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Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas

Print version ISSN 0185-1276

An. Inst. Investig. Estét vol.26 n.84 Ciudad de México Mar. 2004

 

Libros

 

Archaeological Researches at Teotihuacan, Mexico, Sigvald Linné

 

Emilie Carreón

 

Prólogo de Staffan Brunius, introducción de George L. Cowgill, Tuscaloosa, Alabama/Londres, The University of Alabama Press, 2003, 236 pp., 339 figs., 6 mapas1

 

Me extrañó constatar que, tanto en las enciclopedias como en los diccionarios biográficos recientemente publicados, la obra de Sigvald Linné se menciona de manera escueta, e incluso en algunos casos es omitida.2 Tampoco los libros contemporáneos sobre arqueología, historia e historia del arte prehispánico hacen justicia a su valiosa contribución al estudio de Mesoamérica, en especial a sus aportaciones al conocimiento de Teotihuacán. Por dicha razón, creo necesario reseñar la reedición de su libro Archaeological Researches at Teotihuacan, Mexico, escrito hace más de setenta años, pero cuyo contenido es de vital importancia para el estudio del arte mesoamericano.

Entre el 26 de abril y el 29 de julio de 1932, Linné exploró en Las Palmas y en Xolalpan, ambos sectores localizados detrás de la Pirámide del Sol en Teotihucán, y encontró y estudió estructuras que ahora llamamos "conjuntos departamentales". Tal vez sus trabajos quedaron opacados por las dos importantes épocas de exploración de Teotihuacán auspiciadas por el gobierno mexicano: la de 1917-1922, dirigida por Manuel Gamio (en el Templo de la Serpiente Emplumada y La Ciudadela), y las excavaciones que entre 1960 y 1964 dirigió Ignacio Bernal (en la Plaza de la Luna y la restauración de muchas de las estructuras que flanquean la Calzada de los Muertos). En otras palabras, el actual olvido de Linné y sus trabajos posiblemente se debe a que excavó sectores residenciales, donde se llevaban a cabo actividades domésticas, y no arquitectura monumental.

Cuando por vez primera se publicó Archaeological Researches at Teotihuacan, Mexico, la obra recibió reseñas positivas de importantes estudiosos de la época. George Vaillant escribió que era un valioso complemento que, desde el punto de vista de un arqueólogo de campo, se suma a los análisis simbólicos de Teotihuacán de Eduard Seler y las descripciones generales de Gamio y sus colaboradores.3 Esta observación aún es válida. Como bien señala George L. Cowgill en su útil introducción a esta edición del libro de Linné (pp. XIII-XXI), su lectura a la luz de los estudios que se han efectuado en Teotihuacán a partir de los años 30 demuestra que es un valioso documento para los estudiosos del tema, y permite determinar que algunas de sus interpretaciones se mantienen vigentes.

Mi interés al escribir esta reseña es refrescar la memoria de los investigadores. En el tiempo que duró la preparación de este texto, al platicar con colegas y alumnos, me percaté de que tanto la figura como la obra del autor sueco resultan sorprendentemente poco conocidas. Algunos no sabían de Sigvald Linné, otros lo habían leído pero no vuelto a leer; por esto considero necesario referirme brevemente a los datos de su trayectoria, y me baso en el escrito de Staffan Brunius, curador del Museo de Etnografía en Estocolmo, autor del prólogo (pp. VII-XII).

Linné realizó estudios en química y posteriormente se formó como arqueólogo y etnólogo bajo la influencia de Erland Nordenskiold (americanista sueco) y Hjalmar Stolpe (primer director del Etnografiska Museet, Museo Nacional de Etnografía de Estocolmo). En 1929 Linné inició su trabajo en el mismo museo, donde impartió cátedra, y al cual dirigió entre 1954 y 1966.

A diferencia de sus maestros que se dedicaron al estudio de Sudamérica, Linné, después de presentar relevantes investigaciones de la región del Darién entre Panamá y Colombia, se abocó al estudio de Mesoamérica. Fue uno de los pioneros suecos en realizar trabajo arqueológico en esta área cultural, y el primero en publicar en Suecia sobre el tema de las antigüedades mexicanas basándose en trabajo de campo. Ello le permitió recibir apoyo de diplomáticos, empresas privadas, colegios académicos y fundaciones —mexicanas y suecas— y la asistencia de eminentes estudiosos mexicanos de la época para un viaje de estudio a la región de Yucatán, así como para sus primeras excavaciones en Teotihuacán en el año de 1932.4 Después de una breve etapa de trabajo de campo y una intensa investigación, que ahora llamaríamos interdisciplinaria, Linné escribió su libro en sueco. Fue traducido al inglés, y el Museo de Estocolmo lo publicó dos años más tarde. Ésta es la obra que aquí se examina.

Sigvald Linné excavó y consignó puntualmente los resultados, describiéndolos, añadiéndoles la mínima interpretación posible. Expuso sus resultados de tal manera que fácilmente se detectan las relaciones entre las particularidades de sus descubrimientos —contexto y contenido— con el amplio espectro mesoamericano. Ésta es la razón por la cual su obra no pierde su valor. Registró las etapas (Teotihuacán, Mazapa, Azteca) utilizando las técnicas de excavación de la época, cuando la metodología principal era la estratigrafía (con el fin de establecer secuencias cerámicas y cronológicas). Pero también empleó análisis microscópicos para su estudio de la alfarería, algo que debe subrayarse, ya que no era lo común en aquellos tiempos. Los resultados obtenidos con la experimentación de tecnologías y métodos son el punto de partida de la reflexión de Linné sobre la realidad teotihuacana, específicamente, de la zona de Xolalpan. El estudio muestra también un amplio conocimiento de Mesoamérica, la literatura especializada y las colecciones precolombinas que vio en los museos.

A pesar de la brevedad de la temporada de excavación (cuatro meses), Linné recolectó un gran cúmulo de datos. No obstante, él no alcanzó a estimar la relevancia de sus aportaciones.5 En Las Palmas abordó el problema de la cerámica Mazapan y, al excavar en Xolalpan, confirmó su posición estratigráfica (aunque no se percató de que el primer sitio es un representante importante de esta fase). As imismo, reveló por vez primera un excelente ejemplo de arquitectura residencial teotihuacana.

Los nuevos proyectos arqueológicos (Teotihuacan Mapping Project,6 entre otros) mostraron otros detalles, como menciona Cowgill. Por ejemplo, la dimensión del conjunto departamental de Xolalpan, pues los límites señalados por Linné en su plano no abarcan toda la extensión del conjunto. Ciertos accesos y pasos entre los templos y plataformas que circundan un patio central tampoco fueron registrados, lo que impide percibir cabalmente la organización espacial y, por ende, su función. Por otra parte, hoy no existe aún consenso sobre el proceso de transformación de Xolalpan y otros conjuntos departamentales (Tlamimilolpa, Zacuala, Tetitla y Yayahuala).

Según Cowgill, Linné no se ocupó de recolectar el material de superficie, no registró cerámica utilitaria y no reconoció la importancia de la cerámica Coyotlatelco, a la cual llama "tipo matlazinca". Sin embargo, sus atribuciones cronológicas son acertadas, razón por la cual la obra de Linné, complementada con las observaciones de Cowgill, es lectura obligada.

El extenso índice que se incluye permite percibir lo completo de la obra de Linné. Se divide en ocho partes, que a su vez se subdividen en tres grandes secciones.

La sección introductoria tiene carácter divulgativo: adelanta una breve sinopsis de la historia prehispánica de México, y evalúa las propuestas de la cronología mesoamericana de los especialistas del momento (los años 30). A su vez, hace un resumen de la literatura sobre Teotihuacán y de las crónicas históricas que se refieren al sitio. Da a conocer rasgos generales de Teotihuacán, inserta datos obtenidos de Xolalpan y se esfuerza en buscar puntos de contacto entre el conjunto urbano y el sitio que excava.

La segunda sección está dirigida a especialistas e incluye un registro de las excavaciones en los sitios Las Palmas y Xolalpan. Es la parte medular del libro, ya que presenta las exploraciones y sus resultados. En el primer sitio, excavado anteriormente por George Vaillant, localizó una pequeña cueva a la cual se desciende por una entrada situada dentro de una casa, interpretada como lugar de almacenamiento. También exploró dieciséis tumbas con cerámica Mazapan.

Su trabajo en Xolalpan reveló las fases constructivas al mostrar los muros, las reconstrucciones y la superposición de pisos de un conjunto que reúne cuarenta cuartos, varios de ellos con atrio, y patios (tipo impluvio). A su vez, todos están agrupados alrededor de un gran patio central con un altar al centro, rodeado por cuatro plataformas con un aposento sobre cada una de ellas. Incluye planos del área que excavó, algunas secciones estratigráficas, así como los perfiles arquitectónicos y la descripción de algunas de las estructuras. Detectó un temascal y drenajes, así como cerámica y artefactos de la cultura teotihuacana y mazapan, contenidos principalmente como ajuar funerario en los siete entierros asociados a diferentes etapas del edificio.

Quizás los resultados más importantes de los trabajos arqueológicos de Linné son los datos referentes a estas tumbas. A pesar de que incluye el dibujo de sólo una de ellas y presenta pocos datos de antropología física; al parecer, los restos generalmente fueron incinerados. Los estudios recientes de entierros teotihuacanos, como señala Cowgill, no discrepan tanto de la propuesta de Linné. Entre los entierros teotihuacanos, generalmente de hombres adultos (entierros 1, 2, 3 y 4), el entierro 1 es el más temprano y data de la primera parte de la fase Xolalpan (350-550) y, como los otros tres, contiene los característicos vasos trípodes teotihuacanos. La tumba número 1 tenía también tres pequeñas figuras antropomorfas de obsidiana. Los entierros 5, 6 y 7 son posteotihuacanos, y contenían los restos óseos de niños y cerámica Mazapan.

Al estudiar la cerámica teotihuacana y Mazapan encontrada en las tumbas de Xolalpan, Linné describe cuidadosamente las características de cada una y anexa dibujos de las más significativas. Apunta el contexto y la distribución de los elementos en la tumba (vasijas apiladas en el caso de las tumbas teotihuacanas) y agrega los análisis de la iconografía, la técnica de manufactura y otros asuntos. Especial mención merece la escultura de barro de Xipe Totec que localizó en el cuarto XXVI de Xolalpan y su estudio a partir de la lectura de Bernardino de Sahagún y las propuestas de Eduard Seler.

En la presentación de sus excavaciones, refiere de manera muy breve los objetos aztecas que detectó, esto quizás debido a que fueron pocos. Linné clasificó los objetos hallados según el material (barro, piedra, hueso, obsidiana, pizarra y mica), siempre haciendo hincapié en su procedencia y contexto, con lo cual proporciona una información valiosa.

En lo que respecta a la alfarería, aborda temas diversos. Estudia primordialmente los fragmentos que localizó y los que logró reunir ya de regreso a Suecia. Detectó la presencia no tan sólo de las cerámicas teotihuacanas y Mazapan, sino también de cerámica Coyotlatelco, Plumbate y, de particular relevancia, fragmentos de vasijas que evalúa como extranjeras por presentar figuras en relieve, de estilo maya, procedentes de los cuartos VI, VII y XV de Xolalpan. También se refiere a los fragmentos de vasijas con figuras modeladas o moldeadas, con impresiones de textiles, así como a los fragmentos del incensario tipo teatro que localizó en el altar central de Xolalpan y a los llamados candeleros. Va de lo general a lo particular y estudia las figurillas de barro sólido, las cabecitas, las orejeras, los malacates, silbatos y otros objetos de barro como discos (76 en Las Palmas y 69 en Xolalpan, cuyo uso desconoce) y las pequeñas esferas de barro que miden entre 8.5 mm y 34 mm, que identifica como municiones de cerbatana, instrumento que generalmente no se menciona en la literatura especializada de Teotihuacán.

En cada mención de tipo de objeto o de tipo cerámico profundiza, y se refiere a su factura, su función y, en algunos casos, su distribución en Mesoamérica. A su vez, retoma algunos de los temas y los desarrolla en los apéndices de su obra, con lo cual nos adelanta una visión continental, reflejando claramente una posición difusionista en cuanto a la expansión de técnicas y del empleo de determinados objetos.

En cuanto a los objetos de piedra, encontramos entre ellos una escultura, una máscara y una vasija, así como una serie de artefactos como hachas, bruñidores y golpeadores, que dan la pauta para que Linné se refiera brevemente a las técnicas de aplanado de muros y a las de la fabricación de papel. A su vez, la presencia de rocas como la turquesa da pie para que trate el tema del intercambio de Teotihuacán con otras regiones.

También analiza los objetos de obsidiana, como navajas, puntas de proyectil y adornos corporales (un bezote y una orejera), así como los llamados excéntricos. En cada caso los describe y los trata con detenimiento, haciendo referencia a las minas de obsidiana que explotaban los teotihuacanos. Explica cómo se empleaban pizarra y mica, señalando su distribución en otras áreas mesoamericanas. Cuando trata los objetos fabricados de hueso y molusco y los colorantes que emplearon los teotihuacanos para pintar vasijas y muros, se refiere a su modo de producción y empleo, y en ocasiones también a su simbolismo. Este último apartado de la sección medular del libro de Linné por sí solo es como una obra completa, ya que abarca temas y asuntos diversos.

Con la tercera sección de su libro, conformada por doce apéndices, se completa la investigación. Estos apéndices reflejan una sincera curiosidad científica y tienen como propósito, según indica el autor, auxiliar a los estudiantes suecos de historia cultural a determinar la distribución de ciertos elementos culturales que percibió a lo largo de sus excavaciones en Teotihuacán. Toca temas que tratan de las técnicas alfareras, de la pintura al negativo, de la pintura al fresco y del modelado, así como del uso del molde. Redondea temas que dejó inconclusos en la segunda sección: la manufactura de papel y las técnicas empleadas para la pintura mural. A partir de largas tablas comparativas y mapas del continente americano, se refiere a la distribución geográfica del comal, de la cerbatana y a la presencia de huesos humanos usados como instrumentos musicales (raspadores). También trata los temas de algunos de los métodos de excavación y restauración de los objetos y se refiere, en un último apéndice, al examen de fragmentos de pintura mural y de cerámica con análisis de láminas microscópicas.

Por último, la bibliografía de la obra de Linné no debe pasarse por alto, ya que con ella se recuerdan algunos de aquellos estudios pioneros que habíamos olvidado, lo que nos permite aquilatar nuestros avances en el estudio del mundo teotihuacano.

La lectura de las exploraciones de Linné nos permite reconocer muchos avances. No solamente en el conocimiento de Teotihuacán sino también de la legislación del patrimonio arqueológico de México. Linné nos informa que el gobierno de México le permitió llevar a Suecia la gran mayoría de sus hallazgos arqueológicos, que fueron un total de 6783 piezas (las autoridades mexicanas se quedaron con algunas de ellas, particularmente cuando había dos iguales). Finalmente, partió a Suecia con 6 588 piezas, en donde se catalogaron; ahora se exponen en el Museo Etnográfico de Estocolmo y el Museo de Gotenberg. Algunas de las piezas que Linné encontró, pero que permanecieron en México, se exhiben en la sala teotihuacana del Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México (por ejemplo, la escultura de barro de Xipe Totec), y otras las encontramos en el Museo de Sitio de Teotihuacán, lugares que visitamos fácilmente. En cambio, son muy pocos los que tienen la posibilidad de viajar a Suecia y es gracias a la obra de Linné con 339 figuras ilustradas —excelentes dibujos y acuarelas de Nils Odhner— que se conocen las piezas que el estudioso halló a lo largo de sus trabajos. También es posible verlas en catálogos de exposición. Uno de ellos, editado por Kathleen Berrin y Esther Pasztory en 1993, lleva por título Teotihuacan. City of the Gods.7

Como piezas de catálogo, estos importantes hallazgos son meros objetos bonitos que se exhiben e ilustran, pero al contemplarlos, tras la lectura de la obra de Linné y ante el hecho de que adelantó propuestas del posible contacto de Teotihuacán con otras regiones, se aprende, entre otras cosas, de la influencia maya en ciertos tipos de vasijas labradas y en objetos de obsidiana que localizó, y de los vínculos de esta urbe con Oaxaca. Esto es importante mencionarlo, particularmente a la luz de que en fechas recientes numerosos estudios han abordado el problema de la relación entre Teotihuacán y otras regiones mesoamericanas. Se ha discutido la importancia de la interacción entre el centro de México y las Tierras Altas mayas, y algunos han subrayado la preeminencia de Teotihuacán, dejando de lado datos importantes aportados por Linné que, sumados al hallazgo de otros artefactos, hacen evidente la presencia maya en Teotihuacán.

Linné escribió bastante a lo largo de su vida y no se dedicó únicamente al estudio de la gran urbe mesoamericana. Además de dos libros y diversos artículos que registran las excavaciones en Teotihuacán, abordó temas diversos relacionados con las culturas prehispánicas en general, y en particular con las de Oaxaca y Guerrero. Asimismo se interesó en tratar problemas tan específicos como el de las figurillas con ruedas, la mutilación dental y la representación de la figura del jorobado en Mesoamérica, por mencionar sólo una muestra de la gran gama de temas que exploró. Sus informes en el Archivo Técnico del Instituto Nacional de Antropología e Historia no pueden ser ignorados, como tampoco los documentos que probablemente existan en los archivos de Suecia. Todo este conjunto da una visión de la importante contribución del estudioso.

Mi intención en esta reseña ha sido comunicar el valor de la obra de Linné y la importancia que tiene aún hoy en día su aportación al estudio del arte prehispánico, que ameritó la reciente reedición.

 

Notas

1. Originalmente publicado por el Museo Etnográfico de Suecia, Riksmuseets Etnografiska Avdelning, Estocolmo, Victor Pettersons Bokindstriaktiebolag, 1934, nueva serie, publicación núm. 1.         [ Links ]

2. David Carrasco (editor), The Oxford Encyclopedia of Mesoamerican Cultures. The Civilizations of Mexico and Central America, Oxford, 2001;         [ Links ] Susan Toby Evans y David L. Webster (editores), Archaeology of Ancient Mexico and Central America. An Encyclopedia, Nueva York/Londres, Garland Publishing, 2001.         [ Links ]

3. George Vaillant, reseña de Archaeological Researches at Teotihuacan, Mexico, en American Anthropologist, 1935, vol. 37, pp. 504-506.         [ Links ]

4. Un par de años más tarde (1934-1935), realizó sus segundas exploraciones en Teotihuacán y los resultados están publicados en Sigvald Linné, Mexican Highland Cultures: Archaeological Researches at Teotihuacan, Calpulalpan and Chalchicomula in 1934-1935, prólogo de Steffan Brunius, introducción de George L. Cowgill, Tuscaloosa, Alabama/ Londres, The University of Alabama Press, 2003.         [ Links ]

5. Como las registra Pedro Armillas en 1950; véase Pedro Armillas. Vida y obra, 2 vols., México, SEP-INAH-CIESAS, 1991, vol. I, pp. 202-203.         [ Links ]

6. René Millon, "The Teotihuacan Map", en Urbanization at Teotihuacán, México, vol. I, 1a parte, texto, Austin, University of Texas Press, 1973.         [ Links ]

7. Kathleen Berrin y Esther Pasztory (editoras), Teotihuacan. City of the Gods, San Francisco, Thames and Hudson/The Fine Arts Museums of San Francisco, 1993.         [ Links ]

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