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Salud Pública de México

Print version ISSN 0036-3634

Salud pública Méx vol.62 n.3 Cuernavaca May./Jun. 2020  Epub May 16, 2022

https://doi.org/10.21149/11372 

In memoriam

Silvestre Félix Frenk Freund 1923-2020

Héctor Bourges Rodríguez(1) 

(1)Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. México


El pasado 3 de marzo de 2020 murió el Dr. Silvestre Félix Frenk Freund, figura destacada (y en el segundo caso iniciador) de la nutriología, la endocrinología pediátrica y la medicina mexicanas; colaborador, maestro y amigo muy querido e inspirador de la superación personal y profesional de quienes tuvimos la fortuna de tratarlo. Su recuerdo y su ejemplo nos acompañarán siempre.

En homenaje a su trayectoria, en 2013 se le dio su nombre a la Unidad Médica de Alta Especialidad, Hospital de Pediatría del Centro Médico Nacional Siglo XXI

En este texto me permitiré referirme a él como Silvestre, ya que de esa manera me dirigía a él en vida. Pude visitarlo unas horas antes de su deceso y percatarme de que todavía era muy fuerte pero, con casi 97 años de edad y con su esposa, la quimicofarmacobióloga Alicia Josefina Mora Alfaro fallecida hace no mucho tiempo, sus fuerzas se habían ido perdiendo gradualmente. Había vivido una vida plena de realizaciones personales y profesionales, era el patriarca de una familia numerosa e ilustre, formada por siete hijos y sus cónyuges, 23 nietos y 11 bisnietos, todos los cuales eran una de sus razones de ser. Aunque amaba la vida, Silvestre predijo que este año partiría.

Sin dejar de señalar sus principales rasgos biográficos, aspiro, tal vez sin posibilidad de éxito, a dibujar su colosal estatura humana y profesional y destacar el afecto que supo merecer en las más diversas esferas.

Durante nuestra interacción de casi cinco décadas, Silvestre fue colaborador, asiduo lector y, cuando fue necesario, implacable crítico de la revista Cuadernos de Nutrición que dirijo. Hace un par de años, con el propósito de mantener vigoroso su ejemplo para las nuevas generaciones, dedicamos gran parte de una entrega de la revista a él, a su vida y a sus realizaciones (Cuadernos de Nutrición vol. 41, núm. 1 de 2018, páginas 4 a 10).

En esta tarea contamos con la invaluable ayuda de sus hijos; por un lado, María Teresa (directora de la Facultad de Música de la UNAM) y Alicia Josefina (subdirectora de Servicios Paramédicos del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán) prepararon un texto biográfico y Julio (exsecretario de salud de nuestro país) nos compartió una carta que le escribió a su padre con motivo de uno de sus cumpleaños. Por otra parte, nos compartieron unas partituras de dos de sus nietos, así como un esquema de la evolución del universo que le envió su hijo Carlos, cosmólogo que vive en Reino Unido, en el que aparece el nacimiento de Silvestre. Durante la preparación de esta tarea, Silvestre nos abrió las puertas de su hogar. Con su célebre conversación amena y sabrosa, nos compartió historias de su vida, historias extraordinarias de un hombre con ideas claras; relatos de un observador permanente que siempre supo aprovechar las oportunidades que se le fueron presentando y encontrar en cada experiencia una oportunidad. Vimos en él al ser generoso que vivía plenamente y que a pesar de su grandeza era sencillo, tanto que nos agradeció la visita y nos paseó por su biblioteca y por el frondoso jardín que mucho le gustaba cuidar.

Silvestre Frenk nació en Hamburgo, Alemania, el 10 de julio de 1923, año que él calificaba como calamitoso. Sus padres fueron Ernesto Augusto Frenk Lowengard-Gans, de filiación socialdemócrata y médico de la Caja de Seguridad de Hamburgo, y la políglota y escritora Mariana Elena Freund Pick. Cabe señalar que una hermana de Silvestre, Margit, llegaría a ser una de las más destacadas filólogas del idioma español y maestra emérita de la Facultad de Filosofía y Letras recientemente galardonada con el doctorado honoris causa de la UNAM.

Como consecuencia del clima de antisemitismo que se vivía en Alemania, la familia emigró en 1930 hacia Canadá como destino original, ya que en algunas provincias faltaban médicos; pero quiso su buena fortuna -así lo decía Silvestre- que una estudiante mexicana les previniera sobre el invierno crudo y los meses de penumbra canadienses y les conminó a mejor elegir venir a México. La historia del exilio de la familia Frenk -comentan María Teresa y Alicia-tiene muchas aristas tristes pero que enfrentaron con alegría y esperanza, y supieron florecer en su nueva vida en nuestro país. Señalan también que los niños Silvestre y Margit crecieron felices, sin lujos, pero aprendiendo a amar al país que los acogió. Mariana, madre de Silvestre, comenzó a dar clases de alemán e inició el difícil oficio de la traducción; tradujo de todo, incluso un libro de matemáticas. Más adelante en su vida fue la primera traductora de los libros de Juan Rulfo a un idioma extranjero.

Silvestre estudió en la Escuela Secundaria 3, luego en la Escuela Nacional Preparatoria, y en 1941 entró a la Escuela Nacional de Medicina de la UNAM. Durante su internado de pregrado en el Hospital General de México, desarrolló interés por lo que el fenotipo de un paciente puede indicar en relación con la propensión a determinados padecimientos. En 1948 hizo su servicio social en Puruarán, Michoacán, y preparó una tesis sobre el contenido estrogénico de los quistes de ovarios humanos, bajo la dirección del doctor José Pedro Arzac, la cual obtuvo mención honorífica. Posteriormente trabajó como médico en el ingenio Emiliano Zapata en Zacatepec, Morelos, en 1948 y 1949, donde entró en contacto con el trabajo en comunidades rurales. Al conocer los estudios de Hans Selye sobre la reacción de estrés, Silvestre se interesó en la endocrinología y eso lo llevó en 1949, apenas recién casado -después del entonces normal noviazgo de cinco años, como él decía- al Jefferson Medical College en Filadelfia, Pensilvania, donde hizo un posgrado en endocrinología clínica y experimental bajo la tutoría del profesor Karl E. Paschkis y luego del profesor Lawson WiIkins, del Hospital Johns Hopkins en Baltimore.

A su regreso a México y gracias al doctor Pedro Daniel Martínez, quien mucho lo apreciaba, Silvestre entró al Hospital Infantil de México como consultante honorario en endocrinología y conoció entonces al maestro Federico Gómez Santos, Director y Fundador de dicho Hospital y cabeza, además, del Grupo de Estudio de la Desnutrición en el Niño. En este grupo, el cual habría de revolucionar a escala mundial el campo del estudio de la desnutrición infantil -que en aquel entonces era una entidad nosológica poco clara- figuraban también los notables investigadores Rafael Ramos Galván, Joaquín Cravioto y Margarita Escobedo. Entre muchos otros avances, este grupo estableció una clasificación pronóstica y de magnitud de la desnutrición infantil en tres grados basada en el déficit de peso para la edad, describió el síndrome de recuperación nutricia y estableció la distinción entre las manifestaciones clínicas que eran universales y aquéllas que eran circunstanciales y agregadas, como producto de la infección y de los desequilibrios hidroelectrolíticos. En relación con el Dr. Federico Gómez -sobre quien a menudo charlábamos- Silvestre insistía en que había que seguir hablando de él una y otra vez para que la ciencia mexicana no se olvidara de su figura.

La inquietud llevó a Silvestre a una estancia en 1953 y 1954 como fellow en pediatría en el Children’s Hospital de Boston de la Universidad de Harvard, bajo la guía del profesor Jack Metcoff, con quien mantuvo una sólida amistad personal y una colaboración científica que duró 25 años. En ese hospital, Silvestre diseñó un procedimiento -todavía en uso- para producir síndrome nefrótico experimental en ratas mediante la administración del aminonucleósido de puromicina.

De regreso en México, Silvestre obtuvo la Maestría en Salud Pública en la Escuela de la Secretaría de Salubridad y Asistencia en 1959, y en 1963 acompañó al doctor Federico Gómez al nuevo Hospital de Pediatría del Centro Médico Nacional del IMSS, que Gómez había fundado y del que fue su primer director. Ahí, Silvestre habría de dirigir el departamento de Endocrinología y Nutrición (de 1963 a 1970), concentrándose en el estudio del raquitismo y promoviendo el desarrollo de la genética y la gastroenterología pediátricas. De 1971 a 1974 fue Director General. En 2013, el mencionado Hospital de Pediatría recibió el nombre de Doctor Silvestre Félix Frenk Freund.

Registro en el archivo de la Escuela de Salud Pública de México

Después de un periodo sabático en el Kinderspital de Zurich, en Suiza en 1967 -y de ser profesor visitante en el Instituto Nacional de Nutrición en Hyderabad, India, en 1974- fue nombrado Director de la Unidad de Investigación Biomédica del Centro Médico Nacional del IMSS en 1982 y fue el editor fundador de la revista Archivos de Investigación Médica, actualmente Archives of Medical Research. En 1990 se integró al Instituto Nacional de Pediatría como Subdirector General de Investigación y luego, de 1995 a 1997, ocupó el cargo de Director General. Desde 1997 hasta hace apenas unos meses, colaboró en la Unidad de Genética de la Nutrición del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM y del Instituto Nacional de Pediatría, en la cual como investigador emérito estudió las enfermedades por depósito lisosomal, el angioedema hereditario, el raquitismo carencial y la pica, sobre la cual fue un connotado experto.

Durante sus casi 70 años de carrera académica, Silvestre Frenk publicó más de 350 artículos, libros y capítulos de libros y fue maestro de muchas generaciones de pediatras; de 1966 a 1975 y de 1977 a 1990 fue editor de la Gaceta Médica de México, en la que ubicó el artículo de un Dr. Hinojosa, de 1870, sobre “una enfermedad en La Magdalena” el cual es tal vez la primera descripción de la desnutrición infantil en México y una de las primeras en el mundo. En 2013 fue editor de Acta Pediátrica de México y, por otra parte, fueron notables en el terreno de la divulgación científica sus cápsulas a las que dió el singular título de monjeloquios nutropediátricos.

Silvestre Frenk fue miembro de varias asociaciones y academias y ocupó cargos en varias de ellas. Presidió la Academia Nacional de Medicina -de la cual fue académico honorario-, la Academia Mexicana de Pediatría, la Sociedad Mexicana de Nutrición y Endocrinología, la Asociación de Investigación Pediátrica, la Sociedad Mexicana de Pediatría y el Consejo Mexicano de Certificación de Pediatría; y fue Vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición. Entre las numerosas distinciones y premios que recibió figuran la Medalla Doctor Eduardo Liceaga -máxima distinción que otorga el gobierno mexicano en materia de salud- que recibió de manos del Presidente Felipe Calderón Hinojosa; la distinción como uno de los 200 mexicanos que nos heredó el mundo por el Instituto Nacional de Migración en 2009 y el Reconocimiento al Mérito Médico por sus aportaciones científicas en endocrinología, pediatría y nutrición en 2012.

Hasta aquí el comprimido resumen de una trayectoria profesional duradera y fructífera que sólo puede ser producto de una inteligencia destacada y de un trabajo intenso y sostenido. Más allá de ser un agudo investigador científico, que lo fue, Silvestre era sobre todo un pensador -una de esas mentes tan escasas que son capaces de atar los cabos sueltos y situar los conocimientos en su ubicación correcta-, un humanista acendrado, un formador de personas y un lider formidable en varias disciplinas; pero además fue el patriarca de una familia de por si notable, el cuidador de un bello jardín urbano, el amigo generoso, una persona de gran sensibilidad con don de gentes y con ese buen humor tan necesario en la vida y tan propio de las mentes privilegiadas. Silvestre gustaba de bromear sobre sus dos nombres de pila: Félix, que le vino por tradición para honrar la memoria de su abuelo paterno, y Silvestre, por imposición familiar. Pero hacía notar que, por una parte, Felis silvestris -justo sus nombres pero invertidos- es el nombre científico del gato y, por otra, que Félix y Silvestre son los personajes gatunos más populares de las películas animadas. De su buen humor destaco también su crítica a la imperdonable errata aparecida en Cuadernos de Nutrición en que se nombraba como adipositos, es decir adiposos pequeños, a los adipocitos, y de la cual nos reimos juntos.

Fiel a su agradecimiento a nuestro país, Silvestre se veía a sí mismo como producto del sistema educativo público mexicano y se sentía orgulloso de él, aunque, sin duda, a su excelencia profesional y académica mucho contribuyó también su ambiente familiar, intelectual, ética y culturalmente tan rico.

En compañía del doctor Guillermo Soberón

Silvestre era una persona muy culta en el amplio sentido de la palabra y como tal fue un apasionado defensor del español correcto, el cual dominaba pese a no ser su lengua materna, pasión en la que plenamente coincidíamos y era tema frecuente de conversación. No era raro escuchar de él palabras poco usuales pero atinadas, como cuando a sabiendas de sus problemas de visión le quise relevar de una tarea y me aseguró “no te preocupes, tengo mis artilugios”, o cuando me escribió que había leido con fruición un discurso mío. Desde hace décadas, Silvestre insistía en que el término “obesidad” debería dar paso al de “adiposidad” y ser dividida en grados o clases a la manera en que se hace con la desnutrición, idea que comienza ahora a ponerse en boga.

La serenidad era otro rasgo de Silvestre, serenidad que mucho le ayudó cuando fue víctima de injusticias o cuando su salud se vio amenazada. Por cierto, no puedo olvidar su descripción de lo que sintió cuando liberaron de una obstrucción a una de sus coronarias.

Como amigo, mucho debo agradecerle su amabilidad, sus confidencias y su generoso apoyo en muchos proyectos y tareas. A la par de las pocas críticas, por supuesto merecidas, recibí de él numerosos y oportunos elogios que estimularon mi desarrollo. Conocí a Silvestre en 1969, cuando ambos formamos parte del grupo organizador del IX Congreso Internacional de Nutrición; había oído hablar de él pero no lo había tratado personalmente. A partir de ese encuentro iniciamos una amistad cercana, en virtud de la cual he recibido manifestaciones de pésame que por supuesto mucho agradezco. Nuestra amistad se basaba, decía Sivestre, en las muchas coincidencias en intereses, valores y formas de pensar, pero seguramente también en la empatía y el afecto. Lo extrañaremos mucho, pero sus obras lo mantendrán presente.

Héctor Bourges Rodríguez
Dr. (1)

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