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Nueva antropología

Print version ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.26 n.79 México Jul./Dec. 2013

 

Artículos

 

La vida social de los objetos recuperados*

 

Débora Gorbán**

 

** Doctora en Ciencias Sociales UBA/EHESS. Líneas de investigación: Trabajo, familia y sectores populares; Servicio doméstico; Procesos de distinción de clases sociales.

 

Resumen

Este artículo tiene como objetivo indagar en los objetos que se obtienen a lo largo de la tarea de recolección de los cartoneros en la ciudad de Buenos Aires. Este oficio no consiste solamente en aquello que los vecinos les dan, o los porteros guardan, o juntan para los cartoneros, sino que se encuentra fuertemente vinculado a las características y tipo de objetos recolectados. Para comprender entonces qué implica esta tarea para quienes la realizan, este artículo contextualiza esos objetos, en tanto forman parte de las relaciones sociales que se despliegan a lo largo de la actividad. Este texto no se concentra en las formas del intercambio sino en las cosas que se intercambian. Y cómo esas cosas se transforman a lo largo del proceso de recolección que llevan adelante los cartoneros.

Palabras clave: recolectores, objetos, trayectorias, transformación, desechos, Argentina.

 

Abstract

The objective of this article is to investigate the objects recovered by trash pickers in the city of Buenos Aires. This work not only involves what they are given by residents, what doormen save for them, and what they manage to pick up, but is also closely tied to the characteristics and types of objects that are collected. In order to understand the significance of this job for the scavengers, this article contextualizes these objects as a part of the social relations which unfold around the activity. The present text does not focus on the types of exchanges but rather on the things that are exchanged and the way these objects are transformed throughout the collection process carried out by the trash pickers.

Keywords: Trash pickers, objects, trajectory, transformation, refuse, Argentina.

"Porque ellos no saben que a eso que le
dicen basura, para nosotros no es basura"

(Teresa, cartonera, 24 años).

 

INTRODUCCIÓN

Este artículo se propone indagar acera de los objetos que se obtienen a lo largo de la tarea de recolección de los cartoneros, las personasque se dedican a la recolección de papeles, cartones y otros desechos recuperables en la ciudad de Buenos Aires. La tarea de recolección no consiste solamente en recuperar los materiales reciclables que los vecinos les dan, o los encargados de edificios guardan o juntan para ellos, sino que se encuentra fuertemente vinculada a las características y tipo de objetos recolectados.

Entre quienes conocí durante el trabajo de campo, una de las expresiones más utilizada era salir a cartonear, la cual condensa la experiencia de la práctica de la recolección y del vínculo entre barrio y la ciudad. De esta manera, para trabajar hay que salir del barrio, y es hasta la ciudad a donde se viaja a buscar recursos para la subsistencia. Así la ciudad aparece como un centro de abundancia, en estos diversos sentidos. De esta manera, las expresiones salir con la carreta e ir a la capital, no refieren solamente a actividades desplegadas en la consecución de recursos, sino también a una experiencia de la ciudad y del barrio, en la cual los desplazamientos por y a través de distintos territorios construyen diferentes trayectos. A través de dichos trayectos se vinculan territorios social, económica y geográficamente diferentes y distantes: la zona norte de la ciudad de Buenos Aires, caracterizada por barrios de alto poder adquisitivo, y las villas miseria ubicadas en el Área Reconquista, en San Martín. En los múltiples y diversos trayectos que los habitantes de El Salvador realizan cotidianamente, recorren esas distancias y las incorporan a sus rutinas cotidianas.

Para comprender entonces qué implica la tarea de recolección para quienes la realizan será central contextualizar los objetos recolectados en tanto forman parte de las relaciones sociales que se despliegan a lo largo de la actividad. No se trata de concentrarse en las formas del intercambio sino en las cosas que se intercambian. Y cómo esas cosas se transforman a lo largo del proceso de recolección que llevan adelante los cartoneros.

Diversos trabajos de investigación han abordado la problemática de los residuos a partir del análisis del circuito de reciclaje (Schamber, 2008; Suárez, 1998; Schamber y Suárez, 2007). Sin embargo, el supuesto analítico que guía este artículo es que, en primer lugar los desechos, en tanto objetos, crean relaciones como mediadores obligados entre quienes realizan la recolección y su entorno. Y es en el contexto de esas relaciones que los objetos se transforman, recuperando (su) valor. ¿Cómo? A partir de que esos desechos son recuperados por la labor de los cartoneros.1

El trabajo de campo se desarrolló en la ciudad de Buenos Aires y el Partido de San Martín en la provincia de Buenos Aires, entre 2002 y 2008, y comprende el lugar donde las familias realizaban la recolección y los barrios donde habitaban. A partir de una perspectiva etnográfica pude aprehender las distintas dimensiones que atraviesa la actividad realizada por los cartoneros a partir del acompañamiento de rutinas y situaciones extraordinarias, tanto en el barrio como en la ciudad. Realicé entrevistas en profundidad con integrantes de distintas familias dedicadas al cartoneo y observaciones participantes del proceso de recolección, así como de las rutinas cotidianas en el barrio.

 

UN ABORDAJE DESDE LOS OBJETOS

Según Arjun Appadurai (1991) las cosas, como las personas,2 tienen una vida social. Es en este sentido que abordaré el análisis de los desechos obtenidos durante la práctica de recolección. Tomando como punto de partida la idea de que podemos reconstruir la trayectoria en la vida de los objetos, en estas páginas me concentraré en el espacio temporal que se inicia desde el momento en que los objetos han sido desechados, quitados de sus contextos cotidianos y resituados por los cartoneros en otros. Cabe aclarar que aun cuando las palabras utilizadas parezcan indicar la "pasividad" de los objetos, en este abordaje serán entendidos como dinamizadores de relaciones y situaciones, formando parte de la realidad social, no sólo como ornamentos que encontramos, acumulamos o desechamos a lo largo de nuestras vidas.

En ese sentido, este artículo propone el abordaje diacrónico de un conjunto heterogéneo de objetos que se agrupan en un primer momento a partir de su condición de "desechos" o "residuos sólidos urbanos", pero que en el trayecto que comienza desde su recolección vuelven a diferenciarse. La propuesta es entonces seguir el camino de estos desechos pero no aislados unos de otros, ni de las personas, sino a partir de contextualizarlos en las situaciones sociales específicas que se desprenden de la recolección.

 

Basura, objetos, cosas, mercancías

No es ninguna novedad decir que los cartoneros recolectan basura, su práctica se encuentra signada en más de un aspecto por los desechos: es aquello que salen diariamente a buscar y también es aquello con lo que son identificados. Sin ir más lejos, una de las denominaciones (cartoneros) a través de la cual son conocidos quienes recolectan residuos recuperables se encuentra estrechamente vinculada con uno de los materiales que buscan, el cartón. El nombre alude directamente a uno de los distintos tipos de desechos que se obtienen en la recolección, y aunque no es el único, se ha convertido en el que los identifica en algunos lugares de la Argentina.3 Esta denominación ha sido utilizada por quienes empezaban a dedicarse a esta actividad para distinguirse del viejo ciruja.4

A diferencia de éste, la palabra cartonero refiere a un material que permite trazar una línea divisoria con aquello que se considera a simple vista basura. En una de las primeras entrevistas que realicé en 2002, Marcelo, un cartonero de 34 años que realizaba su recorrido en el barrio de Colegiales, me explicaba: "nosotros juntamos cartón, papeles y cartones, eso es lo que hacemos", de esta manera establecía una distancia entre lo que ellos recolectaban y la "basura".

Los objetos son centrales en esta actividad, y en ese sentido se impone un abordaje que los contemple en su multidimensionalidad, la cual se despliega más allá de la mirada que los analiza desde la problemática general del reciclado de residuos sólidos urbanos.5 Se trata de aprehender esos desechos en tanto objetos que poseen una "vida social" (Appadurai, 1991). El autor, proponiendo una perspectiva diferente sobre la circulación de las mercancías, afirma que "las mercancías, como las personas, tienen una vida social". En ese sentido, sostiene que

[...] debemos seguir las cosas mismas, ya que sus significados están inscriptos en sus formas, usos y trayectorias. Es sólo mediante estas trayectorias que podemos interpretar las transacciones y cálculos humanos que animan las cosas. Así, aunque desde un punto de vista teórico los actores codifican la significación de las cosas, desde una perspectiva metodológica son las cosas-en-movimiento las que iluminan su contexto social y humano (Appadurai, 1991: 19).

De esta forma, estudiar la biografía de una cosa equivale a estudiar la historia de la singularización de un objeto, y de las clasificaciones y categorizaciones que experimenta (Kopytoff, 1991). Bonnot (2002) sostiene, a partir del trabajo de Appadurai, que existe una diversidad de status social en los objetos. Siguiendo esto, entenderé a los objetos y desechos como algunas de las diversas etapas en la vida social de una cosa. ¿Qué es lo que caracteriza a cada uno de esos diferentes status?, ¿de qué hablamos cuando hablamos de objetos, desechos, cosas o mercancías?

Fundamentalmente la denominación desechos refiere a un sinnúmero de bienes, en distinto estado de conservación, que se caracterizan por haber sido descartados por sus antiguos propietarios. Tal como describe Claudia Magni en su investigación sobre los moradores de rua en Porto Alegre, se trata de aquello que la sociedad de consumo descarta, "generando una incesante acumulación de desechos que habiendo perdido su función utilitaria o convirtiéndose en algo sobrante para algunos grupos sociales, se destinan a la basura o a la caridad" (Magni, 2006: 74).

Partiendo de esta caracterización, todo aquello que es descartado se encuentra en situación de desecho. Objetos desechados de la vida cotidiana que se transforman nuevamente, a través de la tarea que llevan adelante quienes las recuperan en la calle, en bienes de uso o en materias primas para la industria.

Una vez que este conjunto heterogéneo de desechos entra en relación con los cartoneros, su condición se modifica. Y es en esta instancia que ese conjunto de bienes heterogéneos igualados, en tanto descartados, vuelven a diferenciarse. Desde el marco de la gestión de residuos sólidos urbanos se distingue entre desechos orgánicos y no orgánicos. Y al interior de este grupo se establecen diferencias en relación a la posibilidad de reciclaje de esos desechos. De acuerdo con su naturaleza orgánica, cada tipo de desecho es pasible de ser reutilizado, o no. En ese sentido, muchos de esos desechos son reincorporados al circuito productivo como materias primas, mientras otros son definitivamente descartados. Éstos vuelven a adquirir un valor económico en la medida en que son reincorporados al circuito productivo, cambiando su condición. Así, aquello que parece haber llegado al final de su "vida social", en realidad sólo cambia de estatus al singularizarse.

Sin pretender abordar todo el proceso de revalorización de desechos en el circuito de recolección y reciclado de residuos, me interesa aquí señalar que esos desechos, dinamizados por la actividad de los cartoneros, ponen en vinculación lo que tradicionalmente se distingue como sector formal y sector informal, a la vez que articulan el circuito de producción con el circuito de descarte que ese mismo sistema de producción genera.

En estas páginas me concentraré en analizar de qué manera se produce esa diferenciación a partir del momento en que esos desechos son recolectados por los cartoneros. Se trata de seguir los objetos a medida que se encuentran con quienes los recolectan.

Según Appadurai (1991: 23), "el significado de las mercancías hoy se ha estrechado, refiriendo solamente a tipos especiales de bienes manufacturados". En su definición de mercancías propone considerarlas como una cierta fase en la trayectoria de las cosas, que en un contexto particular, cubren los requisitos de lo que denomina "candidatura mercantil". Por esto entiende el rasgo conceptual que refiere a los estándares y criterios (simbólicos, clasificatorios y morales) que definen la intercambiabilidad de las cosas en un contexto social e histórico particular. Es en este sentido que el autor sostiene que "las cosas pueden entrar y salir del estado mercantil" (ibidem: 29).

Siguiendo este enfoque las "mercancías" se distinguen de los "productos", "objetos", "bienes", "artefactos", en tanto son cosas que poseen un tipo particular de potencia social (aunque sólo lo sean en ciertos aspectos y desde determinada perspectiva). Y esto en tanto son cosas que se hallan en una situación determinada, la "situación mercantil", que puede caracterizar muchos tipos de cosas diferentes, en distintos puntos de su vida social (ibidem: 28-29). Siendo entonces la situación mercantil aquella en la vida social de cualquier cosa en la cual su intercambiabilidad (pasada, presente o futura) por alguna otra cosa se convierte en su característica socialmente relevante. Thierry Bonnot (2002) explica que este estatuto corresponde a una etapa en la trayectoria y no a una categoría en la cual el objeto es insertado por una autoridad en el momento de su producción. El objeto del intercambio no es un tipo de objeto entre otros, sino una "etapa en la vida social de una cosa" (Kopytoff, 1991). En este sentido las cosas son susceptibles de atravesar situaciones de intercambiabilidad, descartabilidad a lo largo de las etapas de su vida.

Las distinciones establecidas por Appadurai a lo largo de la vida social de las cosas permiten pensar el proceso de reconversión de los desechos que son recolectados por los cartoneros. En este caso me permito retomar su perspectiva, para poder comprehender las trayectorias de los desechos en el contexto de la recolección.

Siguiendo entonces las líneas conceptuales aquí desarrolladas, en los próximos apartados me concentraré en analizar la manera en que se produce el encuentro entre la diversidad de desechos y quienes los recolectan, a partir de la descripción etnográfica del recorrido de una de las mujeres que conocí durante mi trabajo de campo: Nora. Cuando la conocí hacia 12 años que salía con la carreta, vivía con sus tres hijos y su marido en Villa El Salvador.6 Originarios de la provincia de Tucumán7, ella y cuatro de sus cinco hermanos migraron a Buenos Aires alrededor de 1980. Las tres hermanas y el hermano varón viven en el mismo barrio en José León Suárez, todos ellos salen o han salido en algún momento de su vida a carbonear. Para los habitantes de este barrio, el cartoneo se constituyó en un recurso central para el sostenimiento de sus hogares. Como práctica marginal, realizada en los momentos en que el trabajo escaseaba, para completar ingresos, el cartoneo se convirtió para muchas familias del Conurbano Bonaerense8 en la principal práctica laboral de sus integrantes. En los barrios donde realicé el trabajo de campo, las carretas utilizadas para la recolección en la ciudad formaban parte del paisaje barrial. Esta presencia daba cuenta no sólo de una herramienta de trabajo, sino de la existencia de una práctica laboral que configuraba la vida cotidiana de quienes allí residían. La práctica de la recolección se inscribe así en un proceso a través del cual la vida cotidiana se reorganiza, modificándose la manera en la cual quienes la realizan se relacionan con el mundo que los rodea.

 

DESECHOS EN MOVIMIENTO

Si los objetos pueden tener una "vida múltiple", el circuito de desechos recuperados por los cartoneros ofrece un ejemplo claro de aquélla. Retomando un ejemplo descrito por Kopytoff,9 esta vida múltiple se refleja en los objetos descartados por los vecinos de la ciudad que Nora encuentra en la calle y recolecta, ya sea para otorgarles un nuevo uso o para venderlos como material. En este caso, la diferencia entre aquello que los vecinos y Nora ven como potencialidad, o no, de ese objeto (descarte/ mercancía), hace posible que ese objeto exista en el contexto social definido por el encuentro entre ambos. La transcripción del siguiente fragmento de mi diario de campo permite mostrar esta distancia y el contexto social en el cual ese objeto existe para Nora.

Después de pasar por los edificios donde los porteros le guardan y entregan los residuos, Nora sigue su trayecto rumbo a un supermercado pequeño. Allí detiene su carreta en la vereda, frente a la puerta. El local tiene una vidriera que ocupa todo el frente; del otro lado, una chica y un chico veinteañeros atienden la hilera de clientes que aguarda para pagar en las cajas. Otro joven muy delgado, de unos veinte años, está parado junto a las cajas controlando a sus compañeros, es el encargado. Saluda a Nora y le hace una seña, todavía no tienen listo el carro en el que sacan las cajas de cartón y el plástico. A diferencia de lo que sucede en otros lugares que visita, en el supermercado Nora paga por los cartones que le entregan, aproximadamente unos cinco pesos10 por día. Después de unos minutos, uno de los repositores, a quien Nora11 llama "el uruguayo", sale a la vereda a saludarla y decirle que tiene que ir al depósito a buscar el carro: "mira que hoy tenés que pagar", le grita mientras se dirige nuevamente hacia el local. "Vamos a ver cuánto me sacás y te pago", responde Nora. Al rato vuelve empujando dos carros, son altos, como canastas hechas con caños de aluminio, los cartones van apilados unos arriba de otros, algunas bolsas de plástico asoman entre ellos. "Son diez pesos", dice "el uruguayo", Nora le responde entre sorprendida y enojada: "¡estás loco! Acá hay mucho menos, te doy cinco, no son dos carros enteros". La discusión dura unos minutos, finalmente Nora le da los cinco pesos. El repositor vuelve al negocio y le da el dinero a la cajera, quien, a cambio, emite un recibo como comprobante de pago para Nora. Ésta, a su vez, va sacando lentamente las cajas de cartón del carro para acomodarlas en la carreta. Las más grandes ya están desarmadas, y las que no, son desechas por Nora con agilidad, otras, las más pequeñas y flexibles van a parar enteras al interior de la carreta. Mientras carga la carreta, se asoma un joven que trabaja en la perfumería que está al lado y le hace señas. Nora se acerca despacio, el joven se va y vuelve a los pocos minutos con un carro de supermercado lleno de cajas de cartón y bolsas. Nora lleva el carro hasta donde se encuentra su carreta y comienza a pasar las cajas al interior del saco. De a poco va llenando la carreta, mientras "el uruguayo" le hace chistes y los dos se ríen. Entre los cartones del supermercado se asoman algunos productos: dos envases de leche, cajas de máquinas de afeitar, biromes, postres y yogures. No se trata de cosas en mal estado sino de mercadería que "el uruguayo" separa cuando llega el camión de reparto, la esconde —sin registrarla como mercadería ingresada—, para después sacarla y dársela a Nora. Ella lleva esa mercadería al barrio y la vende. "Yo la vendo en el barrio y después repartimos entre los dos", me explica. Sin embargo, algunas cosas se las queda para consumir en su casa, o también las comparte con Sandra, la mujer de su sobrino. Mientras va separando la "mercadería" —como denomina a los alimentos que consigue—, en una bolsa más pequeña que cuelga del manubrio, Nora aparta una leche para darle a Sandra, explicándome que es para sus hijos. Adentro de la bolsa que cuelga del otro lado de la carreta, lleva una mochila donde guarda su dinero.

 

Revisando bolsas

A lo largo de su trayecto Nora se detiene pocas veces para revisar bolsas de residuos, ésta es la tarea que más la fatiga. Sin embargo, nunca le dedica más de 20 minutos, según qué día sea (los hay buenos y malos, dependiendo del volumen de cosas que saquen los vecinos) y de su cansancio.

Acomoda los cartones del supermercado dentro del saco, deja la carreta en la vereda y camina por la avenida Santa Fe12 hacia un edificio que está a unos metros de distancia. El encargado del edificio saluda a Nora y después entra al garaje, de donde regresa con varias cajas que ella desarma antes de ponerlas en la carreta. En la vereda hay otras bolsas de basura, Nora se acerca a ellas y sin abrirlas las va palpando una a una. Abre solamente aquellas que tienen cartones y botellas de plástico. Sólo con tocarlas se da cuenta de si contienen o no algo valioso. Saca lo que necesita y las vuelve a cerrar. No revisa todas: "que queden para los que no tienen nada", explica. Durante su inspección de bolsas, un señor canoso se acerca a saludarla y avisarle que tiene unos diarios para darle. Es el encargado del edificio de la vereda de enfrente. Ella busca los materiales, los lleva hasta donde se encuentra su carreta y los mete adentro del saco. Ahora sí, empujando la carreta, cruza la avenida, esperando que paren los autos y buses en el semáforo. Camina hasta un edificio grande, que está junto a una plaza, Nora se sienta un rato en los escalones de acceso a ésta. Todavía es temprano, el portero no sacó la basura. Una señora de unos 65 años se acerca hasta donde estamos nosotras, entre amable e inquieta le pregunta donde había estado, hacia unos días que no la veía. Le da una bolsa, saluda y se va. Nora la carga en la carreta y se acomoda el cabello para empezar a revisar las bolsas que el encargado ya había dejado cerca de ella. En ese edificio Nora se toma más tiempo para desarmar las grandes bolsas de consorcio. Realizar esta tarea implica agacharse sobre las bolsas grandes para ir seleccionando aquellas bolsas pequeñas que tienen papel, cartón, plástico o algún otro material comercializable. Cuando los encuentra, los separa y guarda en el saco de la carreta, junto con el resto. Mientras hace esto, aprovecha para llevarse algunas de las grandes bolsas negras de residuos que después utilizará para hacer la separación en su casa. Toda esta tarea la cansa mucho, por eso lo hace lentamente, deteniéndose de a ratos a descansar con las manos en la cintura.

 

DIVERSIDAD DE DESECHOS, DIVERSIDAD DE OBJETOS

Una de las preguntas más recurrentes que escuchan quienes se dedican a la práctica de la recolección es ¿qué cosas recolectan? Esa misma pregunta repetí yo más de una vez, obteniendo una respuesta que parecía tan simple como amplia: "cartones y papeles, botellas, plástico, de todo".

Sin embargo, como se observa a partir de los relatos del recorrido reconstruidos arriba, en la práctica que llevan adelante los cartoneros no todos los desechos son recolectados, ni tampoco todos recolectan lo mismo. Puede suceder también que una misma persona elija dejar de recolectar cierto tipo de desechos en un momento u otro.

En efecto, aun cuando la palabra con la cual se los identifica pareciera indicar lo contrario, los cartoneros no se especializan en recolectar papeles y cartones. Como se desprende del relato, Nora realiza un trabajo de selección, recuperando los desechos que pueden ser comercializados en los depósitos. Pero también cargando en su carreta objetos descartados por los vecinos (electrodomésticos, muebles, diversos artefactos) que podrán ser vendidos, usados, acumulados o intercambiados. Tal como se observa en la reconstrucción del recorrido de Nora, ambos tipos de desechos/objetos son importantes.

Se puede establecer una rápida distinción entre los desechos que efectivamente son recolectados por los cartoneros: por un lado están aquellos que, de acuerdo con la denominación que les atribuyen quienes los recolectan, son identificados como "materiales", es decir los residuos recuperables susceptibles de ser vendidos a los depósitos y que serán vendidos por éstos posteriormente, como materia prima para la industria. Y por otro lado encontramos las "cosas"13 que reciben especialmente de algunos vecinos, o que muchas veces son encontradas entre los residuos depositados en las veredas.

En el primer grupo se encuentran distintos tipos de materiales, agrupados por los "depositeros"14 bajo las siguientes denominaciones: 1) plásticos, botellas y vidrios, 2) metales, 3) textiles, 4) papeles y cartones. Cada una de estas categorías incluye a su vez diversas subdivisiones que serán más o menos complejas y específicas según cuál de los diferentes actores del circuito de reciclado se refiera a ellas.15 Dentro de este grupo, los papeles y cartones constituyen el componente principal de la carga transportada diariamente por la gran mayoría de los recuperadores que trabaja en la ciudad de Buenos Aires.

El segundo grupo se caracteriza por tratarse de objetos que se encuentran en buen estado. Se trata principalmente, pero no de manera excluyente, de artefactos domésticos en desuso, muebles, juguetes, calzado, ropa. Este tipo de objetos en general son ofrecidos por algún vecino o comerciante. Por lo general no se los entregan a cualquiera que pase por el barrio, sino que los reservan y separan para aquellos cartoneros que ya conocen.

También reciben alimentos, los cuales serán considerados como parte de un tercer grupo, independiente de los otros dos.

Estas distinciones responden, por un lado, al tipo de objetos, pero también al tipo de trayectoria que éstos construyen. En este sentido se puede establecer una diferencia fundamental: todos aquellos objetos, agrupados bajo el nombre de materiales, difícilmente sean singularizados (en el sentido mencionado arriba), ya que su uso posterior es la venta por kilo. Principalmente, quienes se dedican a la recolección buscan este tipo de desechos para venderlos. Es en ese sentido que coincidimos con Schamber (2008), en que se selecciona aquello que posee un valor de comercialización en los depósitos donde habitualmente se vende, aunque no sea éste el único criterio utilizado. Así, el conjunto de desechos vuelve a adquirir un estatus de mercancía, en términos de Appadurai retornan a la situación mercantil de su vida social. A continuación mostraré algunos rasgos de ese proceso.

 

LOS DESECHOS COMO MERCANCÍAS

Recortes de papeles de oficina, papel de diario, cajas de cartón, botellas de gaseosa de plástico, frascos y botellas de vidrio vacías, bolsas de plástico... a lo largo de su recorrido Nora recibe y selecciona de los residuos una variedad de materiales. Dicha separación la realiza según criterios específicos que dan cuenta de un savoir faire, de una expertise16 que se construye a partir de su práctica cotidiana con los objetos. Nace del encuentro con ellos.

Qué llevar y cuánto son decisiones que se toman en el momento de la selección. La recolección se realiza siempre en un orden, siguiendo una secuencia específica, organizada en función de los vecinos y encargados con quienes establece un acuerdo previo para que le guarden materiales. Nora pasa primero por los edificios donde recoge cartones, papeles, revistas, diarios, botellas plásticas. A veces solamente con lo que le guardan en los primeros tres edificios de su recorrido consigue llenar su carreta, completándolo con los cartones que se lleva del supermercado y la perfumería. Esos materiales constituyen la parte principal de su carga diaria. Su recorrido es trazado siempre a partir de su conocimiento de estos materiales, en relación con ellos. Durante su trayecto nunca se refiere a estos desechos como tales, sino como materiales. No es menor esta distinción, porque Nora no junta basura: todos aquellos desechos que no tienen ninguna posibilidad de ser reutilizados, ni vendidos.

Así, mientras la acompañaba en sus recorridos por las calles de la ciudad, todo lo que antes veía como simple desecho empezaba a adquirir nueva forma.

Una tarde, mientras esperábamos en el supermercado el carrito con los cartones, Nora me pidió que la acompañara hasta la puerta de un bazar "todo por dos pesos",17 donde estaban sacando cajas de cartón. Sobre la vereda había una caja grande, llena de cajitas que antes habían contenido adornos de navidad, y muchas bolsas transparentes pequeñas. Nora las revisó separando unas de otras: el plástico que cubría las cajas y las bolsas pequeñas por un lado, las cajas de cartón por otro. Mientras seleccionaba, le pidió a otra mujer que estaba juntando con nosotras que fuera a buscar una bolsa grande para "poner la basura" que estaba en las cajas grandes que quería cargar.

Aquel cúmulo de desechos que en un principio me habían parecido sólo cajas, encerraba distintas calidades de plásticos y cartones que Nora diferenciaba a la perfección.18 La basura adquiría nuevamente, a partir de su selección y clasificación, condiciones de intercambiabilidad, transformándose en un material pasible de ser comercializado.

 

Las dimensiones de la expertise: identificación, selección y organización de los objetos

Una a una fue abriendo las cajas, acomodándolas unas arriba de las otras en una pila, separando las bolsas de nylon, que también iba a llevarse. El carro ya estaba repleto, pero Nora se las arregló para seguir cargándolo con el montón de cajas. Cuando terminó de acomodar cuidadosamente todo, quitando las bolsas con las botellas de plástico que había juntado antes para ponerlas arriba, ató todo con una cinta pasándola por arriba de la carga y sujetándola a las manijas de la misma (Registro Estación Carranza, 29/08/06).

Nora realiza la clasificación definitiva de los materiales en su casa, cuando vuelve al barrio, pero como se refleja en el registro de campo citado, antes de aquella separación, durante su trayecto en la ciudad, ordena la carga que lleva en la carreta. Para ello su carreta dispone de distintos sacos y bolsas donde Nora ordena y distribuye lo que va encontrando. El lienzo más grande está destinado a los cartones, papeles, botellas de plástico, nylon, y objetos de gran volumen. Entre los dos caños desde los que se conduce la carreta lleva colgados un saco de menor tamaño y una mochila. En este saco guarda productos comestibles que encuentra o le dan junto con la ropa y objetos pequeños que no destina a la venta. En la mochila guarda los frascos de perfume importado que encuentra o le compra a otros cartoneros en el tren o en el barrio. Esta venta constituye una fuente de ingresos importante para Nora, así como un circuito paralelo de compraventa para algunos cartoneros.

Nora desarma las cajas de cartón despegándolas de las uniones hasta que quedan como una pieza plana y plegable, así ocupan menos lugar. Muchas veces, en mi afán de hacer algo mientras la acompañaba de un lado a otro, intenté ayudarla en su tarea. Nora se divertía observándome pelear con las cajas, desarmando una en el mismo periodo de tiempo en que ella desarmaba tres. Esta situación resultaba siempre motivo de burla. A través de expresiones como "dale a ver si aprendés" o "con vos me muero de hambre", o retándome "te dije que desarmes las grandes", Nora se posicionaba desde un lugar en el cual la poseedora del saber no era la universitaria que la seguía con preguntas, sino ella. En esos momentos se hacía palpable un saber práctico compartido por Nora y el resto de sus compañeras sobre los objetos que recolectaban, que se vinculaba a la manera en que éstos eran manipulados:

Las manos de Nora se mueven ágiles desmontando cajas. La señora Eva y su hija amontonan en una pila las cajas que previamente habían desarmado, preparando así los materiales para cargar en la carreta. En pequeños montones van tirando al fondo del saco los cartones, una vez que la carreta está llena la hija de la señora se trepa a lo alto del carro y salta dentro del bolsón sobre los cartones para aplastarlos y hacer más lugar. Nora toma una cinta que rodea el borde del saco y lo pasa por encima de la carga (Registro de campo, 29/08/06).

Cada movimiento desplegado forma parte de un repertorio más amplio que se vincula con la expertise propia de esta actividad. Frente al lienzo y los cartones mi cuerpo, a diferencia del de Nora y las demás mujeres, pierde naturalidad, no sé cómo moverme ni qué hacer. Ellas en cambio, encuentran y desarman las cajas, las acomodan y ordenan, maniobran la carreta con facilidad, como si no pesara los cien kilos que transporta.

La identificación y reconocimiento de cada material se encuentra a su vez, estrechamente vinculada con su posibilidad de venta futura. En ese sentido, la expertise no se relaciona solamente con la capacidad de reconocer los distintos tipos y calidades de materiales, sino también con el manejo de la información concerniente al mercado de compra-venta de materiales, especialmente su precio de venta, que va modificándose a lo largo de los distintos momentos del ciclo económico.19 Pero a su vez, este cálculo en función de precios se torna más complejo con otros factores considerados en el momento de la recolección. Un elemento central a la hora de elegir qué juntar es la fuerza que deberá emplearse para cargar determinados tipos de materiales, evaluando el consecuente desgaste físico que esto implica. Al mismo tiempo se considera la disponibilidad de espacio en la carreta teniendo en cuenta el material que ya se ha recolectado y lo que se espera recolectar en lo que resta del recorrido.20 Un fragmento de mi diario de campo permitirá ilustrar esto último: "Una por una [Nora] fue abriendo las bolsas que contenían botellas de plástico y frascos de vidrio de distinto formato, pero no cargaba todo; dejaba algunos frascos y las botellas. Cuando le pregunté por qué no se los llevaba me dijo que solamente las junta cuando la recolección no es buena, pero que hoy llevaba mucho" (Registro Estación Carranza, 29/08/ 06).

A su vez, un registro del año siguiente, permite ver de qué manera los criterios de selección se vinculan con dos de los elementos mencionados: la cotización de los materiales y el espacio (y esfuerzo) que ocupan:

De las seis o siete bolsas que había en la vereda del edificio, solamente revisó una, dejando un montón de botellas de gaseosa que estaban apartadas al costado de las bolsas de residuos. Según me explicó, no le convenía llevarlas, eran pesadas y no pagaban mucho por el plástico últimamente. Sólo se llevó los cartones y diarios, aunque ese día su carga no era muy cuantiosa (Registro Estación Carranza, 7/05/ 07).

Ambos registros reflejan las múltiples formas en que se articulan las dimensiones de la expertise con los materiales. Como se desprende del último fragmento, en ciertas ocasiones, aun cuando la cantidad de materiales sea escasa, el devaluado precio del plástico y el espacio que ocupan las botellas hacen poco provechosa su recolección. Sin embargo, la referencia adquiere complejidad si la comparamos con un registro realizado tan sólo dos días después, en el mismo barrio pero durante el recorrido de otra persona. "Cristian disecciona una bolsa de residuos con la paciencia de un cirujano: 'Yo junto todo, vidrio, plástico, papeles, diarios, todo, porque todo suma al final, es un poco más. También agarro así algo de comida, a veces dejan cosas buenas y me llevo'" (Registro Las Cañitas, 9/05/ 07).

A diferencia de Nora, Cristian tiene un recorrido nuevo, cuando lo conocí hacia pocos meses había vuelto a salir con la carreta. No tiene clientes que le guarden materiales, por eso para obtener más ganancia revisa todas las bolsas que encuentra a su paso y recolecta cosas que Nora descartaría. Así, frente a la inestabilidad del volumen que carga diariamente, la decisión de qué llevar y qué no en función de su precio de venta perdía centralidad.

En este punto resulta interesante subrayar las pequeñas grandes transformaciones que experimenta el objeto en tanto se encuentra en relación con unos o con otros. La decisión de recolectar determinado objeto se vincula así con un cálculo que responde a una evaluación en la que el precio de venta se constituye en un factor más. Conocer los circuitos de venta de determinado material; la capacidad de poder recolectar una cantidad suficiente del mismo; tener o no otras formas de obtención de recursos entre los miembros de la familia, son elementos que se conjugan de manera diferente al momento de seleccionar o dejar un objeto. El límite que imponen el cuerpo, la fuerza, pero sobre todo el desgaste físico producido por el trabajo diario de cargar y empujar la carreta, también influye al momento de decidir qué llevar, si seguir cargando o dar por finalizada la jornada:

Una de las mujeres que desciende en la estación Carranza, de baja estatura y cuerpo pequeño, de unos 40 años de edad, queda tapada por la carga que transporta con su carreta. Los cartones y papeles que lleva sobrepasan el borde del saco, duplicando su altura. Nora la observaba entre asombrada y preocupada, me decía que no entendía como podía transportar esa mujer ese tamaño de carreta. Ella tenía su límite, dejaba de recolectar cuando la carreta tenía un tamaño determinado, ya que el peso extremo y el esfuerzo que tenía que hacer para moverla, repercutía en sus numerosos dolores físicos, especialmente hacia el final de la semana. Más de una vez, los viernes, aprovechando que ese día vende los materiales y debe organizarlos, Nora se queda en su casa y en su lugar, una de sus hijas viaja a la capital a recoger los materiales que le guardan en los edificios y el supermercado para no perderlos. Mientras ella aprovechaba para descansar de los viajes a la ciudad y del peso de la carreta (Registro Estación Carranza, 20/05/07).

Se podría decir que los materiales se hacen cuerpo. De esta manera, cuerpo, carreta y carga componen una unidad indisociable en la actividad cotidiana de la recolección. Saber conjugar estos tres aspectos es parte de la experiencia práctica de los cartoneros.

 

La venta

El momento de la venta también supone un conocimiento específico de los objetos. Hay distintas modalidades de venta, algunos lo hacen cada día, en general los que menos cantidad recolectan; otros por semana o quincena, como Nora. Ella vende en un depósito que queda casi a 40 cuadras del barrio, es por eso que le paga a un vecino que tiene flete para llevar los materiales hasta allí. Ese depósito, a diferencia de los que se encuentran en el barrio y pasan a retirar el material a domicilio, paga mejor. Sandra vende en un depósito que está al fondo, en el mismo barrio. Aunque ahí le pagan menos, vender en el depósito a donde va Nora supone un gasto extra, el del flete (alrededor de dos dólares en 2007), que en su caso no puede afrontar. Por otra parte, me explica, en este depósito la conocen y siempre le prestan dinero si ella lo necesita. Este tipo de préstamo es una práctica muy extendida entre los depósitos y los recolectores.

Antes de llegar al depósito, hay todo un trabajo de clasificación que es central para poder vender lo recolectado. Durante toda la semana, al regresar de la capital o a la mañana siguiente, Nora separa con dedicación cada tipo de material en sacos diferentes. Así el papel de color irá llenando a lo largo de la semana un saco, el cartón y el papel marrón otros, y lo mismo con el plástico y las botellas de gaseosas. Esta clasificación supone guardar los sacos con los distintos materiales hasta el momento de la venta, para lo cual se necesita suficiente espacio.

La casa de Nora tiene un patio por donde se ingresa a la misma. Allí, apenas se traspasa el portón de chapa de zinc que la separa de la estrecha calle, se encuentran apoyados, los sacos con los cartones, bolsas negras de residuos con botellas de plástico, y hacia el fondo un camión viejo. La parte de atrás está cubierta de bolsas con cartones, ropa, algunos juguetes viejos y restos de objetos. Al costado del camión, apoyado sobre el muro de cartón y chapa que divide la casa del pasillo vecino, una cocina parece haber cambiado su función por la de ropero. El patio es un espacio privilegiado para Nora porque allí puede acumular durante toda la semana los lienzos con los materiales sin tener que guardarlos en el interior de la casa. Éste es uno de los motivos que esgrime Nora frente a su marido para no mudarse a la casa de su suegro: "ahí no tengo patio, ¿dónde voy a poner todos los cartones?". Otros vecinos, que como ella salen con la carreta, al no tener lugar para acumular21 los materiales, deben vender más seguido su carga. La desventaja de vender de esta forma es el menor precio obtenido por lo recolectado, ya que cuanto mayor es el volumen ofrecido, mayores son las posibilidades de negociar un precio más favorable.

La clasificación, así como la posibilidad de acumularlos durante un tiempo más o menos prolongado, son formas de agregarle valor a los materiales. Y forman parte de la expertise que desarrollan quienes se dedican a la recolección. La descripción que hace Juan, sobre su forma de vender refleja esta expertise y la existencia, a partir de ella, de un proceso de diferenciación entre quienes se dedican a la recolección: los que pueden acumular y los que se ven obligados a vender rápidamente.

Yo los junto y los vendo los fines de semana. Vos venís a mirar un día viernes a la noche y yo tengo diez, doce lienzos, lienzo llamamos a esto (señalando los grandes sacos donde están guardados los cartones). Llenos de cartón. Paquetes de diario, cuarenta; bolsas de blanco, no sé, diez bolsas. Y me estoy sacando 300 pesos (60 dólares) por semana. La otra gente, la mayoría, no tiene la oportunidad de juntarlo, porque ellos, el pesito que necesitan hoy lo usan (Entrevista hecha por la autora, junio de 2004).

A su vez, para vender semanalmente se necesita contar con un ingreso22 que permita cubrir los gastos del hogar durante toda la semana, para no tener que vender la carga antes de tiempo. En general, quienes tienen una mayor antigüedad en la recolección poseen carretas grandes (cien kilos), varios clientes, recolectan un volumen casi constante de materiales, y pueden acopiar y vender cada semana. Por el contrario, aquellos que salen de manera más irregular, sin carretas, sin lugares fijos, tienen dificultades para vender a finales de la semana. En muchos casos, éstos son los que viven al día.

La relación con los depósitos constituye un punto central no sólo al momento de organizar la venta, sino también a la hora de evaluar otras alternativas. Por ejemplo, elegir un depósito para vender la carga no sólo se vincula con el precio que ofrece por el material. También son considerados otros elementos, entre los cuales se destaca la posibilidad de disponer de adelantos de dinero. Éstos consisten en que los depositeros adelantan el dinero de la próxima venta, descontando el importe prestado del monto que le pagan al cartonero por los materiales. Esto lleva a una continuidad en la relación con el depósito que va más allá de los precios que éste propone, ya que para devolver el dinero se debe vender nuevamente al depósito que otorgó el préstamo.

El depósito es una instancia ineludible en la tarea de los recolectores, ya que sin un lugar en el cual vender los materiales, los sacos llenos de papeles y cartones vuelven a convertirse en desechos.

A pesar de esta relación desigual, existen determinadas tácticas (De Certeau, 2000) que a veces permiten obtener una pequeña diferencia al momento en que los sacos son pesados en la balanza. En este sentido, la manera en que se organizan los materiales en los sacos y bolsas antes de ser llevados al depósito, resulta fundamental. Pero para esta tarea es imprescindible tener familiaridad con los objetos que se venden y con otros recolectores de más trayectoria que puedan transmitir dichas tácticas.

En este punto resulta interesante volver sobre un aspecto del ya citado texto de Quemin (1994). El autor, en su investigación sobre los martilleros de las casas de subastas en París, se refiere a la dimensión social de la expertise, a propósito de la clasificación experta y técnica de los objetos antes de la venta en remate. Según su análisis, la estimación del valor de un objeto es influenciada por la expertise que demuestran los subastadores para identificarlo. En el caso en que éste no resulte correctamente identificado, o exista un error en la estimación de su valor, o en la forma en que es presentado junto a otros objetos en el lote, se podrá generar la descalificación del subastador y también del objeto, haciendo que las ofertas que se realicen por éste sean de un valor menor al estimado.

Trasponiendo esta observación para el caso de la recolección, cuando se preparan los materiales para la venta muchos ponen en práctica una serie de procedimientos que permitirán aumentar el peso de la carga y, en consecuencia, el precio obtenido. Mojar el papel y los cartones, poner arena en las latas de gaseosa que se van a vender antes de aplastarlas, son algunas de estas estrategias. Sin embargo, los depositeros, que conocen el oficio, muchas veces rechazan los sacos que están mojados, o penalizan a su dueño pagándole menos del peso indicado por la balanza. En ambos casos, la expertise se construye a partir de la experiencia de ambos en relación con el manejo de los objetos.

Lejos de las calles de la capital, el acopio y clasificación de los materiales se convierte en un momento central en la transformación de los residuos en mercancías hecha por los cartoneros. Ya que la posibilidad de acumular y de clasificar los materiales repercute directamente en la capacidad de agregar (más) valor a los desechos.

 

LA ACUMULACIÓN DE OBJETOS

Entre la diversidad de materiales ya señalada, hay un conjunto de distintos tipos de objetos/desechos que se destacan por ser utilizados como formas de ahorro. Entre los objetos que se buscan para su recolección y venta están aquellos que se caracterizan por poseer un precio mayor que el resto: papel blanco,23 cobre, aluminio y plástico. Juntar estos materiales garantiza la obtención de un mayor ingreso. Hasta allí no parece haber una diferencia con el resto; sin embargo, en lo que respecta al papel, el plástico, el cobre y el aluminio, pude observar una particular manera no sólo de prepararlos para la venta, sino de relacionarse con ellos. Me refiero a la forma en que se dispone de estos objetos como ahorro no monetario y los usos asignados a los mismos. A su vez, este tipo de prácticas de ahorro suponen la existencia de un elemento que para otras formas de ahorro no resulta significativo: el espacio. Como mostraré a partir de los datos de campo, el espacio deviene una variable indispensable para estas prácticas de ahorro, las cuales no sólo refieren a una forma de acumular, sino también a una forma de gasto. A continuación describiré tres escenas en las que se despliegan distintas maneras de acumular materiales.

Escena 1: las cosas de Navidad

Un día cercano a las fiestas de Navidad estaba en la casa de Nora, hacía un calor sofocante. A la hora del almuerzo Nora les pidió a sus hijos que sacaran la mesa al patio, para comer debajo de la media sombra. Seba y Lisa se encargaron de sacar la mesa chica al patio, mientras con Lali llevamos las sillas desde el comedor al patio. En esta pequeña mudanza quedó al descubierto una bolsa que estaba en un rincón del comedor, debajo de la mesa, repleta de latitas de aluminio. Cuando las vi, le pregunté a Nora porqué las guardaba adentro, ya que el resto de los materiales, el cartón, los diarios, las botellas, estaban en los sacos afuera, en el patio. "Es que si las dejo afuera [las latitas] las roban, eso es caro." Me explicó que durante todo el año juntaba las latitas y en esta época del año, cuando su precio aumentaba, las vendía para comprar "las cosas de Navidad".

Escena 2: el patio y las botellas

Hugo tiene alrededor de 40 años, es morocho, lleva el pelo largo, atado en una cola de caballo. Tiene ojos pequeños, la cara redonda. No es muy alto y camina dando saltos. Lleva puesta una remera blanca con inscripciones, una campera abierta, un jean y zapatillas. En la cintura tiene una riñonera negra. Pasa caminando con su esposa por la puerta del supermercado en donde estamos paradas Nora y yo. Se detiene y nos saluda. No lleva la carreta, y Nora le pregunta si estaba trabajando. "¡Sí! Hoy vine a vender todas las botellas que tenia ahí en el fondo de la casa, ¿te acordás? Estoy trayendo de a poco, son un montón. Ya vine dos veces y todavía me quedan." Le pregunto desde hace cuanto que las junta. "¿Éstas? Son de todo un año, como 3 000 kilos, y ¿sabés cuánto voy a sacar? 300 pesos, sólo eso por todo un año ¡y no sabes el lugar que ocupan! Yo tengo un fondo ahí en mi casa, y están todas apiladas atrás y ¡ocupan casi la mitad del terreno! Pero ahora las tengo que vender sí o sí, porque me mudo, ahí alquilaba y me voy a otra casa mía, que me hice yo, pero no tengo lugar para todas las botellas."

Escena 3: blanco y plástico para ocasiones especiales

Las dos hijas de Nora (Lisa y Sol) y yo caminamos hacia el bazar a buscar las cajas. Cuando llegamos los vendedores estaban dejando cajas de mercaderías vacías en la vereda. Entre las tres nos pusimos a separar y desarmarlas. Mientras Sol, que estaba con ganas de hablar, me explica que todo lo que llevan ese día es para su mamá, para la casa. De su bolsillo saca un papelito chiquito y todo arrugado y me lo muestra, alcanzo a leer "17.90 pesos", escrito en birome verde. Le pregunto qué es:

S: Del plástico que vendí el otro día, tengo que pasar a cobrarlo.

D: ¿Con eso te pagan? ¡No lo pierdas!

S: ¡No lo tengo que perder!

Le pregunto a qué cantidad de plástico corresponde, y ella me responde que es "una bolsa grande y un poquito, ¿no es cierto Lisa?". Su hermana, concentrada en separar las cajas, asiente con la cabeza.

D: ¿Y ese plástico, lo vendes separado del resto de las cosas?

S: Sí, eso me lo da mi mamá para que junte para mí. El plástico que Nora o ellas juntan, Sol se encarga de venderlo en un depósito del barrio que está atrás de la casa. Su mamá se lo da para que tenga su plata, para el bebé que va a tener en unos meses.

D: ¿Y Lisa? ¿A ella no le toca nada? Sol me mira sonriéndose y niega con la cabeza: "pero a ella le están juntando el blanco para los quince"

D: ¿Cómo es eso?

S: Y todo el blanco lo guardan en el fondo para pagar la fiesta de 15.

D: ¿Pero falta para la fiesta, o no? ¿Cuántos años tiene?

S: Y como 13, es para el 2009 recién.

Latas de gaseosa, botellas, papel y plástico se acumulan en los rincones de las viviendas de Nora y Hugo. En su casa Nora destina un lugar específico a estos materiales, ya no en el patio donde se amontonan los lienzos con cartones, papel de diario y plásticos, sino en el interior de la vivienda, alejados de miradas indiscretas, guardados en distintos rincones. La principal diferencia entre estos materiales y el resto de lo que Nora recolecta, es que son guardados durante meses, incluso años. Como se observa en las tres escenas descritas, la distinción entre estos materiales y los demás opera en varios sentidos. Por un lado, se trata de materiales que resultan escasos, es decir son más difíciles de encontrar en las calles, especialmente el papel blanco y el aluminio, ya que son muy buscados debido a su alto valor de cambio. Por otro lado, este valor de cambio resulta significativo cuando se consigue acumular una cantidad considerable de material (recordemos que la venta es por kilo). Todo ello influye en el ritmo de acumulación de estos materiales. Este ritmo cambia a su vez en relación con la zona de la ciudad en donde se lleve adelante la recolección. Así, quienes trabajan en el microcentro tienen más posibilidades de llevar papel blanco (se trata de una zona de edificios de oficinas que son las que más descartan este papel), que quienes recorren las calles de barrios residenciales. A su vez, para poder guardar estos materiales durante un periodo de tiempo significativo, ese hogar debe tener la capacidad de disponer de otros recursos para su consumo diario. Es por ello que esta acumulación a largo plazo no es una práctica realizada por todos los que recolectan, y así se constituye en un elemento que opera en el proceso de distinción al interior del grupo.

Para Nora, acumular una cantidad significativa de latitas de aluminio es una actividad que se extiende en el tiempo. En general éstas se encuentran en las bolsas, que a veces deja sin revisar, o en los tachos de residuos que hay en la calle. Todos los años Nora repite la misma práctica, acumula latitas durante cuatro o cinco meses, siempre en la misma época, y un mes antes de Navidad, cuando los precios todavía se mantienen altos (ya que a fin de año disminuyen) vende lo acumulado. Guardar latitas durante meses le permite hacer frente a los gastos de Navidad. Este tipo de acopio aparece como una práctica diferenciada de la práctica de acopio de cartones y diarios. La distinción es señalada en parte, a través del espacio físico que se les destina en la vivienda, y en el espacio simbólico que ocupa en la proyección de gastos de Nora y su familia. Los papeles blancos y el plástico pueden incluirse en este tipo de práctica de acumulación diferenciada, como se desprende de las escenas descritas.

 

La acumulación como práctica de ahorro

En francés la palabra ahorro se traduce como mettre a coté de (l'argent), cuya traducción literal significa poner el dinero a un lado, separarlo. Podría decirse, de esta forma, que juntar las latitas o el plástico traduce en la práctica el sentido de la acción de ahorrar, a través de la separación y la disposición de los materiales en espacios diferentes. Es en este sentido que la acumulación de estos materiales constituye para Nora y su familia, una forma de ahorrar dinero en objetos.

Se ahorra dinero a través de los materiales, bajo su forma de objetos. Se guarda el material y no el dinero, estableciendo así una distancia entre la inmediatez del dinero y lo mediato de la cosa. Pero al mismo tiempo los tres tipos de objetos comparten la particularidad de ser experimentados en la práctica como dinero, pero sin la volatilidad característica de éste: "¡A Lisa le sacaron el blanco. Cuando llegó no había nada!", exclama Nora en referencia al papel que retira en una oficina localizada en su recorrido. ¡La voy a matar a esta pendeja! Eso por quedarse paveando, tiene que ir antes, ¡eso es plata!"

Esta forma de ahorro en objetos no está alejada de las prácticas de ahorro habituales en las cuales el dinero es puesto a resguardo, ya sea en una caja de seguridad en un banco, con el fin de ahorrar o preservar el dinero.

Al mismo tiempo, la utilidad producto de cada objeto acumulado se destina a un gasto futuro específico, se guarda para algo. Como se observa a partir de la manera en que Nora y sus hijas se refieren a dichos materiales: el plástico es para Sol y los gastos de su futuro bebé, el papel blanco para la fiesta de 15 de Lisa. Se produce una singularización de los materiales, un marcaje: "People continually disrupted monetary uniformity, furiously differentiating, earmarking, and even inventing new forms of money" (Zelizer, 1994: 139).

Retomando lo antes dicho, el material, en su trayectoria, se aleja de su condición de desecho para transformarse en una forma de ahorro, destinada a un gasto futuro específico.

Pero cabe preguntarse, ¿por qué guardar los objetos y no el dinero de su venta? En primer lugar, porque supone una postergación en el uso del dinero, dificultando la disposición rápida del mismo. El papel no puede usarse directamente para comprar algo, no es lo mismo la disponibilidad de gasto permitida por el dinero líquido que una reserva de papel blanco o de plástico. A su vez, también es una forma de evitar que otros miembros de la familia lo gasten rápidamente. Un mediodía, mientras charlaba con Nora en la cocina de su casa, Seba y Lali (sus hijos menores) entraron riéndose y comiendo unos helados. Nora los miró divertida preguntándoles de donde habían sacado la plata para las golosinas. Ninguno de los dos respondió, sólo se reían hasta que Lali señaló con picardía una maceta que estaba apoyada sobre una silla al costado de la puerta de ingreso a la casa. "¡Claro! descubrieron el lugar donde guardo la plata de las cosas de limpieza". Ese dinero, "solo moneditas" según Nora, es lo que ella separa para poder tener como cambio cuando hace una venta, "pero ya ves que no dura nada". De cierta forma, la anécdota refleja la inestabilidad del dinero en efectivo. Las monedas, descubiertas en su escondite, son rápidamente gastadas, dejando en evidencia la inestabilidad de estos ahorros en el hogar de Nora. Por el contrario, el papel o aluminio no suponen una disponibilidad inmediata, por eso es que pueden guardarse sin riesgo a que sean gastados. Así, al no poseer el dinero en efectivo, resulta más fácil también eludir los pedidos de dinero que les hacen otros miembros de la familia. Es posible decir que no sin romper el circuito de obligaciones mutuas del grupo.

 

A MODO DE CIERRE: LA CIRCULACIÓN DE OBJETOS

En la ciudad es posible encontrar distintos tipos de cosas y materiales. La calle también puede convertirse en un lugar lleno de tesoros esperando a ser hallados. La recolección, pensada desde un estricto punto de vista laboral, deja de lado todo este rico conjunto de objetos que se ponen en movimiento a partir de su encuentro con los cartoneros. Este tipo de objetos se encuentran, no se buscan. Son las cosas que muchos vecinos guardan, o que dejan con las bolsas de residuos en la vereda a donde Cristian o Nora, entre otros, se encuentran con ellos. No se buscan porque nunca se sabe qué se puede hallar. Sin embargo, aun desconociendo el tipo de objetos que encontrarán, son considerados por los cartoneros como un recurso extra en el sostenimiento de sus hogares. De esta manera, el viaje a la ciudad también puede ser vivido como una salida en busca de objetos que representan ese ingreso extraordinario, pues les permite acceder a determinados artículos de confort doméstico, muchas veces inaccesibles por su elevado costo.

Casi todos los objetos recolectados encuentran un destino posterior. Si se pudiese graficar la configuración de objetos que se despliega alrededor de Nora, entre lo que recolecta, lo que le dan, y guarda, así como lo que compra y vende, se trataría de un diseño reticular en el cual Nora aparecería en un centro jerárquico en relación con el resto de su red social (siempre observando desde su perspectiva). Pero un centro que va cambiando a medida que el objeto se pone en movimiento; y el punto de observación se traslada desde Nora hacia algún otro miembro de la red.

El momento de coincidencia espacio-temporal de los objetos y las personas que los recolectan será sucedido por una nueva dispersión puesta en marcha a partir de este encuentro a través de los diferentes canales de circulación de esos objetos. Así, cada uno de estos movimientos son transformaciones que representan, a su vez, momentos en la vida de esos objetos, y para poder ser aprehendidas deben observarse siempre en la relación de las personas con las cosas. Para quienes se dedican a la recolección su tarea no existe sino con esos objetos. Son esos diversos objetos, y sus múltiples vidas, a partir de los cuales construyen diferentes formas de obtener recursos, dinamizando distintos circuitos de circulación de los mismos.

Pero esa diversidad de objetos muchas veces no es utilizada según su funcionalidad original, sino que cada uno le otorga un destino diferente. Así, esa forma de apropiarse del objeto se constituye también en una manera a través de la cual los cartoneros establecen distinciones sociales hacia y en el interior del grupo: quienes pueden acceder a objetos de mayor valor para venderlos o equipar su casa; los que pueden acumular y ahorrar objetos; quienes acceden a una mejor y mayor cantidad de materiales y pueden realizar una venta semanal y no diaria; quienes incluso atesoran objetos que no venden. La transformación de los objetos encontrados se produce, entonces, en esa relación con la persona que lo encuentra, cruzándose y modificándose la vida del objeto y la de su nuevo dueño.

Así, estas diferencias dan cuenta de los procesos de calificación y jerarquización existentes entre quienes se dedican a la recolección a partir de la vinculación con los objetos que se recolectan y lo que con ellos se hace.

 

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Notas

* Este artículo se basa en el trabajo desarrollado en "Salir a cartonear, desentrañando prácticas y sentidos del trabajo entre quienes se dedican a la recolección de materiales recuperables", tesis de doctorado en Ciencias Sociales, Buenos Aires, UBA/EHESS, 2009.

1 En ese proceso de recuperación/valorización de los objetos hay también una valoración de sí. No me refiero sólo al valor económico "de cambio" de los objetos, sino también a un valor de uso que se expresa fundamentalmente en los contextos sociales que esos objetos transitan desde el momento de la recolección.

2 Mauss (1979) diría que en las denominadas "sociedades arcaicas" no había una separación entre cosas y personas. Sería interesante pensar cómo esto se refleja en el caso de quienes recolectan residuos, ya que son frecuentemente identificados, por los otros lejanos, con la materia con la cual trabajan.

3 En Nuevo Laredo, México, también son conocidos como "cartoneros" quienes durante décadas cruzaban la frontera entre ambos países para ingresar a Laredo en Estados Unidos, a recolectar las cajas de cartón desechadas por los comercios, para regresar al final del día a su país a venderlas (Medina, 1998).

4 La palabra ciruja también es utilizada para denominar a quienes viven de la recolección de residuos. Su uso, sin embargo, es considerado despectivo por muchas de las personas entrevistadas durante el trabajo de campo, ya que remitiría a una figura de recolector marginal, que junta para comer en el día, y que por lo general vive en la calle.

5 Para un abordaje sobre los cartoneros y su lugar en el circuito informal del reciclaje véase Schamber (2008).

6 Uno de los barrios marginales de la localidad de José León Suárez, donde realicé el trabajo de campo.

7 Provincia situada al norte de Argentina. Muchos de los habitantes del barrio El Salvador habían migrado en los años 1980 de Tucumán, Chaco, Corrientes hacia la provincia de Buenos Aires en busca de mejores condiciones de vida y trabajo.

8 Agrupa a los partidos de la provincia de Buenos Aires que se extienden próximos a la ciudad de Buenos Aires que circunvalan su perímetro. Se trata de una denominación genérica que no refiere a una unidad administrativa.

9 "El objeto que para mi representa un bien heredado es una mercancía para el joyero, y el hecho de que no sea tan ajeno a la cultura del joyero se manifiesta en mi disposición para ponerle un precio a mi objeto inapreciable (y para sobreestimar invariablemente su valor mercantil)" (Kopytoff, 1991: 108).

10 Es el equivalente a poco más de un dólar.

11 Se trata de un hombre de unos 36 años uruguayo de origen, que trabaja como repositor en el supermercado. Si bien Nora se saluda y charla con todos los chicos que allí trabajan, con éste tiene un arreglo, como cuenta ella, "hacen negocios".

12 Importante avenida de la ciudad de Buenos Aires, nace en el barrio de Retiro recorriendo Recoleta, Barrio Norte, Palermo y finalizando en Belgrano. A lo largo de su extensión se encuentran importantes zonas comerciales y muchos edificios y viviendas.

13 Esta denominación da cuenta a la vez de una categoría nativa y de una categoría analítica.

14 Me refiero a los dueños de los depósitos que compran materiales de descarte a donde venden los cartoneros. Por lo general se encuentran ubicados cerca de los barrios e incluso en algunas zonas periféricas de la ciudad de Buenos Aires.

15 En este punto me interesan aquellas distinciones de materiales identificadas por los "cartoneros". Para un abordaje acerca de los distintos actores participantes en el circuito de reciclado, véase Pablo Schamber (2008) e Informe DGPRU (2006).

16 Según Alain Quemin (1994: 6), "la expertise técnica y la relación con el objeto son fuertemente moldeadas por la experiencia social de los individuos".

17 De esta manera se denomina a los comercios que venden cosas de bazar entre muchas otras, a muy bajos precios.

18 Este tipo de distinciones forman parte de un saber vinculado al lugar en donde los cartoneros realizan la recolección. Así quienes trabajan en la zona de oficinas en el centro de la ciudad adquieren la capacidad de distinguir entre una mayor cantidad de tipos de plásticos o papel. Esto supone entonces una diferencia de expertise entre unos y otros en relación con el tipo de objetos a los que pueden acceder.

19 El circuito informal del reciclaje comprende distintas instancias que van desde los recolectores a la industria (del acero, papeleras, etcétera), pasando por distintos tipos de depósitos e intermediarios ocasionales que compran a depósitos no especializados para vender a las industrias. Aun cuando cada uno es independiente y autónomo del resto, su interconexión es tan profunda que un mínimo cambio registrado en uno de ellos afecta a los demás (Schamber, 2008).

20 Cabe destacar que este tipo de evaluación resulta posible en el caso de aquellas personas que realizan la recolección siguiendo diariamente el mismo recorrido, tienen sus "clientes", conocen la dinámica de los barrios que transitan, en definitiva poseen un conocimiento práctico construido a partir de su experiencia.

21 El espacio es un elemento central tanto para la recolección como en la organización económica del hogar. Esta práctica es muchas veces también llevada adelante por personas en situación de calle pero, a diferencia de aquellos que poseen una vivienda a donde volver diariamente, ésas carecen de las condiciones para acumular cosas.

22 En muchas ocasiones ese ingreso no sólo está conformado por lo que se obtiene de la venta de materiales, sino también a través de otras actividades, muchas veces changas o pequeños trabajos realizados por alguno de los integrantes del hogar, la percepción de planes y ayudas sociales, entre otro tipo de recursos.

23 Dentro de lo que se denomina comúnmente como "papeles" o "recortes" hay una gran variedad de calidades que son diferenciadas en la industria papelera, y en los depósitos donde venden los cartoneros. Rápidamente se pueden distinguir los cartones o papeles marrones del resto de los papeles. Dentro de este segundo grupo se distinguen los papeles baratos (diarios, revistas entre otros) del "blanco", tal como es conocido entre quienes trabajan vinculados a esta actividad. Esta forma de singularizar refiere a su mayor valor de cambio, que lo convierte en un objeto preciado por los cartoneros.

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