Señor editor: Las enfermedades oncológicas son la tercera causa de morbimortalidad en México y afectan predominantemente al grupo de población adulta. El cáncer corresponde a un proceso patológico individualizado de gran complejidad que se desarrolla en un microambiente celular. Clásicamente, en su evaluación clínica son considerados los cambios fenotípicos macroscópicos que se presentan en el paciente, y los cambios fenotípicos microscópicos que se expresan en los tejidos y células afectadas. En las últimas tres décadas, el cáncer se ha estudiado como un sistema biológico molecular, en el cual sus perfiles celulares genómicos, transcriptómicos, epigenómicos, proteómicos y metabolómicos son analizados a través de diferentes metodologías de biociencias moleculares.1 Este análisis ha conducido a un mejor entendimiento del comportamiento biológico de los diversos tipos y subtipos de tumores malignos, a una mejor correlación entre los aspectos clínico, microscópico y molecular, a una selección más racional de esquemas terapéuticos y a una mejor respuesta terapéutica, particularmente en los casos donde la identificación de un biomarcador molecular es bioactivo del proceso neoplásico, y puede ser modulado por medio de la aplicación clínica de un inhibidor molecular correspondiente. Ejemplos de esta última condición son las determinaciones de tirosina quinasas en diferentes tumores sólidos y no sólidos y el empleo de sus inhibidores. En los últimos años, las determinaciones moleculares en tumores sólidos se han incrementado de forma importante, debido principalmente a que diversas alteraciones moleculares han sido asociadas con marcadores de predicción de respuesta a fármacos de nueva generación. La integración de estos nuevos biomarcadores de análisis biológico nanopicométrico de las células neoplásicas aumentan los planos de precisión e individualización (personalización) del estudio clínico del paciente con cáncer.2,3
La oncología personalizada consiste en enfocar la práctica médica hacia las características biológicas precisas de un paciente; implica analizar las principales alteraciones celulares y moleculares del desarrollo y progresión de cada tipo y subtipo de neoplasia maligna, así como del entorno genómico estructural y funcional de las células y los biomarcadores de la respuesta inmunológica adaptativa antitumoral del paciente. La mayoría de los biomarcadores de estas interacciones moleculares biológicas pueden determinarse en un laboratorio de diagnóstico molecular (laboratorio de oncología molecular).4,5
Diferentes instituciones clínicas que atienden integralmente a los pacientes con cáncer bajo la modalidad de oncología personalizada se apoyan en las determinaciones de biomarcadores en laboratorios de oncología molecular (LOM), en donde actualmente se identifican más de cien biomarcadores moleculares en tejido tumoral que ayudan a precisar el diagnóstico, el pronóstico, la toma de decisiones terapéuticas, o son utilizadas en la valoración de la enfermedad mínima residual, y en células germinales para la determinación de marcadores oncogenéticos en casos de cáncer familiar.5,6 Dentro de estos LOM, el del Hospital Universitario Central de Asturias, en España, que cumplió recientemente 10 años de su inicio, cuenta con condiciones asistenciales parecidas a las de los principales hospitales oncológicos del sector salud y podría ser un eventual modelo a emular.7
La aplicación del modelo de oncología personalizada en los hospitales de concentración de los institutos de seguridad social del sector salud mexicano requiere la implementación emergente de un laboratorio de oncología molecular, cuyas determinaciones apoyen asistencialmente la atención médica oncológica personalizada. Los laboratorios de oncología molecular son una necesidad emergente para el progreso de la atención oncológica moderna y son elementos esenciales que deben formar parte de la reciente propuesta interinstitucional del Programa del Control Integral del Cáncer en México.8