SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.63 issue2Violence in Medical Training author indexsubject indexsearch form
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Revista de la Facultad de Medicina (México)

On-line version ISSN 2448-4865Print version ISSN 0026-1742

Rev. Fac. Med. (Méx.) vol.63 n.2 Ciudad de México Mar./Apr. 2020  Epub Mar 05, 2021

https://doi.org/10.22201/fm.24484865e.2020.63.2.08 

Arte y medicina

Un “no” por respuesta, no fue suficiente

Teresa I. Fortoul van derGoes


Wellcome Collection

No es extraño, en la actualidad, identificar la participación de personajes que han abierto caminos hacia un cambio relevante en la historia de la humanidad.

Un ejemplo es considerar a Edward Jenner como quien, por primera ocasión, empleó la vacunación como herramienta para proteger a la humanidad de esa terrible enfermedad: la viruela.

Igual que la peste negra, que diezmó, casi a la mitad de la población en la época medieval, la viruela, no solo dejaba su trayecto de muerte, sino que su marca imborrable acompañaría toda su vida a aquel que sobrevivía. Muchos quedaban ciegos y si eran mujeres, sus posibilidades de conseguir un posible matrimonio era muy limitadas1.

La medicina de la Inglaterra del siglo XVIII se encontraba aún, en la época del oscurantismo, que consideraba la teoría de los cuatro humores de Hipócrates como la causa de las enfermedades y la religión como los designios del dios que cada una creyera, como el motivo de tal desgracia. Era la época del rey Jorge I; por oleadas aparecía esta devastadora visitante que se anunciaba con los mismo cantos y vestimentas, cuyo color cerúleo trocaba los colores de la vida, en muerte.

Síntomas de un resfriado común, anunciaban su proximidad, seguía fiebre elevada y unos días después, las vesículas aquí y allá, en el tronco, en la cara; esto progresaba a las pústulas que deformaban la estructura corpórea del enfermo, que se debatía entre el delirio y la somnolencia acompañada de la sensación imperiosa de rascarse las lesiones, lo cual implicaba la autoinoculación del virus en ojos u otras áreas. No había descanso posible, ya que el dolor en la piel descarnada era insostenible y las curas de esa época, poco hacían por el sufriente.

Otras enfermedades ocurrían en poblaciones en las que la higiene y la alimentación eran deficientes, pero ésta no distinguía; ni los reyes se salvaban de su reclamo.

La familia Wortley, cercana a la casa reinante contaba con personajes cercanos a la ciencia y a las nuevas tendencias que se vislumbraban como destellos de lo que serían futuros avances, que romperían paradigmas intocables. Esa familia le dio la misma educación a hijas e hijos, lo que permitió a una de ellas devorar bibliotecas y tener la seguridad de tomar decisiones, tales como: con quién contraer matrimonio. Esa posibilidad generó una cadena de eventos gracias a los cuales ahora la humanidad está libre de viruela.

Mary Montagu (1689-1762) nació en el seno de una familia acomodada que, sin abiertamente preocuparse por la educación de sus vástagos, no limitó la búsqueda de conocimiento de la hija mayor. Con la biblioteca de su padre a su total disposición y su interés en prepararse de manera autodidacta, Mary decidió ser escritora. Aprendió griego y latín por su cuenta. De lo más reconocido de esta autora son las cartas de viaje que realizó durante su estancia en Constantinopla (Cartas desde Estambul). En esa estancia aprendió turco y sus cartas dejaron observaciones sobre la cultura otomana, en una época en la que no se daba mucha importancia a esa cultura. También publicó varios poemas y se le considera una defensora de los derechos de la mujer, incluido el de tener una educación formal2.

Lady Mary Wortley Montagu, hija de Evelyn Pierrepont primer Duque de Kingston-upon Hull, decidió leer y aprender por su cuenta latín. Su ambición era dedicarse a escribir y casarse con la persona que ella eligiera, no a quien le seleccionaran. Así eligió a Edward Wortley Montagu, que tenía ambiciones políticas. Ya casados, se le comisionó como embajador en el Imperio Otomano en Constantinopla y, sin titubear, Lady Mary no aceptó un NO, cuando él sugirió que se que quedara en Londres con su hijo, por lo largo del viaje y lo peligroso. Su curiosidad la acercó a las mujeres del harem; le llamó la atención la piel de éstas, que no presentaban las cicatrices que dejaba la viruela; a la vez, observó que se practicaba un procedimiento que realizaban algunas mujeres y que consistía en ocasionar una serie de abrasiones que ocasionaran sangrado, con una aguja en la piel de los niños y niñas, y se mezclaban con el producto de las pústulas de sujetos que hubiesen padecido la enfermedad. El resultado era: en los primeros días, ataque al estado general, fiebre y la recuperación total; sin saber el porqué, había protección total contra la terrible viruela2,3.

Lady Mary Wortley Montague, por Charles Jervas, después de 1716. 

Unos meses después del nacimiento de su hijo, Lady Mary vivió el martirio y desenlace fatídico de la viruela. Su hermano de 20 años inició con un leve cuadro gripal; así, el proceso ya conocido prosiguió su inevitable secuencia, su hermano murió. Antes de viajar con su marido, los pródromos nefastos se presentaron en ella, la viruela siguió su proceso, pero su suerte fue diferente a la de su hermano, ella sobrevivió con las marcas que deformaron su rostro de por vida4.

Wellcome Collection

Cuando se percató de las posibilidades que el procedimiento ofrecía, decidió que ese procedimiento se lo practicaran a su hijo e invitó al Dr. Maitland para que asistiera y conociera el cómo se realizaba la “inoculación”. Como se esperaba, el proceso que ella observó en el harem se repitió y a las dos semanas su hijo se había recuperado totalmente. Ya de regreso, Lady Mary se convirtió en una convencida del poder de la inoculación, tanto que invitó a varios de sus conocidos, incluida la nuera del rey Jorge I, Carolina, princesa de Gales, a presenciar cómo le realizaban la inoculación a su hija, así como el progreso de la reacción, hasta la total recuperación de la niña. La acompañó el Dr. Maitland que fue el encargado de realizar el proceso. Después de muchos titubeos y presión de la Princesa de Wales, el Rey aceptó que sus nietas se sometieran a la inoculación, pero al futuro Jorge II, el heredero, no.

Antes de aceptar la inoculación se solicitaron varias pruebas, que demostraran la efectividad del proceso, se invitó a los médicos para que lo conocieran, pero este procedimiento mermaba sus ingresos y las denostaciones se dejaron venir. Una muy frecuente fue que Lady Mary era mujer, no tenía los conocimientos científicos necesarios para emitir juicios sobre el proceso y que además era atentar sobre la voluntad divina.

Esta mujer, con gran decisión, al confiar en lo que observó durante su estancia en Constantinopla, enarboló la bandera de la inoculación y su tenacidad ayudó a salvar millones de vidas. Hay que recordarla, no solo por su obra literaria, sino por su aporte a la prevención de enfermedades, con lo que ahora es la vacunación, que aún ahora, un par de siglos después se sigue debatiendo.

REFERENCIAS

1. Fortoul van der Goes T. Mentiras que matan. Rev Fac Med (UNAM). 2019;62:3-5. [ Links ]

2. Gearon E. Who was Lady Mary Wortley Montagu? National Trust. [Consultado 8 de febrero, 2020]. https://www.nationaltrust.org.uk/features/who-was-lady-mary-wortley-montagu. [ Links ]

3. Martínez Hoyos F. Lady Montagu, una feminista en el harén. Replicante. 9 de junio, 2019. [Consultado 8 de febrero de 2020]. https://revistareplicante.com/lady-montagu-una-feminista-en-el-haren/. [ Links ]

4. Hager T. Lady Mary's Monster. En: Ten Drugs: How Plants, Powders, and Pills Have Shaped the History of Medicine. Capítulo 2. New York: Abrams, Press; 2019. [ Links ]

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons