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Nueva antropología

Print version ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.29 n.84 México Jan./Jun. 2016

 

Documento

Perspectivas globales y nacionales para el desarrollo de la antropología y algunos de sus frenos

Esteban Krotz* 

* Universidad Autónoma de Yucatán. México.


Introducción

En este artículo1 se presentan, primero de modo esquemático, algunas características de la coyuntura mundial actual de las ciencias antropológicas -que no solamente en México han estado fuertemente ligadas a la historia-, donde se nota un claro repunte de ciertas formas de ciencia social en general y una demanda creciente de las ciencias sociales centradas en los temas del desarrollo y de las relaciones interculturales; demanda que también se puede constatar en México. En el segundo apartado se retoma esta situación y se le ubica en el marco latinoamericano de desigualdad social conflictiva creciente y del agotamiento de los modelos conocidos de convivencia democrática.

Luego se enuncia una serie de temas y de tipos de la investigación antropológica como instrumento para la generación de conocimientos sobre sociedad y cultura, que son fenómenos en constante cambio, por lo que se formulan también algunas propuestas relativas a la organización de la investigación y la formación profesional y científica en este campo.

Finalmente, se enlistan una serie de obstáculos que urge sean eliminados si se quiere desarrollar el potencial de estas disciplinas científicas en el país, que no solamente tienen -en comparación con la mayoría de los países del mundo- una historia excepcionalmente larga y consolidada en México, sino que también resultan imprescindibles para la solución de prácticamente todos los grandes problemas nacionales, de los cuales ninguno puede ser atacado con éxito si no se toma en cuenta la ciudadanía concreta en sus diferentes grupos, sectores, regiones y características socioculturales.

Cabe señalar que cuando se habla aquí de antropología, se refiere al conjunto de disciplinas integradas por la antropología histórica-prehistórica (arqueología), lingüística antropológica, antropología biológica (o física) y antropología sociocultural, siendo esta última la subdisciplina más extendida y más desarrollada en cuanto a teoría y método; como lo recuerda el nombre del Instituto Nacional de Antropología e Historia, la dimensión histórica ha sido casi siempre ingrediente inseparable de la antropología mexicana, interesada en este aspecto no por la simple recopilación de fenómenos del pasado, sino por la comprensión profunda del presente como resultado del pasado.

Puede decirse que la antropología es una ciencia social que tiene en su centro de atención la diversidad humana, esto es, que estudia a las sociedades, los grupos sociales y los fenómenos socioculturales como esencialmente heterogéneos y siempre cambiantes;2 sus métodos predominantemente cualitativos -conocidos fuera de la disciplina como etnografía y trabajo de campo y apreciados a pesar de su lentitud y costo- pretenden siempre partir del punto de vista de los estudiados, complementando de esta manera los métodos predominantemente cuantitativos de otras ciencias sociales (que suelen acercarse a los temas sociales y culturales estudiados más desde las concepciones de los estudiosos).3

La antropología como ciencia de la diversidad: en aumento, su demanda actual

En retrospectiva, han sido tres eventos de repercusión mundial los que han puesto en duda los mitos del fin de los grandes relatos (en el sentido de la proclamada inutilidad de las grandes teorías sociocientíficas, filosóficas y teológicas) y del fin de la historia (en el sentido de la inutilidad de seguir buscando alternativas a la sociedad de mercado reinante). Estos fueron:

  • • El levantamiento armado de los neozapatistas chiapanecos en 1994, que puso durante años a México en el centro de quienes se interesan por novedosos movimientos sociales, impulsó la atención continental a los reclamos de los pueblos indígenas en toda América Latina, generó una importante modificación de la Constitución de nuestro país e inició un debate aún inconcluso sobre formas de vida individual y colectiva alternativas y sobre los límites y los potenciales de los modelos democráticos realmente existentes.

  • • La destrucción de las torres del World Trade Center en Nueva York en 2001, que puso en evidencia el vigor de las tensiones fundamentales a nivel global, que en parte resultan del pasado colonial todavía vigente (Norte-Sur), y en parte de un modelo de desarrollo socioeconómico poco promisorio para las mayorías; además, de modo algo inesperado, evidenció el fuerte antagonismo entre filosofías, religiones y cosmovisiones, culturas y modelos civilizatorios.

  • • La crisis económico-financiera mundial iniciada en 2007, que sigue sin haberse resuelto y que arruinó a millones de familias, puso en jaque economías nacionales enteras del Norte desarrollado y develó las vidas truncadas de toda una generación de jóvenes y de migrantes.

Estos y algunos otros sucesos han puesto de relieve la urgencia de contar con más y mejor, más constante y mejor articulada, investigación social y cultural para inventariar, analizar, explicar y comprender estos fenómenos; para idear soluciones para las tensiones y conflictos sociales que ensombrecen, hipotecan e incluso acortan la vida de muchas personas, así como para diseñar y acompañar instancias económicas y estrategias políticas que se proponen mejorar la situación. Aunque es sabido que en los ámbitos internacional y nacionales las decisiones tomadas desde el poder y la riqueza no necesariamente se basan en el conocimiento científico, se debe suponer que en los sistemas democráticos existen espacios para generar, debatir y usar el conocimiento sociocientífico para estos temas, tanto por parte de los responsables de la administración pública como de los partidos políticos y las organizaciones de la sociedad civil.

Por lo anterior, es comprensible que cada vez más se acuda en todas partes también a la antropología (con sus diferentes denominaciones en los diferentes países) como una disciplina sociocientífica particular, cuya mirada complementa la de otras ciencias sociales.

Sin querer establecer comparaciones exclusivistas en demérito de otras disciplinas sociales, conviene resaltar aquí dos de sus características generales.

Una es que cuando se definió por primera vez el término cultura, en 1871, ha quedado claro que no se trata de abordar aspectos ecológicos, demográficos, económicos, lingüísticos, educativos, tecnológicos, sociales, jurídicos, políticos, filosóficos, religiosos, etc., de manera aislada, sino como partes integrantes de entidades y procesos más amplios y, cada vez más, de configuraciones multiculturales y redes de relaciones interculturales con todos sus potenciales y conflictos. Cabe señalar que el paulatino y todavía muy resistido "giro hacia Oriente"4 (que se ha hecho incipientemente presente en México por la mayor visibilización y atractividad de varias tradiciones culturales asiáticas) y los movimientos migratorios crecientes en todo el planeta, han hecho aumentar por doquier el interés -no solamente académico, sino también político y práctico- por los otros culturales y por la diversidad humana como tal.

La segunda es la toma de conciencia de que el enfoque antropológico holístico típico ha sabido combinar el estudio en el nivel local micro con el análisis de los procesos globales macro, por lo que cuenta con instrumentos familiares a todos quienes han estudiado la disciplina y puede generar información, análisis y reflexión relevante en torno a los temas desde una perspectiva del desarrollo global o de la evolución civilizatoria.

La antropología (sociocultural) en México: viejos y nuevos campos

Campos de investigación tradicionales

El primer informe regional sobre desarrollo humano sobre América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2010) identificó a la región como la más desigual del mundo (a lo que corresponden las estrategias contra la pobreza extrema seguidas con cierto éxito por el gobierno federal brasileño encabezado por Ignacio Lula da Silva y el reciente descubrimiento del hambre por el gobierno federal mexicano, así como la urgencia de atender los compromisos relacionados con los Objetivos del Milenio). La larga tradición que tiene la antropología en el estudio5 de la vida de las víctimas del modelo de desarrollo vigente puede ser aprovechada desde diferentes instancias para contribuir al intento de romper la transmisión intergeneracional de la desigualdad, exigido por el subtítulo del informe citado. El no investigar a fondo los problemas y el no tomar en cuenta los puntos de vista de todos los involucrados, redundará, como ha sido casi la regla hasta ahora, en el despilfarro continuo de recursos públicos y privados, y el desgaste inútil, tanto de los promotores de propuestas de solución como de sus destinatarios.

En todo esto es importante también no confundir los problemas sociales y culturales con los de tipo técnico, sino reconocerlos como problemas que involucran el debate constante sobre la naturaleza misma de los fenómenos socioculturales y, por consiguiente, sobre los conceptos y marcos teóricos fundamentales de la disciplina y sobre los aspectos epistemológicos y metodológicos relacionados (esto es, lo que en ciencias naturales o exactas a menudo se llama ciencia básica y para lo cual el sistema universitario mexicano parece dejar cada vez menos espacio por su énfasis creciente en los aspectos formales exigidos por el sistema de certificaciones, en la mercantilización de sus actividades, en la vinculación mecánica entre investigación y docencia y en la imposición de modelos de organización burocráticamente estandarizados).

Lo anterior significa que el trabajo teórico en antropología e historia tiene implicaciones, como desde sus inicios hace medio milenio en este continente, para el debate por principio interminable sobre la identidad latinoamericana, la cual está entrando en una nueva fase, ya que la situación de apéndice de Europa o América del Norte está siendo interpelada por la reconfiguración del poder económico y, pronto seguramente también, político, militar y cultural en el ámbito mundial, en función de las grandes potencias asiáticas emergentes y las nuevas realidades geopolíticas.

Finalmente hay que tomar en cuenta que la antropología, al igual que las demás ciencias sociales, suele ser incómoda, ya que sus descripciones de la realidad a menudo contradicen las imágenes difundidas desde el poder político, administrativo, religioso, educativo, etc., y sus explicaciones con frecuencia ponen en entredicho afirmaciones y propuestas definidas en función de los intereses de los operadores del poder político y económico. Así, por ejemplo, es obvio que el estudio de las relaciones interculturales en el país plantea interrogantes profundas sobre el proyecto de nación y sobre la realidad de la democracia. Esto significa que el fomento de las ciencias sociales siempre puede ser visto equivocadamente como el estímulo de conflictos en el fondo evitables, es decir, su fomento se expone a la resistencia social que muchas veces los profesionales de estas disciplinas perciben al comunicar los resultados de sus pesquisas.

Campos de investigación nuevos

En cuanto a los campos emergentes de la actividad antropológica e histórica, se perfilan los siguientes cuatro orgánicamente vinculados con el pasado reciente de ambas disciplinas y los elementos señalados en el inciso anterior.

El primero de ellos posiblemente suene de entrada un poco raro, pero se relaciona directamente con la experiencia fundante de la antropología, o sea, el contacto cultural. Se trata del turismo, que constituye la tercera fuente de divisas del país y genera cerca de una décima parte del producto interno bruto.6 La apertura de más regiones al turismo nacional y extranjero, el control de los daños sociales y ecológicos ya ocasionados y previsibles, el aprovechamiento y la actualización de la infraestructura museística, la problemática relacionada con sitios arqueológicos, construcciones coloniales y la historia cultural decimonónica, temas vinculados con artes populares, fiestas, gastronomía, música y danza y otras actividades, como cine, teatro, festivales y exposiciones y, no en último término, las consecuencias del uso de los recursos naturales, actividades todas que necesitadas permanentemente del trabajo investigativo y de la divulgación sistemática.

Todas estas actividades no deben ser abordadas como cuestiones técnicas, sino como partes de un proyecto destinado a estructurar relaciones interculturales respetuosas entre poblaciones y regiones, entre prestadores de servicios turísticos, visitantes nacionales y extranjeros y sus anfitriones locales y, de esta manera, también como oportunidad para generar y cultivar formas de convivencia pacífica en contextos multiculturales en otras partes del planeta.

Un segundo campo está relacionado con la política exterior mexicana, la tradición pacifista del país y su ubicación todavía no aclarada en la fase actual de la globalización con su ya mencionado giro hacia Oriente7 y con la necesidad cada vez mayor de actuar en el nivel internacional para incluso resolver los problemas locales. Éstas actividades y las turísticas ya mencionadas, además de las misiones políticas, los acuerdos económicos y comerciales y los intercambios culturales, tecnológicos y científicos, necesitan de un esfuerzo varias veces mayor que el actual, para reunir información de primera mano, sistematizada y actualizada sobre todos los aspectos de la vida social y cultural de muchos países, por lo que deberían abrirse con celeridad centros de estudio bien equipados y con personal académico altamente calificado sobre diferentes regiones del planeta (que desde luego no tendrían por qué estar ubicados en el Altiplano). Evidentemente, serían ante todo la antropología y la historia las que proporcionarían bases teóricas y metodológicas para el estudio de estas otras sociedades y las particularidades de sus instituciones y habitantes, recordando aquí de modo especial la experiencia de la disciplina antropológica en el estudio a distancia de otras culturas.8

Un tercer campo es el posgrado en ciencias antropológicas e históricas. No se trata de promover un intento de recobrar la posición que tuvo la antropología mexicana en América Latina durante varias décadas del siglo pasado9 y que fue perdiéndose también por políticas de becas y migratorias de corta visión. La capacidad instalada en numerosos centros de investigación y docencia podría convertirse en un poderoso foco de atracción de estudiantes de maestría, doctorado y posdoctorado, así como de especializaciones y actualizaciones académicas y hasta profesionales, si bien para ello tendrían que efectuarse fuertes inversiones en instalaciones10 y programas, y modificarse de raíz diversas estructuras escolares-administrativas. Al mismo tiempo, una participación más intensa de las instituciones académicas mexicanas se inscribiría en el movimiento cada vez más visible de conformar a las antropologías latinoamericanas y, en términos más generales, las antropologías del Sur como subcampo de la antropología mundial, con carácter y propuestas propias en el debate internacional.

El cuarto campo se refiere a la gigantesca transformación, apenas iniciada y de dimensiones aún desconocidas, de las formas establecidas durante el último medio milenio con respecto a almacenamiento, sistematización, circulación y uso de información. Con respecto al limitado campo de las ciencias sociales, hay que señalar que la construcción exitosa en México de uno de los dos grandes bancos latinoamericanos de revistas especializadas en línea y de acceso abierto (Redalyc), y los recientes proyectos de digitalización para acceso abierto de los libros de la principal editora de textos científicos de América Latina (la UNAM), han sido experiencias pioneras cuyo valor no siempre es apreciado adecuadamente. Esta situación, que está ligada de modo complejo con la importante industria editorial mexicana y con la fuerte presencia de la lengua castellana en la web, tiene potenciales culturales y científicos enormes,11 por lo que no debe ser reducida a una cuestión práctica, sino reconocida como un campo de problemas cognitivos y culturales y de enormes oportunidades socioculturales y necesitado de la mejor y más amplia investigación sociocientífica.

No está por demás señalar que en las tres o cuatro décadas más recientes, la antropología y la historia mexicanas han estado involucradas en una gama muy amplia de experiencias institucionales -desde sus ubicaciones muy diversas en las universidades y sus relaciones cambiantes con otras disciplinas sociales y su participación en centros de investigación multidisciplinarias y experiencias transdisciplinarias hasta el establecimiento de instituciones novedosas, como las universidades interculturales y los programas de formación y actualización a distancia. La evaluación crítica de estas experiencias dará pistas para el diseño de mejores y también de nuevas e innovadoras instituciones, cuya urgencia parece fuera de duda.

Frenos actuales del desarrollo de la antropología y la historia

Como se reconocerá enseguida, buena parte de los obstáculos para atender, en caso de que se quisiera fomentar realmente la investigación y la docencia en los campos de la antropología y la historia, no son exclusivos de estas dos disciplinas, en tanto varios resultan de la consolidación de la nueva universidad denunciada hace ya una década por Pablo González Casanova.12 A continuación se refieren y se ejemplifican con la antropología y la historia, y se presentan en forma de un simple listado.13

  • • Es urgente terminar con el imperialismo de las ciencias naturales y las ingenierías en la generación y comunicación de conocimientos antropológicos e históricos, que ya ha provocado serias deformaciones en nuestras disciplinas.14 Por ejemplo, si bien en ambas disciplinas se publican también artículos en inglés en revistas extranjeras, por las razones arriba indicadas es necesario restituir el valor de todas las demás formas de comunicación de resultados con diferentes destinatarios. Lo mismo vale para las formas de trabajo colectivo, donde la imposición del modelo del laboratorio (jerárquico, basado en el uso común de infraestructura localizada, con resultados de autoría múltiple, etc.) no solamente ignora las nuevas formas virtuales de colaboración y comunicación científica, sino que ha llevado a diversas distorsiones y simulaciones nocivas. Probablemente este mismo imperialismo sea causa del desdeño con respecto al papel y la complejidad de los sistemas bibliotecarios que ha llevado a que con una o dos excepciones no exista fuera del Altiplano ninguna biblioteca propiamente dicha de ciencias sociales y humanas.15

  • •Para el fomento de la investigación de alto nivel resulta imprescindible eliminar en la investigación, especialmente en la de tipo básico, la obligación mecánica de vincular cada paso de la investigación con la formación de recursos humanos. Desde luego debe haber una vinculación entre investigación y docencia, especialmente a nivel de posgrado, pero así como está siendo instrumentada desde hace tiempo, dicha obligación hipoteca el gran esfuerzo hecho durante varios lustros por incrementar el número de investigadores doctorados en el país, convierte a estos últimos en correctores de las deficiencias de las licenciaturas, simula la existencia de personal de apoyo para la investigación y constituye una forma de explotación del trabajo estudiantil mal e incorrectamente retribuido.

  • • Parece absolutamente imprescindible revisar a fondo el conjunto actual de instancias de certificación de las actividades e instituciones académicas. Su crecimiento inorgánico y la creación de toda una pléyade de instancias, programas, funcionarios y empresas privadas ocupada en la llamada evaluación académica están ocasionando cada vez más daños en las instituciones y actividades académicas del país. Si bien nadie duda de la necesidad de un monitoreo constante de dichas instituciones y actividades, su forma actual de operar, su énfasis cuantitativista, su desconfianza básica con respecto a los reportes de los académicos y su vinculación directa con los ingresos individuales e institucionales, lo están llevando a la situación conocida de cierto tipo de burocracia autoritaria, que cuenta finalmente con un alto grado de coherencia formal interna, pero que genera tal cantidad de información sesgada que simplemente ya no tiene mucho que ver con la vida académica realmente existente. Dicha revisión debe hacerse con la más amplia participación de los mismos académicos, por más estorbosa y lenta que ésta les pueda parecer a quienes toman las decisiones al respecto.16

  • •Igualmente urgente es recuperar en las instituciones universitarias (y al interior de las mismas) cierta autonomía mínima para el planteamiento, la organización, el desarrollo y la evaluación de la investigación científica. Esta exigencia no debe entenderse como la de transferir el centralismo geográfico-institucional federal actual a las cúpulas administrativas de las universidades (a menudo ocupadas por no científicos o excientíficos), sino a cuerpos colegiados disciplinares y multidisciplinares con capacidad de tomar las decisiones clave e incluso de evaluar al aparato administrativo. En caso de que las universidades públicas tradicionalmente centradas en la formación a nivel licenciatura y dirigidas en su mayoría por (ex)docentes no logren responder a los retos de la investigación (ante todo básica), habría que considerar, también para las ciencias sociales y humanas, la emigración de los núcleos de investigación hacia nuevas instituciones diseñadas realmente en función del fomento a la investigación científica.

  • • Con respecto a la formación de profesionales, parece urgente reconsiderar las concepciones referentes a las opciones terminales para las ciencias sociales y humanas. Si bien es comprensible, que en muchas ciencias naturales e ingenierías parece haberse optado por formar más bien técnicos de nivel universitario capaces de aplicar sus conocimientos y ejercer sus competencias prácticas, el desligar en la formación básica en antropología e historia la dimensión técnica de la teórica y la habilidad puntual de la problemática general de la generación de conocimientos socioculturales nuevos, llevaría a una peligrosa deformación. Con relación a esto también resulta imperativo flexibilizar las normas relativas a la duración de los estudios y los tiempos de beca. Así, por ejemplo, el sistema actualmente vigente asfixia los estudios antropológicos en y sobre poblaciones indígenas, ya que no permite la extensión necesaria para el aprendizaje del idioma. A su vez, la revaloración recientemente generalizada de conocimientos memorizados para incrementar las tasas de eficiencia terminal (titulación por promedio o aprobación de cursillos informativos, examen de conocimientos en vez de trabajo escrito, etc.) desincentiva, por decir lo menos, el pensamiento propio y atrofia la actitud creativa de la/os estudiantes.

Comentario final

Los premios Nobel solamente son un indicador aproximado y en cierta medida casual del desarrollo de la ciencia en un momento y en un determinado lugar, el cual no conviene sobreestimar. Pero llama la atención que los únicos dos premios Nobel mexicanos propiamente dichos17 -de Literatura y de la Paz- desarrollaron sus actividades profesionales y artísticas fundamentalmente en el país y en campos íntimamente vinculados con la antropología y la historia. Esto no es un argumento contra las ciencias naturales y las ingenierías, pero ¿no podría convertirse en un llamado a revalorar campos del conocimiento como las ciencias sociales y humanas, donde México ha tenido desde hace tiempo, en comparación con muchos otros países, un papel relevante?

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1El texto es la versión revisada y ampliada de la ponencia presentada en la mesa redonda Antropología e historia, organizada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, la Academia Mexicana de Ciencias y el Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República como parte de la serie de reuniones de análisis y prospectiva llevadas al cabo en todo el país con el título Hacia dónde va la ciencia en México: un análisis para la acción desde las perspectivas académica, sectorial y tecnológica, el 24 de octubre de 2013 en la Casa Chata del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, en la ciudad de México. El autor era entonces coordinador de la región Sur-Sureste del Consejo Mexicano de Ciencias Sociales (Comecso).

2Esta perspectiva se encuentra desarrollada en "La antropología: ciencia de la alteridad" (Krotz, 2005).

3Para un ejemplo crítico de esta complementación antropología política-sociología política, véase "Democracia, participación y cultura ciudadana: discursos normativos homogéneos versus prácticas y representaciones heterogéneas" (Krotz y Winocur, 2007).

4Así el título de un reciente texto del antes alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Javier Solana (2013).

5Conviene subrayar aquí que los resultados de dichos estudios nunca se han plasmado únicamente en escritos. Desde sus inicios en México, las disciplinas antropológicas e históricas han estado vinculadas con el extraordinario universo de los museos y con las secciones culturales en periódicos, con radio y televisión; más recientemente, los videos y la publicación de textos, sonidos e imágenes en diversos formatos en línea han estado ganando presencia. Esta gran variación en cuanto a los formatos de la publicación y circulación de los resultados de la investigación antropológica e histórica en México resalta -y al mismo tiempo explica y justifica- una de las grandes diferencias de estas disciplinas con respecto a las ciencias naturales, donde el artículo (normalmente corto, casi siempre colectivo y muchas veces en inglés) se ha impuesto como la forma de comunicación preferente y estandarizada. En cambio, en antropología e historia, el trabajo de redacción, que tiene que tomar en cuenta destinatarios diferentes y cambiantes y depende fuertemente de la personalidad del/a autor/a, es fundamentalmente individual y se realiza mayormente en castellano, que no solamente es el tercer o cuarto idioma en la www, sino también el idioma principal de América Latina, donde se halla gran parte del público interesado en estos temas.

6Datos tomados del estudio "Desmitificar el sector turístico" (Alarcón y Rodríguez, 2013).

7Con respecto a la recientemente confirmada "Alianza para el Pacífico", promovida en 2011 por Chile, Colombia, Perú y México, comentó el entonces embajador chileno en Madrid, Sergio Romero P.: "Si hace muchos siglos el Mediterráneo se convirtió en el corazón del comercio y la cultura; si tiempo después ese mismo papel lo asumió en alguna medida el océano Atlántico, es posible pensar que en los próximos siglos será el océano Pacífico el mar del futuro".

8Por ejemplo, no hay en todo el sur-sureste del país ni un solo centro de investigación (esto no se refiere a la existencia de investigadores interesados en el tema, que lo abordan como pueden, sino a centros de investigación propiamente dichos) del Caribe /Circuncaribe, de Centroamérica (una excepción es el -respecto a la tarea, relativamente modesto- Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas), de Norte o de Sudamérica y, a pesar de la intensa actividad migratoria hacia Norteamérica, ni siquiera un solo centro de estudios sobre Estados Unidos o Canadá.

9Hay que recordar que dicha situación correspondió solo en parte al adelanto de estas disciplinas en el subcontinente; fue también resultado de la proliferación de los "regímenes de seguridad nacional" desde los sesentas hasta los ochentas del siglo pasado.

10Así, por ejemplo, casi nunca un/a estudiosa/o proveniente del Norte que realiza una investigación de campo en cualquier región del país, se interesa por los acervos bibliotecarios locales, porque en su lugar de origen se suele contar con más y mejor organizados materiales de este tipo.

11Considérese, por ejemplo, la formación profesional continua, educación cívica, etcétera.

12Véase "La nueva universidad" (González Casanova, 2003) y La universidad en el siglo xxi: para una reforma democrática y emancipatoria de la universidad (Santos, 2007).

13Una visión más detallada sobre esta problemática se halla en "La ciencia actual y futura en México: fuerza productiva, campo problemático y promesa" (Krotz 2012a).

14Sobre el tema, véase el artículo de Pablo González Casanova "El diálogo de las ciencias sociales y las naturales: minuta para un ensayo" (2004), y los artículos recientes "Las ciencias sociales y humanas ante la Agenda Ciudadana de Ciencia, Tecnología e Innovación" y "Hacia una evaluación de la evaluación académico-científica", publicados en el blog del Consejo Mexicano de Ciencias Sociales (Krotz, 2012b y 2013).

15Un buen indicador de la situación es que a pesar de décadas de desarrollo institucional, los antropólogos e historiadores tengan que desplazarse todavía hoy a otros países para consultar información básica sobre México (véase también la nota 10), que la adquisición de los libros se realice de manera totalmente decimonónica (por lo que puede pasar más de un año entre solicitud y acceso), que se sigan fundando posgrados sin bibliotecas y que haya bibliotecas universitarias que durante medio año o más simplemente no tengan presupuesto para adquirir un solo título.

16En este contexto resulta pertinente mencionar al conocido Promep con sus "cuerpos académicos" basado en modelos de investigación de las ciencias naturales o exactas, como un revelador ejemplo del fracaso de una idea no del todo mala, causado por a) su imposición y la imposibilidad de los académicos de intervenir en su adecuación; b) la aplicación burocrática de requisitos que ignora cualquier particularidad institucional, disciplinaria, temática, de trabajo previo, etc.; c) los cambios repentinos en cuanto a exigencias formales nunca explicitadas (sobre este tema, véase la crítica de Luis A. Ramírez, 2009-2010). ¿Hasta qué grado la información sobre el sistema universitario y la investigación científica nacionales generada por este programa, que se halla cada vez más distanciada de la realidad, hipotecará cualquier "planificación" futura?

17El llamado premio Nobel de Biología 1995 mexicano, solamente realizó la mitad de sus estudios escolares y su licenciatura en México, y después se desarrolló académicamente en el extranjero.

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