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Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas

Print version ISSN 0185-1276

An. Inst. Investig. Estét vol.23 n.79 Ciudad de México Sep./Nov. 2001

 

Artículos

 

El Calavera: la caricatura en tiempos de guerra1

 

Helia Emma Bonilla Reyna

 

Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM

 

Resumen

Las caricaturas del periódico El Calavera, documentan las pugnas internas que vivió México durante uno de los momentos más críticos de su historia (la guerra con los Estados Unidos), pero sobre todo, y a pesar de su sencillez, dan cuenta de la continuidad en el uso de recursos como el sueño y la alegoría, presentes en la literatura y las imágenes desde fines de la Colonia y durante el periodo postindependentista, hasta mediados del siglo XIX, y aun después; asimismo, indican el uso persistente de los topoi o motivos paradigmáticos, utilizados quizá con mucha antelación en la literatura periodística, en el lenguaje cotidiano y aún en la retórica, así como en las imágenes satíricas europeas.

 

Abstract

Caricatures from the El Calavera newspaper document the internal conflicts Mexico experienced during one of the most critical times in its history (the war with the United States). Despite their simplicity, these works highlight the continued use of resources like dreams and allegories, which were present in literature and images dating from the end of the colonial period, throughout post-Independence, until the mid XIX century and beyond. Similarly, they indicate the persistent use of topoi, or paradigmatic motifs, that may well have been utilized previously in journalistic literature, everyday language and even rhetoric and European satire.

 

Las culturas ven hacia su ruina, pero después
de la ruina vuelven a vivir por la imagen.

José Lezama Lima

Viejas batallas con rostros nuevos, y viejas maneras de
representar y reproducir lo que el suceder del día ofrecía,
caracterizan a la influyente literatura de la época.

Salvador Rueda Smithers

 

Este trabajo es un acercamiento a El Calavera, la primera publicación periódica mexicana con caricaturas que se conoce; responde a la necesidad de realizar estudios específicos sobre este tipo de ediciones, y a la de elaborar un sustrato de información básica sobre el desarrollo de la gráfica satírica en nuestro país. En principio, el trabajo se centra en la historia política y en el papel que en ella jugó la prensa, porque el periódico en cuestión, junto con otros, fue auspiciado por miembros del partido liberal moderado con el fin de respaldar su lucha por el poder en el crítico momento de la invasión norteamericana. Lo anterior era imprescindible para acceder al sentido pragmático que, para sus contemporáneos, tuvieron estas imágenes. En ellas, desde la sesgada perspectiva de los intereses de partido, se recoge la problemática cotidianidad de la primera mitad del año de 1847: la zozobra del país, el mal uso de los escasos recursos para la guerra, el desacuerdo acerca de la intervención de los bienes del clero, el oportunismo y la lucha política, las pugnas periodísticas, la corrupción, etc. Posteriormente, respecto a la gráfica misma, se indaga en algunos aspectos vinculados con la iconografía: la continuidad en el uso de recursos como el sueño y la alegoría, presentes en la literatura y las imágenes desde fines de la Colonia y durante el periodo post-independentista, hasta mediados del siglo XIX, y aun después; a partir de las ilustraciones, pero también de los textos de El Calavera, se señalan algunos de los topoi o motivos paradigmáticos utilizados no sólo en la caricatura de la época, sino también, y quizá con mucha antelación, en la literatura periodística, en el lenguaje cotidiano y aun en la retórica, así como en las imágenes satíricas europeas.

 

El arranque de la generalización de la caricatura

El Calavera fue una publicación que circuló durante tres meses y algunos días; el primero y el último números aparecieron respectivamente el 1° de enero y el 18 de junio de 1847, pero hubo dos largas interrupciones en el ínterin. Salía los martes y viernes de cada semana, costando, por ocho números, seis reales en la capital, y en provincia siete. Esporádicamente ofreció noticias sobre el extranjero, lanzó alguna crítica a los servicios públicos o urbanos, reportó algún ataque de los "bárbaros" en el norte y publicó uno que otro poema romántico o moralista. Dejó prácticamente fuera de sus páginas la crítica de costumbres para centrarse casi por completo en la política y en las noticias bélicas; no era para menos, pues México atravesaba uno de los momentos cruciales de su historia: la guerra con Estados Unidos.

La aparición en 1847 de El Calavera y, meses después, de Don Bullebulle, significó el arranque de la generalización de la gráfica satírica en la prensa ilustrada de nuestro país.2 Los editores de El Calavera quisieron que casi todos los números estuvieran ilustrados, y si bien reutilizaban las imágenes, las renovaban pronto; aunque se publicaron sólo catorce caricaturas3 y una ilustración religiosa con connotaciones políticas, el espacio que tuvieron fue preeminente, y casi siempre se les colocó en la portada, siendo la mayoría encabezados (o "escudos", como entonces se les llamaba). Por el contrario, la prensa que de inmediato le precedió les había dispensado menor atención a las caricaturas; El Siglo Diez y Nueve escasamente publicó, el 16 de julio de 1845, algunas viñetas grabadas en relieve, satirizando el oportunismo de los periodistas que se vendían al mejor postor; sin embargo, su tamaño fue reducido y aparecieron en páginas interiores.4 En cuanto a Don Simplicio, que había iniciado su publicación desde 1845 y que continuaba publicándose cuando surgió El Calavera, apenas había insertado dos pequeñas caricaturas,5 además de su encabezado permanente grabado en relieve, que ocupó un lugar importante del impreso, al grado de que sus contemporáneos identificaban al periódico con él;6 no obstante, sus editores, durante tres años, no cambiaron dicho encabezado.7 El Calavera, por el contrario, fue renovando los suyos, y por lo menos ocasionalmente, los acompañó con pequeñas caricaturas insertas en el texto; de hecho, deseó prodigar al público mayor cantidad de imágenes, pero las dificultades materiales frustraron continuamente sus esfuerzos.8

 

La situación política en 1847

El Calavera hizo su aparición el 1° de enero de 1847. La guerra con Estados Unidos había dado inicio desde mediados de 1846; a pesar de ello, los distintos grupos políticos no fueron capaces de limar sus diferencias, al menos temporalmente, para hacer viable la mejor resistencia que el país hubiera podido organizar. El expansionismo norteamericano, apoyado en una economía sólida e impulsado por una doctrina como el Destino Manifiesto, avanzó fácilmente gracias a la debilidad de México, que no sólo tuvo que enfrentar una guerra desigual cargando a cuestas un pasado político y económico lleno de turbulencias y miserias para su población, sino también con un presente en el que los distintos grupos y facciones políticas pusieron los intereses partidistas por encima del interés de la nación. De ello, incluyendo al moderado El Calavera, la prensa de la época sería cabal expresión por constituir uno de los instrumentos importantes de la lucha por el poder.

La rebelión del 4 de agosto de 1846 (que derrocó al gobierno de Mariano Paredes y Arrillaga, y su alianza con los monarquistas), encabezada por Valentín Gómez Farías y por Mariano Salas, se llevó a cabo gracias a una alianza entre puros, santanistas y moderados, y significó la reinstauración del federalismo y el regreso de Antonio López de Santa Anna a México para comandar al ejército en contra de los invasores. Sin embargo, la alianza no fue duradera ni incondicional, porque nunca existió confianza entre los distintos grupos; desde un principio hubo pugnas entre puros y moderados, pues unos y otros implementaron estratagemas para sacar del juego político a sus rivales y hacerse del poder, aprovechando cada cambio de la fortuna, que no dejó de oscilar junto con las miras del propio Santa Anna. Así ocurrió mientras se publicó El Calavera.

A pesar de lo anterior, y de la ambigüedad del general, que siempre intentó debilitarlos, los puros se impusieron hasta marzo de 1847, pues en las elecciones de diciembre de 1846 su líder, Valentín Gómez Farías, resultó electo vicepresidente interino y quedó al mando del país, ya que Santa Anna, quien fue elegido presidente, estaba en el norte en plena campaña militar. El líder de los puros, en principio uno de los blancos principales de El Calavera, era visto por los grupos conservadores y moderados como una amenaza para los bienes de la Iglesia, como instigador de la violencia y azuzador del "populacho". En contra de la interpretación tradicional respecto de la actuación del líder puro, Pedro Santoni ha demostrado que éste intentó acercarse a los moderados, y que no actuó impulsivamente al buscar el apoyo económico de la Iglesia, sino que estaba bajo la presión de Santa Anna, quien requería con urgencia fondos para la guerra; sabía que sin el apoyo del militar su administración no sobreviviría; finalmente, la falta de recursos, el deterioro de su relación con Santa Anna y la creciente pugna con los moderados llevaron al fracaso su gestión.9

A fines de marzo de 1847 el grupo moderado asumió el control, un mes después de haber orquestado la llamada revolución de los polkos; ello fue posible porque Santa Anna (quien supuestamente había regresado a la capital a poner orden) se distanció de los puros al elegir un gabinete formado sólo por moderados y, luego, gracias a la elección del también moderado Pedro María Anaya como presidente sustituto y al desplazamiento de Gómez Farías. Mientras las derrotas militares se acumulaban (Veracruz capituló a fines de marzo), la nueva alianza fue tensa y frágil; al parecer no hubo una opinión homogénea al interior del grupo moderado, ya fuera porque había diferencias de opinión entre los propios correligionarios o porque los sucesos les hicieron variar vertiginosamente su actitud ante Santa Anna, a quien primero apoyaron evitando que se realizaran elecciones para presidente, hacia el 15 de mayo, pues el general podría perderlas, y días después intentaron que renunciara, rompiendo con él cuando éste anuló su renuncia y reasumió la presidencia el 20 de mayo por consejo de algunos militares y puros (desde junio, este grupo empezó a recuperar alguna influencia).

Fue un momento complejo en el que hubo un continuo reposicionamiento de fuerzas; los ancestrales problemas de los distintos gobiernos para sostenerse en el poder desde que se promulgó la Independencia se acrecentaron con el conflicto bélico; el ejército estaba fuera de la capital y los escasos recursos económicos se vieron mermados. En cuanto al grupo moderado, no se han aclarado las divergencias en su interior;10 lo cierto es que la prensa moderada en ocasiones emitió opiniones contradictorias, pues, mientras El Republicano condenó la revolución de los polkos, los redactores de El Monitor Republicano, Don Simplicio y El Calavera la defendieron abiertamente desde sus publicaciones, además de que participaron activamente en ella.11

En la medida en que se profundice el análisis de sus diferencias, será posible comprender de manera más clara los objetivos de un periódico como El Calavera. Desgraciadamente, gran parte de la prensa del periodo se ha perdido, y ello restringe la posibilidad de ahondar en las polémicas surgidas entre las distintas publicaciones.12

 

El papel de la prensa

Durante este caótico periodo, y al igual que años atrás, la prensa desempeñó un activo papel en la batalla de los partidos tratando de dirigir a la opinión pública. Ya había conseguido minar a gobiernos precedentes, como en 1845, cuando los periódicos puros debilitaron la gestión de José Joaquín de Herrera debido a la política de éste en favor de la paz y las negociaciones con Estados Unidos. O cuando el gobierno de Mariano Paredes y Arrillaga, quien derrocó a Herrera, se enfrentó a una oposición periodística que también mermó su imagen pública, pues en la acre disputa sobre la forma idónea de gobierno entre la prensa liberal (pura y moderada) y la monarquista, él decidió apoyar a los conservadores. Tanto Herrera como Paredes reprimieron a la prensa; el último trató además de contrarrestar las críticas por medio de subsidios a periódicos, de amenazas, represión y censura.13 Finalmente, como se verá más abajo, en el periodo en que circuló El Calavera, tanto Santa Anna como los liberales moderados y puros restringieron la libertad de imprenta, no obstante que en el ideario político de los últimos era un derecho inalienable.

Por el contrario, la prensa también sirvió para promover opiniones favorables y reparar reputaciones; consciente de ello, el puro Manuel Crescencio Rejón, hacia noviembre de 1845, pidió a Valentín Goméz Farías que usara sus influencias para que los periódicos no atacaran a Santa Anna.14 En marzo y abril de 1846 se inició una campaña en periódicos como La Reforma y El Contratiempo en la que se trató de restaurar la imagen del general,15 preparándole su regreso a México. El mismo Santa Anna escribió a José Fernando Ramírez, el 19 de enero de 1847, expresándole su pesar porque el gobierno (encabezado por Gómez Farías) guardara silencio respecto de las "especies" que vertían los periódicos de oposición (entre los que se encontraba quizá El Calavera) en contra de él y del ejército, y encargándole que a través del órgano oficial se desmintieran y acallaran las calumnias.16

Los subsidios oficiales a periódicos parecen haber sido permanentes, y el gobierno durante muchos años mantuvo una publicación oficial que, en el periodo que se estudia, se llamaba Diario del Gobierno de la República Mexicana. Según El Calavera, se subsidiaron también otros periódicos; irónicamente, sus redactores decían: "en resumidas cuentas, cada cual se paga de su gusto, y preciso es confesar que nadie tiene que meterse en quitar al ministerio el que recibe con leerse lo que le escriben, mediante el módico estipendio de dos mil ciento doce granitos de plata acuñada".17 Criticaban que el gobierno no tuviese dinero para socorrer a las tropas que, en Veracruz, estaban en la miseria y debían enfrentar a los norteamericanos, pero que sí lo tuviera para fomentar periódicos "fangosos".18

De hecho, los periódicos enemigos se acusaron siempre unos a otros de "vender" sus plumas; el Diario del Gobierno de la República Mexicana publicó, por ejemplo, un breve remitido en que instaba a los editores de Don Simplicio y de El Calavera, pertenecientes a la oposición moderada, para que se ocuparan de la indecencia de las obras que se representaban en el teatro nacional, "defendiendo, aunque sea en esto, la moral pública, ya que tanto la han ofendido con la multitud de falsedades y sandeces que les sugieren los rapaces traidores a quienes están vendidos".19

La imagen litográfica de El Calavera que sirvió como encabezado del número del 9 de febrero, y de los tres subsiguientes (figura 1), muestra dichas disputas (de hecho, la propia lucha partidista de la prensa o la ridiculización de los periódicos enemigos constituyó una temática presente en la caricatura mexicana desde la década de los veinte, hasta finalizar el siglo XIX). La explícita ilustración se contrapunteaba con el texto que la acompañaba, pues en él se utilizaba el recurso de ubicar al narrador en una postura supuestamente oficialista, para mostrar las calumnias que la prensa moderada recibía por parte de la prensa pura y del gobierno. Los versos decían lo siguiente:

Cuatro pillos envidiosos/20 dándola de hombres de estado,/ censuran lo censurable/ sin temer á Dios ni al diablo./ Delatan las alcaldadas/ de mas de un purificado;/ entorpecen al gobierno/ saliéndole en todo al paso./ Protegen al extrangero/ defendiendo al mexicano./ No quieren que haya recursos/ para el valiente soldado,/ pues lo mismo es no querer/ que procurar no sean vanos./ A cualquier precio la paz/ quieren con el yanky osado,/ y aunque no lo sé de cierto,/ debo por seguro darlo[...]/21 Desconfian de los buenos/ solo porque han sido malos./ Chillan de que tanto tiempo/ haya durado el marasmo,/ y que villas y ciudades/ se hallan sin defensa dado/ al enemigo estrangero[...]/ poco importa que Scot/ llegue á entrar hasta Ixtacalco,/ puesto que entonces, mejor/ puede corrérsele á palos./ ¡Es ya preciso poner/ un freno á tanto malvado!/ Es preciso á tanto pillo/ ir la máscara arrancando,/ para que todos conozcan/ quienes son los adversarios/ que predican garantias/ hoy que no vienen al caso;/ que censuran los abusos/ hoy que son tan buen bocado[...] 22

El texto trataba de poner de manifiesto que la prensa moderada era calificada injustamente como traidora porque supuestamente quería concertar la paz con Estados Unidos, cuando no era así. La imagen explicitaba lo que en el texto era implícito: la prensa aduladora era la que hipócritamente se cubría el malvado rostro con una máscara, pero ahora yacía en el suelo, después de ser desenmascarada por las verdades que le espetaba el Calavera, es decir la prensa patriótica y moderada. Esta se sobreponía así a las amenazas, injurias y calumnias de la prensa oficialista.

Mientras El Calavera circuló, la prensa de oposición, además de los ataques, tuvo que sufrir la coerción "legal" del gobierno, cuando éste se vio duramente cuestionado o se sintió en riesgo. Al iniciar su circulación, la ley de imprenta vigente, creada por José María Lafragua y publicada el 14 de noviembre de 1846,23 pretendía ejercer control sobre las publicaciones; según Carlos María Bustamante, la persecución era directa y dirigida a todo el que interviniese en la publicación de papeles, y el gobierno había tratado "de constituir responsables a los impresores, lo que importaba tanto como constituirlos censores de los escritores, coartación que equivalía al establecimiento de una mesa censoria".24 Por otra parte, el 15 de enero de 1847, los puros, ante el descontento que causó en un sector de la población la ley de bienes de manos muertas, emitieron un bando prohibiendo que se fijaran pasquines en las calles de la ciudad; luego, el 28 de febrero del mismo año, al día siguiente del estallido de la revolución de los polkos, además de prohibir reuniones públicas que pasaran de tres individuos, y de ordenar el cierre de tabernas, vinaterías y pulquerías, prohibieron el voceo de papeles alarmantes. Quizá por ello, y porque su editor se adhirió a la rebelión, El Calavera suspendió su publicación y no reapareció hasta el 26 de marzo. Posteriormente, cuando los moderados ya habían desplazado a los puros, el 6 de mayo, por orden del general Nicolás Bravo, se expidió otro bando en el que se suspendía temporalmente la libertad de imprenta en todo lo relativo a discusiones políticas y militares, censuras de las supremas autoridades, y cuanto condujera al descrédito del ejército y sus jefes. Ante esto, El Monitor Republicano protestó diciendo que no se dejaba materia sobre la cual escribir, pues no era época para hablar de literatura, bellas artes, etc., y afirmó que no había una razón fundada para la supresión, pues, salvo un periódico que en los últimos días se ocupaba de Santa Anna, nadie había dicho nada que pudiera calificarse como "escandaloso abuso de libertad de imprenta", por lo que, a su parecer, el hecho se hacía en obsequio de dicho general y del ejército y sus jefes. 25 Cabe destacar que el periódico al que hacía referencia sería justamente El Calavera, pues había emitido duras críticas al desempeño de Santa Anna y del ejército en la guerra26 en los dos números anteriores a la expedición del bando, y al día siguiente de ésta sus editores anunciaron la suspensión hasta que las restricciones fueran levantadas, comentando que en ese número pensaban publicar algunos artículos mordaces contra la disposición, pero el impresor se negó a ello. El posterior bando relativo a la libertad de imprenta, publicado el 8 de junio, fue expedido por orden de Santa Anna y prohibía escribir y publicar en los periódicos, o por cualquier medio, críticas al ejército y dar a conocer al enemigo el estado de la defensa en la capital. En este tenso clima, el 15 de junio reapareció El Calavera en su segunda época, para ser suspendido definitivamente en su segundo número, pues, como se ve enseguida, sus críticas causaron la ira del general veracruzano.

 

Los editores de El Calavera y su postura política

Joyce Wadell Bailey señala que Ignacio Díaz Triujeque fue el fundador del periódico,27 pero éste fue en realidad el primero de los tres encargados del establecimiento de Navarro que cuidaron la impresión de El Calavera. Como buenos empresarios, los impresores no necesariamente compartieron los puntos de vista o la posición política de aquellos para quienes trabajaban; era el caso de Juan R. Navarro, pues mientras El Calavera, un periódico de oposición, salía de su imprenta, él se hizo cargo, a partir del 10 de abril de 1847, de la impresión del oficial Diario del Gobierno de la República Mexicana (el cual salía de la imprenta ubicada en la calle de Medinas núm. 6), que fue justamente uno de los periódicos más criticados por El Calavera. Finalmente, en dos de las ocasiones en que hubo fuerte tensión entre los redactores y las autoridades (siguiendo a esto la suspensión, primero temporal y después definitiva, del periódico), por temor de algún castigo, los sucesivos encargados de la imprenta de Navarro se negaron primero a publicar "los articulejos sobre manera cariñosos" que los redactores habían escrito para criticar la suspensión de la libertad de imprenta,28 y finalmente el periódico mismo, por lo cual desapareció.29

Respecto a los redactores de la efímera empresa de El Calavera, sólo es posible saber con seguridad el nombre de uno de ellos. En el último número del periódico se dio a conocer un remitido de "un don Eufemio Romero", a quien Santa Anna había llamado a su despacho, diciéndole que, por denuncia de la policía, sabía que él era uno de los principales redactores de El Calavera, y lo amenazó para que

comunicara él á sus campañeros [sic] (á todos los cuáles conocia lo mismo que al individuo que pagaba el periódico) que si seguian fomentando la desunion, escitando á la revolucion, desprestigiando al supremo magistrado de la nacion, y sacando á danzar la vida privada de los altos funcionarios públicos, así como sus defectos fisicos, los mandaria competentemente escoltados a la fortaleza de Acapulco, adonde los tendria hasta la conclusion de la guerra.30

La forma ambigua en que se dio la noticia, señalando que la información había sido enviada por un don Eufemio Romero, intentaba encubrir el hecho de si efectivamente era su colaborador o no. Sin embargo, en ningún momento se refutó la cuestión, además de que a partir de ese suceso la publicación llegó a su fin. Guillermo Prieto, de forma amena, corrobora lo anterior en sus memorias (aunque con algunas inexactitudes), a la vez que proporciona alguna información interesante respecto a Romero:

Con motivo del día onomástico de su Alteza Serenísima, se publicaron en un mismo día dos artículos de felicitación, uno en El Calavera, periódico que redactaba D. Eufemio Romero y otro en el Monitor, firmado por mí.

Ambos artículos se habían escrito con ponzoña de alacranes, con la diferencia de que el de Romero era en realidad una queja de los liberales por la preponderancia de los conservadores, y el mío, sarcástico y desvergonzado, celebrando la frustración que presumía de las esperanzas del partido retrógrado, deslizándome á marcar algunos rasgos del carácter tornadizo del desterrado de Turbaco.

No tardaron ni cuarenta y ocho horas en producir sus efectos enconosos aquellos artículos, pues antes de ese término habíamos sido conducidos á la presencia del Dictador.

Era Romero un verdadero mendrugo de carne humana, negro y machucado, con sus lustres de charol de grasa y sus nudos y frunzones para conservar la forma del maltratado vestido; y sin embargo, aquel hombre era estudioso, liberal de principios, firme en sus convicciones, y sorprendía su talento y tino para las cuestiones, tanto más, cuanto que formaba una especie de contraste con su triste figura y su estudiado encogimiento.

Eufemio Romero era natural de Veracruz, hermano de D. José Romero, favorito de Trigueros y debía su pobreza y aislamiento á la dignidad con que rechazó siempre todo favor de Santa-Anna; éste no lo conocía mas que de nombre y por las señas, así es que, al vernos en su presencia, se dirigió impetuoso á Romero, señalando el artículo en cuestión, y le dijo con la voz sorda de la cólera:

—Eh! dígame Ud. de quién es este artículo para arrancarle la lengua!

—En estos casos, respondió Romero con frialdad extraordinaria, se hace la denuncia al Juez, se ve quien firma el artículo y se procede como la ley manda.

—¡Yo lo he llamado á Ud., so escarabajo, para oir de sus labios, quién es el infame que ha escrito el artículo! y contestó Romero con la misma imperturbable sangre fría que antes:

—En estos casos, señor, se hace la denuncia al Juez, se ve quién firma el artículo y se procede como la ley manda.

—¡Indecente!, continuó Santa-Ana, ¡haga Ud. lo que le digo!

—Pues señor, en estos casos.

—¡Silencio, quíteseme Ud. de delante!

Romero se aprovechó del iracundo pasaporte, y puso pies en polvorosa.

Santa Anna se volvió hacia Prieto, quien al ver el bastón levantado también salió huyendo.31 Tres días después de que se publicó el último número de El Calavera, El Monitor Republicano, en donde Fidel colaboraba, confirmó la amenaza a los redactores de El Calavera y señaló que también había recaído sobre los suyos, y sobre el encargado de la imprenta de El Republicano;32 además, en una nota titulada "Don Eufemio Romero", señalaba lo siguiente:

Hoy ha salido para San Luis Potosí este jóven, segun dicen, separado del ministerio de hacienda, así como otros agregados./ El Sr. Romero fué reputado como redactor del Calavera, ó lo era en efecto [...] fue llamado á la presencia del señor presidente como escritor público, y segun dice el Sr. Romero, amagado con que lo despacharían á Acapulco. El Sr. Romero es contador de la tesorería de Tamaulipas, lugar invadido por los americanos [sic] Dióse orden para que saliesen todos los agregados del ministerio, y al Sr. Romero se le consignó a San Luis Potosí sin señalarle oficina: ¿lo separarian de una parte para agregarlo en otra? ¿Lo dejarán en San Luis sin colocación, condenado á perecer de miseria? Ademas, el Sr. Romero ha salido con una precipitación realmente sospechosa, ¿por qué tanta premura? Si esto no es una persecusión, al menos para que no apareciera como tal, debio haberse evitado que el buen sentido sacara semejantes inferencias. 33

Otro periódico que también dio la noticia de lo que consideraba una persecución fue El Republicano, que al día siguiente, el 22 de junio, señaló la salida de Romero, de quien dijo en tono afirmativo que era redactor de El Calavera, añadiendo que días antes, por la misma orden, el impresor del Boletín de la Democracia había sido enviado a Acapulco.34

La información de El Monitor Republicano respecto del oficio de Romero se confirma con un remitido que se publicó cuatro meses antes en el Diario del Gobierno de la República Mexicana, en el que se respondía a una crítica que había hecho El Calavera al Ministerio de Hacienda por enviar funcionarios a inspeccionar algunas oficinas; el remitido señalaba que era natural que las visitas fueran temidas "por los que por ocuparse de escribir versos y mentiras, en vez de minutas, debían ser lanzados a la calle y tratados como ladrones del erario, y [más aun], cuando hemos visto que en una caricatura que el Calavera se estaba riendo al contemplar que la nave del estado naufragaba. He aquí al Calavera!";35 el comentario ponía de relieve la paradoja de que un burócrata sostenido por el erario atacara al Estado.

No era raro que Prieto y los otros periodistas supieran que Romero era redactor de El Calavera, sobre todo porque pertenecían al mismo bando político. Además, Prieto y Romero habían participado en la revolución de los polkos. En general, el pequeño círculo de periodistas estaba más o menos al tanto de la labor de sus colegas, y a menudo (aunque no siempre) sabía quiénes colaboraban en qué periódicos y con qué miras. Por ello valdría la pena considerar como posible una afirmación despectiva, y posterior, que hizo uno de los redactores de Las Cosquillas (periódico en el que Francisco Zarco colaboró cinco años después), en el sentido de que el "poetastro" Vicente Segura, quien redactaba para entonces El Omnibus, había sido quien dirigió los periódicos Don Juan Tenorio y también El Calavera36 Dicha afirmación no es disparatada si se tiene en cuenta que Segura por aquellos años había sido, junto con Prieto, uno de los redactores de Don Simplicio (era, por tanto, moderado) y que en efecto fue director de Don Juan Tenorio, un periódico que no se ha conservado y que habría estado ilustrado con caricaturas.37

Es posible especular sobre la identidad de otro de los redactores, pues una nota publicada el 21 de febrero en El Monitor Republicano comentaba que don Sabino Flores, pasante de abogado, había sido conducido por un individuo a un café del portal, donde se le envenenó con una taza de chocolate, y que se lucubraba sobre los motivos, que deberían ser desentrañados por la autoridad.38 El mismo día, El Republicano señalaba que el "apreciable joven" Sabino Flores se encontraba grave, y que se aseguraba que un mes atrás había recibido una nota en la que se le amenazaba con ser envenenado si continuaba escribiendo en El Calavera?9 Al día siguiente, El Monitor Republicano continuaba la denuncia, pidiendo al gobierno que aclarara el hecho; además, comentaba que seis días antes los redactores del Defensor de la Independencia (periódico gobiernista) habían incitado al pueblo a asesinar a los escritores de oposición, y tres días después había sido envenenado "D. Sabino Flores, á quien muchos creen redactor del Calavera, pero que ciertamente no tiene en él ninguna parte";40 cuatro días después El Monitor Republicano informaba que corría "muy válida la voz" de que Flores había fallecido, y reclamaba al gobierno que informara sobre las averiguaciones.41 Resulta difícil saber qué hubo de cierto en todo lo anterior, pero el hecho es que El Calavera guardó absoluto silencio en torno a los supuestos acontecimientos.

Los nombres de otros colaboradores y de su posible financiador quedaron en el anonimato.42 Fueron desconocidos incluso por algunos de sus contemporáneos; uno de ellos, al responder algunas críticas de El Monitor Republicano y El Calavera, declaraba: "no me gusta tratar con hombres que, cubiertos con la máscara del anónimo, intentan herir cobardemente la reputación de las personas honradas".43 Es posible rescatar, no obstante, algunas pistas acerca del perfil que pudieron tener, y que indican que al menos algunos de sus promotores provenían de clases relativamente privilegiadas, social o intelectualmente. Una se encuentra en El Boletín de la Democracia, el cual, refiriéndose entre otras publicaciones a El Calavera, decía: "Esas pestilentes producciones, que trafican con la paz de los pueblos, han declinado en el libertinaje, y por sabios que sean sus redactores, no tienen la sabiduría de conducirse en las críticas circunstancias de la patria";44 esto coincide en parte con el señalamiento de Prieto en el sentido de que Romero era un hombre estudioso y de talento (aunque señalaba que sus diferencias con Santa Anna lo habían mantenido en el aislamiento y la pobreza). 45 Otra pista proviene del menosprecio que El Calavera mostró hacia las clases menesterosas, a las que no estaba dedicado el periódico; esto en congruencia con su afiliación al partido liberal moderado, cuyos miembros, al igual que los conservadores, rechazaban la participación política de las clases bajas y las llamaban con sustantivos denigrantes,46 en particular a los léperos. La publicación criticaba el programa de los liberales puros (quienes querían hacer partícipes de la política a las masas urbanas), pues querían el "dominio de la frazada, la nivelación de los salteadores, de los rateros y de los vagos con los hombres que tinen [sic] talentos, educacion é intereses";47 y querían "levantar á esa fraccion de soberania crapulosa é ignorante que llaman pueblo, por encima de todas las demas clases de la sociedad, para dominar en su nombre ellos".48 Cuando los redactores justificaron su participación en la revolución de los polkos, hicieron clara su posición: "Nosotros [...] jamas hemos invocado las revoluciones; pero una vez puestos en la alternativa de elegir entre la limpieza y el fango, no pudimos titubear [...] Allí donde veiamos lo mas florido, ó lo mas útil, lo mas estimable de la sociedad, allí nos fuimos..."49 La milicia cívica del partido liberal moderado se formó en general con personas de cierta posición social y aristócratas: médicos, abogados, comerciantes, almacenistas, artistas, escritores, impresores destacados, etc. (pero también con empleados de éstos);50 Enrique Olavarría y Ferrari se refirió a ellos como "la sibarita y muelle juventud que formaba la clase de nuestros elegantes, denominados polkos".51

La caricatura que se publicó bajo el encabezado del número del 2 de febrero evidencia el desprecio por las clases bajas, particularmente hacia quienes apoyaron militarmente a los puros; en ella aparece un soldado sin camisa, con pantalones andrajosos, zapatos rotos, bostezando y con los ojos cerrados. Los versos que la acompañan explican que está borracho: "En tanto tu cabeza/ con el gas del pulque lucha,/ estos mis versos escucha,/ ¡oh tipo de la pureza!/ ¿Quién por verte sin camisa,/ súcio, ébrio y derrotado,/ hecho un completo soldado,/ ¿No se saliera de misa?"52

La efímera publicación debió de ser financiada por el partido liberal moderado, particularmente por su fracción decembrista o herrerista, a la que exaltó, en contraposición a los liberales puros, a los santannistas y eventualmente a los monarquistas. Esta postura permeó artículos, diálogos chuscos y caricaturas. Como se señaló, los textos a veces juegan a poner al narrador del lado de sus enemigos políticos, generalmente los puros, simulando insultar a los moderados; en realidad es una sencilla estrategia para poner de relieve las supuestas calumnias que éstos sufrían por parte de los puros y de la prensa oficial; así, un diálogo ficticio pone en evidencia la postura del periódico:

—¿Qué es decembrista?/ —Lo mismo que moderado [...]/ lo mismo que traidor [...]/ que monarquista y yankee./ —Eso no pega./ —No le hace [...]/ —Estoy en la misma [...]/ ¿Quienes son los llamados decembristas? [...]/ —Que son desafectos a Santa-Anna [...] Porque se les ha metido en la cabeza que Santa-Anna fué dictador en 1841, 42 y 43, y quiso volver á serlo en 44./ —¡Malditos decembristas! ¿Conque son monarquistas?/ —Como una loma; aunque nunca han querido transigir con los gobiernos de hecho, con los gobiernos discrecionales, con los gobiernos patriarcales. [...]/ —¿Y de mas á mas son traidores?/ —Sin remedio, porque cuando aun no se habia empañado el lustre de nuestras armas ni habian adelantádose los yankees del lado de acá del Bravo, estaban inclinados á la paz con los tales yankees./ —¡Ah! ¿Conque decembrista es lo mismo que Herrerista?/ —Ni mas ni menos, quieran ellos o no./ —Yo creia, despues de haber oido las primeras esplicaciones de vd., que los decembristas (que Dios aniquile) eran los partidarios de los principios proclamados en Diciembre, es decir, de la legitimidad ó constitucionalidad./ —Si hombre, pero eso no quita que sean Herreristas./ —Pero tampoco es de cajon [...]53

El Calavera sostendría hasta el fin su posición moderada, y en su número 25, del 20 de abril, cuando los puros ya habían sido desplazados del gobierno, afirmaba: "Hace poco [...] la gabilla directora del carro del Estado, descargaba sobre la cabeza de la parte moderada y patriota de la sociedad todo el peso [...] de su ojeriza y de su miserable poder."54 Como sea, a pesar de la ascensión de los moderados hacia marzo, las tensiones entre éstos y Santa Anna nunca dejaron de existir; en particular, los moderados que publicaron El Calavera mantuvieron una actitud crítica ante el general.

 

La caricatura en tiempos de guerra

Las caricaturas anónimas publicadas por El Calavera al inicio de la guerra con Estados Unidos recogieron los intereses del partido liberal moderado, el cual hizo uso del conflicto y de los errores cometidos a su sombra, para socavar la posición de sus contrincantes políticos (ésta fue la actitud de todos los partidos). Desde una visión sesgada, las imágenes muestran la incapacidad de los gobernantes ante la zozobra del país y el avance de las tropas norteamericanas, el egoísmo de la población, el oportunismo, la corrupción, los manejos respectivos de Santa Anna y los puros para permanecer en el poder, el mal uso de los escasos recursos y el desacuerdo para que fueran subsanados mediante la intervención de los bienes eclesiásticos. En última instancia, de manera conjunta, las imágenes revelan que los diversos estratos de la sociedad mexicana, y sobre todo los diversos grupos políticos, fueron incapaces de conciliar intereses para hacer frente común ante el enemigo.

La primera imagen (figura 2) circuló en una hoja suelta con el anuncio que promocionaba la aparición del periódico; resultaba muy pertinente que una publicación que estaría ilustrada con caricaturas se anunciara con una de ellas. Era costumbre que, antes de aparecer, los periódicos sacaran un prospecto que a veces era recogido en las páginas de sus colegas. Ninguna de las pocas publicaciones que se conservan insertó el anuncio; ni siquiera las que tenían una posición moderada, como El Republicano, El Monitor Republicano y Don Simplicio, que era también una publicación satírica. Es el propio El Calavera el que deja saber la existencia del previo anuncio, debido a que, por haberse roto la piedra litográfica, los editores declararon que se veían obligados a acompañar su primer número con aquella lámina.55 La imagen, de dibujo poco diestro, muestra la ineptitud del gobierno ante los graves problemas que aquejaban al erario, entre otros conseguir recursos para la guerra; hay varios personajes que representan los distintos grupos sociales y económicos que tenían reclamos sobre la hacienda pública, los cuales reaparecerían una y otra vez en los textos del periódico: una viuda muestra un letrero que dice monte pío, reclamando su pensión (se denominaba así a dichas pensiones con el término de monte pío,56 aunque también podría tratarse de un reproche a las autoridades por el hecho de que, por falta de pago, la mujer había empeñado sus bienes para sobrevivir); un prestamista que cobra al gobierno los intereses que se le deben, que son supuestamente del cinco por ciento (la ley no permitía cobrar una cantidad mayor, aunque en general los especuladores hacían acuerdos subterráneos para obtener ganancias mayores);57 un militar de rango superior que exige sus "pagas de marcha" (los socorros a militares que debían salir en comisión de servicio de un destino a otro)58, pues las condiciones del ejército mexicano eran de gran miseria, e incluso había que ir a la guerra sin alimento suficiente.59 Otro personaje reclama sobre las rentas del tabaco; otro más saluda ceremoniosamente pidiendo "un destino", es decir, un cargo del cual poder vivir (el nepotismo prevaleciente entre las autoridades fue uno de los reclamos constantes de la prensa). Finalmente, un personaje de visera y saco de cuadros (inglés, quizá), sonriente y con los brazos en jarras, tiene sobre sí dos rótulos que dicen "bonos de Londres", aludiendo al polémico y añejo asunto de la conversión de la deuda externa, mediante la cual se enriquecieron especuladores ingleses y prestamistas mexicanos; es una crítica a la reciente disposición del gobierno de Gómez Farías, que despidió a John Schneider & Co. (compañía contratada por el anterior régimen del moderado Herrera, al que El Calavera favorecía) como agente para arreglar la conversión, y recontrató a la compañía Lizardi, la cual años atrás había tenido en sus manos el negocio, y había actuado fraudulentamente.60 Al lado de la viuda, está el Calavera, personaje emblemático de la publicación, que sonríe sumándose como prensa de oposición a la algarabía, por lo que el hombre de junto se tapa los oídos aturdido. Las reclamaciones se dirigen a tres personajes que, sentados tras una alta mesa del fondo, representan a los gobernantes que muestran desesperación y desinterés ante las exigencias.61

La segunda estampa, que serviría de encabezado entre el 12 y el 22 de enero (figura 3), ilustra un artículo que narra un sueño que tendría el Calavera. En el primer plano, siguiendo el texto, se describe una de las escenas del sueño: aparecen cuatro personajes de alta jerarquía (probablemente los cuatro miembros del gabinete) "sosteniendo una bolsa de formidable tamaño, y gritando en tono de miserere: '¡Para la guerra de Tejas, por el amor de Dios!' Al oír esta plegaria, se agolpaba mucha gente y echaba en la bolsa" pesos falsos, papeles sucios, "tres o cuatro monedas por las cuales les devolvian los pordioseros nueve ó diez"; pocos echaban dinero legítimo. Debajo de las bolsas unas cuantas personas (supuestamente) gordas, rebosando salud y satisfacción, tragaban todo lo que entraba en el saco, que estaba desfondado.62 En el fondo de la imagen se representó, en forma parcial y no muy apegada al texto, otra de las escenas del sueño: varios personajes de alta jerarquía, entre ellos un importante funcionario que desatendía los reclamos de los más necesitados por atender los de aquellos con quienes ahora peleaba: "se fueron á las manos y se dijeron unos á otros ladrones, monarquistas, traidores y otras mil finezas"; la causa de la disputa era que cada uno pedía arreglar la conversión63 (de la deuda externa). Aquí se volvía a aludir a las medidas que el gobierno puro había adoptado en dicho asunto.

La divergencia más notoria entre texto e imagen respecto a la primera escena consiste en que el caricaturista, por descuido, no representó a quienes reciben el dinero del costal como personas gordas, es decir con el entonces muy conocido topos del pancista u oportunista político que se enriquece a la sombra del erario. Sin embargo, la caricatura agrega "datos" que no están en el texto; en primer lugar el hecho de que, entre los que cogen lo que cae dentro del saco, hay civiles y militares, lo mismo que entre los que lo sostienen; en el caso de los últimos, ello apuntaría a que se trata de los cuatro miembros del gabinete.64 En segundo lugar, el hecho de que en el fondo dos de los personajes que colaboran son frailes, lo cual podría ser una alusión al que fue el punto central de la discrepancias entre moderados y puros durante estos meses: el decreto de ocupación de bienes de manos muertas. Desde fines de 1846 los puros insinuaron en el congreso la intervención de los bienes de la Iglesia, pero fue el 3 de enero de 1847 cuando se inició la discusión de la medida, que fue rechazada. Pronto, ante el apremio por el dinero, el ministro de Hacienda demostró que el país estaba en bancarrota y urgió a los legisladores a tomar una decisión. La iniciativa se debatió por tres días y, aunque los moderados se opusieron, fue aprobada el 11 de enero, autorizando al gobierno a obtener quince millones de pesos por la desamortización y venta de bienes eclesiásticos. Aunque es muy probable que la medida haya sido dictada cuando el número y su caricatura se preparaban, la discusión estaba en curso; de hecho un artículo publicado en El Calavera el mismo día que la caricatura hacía referencia a la polémica, y terminaba en tono irónico con los versos que siguen: "Qué se nos da que al bonete/ desnuden con furia insana/ los puros y que se apropien/ lo que nada les costára [...]" 65

Es probable que la velada presencia de los frailes en la imagen tenga una significación condenatoria de las medidas que los puros estaban tomando en favor de la ocupación de bienes de manos muertas. Ninguna otra caricatura aludió a este relevante asunto. Sin embargo, un texto satírico publicado el 26 de enero caricaturizó abiertamente la medida, y es importante citarlo en el marco de un trabajo centrado en el tema de la caricatura porque, aunque se trata de una composición literaria, en él está presente la jeringa-lavativa, un motivo que pocos años después se generalizaría en la gráfica satírica mexicana (sobre este tópico se vuelve adelante). El texto se titula justamente "Gran lavativa" y, en él, el Calavera narra que va a ver a fray Geringa, y cuando le pregunta de qué se ocupa, el padre le contesta que él es un hombre sin "ocupación", es decir incapaz de "ocupar" nada, pues honradamente "usurpa" una casa pagando con puntualidad la renta, y "usurpa" a sus vecinos pobres retribuyéndoles de manera justa el pago de sus trabajos. Después de preguntarle al Calavera si quien castiga el latrocinio puede ser calificado de ladrón, fray Geringa lo lleva a una pieza en donde yace un hombre tendido boca abajo y maniatado por la espalda; el cura obliga al susodicho, a quien llama ratero, a que confiese sus pecados, amenazándolo con aplicarle su bomba para lavativa o jeringa. El hombre confiesa que únicamente ha "ocupado" las alhajas de una viuda para no privar de ellas a los pobres, y que, al morir el tendero, se había decidido a "ocupar" la despensa que le había legado a fray Geringa, "reputando su contenido por alimento de estómago muerto". Entonces el cura trae su formidable jeringa cargada "con una fuerte decocción de imparcialidad que debia ser comunicada al delincuente"; desoyendo los ruegos termina diciendo que es preciso castigar "en este hombre el espíritu que tienen otros muchos de trastornar el sentido de las palabras para cometer mil bellaquerias",66 y le saca del vientre aquello que había "ocupado" o robado de su alacena. El artículo ataca a los puros, representados por el hombre al que el fraile aplica la lavativa para recuperar sus propiedades, mientras que éste, obviamente, representa al clero. Es un hecho que, mientras Veracruz se aprestaba a rechazar el ataque norteamericano y necesitaba angustiosamente la ayuda del centro, el 27 de febrero, con el financiamiento de la Iglesia, estalló en la capital del país la rebelión de los polkos, planeada por los moderados, algunos jefes militares y altos representantes del clero. Considerado esto, pareciera que en la sátira de fray Geringa había una velada amenaza; Pedro Santoni, el historiador que más ha profundizado en la cuestión de las luchas partidarias durante el periodo, señala que desde mediados de febrero se habían escuchado rumores de una insurrección, y que es probable que ésta hubiese empezado a ser planeada desde fines de enero.67 Conforme a esto, en distintas ocasiones, desde que publicó el texto anterior, El Calavera advirtió que la ocupación de los bienes del clero no quedaría impune. 68

En el número 6, del 19 de enero, y en el 17, del 26 de febrero, apareció respectivamente una caricatura pequeña en que se representó un topos generalizado en el imaginario de la época: el pancista, personaje cuyo vientre abultado servía para simbolizar los beneficios obtenidos a costa de usufructuar bienes que no le correspondían, a menudo provenientes del erario público. Los versos que acompañan la primera versión dejan en claro la falta de compromisos políticos del pancista, pues lo único que le importa a éste es su propio beneficio, y le tiene sin cuidado que los abusos de los puros y de Santa Anna lleven a los mexicanos a la humillación por parte de Estados Unidos.

La segunda versión del pancista fue grabada en relieve69 y representaba a don Gordiano Mantecón, "terror de la oposición"; significaba una protesta por la reciente orden de que el batallón Independencia, de la milicia moderada, se desplazara a Veracruz para repeler el ataque norteamericano. La orden fue librada porque dicho batallón constituía una amenaza para la estabilidad del gobierno puro (amenaza que se hizo realidad, pues dicha orden desató el levantamiento de los polkos); el texto bajo la imagen indicaba que aquélla era una medida rencorosa, pues tenía la "pura" intención de que los miembros del batallón murieran de vómito, desarmando así a los "impuros", y de paso se "purificaba" el Congreso. Por tanto, mientras algunos de los moderados marcharían a morir patrióticamente, en la capital los radicales se quedaban a resguardar sus propios intereses.70 El gordo, por tanto, es un oportunista puro que amenaza a los moderados.

Santa Anna también fue blanco de los ataques de las caricaturas, y la que se publicó el 26 de enero aludía al reciente pronunciamiento que había hecho el general Ventura Mora en Mazatlán, en connivencia con el célebre veracruzano, para declararlo dictador; la revuelta fue prontamente reprimida con el apoyo de varios estados que defendieron el federalismo.71 En la imagen, el consternado Calavera se lleva una mano a la cabeza mientras mira a un militar ceñudo que se encargaría de dictar las "garantías" de los ciudadanos y que apoya su cuerpo en un ominoso cañón que serviría para dictar la "ley". El verso que la imagen ilustró recriminaba irónicamente al liberal radical Valentín Gómez Farías su reciente alianza con Santa Anna (en distintos momentos el periódico reprochó a Gómez Farías esa alianza, recordándole que lo había traicionado en 1833): "¡Ay Valentin!... Cosalá Proclama la dictadura:/ Mira que cosa tan dura/ Cautiva á la libertá:/ ¿Qué, esta nacion se vera/ Dominada por un rey,/ Dictando el cañon la ley/ Y el militar garantías?/ Que hoy te de muy buenos dias/ La republicana ley." 72

La caricatura que figuró como encabezado en un único número, el del 2 de febrero (figura 4), es, entre las que publicó el periódico, la más acremente antisantannista, pues inculpa al acomodaticio general del fracaso de la campaña militar, pero también es la que mejor expresa el sentimiento de zozobra que causó en México la gradual derrota en la guerra con Estados Unidos, y el temor por el riesgo que corría la propia nacionalidad. Ante la triste y melancólica mirada del Calavera, un barco que representa a la república mexicana naufraga en un mar borrascoso en el que aparecen rótulos con los nombres de los estados de la federación que se veían perdidos. Por un lado estaban los que se habían separado por propia iniciativa, como Texas, desde 1836 (y cuya anexión en 1845 a Estados Unidos había sido la causa de la guerra), y Yucatán (estado que en diciembre de 1846 declaró su neutralidad en la lucha y aplazó su reincorporación a México, cuyo gobierno nacional había desconocido en enero de 1846).73 Por otro lado estaban los que habían sido invadidos por los norteamericanos, como Nuevo México (ocupado desde agosto de 1846 y declarado parte del vecino del norte), Nuevo León y Coahuila (cuyas capitales cayeron respectivamente en septiembre y en noviembre de 1846), o los que estaban a punto de caer, como ocurría con Chihuahua (en este estado se libraron batallas desde diciembre, agudizándose justo hacia febrero, siendo invadido el 1° de marzo de 1847).74 El sentido antisantannista de la imagen se recupera al contrastarla con un remitido publicado en el mismo número. Supuestamente, un suscriptor habría enviado un impreso que había circulado en agosto del año anterior y que exaltaba el regreso de Santa Anna y a quienes pugnaban por éste; visto retrospectivamente, el optimismo del impreso, en el marco del oscuro panorama que se vislumbraba, le confería a la caricatura un tono de terrible ironía, pues uno de sus párrafos festejaba la vuelta "del Excmo. Sr. D. Antonio Lopez de Santa-Anna, para que rija de nuevo la nave del estado con la maestria y acierto [con] que ha sabido hacerlo en todas épocas".75

Debido a dificultades técnicas, los encabezados litográficos fueron sustituidos por encabezados grabados en plomo.76 Fueron ya solamente dos; el primero era copia de la citada caricatura en donde el Calavera desenmascaraba a la prensa aduladora, y sería utilizado durante los siguientes quince números. Al mismo tiempo prometieron publicar caricaturas litográficas en hojas sueltas;77 según parece, sólo entregaron en esta forma una imagen religiosa y una caricatura. La primera se publicó pertinentemente el 30 de marzo, dos días antes del jueves santo, y representaba a Cristo en el huerto, orando y rodeado de ángeles; pese a su aparente falta de vínculo con la grave situación terrena que México vivía, los versos que la acompañan la dotan de un sentido pragmático y político, al establecer una analogía entre Jesús y la nación mexicana en guerra que no pudo pasar inadvertida por sus contemporáneos; basta citar algunos de los versos:

La hora se acerca ya, la hora terrible/ De consumar el sacrificio inmenso [...]/ Obediente Jesus, cual dócil hijo [...]/ El Redentor del universo sufre/ y medita á sus solas en silencio./ Pensó en que uno de sus mismos hijos/ Por oro vil entregaria su cuerpo [...]/ El hombre-Dios desfallecer sintióse [...]/ Mas, "cúmplase en mí tu voluntad", repuso/ Y al sacrificio presentó su cuello.78

Dos de los versos sugieren una traición, refiriéndose quizá a los rumores de que Santa Anna tenía tratos secretos con los norteamericanos, o señalando simplemente que las medidas y políticas erróneas tomadas por quienes medraban a costa de los caudales públicos llevarían a la derrota.

Con el número del 9 de abril se publicó otra caricatura suelta, de burdo dibujo, titulada Visión del Sr. diputado Zubieta (figura 5), en contra de los puros,79 pues seguían teniendo amplia participación en el Congreso a pesar de que para entonces ya había sido sustituido Gómez Farías por el moderado Anaya. La imagen ridiculiza una propuesta que llevaron al Congreso a fines de marzo justamente los diputados puros Pedro Zubieta y Ramón Reynoso, para que, ante el avance de la invasión, aquél fuera trasladado a Querétaro; su idea era ganar mayoría (sospechaban que muchos de los diputados moderados no estarían dispuestos a abandonar la ciudad de México) y a la vez apoyar la coalición política que formaban los estados de Jalisco, Michoacán, Querétaro, San Luis Potosí, Zacatecas y el Estado de México, organizada desde enero para oponerse al levantamiento de Ventura Mora.80 Sus intenciones no pasaron inadvertidas, y por ello El Calavera les dedicó una composición satírico-poética y la imagen mencionada para ilustrarla; el texto ponía en evidencia sus objetivos y se burlaba de su propuesta porque, a su parecer, era impracticable dada la falta de recursos; por otra parte, se volvía a echar mano del recurso del sueño: precisamente, el diputado Zubieta se soñaba predicando en un lugar "puro y augusto, de la pureza terrenal santuario", y exclamaba: "importa que nos larguemos/ de este Mexico nefando./Aquí no puede cumplir su deber un puritano;/ aquí todos son holgorios,/ los mas de ellos reprobados,/ aqui las mozas nos pierden [...]/ aquí el crimen nos asusta,/ la prensa nos muele a palos." Súbitamente el santuario desapareció con todo y oyentes, y en su lugar Zubieta vio la escena que se representó en la caricatura: un triste camino en el que había un carretón inmenso, conducido por dos bestias enflaquecidas (se ven sólo sus patas traseras); en él (viajando a la intemperie) iban amontonados empleados, indigentes de todo tipo, mozas, chicos y equipajes (la mayoría cansados, pues van dormidos o bostezando); al verse en tal situación, unos morían de risa, mientras otros maldecían al autor de su males, es decir a Zubieta. De pronto, entre gritos, llantos y silbos se escuchó el eco de un himno que decía: "Por tu invencion, ¡oh célebre Zubieta!/ Mereces arrastrar una carreta."81 Por lo tanto, quizá se pretendía que, en la estampa, él y Reynoso fueran justamente las bestias.

La última imagen de El Calavera fue un encabezado grabado en relieve (figura 6). Excitaba a la defensa de la patria y, seguramente, intentaba acallar las críticas de los puros, que, como se mencionó, calificaban de traidores a los moderados por haberse inclinado a pactar la paz. Sin embargo, durante la primavera de 1847, ante el avance de los norteamericanos, también los moderados se habían sumado a la campaña periodística para alentar la guerra; 82 fue entonces cuando circuló esta caricatura de acentuado carácter bélico, y también algunos poemas con el mismo sentido patriótico. El grabado muestra al Calavera en una actitud belicosa, de pie, sosteniendo en una mano una bandera en la que proclama la libertad, la independencia y la patria, y en la otra una espada que sostiene en alto, al tiempo que parece lanzar un grito de guerra. Expresaba la ansiada y utópica victoria, pues sometidos ya bajo los pies del Calavera, a modo de trofeo, están el monstruo de la invasión, un cañón desactivado y la bandera norteamericana.

No se publicaron más imágenes. El regreso de Santa Anna a la ciudad de México significó el cierre definitivo de la publicación, pues el general intervino directamente, amenazando a los redactores, diciéndoles que "en manera alguna quería imponer silencio a la prensa, de la cual estaba dispuesto á recibir consejos y censura; pero que no permitiria que se hiciera burla del gobierno ni que se le dijeran picardias &".83 Aunque la publicación fue suspendida por los temores del encargado de la imprenta de Navarro, una nota aseguraba que no desaparecería; y así fue, porque terminada la guerra resurgió, el 5 de agosto de 1848, bajo el nombre de El Máscara?84

La confrontación de las caricaturas de El Calavera con los artículos de la propia publicación y con la situación histórica en que surgieron ha permitido detectar su vinculación con los intereses de una fracción del partido liberal moderado, de la cual se delinearon aquí algunos aspectos. Queda claro que, en el México del que estas caricaturas fueron parte, no existió una cohesión interna para enfrentar la crisis de la guerra con Estados Unidos. Mariano Otero fue lapidario al evaluar la derrota cuando, en 1848, afirmó: "En México no hay ni ha podido haber eso que se llama espíritu nacional, porque no hay nación."85

 

El Calavera y la vieja tradición del sueño y la alegoría

El interés que el público contemporáneo pudo tener en imágenes como las que ilustraron El Calavera se ubicó en el plano de la cotidianidad y la inmediatez, en el plano pragmático de la opinión pública. En ellas se apelaba a códigos y significados que, al haber perdido vigencia, eluden muchas veces un desentrañamiento pleno de su contenido; para comprender estos códigos, habrá que indagar en las propias imágenes, pero también en expresiones como la literatura, el lenguaje cotidiano y la retórica. Se puede hablar, por un lado, de un simbolismo efímero y coyuntural, que respondía a una inventiva estimulada por exigencias específicas y momentáneas, y, por otra parte, a un simbolismo codificado, que recurría también a alegorías y topoi, y que conformó durante gran parte del siglo XIX un repertorio común que facilitó la construcción y la decodificación de las imágenes; este repertorio se fue renovando de acuerdo con las circunstancias históricas y el propio desarrollo de la gráfica satírica. En las imágenes de El Calavera, y en sus textos, publicados a mediados del siglo XIX, hay una persistencia de símbolos y formas de construcción usadas con anterioridad, pero también otros de reciente conformación, que persistirían hasta el fin de siglo.

En cuanto a reminiscencias, dos de sus imágenes, junto con los artículos que ilustran, son visiones de sueños (figuras 2 y 5) y, por tanto, enlazan con una añeja tradición europea eminentemente literaria,86 que se remonta a la cultura clásica, se prolonga con fuerza de la Edad Media al siglo XVIII y, por lo menos en España, decae durante el siglo XIX; los títulos son innumerables e incluyen obras famosas de enorme relevancia para la cultura occidental. Se trata del género del sueño literario, en el cual se insertan producciones que, con ocasionales variantes, se amoldan a fórmulas estereotipadas que se repiten con sorprendente persistencia a lo largo de los siglos: se presentan en forma de sueños, relatados a menudo en primera persona por un narrador que casi siempre se identifica con el autor; éste, rendido por el cansancio, se duerme; recogidos los sentidos y libre la fantasía, el protagonista, dentro de su sueño, aparece en medio de un insólito y desconocido paraje (muchas veces hay un guía que le irá descifrando cuanto ve); poco a poco, se revelan verdades de suma trascendencia. Al fin, el narrador, que ha sido sólo espectador y comentarista de las visiones reveladas, cuenta cómo, con el sobresalto de la admiración, despertó, enriquecido con la verdad de lo contemplado.87

Esta tradición está presente en la Nueva España al menos desde el siglo XVIII en la literatura y, por lo menos esporádicamente, en las artes plásticas. Siguiendo el ejemplo de los escritores peninsulares, particularmente de Francisco de Quevedo y de Torres Villarroel, algunos escritores novohispanos adoptaron las convenciones del género, mientras que Eduardo Tresguerras, hacia 1796, lo utilizó también en un emblemático autorretrato y en el texto que lo acompañaba. 88 El recurso convencional del sueño se usó también en la prensa89 y en la folletería española de la época;90 no sorprende por ello que, desde Lizardi, el Payo del Rosario y algunos contemporáneos,91 sea muy utilizado hasta mediar el siglo XIX y aun después, en textos e ilustraciones satíricas de la folletería y la prensa mexicana, la cual tuvo a la peninsular como uno de sus modelos. De hecho, en buena parte de las escasas imágenes satíricas de la primera mitad del siglo XIX que se conservan, o de las que se tiene noticia, se representan visiones oníricas de los autores de los relatos alegóricos o de los protagonistas de éstos.92

Otra persistencia fue el uso constante de una forma de construcción como la alegoría y de símbolos y emblemas reactualizados. Como se sabe, la emblemática formó parte sustantiva del universo intelectual del barroco novohispano93 y de sus producciones plásticas; estas formas de expresión tuvieron continuidad después de la Independencia, por ejemplo, en las imágenes satíricas de la década de los veinte. 94 Aunque ya han transcurrido dos y media décadas más, las imágenes de El Calavera, en su forma de construcción, manifiestan un vínculo con las viejas estrategias visuales. A continuación se señalan algunos ejemplos. Uno es la alegórica caricatura en que la república mexicana es representada por un barco que está hundiéndose en las aguas turbulentas que aluden a los diversos conflictos locales del país, mientras el Calavera, personaje distintivo de la publicación, recargado en un peñasco, mira melancólicamente la catástrofe (figura 4). La melancolía95 se hace presente por dos elementos: uno es la mano que sostiene la cabeza, según distintos tratados de iconología, por ejemplo el de Gravelot y Cochin,96 y en multitud de imágenes, entre ellas la citada de Tresguerras y uno de los aguafuertes de Francisco Agüera para La portentosa vida de la muerte (figura 7),97 en que ésta se muestra triste porque ha fallecido un doctor que le había entregado muchas vidas; el otro elemento es la piedra en que el Calavera se recarga, pues, según Ripa, las rocas "están desde siempre asociadas a una variante patológica de la melancolía: 'Se pintará sentada en un peñasco' para señalar la dureza y esterilidad a que puede conducir un exceso de 'bilis negra' " 98 (resulta interesante que en una caricatura publicada mucho después en La Orquesta, en 1872, José María Villasana representara con las mismas convenciones el desaliento de la república mexicana, encarnada por una figura femenina que recarga la cabeza en una mano y se sienta en un roquedal99) (figura 8). Por otra parte, conviene recordar que en la Nueva España la nave se había utilizado para representar una institución distinta: la Iglesia.100

Una alegoría en que se adaptan y yuxtaponen atributos de viejas figuras emblemáticas, con nuevas alegorías o alegorías reactualizadas, es aquella en que la adulación yace a los pies del Calavera (figura 1). Este, como lo aclara el mote sobre su pecho, representa al Patriotismo (es decir, a la prensa "patriótica" de oposición), que sostiene en las manos una trompeta que representa las Verdades; dicho instrumento fue tradicionalmente atributo de emblemas como la Alabanza, la Escritura, la Fama, la Historia, la Jactancia, la Reputación, el Ruido, la Vanagloria, según Gravelot y Cochin,101 y de la Calumnia, según Cesare Ripa (pues con ella diseminaba las calumnias lejos y ampliamente).102 El Calavera está parado sobre unos costales que representan las Injurias, Amenazas y Calumnias que la Adulación (la prensa "aduladora" y oficialista) ha vertido en contra de él, lo que significa que las ha vencido. La Adulación no es representada con la figura tradicional,103 sino con un personaje masculino vestido a la moda contemporánea (lo mismo que el Calavera), el cual, vencido por las Verdades, ha caído al suelo y al parecer protesta; tiene orejas de burro, atributo de la Ignorancia en la iconografía tradicional,104 y de su cara ha sido arrancada una máscara, atributo de la Hipocresía.105

Otro ejemplo es el grabado que se publicó para alentar la lucha contra la invasión norteamericana (figura 6). Hay en él cierto paralelismo con dos emblemas que aparecen en la Iconología de Gravelot y Cochin: uno es el del Arte militar, representado por un joven guerrero que, como la caricatura, sostiene en la mano derecha una espada, al tiempo que adelanta su cuerpo, mientras pisa un estandarte, entre otros elementos.106 El otro emblema es el de la Guerra, que, a pesar de sus divergencias de significado (carece del carácter exhortativo de la caricatura y se refiere más bien al horror y destrucción provocados por la conflagración), tiene algunas similitudes: la figura beligerante de Belona aparece de pie, sosteniendo en alto sus atributos (en su caso una antorcha y una larga pica), mientras pisotea un cañón y un estandarte que están tirados sobre el suelo.107 A su vez, la figura del Calavera, también de pie y beligerante, sostiene en alto una espada y mantiene enhiesta una bandera, mientras pisa un cañón desactivado y la bandera norteamericana. La figura monstruosa que representa a la invasión, y que tiene melena y garras de león, cola de serpiente, chaqueta y charreteras militares, carece de equivalente en los ejemplos citados, pero es afín al emblema del Engaño en Gravelot y Cochin, representado por una mujer de rostro agradable, pero cuyas extremidades son dos colas de serpiente.108 Por otro lado, el monstruo de la caricatura, a pesar de sus diferencias, remite a otro que figuró en una estampa antinapoleónica publicada en la Nueva España hacia 1808, cuyo título es España rompe las cadenas de la esclavitud en que gemía (figura 9);109 éste también sirvió para representar a un invasor supuestamente sometido (que no lo estaba en la realidad), en este caso Napoleón, y al igual que el monstruo de la caricatura de El Calavera, tiene dos patas delanteras con garras y una cola que termina en punta y se enrosca (si bien el supuesto dragón napoleónico tiene alas).

El emblema de la publicación, el Calavera, es un esqueleto y, aunque en el texto el sentido que se le da a la palabra es siempre chusco,110 iconográficamente la imagen se vincula con la centenaria y tradicional representación de la muerte. En un mundo en el que aún funcionaban, aunque adaptadas a nuevas necesidades, algunas de las estrategias visuales que habían operado durante la Colonia, bien pudieron estar presentes implicaciones conceptuales que la figura emblemática de la muerte había tenido entonces; ésta tuvo amplia presencia en las ceremonias fúnebres de la Nueva España y en diversas manifestaciones plásticas y literarias (recuérdese lo amalgamadas que ambas estuvieron entonces). La muerte, como hecho trascendental de la vida, se ponía a los ojos del mundo cristiano para despertar el temor a la condenación del alma y el sentimiento de lo no perdurable, de lo pasajero de las bellezas, pasiones, glorias y riquezas terrenas, y para estimular a la reflexión y a la renuncia de las vanidades, para contrarrestarlas con una vida sacramental. En algunas de las caricaturas (figuras 1, 2, 4) todavía se hacen presentes, en la figura del Calavera, algunas de las viejas ideas: la condena a la avaricia, la mentira, el egoísmo y el deseo de poder terrenal; en este sentido hay una clara exhortación moralizante para estimular, en un ámbito ideal, a la reflexión y a la renuncia mediante una actitud ética y patriótica. La muerte juzga; la vía de la salvación, del país, es el arrepentimiento y las buenas acciones; nada de lo humano sirve frente a la muerte y a la zozobra de la nación, pues los placeres son momentáneos y los tormentos y la derrota eternos; el pecado se castiga, y el sacrificio y la penitencia se premian.111

Todo lo anterior denota, de parte del o los ilustradores que hicieron estas sencillas imágenes, un conocimiento quizá diluido e informal, pero indudable, de la emblemática. Resultaría interesante, y quizá necesario, indagar en los mecanismos que mantuvieron vivo dicho conocimiento, pero lo cierto es que, si las viejas estrategias aún eran utilizadas por algunos ilustradores, éstas debían ser comprendidas al menos por una parte de los receptores. Salvador Rueda Smithers subraya la lentitud que marcó los ritmos de la vida, el paisaje, las costumbres y la política mexicanas en el México postindependiente; las transformaciones llegarían con el cambio generacional, al menos en la clase política, hacia mediados del siglo XIX, pues hasta entonces habían dominado los nacidos a fines del siglo XVIII.112 Aunque sólo de paso, el autor apunta que la prensa y la literatura, como el resto de la realidad, manifestaron continuidades: "Viejas batallas con rostros nuevos, y viejas maneras de representar y reproducir lo que el suceder del día ofrecía, caracterizan a la influyente literatura de la época"; según Rueda, lo mismo ocurriría con la plástica que acompañó a libros, folletos, revistas y diarios.113 Parafraseando, podría afirmarse que en 1847 las sencillas caricaturas de El Calavera libraban nuevas batallas con viejas armas, pues una parte del bagaje simbólico de fines de la Colonia continuaba vivo, incluso persistiría hasta fines del siglo. De forma coincidente con los cambios en la esfera política, la década de los cincuenta significaría justamente el tránsito hacia una caricatura más moderna y sintética.

 

Los topoi o motivos paradigmáticos, otra persistencia visual114

Aunque las lagunas en el conocimiento de la producción gráfica previa a 1845 relativizan las suposiciones, cabe pensar que algunos motivos paradigmáticos pudieron haber pasado de la literatura, la retórica y un imaginario común y cotidiano, al repertorio de la gráfica; en efecto, los topoi o motivos paradigmáticos (otra forma de simbolismo codificado) no fueron privativos del mundo visual, pues se utilizaron igualmente, y quizá a veces con mucha antelación, en las expresiones mencionadas. Figuras como las de los equilibristas, maromeros y gatos, todas ellas ligadas justamente al equilibrismo u oportunismo político, habían aparecido con cierta asiduidad, y a veces fusionadas, en la literatura y en el lenguaje común ya desde fines de la Colonia o durante los primeros años de la Independencia. No se puede descartar que también estuvieran presentes en algunas imágenes de dicho periodo, pero por ahora no ha sido posible localizarlas, salvo una en la que aparece justamente un gato.115 En todo caso, el propio periódico El Calavera da cuenta de ello, pues, aunque varios de estos motivos figuran en sus textos, no se encuentran en sus caricaturas (si bien ya habían sido utilizados de manera esporádica en las estampas de otras publicaciones desde mediados de la década de los cuarenta).

Por otra parte, es muy posible que imágenes extranjeras introducidas al país hayan reforzado el uso de estos tópicos; en última instancia, el hecho de que (salvo el del gato) aparecieran con antelación en imágenes europeas indicaría que fue en el viejo continente donde se originaron, y cabe suponer que, como ocurrió aquí, habrían sido utilizados también en su literatura periodística, la cual tuvo continua recepción en el territorio nacional.

Al menos desde 1810 la palabra maroma se asocia al oportunismo. Luis González Obregón describe un espectáculo de sombras chinescas en que se reflejaban fragmentos de la vida cotidiana; en una parte se hablaba de los "ociosos de profesión, ávidos de inculcar vidas ajenas 'y pasar las propias á fuerza de maromas y zancadillas'".116 Por su parte, Jaime Rodríguez señala que, hacia 1812, muchos de los que propugnaron la autonomía de la Nueva España por la vía legal fueron motejados como equilibristas, pues con el fin de salvaguardar sus intereses tuvieron tratos tanto con las autoridades coloniales como con los insurgentes.117 En 1823 se publicó el folleto Arte de caer parado en las revoluciones, enseñado por el gato de un maromero, en cuyo texto supuestamente un gato viejo, moribundo y experimentado en el oportunismo, aleccionaba a otros gatos jóvenes diciéndoles:

En las grandes revoluciones de los reinos es cuando el verdadero equilibrista debe lucir toda su habilidad, si quiere andar bien en la maroma. Debe prevenirse de los auxilios siguientes. Unos anteojos de previsión ó de larga vista, que aumentan ó disminuyen los objetos según convenga. Item: el palo de balanza, que en un extremo deberá tener una piedra que se llame miedo, y en el otro otra que se llame adulacion [...] Tomareis el palo de balance y os trepareis á la maroma (cuerda), jugando diestramente la adulacion y el miedo...118

Las figuras simbólicas del maromero, del anteojo (telescopio), del equilibrista y del gato, que aparecen tan tempranamente en este texto de 1823, tendrían larga vigencia al menos en la gráfica ilustrativa del siglo XIX, la cual todavía durante el porfiriato siguió haciendo uso de todos ellos.119 En el mismo año, Pablo de Villavicencio, el Payo del Rosario, afirmaba que entre los diferentes tipos de liberales existían los "liberales gatos", o "gatos liberales" y "equilibristas"; eran los liberales sólo de apariencia, los que habían ayudado a que cristalizara la Independencia no por el bien de la patria, sino por el propio; no por la libertad, sino por sus bolsillos y sus puestos.120 En 1824 el padre de Fernández de Lizardi le escribió a su hijo una carta contándole que se rumoraba que la santa alianza quería intervenir en México, y que los gachuzos (españoles) del Parián sobornaban a las autoridades para devolverle el dominio de nuestro país a España, y añadía: "Entiendo que estos gatos maromeros todos cuantos pasos dan son para caer parados quando llegue el pasificador de la America que viene a hacer la paz con 6000 hombres."121

Hay que señalar el hecho de que la figura del equilibrista surgió más tempranamente en Europa, pues la encontramos en una caricatura (figura 10) del inglés James Gillray publicada en 1791, de título The Balance of Power, y en otra de Daumier publicada en 1833 y de título Le premier saltimbanque de l'Europe, en la que Louis-Philippe, simbolizado en una pera, trastabillea sobre una cuerda.122

No es sólo la figura del maromero, es decir del oportunista que cambia de bando político según su conveniencia, la que abunda en la folletería postin-dependentista, sino también palabras como "maromear"123 y "maromería".124 Aunque aún no se había generalizado en la gráfica,125 esta figura, junto con otras, continuó apareciendo en los textos literarios de la prensa mexicana por lo menos hasta mediados de la centuria y, aunque no se encuentra en ninguna caricatura de El Calavera, sí está presente en unos versos que dicho periódico publicó el 22 de enero: "Ni al maromero que siendo/ santanista, ¡el muy perjuro!/ hoy se nos transforma en puro [.. .]"126

Además, la figura del maromero, junto con otros topoi, es utilizada también en los textos de periódicos contemporáneos de provincia, lo cual indicaría una amplia difusión; por ejemplo, hacia 1847, en ElZacatecano, que señalaba que El Republicano había "querido usurpar la opinion pública nacional y ha sido calificado por todas las clases de la sociedad [...] llamándole entre otros calificativos, con el de el Prisma [...] los gastrónomos [...] la Conveniencia, los maromeros, el Gato [...] el Comodín...", etc/127 Asimismo, se encuentra en 1847, en Don Simplicio, en un supuesto Tratado de fisonomía en el que, al referirse justamente a distintas partes del cuerpo, se asentaba: "De los piés [...] Si tuvieres pié ligero, hazte puro ó maromero."128 No es hasta mediados del siglo XIX cuando la imagen del equilibrista y del maromero irrumpe en el repertorio de la gráfica. Aparece en Sainete político (una estampa que quizá provenga de un calendario) hacia 1845,129 en El Tío Nonilla en 1850,130 en La Pata de Cabra en 1856131 (figura 11) y en El Gallo Pitagórico en su versión de 1857;132 en los años posteriores su uso se generalizaría, para sobrevivir en la caricatura del porfiriato.133

Respecto a la figura de la jeringa-lavativa, que llegaría a ser uno de los tópicos más utilizados en la gráfica de fines del siglo XIX, se generalizó en México en la década de los sesenta. No obstante, la encontramos desde mucho antes en la literatura, en un episodio de El Periquillo Sarniento, que Lizardi había publicado por entregas en 1816; dicho episodio fue ilustrado con un aguafuerte coloreado (figura 12) firmado por Mendoza, en el que, usurpando el oficio de médico, el protagonista aplica una lavativa a un paciente. Aunque el grabado puede servir de antecedente iconográfico, carece de un carácter simbólico o político. Sin embargo, el propio Lizardi publicó varios folletos en cuyo título sí se usa dicha figura con un sentido crítico y simbólico, por ejemplo Lavativa a un gachupín, y a Cabrera su arlequín y Se le quedó al gachupín la lavativa en el cuerpo.134 Años después, este topos reaparece en El Calavera, primero en una historia que narra cómo fray Geringa muestra justamente una enorme jeringa a la que estaba unido un anteojo de larga vista, gracias al cual él y el Calavera pueden ver e incluso oír las intrigas que ocurren en Palacio Nacional; al fin, el fraile lanza a distancia el contenido de la jeringa para evitar que un puro de forma habanera (el cual representa a los liberales puros, como más adelante se detalla), que se ha encendido ante una propuesta, cause una conflagración en la asamblea que ahí se lleva a cabo.135 Después, la figura de la jeringa-lavativa se encuentra también en la simbólica historia (descrita páginas atrás), en que fray Geringa, con el aparato en mano, desalojaba del estómago de un ladrón de alacenas el alimento "ocupado".

No hay noticias de estampas mexicanas aparecidas antes de la publicación de El Calavera, con excepción de la que utilizó Lizardi, en que se haya recurrido a este topos. 136 Lo cierto es que dicha figura se había usado desde mucho antes en la gráfica satírica europea. Cito sólo tres de innumerables ejemplos: una imagen anónima publicada en Inglaterra en 1762, la cual se tituló The Evacuations or an Emetic for Old England Glorys-Tune Derry Down; 137 hacia 1789, una estampa francesa (figura 13) titulada Je t'avais bien dit mon ami, qu'ils nous feraient tout rendre (aquí, a la inversa de la citada historia de fray Geringa en El Calavera, un revolucionario aplicaba una lavativa a un clérigo para simbolizar la confiscación de los bienes eclesiásticos);138 una caricatura de 1783 hecha por James Gillray y titulada A New Administration, or The State Quacks Administring,139 y otra del célebre Honoré Daumier publicada en 1831, que se tituló Monseigneur sils persistent nous mettrons Paris en état de siege140 Apareció también en la gráfica española, en un grabado de Goya realizado entre 1797 y 1798 que se titula Trágala perro (Capricho 58),141 y en algunas estampas antinapoleónicas que circularon durante la invasión del general a la península.142 El uso de este tópico persistió largo tiempo; en 1843, en el periódico español La Risa, que fue conocido en México,143 se publicó una caricatura en la que se empleaba para ilustrar un artículo titulado "La lavativa".144

La imagen del anteojo o telescopio que en 1823 ya se encuentra en el folleto Arte de caer parado en las revoluciones, enseñado por el gato de un maromero, sería desde mediados de siglo una de las figuras recurrentes de la caricatura mexicana. Sin embargo, es un hecho la continuidad de su presencia en la literatura: está presente en 1847, en la referida historia de El Calavera que narra cómo fray Geringa muestra justamente la enorme jeringa a la que estaba unido un anteojo de larga vista que permitía saber lo que ocurría en Palacio Nacional. 145 El tópico "anteojo" estaba presente desde antes en la gráfica europea: por ejemplo, en un grabado satírico francés publicado en 1791 y que se titula L'astronome B. en observant les astres146 y en la gráfica mexicana, no se le encuentra hasta 1845, en El Gallo Pitagórico;147 de ahí en adelante, aunque sólo gradualmente, su uso se iría propagando entre los ilustradores.

La figura del "pancista", cuyo vientre abultado simbolizaba los beneficios obtenidos mediante el usufructo de bienes ajenos al personaje, a menudo provenientes del erario público, fue recurrente en el imaginario de la época, y también perduraría hasta el porfiriato, como ya dijimos. Como otras figuras-tópico, ésta también fue manejada en el ámbito literario y en el lenguaje coloquial desde mucho antes de que apareciera su correlato visual. Aunque no muy a menudo, se le llega a encontrar en los folletos de los años veinte, por ejemplo en los del Pensador148 y en los del Payo del Rosario;149 asimismo, se localiza el término en un volumen de versos populares de 1832,150 lo cual apuntaría también hacia su uso en el lenguaje cotidiano. Según se ha ido demostrando, algunos de los topoi de la caricatura mexicana tuvieron su origen en Europa; ocurre esto con la figura del pancista que, como otros tópicos, está ligada igualmente al oportunista político (como la figura del gato, el pancista llegó en ocasiones a fundirse con la figura del equilibrista; figura 11). Antes que en la gráfica mexicana, se le encuentra en la gráfica satírica francesa, en una imagen de Daumier que se publicó en L'Association Mensuelle en 1834, titulada Le ventre législatif;151 aparece también en la caricatura española, en algunos grabados de La Risa, como el que se publicó el 26 de mayo de 1843152 (copiado en México en el Calendario de los jóvenes de 1857)/153 Además, esta figura se usaba en el vocabulario coloquial de la España contemporánea, pues Juan Rico y Amat la menciona en su Diccionario de los políticos publicado en 1855.154

En México el tópico del pancista continúa siendo utilizado en la década de los cuarenta en los textos periodísticos, por ejemplo en 1840, en El Duende,155 y en 1847, en Don Simplicio.156 En forma visual, apareció en 1845, en las páginas de El Gallo Pitagórico, en la estampa titulada Diputados,157 y dos años después en El Calavera, en una primera versión publicada el 19 de enero de 1847 (figura 14); los versos que la acompañan subrayan la falta de compromisos políticos del pancista, pues lo único que le importa es su propio beneficio; exhibe la bonanza mediante su gordura y su satisfacción por ella, la que demuestra sobándose precisamente el gran abdomen; la bonanza se percibe también en su correcta vestimenta y en el puro que lleva en la boca.

Pero el elemento del puro introduce otro topos, pues a los liberales radicales, llamados puros, se les representó con la imagen de un cigarro o habanero, como ya se dijo. Lo encontramos también en forma literaria en la simbólica historia arriba citada, donde fray Geringa observa lo que sucede en Palacio Nacional, en que, ante una propuesta que le indigna, un gran puro de forma habanera pide la palabra para manifestar su desacuerdo y, luego, al quedar aprobada, se enciende y está a punto de producir una gran conflagración.158 En cuanto a la caricatura del pancista, se sugiere que éste utiliza a los liberales puros para conseguir sus fines personales. El tópico del puro se encuentra en otra caricatura (figura 15) de El Calavera publicada el 22 de enero de 1847; el Acertijo que la acompaña explicita el hecho de que se hace referencia al ala radical del partido liberal, y dice lo siguiente: "Pues ir á dar con el puro/ en suerte, chico, te cupo,/ á él y á tí me los chupo/ y salgo así de mi apuro."159

En la estampa, un personaje híbrido, con orejas, garras y cola de diablo, vestido de militar, y en cuclillas, ríe mientras fuma un gran puro, que en este caso forma parte de una estructura más compleja, que a la vez pone en juego la idea del equilibrismo u oportunismo político, mediante una especie de balanza; de un lado, en la parte superior, hay un puro más pequeño, y del otro una corona que simbolizaría a los monarquistas; es muy probable que el personaje represente a Santa Anna, quien a lo largo del tiempo hizo uso de uno u otro grupos según su propia conveniencia. Aunque todavía se le encuentra en el periodo siguiente (figura 16),160 conviene señalar que la vigencia de este topos sería breve, de acuerdo con la propia evolución del liberalismo mexicano (en que las subdivisiones responderían a nuevos planteamientos ideológicos y políticos).

La figura de la nave y del naufragio en un mar embravecido, más que tópico, sería motivo que, con variantes, reaparecería ocasionalmente en caricaturas posteriores. No obstante, la alegórica nave del estado o nave de la república mexicana que aparece en la caricatura de El Calavera (figura 4), sí fue una trillada figura retórica de los textos periodísticos durante buena parte del siglo XIX, asociándose a veces con la tempestad y el hundimiento; en 1824, el Payo del Rosario, en el folleto Nuevas zorras que su autor dedica al impávido y benemérito General Don Antonio López de Santa Anna, la utiliza para señalar que la libertad del país es amenazada por Europa y que "la nave zozobrante del Estado se va á pique si sus pilotos con tiempo no la apartan del precipicio".161 Sucesivamente, la podemos detectar en diversos periódicos publicados entre 1828 y 1856 (uno de ellos en provincia).162 Quizá también fue un tópico de la retórica política; por lo menos en 1852, Ignacio Cumplido lo utiliza en un discurso que hace como miembro de la Cámara de Senadores, en el que pregunta: ¿dónde está "el hábil hacendista, el profundo político, y el economista sabio que salve la popa de este desmantelado bajel; quiero decir, señores, dó está el piloto que salve la nave de la pública nación?"163

 

Comentarios finales

La primera parte de esta investigación intentó vincular las caricaturas a los textos que las explicaban y a sucesos históricos específicos para acercarse al significado que tuvieron para sus contemporáneos, y para confrontarlo y ampliarlo con los símbolos utilizados, en el intento de ofrecer una adecuada interpretación. A pesar de su aparente simplicidad y torpe dibujo, estas imágenes dan cuenta de la pervivencia y renovación de viejas tradiciones que no sólo se remontan al periodo colonial, sino a la Europa clásica, por el uso de figuras alegóricas164 y por ilustrar o derivar de relatos que se insertaban en el género del "sueño literario"; aunque en el viejo continente este género ya iba decayendo, en México era utilizado todavía con notoria recurrencia en los relatos alegóricos de la prensa durante la primera parte del siglo XIX. La vitalidad inherente a los procesos culturales permitió que el género de la caricatura, tardío en Europa, pero mucho más tardío en nuestro país, recuperara viejas estrategias y las entretejiera con motivos simbólicos de más reciente creación.

Como había ocurrido hasta entonces con el resto de las caricaturas mexicanas, las de El Calavera no funcionaron de manera autónoma, pues invariablemente era necesario leer, además de los ocasionales letreros insertos en ellas, los versos o narraciones que las acompañaban (y conocer sus simbolismos), porque en ellos radicaba la clave de su sentido; este fuerte anclaje en los textos explicaría en buena medida que los motivos que llegarían a ser tópicos, a los que los caricaturistas recurrirían de forma incansable durante casi todo el siglo XIX, hubieran sido en principio figuras del lenguaje. Ernst Gombrich en 1963 señaló cómo, desde siempre, la retórica de carácter político ha provisto de imágenes a los caricaturistas:

Si se abre cualquier periódico, se encontrará siempre que alguien está haciendo zozobrar la barca [...] Existen metáforas encallecidas de la jerga política tales como la reunión en la cumbre o el telón de acero; podemos o no actuar de policías del mundo, vivir a la sombra de la bomba, tender nuestras velas a los vientos del cambio, darnos la mano con aquel grupo o marchar por delante de otro; y el camino que tenemos por delante es duro pero el porvenir es luminoso, con tal que evitemos los precipicios y que detengamos esa tendencia al hundimiento. Llamar la atención hacia la imaginería del lenguaje implica riesgo propio, pues en cuanto se abren los ojos hacia esas imágenes latentes, nos invaden por todas partes. Si puedo seguir hablando en imágenes, son trigo para el molino del dibujante, o [si se prefiere] son armas de su arsenal.165

Recurrir a tópicos del lenguaje oral y escrito debió facilitar la interpretación de las imágenes por parte del público. Por otro lado, el hecho de que dichos tópicos aparecieran con anterioridad en caricaturas europeas no implica necesariamente que el puente por el que fueron transmitidos a la gráfica mexicana lo hayan constituido las imágenes mismas, pues pudo haber sido sobre todo la literatura periodística europea la que las trasfundió tanto a la literatura como al lenguaje hablado, y de ahí a las caricaturas. En toda cultura e idioma hay una reserva común de saber cuyos códigos son directamente accesibles a quienes los comparten; por tanto, para que a su vez, retrospectivamente, podamos acceder al significado de símbolos y tópicos de la caricatura decimonónica, será necesario conocer algo más del saber colectivo del México del siglo XIX. Si bien a menudo el estudio, en aras de la sistematización, disecciona las diversas expresiones de la cultura, también a menudo nos lleva de regreso y nos obliga a mirar hacia otras partes del todo; en este trabajo eso es algo que apenas se indaga.

 

Archivos consultados

Archivo General de la Nación

Biblioteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia

Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada

Fondo Reservado de la Hemeroteca Nacional

Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional

Microfilmes de la colección de folletería de la Sutro State Library resguardados en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM

 

Obras citadas

Folletería

Anónimo, Arte de caer parado en las revoluciones, enseñado por el gato de un maromero, Puebla, 30 de enero de 1823. Reimpreso en la oficina de D. Pedro de la Rosa, impresor del gobierno imperial, 4 pp.         [ Links ]

Anónimo, Sueño de un republicano, o sean reflexiones de un anciano sobre la república federada, Puebla, 1822, Imprenta Liberal de Moreno Hermanos, 12 pp.         [ Links ]

Anónimo, Testamento de un gato y banquete de los ratones. O sea tercera parte de los ratos entretenidos del Pensador Mexicano, México, 1833, impreso por el C. Anastasio Rangel, calle de Ortega núm. 22, 8 pp.         [ Links ]

Fernández de Lizardi, José Joaquín, Concluye el sueño del Pensador Mexicano: perora la verdad ante S.M.I. y el Soberano Congreso, 1822. Oficina de Betancourt, 32 pp.         [ Links ]

––––––––––, Segundo sueño del Pensador Mexicano. El decir la verdad de varios modos, es por guisarla al paladar de todos, México, 1822. Oficina de Betancourt, 24 pp.         [ Links ]

––––––––––, El sueño del Pensador no vaya a salir verdad. Dedicado al soberano Congreso de Cortes, México, 1822. Oficina de Betancourt, 16 pp.         [ Links ]

J.B.A., España rompe las cadenas de la esclavitud en que gemía; el Sol de Justicia resplandece en su emisferio; y el Dios de los Exércitos envia rayos destructores contra el enemigo de la religion y de la humanidad. Con permiso, reimpreso en la calle de la Monterilla donde se hallara. México, ca. 1808, I p.         [ Links ]

Spes in Livo [Luis Espino], Barata de empleos, Consignada á calaveras y muertos desenterrados, 1825, imprenta del finado Ontiveros, 8 pp.         [ Links ]

Villavicencio, Pablo de (El Payo del Rosario), Nuevas zorras que su autor dedica al impávido y benemérito General Don Antonio López de Santa Anna, México, 1823, Imprenta de don Mariano Ontiveros, 4 pp.         [ Links ]

 

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Notas

1. Agradezco infinitamente al señor Roberto Beristáin, quien me hizo saber de la existencia de un ejemplar de este periódico en la Galería 5 del Archivo General de la Nación (AGN) y me facilitó su consulta. Sin su ayuda, este trabajo no se habría realizado. Aclaro de una vez que las citas conservan la ortografía original, y sólo hago notar los errores que entorpecen la lectura.

2. Como sea, hay que tener en cuenta la primera versión ilustrada de El Gallo Pitagórico, obra por entregas, publicada por Ignacio Cumplido en 1845, con abundantes ilustraciones satíricas.

3. Dos de ellas se repitieron, una en tamaño menor y otra en técnica distinta.

4. El Siglo Diez y Nueve, México, 16 de julio de 1845, año VI, trim. II, p. 3. Agradezco a Pedro Santoni la referencia de estas imágenes, afines a algunas viñetas que realizó el catalán Rafael Rafael para El Gallo Pitagórico, el cual, como El Siglo Diez y Nueve, fue editado por Ignacio Cumplido, con quien Rafael había trabajado desde 1843 como grabador.

5. Se publicaron en 1846, pero, salvo el primer número, las bibliotecas públicas de la ciudad de México no conservan ejemplares de 1845, por lo que ignoro si en ese año insertó otras imágenes.

6. Varios contemporáneos aludieron al encabezado, en el que un personaje con chistera montaba (sentado al revés) un burro. Por ejemplo, El Monitor Republicano, al contestar una pregunta que le había lanzado Don Simplicio respecto a si era pertinente intervenir los bienes del clero, y tomando quizá en cuenta el carácter anticlerical del encabezado de este último, le suplica "que se apee del pollino y aparte la vista de su caricatura para que pueda resolver con imparcialidad" (El Monitor Republicano, México, 16 de julio de 1845, año VI, trim. II, p. 3). Véase también "Por vida de ustedes", en El Monitor Republicano, México, 12 de febrero de 1847, núm. 722, p. 4; "Vaciedades: ripio", en El Calavera, México, 5 de febrero de 1847, t. I, núm. 11, p. 42. Igualmente, Carlos María Bustamante, El nuevo Bernal Díaz o sea historia de la invasión de los anglo americanos en México: 1847, México, Secretaría de Educación Pública, 1949, t. I, p. 254.

7. Únicamente el singular número del 23 de abril de 1846, que apareció totalmente en blanco a modo de protesta por las represiones gubernamentales, fue ornado con un cabezal distinto, impreso en litografía.

8. Aunque para este momento ya se habían producido en México obras con un nivel aceptable en la ilustración, no existía aún un número suficiente de ilustradores y de imprentas litográficas para atender la demanda de todas las publicaciones, y quizá los costos de las más profesionales eran muy altos. Ello explica la necesidad de improvisar y aceptar imágenes de relativa calidad, como ocurre con la mayoría de las que se publicaron en El Calavera, provenientes del establecimiento Tipo-Litográfico de Navarro, ubicado en la calle de Chiquis núm. 6. La heterogeneidad de las imágenes indicaría que fueron varios los dibujantes que trazaron los dibujos en la piedra, o que hicieron los grabados; en ninguno de ellos se encuentra el profesionalismo que caracterizaría la obra de los caricaturistas de décadas posteriores. Sobre problemas técnicos, véanse entre otros "A última hora", en El Calavera, México, 1° de enero de 1847, t. I, núm. 1, p. 4; "Advertencia", en El Calavera, México, 26 de febrero de 1847, t. I, núm. 17, p. 68; "Advertencias", en El Calavera, México, 26 de marzo de 1847, t. I, núm. 18, p. 73. Las dificultades provenían del negocio de Navarro (donde se imprimía también el texto), al cual debieron pagar sus servicios los editores de El Calavera] lo más probable es que la imprenta, o al menos su litografía, se hubiera establecido recientemente.

9. Pedro Santoni, Mexican at Arms. Puro Federalists and the Politics of War, 1845-1848, Fort Worth, Texas Christian University Press, 1996, pp. 163-167.

10. Hay indicios de que así fue. En varias cartas que José Fernando Ramírez le envía a Francisco Elorriaga en la segunda mitad de 1846, se trasluce una falta de cohesión entre los moderados; por ejemplo, en una enviada hacia agosto de 1846, le comenta que no hay "concierto" entre los partidos y que todo se va en individualismos, y añade: "Admírese U., lo mas compacto, lo mas ordenado es el partido de Farias [el de los puros]." En otra carta del mismo mes, Ramírez pareciera diferenciar dos grupos del partido moderado, cuando cuenta que, entre los gobernantes y las asambleas, se estaba intentando expurgar a los monarquistas, decembristas y pedracistas, secundando en ello a Santa Anna, quien aborrecía particularmente a estas dos últimas comuniones (ambas de moderados). Tres meses después, en otra misiva, Ramírez indicaba implícitamente que existían distintas "comuniones" de moderados, los cuales pugnaban por distintos candidatos. Finalmente, un mes después Ramírez alude a esto cuando le avisa a Elorriaga que perdió la elección a la presidencia, pues teniendo en su contra a puros y santannistas, no podía tener el apoyo de los moderados, que no formaban comunión, y que sus "patronos" lo habían olvidado por Ocampo. José Fernando Ramírez, México durante su guerra con los Estados Unidos. Documentos inéditos ó muy raros para la historia de México publicados por Genaro García y Carlos Pereyra, México, Librería de la Vda. de Ch. Bouret, 1905, t. III, pp. 132, 135, 166 y 180.

11. El Diario del Gobierno de la República Mexicana señaló que durante el levantamiento de la "polka", salvo El Monitor Republicano, "no recordamos que ningun otro periódico de la República, si se exceptúan los folletos sueltos que salian del cuartel general del Sr. D. Matías Peña, haya sostenido absolutamente la revolucion. Los dos periódicos burlescos, D. Simplicio y el Calavera, suspendieron sus publicaciones, y despues de restablecida la paz, nos han descubierto sus señores redactores que tomaron parte en el pronunciamiento, y no obstante, reprueban que se haya iniciado, limitándose á sostener, que una vez verificado, debio protegerse." "Revista de periódicos", en Diario del Gobierno de la República Mexicana, México, 13 de abril de 1847, t. IV, núm. 32, p. 3. Por otra parte, el propio periódico El Calavera expresó su apoyo a los polkos y justificó su participación en su movimiento; El Calavera, México, 26 de marzo de 1847, t. I, núm. 18, p. 70.

12. El número de publicaciones que circularon durante 1847 y que se conservan es mínimo en los acervos públicos; sin embargo, gracias a las que sobrevivieron, es posible saber que la producción periodística fue abundante, aunque no contemos hoy con su presencia material.

13. Santoni, op. cit. Véanse capítulos II, III y IV.

14. Ibidem, pp. 116 y 265 (nota 56).

15. Ibidem, pp. 119, 120 y 267 (notas 73 y 74).

16. Ramírez, op. cit., t. III, p. 192.

17. "Buen provecho", en El Calavera, México, t. I, núm. 16, 23 de febrero de 1847, p. 62.

18. "Elogio merecido", en ibidem, núm. 13, 12 de febrero de 1847, p. 52.

19. Unos mexicanos, "Remitido", en Diario del Gobierno de la República Mexicana, México, 19 de enero de 1847, t. III, núm. 166, p. 4.

20. Los cuatro "pillos" eran los periódicos moderados El Calavera, Don Simplicio, El Republicano y El Monitor Republicano. Cuando este número se publicó, ya había iniciado la campaña de la prensa moderada para defender los intereses del clero frente a la ley de desamortización dictada el 11 de enero.

21. Una de las acusaciones que los periódicos puros hicieron a los moderados fue la de traición por querer pactar la paz con Estados Unidos, pero, después de iniciada la guerra, los moderados no tuvieron más remedio que apoyarla.

22. "Chismes caseros. Por un buen gusto un buen susto", en El Calavera, México, 9 de febrero de 1847, t. I, núm. 12, p. 45.

23. Véase Manuel Dublán y José María Lozano, Legislación mexicana ó colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la independencia de la república ordenada por los licenciados..., México, Imprenta del Comercio, 1876, t. IV, pp. 189-195. Lafragua era liberal moderado, pero durante este periodo se alió momentáneamente con los puros.

24. Bustamante, op. cit., p. 148. En efecto, el gobierno, tratando de reprimir los abusos, con el artículo 18 de dicho reglamento, obligaba al impresor a dar razón del domicilio del autor o editor cuando éste fuera llamado a responder en juicio, lo cual obligaba al impresor a convertirse en vigilante de los escritos. El Monitor Republicano protestó por lo que consideraba una medida ilegal abusiva e impracticable, y señaló que las imprentas no podían convertirse en una policía secreta que siguiera los pasos de autores o editores. Por el contrario, daría lugar a que se molestase a los impresores no sólo en caso de abuso, sino aun en el ejercicio de la misma garantía. Se añadía que tampoco era justo responsabilizar al impresor por la circulación de un impreso, si ello ocurría antes de pasar al fiscal los números correspondientes, pues era "tan frecuente la sustraccion anticipada de los impresos, particularmente de aquellos que tienen segura su venta por su novedad" u otra circunstancia, "y es tan fácil de ejecutarse clandestinamente, burlando la vigilancia de los administradores ó encargados de la oficina", que imponer penas a éste por ello equivalía a poner su seguridad "a disposición de los criados ó de los operarios de la imprenta", quienes incluso por maldad podrían comprometerlos. Se agregaba, además, que el requisito de la revisión fiscal equivalía a la censura, y que constituía la mayor restricción a la libertad de imprenta; "Otro artículo en contra del decreto sobre imprenta", en El Monitor Republicano, México, 14 de diciembre de 1846, núm. 662, p. 4.

25. Ibidem, 7 de mayo de 1847, núm. 802, p. 4.

26. Véase en particular el artículo "Razones sacan razones", en El Calavera, México, 30 de abril de 1847, t. I, núm. 28, pp. 111 y 112.

27. Joyce Wadell Bailey, "The Penny Press", en Ron Tyler, Posadas Mexico, Washington, Library of Congress, 1979, p. 86.

28. "Muerte repentina", en El Calavera, México, 7 de mayo de 1847, t. I, núm. 30, p. 118.

29. "A última hora", en ibidem, 18 de junio de 1847, segunda época, t. II, núm. 2, p. 128.

30. "Garantías", en ibidem, 18 de junio de 1847, núm. 2, pp. 126 y 127.

31. Guillermo Prieto, Memorias de mis tiempos. 1840 a 1853, México, Librería de la Vda. de C. Bouret, 1906, vol. 2, pp. 407-409. A pesar de la afirmación de Prieto, Romero no se quejó en su artículo de la preponderancia de los conservadores; su sarcástica felicitación de cumpleaños dirigida a Santa Anna el 15 de junio de 1847 decía: "Antier 13 de junio celebró esta capital el feliz cumpleaños del escelentísimo señor don Antonio Lopez de Santa-Anna, ilustre proscrito, esclarecido capitan, benemerito de la pátria, columna de su independencia, gloria de su nombre, generalísimo de todos sus ejércitos, y su presidente ad perpetuam. Dios lo conserve años mil y siempre nos mande. Amén."; véase "Noticia plausible", en El Calavera, México, 15 de junio de 1847, segunda época, t. I, núm. 1, p. 124. El equívoco de Prieto se debe en parte a que confunde las fechas, pues aunque el hecho había acaecido en 1847, el literato lo ubica erróneamente en 1853 (año en que se inició la segunda dictadura de Santa Anna bajo los auspicios de los conservadores, quienes poco después le darían justamente el título de Su Alteza Serenísima).

32. "Interior", en El Monitor Republicano, México, 21 de junio de 1847, núm. 847, p. 2.

33. "Don Eufemio Romero", en ibidem, p. 4.

34. El Republicano, México, 22 de junio de 1847, t. II, núm. 173, p. 4. Por otra parte, conviene señalar que en la capital se sabía de la crítica situación que se cernía sobre la ciudad de San Luis Potosí, gracias a la reciente correspondencia, la cual daba cuenta de que el general Taylor estaba próximo a tomar dicha población (véase ibidem, 18 de junio de 1847, núm. 170, p. 4), por lo cual el castigo a Romero se ponía muy en evidencia.

35. E.C.F., "Remitido", en Diario del Gobierno de la República Mexicana, México, 19 de febrero de 1847, t. III, núm. 197, p. 3.

36. "Llueven periódicos" y "Miente el Omnibus", en Las Cosquillas, 9 de junio de 1852, t. I, núm. 11, pp. 3 y 4.

37. Véase "Sección asquerosa", en Suplemento al núm. 2 de El Tío Nonilla, s. f., t. II, p. 8 (aunque el suplemento no tiene fecha precisa, apareció con el núm. 2, publicado el 15 de septiembre de 1850). Respecto a que Don Juan Tenorio contenía caricaturas, véase El Honor, México, 6 de agosto de 1850, t. I, núm. 17, p. 4.

38. "Envenenado", en El Monitor Republicano, México, 21 de febrero de 1847, núm. 731, p. 4.

39. El Republicano, México, 21 de febrero de 1847, t. II, núm. 52, p. 4.

40. "Remitidos/Envenenadores", en El Monitor Republicano, México, 22 de febrero de 1847, núm. 732, p. 3.

41. "El joven D. Sabino Flores", en ibidem, 26 de febrero, núm. 736, p. 4.

42. Esto nunca se explicó, y los artículos llevaron por rúbrica (cuando la tuvieron) meras siglas, entre las que se repitieron con mayor frecuencia G. y A. En alguna ocasión apareció el nombre de Pablo. Sólo dos poemas sin tintes políticos sí estuvieron firmados, uno por F. Calderón y otro por Félix María Escalante.

43. Juan Ordóñez, "Remitido", en Diario del Gobierno de la República Mexicana, México, 21 de junio de 1847, t. IV, núm. 101, p. 2.

44. "El Sr. Farías, el congreso, los periodistas de la oposicion, la guerra, las instituciones y la impotencia social de la república", en El Boletín de la Democracia, México, 16 de marzo de 1847, núm. 20, pp. 2 y 3.

45. Es difícil saber cuáles fueron los intereses que llevarían a un hombre como Eufemio Romero a colaborar en una publicación como El Calavera, la cual sustentaba una posición elitista respecto a las clases populares, pues aunque aquél compartiría con éstas una situación económica precaria, según Prieto, tenía una posición intelectual superior y era un hombre de convicciones políticas firmes. Como sea, vale la pena mantener distancia de lo dicho por Prieto, quien a menudo idealizó las situaciones y los personajes de los que hacía remembranza.

46. Santoni, op. cit., pp. 2 y 3. Sin embargo, los redactores de El Calavera declararon aisladamente que al hablar de populacho se referían más bien a los léperos, y no a la gente pobre y laboriosa, que para ellos quedaba comprendida dentro de la clase media. Dejaban en claro que "querer nivelar al zapatero que apenas sabe hacer mas que unos malos zapatos con un zapatero laborioso, inteligente é instruido, es perder el tiempo en un empeño insensato, porque el segundo será siempre superior al otro"; "Disparates", en El Calavera, México, 2 de abril de 1847, t. I, núm. 20, p. 77.

47. "Acto de contricion", en ibidem, 5 de febrero de 1847, núm. 11, p. 42.

48. "Gazmoñería", en ibidem, 20 de abril de 1847, núm. 25, p. 98. Además, afirmaba que el populacho, del que excluía a la gente pobre pero laboriosa, no tenía interés social alguno, ni hacía nada útil, era "la hez de la sociedad, esa tribu numerosa" que vivía "del robo, y sumergida en todos los vicios"; según los redactores del periódico, las otras dos clases eran la aristocracia, que sólo servía para consumir el trabajo del pobre y ostentar boato y poder, y la clase media, que se componía de la gente laboriosa pobre o acomodada que propendía al orden, a las mejoras y a la instrucción; véase "Disparates", en ibidem, 2 de abril de 1847, núm. 20, p. 77.

49. "Chismes caseros. Crónica, 27 de febrero á 22 de marzo, 1847", en ibidem, 26 de marzo de 1847, núm. 18, p. 70.

50. Ibidem, p. 196, y Niceto de Zamacois, Historia de Méjico desde sus tiempos más remotos hasta nuestros días, Barcelona-México, J. F. Parres, 1880, vol. XII, p. 533. En la revolución de los polkos también participó gente menos acomodada, pero al menos una parte era empleada de gente de más alto nivel social que participó en la rebelión. Es el caso de los trabajadores de la imprenta de Vicente García Torres, en cuyo periódico se informó al público que habían interrumpido la publicación por "la falta de oficiales en la imprenta por pertenecer los mas al batallon de la Independencia [el cual jugó un papel destacado en la rebelión]..."; véase "Advertencia", en El Monitor Republicano, México, 5 de marzo de 1847, núm. 739, p. 4.

51. Enrique Olavarría y Ferrari et al., México a través de los siglos, México, 17a. ed., Cumbre, 1977, t. VIII, México independiente, p. 198.

52. "A un chicote", en El Calavera, México, 2 de febrero de 1847, t. I, núm. 10, p. 37. Olavarría y Ferrari afirman respecto al efecto que, poco antes de que apareciera El Calavera, tuvieron este tipo de críticas publicadas por la prensa (seguramente de oposición): "Cada correo que llegaba de la capital producía un explosión de disgusto en el ejército: el periódico llamado Don Simplicio, con su carácter satírico y jocoso, era uno de los que más herían a los militares; olvidaban aquellos escritores que los gobiernos mexicanos nunca tuvieron habilidad para organizar y atender al ejército; que nuestros soldados siempre estuvieron mal pagados, mal alimentados y mal vestidos". Olavarría y Ferrari et al., op. cit., pp. 160 y 161.

53. "Variedades. Preguntas y respuestas", en El Calavera, México, 12 de febrero de 1847, t. I, núm. 13, p. 51.

54. "A otro perro", en ibidem, 20 de abril de 1847, núm. 25, p. 99.

55. "A última hora", en ibidem, 1° de enero de 1847, núm. 1, p. 4.

56. Véase "Retirados y viudas", en El Monitor Republicano, México, 21 de junio de 1847, núm. 847, pp. 2 y 4, y la circular del 1° de agosto de 1849, en Manuel Dublán et al., op. cit., t. V, núm. 3309, p. 597.

57. Agradezco este dato a Margarita Guevara, quien por mucho tiempo ha trabajado en el Archivo de Notarías de la ciudad de México y ha podido percatarse de este hecho.

58. Circular de la Secretaría de Hacienda, 7 de enero de 1830; Dublán et al., op. cit., t. II, p. 212.

59. El propio Santa Anna le advirtió a Gómez Farías que si no le enviaba dinero no sería responsable por las medidas que tomaran las tropas.

60. Jan Bazant, Historia de la deuda exterior de México (1823-1946), México, 3a. ed., El Colegio de México, 1995, pp. 63-71. Por su parte, entre otras ocasiones, El Calavera formuló sus críticas en el artículo "Estados mudan costumbres", en El Calavera, México, 19 de enero de 1847, t. I, núm. 6, p. 23.

61. Se identificaba a los gobernantes de forma similar en un artículo posterior, al referirse a la pesadez con que se dejaba caer sobre una silla "un escelente secretario universal cuando á mas de no tener cabeza para ministro y de estar gruñéndole la revolucion, no sabe de donde arañar para la guarnicion, para el amigo, para el ahijado, para su propio individuo"; "Va de cuento", en ibidem, 12 de enero de 1847, núm. 4, p. 13.

62. Ibidem, pp. 13-14.

63. Ibidem, p. 14.

64. En el gabinete había tanto civiles como militares; eran el general Valentín Canalizo en el Ministerio de Guerra, José Fernando Ramírez en el de Relaciones y Gobernación, Pedro Zubieta en el de Hacienda y el cura Jesús Ortiz en el de Justicia. Olavarría y Ferrari et al., México a través de los siglos, op. cit., p. 164. Por otra parte, entre quienes roban, uno lleva una boina, lo que podría remitir al personaje que en la primera caricatura estaba vinculado con los "bonos de Londres", en referencia a la polémica sobre quién debía negociar la deuda externa del país. Si fuera así, también aquí se aludiría a quienes se enriquecían a costa de arreglar la deuda externa del país en tiempos de crisis bélica.

65. "Pura charla", en El Calavera, México, 12 de enero de 1847, t. I, núm. 4, p. 15.

66. "Gran lavativa", en ibidem, 26 de enero de 1847, núm. 8, p. 29.

67. Santoni, op. cit., pp. 182 y 183.

68. Aunque la prensa moderada atacó las medidas de desamortización, nunca mencionó que poco antes el propio gobierno del moderado Herrera (de quien era partidario El Calavera) había planteado la necesidad de que la Iglesia colaborara ante la falta de dinero. Santoni, op. cit., p. 169.

69. Como señala Bailey, op. cit., p. 91, esta imagen se reutilizó posteriormente en el periódico El Tío Nonilla, acompañando el poema político-satírico Reflexiones de un puro!!, del 30 de octubre de 1850. Sirvió también para ilustrar el Primer calendario de Vicente García Torres para 1849, México, imprenta del autor, y el Calendario de Antonio Rodríguez Galvánpara 1852 impreso por Juan R. Navarro (agradezco el dato a María José Esparza).

70. El Calavera, México, 26 de febrero de 1847, t. I, núm. 17, p. 68.

71. Santoni, op. cit., p. 180. Una nota publicada el 25 de enero en El Monitor Republicano, que a su vez citaba noticias traídas de Guadalajara, señalaba que en Cosalá (Población de Sinaloa), Juan Carranza y un tal Ramírez se habían pronunciado por la dictadura de Santa Anna, y que el comandante general de Sinaloa, don Ventura Mora, no tomaba providencias para contener el pronunciamiento. "Correo de hoy/ Guadalajara 18 de enero", en El Monitor Republicano, México, 25 de enero de 1847, núm. 704, p. 4. Por lo tanto, parece que, para la fecha en que apareció la imagen, aún no se tenía la certeza de que Mora apoyaba el levantamiento.

72. "Volvemos a las andadas", en El Calavera, México, 26 de enero de 1847, t. I, núm. 17, p. 31.

73. Olavarría y Ferrari et al., op. cit., p. 163.

74. Ibidem, pp. 206 y 207.

75. "Chismografia", en El Calavera, México, 2 de febrero de 1847, t. I, núm. 10, p. 39 (por error del cajista, en la numeración la página tiene la cifra 35).

76. El 26 de febrero, los editores aclararon que "Para facilitar la más esacta publicacion del papelucho que presente está, hemos apelado al recurso de grabar el escudo [encabezado] en plomo como ha visto el público. No obstante, siempre cumpliremos el compromiso de variarle cada mes, aunque con la diferencia de que la caricatura ó caricaturas que habían de servir de escudo, se imprimirán litografiadas en buen papel, y se repartirán sueltas..." "Advertencia", en El Calavera, México, 26 de febrero de 1847, t. I, núm. 17, p. 68.

77. "Advertencia", en ibidem, 26 de febrero de 1847, núm. 17, p. 68.

78. "El Huerto", en ibidem, 30 de marzo de 1847, núm. 19, s.n.p.

79. En el ejemplar que está bajo resguardo en el AGN, la imagen se encuadernó fuera de lugar, entre las páginas 70 y 71.

80. Santoni, op. cit., p. 202.

81. "Vaciedades. La emigración a Celaya", en El Calavera, México, 9 de abril de 1847, t. I, núm. 22, p. 86.

82. Santoni, op. cit., p. 200.

83. "Garantías", en El Calavera, 18 de junio de 1847, segunda época, t. II, núm. 2, pp. 126-127.

84. Este periódico, con escasas imágenes, se conserva en la Sutro Library, en California, y también salió de la imprenta de Navarro, ubicada en la calle de Chiquis núm. 6, para entonces a cargo de Luis Vidaurri; no obstante, el encabezado litográfico tiene la firma de la litografía de Lara. En el número 1, en una nota dirigida al público, se indicaba que sería entregado en lugar de El Calavera, tanto a suscriptores como a corresponsales, señalando que si no lo querían, lo devolvieran, pues en caso contrario se sobreentendería que lo aceptaban; "Al público", en El Máscara, México, 5 de agosto, t. I, núm. 1, p. 4. Además, en el número 8, se narraba que, mientras el Máscara dictaba a su amanuense lo que le había ocurrido después de que había querido arreglar las cosas en México (había viajado a otros países y visto sus males), llegó un hombre vestido de payo y le echó un lazo tratando de arrastrarlo a trabajar a una hacienda; el enmascarado protestó diciendo que nada sabía él de haciendas, le pidió que no lo ahorcara y, quitándose la máscara, dijo que era el Calavera; ibidem, 29 de agosto de 1848, núm. 8, p. 4.

85. Consideraciones sobre la situación política y social de la república mexicana en el año de 1847, en Mariano Otero, Obras, México, Porrúa, 1967, t. I, p. 127.

86. En cuanto a los dos textos citados de El Calavera, es sobre todo "Va de cuento" (que acompaña a la figura 2) el que se apega a la fórmula descrita en seguida, aunque la narración es en tercera persona y no existe un guía que descifre las visiones. En cuanto al texto "Vaciedades. La emigración a Celaya", que dio origen a la lámina 5, sigue el esquema de una forma más laxa.

87. Teresa Gómez Trueba, El sueño literario en España. Consolidación y desarrollo del género, Madrid, Cátedra, 1999 (Crítica y Estudios Literarios), p. 13.

88. Al respecto, véase el espléndido estudio que hace Jaime Cuadriello, "Tresguerras, el sueño y la melancolía", en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 73, México, 1998, pp. 87-124.

89. Teresa Trueba cita dos textos que se publicaron, respectivamente, en dos periódicos españoles del siglo XVIII: uno apareció en El Censor y otro en El Observador ; Trueba, op. cit., p. 150.

90. Cuadriello, "Tresguerras...", op. cit., p. 114. Edith Helman señala que en El Duende de Madrid, una revista satírica muy leída, el editor igualmente contaba sus sueños y visiones; Edith Helman, Trasmundo de Goya, Madrid, Alianza Forma, 1983, p. 165.

91. De Joaquín Fernández de Lizardi véase El sueño del Pensador no vaya a salir verdad. Dedicado al soberano Congreso de Cortes, México, 1822. Oficina de Betancourt; el Segundo sueño del Pensador Mexicano./El decir la verdad de varios modos, es por guisarla al paladar de todos, México, 1822. Oficina de Betancourt, y Concluye el sueño del Pensador Mexicano: perora la verdad ante S.M.I. y el Soberano Congreso, 1822. Oficina de Betancourt, 32 pp. Del Payo del Rosario véase El Gallo se halla durmiendo y los coyotes velando, en Pablo de Villavicencio (El Payo del Rosario). Artículos periodísticos de doctrina y combate, pp. 139-146 (publicado en 1825), Si van tropas a La Habana, nos hacen aquí la fiesta: conclusión del sueño del Payo del Rosario, comenzado en el impreso titulado: el gallo se halla durmiendo, y los coyotes velando, que salió de la casa del finado Ontiveros, en ibidem, pp. 147-153 (también de 1825), y Muerto que se le aparece al señor Provisor de México, en ibidem, pp. 166-171 (de 1826). Véase también el anónimo Sueño de un republicano, ó sean reflexiones de un anciano sobre la republica federada, Puebla, Imprenta Liberal de Moreno Hermanos, 1822.

92. Son las siguientes: en 1809, la que se publicó en el folleto Sueño alegórico de la mejicana doña María Francisca de Nava... (aunque no es propiamente satírica); hacia 1824, la lámina perdida que ilustró un folleto del Payo del Rosario titulado Tercer coyote, en la cual se veía "un sueño raro que tubo Pascual: [acerca de] las crueldades inauditas de los Gachupines y los justos motivos de su espulsion"; en 1829, la que ilustra el periódico El Toro'; hacia 1845, el Ensueño del Tirano] en 1847, dos imágenes de El Calavera (figuras 2 y 5); también de 1847, una xilografía de Picheta publicada en el periódico yucateco Don Bullebulle (t. II, p. 132); en 1850, la lámina 5, que ilustró el número del 17 de octubre de El Tío Nonilla; en 1852, el Sueño delicioso de un monarquista, publicada en El Telégrafo, y una segunda versión publicada en 1856 en Los padres del agua fría, ambas realizadas por Ho. Méndez. De ahí en adelante, el sueño y la pesadilla serían una de las temáticas más trilladas de la caricatura mexicana incluso hasta el porfiriato. Otra parte importante de las imágenes satíricas del periodo ilustran textos que se ubican en modalidades cercanas al sueño literario, y que a lo largo de la historia occidental a menudo se combinaron con dicho género. Me refiero a los diálogos de muertos, o visiones de inframundos, cuyo ejemplo sería la imagen que ilustra Premio de los americanos por gachupines y frailes. Diálogo entre el padre Arenas, el general Arana y don Agustín de Iturbide, en 1827. La otra modalidad del viaje imaginario, en donde un guía lleva al protagonista a lo más profundo de la sociedad, al interior de sus casas, con la correspondiente crítica de costumbres y tipos, como ocurre en El Gallo Pitagórico, publicado en 1845, o la del viaje y visiones correspondientes a mundos utópicos, sobrenaturales y fantásticos, que dan lugar a reflexiones políticas y sociales, verbigracia La visión. Viaje de Palinuro. Regiones desconocidas o reflexiones sobre la política en general del país y en particular del estado de Jalisco, 1852.

93. Jaime Cuadriello, "Preámbulo", en Juegos de ingenio y agudeza: la pintura emblemática de la Nueva España, México, Museo Nacional de Arte-Universidad del Claustro de Sor Juana, 1994, p. 19.

94. Aunque no se hace un análisis del uso de la alegoría en la gráfica postindependentista, hay una recopilación de estas expresiones en Helia Emma Bonilla Reyna, "La gráfica satírica y los proyectos políticos de nación: (1808-1857)", en Los pinceles de la historia: de la patria criolla a la nación mexicana: 1750-1860, México, Museo Nacional de Arte, Universidad Nacional Autónoma de Mexico, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2000, pp. 170-187.

95. Rafael Barajas, en la interpretación que hace de esta imagen, aunque no lo argumenta iconográficamente, señala de manera atinada que refleja la melancolía e impotencia de los mexicanos ante los desastres de 1847. Barajas, op. cit., p. 156.

96. H. Gravelot y C. Cochin, Iconología, trad., índice de atributos y notas de María del Carmen Alberú Gómez, México, Universidad Iberoamericana, 1994, p. 106.

97. Joaquín Bolaños, La portentosa vida de la muerte, edición facsimilar, México, Premià, 1983, p. 64.

98. Cuadriello, "Tresguerras...", op. cit., p. 108.

99. La Orquesta, México, 8 de enero de 1873, tercera época, t. VI, núm. 3.

100. Véase el cuadro anónimo del siglo XVIII que se titula Triunfo de la Iglesia, y que se reproduce en Juegos de ingenio y agudeza: la pintura emblemática de la Nueva España, op. cit., p. 310.

101. H. Gravelot y C. Cochin, op. cit., pp. 25, 56, 86, 87, 139, 146 y 188.

102. Edward A. Maser, ed., Cesare Ripa: Baroque and Rococo Pictorial Imagery: The 1758-60 Hertel Edition ofRipa's Iconologia with 200 Engraved Illustrations, Nueva York, Dover, 1971, p. 78.

103. Se representaba con una joven que tocaba una flauta: "Todos los iconólogos han acordado otorgar una flauta a la Adulación. El sonido de este instrumento se ha tomado siempre como emblema de las adulaciones." Asociados a este emblema aparecen otros atributos, como el de una red que cubre el altar de la Amistad sobre el que arden perfumes, simbolizando las trampas, para indicar que la Adulación es mentirosa. H. Gravelot y C. Cochin, op. cit., p. 19.

104. Ibidem, p. 53.

105. Ibidem, p. 47.

106. Ibidem, p. 32.

107. Ibidem, p. 82.

108. Ibidem, p. 147.

109. J.B.A., España rompe las cadenas de la esclavitud en que gemía; el Sol de Justicia resplandece en su emisferio; y el Dios de los Exércitos envia rayos destructores contra el enemigo de la religion y de la humanidad. Al pie de esta hoja suelta sin fecha se señala que fue reimpreso en la calle de la Monterilla, donde se le encontraría. Se trata, por lo tanto, de la copia de un original español, y lo mismo ocurriría con su imagen. Agradezco a la doctora María Esther Pérez Salas, quien amablemente me consiguió una reproducción fotográfica de este impreso, el cual está resguardado en la Sala Toribio Medina de la Biblioteca Nacional de Chile.

110. El sentido solemne y fatídico de la muerte fue dejado de lado por los redactores, quienes sólo se valieron de la significación jocosa y subversiva del término de "calavera", es decir el de hombre de poco juicio y asiento. Diccionario de la lengua española, 19a. ed., Madrid, Real Academia Española, 1970.

111. El espacio es insuficiente para extenderse en el análisis del emblema de la muerte en el siglo XIX, y de la persistencia en él de viejos significados; además, no existe ningún estudio al respecto. Apunto solamente que, aunque con modificaciones, el ritual fúnebre novohispano continuaba vigente ya muy avanzado el siglo XIX (Jaime Cuadriello, "Los jeroglíficos de la Nueva España", en Juegos de..., op. cit., p. 87), y que las antiguas piras funerarias seguían presentes en la vida decimonónica. De esto dan cuenta un folleto de Lizardi publicado en 1818 en el que alude a las piras de dulce que se vendían en día de muertos (Anatomía o disección moral de algunas calaveras, descrita por el Pensador mexicano, en Joaquín Fernández de Lizardi, Obras, op. cit., 1981, t. X, p. 207, nota b), el folleto Gran logia Nación Mexicana, y pira de los yorkinos, publicado en 1827 con un aguafuerte satírico (reproducido en Bonilla Reyna, op. cit., p. 177), y el testimonio de madame Calderón de la Barca, quien señala que hacia 1840, en todas las iglesias del país, en día de muertos, se levantaba en el centro de la nave un catafalco cubierto con un tapiz negro, decorado con calaveras y otros emblemas de la muerte (madame Calderón de la Barca, La vida en México durante una residencia de dos años en ese país, 11a. ed., México, Porrúa, 1997, p. 208). Para una revisión del tema durante la Colonia, véase Ma. Isabel Terán Elizondo, Los recursos de la persuasión, México, El Colegio de Michoacán-Universidad Autónoma de Zacatecas, 1977, 245 pp.

112. Salvador Rueda Smithers, El diablo de Semana Santa: el dhcurso político y el orden social en la ciudad de México en 1850, México, Instituto Nacional de Antrolopología e Historia, 1991 (Colección Divulgación), pp. 16-19.

113. Según Rueda Smithers, los textos de 1840 explicaban también lo que ocurría en 1850, y los grabados de El Gallo Pitagórico, publicados entre 1843 y 1844 (la versión ilustrada se publicó en realidad en 1845) y los de El Tío Nonilla trataban los mismos temas: sátiras a diputados, magistrados, escribanos, curas y soldados, dibujados de modos semejantes por vicios semejantes, siendo los acontecimientos coyunturales los que daban las variaciones. Igual similitud habría entre los grabados "serios" de Butler sobre costumbres e indumentaria, y sobre los de Brantz Mayer (en 1842) respecto a México y sus alrededores. Ibidem, pp. 16, 30 y 31. Las observaciones del autor son interesantes, si bien sus ejemplos no van más allá de un lapso de diez años.

114. Joyce Bailey y Rafael Barajas han apuntado algunos de estos tópicos. Bailey, op. cit., y Rafael Barajas (El Fisgón), La historia de un país en caricatura: caricatura mexicana de combate: 1829-1872, México, Conaculta, 2000, pp. 126-127 y 245-246.

115. Véase nota 128.

116. Luis González Obregón, La vida en México en 1810, México, Secretaría de Obras y Servicios del Departamento del Distrito Federal, 1975 (Colección Metropolitana), p. 181.

117. Jaime E. Rodríguez O., "De súbditos de la corona a ciudadanos republicanos", en Josefina Zoraida Vázquez, Interpretaciones de la Independencia de México, México, Nueva Imagen 1997, p. 58.

118. Arte de caer parado en las revoluciones, enseñado por el gato de un maromero, Puebla, enero 30 de 1823. Reimpreso en la oficina de D. Pedro de la Rosa, impresor del gobierno imperial, p. 2.

119. En el trabajo no incluyo la revisión del tópico del gato, por no haberla encontrado ni en las imágenes ni en los textos del periódico que se estudia. Sin embargo, dada su amplia presencia en el repertorio de símbolos de la caricatura decimonónica, y puesto que se le ha citado en el cuerpo de la investigación por estar vinculada a otros topoi, no quisiera dejar de referirme a él aunque sea en nota. Señalé ya cómo, muy tempranamente, se asocia al oportunismo y al "equilibrismo" político, por su característica agilidad para sortear las caídas y caer parado en toda circunstancia. El gato aparece una y otra vez en la obra de los panfletistas de los veinte; cité ya el folleto Arte de caer parado en las revoluciones, enseñado por el gato de un maromero, y la forma en que el Payo del Rosario y el padre de Lizardi utilizan el término. Un texto, publicado en 1847 en el conocido periódico Don Simplicio, nos informa más sobre el significado que hacia mediados de siglo se le asignaba a dicha figura: "El autor conoce, y ha observado con detencion, una fisonomía de prócer parecida á la del gato doméstico; barba recogida, pómulos salientes, frente ruin, é inclinada hacia atras, &, &, &. Esta persona posee la viveza, la astucia, la cobardía, la crueldad con el débil, la complacencia en el mal, la perversidad, la traicion, en fin, todas las circunstancias que caracterizan al gato doméstico". Don Simplicio, México, 10 de febrero de 1847, t. III, mes IX, núm. 65, p. 2. La figura del gato apareció ya en 1825, en forma visual, en un aguafuerte que ilustró un folleto titulado Barata de empleos consignada á calaveras y muertos desenterrados, escrito por Luis Espino (cuyo seudónimo fue Spes in Livo); en ella se denuncia que tras la consumación de la Independencia muchos cargos hubiesen sido ocupados por antiguos realistas y partidarios de la monarquía española, en vez de los antiguos patriotas e insurgentes; en la imagen, los oportunistas e ignorantes, representados por un gato y un burro en forma de calaveras, tratan de alcanzar empleos militares valiéndose de las injustas leyes que los habían indultado. Muchos años después, hacia 1845, el gato reaparece en una interesante imagen titulada Sainete político, en la que Santa Anna mismo aparece convertido en gato, y el resto de los felinos representan sus acciones ambivalentes; algunos de los gatos que representan al parecer a algunos colaboradores de Santa Anna son también equilibristas, pues caminan justamente sobre una cuerda la cual se ha roto ya para indicar que "se acabaron las maromas". Como en los otros casos, el uso de este estereotipo pervivió hasta el porfiriato, como muestra una imagen publicada en 1903 en el El Hijo del Ahuizote, en la que Porfirio Díaz, metamorfoseado en gato, intenta devorar el pollo de la sexta reelección (véase González Ramírez, op. cit., ilustración 50).

120. Pablo de Villavicencio (El Payo del Rosario), Nuevas zorras que su autor dedica al impávido y benemérito General Don Antonio López de Santa Anna, México, Imprenta de don Mariano Ontiveros, 1823, p. 3.

121. La carta está fechada el 26 de enero de 1824, y fue recogida, con otros documentos, en el domicilio donde se alojaba el Payo del Rosario; no está firmada, pero, por su contenido, por el contexto del expediente en que se encuentra y sobre todo por otra carta también escrita por el padre de Lizardi, igualmente sin firmar, en la que se refiere a su hijo como el Pensador, la autoría queda fuera de duda. Véase en el AGN, Galería 5, Archivo de Guerra, vol. 151, ff. 402 y 403.

122. Draper Hill, The Satirical Etchings of James Gillray, Nueva York, Dover Publications, 1976, lámina 19, y Robert Rey, Honoré Daumier, París, Cercle d'Art, 1968 (La Bibliothèque des grandes peintres), p. 16.

123. Spes in Livo (Luis Espino), Barata de empleos, Consignada á calaveras y muertos desenterrados, Imprenta del finado Ontiveros, 1825, p. 7.

124. La tragedia de los gatos titulada Mexico por los Borbones, en José Joaquín Fernández de Lizardi, Obras, México, Universidad Nacional Autónoma de Mexico, Instituto de Investigaciones Filológicas, 1995, t. XIII (folletos 1824-1827), p. 3.

125. Conozco sólo el interesante ejemplo de Sainete político, imagen localizada por Rafael Barajas y publicada probablemente hacia 1845. Barajas, op. cit., pp. 144 y 145.

126. El Calavera, México, 22 de enero de 1847, t. I, núm. 7, p. 26.

127. Citado en El Monitor..., op. cit., 16 de junio de 1847, núm. 842, p. 3.

128. "Tratado de fisonomía á imitacion del que escribió Gerónimo de Cortés, el Valenciano, con licencia del Santo Oficio, aplicado a la política mexicana por D. Simplicio", en Don Simplicio, México, 10 de febrero de 1847, t. III, mes IX, núm. 65, p. I.

129. La imagen se reproduce en Rafael Barajas, op. cit., pp. 144 y 145, y en ella se funde la figura del equilibrista con la del gato.

130. El Tío Nonilla, México, 24 de octubre de 1850, t. II, núm. 8.

131. La Pata de Cabra, México, 11 de octubre de 1856, año II, núm. 23.

132. Juan Bautista Morales, El Gallo Pitagórico. Colección de artículos crítico-políticos y de costumbres. Nueva edición corregida y aumentada y revisada por su autor, precedida de un prólogo del mismo, acompañada de una noticia biográfica del señor Moras escrita por D. Francisco Zarco, e ilustrada con cien grabados hechos en Paris por los mejores artistas, conforme a las instrucciones del autor, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1857, p. 16.

133. Se encuentra, por ejemplo, en una caricatura de El Hijo del Ahuizote publicada en mayo de 1900, en la que Porfirio Díaz, vestido de cirquero, camina sobre una cuerda floja bajo la que se encuentra un colchón que amortiguará su posible caída; Manuel González Ramírez, La caricatura política. Fuentes para la historia de la Revolución mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1955, vol. II, il. 39.

134. José Joaquín Fernández de Lizardi, Obras, op. cit., t. XIII, pp. 643 y 661.

135. "El Calavera contrae amistad con un lego cesante Juanino y ambos resuelven asociarse", en El Calavera, México, 12 de enero de 1847, t. I, núm. 4, pp. 14-15.

136. De hecho, antes de que se generalizara en México (en la década del sesenta), la jeringa o lavativa sólo se encuentra en dos imágenes publicadas en calendarios, aunque, como ocurrió con el aguafuerte que ilustró El Periquillo Sarniento, ninguna tuvo un simbolismo político. Véase la caricatura ¿Quién será de mas aguante, el Casado, ó el Elefante..?, contraportada del Decimotercer Calendario de López para 1851, y también una de las xilografías sin título que ilustran el texto "Los amores de un periodista", en el Calendario de Vicente García Torres para el año de 1849. Agradezco a María José Esparza la referencia de estas imágenes.

137. Reva Wolf, Goya and the Satirical Print in England and on the Continent, 1730 to 1850, Boston, David R. Godine Publisher-Boston College Museum of Art, 1991, p. 64.

138. La imagen se reproduce en Antoine de Baecque, La caricature révolutionnaire, París, Presses du CNRS, 1988, entre las pp. 93 y 94. Véase también Jean Duché, Deux siècles d'histoire de France par la caricature, París, Pont Royal, 1961, p. 29; este autor señala que fueron innumerables las caricaturas escatológicas francesas que celebraron lo que consideraron la recuperación de las riquezas por parte de la nación.

139. Hill, op. cit., figura 4.

140. Wolf, op. cit., p. 65.

141. Ibidem, p. 63.

142. Véase la imagen que se reproduce en Valeriano Bozal et al., Summa artis: Historia general del arte, Madrid, Espasa-Calpe, 1988, vol. XXXII, El grabado en España (siglos XIX y XX), p. 255, lám. 300.

143. Lo atestigua el hecho de que se conserven ejemplares suyos en acervos públicos mexicanos y de que algunas de sus imágenes fueron copiadas en 1850 en El Tío Nonilla y en la contraportada del Calendario de los jóvenes publicado en 1857.

144. "La lavativa", en La Risa, Madrid, 24 de agosto de 1843, t. I, núm. 19, p. 166.

145. "El Calavera contrae amistad con un lego cesante Juanino y ambos resuelven asociarse", en El Calavera, México, 12 de enero de 1847, t. I, núm. 4, pp. 14-15.

146. De Baecque, op. cit., pp. 163 y 164. El topos del telescopio aparece también en otra imagen francesa realizada por Daumier y publicada en Le Charivari el 1° de octubre de 1849, dos años después de la aparición de El Calavera, lo cual indica que en dicho país también tuvo longevidad; véase George Besson, Honoré Daumier, París, Cercle d'Art, 1959, lám. 26.

147. En la litografía Hipócritas. A rio revuelto, ganancia de bribones, aparece un personaje frente a un anteojo dirigido (y de hecho introducido) hacia una habitación en la que hay varios hombres sin principios políticos, que lucran con el descontento del país. Véase Juan Bautista Morales, El Gallo Pitagórico. Reproducción facsimilar de la edición de 1845, México, Manuel Porrúa, 1975, p. 82.

148. Segundo sueño de el Pensador Mexicano. El decir la verdad de varios modos, es por guisarla al paladar de todos, en José Joaquín Fernández de Lizardi, op. cit., 1991, t. XII (folletos 1822-1824), p. 34. El texto, escrito en 1822, parodia el discurso de un adulador ante el emperador Agustín I, el cual dice: "por esto abominan a los frailes: quieren hacerlos odiosos entre los ignorantes, llamándolos fanáticos, supersticiosos, hipócritas, haraganes y pancistas'.

149.  ¿Es nulo lo que se ha dicho de las noticias de España?, en Pablo de Villavicencio (El Payo del Rosario). Artículos periodísticos de doctrina y combate, Culiacán, Gobierno del Estado de Sinaloa, 1961, vol. III, p. 48. En el folleto, de 1822, Villavicencio se duele de que en España los partidarios de la monarquía, a quienes llama serviles, ganen espacios, pero afirma que "las milicias nacionales que cuerdamente ha sabido organizar el Congreso español dirigidas por sus valientes gefes, no dejan de darles repetidos escarmientos á estos miserables pancistas que con tan poca verguenza á vista de las potencias ilustradas, quieren volver á subsistir del monopólio perpetuando la ignorancia de la parte activa y laboriosa de la sociedad".

150. Véase Testamento de un gato y banquete de los ratones. O sea tercera parte de los Ratos entretenidos del Pensador Mexicano, México, 1833. Impreso por el C. Anastasio Rangel, calle de Ortega núm. 22, p. 8.

151. Armand Hammer et al., Honoré Daumier y su siglo: 1808-1879, México, Claustro de Sor Juana-Colección Armand Hammer, 1980, p. 44.

152. La Risa, op. cit., p. 65. Véase también la que se publicó el 10 de diciembre de 1843. La Risa, op. cit., t. II, p. 77.

153. Véase la contraportada de dicho calendario; se titula La gente del bronce y se reproduce en Isabel Quiñónez, Mexicanos en su tinta: calendarios, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1994, p. 94.

154. Citado por Barajas, op. cit., p. 127.

155. "Uno, dos, tres, cojo es", en El Duende, México, 14 de marzo de 1840, t. I, p. 151. En los versos así titulados se dice lo siguiente: "Fue primero Don Panzista,/ Decidido Iturbidista,/ Luego furioso yorkino,/ Y al fin de estos asesino,/ Porque se volvió despues/ Intolerante escocés."

156. Don Simplicio, México, 10 de febrero de 1847, t. III, mes IX, núm. 65, p. 2. En el artículo Tratado de fisonomía..., se afirma: "Del vientre. El adagio de, 'tripas llevan piés', por desgracia no es muy vulgar entre nosotros. Ser independiente y del erario el vientre, es contradicción notoria. Si es bueno ó malo el que vence, ay te lo dirá mi vientre..." Por último, añade que el estómago es la conciencia de los pancistas, y en donde dan más están mejor.

157. Véase Morales, op. cit., p. 32.

158. "El Calavera contrae amistad con un lego cesante Juanino y ambos resuelven asociarse", en El Calavera, México, 12 de enero de 1847, t. I, núm. 4, pp. 14-15.

159. "Acertijo", en ibidem, 22 de enero de 1847, núm. 7, p. I.

160. Rafael Barajas ejemplifica este tópico con el detalle de la caricatura El mundo al revés, publicada por Constantino Escalante en La Orquesta el 16 de noviembre de 1867; Barajas, op. cit., pp. 187 y 256.

161. El Payo del Rosario, Nuevas zorras que su autor, dedica al impávido y benemérito General Don Antonio López de Santa Anna, México, Imprenta de don Mariano Ontiveros, 1823, p. I.

162. En 1828 la encontramos en un poema que El Correo de la Federación dedicó a Vicente Guerrero, el que entre otras cosas lo elogia diciendo "Que, tú el primero/ Norte del Anáhuac, la nave guias..." ("A las glorias del general Vicente Guerrero, ganadas en Tulancingo el 7 de enero de 1828. Oda sáfico-adonica", en el Correo de la Federación, 11 de enero de 1828, t. IV, núm. 436, p. 3); en 1846 se utiliza, como se mencionó, en un impreso que favorecía el regreso de Santa Anna para que rija "de nuevo la nave del estado con la maestría y acierto [con] que ha sabido hacerlo en todas épocas" ("Chismografia", en El Calavera, México, 2 de febrero de 1847, t. I, núm. 10, p. 39, por error del cajista, en la numeración la página tiene la cifra 35); en 1847 unos versos de El Calavera, refiriéndose veladamente al mismo general, decían que éste, maquiavélico, tomaría la dirección del pueblo bárbaro, "Y con facultad omnímoda/ regirá la nave pública;/ al buen puerto encaminándola/ con firme mano y timon" ("Chismes caseros: A Mazatlan", en El Calavera, México, 5 de febrero de 1847, t. I, núm. 11, p. 41). También en 1847, un relato del célebre Don Bullebulle, periódico publicado en Mérida, cuenta que en una ínsula ficticia, en todo paralela al estado de Yucatán, "el gobernador constitucional se negaba a tomar el timón de la navichuela, en tiempo que desmantelada por fuerte borrasca ya iba á encallar ó á sumergirse en insondable abismo", cuando él era el único capaz de cambiar la dirección en busca de mejor rumbo ("Algo valen las mujeres", en Don Bullebulle, s. f., núm. 9, p. 139); en 1852, un artículo de El Telégrafo comentaba la situación del país ante los conflictos nacionales e internacionales, diciendo: "si dirigimos una triste mirada hacia ultramar, perderemos casi toda esperanza de ver la nave del Estado salir ilesa y sin deterioro de en medio de los temibles escollos que la circundan" ("¡Alerta!!", en El Telégrafo, 21 de agosto 1852, t. I, núm. 40, p. 313); en el mismo periódico se reproduce otro texto en que se recurre al tópico de la nave en peligro, en el que, al referir que Yáñez volvía a tomar la cartera de Relaciones, preguntaba: ¿no será impotente "el que en tiempos menos críticos no pudo conducir á buen puerto la nave arfada y medianamente balanceada por el furor de la tempestad?" ("Revista de México", en ibidem, 27 de octubre de 1852, t. II, núm. 5, p. 33). Como último ejemplo, en 1856 un artículo de El Omnibus señala: "Cuando las sociedades se ajitan con las borrascas de los intereses personales, el grito de la justicia, de la razon y de la verdad se confunde entre el estruendoso ruido que levantan las bastardas pasiones, y naufraga bajo el hinchado y potente oleaje que combate la nave del Estado" ("Editorial./ Lo que es la prensa periódica", en El Omnibus, 8 de julio de 1856, año VI, t. VI, núm. 153, p. I).

163. "Discurso del Sr. Cumplido", en El Monitor Republicano, México, 29 de diciembre de 1852, año VIII, núm. 2779, p. 3.

164. E. H. Gombrich, "El arsenal del caricaturista", en Meditaciones sobre un caballo de juguete, Barcelona, Seix Barral, 1968, pp. 165 y 166.

165. Ibidem, pp. 166 y 167.

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