verde, etcétera. Actualmente quedan restos de un cercado de ganado y una pequeña casa, pues el rancho fue abandonado definitivamente hace ya algunos años. Estas circunstancias invitan a pensar que estamos ante un paraje utilizado en los últimos tiempos de los misioneros jesuitas y que pudo o no ser considerado como pueblo de visita, pero del que se sabe que constituyó un centro de producción agropecuaria del entorno de la misión de San Francisco de Borja Adac (mapa 2).

Cuando el misionero Miguel del Barco se refería a “el Paraíso de los Californios”20 como un paraje digno de tal nombre por la esperanza que desataba en los acompañantes al expedicionario Consag, aludía a la parte baja del arroyo, es decir, cercana a la desembocadura. Pero la importancia de este enclave, como asegura Palou, es que fue uno de los dos lugares que sirvieron de ayuda para abastecer de productos agrarios a la misión de San Borja, al menos hasta 1772, fecha del informe.

En 1773 “Parayso” aparece entre los lugares de la misión de San Francisco de Borja Adac; se presentó un inventario con el siguiente contenido:

De nuestro tiempo una trojecita de piedra y lodo bien techada, con puerta y llave; en ella están encerrados seiscientos cincuenta y ocho costales de trigo en espiga, y doce costales de cebada en espiga. En este sitio hay tierra de dos fanegas y media de sembradura de trigo poco más o menos, y en dicha tierra queda sembrado almud y medio de maíz y otras semillas. Se han puesto algunos granados, higueras y bastantes matas de algodón.21

Actualmente existe una casita en El Paraíso hecha de madera de palma, cardón y ocotillo, construida sobre una más antigua que fue “de adobe y piedra”,22 probablemente sobre los restos de la troje citada en los inventarios.

FUENTE: elaboración propia con base en los datos del cuadro 1 del presente artículo

Mapa 2 PUEBLOS DE VISITA ENTRE LAS MISIONES DE SAN IGNACIO Y SAN BORJA (1751-1767) 

Al centrar la atención en los productos almacenados -trigo, cebada y maíz, entre otros-, cabe observar que la existencia de algodón indica que había abundancia de agua y, por otro lado, el conjunto descrito, junto con los frutales mencionados, implica que, sin duda, existía una red de acequias que conducían el agua desde el aguaje que emanaba del lecho del arroyo hasta los suelos sembrados, al menos uno de ellos donde se sembraban los cereales y otro más para el cultivo del algodón. Se desconoce la cantidad de granados, viñas e higueras que había, pero no se puede afirmar que hubiera superficies específicas como huertos para éstos, pues muchas veces estos frutales se plantaban en los bordes de las siembras o junto a las acequias. Las cifras de trigo y cebada reflejan el volumen que ocupaban en espiga, es decir, los cereales habían sido segados, pero no trillados, por lo que hay que suponer que, en el momento de la redacción del inventario, estaban secándose como preparación a la separación del grano.

El inventario de 1773 indica que había sembradas 2.5 fanegas de superficie de trigo, lo que supone un rendimiento de volumen de grano de 88 fanegas, como se muestra en el cuadro 2.23

Cuadro 2 RENDIMIENTO ESTIMADO DE TRIGO EN EL PARAÍSO 

Fanegas sembradas Medida en hectáreas Volumen de semillas en fanegas
Rendimiento trigo espiguín 1 3.57 35
recogen
Huertas sembradas 2.5 8.925 88

FUENTE: elaboración propia con base en Eligio Moisés Coronado, Descripción e inventarios de las misiones de Baja California, 1773 (México: Gobierno del Estado de Baja California Sur/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Universidad Autónoma de Baja California Sur, 1994), 161.

De la misma forma, se puede estimar la producción de maíz, con base en los 1.5 almudes sembrados de terreno, equivalentes a 0.75 fanegas de superficie24 que producen un volumen de 90 fanegas de grano de maíz, como se expresa en el cuadro 3.25

Cuadro 3 RENDIMIENTO ESTIMADO DE MAÍZ EN EL PARAÍSO 

Fanegas sembradas Medida en hectáreas Volumen de semillas en fanegas
Rendimiento del maíz 1 3.57 120
recogen
Huertas sembradas 0.75 2.68 90

FUENTE: elaboración propia con base en Alexander von Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, con prólogo de Ortega y Medina, Juan Antonio (México: Editorial Porrúa, 1984), CXLV.

Las cifras estimadas deben ser entendidas como producciones aproximadas, teniendo en cuenta que la calidad de las semillas era variable y que estaban sujetas a circunstancias que las modificaban como el flujo y la calidad del agua y las catástrofes naturales como las sequías, huracanes, plagas, etcétera. Sin embargo, dadas las producciones calculadas como probables, habrá que aventurarse a estimar la capacidad que estas cosechas de cereales tenían para alimentar a una población cuya dieta diaria se basaba, preferentemente, en el consumo de cereales.

Para su cálculo es necesario conocer el peso de los volúmenes citados de grano de trigo y maíz y el consumo medio diario por persona, para lo que habrá que recurrir a diversas fuentes.

Ninguno de los misioneros jesuitas facilita en sus escritos la cantidad diaria de cereales que componía la dieta de los neófitos misionales, aunque todos los que hablan de ésta coinciden en señalar que se suministraban atole y pozole, compuestos por maíz o trigo, tres veces al día. Para conocer el peso aproximado del cereal consumido, Mario Alberto Magaña Mancillas aporta un dato extraordinariamente importante al resaltar un informe de fray Pedro Gandiaga sobre la misión de San Fernando de Velicatá entre 1782 y 1783:

A más, de lo ordinario se reparte entre todos fanega y media de dichos granos [trigo y maíz] [para cubrir diariamente] la manutención de 200 almas, poco más, que regularmente habitan en el recinto de la misión.26

Y a continuación calcula el consumo medio de cereales por persona en la misma misión, estimándolo en 630 g/persona/día, utilizando una densidad media de los cereales de 84 kg por fanega de volumen.

Estas estimaciones son muy relevantes, puesto que permiten obtener la capacidad de satisfacción de necesidades para una alimentación diaria con base en el consumo de cereales. Como resultado observamos que solamente se producían cereales suficientes para 65 personas por año, según el cálculo resumido en el cuadro 4.

No se dispone de documento alguno que indique el número de habitantes en el lugar, pero suponiendo que en El Paraíso hubiera entre 10 y 15 neófitos capaces de desarrollar las labores agrarias necesarias, se deduce que, en el mejor de los casos, quedarían el equivalente a 50 o 55 raciones diarias de cereales excedentes para ayudar a alimentar a los habitantes permanentes de la cercana misión de San Francisco de Borja. Por ello es necesario hacer una reconsideración y pensar que, aunque toda aportación de cereales habría de ser bienvenida, la importancia del citado paraje podría no radicar tanto en la obtención de trigo y maíz, sino en el mantenimiento de un hato de ganado, posiblemente lanar o caprino. En este sentido, es necesario recordar la necesidad de obtención de abono de origen animal para la siembra. Consag se atreve a asegurar en su expedición de 1751 refiriéndose a El Paraíso que “cuando se ponga una misión en los Ángeles [Bahía de los Ángeles] puede servirle para mantener alguna porción de ganado”.27

Cuadro 4 CÁLCULO DE NÚMERO DE RACIONES DE CEREALES PRODUCIDAS EN EL PARAÍSO 

Trigo Maíz
Fanegas de volumen producidas 88 90
kg/fanega 84
kg de producción 14.910
Consumo medio por persona 0.63
Raciones anuales 23 667
Personas/año 65

FUENTE: elaboración propia con base en Mario Alberto Magaña Mancillas, Indios, soldados y rancheros. Poblamiento, memoria e identidades en el área central de las Californias (1769-1870) (La Paz: Gobierno del Estado de Baja California Sur, Subsecretaría de Cultura/Instituto Sudcaliforniano de Cultura/Archivo Histórico Pablo L. Martínez), 238.

Aunque el paisaje actual es desértico, hace 250 años El Paraíso no presentaba este aspecto; la enumeración del inventario permite asegurar que en este lugar había siembras. Por ello es necesario imaginar alguna acequia que llevara agua desde la parte superior del cauce o de algún ojo de agua hasta una zona más baja en donde hubiera tierras llanas susceptibles de ser sembradas. La inspección del lugar, de sus accesos, el estudio de las pendientes, tanto para el trazado de una acequia como para la roturación del suelo, permite delimitar tres huertas señaladas en el mapa 3.

El paraje, como se ha apuntado, se encuentra encajonado entre dos montañas de suelo difícil, lo que configura áreas de siembra consecutivas y alargadas en sentido norte-sur, recorridas por una acequia cuya longitud máxima estimada sería de 1.7 km y que regaría un máximo de 14 ha de terreno.28

Los cálculos de superficie con base en los datos aportados por los cronistas, en especial el citado inventario de 1773, requerían de 2.5 + 0.75 fanegas de superficie, que equivalen a un total de 11.60 ha, por lo que resulta creíble la afirmación de que sí fue posible la obtención de los volúmenes de semillas indicados, quedando 2.4 ha (diferencia entre las superficies señaladas y las requeridas) para algodón, frutales y otros pequeños cultivos.

FUENTE: elaboración propia con base en las observaciones citadas en el presente artículo

Mapa 3 PARAJE DE EL PARAÍSO, CON ESTIMACIÓN DE UNA POSIBLE ACEQUIA Y LA POSICIÓN DE LAS HUERTAS REGADAS 

Es necesario resaltar que la puesta en producción de esta superficie tuvo que requerir un notable esfuerzo para, en un inicio, cavar la acequia, allanar los suelos, plantar los frutales y, posteriormente, llevar a cabo todas las labores de explotación agrícola, pero también las propias del hato de ganado que, capaz de alimentarse de algunas de las plantas silvestres del lugar, también necesitaba de trabajos como el pastoreo, el ordeño y la posible preparación de quesos. De las instalaciones necesarias tan sólo queda el citado redil y una pequeña edificación de adobe, sin que se pueda desechar la idea de que hubiera otras aún más sencillas, como jacales o cobertizos de palmas o ramas.

San Francisco Regis

El pueblo de visita de San Francisco Regis toma el nombre del famoso misionero jesuita Francisco de Regis, quien evangelizó en la Francia de los hugonotes en el siglo XVII. Situado en las coordenadas 28⁰ 35’43” N, 113⁰ 46’ 21” O, el paraje de San Regis presenta el aspecto acostumbrado de los lugares misionales de la península: una estrecha franja de tierra encajonada entre dos ásperas sierras en torno a un cauce generalmente seco, pero con algunas emanaciones de agua, que desciende desde el noreste hacia el sudoeste en el interior de la sierra de San Francisco.

Se desconoce la fecha exacta de establecimiento del pueblo, pero en el informe recopilado en 176229 del padre visitador Lizasoaín, que recorrió las misiones de la Compañía de Jesús entre 1761 y 1762, ya figuraba San Regis, dependiente de San Ignacio y con un número elevado de indios que lo habitaban, la mayor parte de confesión o comunión (por tanto, antes de la fundación de San Borja), y posiblemente promovido como visita por los padres Retz o Consag, quienes pudieron administrarla durante algún tiempo personalmente, como era costumbre con los nuevos pueblos. En el mismo informe se dice que a San Borja se le agregaron varias rancherías, pero no dice cuáles. Parece lógico que San Regis tuviera un marcado carácter de visita de esta misión, dada la lejanía de Santa Gertrudis y San Ignacio, y cabe pensar que, a pesar de no estar situado en el llamado Camino Real, en el tramo entre Santa Gertrudis y San Borja, hubo de tener gran importancia para apoyar la fundación de esta última misión. Es por esta misma causa por lo que San Regis no es citado por los jesuitas salvo en las ocasiones ya comentadas. Serán posteriores referencias las que conjuntamente lo nombran con El Paraíso y que figuran en los inventarios de 1773 y en el citado informe de Palou.

Así como en El Paraíso no ha sido encontrado resto de capilla alguna, en San Regis sí hay constancia material de su existencia a través de numerosos vestigios. En el mapa 4 está señalado el lugar que ocupaba un pequeño templo religioso, construido con gruesos muros de adobe sobre cimientos de piedras rodadas, al que se encuentra adosado el cementerio del rancho actual.

Los restos visibles de las paredes y de los cimientos forman un cuadrado ABCD de algo más de 15 m de lado, delimitando el perímetro de una construcción que podría haber estado dividida en dos o tres secciones o habitáculos más pequeños.

El inventario de “Paraje de San Regis” de 1773 de entrega de las misiones por los franciscanos a los dominicos describe la construcción como “una casa grande que sirve de capilla, de dieciséis varas de largo en claro, cinco de ancho y cuatro de alto; todo de adobe y buen techo. Una troje de adobe con puerta y llave”.30 El gran tamaño de la capilla, de unos 12 × 4 m31 está apuntando a que el lugar no era un simple punto de reunión abandonado, sino que era apreciado como lugar de doctrina permanente y que tenía adosadas algunas habitaciones, posiblemente una para el alojamiento del misionero en sus visitas, otra para el soldado y alguna troje para almacenar aperos y semillas.

Además, hay otros vestigios que se conservan y que testifican sobre la verdadera importancia del pueblo de visita proclamando la existencia de una capilla rica en adornos y sólida en sus intenciones (figura 1). A través de varias generaciones de habitantes del rancho se han ido recogiendo diversas piedras labradas, aparecidas junto a los muros y al cementerio y que han sido conservadas por la familia Meza con el pleno convencimiento de que éstas constituían los restos de un paraje que fue de considerable valor por su antigüedad y que se remontaba a los años de la época colonial. Don Rosendo asegura que nunca se han hecho excavaciones, ni por organismos oficiales ni por miembros de la familia, en el interior del perímetro señalado y que se han recogido las piedras talladas que estaban en la superficie, por lo que se puede presumir que habrá más enterradas bajo las arenas de los restos de las paredes, esperando ver la luz mediante el trabajo arqueológico correspondiente (figura 2).

FUENTE: elaboración propia con base en el recorrido sobre el terreno

Mapa 4 SITUACIÓN DE LOS RESTOS DE LA CAPILLA EN SAN REGIS 

Figura 1 Restos de muros de adobe de la capilla de San Francisco Regis. Fotografía de Juan Manuel Guillén 

Figura 2 Restos de los cimientos de San Francisco Regis. Fotografía de Juan Manuel Guillén 

La familia Meza ha resguardado varias piezas que componen frisos tallados con flores de seis pétalos muy bien conservadas (figura 3). Existen dos pilas de aspecto semejante a las bautismales, una de ellas rota por uno de sus lados, las cuales están bastante deterioradas debido sin duda a haber prestado sus servicios como recipientes en épocas anteriores. Una talla en relieve de lo que parece ser un santo,32 como así es llamado por la familia debido a la aparente talla de un birrete sobre la cabeza ya desgastada, parece reclamar un lugar de nuevo en la fachada o en una pared de la iglesia (figura 4).

A falta de un estudio más completo, la iglesia tuvo un arco de entrada o, al menos, una puerta en piedra tallada y adintelada. La piedra de jamba tallada en relieve presentando la base de una columna certifica su existencia y también, posiblemente, otra pieza con forma de tronco de pirámide invertida que formara la dovela clave de un arco o una peana sobre la que descansara otra figura, posiblemente la de San Vicente Ferrer, pues contiene en una de sus caras la inscripción “Sn. Visente Año 1801” (figura 5).

Es esta última pieza la que aporta un dato singular sobre este pueblo de visita; aunque hay certeza de que el aprovechamiento de este suelo se inició en la época jesuita, posiblemente con alguna anterioridad a la fundación de la misión de San Francisco de Borja, su máximo rendimiento pudo ser obtenido por los misioneros dominicos años después de la expulsión de la Compañía de Jesús.

Los vestigios de San Regis, que presentan una portada con elementos en piedra, así como otros interiores, también en piedra, muestran el reconocimiento de los misioneros a la importancia del lugar y reclaman un espacio en la investigación de la evangelización de la Baja California al lado de las misiones comúnmente conocidas y estudiadas, pues pocos lugares de los oasis creados por los jesuitas y dominicos continúan siendo productivos, explotados generación tras generación bajo el paraguas de un duro esfuerzo, del amor a la tierra y de la conciencia de ser herederos de una pequeña parcela en la historia de Baja California.

El citado inventario de 1773 proporciona, además, algunos otros detalles. En el momento del inventario había “250 costales de trigo espiguín en espiga, 8 almudes de maíz en grano y otros 8 de cebada en espiga”.33 A diferencia del caso de El Paraíso, no se proporcionan cifras del volumen de semillas obtenidas en el año, pero facilita los datos de superficie trabajada:

En este sitio se hizo y trabajó en nuestro tiempo lo siguiente: […] novecientas varas de tierra de largo y por lo más estrecho pasa de veintiocho varas de ancho […] se han limpiado y habilitado trescientas varas de tierra de humedad para siembra de maíz y tendrá de ancho como veinte varas.34

Figura 3 Restos de adornos en piedra de la capilla de San Francisco Regis. Fotografía de Juan Manuel Guillén 

Figura 4 Talla en relieve. Figura del santo. San Francisco Regis. Fotografía de Juan Manuel Guillén 

Figura 5 Posible dovela clave con inscripción “Sn. Visente Año 1801” en San Francisco Regis. Fotografía de Juan Manuel Guillén 

La redacción del inventario de este paraje presenta una peculiaridad consistente en que no facilita el total de las superficies sembradas, sino sólo las ampliaciones que los franciscanos hicieron y trabajaron “en nuestro tiempo”, es decir, desde que ellos se hicieron cargo de las misiones californianas a mediados de 1768 hasta la emisión del inventario, en este caso, el 12 de junio de 1773. Así pues, documentalmente, sólo es posible afirmar que esas ampliaciones supusieron un total de 2.18 ha de terreno (cuadro 5).

Cuadro 5 AMPLIACIONES DE SUPERFICIES DE TIERRA SEMBRADA POR LOS FRANCISCANOS EN EL INVENTARIO DE 1773 

Largo (varas) Ancho (varas) Superficie (varas cuadradas) Superficie (ha)
Primer trozo de tierra añadido 900 28 25 200 1.76
Segundo trozo de tierra añadido 300 20 6 000 0.42
Total 2.18

FUENTE: elaboración propia con base en Eligio Moisés Coronado, Descripción e inventarios de las misiones de Baja California, 1773 (México: Gobierno del Estado de Baja California Sur/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Universidad Autónoma de Baja California Sur, 1994), 228.

Por todo lo indicado, para conocer el potencial agrícola de San Regis habrá que recurrir a la estimación de las superficies máximas aprovechables con base en la configuración del terreno y de las que se tienen noticia que hubo por tradición oral. Esos cálculos, encuadrados en el entorno de las hipótesis, tan sólo permitirán establecer unos márgenes de producción, máximos y mínimos, que ayudarán a valorar la importancia de este pueblo de visita en relación con la ayuda que pudieron prestar a la misión de San Borja.

Visitado el lugar en noviembre de 2021 y guiado por don Rosendo Meza Villavicencio, hijo de su actual propietario, don Rosendo Meza Arce, se puede resaltar la existencia en San Regis de varias instalaciones de notable importancia. En primer lugar, una pequeña presa situada en el cauce del arroyo a unos 600 metros de la casa, con una pileta adosada de piedra y que permite elevar y contener el nivel del agua de forma que asegura un flujo continuo que permite el riego en el rancho, lo que se logra a través de una larga acequia que recorre la margen izquierda del cauce a diferentes distancias de éste y con 1.3 km de longitud. Asegura don Rosendo que ésta es la acequia principal que recorría el rancho desde la época misional y que riega todas las huertas entre ésta y el cauce del arroyo, pues nunca se varió el trazado. En la actualidad no existe otra acequia, aunque quedan vestigios y se tiene noticia de otras de uso anterior, como se detallará más adelante.

Los mapas 5, 6, 7 y 8 contienen varios elementos:

  • El trazado de la acequia principal, que nace de la presa y recorre el rancho en dirección NE-SO.

  • Las acequias secundarias 1, 2 y 3, situadas al otro lado del cauce, que reciben el agua de la acequia principal a través de los acueductos 1, 2 y 3, regando las huertas 5, 6, 7 y 8.

  • Las acequias secundarias 4 y 5, que habrían regado las huertas 2 y 3.

  • 5 albercas o pilas, una muy cerca de la casa del rancho, dos situadas en el tramo central de la acequia principal y otras dos en la acequia secundaria 3, al otro lado del cauce.

  • Los restos de la capilla y troje misionales.

La acequia principal se encuentra en perfecto estado de uso. Elevada sobre el nivel de las huertas que hay entre ella y el cauce (huertas desde la 1-1 hasta la 1-6), suministra agua suficiente a lo largo de todo el año para el riego de las mismas. Como constancia de que esta acequia tenía en tiempos de las misiones el recorrido actual, todavía dan frutos algunos viejos olivos de aquella época en la huerta 1-6.

Las acequias secundarias 1, 2 y 3 nacían en los desagües de los acueductos en el margen derecho del río y servían para que los suelos que ocupaban las huertas 5, 6, 7 y 8 fueran productivos. Por tradición oral se sabe que a principios del siglo XX se sembraban hortalizas en algunas de las huertas 5, 6 y 7, y se cultivaba trigo en la huerta 8. Esta última huerta en su día formaba parte del rancho “El Milagro”, del cual sólo quedan los restos de algunos cercados y cimientos. Don Rosendo conoció en uso este sistema hídrico, pero no puede asegurar su antigüedad, por lo que no resulta posible saber si ya en algún período de la época misional el otro lado del arroyo estuvo sembrado, y apunta que el cauce del arroyo antes era más estrecho, pues las tormentas lo han ido ensanchando, lo que facilitaba el trasvase del agua entre las dos orillas del cauce. Posiblemente un análisis del tronco de palmera de la figura 6 aportaría algún dato sobre la época de su construcción.

FUENTE: elaboración propia con base en las observaciones sobre terreno

Mapa 5 PUEBLO DE VISITA DE SAN FRANCISCO REGIS. INSTALACIONES Y SIEMBRAS ACTUALES E HISTÓRICAS 

FUENTE: elaboración propia con base en las observaciones sobre terreno

Mapa 6 INSTALACIONES Y SIEMBRAS ACTUALES E HISTÓRICAS, TRAMO NORDESTE DE SAN REGIS 

FUENTE: elaboración propia con base en las observaciones sobre terreno

Mapa 7 INSTALACIONES Y SIEMBRAS ACTUALES E HISTÓRICAS, TRAMO CENTRAL DE SAN REGIS 

FUENTE: elaboración propia con base en las observaciones sobre terreno

Mapa 8 INSTALACIONES Y SIEMBRAS ACTUALES E HISTÓRICAS, TRAMO SUDOESTE DE SAN REGIS 

La situación de las diferentes pilas habla de los aprovechamientos de las aguas y proporciona información sobre el paso de flujos de agua, sin duda artificiales, a través de ellos, por lo que se puede deducir que por la pila situada cerca de la casa actual pasó una acequia representada en el mapa 6 como acequia secundaria 4. Parece lógico pensar que la utilidad de esta pila sería crear reservas de agua para el riego de la huerta 2, de la que ahora sólo se aprovecha una pequeña viña, pero que perfectamente podía dar agua a la zona donde ahora está la casa, suficientemente llana como para plantar trigo y otros cereales.

Una de las dos pilas situadas frente a las ruinas de la capilla presenta las paredes sin grandes desperfectos aparentes, pero está llena de arena depositada allí por las tormentas y con un árbol que ha crecido en su interior, claros exponentes de su falta de uso desde hace algunas décadas.

A su lado, enterrada por la misma causa, otra pila mucho más antigua deja ver el borde superior de sus paredes. La tradición oral dice que esta última tuvo su origen en la época misional. Las dos pilas situadas más al sudoeste, al otro lado del cauce, se encuentran en buen estado.

El suelo de la huerta 3 presenta poca inclinación e invita a pensar que podría haber sido regado por una hipotética acequia secundaria 5, procedente de las pilas situadas frente a los restos de la capilla, dando, además, razón de ser a la necesidad de éstas.

Desde el punto de vista de la seguridad con la que podemos afirmar que hubo explotación agrícola en la época misional, quedan delimitadas tres áreas:

  • - La de las huertas 1-1 a 1-6, que casi con toda seguridad, estaban sembradas en la época misional por ser las más cercanas a la acequia principal y más bajas que ésta.

  • - La de las huertas 2 y 3, de probable siembra en la época misional.

  • - La de las huertas 5, 6, 7 y 8, cuyo aprovechamiento parece ser posterior.

Figura 6 Tronco vaciado de palmera que fue usado como acueducto en el Rancho San Regis. Fotografía de Juan Manuel Guillén 

Las superficies que ocupan estas áreas35 están indicadas y totalizadas en el cuadro 6. Resulta conveniente considerar que la orografía del terreno no permite en algunos casos que se cultiven en su totalidad, como el caso de aquellos suelos más cercanos al cauce del arroyo, a diferencia de las huertas 2, 3 y 4, poco o nada afectadas por las crecidas normales, no torrenciales, del agua en la época de lluvias. Por ello resulta recomendable afectar las huertas cercanas al cauce con un coeficiente de aprovechamiento de 80%, mientras que cabe considerar que las de probable siembra lo eran a 100% de su superficie. Para este trabajo, cuyo objeto es el estudio del apoyo que las visitas ofrecían a las misiones, no resulta recomendable, pues, considerar incluidas las huertas de dudosa siembra, pues es altamente probable que el esfuerzo de su construcción y aprovechamiento se debió a los posteriores rancheros propietarios.

Cuadro 6 MEDIDA DE LAS SUPERFICIES PRODUCTIVAS ESTIMADAS EN SAN REGIS 

Huertas sembradas con seguridad (ha) Huertas de probable siembra (ha) Huertas de dudosa siembra (ha)
Huerta 1 5.45 - -
Huerta 2 - 0.75 -
Huerta 3 - 3.47 -
Huerta 4 - 0.53 -
Huerta 5 - - 0.72
Huerta 6 - - 0.98
Huerta 7 - - 0.41
Huerta 8 - - 3.29
Totales 5.45 4.75 5.4
Coeficientes de aprovechamiento 80% 100% 0%
Superficie disponible para siembra 4.36 4.75 0

FUENTE: elaboración propia con base en las mediciones de superficie del (SIG) ARCGIS-ArcMap.

El análisis de la producción agrícola, por tanto, se basa en que el total de superficies que, posiblemente aprovecharon los misioneros, estaba situado entre 4.36 ha y 9.11 ha de terreno, como se deduce del cuadro 6.

Volviendo al caso de los datos del inventario de 1773, en el que se indicaba la roturación de nuevas superficies por un total de 2.18 ha se hace necesario considerar que éstas están incluidas entre las 4.36 o las 4.75 indicadas, lo que parece aumentar la probabilidad de que el número de hectáreas cultivadas en la época misional se acerque más al total de las 9.11 ha totales que a la cifra más baja de 4.36 ha.

Utilizando las mismas fuentes citadas anteriormente sobre equivalencias de medidas y consumo diario de cereales de los habitantes misionales, se estimarán los rendimientos y utilidades de los suelos, entendiendo que se debe insistir en la idea de que el objetivo de este trabajo es determinar unos mínimos y máximos de producción, conscientes de las limitaciones que la inexactitud de los datos impone.

Recordando lo ya indicado por Del Barco, en San Borja se llevaba a cabo la rotación de cultivos en los suelos destinaos a cereales, por lo que el cálculo debe ser realizado sobre producciones obtenidas en la misma superficie, aunque en diferentes épocas; por ello, los cuadros 7 y 8 parten de iguales cifras de hectáreas cultivables, arrojando que la producción de trigo estaría entre las 43 y 89 fanegas y la de maíz, entre 146 y 306 fanegas.

El cuadro 9 aporta la verdadera dimensión del posible apoyo de productos a la misión de San Borja: un volumen mínimo de 25 240 raciones/ año y máximo de 52 738 raciones/año, lo que, con los consumos indicados, representa la capacidad de suministrar diariamente una dieta basada en el consumo de cereales a entre 69 y 144 personas de forma permanente.

Se puede pensar que si esta dieta se complementaba con carne podía verse reducido el peso del consumo diario de cereales, aumentando el número de personas a las que proporcionaba alimento, pero sería necesario el estudio de las diferentes posibilidades, excediendo del objetivo de este análisis.

También, como en el caso de El Paraíso, debe ser tenido en cuenta el volumen de la población permanente de San Regis. El único dato facilitado sobre los habitantes del pueblo es el que figura en el informe del padre Rotea al padre Lizasoaín en 1762,36 según el cual había 37 familias y un total de 113 personas, de las cuales 55 estaban confesadas, 39 eran comulgantes y 19, neófitas.

Cuadro 7 PRODUCCIONES ESTIMADAS DE TRIGO EN SAN REGIS (FANEGAS) 

Trigo Fanegas sembradas Medida (ha) Volumen de semillas (fanegas)
Rendimiento según Del Barco 1 3.57 35
Huertas sembradas muy probablemente 1.2 4.36 43
recogen
Huertas sembradas con cierta probabilidad 1.3 4.75 46
Totales 2.6 9.11 89

FUENTE: elaboración propia con base en las estimaciones del cuadro 6 del presente artículo.

Cuadro 8 PRODUCCIONES ESTIMADAS DE MAÍZ EN SAN REGIS (FANEGAS) 

Maíz Fanegas sembradas Medida (ha) Volumen de semillas (fanegas)
Rendimiento según Del Barco 1 3.57 120
Huertas sembradas muy probablemente 1.2 4.36 146
recogen
Huertas sembradas con cierta probabilidad 1.3 4.75 160
Totales 2.6 9.11 306

FUENTE: elaboración propia con base en las estimaciones del cuadro 6 del presente artículo.

Cuadro 9 PESOS DE LAS PRODUCCIONES, RACIONES Y COBERTURA DE ALIMENTACIÓN EN SAN REGIS 

Huertas sembradas muy probablemente Huertas sembradas con cierta probabilidad Total de huertas de siembra
Trigo (fanegas) Maíz (fanegas) Trigo (fanegas) Maíz (fanegas) Trigo (fanegas) Maíz (fanegas)
Fanegas de volumen producidas 43 147 47 160 189 193
(kg/fanega) 84 84 84
Total (kg) 15 901 17 324 33 225
Peso de la ración diaria (g) 630 630 630
Raciones 25 240 27 498 522738
Personas/año 69 75 144
Mínima cobertura de alimentación con cereales 69
Máxima cobertura de alimentación con cereales 144

FUENTE: elaboración propia con base en la información de los cuadros 6, 7 y 8 del presente artículo.

Como en el caso de El Paraíso, cabe pensar que, si se alimenta con cereales a la totalidad de habitantes del paraje, 113 en total, serían pocas o ninguna las raciones de cereales enviados a San Borja, lo que contradice los textos citados de los cronistas.

Pero la óptica con la que ha de observarse la vida en los pueblos de visita, como quedó indicado, no debe ser la de un pueblo de composición fija, en donde, no siempre, se llevaban a cabo labores agropecuarias, sino la de un lugar de reunión no permanente desde el que se controlaba un cierto número de pequeñas rancherías nómadas que practicaban la caza y la recolección en zonas cercanas y que acudían a la misión tras la llamada de los temastianes y fiscales37 que habitaban de forma continua en el pueblo de visita. Eran éstos y unos pocos nativos más los que atendían las necesidades de la explotación y que, en determinados momentos como la recolección y el transporte, eran ayudados por otros nativos de residencia no estable.

Así, cuando los informes reflejan las cifras de indios pertenecientes a los pueblos, surgen errores en cuanto a la consideración de los parajes como pueblos de visita o rancherías y los nombres castellanizados de éstos se superponen con los de los lugares en donde se desenvolvían grupos de indios para recolectar o cazar. Por ello, elegida la opción de que gran parte de la población de los indios que estaban en la zona de acción de una misión se alimentaban con su forma tradicional, la aportación de productos a la misión de cabecera por los pueblos de visita pudo ser mucho más importante de lo que inicialmente parecía en el estudio.

En el caso de San Regis, a título de ejemplo, si se supone que pudo haber 25 habitantes fijos en el paraje y que habría habido 88 no fijos, por tanto, si se alimentaban de la caza y recolección, se producía un excedente capaz de alimentar a entre 44 y 119 personas, lo que habría representado una ayuda extraordinaria a la población estable de San Francisco de Borja.

El informe de 1762 no da una cifra exacta de nativos en San Borja, mucho menos facilita el volumen de población fija en la misión, pero Clavijero cifra en treinta familias el número de habitantes de pie, es decir, permanentes, a los que hay que añadir el número “de catecúmenos que estaban en actual instrucción y una tribu de neófitos que venía de otra parte”,38 lo que puede totalizar alrededor de 250 personas a las que había que alimentar diariamente.

Si se suman las posibilidades de apoyo a la cabecera misional de los parajes de El Paraíso y San Regis, se podría hablar de que sus aportaciones de cereales a ésta estarían entre las 94 y 174 raciones diarias de cereales, las cuales cubrirían una parte muy importante de las necesidades misionales, posiblemente más de la mitad.

Finalmente, hay que señalar que aún permanecen, todavía difícilmente transitables, los caminos necesarios para comunicar ambos lugares con su cabecera misional (mapa 9). El llamado Camino Real de las Californias, en su tramo desde Santa Gertrudis de Cadamán a San Francisco de Borja Adac, pasaba por El Paraíso, restando para la llegada a esa última misión 34 km.

Desde San Regis a San Borja había que dirigirse, en un primer tramo, al paraje de Compostela, situado a 8.8 km, desde donde, ya en el Camino Real, se recorrían los 15 km restantes. Otra ruta desde San Regis buscaba llegar al Camino Real hacia el este a lo largo de 13.5 km con el fin de dirigirse posteriormente hacia el sur.

Conclusiones

La valoración de la participación que dos pequeñas explotaciones agrícolas aportaron al éxito de una misión debe servir para plantear, en cualquier estudio, la necesidad de un análisis de los entornos misionales, como en este ejemplo, desde la comprensión de que los recursos de una misión no se circunscribían al templo y los espacios aledaños, sino que estaban compuestos por un conjunto complejo de lugares y explotaciones agrícolas y ganaderas que aunaban sus esfuerzos de forma coordinada, formando un sistema que requería un perfecto equilibrio entre los recursos generados en relación con el número de nativos fijos en cada lugar de visita y, con mayor razón, con la cifra de habitantes residentes fijos y transeúntes de la cabecera misional.

Si las crónicas no citan, siquiera con un mínimo detalle, lugares de la importancia aquí comprobada, no se puede deducir qué grado de cobertura se obtuvo de las necesidades de las cabeceras misionales, debiendo asumir, por tanto, la falsa imagen de que éstas, por sí solas, fueron los únicos lugares productivos. Complementariamente, si sólo se investiga la capacidad productiva de los entornos aledaños al templo, nunca se obtendrá una aproximación a la realidad de la necesidad de la ayuda exterior.

FUENTE: elaboración propia. El trazado del tramo del Camino real ha sido confeccionado utilizando el Sistema de Información Geográfica (SIG) ARCGIS-ArcMap, versión 10.5, mediante los datos aportados en las obras de Carlos Lazcano, Vestigios de la Antigua California (La Paz: Archivo Pablo L. Martínez, 2015); y Harry W. Crosby, The King’s Highway in Baja California. An Adventure into the History and Lore of a Forgotten Region (Salt Lake City: Copley Book, 1974). Ambos investigadores, Lazcano y Crosby, lo recorrieron. Para el trazado de los tramos San Regis-Compostela y San Regis-Camino Real se han seguido las precisas indicaciones de don Rosendo Meza Villavicencio, quien ha transitado las dos rutas a caballo

Mapa 9 RUTAS DESDE EL PARAÍSO Y SAN FRANCISCO REGIS HACIA SAN FRANCISCO DE BORJA 

Es cierto que las misiones fueron los grandes centros de producción, pero también es cierto que no fueron los únicos y que el control de los misioneros no pudo limitarse al recinto misional, sino al respeto a unos calendarios y tareas productivos de amplias regiones. En ese sentido, la importancia de los soldados y mayordomos auxiliares tuvo que ser capital para el mantenimiento misional, pero aún más importante fue la necesidad de contar con neófitos lo suficientemente formados como para desempeñar complejas tareas, saberes que han sido transmitidos a través de generaciones y que llegan hasta nuestros días. La adscripción de rancherías como mano de obra, estable o no, de todos y cada uno de los centros fue vital para la subsistencia del sistema misional.

Estamos ante los últimos años de existencia de la figura de los rancheros, herederos de muchas de las tierras que, habiendo sido parte de las misiones, ni siquiera han sido tenidos en cuenta en las investigaciones misionales salvo rarísimas excepciones39 y, cuando lo han sido, nunca se ha investigado ni medido la participación de su heredad en la historia. Son también los rancheros, especialmente los de más edad, los que conocen muchas de las raíces de los lugares, transmitidas a través de una tradición oral con la que la Baja California puede reconstruir su historia. A medida que los ranchos van deshabitándose, los nombres de éstos desaparecen hasta de los mapas oficiales y, con ellos, las referencias a las situaciones de los vestigios sin que, en el presente o en el futuro, los arqueólogos puedan desarrollar su trabajo. Dentro de pocos años, desaparecidos asimismo los descendientes de los testigos de su existencia, no quedará vestigio en la memoria de México de los parajes que conformaron un sistema misional único en la historia.

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12El INEGI es el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México.

15Comentario de Miguel del Barco respecto al arroyo Paraíso, tomado de Carlos Lazcano Sahagún, Vestigios de la Antigua…, 162.

16Diario de la expedición de Consag de 1751, reseñas de los días 31 de mayo y del 21 al 26 de junio, en Lazcano y Pericic, Fernando Consag…, 270-271.

19Carlos Lazcano describe el estado actual del lugar, en el que sólo quedan una cerca para el ganado y un cobertizo. Véase Lazcano, Vestigios de la…, 162. La pobreza del entorno provoca la duda de si la localización del enclave vía satélite y su marca en el plano del INEGI era la correcta, pero ésta ha sido confirmada por otro buen conocedor del sitio, el ranchero don Rosendo Meza Villavicencio, hijo del actual propietario del cercano rancho San Regis, del mismo nombre.

23La transformación de fanegas en hectáreas se ha realizado según la relación 1/3.57. Manuel Carrera Stampa, “El sistema de pesos y medidas colonial”, Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, tomo XXVI, n. 1 (enero-marzo, 1967): 24. Para este paraje no existe dato del rendimiento exacto, pero en el mismo inventario se dice que una superficie de 10 fanegas en Santa Gertrudis producía 350 fanegas de grano de trigo. Coronado, Descripción e inventarios…, 161. Por ello se usará ese rendimiento como modelo.

25Tampoco en el caso del maíz se dispone de un dato exacto de rendimiento para este lugar, por lo que se utilizará el dato que proporciona Del Barco en relación con el rendimiento de la superficie sembrada de maíz en San Francisco Javier que dice que media fanega producía 60 fanegas de grano en troje. Barco, Historia natural…, 178-184.

28Para la confección del mapa 3, así como para la medición de la longitud de la acequia y de las superficies de las tres huertas, se ha recurrido a la utilización del Sistema de Información Geográfica (SIG) ARCGIS-ArcMap, versión 10.5.

31Para el cálculo se ha utilizado la conversión de equivalencia entre una vara castellana y 0.838 metros. Carrera, El sistema…, 12-13.

32Posiblemente pueda ser el jesuita San Francisco de Regis o el dominico San Vicente Ferrer.

35Las áreas han sido trazadas de forma aproximada en el Sistema de Información Geográfica (SIG) ARCGIS-ArcMap, versión 10.5, y calculadas sus superficies a través de este sistema.

37El padre Tamaral adoctrinó a unos cuantos jóvenes para enseñar la doctrina en el ámbito de sus rancherías cuando no estaban en la misión. Río, Conquista y aculturación…, 176.

39El estudio antropológico de esta forma de sobrevivir en el desierto se desprende de todas las obras de Carlos Lazcano Sahagún y Harry W. Crosby. Otros autores que han hecho a lo largo de su carrera importantes aportaciones al reconocimiento de la figura de los rancheros y la preservación de su patrimonio son Micheline Cariño, Lorella Castorena, Antonio Ortega, Ana Luisa Castillo, Aurora Breceda y Miguel Ángel Sorroche.

Recibido: 21 de Marzo de 2022; Aprobado: 30 de Agosto de 2022; Publicado: 27 de Junio de 2023

Juan Manuel Guillén González-Novo es doctorando en Historia y Artes en la Universidad de Granada con la tesis “El corpus funcional de la Compañía de Jesús en Nueva España. Una estructura para la expansión (1683-1767)”. Entre sus publicaciones destacan “Problemática del estudio de la migración desde las Alpujarras hacia la Nueva España”, en Gentes que vienen y van. Estudios en torno a las migraciones: ayer, hoy, mañana (Granada: Universidad de Granada, 2020); y “La campaña del Gran Nayar novohispano en 1722. La acción militar en la explotación del éxito”, en Imperialismo y ejércitos (Granada: Universidad de Granada, 2020).

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