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Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas

Print version ISSN 0185-1276

An. Inst. Investig. Estét vol.23 n.79 Ciudad de México Sep./Nov. 2001

 

Libros

 

La pintura mural prehispánica en México, II. Área maya. Tomos III y IV, Estudios. Beatriz de la Fuente, directora del proyecto; Leticia Staines Cicero, coordinadora

 

por Mercedes de la Garza

 

México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2001, 558 pp., ilustraciones, mapas, dibujos, planos.

 

Ante las prodigiosas manifestaciones del arte pictórico mural de los mayas que se presentan y estudian en este nuevo fruto del trascendental proyecto La Pintura Mural Prehispánica en México, que dirige Beatriz de la Fuente, el espíritu asombrado vuelve a preguntarse, aparte de las razones universales de la creación artística, y buscando detrás del qué, cómo y dónde pintaron, ¿por qué pintaron los mayas? y ¿para qué pintaron los mayas? Pues todo ello abre un diferente umbral para penetrar en el alma profunda de ese singular pueblo.

Los mayas yucatecos llamaron a la imaginación y al pensamiento u dzib ol, "lo que se pinta en el corazón" (Álvarez); ts 'ib ol es también "pensar con la fantasía" (Cordemex). Ello nos habla de su concepción del pintar: lo pintado es lo imaginado, lo pensado con la fantasía, no una simple reproducción de la realidad. Pues la pintura, en efecto, no pretende evocar la realidad, ni siquiera en la representación más realista —como diría Nicolai Hartmann—. "Lo que se da [en la pintura] es algo muy distinto: no lo representado, sino la 'imagen' de lo representado" (1977, 116).

Como revelan de manera excelente los diferentes trabajos de este nuevo volumen, en los edificios principales de sus grandes ciudades los mayas reprodujeron pictóricamente, entre otros asuntos, escenas mundanas de la vida cotidiana, con el tema predominante de los linajes gobernantes; pintaron acontecimientos históricos, seguramente para perpetuar su significación; pintaron eventos astronómicos, que para ellos estaban estrechamente ligados a los humanos; pintaron a los seres de la naturaleza: plantas y animales, casi siempre en contextos simbólicos; pero también pintaron ideas religiosas, complejas imágenes de sus deidades, escenas rituales, escenas míticas y múltiples símbolos que aún no alcanzamos a comprender del todo.

Además, hay una liga importante entre el arte pictórico y la escritura: ambos se entrelazan y son, juntos, uno de los principales lenguajes que tuvieron los mayas. El vínculo texto-imagen, tan evidente en los códices y en la cerámica, se repite en los murales, de tal modo que muchos de ellos parecen haber sido realizados para leerse. Pero también hay, sin duda, un sentido práctico y un sentido mágico en el arte pictórico; se pinta para producir algún cambio, ya sea en la vida humana o en la naturaleza, o bien para propiciar una presencia divina ante los hombres y procurar su protección, del mismo modo que sucede con la escultura; las obras artísticas de los mayas tienen, en este sentido, la función de un talismán.

El libro La pintura mural prehispánica en México, II. Área maya. Tomos III y IV, Estudios contiene 25 trabajos que tocan diferentes aspectos, tanto de la cultura maya en general, como de su arte pictórico y desde distintas perspectivas disciplinarias, lo cual, como hoy sabemos bien, es esencial para lograr un mejor acercamiento a la comprensión de una cultura.

Como es obvio, es imposible en este breve espacio comentar las aportaciones de cada uno de los trabajos; nos hemos limitado, así, a destacar unos cuantos textos individuales y a agrupar otros en función de sus temas.

Pueden destacarse tres artículos de carácter general, que tienen el mérito de ser visiones de conjunto que dan a conocer múltiples aspectos del mundo de los mayas, escenario del arte pictórico: los de los arqueólogos Jorge Angulo, Ricardo Bueno y Rubén Maldonado. Jorge Angulo colabora con un trabajo titulado "Conceptos generales y controversiales sobre la cultura maya", que aborda distintos aspectos buscando dar una visión global; ésta parte de la necesaria y obvia rectificación que ha de hacerse constantemente con base en los avances del conocimiento en todos los ámbitos. Así, habla del medio natural, de la economía, incidiendo particularmente en las técnicas de cultivo, la producción comunal, la subsistencia doméstica, el comercio, la problemática en torno al llamado "colapso maya", sobre la base de las nuevas hipótesis. En esta temática, se extiende a los patrones de asentamiento, las estrategias para elegir los sitios, e incluye ahí la mención de varias obras pictóricas.

De Ricardo Bueno se presenta un trabajo titulado "Arqueología de la región Río Bec, Xpuhil, Campeche", que señala las características geográficas de la región, presenta un panorama histórico y describe varios sitios. Rubén Maldonado, por su parte, ofrece una visión sobre "Los mayas del norte de la península de Yucatán", que se inicia también describiendo la geografía y abarca los datos arqueológicos de los diferentes periodos históricos, hasta la llegada de los españoles. En la mención de diversas ciudades, destaca las pinturas halladas en ellas precisando sus características.

Entre los trabajos que se centran en el estudio de la obra pictórica son relevantes los de Sonia Lombardo, Diana Magaloni, Tatiana Falcón y José Francisco Villaseñor. Estas investigaciones armonizan entre sí, pues presentan los estilos, las técnicas, los problemas de conservación y los aspectos teórico-formales del arte pictórico.

Sonia Lombardo describe y clasifica, en un extenso y profundo panorama general, "Los estilos en la pintura mural maya" de todo el periodo prehispánico, con base en el estudio de múltiples fragmentos, a los que ella logra dar coherencia; nos ilustra además sobre la multiplicidad de la obra pictórica maya.

Diana Magaloni colabora con el artículo "Materiales y técnicas de la pintura mural maya", un trabajo muy completo, sistemático y riguroso, que analiza 23 sitios mayas para estudiar las técnicas y los materiales usados por los artistas. Además define cuatro grupos técnicos, tres del Clásico y uno del Posclásico.

Tatiana Falcón hace una descripción general, clara y concisa, de la forma de elaborar las pinturas; describe los materiales y las técnicas, señala las causas del deterioro y finalmente reporta tres sitios no abiertos al público con material pictórico: Ichmac, Xuelén y Chelemí.

Como un muy buen complemento de los trabajos anteriores, para el análisis formal de las pinturas, José Francisco Villaseñor presenta unas "Reflexiones en torno al espacio compositivo en la pintura mural maya". Describe el lenguaje pictórico destacando el hecho de que la pintura "traduce [...] a un plano o espacio bidimensional los conceptos culturales, filosóficos y religiosos del que los crea [...] Uno de los mayores retos ante los que se enfrenta el pintor es el de transmitir la idea de un espacio tridimensional a un plano de representación de dos dimensiones" (p. 207). Y supone que una cultura tan compleja y profunda como la de los mayas debe haber llegado a un "discurso mínimo con reglas y sistemas" para la representación plástica de su pensamiento. Además resalta el vínculo de forma y contenido recordando que "cualquier propuesta visual es forma que significa" y confirma que el artista capta en su obra estructuras significativas. Después se aboca al estudio del mural interior de la Estructura 5 de Tulum, para ejemplificar los principios teóricos.

Importante conjunto de trabajos arqueoastronómicos ligados con la pintura mural es el que presentan María Elena Ruiz Gallut, historiadora del arte, Daniel Flores Gutiérrez, astrónomo, y Jesús Galindo Trejo, astrofísico, bajo el título de "La investigación arqueoastronómica en la zona maya". La arqueoastronomía se ha convertido en una disciplina de gran importancia para la investigación de la cultura maya, pues los conocimientos astronómicos que logró permearon todas sus creaciones, particularmente la arquitectura, el arte y la religión. El cielo y los cuerpos celestes fueron para los mayas epifanías de lo sagrado y, por ello, objetos principales de la atención de los sabios, que desde la perspectiva de sus propósitos y finalidades, eran hombres religiosos afanados por conocer los designios de los dioses astrales, y desde la perspectiva de los resultados de sus observaciones, excepcionales científicos. Este enfoque también ha dado muchas luces para la investigación de la cosmogonía y la cosmología mayas, mostrándonos a un pueblo que concibió el cosmos como una unidad donde todo está relacionado.

El conjunto se compone de tres trabajos de grupo, cuyos sugerentes títulos revelan en verdad el contenido: "Senderos celestes con visiones divinas: un estudio arqueoastronómico del Templo Superior de los Jaguares en Chichén Itzá"; "Mayapán: de regiones oscuras y deidades luminosas. Práctica astronómica en el Posclásico maya" y "Encuentro celeste de deidades: la orientación astronómica de la estructura 5 de Tulum". Completan el grupo tres trabajos individuales: "Entre formas, astros y colores: aspectos de la astronomía y la pintura mural en sitios del área maya" (Rancho Ina, Xelhá, Ichmac y Chelemí) de María Elena Ruiz Gallut; "Transfiguración sagrada de visiones celestes: alineación astronómica de estructuras arquitectónicas en cuatro sitios mayas" (Palenque, Xelhá, Cobá y Edzná) de Jesús Galindo, y "Visión de algunos conceptos astronómicos representados en la pintura mural de Tancah y Xuelén" de Daniel Flores.

En estos trabajos se buscan en las obras pictóricas y sus contextos datos de fenómenos celestes y calendáricos, de deidades astrales, de conjunciones de planetas, de constelaciones, de posiciones solares y lunares, etcétera.

En este grupo podemos incluir también el artículo de María Eugenia Romero, Daniel Flores y Jesús Mora Echeverría, titulado "De cuentas y avatares: un calendario de Venus en Chacchoben, Quintana Roo", que es un estudio del mural de la estructura 24 relacionado con el movimiento de Venus.

Otro grupo de valiosas colaboraciones, escritas por reconocidos mayistas, da cuenta de la existencia de obras pictóricas en diversos sitios y regiones: ellas son "La pintura mural en Yaxchilán, Chiapas" de Roberto García Moll; "La cromatía de Toniná, Chiapas" de Maricela Ayala; "La pintura mural de Mayapán" de Alfredo Barrera Rubio y Carlos Peraza; "La pintura mural de Rancho Ina, Quintana Roo" de Luis Alberto Martos; "La pintura mural en Xcaret, Quintana Roo" de María José Con; "La arquitectura cromática del horizonte Clásico en la región de los Chenes, Campeche" de Lorraine A. Williams-Beck; "Los murales de la tumba del Templo XX Sub de Palenque" de Merle Green y "La pintura mural prehispánica en Ek' Balam, Yucatán" de Leticia Vargas y Víctor Castillo. Me detendré un poco en los dos últimos por versar sobre recientes e importantes descubrimientos que dan nuevas luces para el conocimiento de los antiguos mayas.

Merle Green presenta la primera descripción de las pinturas halladas en el Templo XX Sub de Palenque, que es la más completa de las sepulturas descubiertas recientemente y que contiene una excepcional pintura mural; la tumba permanece aún cerrada, ya que abrirla acarrearía su destrucción por múltiples factores; por ello, sólo ha sido vista a través de un pequeño agujero de 10 cm al nivel de la tapa de la bóveda, y ha podido ser fotografiada y estudiada gracias a la introducción de una cámara digital por el mencionado agujero (dichas fotografías acompañan al artículo). Lo que se puede observar son nueve figuras humanas pintadas en rojo y de tamaño natural, que la autora describe minuciosamente y recuerdan de inmediato a los nueve personajes esculpidos en los muros de la tumba de Pacal; en mi opinión, están claramente asociados a los nueve estratos del inframundo del pensamiento cosmológico, aunque en ambos casos parecen representar personajes humanos por sus atuendos, entre ellos cinturón con cruces y cabezas trofeo, faldellín de piel de jaguar, collares, escudo y bastones maniquí con la efigie del dios K, que podemos identificar con Bolon Dz'Acab, "Nueve generaciones"; este nombre alude a los linajes ilustres, siempre asociados con el dios K en el arte, y concuerda con el número de personajes representados en estas sepulturas, lo que confirma que designa al dios K, también llamado Kawil por su advocación de maíz o nutridor. Por ser figuras humanas y no las deidades de los niveles del inframundo, podrían representar a los antepasados del personaje enterrado, obviamente de linaje ilustre, que lo esperarán en el sitio de la muerte.

Respecto de la pintura mural en Ek' Balam, Yucatán, Leticia Vargas y Víctor Castillo, los arqueólogos que han realizado extraordinarios hallazgos en el sitio, entre ellos un excepcional templo-dragón, presentan una descripción general de la importante ciudad y de sus finos murales, ubicados en varios edificios; entre ellos está la inscripción que constituye la portada del tomo IV de este volumen, la cual se halla en uno de los cuartos de la Acrópolis, conjunto principal del sitio.

Como un ejemplo del valor de la interdisciplina, el volumen incluye un estudio sobre las aves entre los mayas, realizado por la bióloga Lourdes Navarijo. Se basa en la importancia del entorno en las creaciones humanas y la conveniencia de abordar el estudio de la pintura con fundamentos de carácter biológico y ecológico. Así, la autora identifica a varias especies en los murales de Mulchic, Chichén Itzá, Xelhá y Xuelén. El trabajo toca el esencial aspecto de la significación de estos seres, que a mi juicio fueron, y siguen siendo hasta hoy, símbolos de lo sagrado para los mayas.

La aportación epigráfica a esta obra la da Alfonso Arellano, quien en su trabajo "Textos y contextos: epigrafía y pintura mural" presenta una síntesis de la escritura en general, para explicar después las características de la escritura maya. Es digna de destacarse su aseveración de que la investigación epigráfica ha de tomar en cuenta el contexto cultural y los aportes de otras ciencias para reconstruir la historia. Analiza, asimismo, textos pintados de Río Azul, Palenque, Mulchic, Chicanná y Cobá, así como algunas tapas de bóveda, lo cual constituye su principal aportación, ya que la mayoría de los trabajos epigráficos se consagra a textos en piedra, en cerámica y en códices. Su trabajo confirma que existe una historiografía maya que ya se puede leer, aunque a la epigrafía le quede todavía un largo camino por recorrer.

Y precisamente sobre las imágenes pintadas en las tapas de bóveda versa el trabajo de Leticia Staines, la coordinadora de estos tomos, quien analiza las pinturas en 158 tapas de bóveda de distintas ciudades mayas, en las que predomina la representación del mencionado dios K. Describe las investigaciones sobre estas obras desde el siglo XIX, pone de relieve su contexto arquitectónico y su técnica pictórica, define su ubicación geográfica, clasifica y expone sus características compositivas y penetra en su interpretación realizando un cuidadoso análisis de las figuras representadas, particularmente del dios K, señalando su asociación con los linajes, la sangre ofrecida en autosacrificio y el maíz. Leticia Staines concluye que la función de las tapas de bóveda fue terminar y dedicar la construcción, que quedaba así bajo la protección de la deidad pintada en esa piedra. Esto confirma el sentido práctico y mágico de la pintura mural del que hablamos al principio. Me interesa también destacar que Staines considera que "su ubicación dentro del recinto simbolizaba la bóveda celeste y al ser la central se asocia al orden cósmico", ya que, a mi modo de ver, el dios K, por múltiples símbolos y contextos que hemos analizado en otra parte, parece ser una manifestación del dios supremo celeste: su presencia entre los hombres.

El rico y variado conjunto de trabajos que conforman este volumen sobre el área maya habla de la entusiasta colaboración de diversos especialistas y de la trascendencia y reconocimiento que ha adquirido ya el proyecto La Pintura Mural Prehispánica en México, bajo la sabia y apasionada dirección de Beatriz de la Fuente. A ella, a Leticia Staines, a María Teresa Uriarte y a todos los autores, manifiesto una afectuosa felicitación y un hondo agradecimiento por la valiosa dádiva que representa esta invaluable obra, que nos sugiere, en fin, que los mayas seguramente compartieron con los nahuas la idea de que la creación artística es un don que imita la obra creadora de los dioses, a los cuales, a la vez, se concibe como los artistas por excelencia. Recordemos al poeta náhuatl cuando dice

Dentro de ti vive
Dentro de ti está pintando,
Inventa, el Dador de la vida
¡Príncipe chichimeca Nezahualcóyotl!
(León-Portilla, 1967, 40).

Y dirigiéndose a la deidad, expresa:

¡Oh tú con flores
pintas las cosas,
dador de la vida:
con cantos tú
las metes en tinta,
las matizas de colores:
a todo lo que ha de vivir en la tierra!
(Garibay, 1965, II, 85).

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